lunes, 19 de agosto de 2013

AVISO: NUEVO FIC

¡Hola amigos!

¿Qué tal estáis? Aquí me tenéis a mí de nuevo, después de estas no tan largas vacaciones que me he tomado en el mundo fiquer para anunciaros a tod@s que acabo de inaugurar nuevo blog con nuevo fic incluido. El fic en cuestión se titula Vuelo 937 y, pese a no ser tan largo como éste, espero que quede al menos bastante digno.

Si a alguien le apetece pasarse, aquí os dejo el enlace del nuevo blog, donde alojaré ése y otros posibles futuros fics que escriba:

http://dehistoriasybeatles.blogspot.com.es/

¡Gracias y saludos!

miércoles, 5 de junio de 2013

Capítulo 89: Vida

Diciembre de 1980

El patio del colegio estaba a rebosar de niños que gritaban y jugaban sin parar, aprovechando los pocos minutos que les quedaban antes de que volviera a sonar el timbre para regresar a clase.

-¡Pásamela, Jack!

Unos metros más adelante, casi frente a la portería, Ayrton le hacía señas con la mano. El niño sonrió: si su amigo se hacía con el balón y marcaba, ganarían el partido. Jack regateó hábilmente a un par de niños que se cruzaron en su camino y, finalmente, chutó hacia Ayrton. Su amigo corrió para hacerse con el balón pero, justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, otro niño que ni siquiera estaba jugando al fútbol con ellos entró en las pistas y chutó el balón hacia arriba, con tanta fuerza que la pelota acabó pasando por encima de la verja del colegio, cayendo en la calle.

Inmediatamente, todos los niños que estaban alrededor pararon de correr y de gritar y se quedaron mirando al recién llegado en silencio.  El nuevo les dedicó una sonrisilla repelente, seguro de sí mismo y consciente de que su mera presencia asustaba a todos. No era para menos, la verdad. Y es que, pese a que Bruce Ambrose tenía la misma edad que la mayoría de los que estaban allí, era mucho más grande que todos. Alto, grueso y con pinta de matón, era el típico niño con el que todos evitaban meterse a toda costa. Era curioso: hacía muy poco que acababa de llegar al colegio y, pese a que no llevaba allí ni un mes, era ya el terror de la escuela.

Pero a Jack en aquellos momentos no le importaba lo más mínimo todo eso. Le daba igual que Ambrose midiera palmo y medio más que él y que pareciera tan fuerte que de un manotazo pudiera tumbarlo; a Jack lo único que le importaba era que aquel desgraciado les acababa de fastidiar el partido y que, además, por su culpa, tal vez jamás volvería a recuperar su balón. Porque, para colmo, aquella pelota que había chutado a la calle era suya.

-¡Ey!-le gritó indignado empezando a caminar hacia él furioso, completamente fuera de sí.-¡¿Pero tú qué te has creído?! ¡Estábamos jugando!

Bruce Ambrose se volvió hacia él y le dedicó una mirada contrariada. Al parecer, no estaba acostumbrado a que nadie le plantara cara abiertamente.

-Tú lo has dicho: estabais jugando.-dijo volviendo a recuperar su sonrisilla prepotente.-Ahora ya no.

Jack se mordió el labio inferior, intentando contenerse. Siempre lo hacía cuando estaba enfadado.

-Eso que has tirado a la calle era mi balón.-le espetó.

-¿Ah, sí?-rió Ambrose.-Pues te aguantas.

-Más te vale que cuando salgamos lo encuentre o si no…

Jack dijo aquello atropelladamente, sin ser consciente ni siquiera de que con aquellas palabras estaba amenazando al matón del colegio. Por eso, cuando Bruce se acercó hacia él y lo agarró con fuerza por el cuello de la camisa, se quedó mirándole estupefacto, sin saber cómo reaccionar.

-¿Qué harás, basura?

-¡Tú! ¡Suelta a mi amigo!

El grito que acababa de soltar Ayrton resonó por todas las pistas, más aún teniendo en cuenta que todos los que estaban allí continuaban mirando la escena en silencio. Nada más escuchar aquello, Bruce soltó a Jack violentamente y se volvió hacia Ayrton.

-¡Mira quién habla!-exclamó Bruce poniendo la misma sonrisilla repelente que había puesto cuando había chutado el balón fuera.-¡El otro escarabajo pelotero! ¿Qué queréis? ¿Que os envíe de un golpe a los dos al submarino amarillo donde vivís?

Nada más dijo aquello, algunos de los que estaban mirando la escena soltaron una risita por lo bajo. Aquello envalentonó aún más Jack, que jamás había soportado que se rieran de él, y mucho menos por eso. El niño le dedicó una mirada de profundo odio y empezó a caminar hacia él, dispuesto a partirle la cara aun a riesgo de que él acabara siendo el principal perjudicado en una pelea con Bruce Ambrose.

-¿Qué es lo que está ocurriendo aquí?

La voz del señor Lock por detrás de ellos hizo que Jack parara de caminar en seco y se volviera para mirarle.

- Starkey, Lennon y Ambrose.-dijo el maestro enumerándolos a los tres mientras les dirigía una mirada reprobatoria.-Les he hecho una pregunta y no me han contestado… ¿qué está pasando aquí?

-Nada, señor Lock.-masculló Jack bajando la vista.

-Más vale.-contestó el hombre, severo, segundos antes de que sonara el timbre que anunciaba el fin del recreo

Pese a haber sonado el timbre, nadie se movió de allí: la mayoría de niños continuaban en círculo mirando hacia Bruce, Ayrton y Jack, que se habían quedado en el medio. Tal vez esperaban aún ser espectadores de una pelea de las buenas. El señor Lock soltó un suspiro cuando vio aquello, molesto.

-¿Acaso nadie ha escuchado el timbre?-preguntó al cabo de unos segundos mirando a todos los que estaban allí.-¡Venga, vamos! ¡A clase! ¡Ahora!

Entre quejas por lo bajo y suspiros de resignación, todos empezaron a irse de mala gana, de camino al interior del edificio. Jack, Ayrton y Bruce Ambrose, no obstante, permanecieron allí durante unos segundos más, mirándose desafiantes.

-¿Y a ustedes qué les pasa?-les espetó el maestro cuando vio que ninguno de los tres se movía de allí.-¿Están sordos? ¡A clase he dicho!

La exclamación del señor Lock pareció hacerles reaccionar y los tres, casi a la vez, rompieron el contacto visual y bajaron la mirada antes de empezar a caminar hacia donde estaba el maestro.

-Y más les vale no meterse en problemas.-les dijo el hombre cuando vio que su orden había surtido efecto.

-Sí, señor.-contestaron los tres casi al unísono.

El señor Lock pareció darse por satisfecho con aquello, así que se dio media vuelta y empezó a caminar decidido, dejándolos atrás. Nada más lo hizo, Bruce volvió a recobrar su sonrisilla pedante y les dirigió una mirada burlona a los dos amigos.

-Hay que ser muy pringado para vivir en un submarino amarillo.-les dijo.

-Eres un imbécil, Ambrose.-siseó Ayrton.

-La has cagado.-le amenazó Jack. No bromeaba: en aquellos momentos su mente ya estaba pensando en cómo ingeniárselas para darle su merecido a aquel idiota.

-Uy, qué miedo…-rió Bruce.-Dos escarabajos peloteros quieren pegarme… Id con cuidado para que no os aplaste como a la mierda que os coméis, idiotas. ¡Hasta luego, pringados!

Y dicho esto, antes de que ni a Ayrton ni a él les diera tiempo a contestar, Bruce se dio media vuelta y empezó a correr hacia la puerta. Jack se quedó mirándole con odio, al igual que su amigo. En aquellos momentos estaba decidido a hacer que aquel cretino se acordara de ellos para toda su vida.

***************************************

La clase de dibujo estaba siendo, como siempre, un auténtico cachondeo. Y es que, como ya iba siendo normal, la señorita Henley hablaba y hablaba sin parar mientras la mayoría de niños la ignoraban abiertamente. A fin de cuentas, la mujer, una maestra mayor a punto de jubilarse, aprobaba a todo el mundo siempre y cuando le presentaran todos los dibujos que mandaba.

En el fondo del aula, Ayrton, Jack y sus dos amigos, Agnes y Eric, charlaban en la mesa que compartían los cuatro sin ni siquiera molestarse en bajar la voz.

-Pues yo le he oído decir que va a por vosotros.-dijo la niña lanzándoles una mirada asustada a Jack y a Ayrton.-Dice que nadie se atreve a amenazarle.

-Que venga, lo estaremos esperando, ¿verdad, Jack?-contestó Ayrton indiferente mientras jugueteaba con el pincel que tenía en la mano.

-Cierto.-convino él.-Nadie se mete con nosotros por muy Bruce Ambrose que sea.

-Pues yo estaría muerto de miedo…-susurró Eric lanzándole una mirada de soslayo a Bruce, que estaba unas mesas más adelante.-Míralo, parece capaz de cualquier cosa…

-Paparruchas.-le cortó Jack.-Yo no le tengo miedo.

-Ni yo.-se apresuró a añadir Ayrton.

-Bien, chicos.-dijo de repente la señorita Henley alzando la voz. Todos los alumnos callaron casi a la vez: aquello era señal inequívoca de que ya había acabado de explicar y que iba a decir cuál era el trabajo que tenían que hacer. En realidad, aquel era el único momento en el que le prestaban atención.-Después de haber explicado todo esto quiero que hagáis un dibujo de tema libre en el que uséis sólo los colores primarios.

-¿Y qué colores son esos, señorita Henley?

-He estado diciéndolo desde que hemos empezado, Bishop…-masculló la mujer de mala gana.-Son el azul, el magenta y el amarillo.

Nada más dijo aquella última palabra, Bruce Ambrose soltó una sonora risotada antes de volverse hacia el lugar donde estaban Ayrton y Jack. Los dos amigos no pudieron menos que dedicarle una mirada de odio.

-¿Qué es lo que te hace tanta gracia, Ambrose?-preguntó la maestra en tono cansado.

-Nada, señorita Henley.-contestó Bruce volviéndose de nuevo hacia la mujer.-Es que me he acordado de una cosa…

-Pues ahora no es el momento de acordarse de nada.-le replicó la maestra.-Bien, como iba diciendo, cualquier dibujo, tema libre, pero en el que sólo aparezcan los colores primarios.

-Señorita Henley…

-¿Qué quieres ahora, Ambrose?

-¿Puedo dibujar un submarino amarillo?-preguntó Bruce mirando a Jack y a Ayrton con su asquerosa sonrisilla.

-Claro que sí.-le contestó la mujer sin darse cuenta de lo que estaba pasando ante sus narices.-He dicho que el tema es libre.

-¿Y un escarabajo pelotero también lo puedo dibujar?

-Qué cosas dices, Ambrose.-le replicó la maestra enfadada.-TEMA LIBRE HE DICHO. Me da igual lo que dibujes siempre y cuando sea magenta, azul o amarillo.

-Sí, señorita Henley.-rió Bruce sin dejar de mirarlos.-Entiendo… amarillo.

-Vale, ya, poneos a trabajar.-le cortó la maestra.-Tenéis los pinceles y los botes de pintura en las mesas, ya lo sabéis. El dibujo debe de estar acabado al final de la clase, así los dejaremos secando aquí. Id con cuidado de no mancharos y recordad que después debéis limpiar bien los pinceles con agua.

El jaleo volvió a adueñarse de la clase cuando la señorita Henley acabó de decir eso. Otra vez, todos volvieron a sumirse en sus conversaciones mientras se disponían a empezar sus dibujos.

-Yo lo mato…-murmuró Jack entre dientes mientras miraba a Bruce con ganas de querer asesinarlo allí mismo.

-Pues como se vuelva a meter con nosotros sólo una vez más, se entera.-dijo Ayrton.-Te juro que se entera.

-Chicos, no le hagáis caso…-intentó tranquilizarles Agnes.

Pero, antes incluso de que la niña acabara de decir aquello, un avioncito de papel aterrizó sobre la mesa. Ayrton alargó la mano y lo agarró, aunque no hacía falta ser demasiado listo para saber quién habría sido el graciosillo. Jack miró a su amigo mientras desplegaba el avioncillo y dejaba al descubierto el dibujo que habían hecho en él. Nada más lo vio, notó como la rabia se apoderaba de él y, a juzgar por la expresión de Ayrton, a su amigo le había ocurrido exactamente lo mismo. Y es que allí, ni más ni menos, habían dibujado un submarino con dos escarabajos dentro, debajo de los cuales estaba escrita la palabra “comemierdas” en letras mayúsculas.

-Imbécil…-masculló Ayrton arrugando el dibujo con rabia.

Sin saber exactamente qué era lo que iba a hacer, Jack se puso en pie ante la mirada atónita de Agnes y Eric y se volvió hacia Bruce. Éste, nada más le vio levantado, soltó una carcajada a la vez que metía su pincel en el bote de pintura amarilla.

-We all live in a yellow submarine…-canturreó, burlón.

-Ayrton, parece que a ese idiota le gusta mucho el color amarillo.-dijo de repente sin dejar de mirar a Bruce, furioso.-A lo mejor ya va siendo hora de hacérselo tragar…

Su amigo le dedicó una mirada confusa, sin comprender a qué se estaba refiriendo exactamente. No obstante, cuando Jack agarró uno de los botes de pintura amarilla que había sobre su mesa, Ayrton reaccionó.

-Creo que sí, Jack.-contestó esbozando una sonrisilla traviesa mientras se levantaba también y agarraba el otro bote de amarillo que tenían allí.-Pintemos un poco.

Los dos se dedicaron una mirada cómplice, a sabiendas de que se iban a meter en un buen lío. Les daba igual: aquello se había convertido ya en una cuestión de orgullo. De este modo, sin pensárselo dos veces, los dos empezaron a caminar, pintura en mano, hacia el lugar en donde estaba sentado Bruce.

-Hola, Bruce.-saludó Jack poniéndose a su lado y dándole un golpecito en la espalda, como si de buenos amigos se trataran.

-Hola.-le saludó también Ayrton poniéndose al otro lado.

Bruce levantó la cabeza y se los quedó mirando. Apenas pudo disimular su sorpresa cuando los vio allí plantados. Era obvio que no se esperaba que fueran hasta donde estaba él. Jack lo miró bien y le pareció ver que por unos segundos en sus ojos había algo muy parecido al miedo.

-¿Qué os pasa, escarabajos peloteros?-preguntó Bruce recobrando la compostura rápidamente.

-Nada, sólo queríamos ver qué tal se te quedaba el dibujo… Mira, Jack, está pintando un submarino. Y es amarillo.

-Muy bonito.-sonrió Jack mientras Bruce los miraba sin saber qué estaba ocurriendo allí.-Pero… creo que le falta un poco de amarillo, ¿no, Ayrton?

-¿Le falta? ¿Por dónde?

-Pues…-rió Jack.-¡Por aquí!

Y antes incluso de que Bruce pudiera decir ni esta boca es mía, Jack y Ayrton, casi a la vez, alzaron sus botes de pintura y los vaciaron por encima de la cabeza de Bruce, que quedó prácticamente pintado de amarillo en cuestión de milésimas de segundo.

Durante unos instantes, Bruce se quedó quieto, sin reaccionar, mientras todos los niños de la clase se volvían poco a poco para mirar aquella escena atónitos. Y entonces, cuando todos, incluidos los propios Jack y Ayrton, esperaban que se pusiera en pie y empezara a golpearles, Bruce agarró aire fuertemente y soltó un enorme sollozo para, a continuación, echarse a llorar desesperadamente a la vez que todos estallaban en una sonora carcajada.

-¡Parece un pollo llorón!-gritó alguien entre las risas de todos.

-¡Sí, es un pollo! ¡Un pollo!-se le unieron otros.-¡Bruce el Pollo Llorón!

-¡¿Pero qué…?!-se escuchó de repente gritar a la señorita Henley por encima de todo aquel barullo.-¡¿Qué ha ocurrido aquí?! ¡¡¡¡AMBROSE!!!! ¡¿Qué…?!

-¡Han sido ellos, señorita Henley!-lloriqueó Bruce señalando a Jack y a Ayrton provocando que los demás aumentaran el volumen de sus risas.-¡Me han echado la pintura por encima!

-¡Pareja de salvajes!-gritó la mujer dirigiéndose hacia ellos con paso decidido.-¡Lennon! ¡Starkey! ¡Al director ahora mismo! ¡Os vais a enterar! ¡Os vais a enterar!

Jack y Ayrton ni siquiera se molestaron en excusarse ante la señorita Henley. Simplemente, bajaron sus cabezas intentando aguantarse la risa a toda costa y la siguieron hacia el exterior de la clase, de camino al despacho del director. No obstante, justo antes de cruzar el umbral de la puerta, Jack se volvió hacia Bruce nuevamente, esbozó una sonrisilla burlona y dijo:

-Nos vemos, Pollo. Disfruta con el amarillo.

-¡Lennon!-le gritó la maestra.

Toda la clase volvió a estallar en una sonora carcajada mientras la señorita Henley salía de allí, ahora sí definitivamente, con Jack y Ayrton. Los dos amigos se dedicaron una mirada triunfal. Sonrieron. Por lo menos, habían dejado las cosas claras: Bruce el Pollo Ambrose no volvería a meterse con ellos en su vida. Ni con ellos, ni con nadie. Ahora, de ser el matón, había pasado a ser, simple y llanamente, el llorón del colegio.

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El hombre bajó del avión cansado tras tantas horas de vuelo.  Aferrando fuertemente su equipaje de mano, el único que llevaba consigo, miró el cielo gris de Londres e inspiró hondo. Hacía frío, muchísimo, y una humedad bárbara se le calaba en los huesos, pero eso a él le daba igual. Lo cierto era que tenía demasiadas cosas en las que pensar como para preocuparse por esa nimiedad.

Entró junto con los demás pasajeros procedentes del vuelo que acababa de llegar de Nueva York dentro del aeropuerto de Heathrow y se unió a la cola para que los policías revisaran sus pasaportes y registraran su entrada en el país. Bufó molesto. Era la segunda vez que tenía que pasar por los controles aeroportuarios y aquello le incomodaba mucho. De hecho, el día anterior, cuando había bajado de su avión procedente de Honolulú en Nueva York, ya había tenido un buen susto cuando el policía de turno le había hecho abrir su equipaje de mano para “una inspección rutinaria”. No obstante, el hombre, agobiado por la cola de gente que tenía aún, sólo había escarbado por encima, toqueteando su escasa ropa y sus numerosas cintas de cassette con las catorce horas de canciones de The Beatles que había grabado en ellas. No había visto nada más. No había visto lo que llevaba en un falso bolsillo oculto en el forro de su mochila.

-Buenos días.

El hombre se ajustó las gafas y miró al policía que tenía delante con los ojos entrecerrados.

-Buenos días.

-¿Me presta su pasaporte y su billete, señor?

-Por supuesto.

Intentando reprimir un repentino temblor en la mano, el hombre hurgó en el bolsillo de su chaqueta, sacó de allí lo que le habían pedido y se lo tendió al policía, quien lo agarró decidido y ojeó su documentación.

-¿Negocios o placer?

-Una mezcla de las dos cosas.-contestó con voz suave.

El policía levantó la cabeza de la documentación y le dedicó una mirada contrariada.

-¿Negocios o placer?-insistió nuevamente.

-Placer.-sonrió él.-Placer, sí.

-Está bien.-masculló el policía estampando un cuño en su pasaporte.-Día de llegada al Reino Unido, 5 de diciembre. Bienvenido a Londres, señor Chapman.

Mark agarró nuevamente su pasaporte a la vez que intentaba reprimir un suspiro de puro alivio. Había tenido suerte: no le habían escarbado su mochila.

-Gracias.

-Espero que disfrute de su estancia en nuestro país.

Chapman sonrió. Sí, esperaba disfrutar de la estancia allí, y mucho. La gloria lo esperaba a la vuelta de la esquina.

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-Y ahora tú te pones ahí y me salvas del calamar.

-Pero Katie, cariño, los príncipes no luchan contra calamares, luchan contra dragones.-rió John mientras agarraba la espada de juguete que le tendía su hija pequeña.

-No soy Katie.-le riñó la niña.-Soy la princesa Kate y tú eres el príncipe que me va a salvar.

-¿Te voy a salvar del calamar o del dragón?

-Papá… Qué pesado…-refunfuñó Kate cruzándose de brazos.-Del calamar. No quiero dragones. Me dan miedo los dragones.

-Como quiera, princesa Kate.-contestó John haciendo una reverencia que hizo que la niña soltara una carcajada.

-¡Venga, papi, juguemos!-exclamó la niña emocionada.-¡Mata al calamar!

John puso una mueca divertida y empezó a blandir la espada de juguete en el aire, fingiendo que luchaba contra un monstruo horroroso.

-¡Toma, toma, toma, maldito calamar! ¡Nadie asusta a la princesa Kate! ¡Voy a asarte y después a comerte para la cena, criatura inmunda!

Mientras tanto, Kate miraba las tonterías que hacía su padre sin poder aguantarse la risa, una risa que a los oídos de John sonaba como la música más bonita del universo.

-¡Y ahora, princesa, huyamos!-exclamó de repente agarrando a la niña en brazos. La levantó como a una pluma, ligera. Kate, a sus casi cinco años, todavía pesaba muy poquito para él.-¡Vayamos al castillo!

Y entre risas suyas y de la niña se dejó caer sobre el sofá del salón con ella en brazos.

-Estás loco, papi.-rió la niña, que había quedado encima de él, mirándolo a los ojos.

-¿Quién? ¿Yo?-preguntó John haciéndose el extrañado.-Yo sólo te he rescatado, princesita Katie. ¿Qué? ¿He matado al calamar al final?

-Sí.-contestó ella sonriente.-Lo has matado muy bien.

-Me alegro.-sonrió John.-Ya tenemos cena.

-¡Puaj, qué asco!-exclamó la niña.-¡Eso estará asqueroso!

-¿Tú crees?

-Sí.-contestó Kate convencida a más no poder.

-Pues entonces casi mejor que cenemos otra cosa, ¿no?

-Mejor. ¿Podemos cenar pizza?

-No te pases de lista, ratita.-rió John.-Ya veremos lo que cenamos.

La niña se encogió de hombros resignada ante la respuesta de su padre y apoyó su cabeza en su pecho. John sonrió a la vez que le acariciaba el  pelo, pensando en cuánto quería a esa enana.

-Papi…-dijo la niña al cabo de unos segundos volviendo a levantar la cabeza.

-¿Qué pasa, ratita?

-¿A que no sabes qué?

-¿Qué?

-Que es mi cumple el martes.-contestó la niña sonriente.

-Uhhhh… mi niña se va a hacer mayor. ¡Cinco años!

-¡Sí! Papi… ¿cuándo es el martes?

-Hoy estamos a viernes. Mañana será sábado; después, domingo; después vendrá el lunes y después… ¡el martes!-exclamó John.-Martes 9 de diciembre… ¿Me invitarás a tu fiesta, ratita?

-¡Pero si tú eres mi padre!-rió Kate.-¡Claro que sí!

John soltó una risotada ante la contestación tan resuelta de su hija.

-Papi…-empezó a decir de nuevo la niña.-¿Mamá y tú me vais a regalar un perrito?

John se puso serio de repente y se incorporó con la niña en brazos. Después, con cuidado, la agarró y la sentó a su lado en el sofá.

-Katie… Un perrito no es un juguete, ya lo hablamos el otro día.-empezó a explicarle.

-Ya lo sé. Pero yo lo cuidaré.-contestó ella.-Y Jack también me ayudará.

-Pero si tenemos la casa llena de gatos... Un perro no se llevaría bien con ellos: se pelearían todo el día.

-La tía Mary y el tío Richard tienen un gato y también tienen un perro.-se quejó Kate poniéndole cara de lástima.-Y no se pelean nunca. Venga, papá…

John soltó un suspiro resignado. Aquella conversación sólo tenía un final posible: Kate hecha una furia y llorando mientras insistía en que quería al perro. Desde que se había encaprichado con eso, siempre que salía el tema, acababan igual.

Pero justo cuando ya se estaba preparando para una nueva pataleta de su hija, escuchó la puerta de casa abrirse.

-Entra adentro.-escuchó como decía la voz de Chris, severa.

John se miró el reloj de pulsera extrañado. No era aún hora de que Christie llegara a casa y tampoco podía tener idea de quién podía venir con ella. No obstante, sus dudas pronto encontraron respuestas cuando vio aparecer a Jack y a su esposa en el salón.

-¡Mami! ¡Jack!-exclamó Kate poniéndose en pie de un salto nada más los vio.

La niña corrió hacia su madre, que la agarró en brazos poniendo una sonrisa forzada y le dio un sonoro beso en la mejilla. John por su parte, miraba la escena contrariado, preguntándose por qué estaban los dos en casa un par de horas antes de lo esperado.

-¿Ha ocurrido algo?-preguntó John sin más mirando primero a Chris y después a su hijo mayor, que tenía la cabeza agachada y evitaba mirarle directamente, algo muy poco habitual en él.

Chris soltó un respingo antes de contestar.

-Pregúntale a tu hijo, anda.-contestó al fin.-Me han llamado del colegio al periódico, al parecer han llamado aquí antes pero no había nadie…

-Katie y yo hemos salido a dar una vuelta por los jardines, pequeña.-contestó John antes de desviar la mirada hacia Jack.-¿Qué ha pasado?

Jack continuó con la cabeza agachada, sin contestar.

-Te estoy hablando, Jack Lennon.-insistió él empezando a enfadarse.-¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué han llamado a mamá?

-Me… me han expulsado una semana.-susurró el niño casi en un murmullo inaudible.

John se quedó mirándolo, estupefacto. Después, le dirigió una mirada a Chris, contrariado.

-¿Qué?-casi gritó.

-Una semana a casa. A él y a Ayrton.-aclaró Chris.-Le han echado un par de botes de pintura encima a otro niño de su clase en la hora de Dibujo.

-Espera, espera, espera un segundo…-dijo él incrédulo.-¿Que tú y Ayrton habéis hecho qué?

-¡Es que se ha estado metiendo con nosotros toda la mañana!-se defendió Jack levantando la cara por primera vez y mirándolo a los ojos, primero a él; después, a su madre.-¡Nos ha llamado escarabajos peloteros y decía que vivíamos en un submarino amarillo! ¡Y ha tirado mi balón, el del Liverpool, fuera del colegio! ¡Y encima nos quería pegar! ¡Nosotros sólo nos hemos defendido! ¡Se lo merecía!

De no haber estado Jack delante, John habría soltado gustoso una buena carcajada al escuchar todo aquello. Miró a Chris. Ella también estaba igual que él; la conocía y sabía a la perfección que se estaba muriendo de la risa con todo aquello. No obstante, sabían que debían de jugar el papel de padres serios y mantener la compostura.

-¿Y crees que ir vaciando botes de pintura por las cabezas de los demás es una buena manera de defenderse?-preguntó.

-¡Pero papá…!

-No hay peros que valgan, Jack.-le cortó él, contundente.-Estás castigado. A todo. Y hasta que a tu madre y a mí nos dé la gana.

Jack les dedicó una mirada indignado.

-¡No es justo!-exclamó.

-Tienes razón, no lo es.-contestó su madre irónica.-Pero te ha tocado en suerte tener unos padres injustos. Así que ya sabes, estás castigado.

-¡Esto es una mierda!

-Y de las grandes, Jack…-masculló John mientras el niño salía del salón enfadado.

Chris soltó un suspiro cuando escucharon a Jack cerrar la puerta de su habitación en la planta de arriba con un fuerte portazo.

-Siempre se va corriendo cuando lo reñís.-dijo Kate que aún estaba en brazos de su madre.

-Es que tu hermano tiene mal genio, cariño.-sonrió Chris mientras la dejaba en el suelo.-¿Y tú qué? ¿Te has portado bien?

-Yo siempre me porto bien, mamá.

Chris y John no pudieron evitar soltar una risa casi al unísono. Y es que, pese a que Kate fuera un amor de niña, cuando pillaba alguna de sus rabietas o se ponía en plan cabezota, no había quien la convenciera.

-Ey, ratita.-le dijo John de repente a la niña.-¿Por qué no vas arriba y le bajas a mamá el dibujo que hemos hecho antes?

-¡Sí!

Kate salió del salón corriendo alegre ante la sonrisa de sus padres. Nada más salió de allí, Christine se volvió nuevamente hacia John, sin perder la sonrisa.

-Lo siento, monstruo.-dijo acercándose hacia él.-Ni siquiera te he saludado cuando he entrado.

John le devolvió la sonrisa antes de que su mujer le besara dulcemente en los labios.

-Tranquila, pequeña.-contestó mientras ella se sentaba a su lado.-¿Cómo ha ido el día?

-Bien hasta que cierto hijo nuestro ha decidido demostrar sus habilidades artísticas sobre cabezas ajenas.-bromeó ella mientras apoyaba la cabeza sobre el hombro de John. Él, por su parte, soltó una risita entre dientes.

-¿Pero cómo…?

-Pues lo que te ha dicho él.-murmuró ella.-Ha sido al nuevo, al Bruce Ambrose ése o cómo se llame… ¿Te acuerdas que hace un par de semanas Jack ya dijo que se metía con todos?

-Se metía con todos hasta que se ha metido con los dos únicos con los que no se debía de haber metido.-rió John por lo bajo.

-Pues más o menos…-sonrió Chris.-De todos modos, por lo que decían Ayrton y Jack, el tal Bruce se ha pasado bastante metiéndose con ellos… Hasta que estos dos pues se han hartado. Y ya ves, una semana en casa. Por lo menos no les van a abrir expediente… Mary y yo nos las hemos ingeniado para convencer al director aún no sé cómo…

-Espero que no hayáis hecho nada raro, pequeña, o me voy a poner celoso.

-¡Johnny!-rió Christine a la vez que le daba un manotazo en el brazo.-¡No seas cerdo, anda!

John soltó una carcajada antes de hablar.

-Nunca se sabe lo que una madre puede llegar a hacer por sus hijos, ¿no?-bromeó él sacándole la lengua y haciendo que Chris pusiera los ojos en blanco, divertida.-De todos modos, a mí lo del expediente también me parece algo excesivo. Al fin y al cabo lo que han hecho no deja de ser una chiquillada sin más…

-Eso mismo le hemos dicho nosotras cuando han salido los niños del despacho. Que sí, que está bien que los castiguen, que nosotros también lo haríamos en casa, pero que lo del expediente era ya pasarse teniendo en cuenta que el otro también se había estado metiendo con ellos antes…

-Bien hecho. La cuestión es ahora cómo aguantamos a éste una semana en casa castigado…-dijo John haciendo que su mujer volviera a soltar otra risita por lo bajo.

-Nos apañaremos, Johnny.-sonrió Chris.

-Eso espero…-contestó él.-Por cierto, peque, se me olvidaba. Ha llamado tu hermano esta mañana.

-Por la manera en que lo dices deduzco que estás hablando de mi hermano Paul…-rió ella.

Era curioso ver como con el paso de los años, pese a que Paul y él habían conseguido limar muchas asperezas, aún guardaban cierto resentimiento el uno hacia el otro. No obstante y pese a que no había demasiado contacto entre ellos, ya no quedaba ni pizca de tensión en su relación. Tal vez el hacerse más mayores había conllevado eso también.

-Deduces bien.-sonrió John con malicia.

-¿Y qué quería?

-Recordarnos que mañana tenemos que ir a comer a su casa.

-Ya… Como si me hubiera olvidado de eso.-masculló Chris.-No veas las pocas ganas que tengo, pero en fin, habrá que ir a ver qué quiere…

-Yo ya sé lo que quiere, pequeña.-bufó John.-Pero creo que ninguno tenemos ya ganas de volver…

Christine iba a contestarle algo cuando de repente Katie volvió a entrar en el salón corriendo con un folio bajo en las manos.

-¡Mami, mira!-dijo la niña poniéndose delante de su madre y enseñándole el dibujo.-Lo he hecho para ti. Papá me ha ayudado a dibujar ese gato.

-Vaya, Katie…-sonrió ella.-¡Es precioso! ¡Muchas gracias, cariño!

John las miró y sonrió, satisfecho, olvidándose por unos momentos de todos sus problemas. En aquellos instantes, en lo único en lo que podía pensar era en cuánto quería a su familia.

*****************************************

Chapman abrió la puerta de la habitación que le acababan de asignar en aquella pensión de mala muerte y entró adentro. Estaba oscuro, olía a humedad y los muebles estaban bastante hechos polvos, pero era lo más barato que había podido encontrar en Londres cerca de la estación de tren de Waterloo, desde donde salían los trenes de cercanías hacia Ascot cada media hora.

Tiró su mochila encima de la cama, sombrío, y sacó con cuidado el disco que se acababa de comprar de la bolsa. Se quedó observando la carátula durante unos segundos antes de lanzarlo con rabia al suelo en un ataque de ira.

“Es un maldito hijo de puta”.

Chapman se quedó parado al escuchar de nuevo aquella voz dentro de sí. Había vuelto. Él  había vuelto. Suspiró aliviado. Hacía más de un día que no lo escuchaba, más de un día en el que no le había dicho lo que estaba bien y lo que estaba mal; dejándolo solo, desamparado y vacío, pensando que se había ido para siempre. Pero no. Allí estaba de nuevo, aconsejándole y diciéndole lo que quería escuchar.

-Pero pronto pagará por ello.-respondió Chapman al cabo de unos segundos esbozando una sonrisa malévola.

“Sabes que te espera la gloria si lo haces, ¿lo sabes, Mark?”

-Por supuesto que lo sé.-masculló.-No soy idiota. Lo haré. Lo haré y estaré entre los inmortales.

“Serás inmortal, sí. Y harás lo que está bien. Porque ese cabrón no merece vivir.”

-No lo merece.-corroboró él.-Pero yo solucionaré eso. Yo haré justicia.

Él simplemente se limitó a lanzar una risita de aprobación que reconfortó a Chapman. A continuación, abrió su mochila, sacó su walkman, agarró uno de los cassettes que había traído consigo al azar y lo metió en el reproductor. Nada más le dio al play, el acorde inicial de A Hard Day’s Night irrumpió en sus oídos con fuerza. Después, su voz. Sonrió de nuevo. Aquel hijo de puta iba a tener de verdad un día duro, muy duro. Él y todos los que le rodeaban.

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-Paul, vamos a ver…-dijo George mirando a su amigo de manera penetrante.-¿Estás hablando en serio?

-Por supuesto que hablo en serio.-contestó Paul algo molesto después de darle un sorbo a su vaso de vino.-Pensadlo bien… ¿por qué no?

Un silencio sepulcral se hizo en el comedor de la casa de los McCartney. Durante unos segundos, sólo se escucharon las voces de los niños afuera, jugando en el jardín.

-¿Os habéis quedado mudos o qué?-preguntó Paul a la vez que soltaba una risita amarga.

-Paul...-empezó a decir John.-Tal vez éste no sea el mejor momento como plantearnos volver con el grupo.

-Venga, Lennon.-le interrumpió Paul.-Para ti nunca es buen momento.

-Por lo menos yo he aceptado que los Beatles se acabaron hace diez años, cuñado.-le replicó él sarcástico.

-John…-le riñó Chris a su lado.

-Déjalo, hermanita, tu marido siempre ha sido así de bocazas.-dijo Paul mirando a su hermana.

-Anda, no empecéis de nuevo.-intervino Linda de repente.

Otro silencio incómodo volvió a hacerse entre los ocho.

-Yo no sé ni qué pensar al respecto.-dijo George.-Lo cierto es que no me veo de nuevo dentro del grupo… Además, todos tenemos nuestros proyectos: Ringo está a punto de empezar una nueva película, John y yo estamos con los discos y…

-Ya, entiendo…-masculló Paul quien, después, volviéndose hacia Ringo añadió:-¿Rich?

Ringo lanzó un suspiro resignado. Se mantuvo en silencio durante unos segundos, como pensando bien cuáles eran las palabras adecuadas para contestarle.

-Yo lo que no quiero es volver a pasar por todo lo que pasamos durante los dos últimos años.-dijo finalmente.-Paso de volver a vivir una guerra civil con vosotros.

-Eso ya pasó, Rich.-le contestó Paul.-Hemos madurado, ya no llegaríamos hasta aquel extremo.

-¿En serio, Macca?-preguntó Ringo amargamente.-¿Tú crees?

-Sinceramente, sí.

La rotundidad con la que contestó Paul hizo que todos se lo quedaran mirándolo, reflexivos.

-Puede que tengas razón.-convino John de repente.-Pero… No nos obsesionemos con el tema. Aún así sigo pensando que lo mejor sería seguir con lo nuestro y, si alguna vez queremos colaborar entre nosotros como hemos hecho hasta ahora, hacerlo como colegas y ya.

-No os estoy pidiendo que renunciéis a vuestras carreras en solitario… Sería una cosa más… calmada.

-Paul, creo que John tiene razón.-intervino Ringo.-No nos obsesionemos con eso. Y si la cosa tiene que ser, que sea, pero más adelante.

-Está bien…-suspiró Paul resignado.-En fin… Pese a que no haya conseguido convencer a nadie, quiero que sepáis que me alegro mucho de teneros aquí en mi casa, a todos. Os echaba de menos.

-Yo también echaba de menos estas comidas entre amigos…-dijo de repente Gwen, sonriente.-Hacía tiempo que no estábamos todos juntos, ¿verdad?

-Bastante.-convino Mary.-La última vez que nos reunimos, Andy acababa de nacer, ¿no?

-Sí, hacía muy poco que lo acababa de tener, no tenía ni dos meses…-contestó Gwen sonriente.-¿Por cierto? ¿Dónde está?

-Creo que Victoria y Kate se lo están pasando bomba paseándolo como si fuera su muñeco…-rió Chris mirando por la ventana.

Efectivamente, allí, en el jardín, Kate y Victoria, la hija menor de Ringo y Mary, se lo estaban pasando en grande paseando al pequeño Andy arriba y abajo mientras las hijas de Paul charlaban tranquilamente a unos pocos metros.

-Pobre niño…-bromeó John mirando la escena divertido.-No tiene ni año y medio y las mujeres ya están abusando de él.

-No seas exagerado, Lennon.-rió George.-Fíjate, a lo mejor estamos asistiendo al nacimiento del amor y tú te estás burlando.

-¿Nacimiento del amor?-exclamó Mary.-Ni de coña. Con mi Victoria que no pase nada, que después si se pelean tenemos un drama familiar y entre amigos.

Todos soltaron una risotada ante el comentario de Mary y, antes de que pudieran decir nada más, Vladis, Ayrton, Jack y James entraron corriendo.

-Ya llegaron los hombretones del lugar.-rió Paul cuando entraron los cuatro como un terremoto mientras agarraba a su hijo pequeño en brazos.-¿Qué tal, chicos? ¿Ya os habéis cansado de jugar al fútbol?

-Yo ya hace rato.-contestó Vladis.-Estos enanos no tienen ni idea de cómo darle a un balón.

-¡Más idea que tú, que no sirves para nada más que para ponerte en la portería!-exclamó Ayrton mirando a su hermano indignado.

-Chicos, chicos…-les riñó Mary.-No empecéis a pelearos ahora, por favor.

Vladis soltó una risita divertida y le dio un golpecito en la cabeza a su hermano pequeño, mientras Jack reía sin parar.

-Por cierto…-preguntó George de repente mirando a Jack y a Ayrton.-¿Qué me han dicho? ¿Que la tía Gwen puede contratar a un par de pintores más para que le ayuden a montar su próxima exposición?

Los dos niños se echaron a reír a carcajada limpia.

-George, haz el favor…-masculló Chris.-No les rías la gracieta, que les ha salido bastante cara.

-¿Cara? Tía Chris, les han dado una semana de vacaciones…-dijo Vladis.-Ya quisiera yo que…

-¿Cómo que ya quisieras? Mira, Vladimir, como te echen del instituto te aseguro que te mato.-le amenazó Ringo fingiendo ponerse serio.-Yo sólo te advierto.

Todos los que estaban allí soltaron una inmensa carcajada, incluido el propio Vladis, antes de continuar de nuevo con las bromas. Por lo menos, gracias a los niños, la comida había pasado de la tensión a la pura diversión en cuestión de minutos.

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Chapman los vio entrar en Tittenhurst Park, desde lo lejos. Entrecerró los ojos para ver mejor el coche mientras se subía las gafas hasta colocarlas en su sitio.

-Pues hoy no ha podido ser.-suspiró la chica que había a su lado.-Cuando van todos juntos en su coche, es imposible pillarle.

-¿De veras?-preguntó él en un tono de voz suave.

-Sí.-contestó ella.-Los días que va al estudio él solo, cuando vienen a recogerlo en taxi, es más fácil. Entonces él sale a la puerta antes de subir al coche. Y ahí es cuando te firma y hasta se hace fotos contigo si tiene tiempo…

-Entiendo… -masculló Chapman.-Así que si quiero que me firme esto debería esperarme hasta…

-Seguramente hasta el lunes.

-Mala suerte pues… Es una lástima. He hecho muchos kilómetros para verlo.

-Tranquilo, hombre.-sonrió la chica.-Seguro que el lunes consigues verle y que te firme el disco.

-Eso espero…-sonrió Chapman.

La chica le devolvió la sonrisa. Chapman la miró. Era una sonrisa inocente, una sonrisa propia de una persona que no es capaz de malpensar nunca de nadie. Ni siquiera de alguien como él.

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El domingo había transcurrido con normalidad. Había sido un día tranquilo, hogareño y de descaso, de esos que de cada vez les gustaban más a John y a ella. Además, los niños, sobre todo Jack que parecía dispuesto a congraciarse con ellos después de que lo hubieran expulsado del colegio,  se habían portado muy bien. Sólo Kate, que había vuelto a insistir en lo del perro, había pillado una rabieta de las suyas antes de acostarse, aunque al final, entre uno y otro, habían acabado haciéndole olvidar el tema… de momento.

-Estoy empezando a plantearme lo del perro, pequeña.-dijo John mientras se quitaba el jersey.-Porque esta niña… De verdad, me tiene harto con el tema.

-Yo ya hace tiempo que lo tengo pensado, Johnny.-sonrió ella.-Pero es a ti a quien no le hace gracia eso del perrito.

-Yo lo único que no quiero es que de repente el perro la palme y entonces tengamos el drama montado.-respondió él.-Imagínate que un día salimos a pasear con el perro y… ¡zas!, le pasa un camión por encima… ¿Tú te has parado a pensar cómo se pondría la niña?

-¡Por favor, Johnny! ¡No seas tétrico!-rió ella.

-No soy tétrico, Christie. Estas cosas van así: pillas al perro, se encariñan con él y de repente, cuando le pasa algo, todo son lloros. Pero bueno, si estáis todos con el maldito perro, pues tendremos perro.

-Si en el fondo eres un padre consentidor a más no poder…-bromeó ella abrazándose a su pecho desnudo y empezando a besuqueárselo.-Consentidor y tremendamente sexy…

-Pequeña…-sonrió John pícaramente.-Si te vas a poner así cada vez que accedo a tener un perro, por mí podemos adoptar uno todos los días. Montémonos un criadero si quieres.

Christie lanzó una risita divertida sin parar de besarle el pecho, bajando lenta y peligrosamente a través de él. John soltó un suspiro de placer cuando pareció adivinar sus intenciones a la vez que ella sonreía, satisfecha y contenta por ver como aún era capaz, tantos años después, de provocarlo así. Ellos, al contrario que muchos, no habían caído en aquella rutina amable a la que muchas parejas parecían predestinadas. Lo suyo seguía siendo una combinación exquisita de amor, ternura y pasión. Y aquello, sin lugar a dudas, le encantaba.

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-¿Y es preciso que os acompañe al dentista?-se quejó Jack mirando a su madre suplicante.

-Pues sí, hijo. Es preciso.-le replicó Chris.-Yo tengo que llevar a tu hermana al dentista y tu padre dentro de un rato sale para el estudio, no te vas a quedar solo en casa.

-¡Pero yo no quiero ir!

-Me da igual que no quieras ir, Jack.-contestó su madre.-Vas a venir y punto. Y si no querías, habértelo pensado antes de que te expulsaran del colegio.

-¡Pero mamá!

-¿Qué está ocurriendo aquí? ¿A qué vienen esos gritos?

Jack se volvió hacia su padre, que acababa de entrar en la cocina en esos momentos.

-Que no quiero ir al dentista con mamá y con Kate.-contestó con contundencia.

-Pero si sólo será un rato, hombre…

-No será un rato, estarán allí toda la tarde.

-Eres un cabezota…-suspiró John.

-Me da igual que sea un cabezota porque yo lo soy más.-intervino Chris.-Anda, Jack, ponte la chaqueta. Nos vamos.

-Mamá, por favor…

-Ponte-la-chaqueta.-le ordenó.-Sólo me falta que lleguemos tarde porque a ti te dé la gana. Venga, ¿a qué esperas?

-Si es que…

-¡Vale, bien, ya está!-dijo John de repente.-Se acabó la discusión. Christie, ve tú con Kate al dentista, que yo me encargo de éste. Total, si te lo llevas, va a estar dándote la vara durante toda la tarde.

-¿Te encargas tú?-preguntó Chris extrañada.-¿Vas a llevártelo al estudio?

-Eso quiero, sí.-contestó John soltando un suspiro. Jack esbozó una sonrisa triunfal al escuchar aquello. Al estudio con su padre. Le encantaba la idea.

-Como quieras.-contestó Christine antes de volverse hacia Jack y añadir:-Más te vale estar en silencio y obedecer, ¿me oyes?

-Sí, mamá.-sonrió Jack.-Me portaré bien, lo prometo.

-Anda, pequeña, vais a llegar tarde.-intervino John antes de darle un beso a Katie y después a Chris en los labios.-Te quiero, pequeña

-Y yo a ti, guapo. Nos vemos a la noche.

Dicho esto, Chris agarró a Kate de la manita y salieron de allí las dos, apresuradas ya que iban bastante justas de tiempo.

-Bueno, colega.-sonrió de repente John cuando los dos se quedaron solos.-¿Preparado para hacer un poco de música con tu padre?

-Claro que sí, papá.-contestó él sin poder disimular su entusiasmo.-¿Cuándo nos vamos?

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El taxi no llevaba ni cinco minutos parado allí cuando la inmensa portalada metálica que daba acceso a Tittenhurst Park se abrió. Chapman, al igual que el par de fans que había allí con él, se puso en pie inmediatamente y empezó a caminar hacia allí. Acarició disimuladamente el bulto que llevaba en el bolsillo interior de su chaqueta y esbozó una sonrisa maléfica.

“Por fin vas a hacer justicia. Vas a ser inmortal”

Chapman apretó el paso mientras Él le hablaba, seguro de sí mismo. Era sencillo: sólo tenía que acercarse a él lo suficiente como para que fuera un blanco seguro y hacerlo. Después, por fin se sentiría en paz consigo mismo; por fin se sentiría en paz con Él.

-¡John! ¡John!

El grito de las dos fans que habían estado junto con él hasta ese momento hizo que todo se detuviera a su alrededor.

“Ha llegado el momento, Mark. Es la hora.”

Entonces lo vio aparecer, sonriente. Inmediatamente, un odio irracional se apoderó de él. Lo odiaba, lo odiaba con todas sus fuerzas. Casi automáticamente, se llevó la mano hacia el bolsillo interior de su chaqueta y tocó la empuñadura de su revólver calibre 38 Special. Y justo en el momento en el que estaba a punto de sacar el arma, lo vio. Allí, al lado de John Lennon, su hijo Jack, caminaba risueño. Chapman miró al niño: lucía una inmensa sonrisa y, en persona, se le parecía mucho más a su padre que en la prensa.

Volvió a acariciar el arma, pensativo. John estaba a tiro pero Jack estaba a su lado. Sin saber ni siquiera por qué lo hacía, soltó el revólver, sacó la mano del bolsillo interior y se quedó mirando como padre e hijo se acercaban hacia el lugar donde estaba. John se detuvo ante las fans que habían estado montando guardia con él y les firmó un par de autógrafos mientras las chicas le dedicaban algunas frases a Jack, que seguía sonriendo. Después, John le puso la mano en la espalda a su hijo y volvieron a reanudar la marcha, ahora ya sí, directos hacia él, que se había quedado parado justo delante del taxi que había ido a recogerlos.

-Señor Lennon.-susurró Chapman cuando lo tuvo a escasos centímetros.

John le dedicó una mirada y sonrió. Parecía amable, pese a todo.

-¿Puedo ayudarle?-preguntó John solícito.

Él simplemente se limitó a asentir con la cabeza y le tendió, con la mano temblorosa, el disco que había comprado nada más había aterrizado en Londres junto con un ejemplar de “El guardián entre el centeno”, dos objetos de los que no se había separado ni un solo momento.

-¿Puede firmármelo, por favor?

John asintió con la cabeza y le estampó un autógrafo rápido en la carátula. Después, se lo devolvió.

-¿Quiere algo más?

Chapman se quedó mirándole, asustado. Por unos segundos, le pareció que John Lennon sabía a qué había ido él allí. Movió la cabeza imperceptiblemente, intentando apartar de sí aquellos pensamientos.

-¿Quiere algo más?-insistió John de nuevo.

-No.-masculló él reaccionando por fin.-Muchas gracias.

John asintió nuevamente y volvió a sonreír antes de entrar junto con su hijo en el taxi, que arrancó casi en el acto.

Él se quedó allí, viéndolos alejarse, confuso y asustado ante su propia cobardía. ¿Desde cuándo le importaba a él que John Lennon fuera padre? ¿Por qué la presencia del niño le había disuadido? ¿Por qué?

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-Ese tío era rarito, ¿eh, papá?

John desvió la vista de la ventanilla del taxi para mirar a su hijo, confuso. No tenía ni idea de a qué se refería.

-¿Qué tío, Jack?

-Ése que te ha dado el disco para que se lo firmaras cuando hemos salido de casa.-contestó el niño.-Tenía pinta de chalado.

-Jack, hijo, no está bien que te metas con la gente sin ni siquiera conocerla.-le reprochó él, aunque en realidad, si se paraba a analizarlo, pensaba lo mismo que el niño.-Estaría nervioso, nada más.

-Papá… Vamos, reconoce que era un raro.-rió Jack.-Y hablaba como los locos de las pelis.

-Hay que ver lo que te gusta meterte, ¿eh?-contestó John sin poder contener una sonrisa.-Eres igualito que tu madre...

Por toda respuesta, Jack le dedicó una mueca divertida, que John no tardó ni dos segundos en devolverle haciendo que los dos empezaran a reír casi a la vez. Con un hijo como aquel, era imposible aburrirse.

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“¡Eres un cobarde!”

-No lo soy.-susurró él, intentando convencerse a sí mismo de que no era así.-No podía hacerlo al lado del niño, mi lado bueno me lo ha impedido.

“¡Ja! ¿Qué lado bueno? No hay lados buenos ni lados malos, Mark. Eso sólo es una excusa de cobardes.”

-¡NO SOY UN COBARDE!-gritó él exasperado.

Una mujer que pasaba por la acera en ese mismo momento volvió la vista hacia él, extrañada ante aquel grito. Chapman sólo le lanzó una mirada asesina. La mujer, inmediatamente, bajó la cabeza y reanudó su marcha mucho más rápido que antes, tal vez asustada por el odio que destellaban sus ojos.

“Sí que lo eres.”-inistió Él.-“Quieres ser Holden Caufield y ni siquiera eres digno de pronunciar su nombre.

-Te equivocas. No quiero ser como Holden, soy Holden. Y tú lo sabes.

“Pues demuéstralo. Demuestra que lo eres. Hazlo.”

-Lo haré.-dijo él con convencimiento.-Lo haré esta noche, con niño o sin él.

“Bien… Y recuerda, Mark: la gloria es tuya.”

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Aprovechando que Jack estaba entretenido con la guitarra, John salió al pasillo junto con Arthur, uno de los técnicos de sonido del estudio. Era un buen tipo, Arthur, algo loco, sí, pero un buen tío al fin y al cabo. Era, en definitiva, del tipo de personas que le gustaban a John.

-Supongo que ya sabes para qué te he hecho salir, ¿no?-dijo él a la vez que se apoyaba en la pared y se encendía un cigarrillo.

-Me imagino que sí…-sonrió Arthur.-Al final es que sí, ¿no?

-Sí, al final ya ves…-masculló John.-Aún lo tienes, ¿no?

-Por supuesto. Lo cierto es que ya estaba empezando a preocuparme. Pensaba que no me lo podría quitar de encima y yo ya sabes que no lo puedo tener.

-Pues ya tienes el problema fuera.-sonrió John resignado.

-No pareces muy convencido…

-Y no lo estoy.-contestó con sinceridad antes de darle una calada a su cigarrillo.-Pero supongo que es lo que toca, así que me tendré que aguantar.

-Ni pensar que hace dos semanas prácticamente me mandaste a la mierda cuando te lo propuse…-rió Arthur.

-No te burles de mi desgracia, haz el favor.-le siguió la broma John.-¿Cuándo me lo das?

-¿Cuándo te hace falta?

-Mañana.

-Joder, John… Yo de ti me espero un poco más, ¿eh?

-Es que Chris y yo nos hemos acabado de decidir hoy.-contestó encogiéndose de hombros.-Tranquilo, pasaré yo a recogerlo si quieres.

-No, no hace falta.-dijo Arthur.-Yo mañana por la mañana te lo llevo a casa. Tengo paso por Ascot, así que no me cuesta nada.

-Joder, tío, gracias.-suspiró John aliviado.-Creo que me acabas de salvar la vida. Por cierto, te pagaré lo que sea.

Arthur soltó una sonora carcajada cuando escuchó aquello último.

-¿Pagar?-repitió divertido.-Vamos, Lennon, no seas ridículo. Los he regalado todos, no voy a hacerte pagar a ti por éste. Tómatelo como un detalle que te hago.

-Está bien, como quieras, señor detallista.-sonrió él.-Pero lo que sí que no me vas a poder negar es que te invite un día a una buena ronda de cervezas por el favor, ¿eh?

-Eso lo aceptaré gustoso.-contestó Arthur divertido.

-Así me gusta.-sonrió John.-Y, por cierto, ni una palabra sobre el tema delante de Jack, ¿vale? Las pilla todas volando.

-Tranquilo. Soy una tumba. Y bien… ¿entramos de nuevo al estudio? Creo que hay un tipo famoso que quiere grabar un disco o alguna gilipollez de ésas…

John soltó una risa con la broma y, sin decir nada más, los dos entraron de nuevo al estudio. Nada más abrieron la puerta, el sonido de la guitarra que estaba tocando Jack llegó hasta ellos. John miró a su hijo, complacido y orgulloso. Se le daba bien, francamente bien teniendo en cuenta que tan sólo tenía diez años. Sonrió al ver a Jack disfrutando de la música tanto como él. Aquello era fabuloso.

******************************************

Chapman se ajustó la chaqueta de nuevo. Llevaba allí horas esperándolo y hacía frío, aunque era consciente de que, para ser diciembre, la noche estaba siendo inusualmente suave. Estaba solo ya desde hacía un buen rato. A fin de cuentas, era normal… ¿Quién iba a estar allí un lunes casi a las once de la noche?

Miró de nuevo hacia el camino que conducía a la casa, desesperado. Estaba tardando, mucho, y eso estaba empezando a impacientarlo. Nervioso, se pasó la mano por encima del bolsillo izquierdo de la chaqueta, donde llevaba su revólver. Fue curioso: nada más acarició el arma, escuchó el ruido del motor de un vehículo. Sonrió cuando vio acercarse un taxi con las luces encendidas que iba directo hasta Tittenhurst Park. Era como si con aquel simple gesto hubiera invocado su aparición.

“Ahí lo tienes. O ahora o nunca, Mark.”

-Ahora, por supuesto.-susurró mientras observaba como el coche se paraba justo enfrente de la verja.

Se acercó hacia allí, con paso decidido, quedando sólo a unos pocos metros de distancia a la vez que la puerta del coche se abría. Automáticamente, dirigió su mano derecha al bolsillo y agarró con fuerza la empuñadura del revólver. Vio como John salía del taxi, sin prisas. Chapman agarró aire, nervioso. Quitó con cuidado el seguro de la pistola mientras John se plantaba en el camino. Sólo tenía que sacar del todo el arma, apuntar, disparar y la gloria sería suya. Sólo eso.

Miró bien a su futura víctima durante unos segundos. Después, se aclaró la garganta y, con voz suave, dijo de nuevo:

-Señor Lennon.

John se giró y él dibujó una sonrisa malévola en su cara cuando sus miradas se encontraron. Y entonces, sin que ni siquiera llegara a levantar el revólver, Jack salió del taxi y apoyó la cara sobre el pecho de su padre. Chapman borró inmediatamente la sonrisa de su cara y notó como un temblor irracional se apoderaba de él.

-Papá, tengo sueño…-se quejó el niño.

Chapman los miró nuevamente. La cabeza del niño quedaba justo a la altura a la que él quería disparar para matar a aquel desgraciado: ahora, si lo hacía, se cargaría también a aquel maldito crío.

“¡Hazlo!”

La voz de Él  le sorprendió. Sonaba potente, fuerte, enfadada.

-No puedo…-murmuró él.

-Disculpe, ¿cómo dice?

Chapman se quedó mirando de nuevo a John, quien lo observaba extrañado. El crío, por su parte, continuaba en la misma posición que antes.

“¡HAZLO!”

-No, no puedo.-contestó en voz alta antes de soltar de nuevo la empuñadura del revólver en su bolsillo.

Después, ante la mirada atónita de John, se dio media vuelta y empezó a correr, camino abajo, como alma que lleva el diablo.

*******************************

-Te había dicho que ese tipo estaba chalado, papá.-susurró Jack mientras caminaba junto a John por el sendero que conducía a la casa.

-Un poco sí que lo estaba, la verdad.-sonrió él tiernamente al ver la cara de sueño que tenía el pobre.-Pero bueno, eso ahora da igual.

Los dos continuaron caminando en silencio hasta que llegaron hasta la puerta de casa.

-Papá.

-¿Qué?

-¿A qué tiene que venir mañana Arthur?

-¿Y tú cómo sabes eso?-preguntó él extrañado.

-Lo ha dicho antes de que saliéramos del estudio.-sonrió Jack poniendo cara de pillo.-“Mañana pasaré y te llevaré eso, Johnny”, eso ha dicho.

-¿Nunca te he dicho que no te metas en conversaciones ajenas, Jack?-preguntó John mientras abría la puerta haciendo que su hijo soltara una risita divertido.-Pues eso. Anda, granuja, vete para arriba y acuéstate, que es ya muy tarde.

-Acabaré enterándome de todo, lo sabes.-le guiñó un ojo el niño.

John levantó la pierna y le dio una patadita amistosa en el trasero a su hijo, como hacía siempre. Aquello hizo que Jack volviera a soltar otra risotada.

-¡A dormir, caradura!-le dijo.-Y no me seas guarro y cepíllate los dientes antes de meterte en la cama, que nos conocemos.

-Sí, general.

John soltó un bufido, entre resignado y divertido mientras veía como el niño echaba a correr escaleras arriba. Después, él también subió. Había sido un día duro y necesitaba descansar.

**************************************

Nada más salió del último tren que había salido de Ascot a Londres, Chapman echó a correr como un loco. Los pocos pasajeros que estaban en la estación de Waterloo a esas horas de la noche, se quedaron mirándolo, sorprendidos. Pero a él no le importaba que le miraran. Él lo único que quería era huir, huir bien lejos, huir a un sitio seguro, donde Él  no pudiera encontrarlo.

“¡Eres un inútil, un cobarde!”-exclamaba sin parar.-“¡No sirves para nada! ¡No eres nadie!”

-¡No, no, no!

Salió de la estación completamente fuera de sí, mientras gritaba sin parar, mientras intentaba huir a toda costa de esa voz que lo torturaba. Corrió en dirección al río, esquivando a la poca gente que había por la calle a aquellas horas de la noche.

Se detuvo, jadeante y cuando entró en el Hungerford Bridge, exhausto.

“Querías ser como Holden, te creías que eras él y no eres más que un mierda.”-siseó Él.-“Un mierda que no ha sido capaz de hacer lo único que debía hacer. Un mierda que…”

-¡CÁLLATE!

Pero no, Él no quería callar. Seguía y seguía y seguía diciéndole cosas horrorosas; incluso parecía que disfrutaba con ello. Chapman se agarró la cabeza con las dos manos, histérico, intentando hacerle callar así.  Pero Él siguió hablando mientras Chapman retrocedía hasta la barandilla del puente y apoyaba su espalda en él. Y entonces, en un arrebato de puro desespero, sacó su revólver del bolsillo, se lo metió en la boca y apretó el gatillo.

Su cuerpo, inerte, cayó después de aquel “¡bang!” a las oscuras y frías aguas del Támesis. Un poco más allá, una mujer soltó un grito al verle caer.

Por fin Él había callado. Para siempre.

*****************************

Chris y John leían el periódico tranquilamente, sentados ante la mesa de la cocina como todas las mañanas, mientras se tomaba el café de rigor y comentaban entre ellos lo que iban leyendo.

-Esta mujer de cada día está más zumbada…-dijo Chris señalando una foto de la primera ministra Margaret Thatcher.-No me la trago, te lo juro.

-No hace falta que me lo jures, pequeña, creo que se te nota bastante.-rió John antes de pasar la página.

Justo en ese momento, Jack y Katie entraron en la cocina. Aún llevaban el pijama puesto y tenían una cara de sueño increíble.

-¡Ey! ¿Y eso?-exclamó él al verlos entrar.-¿Ya os habéis levantado tan temprano?

-Me ha despertado ella…-se quejó Jack señalando a su hermana pequeña.-Es una pesada…

-Yo no soy pesada.-le riñó Katie.-Es que hoy es…

-¡Tu cumpleaños!-acabó Chris la frase por ella antes de levantarse de la silla y agarrarla en brazos.-¡Felicidades, preciosa mía!

-¡¿Qué?!-exclamó John acercándose hacia ellas.-¿Que mi ratita tiene ya cinco años?

-Sí.-contestó la niña feliz.

-Vaya… felicidades.-sonrió él antes de darle un sonoro beso en la mejilla a la niña.

Justo en aquel momento, el timbre de la casa sonó. John esbozó una sonrisa a sabiendas ya de quién debía ser. Christine, por su parte, le dedicó una mirada cómplice.

-Voy a abrir.-dijo John antes de salir de allí.

-¿Quién es, mami?-preguntó Katie mirándola extrañada.

-Ni idea.-mintió ella.-Bueno, vamos a ver… ¿Qué quieren desayunar los dos niños más guapos del mundo?

-¡Cereales!-exclamó Kate ilusionada.

-Yo quiero dormir…-masculló Jack sentándose en una de las sillas que había ante la mesa y dejando caer su cabeza sobre ella.

Christine soltó una risita divertida a la vez que le pasaba la mano por el pelo a su hijo. Sabía que pronto se le iba a pasar el sueño. Y tanto que lo sabía.

-¡Esto es increíble!-exclamó John de repente entrando en la cocina haciendo que todos se giraran hacia él. Chris no pudo evitar sonreír al ver que llevaba un bulto debajo de la bata.-He ido a abrir y… ¿a que no sabéis a quien me he encontrado allí?

Y entonces, con cuidado, se abrió la bata y dejó al descubierto aquello que traía allí dentro.

-¡UN PERRITO!-exclamó Kate saltando inmediatamente de los brazos de su madre.

-¿Qué?-preguntó Jack abriendo los ojos como platos antes de salir corriendo también hacia su padre.-¿Tenemos un perro?

-Eso parece.-sonrió John.-Uno más en la familia.

Ya nadie se acordó del desayuno hasta unas cuantas horas más tarde, como tampoco nadie se acordó del periódico, que descansaba sobre la mesa abierto por la mitad, con un inmenso titular que rezaba “NORTEAMERICANO SE SUICIDA EN EL CENTRO DE LONDRES”.

A fin de cuentas, aquello daba igual en esos momentos. Lo importante era que la vida seguía para ellos. Una vida, eso sí, repleta de una inmensa felicidad.






 Hola a tod@s:

Bien, como ya veis hasta aquí ha llegado mi fic, que acaba hoy después de muchísimo tiempo. Empecé a escribir esto allá por el verano del 2011. Ha llovido mucho desde entonces y he pasado muchas horas metida en esta historia, una historia que me ha hecho aprender muchísimo y que me ha regalado un montón de buenos momentos que no cambiaría por nada.

De este modo, creo que es justo que os dé por enésima vez las gracias a tod@s los que habéis estado ahí, leyendo esto y dejando que os contara esta historia mía que tenía en la cabeza desde ya hacía mucho tiempo. Habéis demostrado una infinita paciencia tragándoos capítulos tan largos como los que he escrito y aguantándome durante más de 1000 páginas a Word (sí, ésa es la extensión total del fic) sin quejaros. Y aunque parezca paradójico, lejos de estar contenta por haber terminado con algo que se ha alargado tanto, siento una inmensa tristeza y una gran nostalgia. Tristeza por despedir este fic y tener que dejar de escribir sobre unos personajes con los que me he encariñado tanto y nostalgia por no tener ya más esa ilusión cada vez que abría el correo y veía que alguien había comentado en alguno de mis capis.

No quiero despedirme sin antes hacer mención a una persona en concreto sin la cual hoy no estaría escribiendo estas líneas. Gracias, María. Creo que te lo dije ya en una ocasión, pero te lo vuelvo a repetir: si no fuera por ti jamás hubiera publicado este fic y no estoy exagerando. Desde hacía ya un tiempo, tenía unos cuantos capis de esta historia a punto, unos capis que no esperaban ver la luz jamás pues creía que no tendrían cabida dentro del fandom de The Beatles. Lo veía, quizá,  enfarragoso comparado con los (muy pocos) fics que había visto hasta entonces. Fue entonces cuando conocí tus historias, mucho más similares a lo que yo ya tenía preparado, y cuando, mucho más importante, te conocí a ti. Fuiste tú la que me dio aquel empujón que me faltaba y así surgió todo. Además, siempre, desde el capítulo 1 hasta el 89, has estado ahí. No hay capítulo en el que falte tu comentario (¡y  qué comentarios!) y eso, de verdad, te lo agradezco mucho. No es en balde pues que Mary haya tenido un peso muy importante en la historia. Mary es importante porque tú también lo has sido y sólo espero que hayas disfrutado con ella tanto como lo he hecho yo. Ya sabes, eres la Mary de Chris. Y ya sabes todo lo que eso significa.

Gracias también a tanta y tanta gente que ha pasado por aquí, que ha leído, que ha comentado (¡hasta en inglés!), que ha creído en esto sinceramente y que lo ha disfrutado sin malos rollos. Ingrid, Natty, Vicky, Zíngara, Rosario Jackson y tantas más que me habéis mostrado vuestro apoyo alguna vez. Perdonadme de verdad si me olvido de nombrar a alguien en concreto, pero tened en cuenta que me acuerdo muy bien de vosotras, de todas.

Gracias, por supuesto, a esos cuatro genios de Liverpool, a esos cuatro chavales que estaban llamados a cambiarlo todo. Gracias Ringo, George y Paul. Pero sobre todo, por motivos personales y de afinidad, gracias a la chispa que me mueve: a John. Sé que tal vez hacer un fic no sea la mejor manera de homenajearlos y sé que no les he hecho justicia en absoluto, pero esto es fruto del inmenso respeto que siento hacia ellos y creo que con eso debería bastar. Ellos son el motor de todo esto, así, sin más.

Y creo que ya va siendo hora de que empiece a despedirme y la verdad es que no sé si hacerlo con un “hasta pronto” o un “hasta siempre”. No lo sé, la verdad. Lo que sí que puedo asegurar casi a ciencia cierta es que no me volveré a embarcar en un fic tan largo como éste por una sencilla razón: éste es mi fic, y creo que jamás podré volver a construir una historia así sobre The Beatles. De hecho, tengo la sensación de que no sería capaz de concebir a un John sin Chris, un Ringo sin Mary o un George sin Gwen. Tal vez vuelva con alguna que otra cosa más corta, de menos capítulos, o directamente one-shots, pero no puedo asegurarlo al cien por cien. Todo depende de las vueltas que dé mi vida y de la inspiración de la que disponga. Sea como sea, ya sabéis que ha sido un placer estar aquí durante todo este tiempo.

Y ya, sin más, os mando un enorme abrazo a tod@s. Con los mejores deseos:

Cris.