viernes, 27 de abril de 2012

Capítulo 39: Responsabilidades


Chris y John escucharon el ruido de la puerta de casa al cerrarse y no pudieron reprimir dar un pequeño salto en el sofá.

-¡John, vístete, rápido!-susurró Chris con nerviosismo lanzándole su ropa.

John soltó una risita.

-Joder, pequeña… Paul no va a entrar aquí sabiendo que estamos nosotros.-dijo divertido.-Además, si entra da igual. Tu hermano me ha visto un montón de veces en pelotas, así que no hay de qué preocuparse.

-No me hagas pensar en las situaciones en las que Paul te ha visto desnudo, mamarracho.-contestó la chica mirándolo duramente y haciendo que John soltara una carcajada. Le encantaba picarla insinuándole la cantidad de “fiestas” que se habían pegado con fans y groupies desde sus años en Hamburgo y Chris lo sabía. A veces tenía la sensación de que disfrutaba poniéndola celosa.-Y además, puede que a ti te dé igual que mi hermano nos pille, pero a mí no. Vístete o te dejo a pan y agua un mes.

-¡Peque…!-protestó John.-No seas…

-Ni peque ni leches, Lennon.-le cortó ella.-Que te vistas he dicho.

-El ejército se ha perdido contigo a un buen sargento…

-Déjate estar de tonterías…Además, ¿no se supone que dentro de media hora tienes que ir a recoger a Julian?

-¡Mierda, Jules!-exclamó John dándose un golpe en la cabeza y levantándose, ahora sí, del sofá rápidamente.-Me olvidaba de que hoy era viernes.

-Y la cabeza no se te olvida porque la llevas pegada al cuello.-rió Chris divertida mientras veía como John se vestía apresurado.

-¿Me acompañas?-le preguntó él mientras se ponía el jersey.

-¿Adónde?

-¿Adónde va a ser? A por Julian.

Chris se lo quedó mirando con una sonrisa antes de contestar.

-¿A casa de Cynthia? No, mejor os veo luego…

John lanzó un suspiro y se acercó hacia ella.

-No seas ridícula… Cyn sabe perfectamente que tú y yo estamos juntos y que Julian va a estar contigo casi todo el fin de semana.-dijo.-No veo cuál es el problema.

-Ni yo tampoco veo qué necesidad tenemos todos de pasar una situación incómoda si me presento allí contigo.-le cortó ella sin perder la sonrisa.-De verdad, ve tú.

-¿No te había dicho nunca que eres una cabezota?-sonrió John.

-Creo que en la última media hora todavía no me lo habías dicho…

-Ya…-murmuró él acercando su cara peligrosamente hacia la suya.-¿Y no te había dicho nunca que eres la tía que más me pone en el mundo?

-John…

Pero a Chris no le dio tiempo a decir lo que iba a decir porque John le plantó un suave beso en los labios que le supo a gloria.

-Quizás Julian pueda esperar un poco…-susurró el chico separándose unos milímetros de su boca.

Aquellas palabras hicieron que la chica se apartara de él casi bruscamente. No le gustaba todo aquello. No le gustaba que John insinuara que prefería estar con ella que ir a por su hijo, al que no veía desde el domingo. No le gustaba porque cada vez que John decía o hacía algo de eso pensaba en que quizás Cynthia tenía razón cuando le había dicho, meses antes, que iba a alejar a John del niño. Y Chris no quería aquello ni muchísimo menos. Primero porque se había encariñado con aquel chiquillo que ahora empezaba a conocer bien y, segundo y pensando ya más en ella, porque aquello le hacía sentirse asquerosamente culpable por todo, aunque supiera, pese a que le doliese, que John jamás había sido un padre ejemplar.

-Ve a por tu hijo, John.-dijo seriamente.

Él se la quedó mirando extrañado, pero no dijo nada.

-¿Prefieres que vaya yo a tu casa o venís aquí?-preguntó ella intentando recuperar la sonrisa como si nada hubiera pasado.

-Mejor venimos aquí. Igual a Julian también le apetece ver a Paul.-contestó John.-Y después ya vamos a mi casa, ¿te parece?

-Perfecto. Nos vemos en un rato.

John se despidió de ella con otro breve beso y salió de allí mientras Christine lo miraba detenidamente, pensando en un montón de cosas. John quería a Julian, de eso estaba segura, pero le molestaba que muchas veces se comportase como si el niño le estorbara, como si él tuviera la culpa de muchos de sus problemas. Vale, quizás si Cynthia no se hubiera quedado embarazada de él las cosas no serían como eran. Quizás hubiera roto con ella poco después de conseguir fama y quizás se hubiera liado con la primera modelo de tres al cuarto que se hubiera cruzado en su camino. O quizás se hubiera quedado con Patricia Inder, de la que Chris sabía muchísimo más de lo que John pensaba. Y quién sabe… Igual, si las cosas hubieran sido así, John y ella no estarían juntos en aquellos momentos y su vida sería mucho más tranquila e infinitamente más… triste.

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-Paul... Paul… ¡PAUL!

El chico se giró sobresaltado cuando escuchó el grito que su hermana le acababa de dar.

-¿A qué vienen esos gritos?-preguntó poniendo cara de pocos amigos.

-A que estabas en la luna, a eso vienen.-contestó la chica secamente.-¿Qué puñetas te pasa?

-Estaba a mis cosas…-dijo Paul sinceramente. La verdad era que sí, que estaba a sus cosas. Y esas cosas incluían lo que acababa de pasar con Penny.

-Ya, a tus cosas…

-¿Y tú qué?-le cortó Paul apresuradamente antes de que a ella le diera tiempo a preguntar nada más.-¿Ya has acabado con John?

-Vete a la mierda.-espetó la chica.-¿A qué viene eso?

-Curiosidad…-dijo el chico sonriendo pícaramente.

-A veces eres asqueroso, gusano…-masculló ella sentándose a su lado delante de la mesa de la cocina.-Venía a preguntarte si te vas ahora a algún sitio…

-¿Yo? A no ser que a John y a ti os dé otra vez por hacer cosas en mi salón, no.

-Paul…-bufó ella.

Paul la miró divertido. Le hacía gracia cuando se ponía en plan “para ya”.

-Que era broma, enana.-rió él revolviéndole el pelo.-¿Por qué lo decías?

-Porque… ¡ay, mi pelo, déjame estar!-exclamó ella molesta a la vez que Paul estallaba en una inmensa risotada.-¡Joder, qué pesado!

-Hay que ver lo pronto que te enfadas… Total, tú siempre parece que lleves el pelo revuelto.-bromeó Paul mientras su hermana le dedicaba una mirada asesina.-Bueno… ¿qué querías?

-Acabar con mi hermano mayor y tirarle a las profundidades del Támesis, eso quiero.-dijo la chica intentando en vano fingir que estaba seria antes de que los dos empezaran a reírse como dos niños pequeños. Hacía mucho que no estaban así los dos y la verdad era que Paul lo había echado tremendamente de menos. Cuando los dos por fin recobraron el aliento, Chris lo miró divertida y añadió:-En realidad es una tontería…

-Pues vaya novedad… Tú diciendo tonterías…-le cortó Paul sacándole la lengua.

-Calla, gusano.-rió la chica.-Es que John va a venir aquí con Julian y…

-Pues seguro que no me voy.-se apresuró a decir Paul nada más oyó que el niño iba a ir allí.-La semana pasada me hizo prometerle que John y yo nos marcaríamos un partidillo de fútbol con él y…

-No te hizo prometerle nada, mentiroso. Se lo prometiste tú solito, que lo estabas deseando más que él.-contestó Chris aguantándose la risa.-Y hoy no se puede jugar, Paul. Está lloviendo.

-En el pasillo de casa no llueve.

-En el pasillo de casa no se juega al fútbol, que podéis romper algo.

-Enana, pareces una vieja amargada.-le cortó Paul divertido.-Es mi casa y si me da la gana jugar al fútbol dentro y cargarme todos los jarrones, pues lo hago.

La chica soltó una risita.

-Pues ale, rómpelo todo, animal.

-No lo dudes…

Chris volvió a reír mientras se levantaba de la silla y se servía un vaso de agua.

-Por cierto…-masculló la chica cuando le dio el primer trago a su vaso.-Penny se ha ido a casa, ¿no?

Paul sintió como el corazón le daba un vuelco cuando escuchó a su hermana pronunciar el nombre de Penny. No hacía ni una hora que acababan de acostarse juntos y aún no había asimilado del todo lo que había hecho.

-¿Qué pasa, Paul?-preguntó Chris mirándolo inquisitiva, como si hubiera adivinado que algo raro había sucedido.

-Nada.-se apresuró a contestar Paul.-Sí, se ha ido ya a casa.

-¿Y tú adónde has ido?

-¿Qué?

-Nada, que de dónde venías. Te hemos escuchado entrar en casa hace un rato, justo antes de que John se fuera…-aclaró la chica sentándose de nuevo en la silla.

Paul dudó durante unos segundos. ¿Mentir o contarle la verdad?

-He ido a acompañar a Penny a casa con el coche.-dijo al fin optando por ser sincero.-Llovía demasiado para que se fuera a pie…

-Ya. Está cayendo una que da miedo.-dijo ella despreocupada.

Paul la miró. La conocía demasiado bien como para saber que Christine simplemente estaba haciéndose la tonta pero que en realidad sabía que algo raro pasaba con él. El chico suplicó para sus adentros que no dedujera nada de lo que había pasado. Y es que, pese a que no había hecho nada malo, tampoco le apetecía que Chris descubriese el pastel tan pronto.

De repente, el ruido de la puerta al abrirse sobresaltó a los dos hermanos y unas risas infantiles irrumpieron de repente dentro de la casa. Paul y Chris se dedicaron una sonrisa nada más oyeron aquello.

-Parece que ya han llegado.-dijo Paul poniéndose en pie.

-Parece que sí.-sonrió Christine haciendo también lo mismo.-Ha llegado el terremoto.

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-¡Señorita Hall!

Mary se giró hacia el portero, que la miraba con expresión amable.

-Me acaban de traer otro paquete para usted.-se explicó el hombre blandiendo una caja ante ella.

La chica miró aquella caja con preocupación. Era estúpido dudar sobre su contenido.

-¿Quién ha traído eso?-preguntó seriamente.

El portero se la quedó mirando sin saber muy bien qué hacer, sorprendido por la reacción de la chica.

-Un chiquillo de no más de diez años, como las otras veces...-contestó el hombre.-Pero nunca es el mismo.

Mary se quedó unos instantes, cara al portero con la mirada aún fija en la caja.

-Charles… le agradecería que no volviera a recoger ningún paquete de ese tipo.-dijo finalmente con un hilillo de voz.

-¿Ocurre algo, señorita Hall?-se interesó el portero evidentemente preocupado por ella.

-No…-respondió la chica.-Pero no acepte más paquetes como ése, ¿de acuerdo?

-Entendido, como quiera.

-Gracias, Charles.-dijo ella esbozando una media sonrisa.-Ahora he de irme, tengo prisa.

-Adiós.

Mary le dedicó una última sonrisa al portero antes de salir de allí, pensativa, preocupada y asustada a la vez. Contando aquello, era la cuarta vez que le enviaban aquella caja con flores muertas y una nota. Sabía que la cosa no tenía por qué tener más importancia, seguramente se trataría de alguna fanática de The Beatles y que no era consciente de lo que estaba haciendo, pero aun así no podía evitar sentirse extremadamente angustiada. ¿Y si la remitente de aquello estaba más loca de lo que parecía? ¿Y si aquella “amenaza” iba realmente en serio?

La chica movió levemente la cabeza, como si con aquel gesto pudiera apartarse todos aquellos pensamientos de la mente. Sí, seguro que era una fan sin peores intenciones que hacerle pasar un mal rato. Una pobre chica obsesionada con Ringo, nada más.


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Gwen estaba sentada en una de las mesas del fondo de la cafetería. Era una mesa bastante apartada, lejos de miradas indiscretas y a la que te tenías que acercar expresamente para ver quién estaba en ella. Un sitio privilegiado, además, porque aparte se podían controlar desde ella el resto de mesas del local. No era casualidad que Gwen se hubiera sentado en ese sitio, siempre lo hacía cuando iba allí con las otras chicas. Y es que, desde que Mary era ya una figura “pública” no era raro que la reconocieran de cuando en cuando y por ese motivo siempre era mejor tomar aquel tipo de medidas si querían pasar un rato tranquilas al margen de las miradas o los cuchicheos de los que estaban a su alrededor.

-¿Vas a tomar algo?

La voz del camarero sorprendió a Gwen, que estaba perdida en sus propios pensamientos.

-Esperaré hasta que venga mi amiga, si no es problema.

-Como prefieras.-dijo el hombre dirigiéndole una sonrisa antes de irse.

La chica miró impaciente el reloj y soltó un bufido. Mary llevaba más de veinte minutos de retraso. Sólo esperaba que no le hubiera pasado nada. Para sus adentros, decidió esperar cinco minutos más antes de pedir un teléfono y llamar a su casa para ver qué le pasaba. Justo cuando estaba a punto de cumplirse aquel plazo, Gwen vio con alegría como Mary entraba en la cafetería y se dirigía hacia la mesa apresurada.

-Hola.-saludó sentándose a su lado.-Siento el retraso, de verdad.

Gwen la miró detenidamente. Parecía preocupada por algo, aunque no sabía por qué.

-¿Estás bien?

Mary se la quedó mirando con los ojos muy abiertos y esbozó una sonrisa que a Gwen se le antojó bastante falsa.

-Pues claro que estoy bien.-contestó finalmente.-¿Por qué lo preguntas?

-Te veía preocupada…

-No, qué va… Sólo es que vengo apresurada por el retraso y…

La chica interrumpió su frase cuando vio acercarse al camarero. Las dos pidieron un par de tés y esperaron a que el camarero les sirviera mientras hablaban de cosas banales.

-¿Y Chris no viene hoy?-preguntó Gwen.

-No, qué va. Es viernes. Estará con John y Julian.-respondió Mary.

-No sé si yo podría con eso…-masculló Gwen mirando hacia el infinito.-Imagínate. Con un niño y…

-Julian no es su hijo, Gwen.

-Lo sé, pero es hijo de John. Imagínate un novio con un hijo… Y más ellos, que ya los conocemos…-rió ella.-¿Te los imaginas cuidando del pobre niño?

-¡No seas bruta, Gwen!-le cortó Mary sin apenas poder aguantarse la risa.

-¿Qué? ¡Imagínatelos! ¡Seguro que ya le están enseñando palabrotas con tan sólo tres años!

-Mientras sólo sean palabrotas…-dijo Mary antes de empezar a reírse junto con Gwen hasta que paró casi en seco.

-¿Qué pasa?-preguntó Gwen al ver la extraña reacción de Mary.

-Es que… el té…-masculló Mary intentando disimular.

Pero de poco le sirvieron las falsas excusas sin terminar de su amiga porque justo en ese momento, Gwen entendió a la perfección por qué motivo Mary había parado de reír de repente.

-No creo que esa chiquilla con cara de… mira, ni lo digo… dure con George mucho tiempo.-oyó que decía una chica desde una mesa cercana.

-Seguro que está con ella por lástima.-decía otra.-Le habrá puesto los cuernos más veces…

-No me extraña, alguien como George Harrison no puede estar con ella…

Si le había quedado alguna duda hasta ese momento de que esas chicas se estaban refiriendo a ella, todo quedó confirmado cuando escuchó que decían el nombre completo de George. Aquello le cayó como un jarro de agua fría encima. Vale, sólo eran fans celosas y sabía de antemano que no iba a despertar demasiadas simpatías entre las chicas, pero oír como se la trataba con tal desprecio le afectó muchísimo más de lo que había creído.

-Gwen…

La chica miró a Mary con los ojos llorosos. No sabía ni qué decir ni qué hacer en aquellos momentos.

-Ni caso, sólo están rabiosas porque tú estás con él y ellas no.-continuó Mary en tono tranquilizador.

-Pero… me odian. Y dicen que George estará con otras y…

-Tonterías. George te quiere, ¿o no?

Gwen la miró antes de contestar y asintió lentamente.

-Pues pasa de esas estúpidas, ¿entendido?

-¿Tú también has pasado por todo esto?-quiso saber Gwen.

Mary lanzó un suspiro y le clavó la mirada.

-Hay cosas mucho peores que esto, Gwen.-dijo finalmente seriamente.

-¿Cosas peores cómo qué?

-Vamos a ver…-dijo la chica al cabo de unos segundos casi en un murmurllo.-Cuando he llegado me has preguntado qué me pasaba, ¿no? Te lo cuento, pero ni una palabra de esto a nadie y muchísimo menos a Rich, ¿vale?

-Claro que sí…-respondió Gwen mirándola con intriga.-No diré nada a nadie. Te escucho.

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John entró en su habitación. Estaba agotado. No había parado en todo el día entre el estudio y Julian y ahora, por fin, tocaba algo de relax.

-¿Ya se ha dormido?-preguntó Chris cuando lo vio aparecer levantando la vista del libro que estaba leyendo.

-Sí, por fin. Me ha costado bastante, la verdad...-sonrió él metiéndose a su lado en la cama antes de darle un dulce beso.- He estado a punto de venir aquí a por ti.

-¿Y eso?

-¿Y eso?-rió John.-Ya me contarás la versión adulterada que le contaste de Hansel y Gretel la semana pasada… Me ha hecho contarle el cuento y ha estado todo el rato diciéndome que así no era, que tú se lo contaste de otra manera.

Chris soltó una risita divertida.

-Bueno… No me acordaba exactamente de cómo era y… ya sabes, ante la falta de conocimientos, imaginación.-contestó ella finalmente.

-Pues espero que te acuerdes porque creo que le gustó más tu versión que la original…

-Es que se la adapté a sus gustos…

John se la quedó mirando detenidamente. La quería, muchísimo, pero había algo en toda aquella situación que le hacía sentir tremendamente mal…

-Johnny… ¿qué pasa?-preguntó ella cuando lo vio ponerse serio.

-Es que… Nada.

-John…

Él la miró de nuevo durante unos instantes antes de contestar.

-Mira… Tú tienes diecinueve años.

-Sí, y tú veinticinco… ¿y?-dijo Christine mirándolo con el ceño fruncido.

-Que eres muy jovencita.

-Y tú un viejo, ¿no te digo? Anda, John, di lo que tengas que decir.-insistió la chica empezando a impacientarse.

-Pequeña… Odio tener que verte así, como estás ahora.-dijo él al fin con sinceridad.

-¿Y me puedes explicar cómo estoy ahora?-preguntó ella contrariada.

-Yo con diecinueve y un viernes por la noche estaba pasándomelo en grande borracho perdido, no cuidando niños de tres años…

-¡John!

-¿Qué? ¡Es cierto! Te estás perdiendo un montón de cosas y es por mi culpa…

-Mira, John, escúchame bien porque no te voy a voy a repetir esto.-le cortó la chica bruscamente.-Vale, tengo diecinueve años, pero no quiero estar de fiesta borracha perdida yo sola. Quiero estar contigo y disfruto con Julian.

-Lo dices porque…-empezó a decir él sin acabarse de creer todo aquello.

-Porque es cierto.-terminó ella la frase.

Él la miró de nuevo. Sabía que estaba siendo totalmente sincera con él, pero aun así no podía dejar de sentirse mal por ver que Christine tuviera que cargar con una responsabilidad como ésa tan pronto. Vale, lo sabía, la responsabilidad que tenía alguien en su posición no era tanta como la de otros en su misma situación. Ellos podían viajar, salir o hacer prácticamente lo que les diera la gana sin preocuparse por Julian, para el que siempre podrían contratar una niñera.

-Me encantan los niños, lo sabes.-continúo Chris cuando vio que él no iba a decir nada.-Me lo paso genial con ellos y Julian no es menos. Le quiero mucho y para mí esto no es ninguna carga, créeme.

John sonrió a la vez que empezaba a relajarse. Lo único que temía era que Christine no pudiera ser feliz a su lado, que él y todo lo que le rodeaba pudieran llegar a suponerle más una pesada carga que otra cosa. No obstante, el tono con el que acababa de pronunciar aquello y la manera en que lo estaba mirando, le hicieron ver que quizás todos esos temores suyos no eran más que paranoias.

-Te quiero, preciosa. Te quiero.-susurró él agarrándola de la barbilla.-A veces pienso que no te merezco.

-Y yo a ti John. Te quiero muchísimo.


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Penny había estado intentando evitar a Chris desde hacía días, más concretamente desde que había pasado lo de Paul el viernes anterior. Pero cinco días después, Penny no pudo esconderse más de ella, menos cuando se presentó en su casa sin avisar todavía con los libros de la universidad debajo del brazo y había entrado en su apartamento como un huracán.

-Sé que no te tragas a John, pero eso no es excusa para que me evites.-le había dicho nada más le había abierto la puerta.-Por cierto, hola.

Al principio, Penny había estado a punto de explicarle que no la estaba evitando por John, pero después se lo pensó mejor. Quizás, si Chris pensaba que era por culpa de John, no sospecharía nada más y no llegaría a saber nunca lo que había pasado entre Paul y ella.

Después de darle un montón de excusas baratas, no le quedó más remedio que callar y aceptar que Christine la arrastrara a la calle para tomar una cerveza y charlar un rato.

-Acompáñame a casa a dejar esto.-dijo Chris enseñándole los libros que llevaba debajo del brazo.-Y después nos vamos a tomarnos esa cerveza.

-¿Y por qué no vas tú y después pasas a por mí?

-Porque sé que si hago eso cuando vuelva vas a tener alguna excusa preparada para no venir conmigo, así que lo siento mucho, me acompañas.-contestó la chica esbozando una sonrisilla burlona.-Tranquila, no creo que esté John.

Penny soltó un bufido. No era John quien le preocupaba, pero no le quedaba otra que ir con ella si no quería que Christine empezara a hacerle preguntas incómodas sobre por qué no quería ir.

-Está bien, vamos.

Subieron las dos al coche, un Mini que Penny supuso enseguida de quién era, y, en poco menos de diez minutos, llegaron a la puerta de la casa de Paul.

-Hola, cacho locas.-masculló Chris entre dientes desde dentro del coche mientras les dedicaba una sonrisilla falsa a las apple scruffs de la puerta, que la saludaban como si acabaran de ver a una vieja conocida.

Entraron en el patio delantero de la casa y las dos salieron del coche. Penny no pudo reprimir poner cara rara mientras Christine abría la puerta: la última vez que había pisado esa casa había acabado acostándose con Paul momentos después. Nada más abrir la puerta, un claro ruido de voces salió desde el interior.

-¿No me habías dicho que no habría nadie?-preguntó Penny algo molesta por aquello. Si había gente allí, aquello sólo podía significar que esa gente estaba con Paul.

-Yo no he dicho eso, te he dicho que creía que John no estaría.-contestó Christine.

Penny siguió a su amiga de mala gana hacia, precisamente, el salón, desde donde se escuchaban las voces.

-¡Mirad quién ha venido!-exclamó una chica nada más entró Christine en el salón mientras que Penny se quedaban discretamente fuera del comedor. Desde donde estaba, podía ver quiénes había allí, pero no ser vista si nadie se fijaba lo suficiente.

-¡Mary! ¡Joder!-dijo Chris al ver a los cuatro chicos allí junto con otras dos chicas.-¿Pero qué hacéis aquí? ¿Reunión?

-Conspiramos contra ti, enana.-dijo Paul.

-Pero nos has pillado.-continuó John esbozando una sonrisa.-Tu hermano nos ha invitado a tomar algo.

-Y como eso no es algo muy habitual en el tacaño de Paul, pues nos hemos apuntado todos enseguida.-bromeó George haciendo que los demás soltaran una risa.

-Bueno, supongo que no habrá inconveniente en que el TACAÑO de mi hermano invite también a una cerveza a mi acompañante.-dijo Chris haciendo que todos, ahora sí, se fijaran en Penny, que quería morirse de la vergüenza en aquel preciso instante:-Por cierto, a los que no la conozcáis, ésta es Penny.

Penny esbozó una sonrisa y articuló un escueto “encantada” a la vez que Chris le presentaba a Mary, a Ringo, a Gwen y a George. No obstante, y pese a que intentaba disimular todo lo que le era posible, no estaba atendiendo en absoluto a las presentaciones. No, su mirada, sin quererlo, se desvió hacia Paul y sintió como el corazón le daba un brinco al ver que él también la estaba mirando sin vergüenza ninguna.

Penny apartó rápidamente la mirada rezando para sus adentros para que nadie se hubiera dado cuenta de aquel gesto que sólo había durado unos pocos segundos pero que había sido asquerosamente significativo. Sí, definitivamente, aquella iba a ser una de las situaciones más incómodas que iba a pasar en toda su vida.



Hola gente! Qué hay? Aquí de nuevo yo con otro capi! Espero que os haya gustado y ya sabeis, lo de siempre, que muchas thanks por leer y, sobre todo, muchas thanks a las que os molestáis en comentar.
Un súperbeso! Os quiero, guap@s! :) 



miércoles, 18 de abril de 2012

Capítulo 38: De parejas oficiales y no tan oficiales


-Perfecto.-bufó Gwen dejándose caer en el sofá con cara de pocos amigos y mirando la revista que llevaba en la mano.-Ya tardaban en publicarlo.

Mary agarró la revista y miró bien la foto a todo color que había en las páginas centrales debajo de un inmenso titular que hablaba sobre la nueva y jovencísima novia de George Harrison.

-Bienvenida al club de las novias oficiales.-dijo en tono suave para intentar tranquilizar a Gwen, que se veía histérica.-Pero no te asustes, no es para tanto.

-No, seguro que no… A partir de ahora me van  a perseguir a todos los lugares, estarán todos pendientes de mí, las chicas de medio mundo me odiarán… No, tienes razón, no es para tanto.-contestó Gwen con sarcasmo.

-Joder, Gwen, tampoco seas así.-intervino Chris, que estaba sentada frente a la mesa acabándose su café.- Todo tiene su lado positivo: piensa que a partir de ahora podrás salir con George sin esconderte. Además, fíjate en Mary, ha tenido bastante buena acogida entre las fans…

-Quitando algunas locas que siempre las hay, no me puedo quejar.

-Da igual. No me hace gracia y punto.-les cortó Gwen enfurruñada, cosa que hizo que Christine soltara una risita por lo bajo.-Y tú no te rías tanto, que como os pillen a John y a ti, ya veremos qué haces.

Chris paró de reír casi en el acto y se quedó mirando a su amiga, no enfadada, sino pensativa.

-Quizás eso sería lo mejor.-contestó al fin.-Sería un descanso. Poder estar con él como si nada, agarrarle de la mano cuando me dé la gana, besarle por la calle si quiero, entrar a su casa como las personas normales y no por la puerta de los garajes… Vamos, que cualquier día le meto un morreo delante de la prensa y acabo ya con este teatro de “sólo somos buenos amigos”

-Eso no te lo crees ni tú, Christie.-dijo Mary con una sonrisa.-¡Si cuando se corrió el rumor entre las fans que hacen guardia en casa de Paul de que había algo raro entre John y tú casi te pones a llorar del agobio!

-No era lo mismo.-le cortó Chris.-Él aún estaba en pleno divorcio… De todas maneras ahora me arrepiento de haber convencido a John para que saliera a decirles que todo aquello era mentira

-Insisto, eso no te lo crees ni tú, Christine McCartney. Mucha boquita, pero a la hora de la verdad…-rió Mary.

-Vete a tomar por saco, Hall.-le replicó Chris con una sonrisa levantándose de la silla a la vez que Mary le sacaba la lengua.- Bueno, chicas, me voy ya o voy a llegar tarde, que aún tengo que pasar por casa de John a recoger a ropa del trabajo… Gracias por el café, Gwen.

-De nada, mujer. Encantada de darte tu gasolina de los jueves y los viernes.

-¡Adiós chicas! ¡Nos vemos mañana!

Mary y Gwen se despidieron también y, al cabo de pocos segundos, se quedaron solas en el comedor de casa de George.

-¿De veras que no es para tanto?-preguntó Gwen con preocupación cuando oyeron la puerta de la calle cerrarse.

-Ya verás como no.-contestó Mary sonriendo.-Al principio es un caos, pero todo es acostumbrarse.

-No sé… Me aterra todo esto, creo que me a venir muy grande y…

-No te preocupes.-le cortó su amiga.-Al principio yo también tenía mucho miedo y ahora, mira.

-¿En serio?

-En serio.

Gwen lanzó un suspiro y se dejó abrazar por Mary. En aquellos momentos necesitaba aquello, necesitaba que alguien le dijera que todo iba a salir bien y que le diera fuerzas para afrontar todo lo que probablemente se le vendría encima a partir de ese momento y, de eso estaba segura, que le iba a cambiar la vida por completo.

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Chris abrió la puerta con cuidado. No quería llamar la atención de ningún vecino indiscreto que se preguntara por qué extraña razón la supuesta “amiga” de su vecino famoso tenía llave de su casa. Nada más abrir la puerta, un maullido la sobresaltó.

-Joder, Babaghi, que susto me has dado…-masculló ella entre dientes mientras se agachaba para acariciar al gato de John. Era un animal gracioso y manso y no le extrañaba que John le tuviera un cariño especial. De hecho, él y otra gata, Mimi, eran los dos únicos que se había traído con él desde Kenwood hacía poco menos de un mes.

No había nadie en casa. John estaba en plenas sesiones de grabación del nuevo disco y sabía de sobra que no saldrían del estudio hasta la noche. Sólo estaban los dos gatos y Chucky, que dormía plácidamente dentro de su funda de guitarra. Después de dejarle la caja de chicles y la nota de rigor que le traía a John todas las semanas encima de la mesa del comedor, Chris entró en la habitación para buscar la ropa de trabajar, que se había dejado allí el viernes anterior. No eran más que unos pantalones negros y una camisa con el nombre del pub bordado, horrorosa, por cierto, pero lo necesitaba. El idiota de su jefe era muy estricto al respecto y tampoco quería que la despidieran por una tontería.

No le costó demasiado encontrar lo que buscaba; al parecer John se había encargado de guardarlo en una pequeña parte del armario que tenía ella reservada para las cuatro cosas básicas que tenía allí por si alguna vez se quedaba a pasar la noche con él. Se cambió rápidamente y miró el reloj del despertador de la mesita de noche. Las ocho y cuarto. Bufó con fastidio. Tenía el tiempo justo para llegar al trabajo. Con rapidez, abrió uno de los cajones y agarró una anfetamina de las de John. No le hacía nada de gracia abusar como estaba abusando del Preludin, pero lo necesitaba para tirar adelante y rendir como se esperaba delante de aquella clientela de babosos que bebían y bebían como cosacos hasta bien entrada la madrugada. Después, limpiar el local y volver a casa, una ducha rápida, cambiarse y de camino hacia la universidad aunque, debía reconocerlo, la mayoría de los viernes no iba a clase a no ser que hubiera algo importante.

Se despidió con una caricia de Mimi y de Babaghi y salió corriendo del piso hacia aquel trabajo que todos odiaban: su hermano, John y, sobre todo, ella misma, aunque eso jamás lo iba a reconocer abiertamente delante de ellos. Sí, por poco que le gustara y por poco que le pagaran, Christine McCartney era tan rematadamente cabezota que estaba dispuesta a aguantar allí sólo por no darles el gusto a esos dos de decirle “te lo dijimos”. Eso no lo iba a consentir nunca.

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-Perfecto, chicos, creo que por hoy ya está bien.-dijo George Martin cuando acabaron de tocar.-Mañana grabaremos las voces.

-¿Cómo que ya está bien?-se quejó John.-Aún nos da tiempo a…

-Claro, como tú hoy no tienes nada mejor qué hacer por la noche, pretendes tenernos a todos aquí hasta las tantas.-le cortó George enfadado dejando su guitarra sobre una silla.-Hay otros que tenemos vida, John.

-Vete a la mierda, Hari, estás cabreado porque tu jodido solo no suena bien.-le espetó John con malos modos.-Y en todo caso debería estar yo cabreado porque estropeas mi puta canción.

-Si por lo menos me dejaras hacer lo que he propuesto no sonaría tan mal. Pero claro, el puto crío del grupo no puede modificar las fantásticas melodías de Lennon…

-Yo no estoy diciendo eso, joder. Además, no es mi guitarra la que suena como el culo.

-¿Queréis dejarlo ya?-les cortó Ringo molesto.

-Rich tiene razón.-intervino Paul.-Llevamos muchas horas aquí encerrados y estamos cansados…

-¡Claro, a ti te da igual porque no es tuyo lo que estamos grabando!

-John…

-¿Qué? ¿Os queréis ir? Pues ale, a casa, pedazo de nenazas sin aguante.-gritó John levantándose de golpe.

Los otros tres se quedaron atónitos al ver que pillaba su chaqueta sin más y salía por la puerta del estudio como una bala.

-¿Y adónde coño vas?-alcanzó a preguntar Paul aún.

-¡A ver a mi novia!-contestó la voz de John ya desde el pasillo.

-Pero… ¿tu hermana no trabaja hoy?-preguntó Ringo extrañado mirando a Paul fijamente.

-Pues claro que trabaja…

-¿Y el idiota éste va a verla al trabajo con la mala leche que tiene hoy encima?

Paul lanzó un suspiro.

-Mirad lo que os digo...-dijo.-Viendo cómo está y adónde va y conociendo a mi hermana… Si John y Chris no rompen esta noche, no rompen nunca.

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Lo primero que le llamó la atención al abrir la puerta del piso fue el ver que la luz del salón estaba encendida. Ringo frunció el ceño y miró su reloj de pulsera para comprobar que no estaba equivocado. En efecto, no lo estaba. Eran casi las dos de la madrugada y lo normal era que Mary, que tenía clase al día siguiente, estuviera durmiendo a esas horas. Extrañado, se acercó hacia el salón con paso decidido. Sólo cuando estuvo a unos pocos pasos de la puerta, fue capaz de percibir aquel sonido que hizo que su corazón diera un vuelco.

-¡Mary, princesa!-exclamó entrando en el salón preocupado.-¿Qué te pasa?

La chica interrumpió sus sollozos ahogados y levantó la vista. Ringo la miró y supo enseguida que debía haberse pasado horas y horas llorando a juzgar por lo rojos e hinchados que tenía los ojos.

-Nada…

-¿Cómo que nada?-insistió él sentándose a su lado en el sofá y abrazándola.-¿Qué pasa?

Mary calló durante unos segundos que a Ringo se le hicieron eternos.

-Otra vez me han mandado eso…-contestó finalmente con un hilillo de voz mirando hacia la pequeña mesa de cristal que había delante del sofá.

Ringo miró hacia esa dirección y fue entonces cuando reparó en la presencia de aquella caja abierta. Se acercó y miró hacia el interior, aunque ya sabía cuál era el contenido de la caja: un pequeño ramo compuesto de cuatro flores muertas y una pequeña nota en la que ponía en letras mayúsculas “Déjalo, puta”. Era el segundo paquete así que le enviaban a Mary esa semana.

-Voy a llamar a la policía.-sentenció él seriamente.-La broma ésta no tiene ni puta gracia.

-¡No!

Ringo se quedó mirándola perplejo. La negativa de la chica lo había sorprendido.

-¿Cómo que no?

La chica lanzó un suspiro antes de contestar.

-No quiero dar qué hablar.

-¿Pero qué dices? ¿Qué más da lo que hablen? Tú vas por encima de todo y esto ya se está pasando…

-Igual sólo es una tontería de alguna fanática que…

-¿Llamas a esto tontería?-preguntó Ringo señalando la caja.-Además, no intentes quitarle hierro al asunto, tú también estás asustada con todo esto, si no, no te hubiera encontrado llorando.

-Sólo es que me agobiado…

-Mary…

-Hagamos una cosa.-dijo la chica con fingida determinación.-Dejémoslo estar por esta vez y si vuelve a pasar, vamos a la policía.

-No puedo dejar pasar esto.-contestó Ringo tozudo.

-Cariño… sólo por esta vez, te lo juro.

Ringo la miró. Sabía que lo más correcto era hacer lo que él quería pero el verla así, suplicante, lo desarmó por completo. Jamás le podría negar absolutamente nada a aquella chica a la que quería tanto.

-Está bien…-dijo al fin dando un fuerte suspiro.-Pero sólo por esta vez… A la mínima, lo denuncio, quieras o no.

-Gracias, Ritchie.-contestó Mary con una sonrisa antes de darle un dulce beso en los labios.

Ringo sonrió. Y es que, aquel simple beso, le hizo olvidar por un segundo todos los problemas. Allí estaban ellos dos y tenía la sensación de que nada podía salir mal mientras estuvieran juntos.

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-Guapa, un whisky con hielo.

Christine no pudo reprimir la mirada de asco que le lanzó a aquel tipo. Siempre era el mismo. Un tipo de cuarenta y pocos, desagradable como él solo, y que hacía semanas que le hacía la vida imposible. Lo peor es que no podía quejarse para nada a su jefe sin que encima le echara la culpa a ella por todo ya que aquel impresentable era uno de los clientes fijos del pub que se pasaba casi todas las noches de la semana allí bebiendo y que, además, era su amigo personal.

-Chris, ni caso.-le susurró Harry, su compañero, un hombre que rozaba la cincuentena que, pese a su mala pinta, era muy agradable.-Yo le sirvo, vete tú a atender al otro lado de la barra.

-Gracias.

Harry agarró un vaso y echó dos cubitos de hielo en él.

-¿Pero qué coño haces?-exclamó el tipo cuando vio que Harry empezaba a servirle.-Se lo he pedido a ELLA.

-Da igual quién te sirva, ¿no?-dijo Harry en tono casual.

-Da igual que le ponga una queja a Dan sobre vosotros dos, ¿no?-le replicó el tipo con sorna remarcando el nombre del jefe y esbozando una sonrisilla que a Chris le dio arcadas.

-Déjalo, Harry.-intervino la chica. No quería que su compañero tuviera problemas por su culpa; al fin y al cabo, Harry, padre de familia y sin ningún otro empleo que aquella mierda, necesitaba el trabajo.-Ya le sirvo yo.

-¿Ves? La chica sabe de qué va la cosa…

Harry le lanzó una mirada a Chris y la chica asintió.

-Voy yo al otro lado de la barra.-dijo.-Si necesitas algo, me lo pides.

-Vale.

La chica acabó de servirle el whisky a aquel hombre mientras Harry se alejaba.

-Aquí tienes.-dijo con brusquedad poniéndole el vaso delante.-Ya sabes cuánto es, ¿no?

-Tranquila, tranquila… No me voy a ir sin pagar, ya me conocéis de sobra…

-Y tanto que te conocemos…-masculló ella entre dientes.

-¿Cómo dices?

-Nada…

Chris se largó de allí casi al acto, con la excusa de ir a atender a otro cliente que se acababa de sentar allí cerca.

-Hola, ¿qué va a ser?-preguntó ella poniendo un vaso encima de la barra sin ni siquiera mirar al hombre.

-He tenido un día de mierda.

A Christine le dio un vuelco el corazón cuando escuchó aquella voz y levantó la cabeza inmediatamente para mirarle.

-¿Pero qué haces tú aquí?-fue lo único capaz de decir cuando reconoció a John bajo su bien conseguido disfraz.

-¿Es que no puedo venir a verte o qué?-preguntó él enfurruñado.

-Sabes que no me gusta esto. ¿Y si te reconoce alguien y…?

-Anda, Christie, ponme uno de los míos.-le cortó John sonriendo debajo de su barba postiza.-Te prometo que estaré aquí sentado, bebiendo de mi vaso y me portaré bien.

-Más te vale.-le amenazó ella sacando una botella de ron y otra de whisky.-Porque si me montas un escándalo te enteras…

-Seré un chico bueno, pequeña.

Por toda respuesta, Chris le dedicó una sonrisa mientras le acababa de preparar la bebida.

-Toma, caradura.

John agarró el vaso y ella se despidió de él con otra sonrisa que intentaba, en realidad, disimular su incomodidad. Odiaba que John se hubiera presentado en aquel antro. Lo conocía demasiado como para poder estar tranquila, y más si acababa emborrachándose.

-¡Oye, guapa!

Aquel grito del “impresentable” no pudo menos que sobresaltar a Christine. Estaba segura de que con lo alto que la había llamado John, que se había sentado demasiado cerca de aquel tipo, lo habría oído seguro. Le dedicó una mirada furtiva de reojo: John estaba mirando al “impresentable” con cara de pocos amigos. La chica sólo pudo tragar saliva y pedir para sus adentros que no se armara.

-¿Qué pasa?-preguntó ella secamente.

-¡¿Qué?!-exclamó él.-¿Aún eres capaz de preguntarme eso? Que este whisky es una mierda, eso es lo que pasa.

-Es el que bebes siempre.-contestó ella intentando mantener a ralla su creciente nerviosismo.

-¡Y una mierda! ¡No te lo crees ni tú!

-¿Estás llamando mentirosa a la chica?

El sonido de la voz de John hizo que Chris sintiera unas inmensas ganas de vomitar de repente. Sabía cómo iba a terminar aquello y no le gustaba en absoluto.

-Es que es una mentirosa.-contestó el “impresentable” mirándolos con desprecio, primero a él, después a ella.-Me ha puesto un whisky de mierda y después me lo querrá cobrar como caro, ándate con cuidado con ella.

-Mejor que seas tú el que se ande con cuidado…-silbó John mirándolo.

El hombre se lo quedó mirando estupefacto pero no contestó, simplemente se dedicó a apartarle la mirada rápidamente y a mirar de nuevo a Christine.

-Cámbiame este whisky de mierda.-le espetó.

Chris se quedó mirándole durante unos segundos.

-Te lo cambio, pero ése me lo pagas.-dijo decidida. La verdad era que no estaba dispuesta a pagar de su salario ese maldito whisky sólo porque a ese tipo le diera la gana fastidiarla.

-Ni lo sueñes, muñeca. La mierda no se paga…

-Pues te bebes lo que tienes.-contestó ella empezando a enfadarse de verdad.

-Llamaré a Dan.-le amenazó.

Chris bufó con fastidio y no pudo evitar lanzar una mirada hacia John, que miraba la escena en silencio pero que parecía dispuesto a saltar de un momento a otro. Y, a decir verdad, a Chris no le importaba ya que la armara. Estaba demasiado harta de aquel tipo que noche tras noche se dedicaba a amargarla y a amenazarla con llamar a su jefe.

-Ya estás tardando.-dijo finalmente volviendo a mirar al “impresentable”.-Llámalo.

El tipo le clavó los ojos, furioso, y, a continuación, se levantó de su taburete. Chris vio con cara de fastidio como se dirigía con paso decidido hacia el interior del local, donde Dan tenía su despacho.

-Dime sólo una razón por la que no deba partirle la cara a ese maldito gilipollas.

Chris se giró hacia John.

-John, por favor…-dijo ella en tono suplicante empezando a arrepentirse de todo aquello.-Creo que ya me he metido yo sola en una buena para que encima vengas tú a…

-A nada.-le cortó él.-Ese tío que no me caliente mucho…

Justo en aquel momento, el “impresentable” apareció de nuevo aunque, esta vez, seguido por el jefe.

-Christine, ¿qué está pasando aquí?-preguntó Dan acercándose hacia donde estaba ella.

-Pasa que este tío no para de increparla y ella se ha defendido.-contestó John antes de que a la chica ni siquiera le diera tiempo a abrir la boca.

-No te he preguntado a ti.

-Ya… Pero verás…-dijo John con una sonrisilla burlona.-A mí eso me la suda.

Dan se quedó mirando a John con cara de odio mientras Chris observaba el enfrentamiento boquiabierta. Fue entonces cuando reaccionó, como si de repente alguien la hubiera despertado de un sueño.

-John, por favor.-dijo de manera inconsciente.

-¿Conoces a este tipo?-preguntó su jefe mirándola.

Sólo cuando escuchó la pregunta de Dan, Chris fue consciente de que acababa de meter la pata hasta el fondo.

-Sí.-confirmó ella viendo que era imposible negar la evidencia.-Nos conocemos, ¿ocurre algo?

-¡Ah, claro! ¡Ahora lo entiendo!-exclamó el “impresentable” de repente.-¡Por eso el mamarracho este me ha amenazado antes!

-¿Qué este tipo te ha amenazado?-preguntó Dan mirándolo.

-¿Acaso dudas de mi, Daniel?

-Por supuesto que no.-se apresuró a contestar.-Christine… A mi despacho.

Inmediatamente, Chris supo lo que iba a pasar, aunque no le importaba. ¿Quería que fueran a su despacho? Vale, perfecto, iría. Pero no a callar y a aguantar el sermón, no. Ya se había cansado: estaba dispuesta a decirle las verdades al idiota de su jefe y a decirle lo que pensaba sobre él, su amigo y su pub.

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Aún no habían pasado ni diez minutos desde que ese tal Dan se había llevado a Chris y al cabrón de la barra a su despacho, cuando la vio salir de allí decidida y con cara de querer romperlo todo.

-Larguémonos de esta mierda de pub, John.-le dijo ella cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que él la pudiera escuchar.-¡Y ni si te ocurra pagar eso!

John asintió y no pudo más que seguir a la chica hacia el exterior del local.

-¿Te han echado?-preguntó cuando estuvieron fuera.

-¡Y una mierda me han echado!-exclamó ella furiosa volviéndose hacia él.-¡Me he largado yo!

-Vale, vale, vale…-susurró John agarrándola por las muñecas.-Ya está…

Chris se abalanzó sobre él y empezó a lanzar pequeños sollozos, apretada contra su pecho. John le acarició el pelo intentando tranquilizarla. Ahora, todos los motivos por los cuales había calificado a su día como “un día de mierda” le parecían una tontería al lado de todo aquello.

-Joder, joder, joder…-lloriqueó ella.-Necesitaba ese trabajo…

-No. Tú no necesitabas estar con esa pandilla de subnormales.-le cortó él con contundencia, aunque con la voz suave.-Nadie necesita eso y menos tú.

-No me vengas con lo que me lo vas a pagar tú todo ahora.-dijo ella enfadada apartándose de él bruscamente, aún con los ojos llorosos.

-No te cabrees conmigo ahora, ¿vale? No he dicho nada de eso.-contestó John a la defensiva.-Encontrarás algo mejor…

-Pero…

Chris no acabó de pronunciar la frase que iba a decir y John lanzó un suspiro. Sabía lo que había estado a punto de decir. Y es que, semanas antes, se había enterado casi de casualidad de que el plazo para pagar la matrícula acababa a principios de mayo. Y ellos ya estaban a finales de abril… ¿Qué hacer? Ella era una cabezota y no querría que le pagara nada pero, de repente, una lucecilla se encendió en su mente.

-Pequeña… -empezó a decir acercándose a ella de nuevo.-Sé cómo estás de agobiada por la puta matrícula y tal y que te niegas en redondo a que yo…

-Por supuesto que me niego.-le cortó ella enfurruñada.

-Lo sé…-respondió John pacientemente.-Pero… ¿Por qué no hacemos una cosa? Mira… Yo te presto el dinero y tú pagas la matrícula. Y cuando encuentres trabajo, me lo devuelves. Sólo un préstamo, nada más.

Chris lo miró durante unos segundos, pensativa.

-Venga, joder...-insistió John con una sonrisilla.-No seas así…

-Vale.-contestó la chica.-Trato hecho. Pero sólo si me prometes que me dejarás devolverte hasta el último penique.

-Cabezota…

-¿Lo prometes o no?

-Sí, lo prometo…-rió él.-Pero yo también tengo una condición.

La chica levantó una ceja y se quedó mirándolo extrañada.

-¿Cuál?

-Que no vas a ponerte a trabajar en empleos de mierda como éste.-contestó él resuelto.-Buscarás algo adecuado para ti, que lo puedas combinar fácilmente con tu vida sin atiborrarte de anfetas como estabas haciendo hasta ahora y donde no tengas que soportar gilipolleces como las que he visto ahí adentro. Y que conste que no voy a aceptar ni una sola libra proveniente de empleos basura.

Chris se mantuvo quieta unos instantes, como sopesando lo que le acababa de decir John.

-Vale. No más empleos basura y te devuelvo la pasta.

-Sin prisas, cuando puedas.

-Sin prisas pero te la devuelvo.

-Pues eso.-sonrió John abrazándola.-Vamos a casa… Por cierto, ¿pasas la noche conmigo, peque?

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Penny y Chris estaban tiradas en uno de los sofás del salón de casa de Paul, riendo como tontas después de haber saqueado la nevera en busca de cervezas y fumándose un par de porros. Aunque a primera vista pudiera parecer que no, las dos chicas tenían muchas cosas en común y habían congeniado muy bien desde el primer momento. Sólo la enemistad mutua de Penny y “los chicos” de Chris, como llamaba esta última a John y a su hermano Paul, ensombrecía levemente aquella relación. Y es que no se soportaban entre ellos, en especial Penny y John, que parecían querer asesinarse cuando estaban los dos juntos entre las mismas cuatro paredes.

No obstante, y pese a que Chris pasaba gran parte de su tiempo libre con él, siempre encontraban algún hueco en el que poder quedar sin tener a John por delante, huecos que se habían hecho más frecuentes desde principios de mes, cuando The Beatles se habían encerrado de nuevo en el estudio para preparar lo que según Penny sería “un jodido álbum comercial más sin pies ni cabeza”.

-¿Y todas ésas de ahí afuera qué coño hacen con la que está cayendo?-rió Penny medio borracha y colocada señalando hacia las apple scruffs que hacían guardia en los alrededores de la casa. Estaba lloviendo a mares y algunas de ellas se apelotonaban debajo de algunos paraguas.

-Perder el tiempo y agarrar una gripe de antología…-contestó Chris con una risa tonta a causa del porro.

-Intentarán ligar con tu hermano…-dijo Penny en tono sarcástico y, después, esbozando una sonrisa burlona y mirando a su amiga, añadió:-O quizás intentan ligarse a John…

-Si alguna de esas se acerca a MI JOHN...-respondió Chris sin poder evitar que se le enredara la lengua, cosa que hizo reír a Penny.-Conocerán al ser más hijo de puta que hay en la Tierra, o sea, yo.

Penny soltó otra carcajada.

-Pues yo no sé que le ves a TU JOHN…-masculló ella dejándose caer a su lado.

-Mmmm… Folla bien.-bromeó Chris dándole una nueva calada a su porro.

-¡Joder, qué asco! ¡Sólo de imaginarme a ése sudando como un cerdo encima de ti y me entran arcadas!

-¡Pero si es muy mono!

-Supongo que te refieres a “mono” como a un gorila…

Christine soltó una sonora carcajada a la vez que Penny le daba un sorbo a una cerveza que había en la mesita de delante del sofá.

-Creo que he bebido de tu cerveza.-dijo cuando la dejó de nuevo en su sitio.-La mía era esa que tenía más, pedazo de borracha.

-Soy scouser, niña bien de capital, y nosotros bebemos mucho más que nadie…-rió Christine.-Y tranquila, no pasa nada porque hayas bebido de mi botellín, no tengo ninguna enfermedad contagiosa… Como mucho algún resto de la saliva de John por mi boca y que ha podido quedarse en la botella…

-¡Pero qué asco que das! ¿Quieres que me siente mal la cerveza o qué?

-¡Cuidado! ¡Creo que se te está poniendo el flequillo como a él!-la fastidió Christine sin apenas poderse contener de la risa.

Penny le lanzó un cojinazo directo a la cabeza de su amiga, bien merecido, por cierto, aunque a ella aquello pareció no importarle y continuó riendo como una niña pequeña.

-¿Pero qué pasa aquí?

Las dos chicas dirigieron automáticamente su mirada hacia la puerta del salón, donde Paul y John estaban plantados mirando la escena con una mezcla de sorpresa y diversión. Penny no pudo evitar reprimir una mueca de disgusto pero Chris, por su parte, empezó a reírse aún más.

-¡Johnny! ¡Estábamos hablando de ti!

-¿Ah, sí?

-Si.-rió Christine.-De tu flequillo.

Penny observó con fastidio como John articulaba una sonrisilla pícara y se dirigía hacia ellas.

-¿Sólo de mi flequillo?-preguntó él casi en un susurro agachándose delante de ella.

-No. De otras habilidades tuyas también…-contestó Chris sonriendo pícaramente y plantándole un beso en los labios.

John sonrió y se levantó de nuevo.

-Penny, hazme un sitio al lado de mi chica…-dijo con sorna.

Penny le dedicó una mirada de odio y se levantó de allí casi automáticamente a la vez que John se sentaba allí.

-Yo ya me voy.-dijo ella mirando a Chris, aunque ésta no le hizo ni caso, ocupada como estaba besando a John en aquellos momentos.-Joder, qué asco…

-Comparto tu opinión, Penny. ¡QUE ASCO!-dijo Paul lo suficientemente fuerte para que le oyeran John y Chris.

Por toda respuesta, John le levantó el dedo corazón de su mano derecha sin ni siquiera dejar de besar a la chica. Paul y Penny soltaron un bufido de fastidio casi al unísono y salieron del salón, cerrando la puerta tras de ellos.

-Mejor no ver nada de lo que pasa ahí adentro…-masculló Paul.

Penny le ignoró por completo y continuó caminando en dirección a la puerta de la casa.

-¿Adónde vas?

La pregunta, tonta, sin duda, que le acababa de formular Paul sorprendió a la chica, que se giró hacia él con cara de pocos amigos.

-Pues a mi casa.-respondió con brusquedad.-Mi amiga se va a follar con el idiota de su novio y a mí no me apetece quedarme aquí escuchándolos o charlando con su “queridísimo” hermano.

-¿Has visto cómo llueve?-preguntó Paul señalando hacia la ventana.

-Por supuesto que lo he visto, no estoy ciega.

-Al menos habrás venido en coche…

-La gente normal va a pie o en transporte público a los sitios, McCartney.-le espetó ella.

-La gente normal vive en barrios normales en fincas sin porteros trajeados.-le replicó Paul.

Aquel golpe bajo, aquella insinuación, le sentó a Penny fatal.

-Pillaré un taxi.-dijo al fin abriendo la puerta.

-Suerte en el intento. No suelen pasar mucho por esta calle.-sonrió Paul con malicia.

Penny le dedicó una sonrisa falsa a Paul y salió al exterior justo en el momento, en que, desde el interior del salón, se oyeron las risas de Chris y John.

-¡Joder!-exclamó Paul saliendo detrás de Penny.-Son insoportables… Te acompaño a casa.

Penny se quedó perpleja, mirándole de arriba a abajo sin saber muy bien qué decir.

-¿Qué?-preguntó Paul a la defensiva.-Chris no deja de ser mi hermana pequeña y no soy capaz de oír que John hace eso con ella. Paso de oírles, te acompaño.

-Ni lo sueñes.

-No seas así. Tengo el coche fuera y todo. Y reconoce que a ti también te viene bien. Vas a pillar una pulmonía mientras encuentras un taxi libre.

Penny se lo quedó mirando detenidamente. A decir verdad, Paul tenía toda la razón del mundo en aquellos momentos y tampoco le atraía demasiado la idea de acabar calada hasta los huesos.

-De acuerdo.-cedió finalmente.

Paul le dedicó una sonrisa y los dos salieron en una carrera hacia el Aston Martin del chico, que estaba aparcado justo delante de la puerta. Subieron al coche y, sin decir una palabra, emprendieron la marcha. Se mantuvieron en un incomodísimo silencio durante todo el trayecto, hasta que Paul aparcó justo delante de la puerta de casa de Penny.

-Bien. Me voy.-dijo ella secamente haciendo ademán de salir del coche.

-Por lo menos podrías darme las gracias por haberte traído a casa, ¿no?-preguntó Paul algo molesto, cosa que a Penny la pilló por sorpresa.

La chica se volvió hacia él y lo miró incrédula.

-Vamos a ver, Don Perfecto…-empezó a decir.-Que yo sepa no te he pedido que me lleves, ha sido cosa tuya, así que no creo que tenga absolutamente nada que agradecerte.

Paul le dedicó una dura mirada y Penny abrió la puerta del coche, dispuesta a salir de allí definitivamente. No obstante, justo en el momento en el que se incorporó, Paul la agarró por el brazo de manera brusca. Penny se giró enfadada, dispuesta a decirle cuatro cosas a aquel mamarracho, pero cuando miró a Paul, éste se abalanzó sobre su boca para darle el beso más apasionado que le habían dado nunca.

Al principio, Penny se quedó tan perpleja que no podía ni moverse pero, al cabo de unos segundos, se separó bruscamente de él y le miró con rabia. No obstante, la dura mirada que le dedicó Paul también a ella removió algo en su interior, algo que había tenido oculto hasta ese preciso instante y sintió de repente una fuerza que le impulsaba a lanzarse, ahora ella, de nuevo hacia la boca del chico, besándolo con furia.

Ahora fue Paul el que se separó de ella de repente.

-Subamos a tu casa.-murmuró con voz ronca.

Por toda respuesta, Penny salió del coche rápidamente y se encaminó hacia el interior del edificio, seguida por Paul. Pasaron por el lado del portero sin ni siquiera dirigirle una mirada y subieron al ascensor en silencio, donde los dos quedaron cara a cara, mirándose con deseo y con la respiración agitada, aunque sin tocarse para nada, conteniéndose.

Salieron del ascensor todavía sin mediar palabra y entraron en la casa. Bonnie, su perra, salió a recibirles, pero se apartó inmediatamente cuando los vio entrar a los dos como un torbellino, directos hacia su dormitorio. Nada más entraron, Paul aprisionó a Penny contra la pared y empezó a besarla de nuevo furiosamente, a la vez que empezaba a acariciarla por todo el cuerpo, insistente, haciendo que ella no fuera capaz de reprimir un gemido de placer cuando él hundió su cara en su cuello y empezó a acariciarle los pechos y el vientre a la vez que empezaba a desnudarla allí mismo.

Se desprendieron de toda la ropa que llevaban en cuestión de minutos, sin parar ni de besarse ni de acariciarse el uno al otro con pasión ni un solo segundo, y entonces Paul, la tomó en brazos como a una muñeca, colocando sus piernas alrededor de su cintura, y la condujo hacia la cama. Los dos se dejaron caer allí mismo, él encima de ella.

-Vas a ver ahora quién es este jodido Don Perfecto...-dijo Paul con la voz ronca mirándola a los ojos  antes de lanzarse a besarla de nuevo.

Justo cuando acabó aquel beso, Penny sintió como Paul entraba dentro de ella, decidido pero con delicadeza a la vez, una cosa extraña y que jamás ningún otro hombre había conseguido. Sintió que todo el mundo se desvanecía bajo ellos dos abrumada por aquella inmensa oleada de placer que cada vez iba haciéndose más y más poderosa a la vez que Paul entraba y salía de dentro de ella de manera rítmica. Y entonces, cuando pensaba que ya no era posible alcanzar más placer, tuvo el orgasmo más intenso que había tenido en toda su vida.

Penny sólo pudo agarrarse a su espalda con fuerza y apretarlo más contra su cuerpo, a la vez que él también alcanzaba el clímax y hundía, de nuevo, su cabeza contra su cuello. Se mantuvieron los dos así, quietos y abrazados, en silencio, durante unos minutos que tanto a uno como al otro se les hicieron eternos.

-Joder…

Paul levantó la mirada al escuchar a Penny decir aquello. La chica lo miró a los ojos y sólo entonces fue plenamente consciente de lo que acababa de hacer: se acababa de acostar con una de las personas que peor le caían en el mundo y le pareció que él, en aquellos momentos, estaba pensando exactamente lo mismo.

-Tengo que irme.-dijo Paul a trompicones bajando la vista y quitándose de encima de ella.

-Sí, mejor, es tarde.-fue lo único que fue capaz de articular Penny mientras Paul recogía su ropa del suelo y empezaba a vestirse apresuradamente.

-Bueno…-balbuceó Paul cuando acabó mientras abría la puerta de la habitación.-Adiós.

-Adiós.

Penny se mantuvo en su cama, inmóvil, hasta que oyó como la puerta de casa se cerraba.

-¡Mierda, mierda, mierda!-exclamó apretando su cara contra la almohada.-¡Eres idiota, Penny! ¡IDIOTA!



Hola gente! Qué hay? Pues bueno, yo aquí de nuevo, después de vacaciones y de vuelta al cole total... En fin, un desastre, jejeje. Bien, aquí vuelvo con esta actualización que, como veis, le ha dado un giro bastante grande a todo esto, eh? Espero que os haya gustado, jejeje.  Bueno, agradecer a tod@s los que leeis y comentais, que ya sabéis que para mí es muy importante saber que estáis ahí (siempre digo lo mismo, joder, qué pesada soy, jajaja). Ah! Y una última cosa... He visto ahora que me he metido en el escritorio de Blogger que habeis actualizado algunas (Debbie, va por ti, jejeje), pero que n me había dado ni cuenta... :S Tranquila, mañana mismo te leo y te comento como es debido, porque ahora no tengo tiempo... Tendré que dormir aunque sea... ¡¿4 horas?!  Mierda, voy a tener que pillarle una anfeta a John para aguantar mañana... jajajaja.
En fin, que besos, abrazos y un ramo de flores para cada uno de vosotros. Ya sabeis que esta mamarracha os quiere un montón! Muak!