jueves, 29 de septiembre de 2011

Capítulo 11: Pasos adelante


John cogió aire. Realmente no sabía muy bien por dónde empezar y ahora que ella estaba allí, plantada delante suyo con gesto impaciente, sintió como se le hacía un nudo en la garganta que le impedía casi hablar.

-No tengo toda la noche.-dijo Chris empezando a impacientarse. John la miró. Pese a lo fría que intentaba mostrarse, era evidente que estaba muy nerviosa y se le escapó una sonrisa. Con aquella cara de enfadada le resultaba realmente encantadora.

-¿Has pensado en lo que te dije el sábado?-le preguntó dando un paso hacia el frente.

-Como para no pensarlo...-respondió ella girándole la cara.

John permaneció unos segundos en silencio, observando como ella clavaba su vista en el perrito.

-¿Y?-fue lo único que fue capaz de articular.

-¿Y qué?-Christine continuaba mirando a Monster. Estaba muy seria.-¿Te das cuenta de lo que estás haciendo, John?

-Ya te dije que yo sólo actúo de acuerdo con lo que siento.-respondió él casi en un susurro.

-Tú estás loco.-sentenció ella secamente.

John lanzó un suspiro exasperado. Pese a que estaba empezando a impacientarse, intentó mantener la calma.

-Hagamos una cosa...-dijo al fin acercándose más todavía. Se había situado a escasos centímetros de la chica, podía incluso sentir su respiración agitada. Se mantuvo en silencio unos instantes antes  de continuar, esperando casi que ella diera un paso atrás. No obstante, Christine no hizo movimiento alguno, así que John continuó hablando:-Si tú ahora mismo me dices que no quieres saber nada de mí, me largo por donde he venido y te juro que no te volveré a molestar nunca más.

Christine soltó una pequeña risita entre dientes que a John le sonó un tanto amarga.

-No quiero saber nada de ti, John.-dijo al fin decidida.

-Pero no mires al suelo.-le cortó John. No estaba dispuesto a claudicar tan fácilmente.-Dímelo mirándome a los ojos y entonces me largaré.

-No digas idioteces.-le contestó ella impaciente, pero sin levantar la mirada del suelo.

-No son idioteces.-insistió él.

Chris no contestó, ni tampoco hizo ademán de mirarle. Entonces John, en un gestó rápido y delicado a la vez, la agarró del mentón y la obligó a levantar la cara hacia él. Notó como la chica se estremecía ante su contacto, cosa que le hizo decidirse aún más.

-Hazlo.-le ordenó suavemente.-Venga, Chris. Dime ahora que no quieres saber nada de mí.

La chica endureció su mirada y cogió aire.

-No quiero nada contigo, Lennon.-dijo ella al fin con voz débil.

John no la soltó. Se quedó observando la expresión de su rostro, sus ojos.

-Mientes.-sentenció al fin.

Christine abrió levemente la boca para replicarle, pero John, decidido como estaba, no le dio tiempo y posó sus labios sobre los suyos. La besó suavemente y, antes de que ella pudiera reaccionar, se separó. Miró de nuevo a la chica con una sonrisa dulce en los labios. Christine estaba allí plantada, quieta, aunque con un brillo en sus ojos que no le había visto nunca antes.

-Definitivamente, mentías.-dijo al fin.

Al escuchar estas palabras, Christine por fin pareció reaccionar. Con un gestó suave, nada parecido al empujón que le propinó la primera vez que la besó, se separó de él.

-No miento.-le replicó suavemente.-No quiero nada contigo, John. No puedo.

John suspiró. Sabía perfectamente por dónde iban las cosas.

-Dime una cosa, Chris...-le dijo en un susurro.-Es por Cyn y Julian, ¿me equivoco?

-¿Te parece poco?- le preguntó ella ahora sí clavando sus ojos en los suyos sin ningún pudor.-No pienso meterme y destrozarles, ¿sabes?

-Tú no te has metido en ningún sitio.-respondió John amargamente.-Créeme si te digo que lo mío con Cyn lleva mucho tiempo muerto, así que no te puedes meter en medio de una cosa que no existe, Christie.

-Me da igual, John.-le replicó ella nerviosa.-Tú y yo no podemos tener nada, ¿me oyes? Todo debería volver a ser igual que antes.

John calló y fue él quien clavó ahora la vista en el suelo, huyendo de la mirada acusatoria de Christine.

-No creo que nada pueda ser como antes.-contestó John amargamente y, después, levantando la vista y volviendo a mirarla a los ojos, añadió:-Venga, te acompaño a casa.

-Prefiero ir sola.-dijo Christine empezando a caminar.

-No seas tonta.-le replicó John alcanzándola.-Tengo el coche cerca de tu casa y es tarde. Me quedaré más tranquilo si te acompaño.

Christine le miró, dubitativa.

-Está bien.-dijo al fin mirándole.

Y los dos empezaron a caminar uno al lado del otro en silencio en dirección a la casa de Christine, sumidos, cada uno, en sus propios pensamientos.

********

-¡¿Qué?!-exclamó Ringo cuando Mary le contó lo que había ocurrido el día anterior con Brian.-¡¿Me estás diciendo que el cabrón ése ha tenido los cojones de presentarse delante de ti y de pedirte explicaciones?!

Mary calló. Pese a que esperaba que a Ringo no le sentara bien lo de Brian, no había previsto para nada una reacción como aquella. El chico parecía realmente enfadado, jamás lo había visto así.

-¡Ya te digo yo que el hijo de puta ese me va oír!-dijo descolgando el teléfono del salón de su casa.-¡Me va a oír!

-¡Rich, no!-exclamó Mary cuando empezó a marcar el primer número.-¡No hagas ninguna estupidez!

-¡Las estupideces las hace él! ¿Qué se ha creído la locaza de mierda esa?-gritó él fuera de sí.-¡Ahora que se atenga a las consecuencias!

Mary avanzó unos pasos y, decidida, antes de que Ringo se pudiese dar cuenta, le arrancó el auricular del teléfono de las manos y lo colgó de nuevo con un fuerte golpe.

-¿Por qué has hecho eso?-dijo él contrariado. Parecía bastante enfadado aunque a Mary no le importó en absoluto en aquellos momentos.

-Porque no quiero que montes un espectáculo.-sentenció ella seriamente.-Ahora estás demasiado cabreado como para hablar con él y posiblemente acabes diciéndole cosas de las que luego te arrepientas.

-Te aseguro que no diría nada de lo que me arrepintiera luego...-soltó Ringo con un respingo.-¡Joder qué rabia me da!

Mary sonrió. Pese a lo enfadado que estaba su novio, le hizo gracia verle así de indignado.

-Venga, Ritchie...-le dijo al fin suavemente.-No te precipites. Habla con él si quieres, pero cuando estés más tranquilo.

Ringo sonrió también y se acercó a ella.

-No sé cómo lo haces...-murmuró acariciándole una mejilla.

-¿El qué?-preguntó Mary contenta ya porque parecía que a su novio le había pasado parcialmente el enfado de hacía unos instantes.

-El hacer conmigo lo que quieres...-contestó él sonriendo.-De hecho me convences enseguida de cualquier cosa... Me tienes en tus manos...

-Eso es que tú eres fácil de convencer...-murmuró Mary acariciándole la mano que Ringo tenía en su cara.

-No, te equivocas... En realidad soy un cabezota pero tú tienes un gran poder de convicción. Así que no te quites méritos, princesa...-susurró él antes de darle un beso de lo más dulce.

Estaban así, abrazados y fundidos en aquel beso, cuando una tos por detrás de Mary les interrumpió. La chica, sofocada, se apartó enseguida de él y giró la cabeza, sintiendo como los colores le subían a la cara.

-Hola mamá.-dijo Ringo con una sonrisa, sin inmutarse lo más mínimo. De hecho todavía tenía a Mary abrazada y no parecía tener intención de soltarla.-¿Qué hay, Harry? No os esperaba todavía.

-Al final no hemos ido al cine...-respondió la mujer en tono jovial.

-Ya veo...-dijo Ringo sonriente.-Bueno... Creo que no tendré más remedio que hacer las presentaciones... Mamá, Harry... Esta es Mary.

-Yo soy Elsie, querida.-dijo la madre de Ringo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Encantada.-balbuceó ella todavía roja de vergüenza. Lo último que esperaba en aquellos momentos era conocer a la madre y al padrastro de Ringo.

-Yo también, de verdad.-le respondió Elsie sin perder la sonrisa.-Ritchie no para de hablar de ti a todas horas...

-Mamá, por favor...-murmuró Ringo por detrás.

-¡Pero si es verdad!-exclamó ella divertida.-¿O no, Harry?

-Cierto.-dijo el hombre, que hasta ese momento se había mantenido en un discreto segundo plano.-Por cierto, que encantado de conocerte, Mary.

-Igualmente.-respondió ella intentando esbozar la mejor de sus sonrisas.

-Bueno...-dijo una muy sonriente Elsie.-Voy a preparar algo de comer. ¿Te quedas a cenar, Mary?

Mary se quedó boquiabierta. No esperaba conocer ya a la madre de Ringo ni a Harry, ni mucho menos una invitación para la cena.

-Bueno...-balbuceó la chica articulando una tímida sonrisa.-Mi madre me espera a cenar en casa...

-Oh, venga...-insistió Elsie.-Todavía es pronto y puedes llamarla para avisarle. Además, quería preparar algo especial...

-Mamá, por favor...-dijo Ringo por detrás.-No te pongas pesada...

-Supongo que tu madre tiene razón.-dijo Mary pensándolo mejor. En realidad se sentía a gusto allí y complacer a Elsie no le costaba nada.-Puedo avisar y decir que no me prepare nada.

-¡Perfecto!-exclamó contenta la mujer, empezando a salir ya hacia la cocina.

-Bueno, chicos, yo voy a cambiarme.-dijo a su vez Harry saliendo ya del salón.-Ahora mismo estoy con vosotros.

Mary y Ringo se quedaron solos allí en el salón en cuestión de segundos.

-Gracias.-susurró Ringo a su oído.-La has hecho muy feliz.

Y dicho esto, le dio un delicado beso en los labios.

********

Ese jueves Christine salió más temprano de lo habitual de su casa. Desde su encuentro con John ese lunes apenas había podido dormir pensando, maldiciéndose a sí misma por todo. Por ser tan tonta como para haber caído en las redes de John, por querer estar con él y no poder, por estar en medio de la pobre Cyn y él y por estar poniendo en peligro con sus estúpidas dudas la relación entre su hermano y John, cosa que ponía en peligro hasta al propio grupo.

Era por eso que esa mañana, después de despertarse antes de las seis y no poder volver a conciliar el sueño, se había levantado y se había ido a la parada del autobús una hora antes de lo necesario.

Se sentó en el banco de la parada, solitario a esas horas, rebuscó entre su bolso y sacó un cigarrillo. Al menos, aquello la relajaría un poco.

-Hola.-escuchó que alguien saludaba a su lado al cabo de unos instantes.

Chris se giró y vio a su nueva vecina, la tal Alice, que al parecer esa mañana también había madrugado.

-Hola.-saludó ella también con una leve sonrisa.

-¿Puedo?-preguntó su vecina señalando el banco donde estaba sentada Chris.

-Por supuesto que sí, siéntate, eso ni se pregunta.-rió Christine.

Alice se sentó a su lado.

-¿Fumas?-le preguntó Chris cuando se hubo sentado a su lado, ofreciéndole un cigarrillo de su cajetilla.

-No, pero gracias de todas formas.-contestó Alice amablemente.

-No hay de qué.-sonrió ella. Aquella chica, no sabía por qué, le caía bastante bien.-Veníais de York, dijisteis, ¿no?

-Sí.-confirmó Alice.-Pero nos hemos trasladado aquí por el trabajo de mi padre. Es abogado y le han ofrecido un trabajo mejor aquí.

-¿Y qué te parece Liverpool por ahora?-preguntó Chris después de darle una calada a su cigarrillo.

-Pues la verdad es que todavía no conozco la ciudad muy bien...-respondió la chica encogiéndose de hombros.-No he salido mucho, estábamos muy liados con la mudanza...

-Pues eso habrá que solucionarlo...-sonrió Chris mirándola.-Estás al lado de una liverpudlian de a pro que puede presumir de conocerse la mayoría de recovecos de este sitio.

-¿Hablas en serio?

Alice lucía una curiosa mezcla de sorpresa y alegría.

-Por supuesto que sí.-le respondió Christine sin perder la sonrisa.- Cuando te parezca nos damos una vuelta por la ciudad... Sí te apetece, claro.

-Claro que me apetece.-dijo Alice.-Es más, me encantaría.

-Pues ya sabes...-murmuró ella tirando la colilla de su cigarrillo al suelo.-Por cierto...Si vas hacia la universidad, ya está aquí el autobús.

Las dos chicas se levantaron del banco casi a la vez que el autobús paraba delante de ellas y subieron. El viaje de Christine transcurrió más rápido de lo normal, pues ahora tenía compañía y alguien con quien conversar. Alice le contó que estudiaba filología inglesa, que había empezado, como ella, ese año en la universidad pero que aún no había ido a clase por el tema del traslado. Afortunadamente, su padre les había dicho que se trasladarían a Liverpool antes del verano, por lo que había podido matricularse directamente en la universidad de allí. A Chris le hizo gracia apreciar que la chica estaba tan nerviosa como ella en su primer día de clase.
Bajaron en la parada de la universidad y Christine se prestó a acompañarla hasta la facultad de Filosofía y Letras, donde estaban las clases de Filología. Quedaba justo enfrente de la facultad de Geografía e Historia por lo que Christine se conocía el sitio a la perfección.

-Bueno, pues aquí tienes tu sitio.-le dijo Chris con una sonrisa cuando llegaron a la puerta.-La cafetería está en nuestro edificio, ahí enfrente. Por lo visto, los estudiantes de Geografía o de Historia somos más vagos y maleantes que vosotros, por eso nos ponen el bar allí.

Alice soltó una risita divertida.

-No te rías, es cierto.-bromeó Christine.-Después nos vemos, ¿vale?

Las dos chicas se despidieron y Christine esperó hasta que la chica entró en el edificio. Después consultó su reloj y bufó con fastidio. Faltaba más de una hora para el inicio de su primera clase y, obviamente, por allí no había ninguno de sus compañeros. Iba a aburrirse como una ostra allí sola.

*******

El ruido del teléfono despertó a Paul, que a las ocho y media de la mañana todavía estaba durmiendo plácidamente. Con un gesto enfadado, se puso la almohada encima de la cabeza intentando en vano que el ruido del teléfono no le molestara. Estuvo así varios segundos, esperando a que alguien respondiera o que el que llamaba se cansara y colgara. Pero no ocurrió ninguna de las dos cosas, así que, finalmente, consciente de que no podría volver a dormirse, se levantó.

Bajó las escaleras rápidamente y descolgó el teléfono.

-¿Sí?-todavía estaba medio dormido y se notaba la voz pastosa.

-Hola Paul. Siento haberte despertado.

Paul se quedó en silencio unos segundos. No se esperaba para nada escuchar a Jane a esas horas.

-Hola Jane.-respondió al fin.

-Verás...-empezó a decir la chica, dudando.-Acabo de llegar a Manchester para rodar unas escenas... Creo que deberíamos vernos.

********

Mary esperó pacientemente a que Chris parara de reírse en su cara. La verdad es que era bastante bueno verla reír después de que se hubiera pasado una semana taciturna por el tema de John. No obstante, tampoco le hacía mucha gracia que se estuviera riendo de la situación que ella había vivido ayer en casa de Ringo.

-¡Menuda pillada!-exclamo Chris divertida cuando acabó de reír-Joder... ¿y qué hicisteis?

-Yo si hubiera podido hubiese escondido la cabeza bajo tierra como los avestruces.-rió ella también finalmente.-Pero Rich... Como si nada, ¿sabes? Como si fuera lo más normal del mundo.

-Este Ringo es la leche...-rió Christine.-Dile de mi parte que me voy a hacer fan suya. De las que gritan a su paso y todo.

Mary rió también.

-Y además, por lo que dijo Elsie, se ve que ha estado hablándoles de mí a ella y a Harry a todas horas...-continuó Mary.-Y pensar que mi madre ni siquiera sabe que tengo novio...

-Bah, lo normal creo yo que es lo tuyo, no lo que hace él. -dijo Christine después de darle un sorbo a su café.

Mary iba a decir algo cuando vio que Christine fijaba su vista al frente y levantaba el brazo a modo de saludo. Mary se giró y vio como una chica que no había visto nunca antes en su vida se acercaba hacia ellas.

-¿Quién es?-preguntó.

-¿Te acuerdas que te dije que habían vendido la casa de al lado de la mía?-dijo Chris.-Pues bien, ésta es mi nueva vecina.

-Hola.-saludó la chica cuando llegó delante de su mesa.

-Hola.-le respondió Christine.-¿Qué tal tu primer día?

-Creo que ha habido demasiadas novedades en una sola mañana.-dijo la chica.

-Ya verás como antes de que te des cuenta ya te has acostumbrado a todo esto.-sentenció Chris en tono tranquilizador.-Siéntate y tómate algo, venga. Por cierto, esta es Mary.

La chica nueva se giró hacia Mary con una sonrisa en los labios.

-Hola Mary, encantada. Soy Alice.

-Encantada igualmente.-contestó Mary.-Dice Chris que sois vecinas, ¿no?

-Sí, así es.-confirmó ella.

-¿Y qué tal se porta la fiera esta con el nuevo vecindario?-bromeó Mary mirando deliberadamente a Chris. Quería devolverle el golpe por haberse reído de ella minutos antes.

Su amiga le miró divertida pero no dijo nada.

-La verdad es que bien...-rió Alice.

-Por ahora...-le siguió la broma Christine.-No te fíes de mí... Aunque los Macca tengamos fama de buenos, no somos trigo limpio, créeme.

Alice y Mary soltaron una risa divertida ante el comentario de Chris y al cabo de un rato Alice ya estaba hablando con las dos chicas como si fueran amigas de toda la vida. Por lo visto Alice no tenía ni idea de cómo era la ciudad ya que ni siquiera había tenido tiempo de salir un rato y visitar aunque sólo fueran las cosas más importantes, así que Mary y Chris se ofrecieron a hacerle de guías esa misma tarde y llevarla, según bromeó Christine, a los lugares menos recomendables de la sucia y viciosa Liverpool.

************

Paul estaba saliendo del garaje con el coche de su padre cuando vio a su hermana acercarse por la calle. Venía acompañada de la vecina, Alice, la “chica del baile”. Parecían bastante animadas las dos juntas y eso, al menos, le sirvió a Paul para alegrarle un poco aquella mañana que había sido un verdadero asco.

-¡Ey!-le gritó su hermana cuando le vio salir con el coche.-¿Se puede saber adónde vas?

El chico bajó a tope la ventanilla del coche y las saludo. Se fijó en como Alice bajaba la mirada y se ponía roja como un tomate, cosa que consiguió arrancarle una media sonrisa.

-Voy a Manchester.-dijo respondiendo a la pregunta de Chris.

-¿A Manchester?-se extrañó la chica.-¿Y a qué vas tú allá?

-Voy a ver a Jane, que está allí, trabajando.-contestó él seriamente.-Ya sabes, tenemos que hablar y tal.

Christine se puso seria de repente, aunque enseguida volvió a articular una sonrisa en lo que Paul vio que era un claro intento de darle ánimos.

-Suerte.-le deseó ella finalmente.

-Gracias, enana. Supongo que volveré para cenar, así que nos vemos luego-le contestó él con una sonrisa y, después, mirando a Alice, añadió:-Adiós, Alice.

-Adiós.-respondió Alice levantando, al fin, la vista.

Paul les dedicó una sonrisa a las chicas, puso la primera y salió de allí, camino de Manchester, camino de ver a Jane. Al menos ahora podría enfrentar la realidad y hacer lo que tenía en mente desde hacía varios meses.

*******

-¿Y por qué no puedo ir yo también?-preguntó Ringo poniendo cara de niño malcriado.

-¡Joder, qué pesadito eres!-le respondió Mary entre risas.-Vamos a ver, Ritchie, te lo vuelvo a explicar... Sólo chicas.

-Sé comportarme como una chica, si eso es lo que quieres.-dijo él divertido.-Y si hace falta me pongo una peluca y uno de tus vestidos, así disimulo.

Mary rió.

-Sí, sí, con tu dulce voz femenina seguro que pasas como una más.-dijo Mary todavía entre risas.

-¡Oye!-exclamó él fingiendo indignarse.-¿Se puede saber qué tienes en contra de mi “dulce voz”?

-¿Yo? Nada.-sonrió ella.-Pero reconoce que muy femenina no es.

-Lo sé, lo sé...-dijo él abrazando a su novia.-Tengo una voz tan viril que te enamoré con la primera palabra que te dije...

-Tonto...-rió ella dándole un suave golpe en el pecho.

Ringo le dio un beso en el pelo y la apretó todavía más contra él.

-Venga, va...-dijo al cabo de unos segundos.-Déjame ir...

-No.

-¿Y me vas a dejar aquí tirado toda la tarde?

-Por supuesto.

-¿Triste y solo?

-Te aguantas.

-¿Sin ti?

-Miras mi foto si eso te sirve de consuelo.

-Eres malvada.

-Gracias.

-Vil, cruel... ¡Despiadada!

-Gracias, gracias... ¡Gracias!

Ringo soltó una risita y le dio un beso en los labios.

-Chica mala...¿pero sabes qué? Te quiero.-le susurró.-Pero digo yo que aunque sea sólo una tarde de chicas te puedo acompañar hasta dónde habéis quedado, ¿no?

********

Alice lo había pasado genial esa tarde con Mary y Christine. Le caían bien y se había enterado de muchas cosas sobre ellas. Lo primero, que Mary estaba saliendo con... ¡Ringo! Y es que se había quedado boquiabierta cuando vio la aparecer junto a él. No tenía ni idea de que el batería de The Beatles tuviera novia, ni mucho menos que esa novia fuera ahora a hacerle de guía junto con la hermana de Paul McCartney por Liverpool. La verdad es que se sentía como en una nube... Siempre había fantaseado con conocerlos y, ahora, mira por dónde, los tenía muy, muy cerca.

Si Paul le cayó bien al instante, Ringo también lo hizo. Era un chico muy sencillo y bromista, que se veía muy enamorado de Mary. A decir verdad no estuvo mucho con ellas pues simplemente había ido a acompañar a su novia, pero durante esos breves instantes le causó muy buena impresión.

Después de que Ringo las dejara solas, habían ido a un montón de sitios y aquella ciudad, que algunos en York se la habían calificado como fea, le había sorprendido muy gratamente.
Se habían despedido cerca del muelle tarde, casi a la hora de la cena. Ringo había ido a recoger a Mary y Christine y ella habían vuelto en autobús a Heswall.

Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien y se sentía feliz por ello. Jamás hubiera imaginado que el traslado a Liverpool le trajera tantas cosas buenas.

*******

Paul entró con el coche a Heswall. Era ya de noche aunque tampoco era demasiado tarde, no debía pasar de las ocho y media. Conducía con una extraña sensación en el cuerpo. Y es que, por fin, lo había hecho: Jane y él ya no estaban juntos.

Se habían reunido en el hotel donde estaba Jane y lo habían hablado tranquilamente, sin gritos, sin reproches. Por lo visto, ella también estaba decidida a dejar aquello que lo único que les estaba trayendo a los dos eran discusiones y quebraderos de cabeza.

Después, casi sin poder evitarlo, se habían acostado juntos, por última vez. Paul ni siquiera sabía cómo habían llegado hasta aquello. De repente se había visto desnudo en la cama junto con Jane y tenía la sensación de que ella tenía la misma sensación.

Ese había sido su último momento con Jane, la chica a la que tanto había pensado que quería aunque no fuera cierto, a la que le había dedicado montones de canciones y a la que tantas veces había engañado. Y ahora, en el coche de vuelta a casa, se sentía a la vez liberado y culpable. Liberado porque ya no estaba con alguien a quien no amaba realmente y culpable por pensar en todas las cosas que habían pasado juntos a lo largo de esos años.

Giró a la derecha, entrando por fin en su calle y suspiró aliviado. Por fin estaba en casa... Sólo tenía ganas de tumbarse en la cama, fumarse un porro y dormirse para olvidar aquella tarde.
Estaba así, sumido en sus pensamientos, cuando un camión aparcado delante de una de las casas de la calle llamó su atención. El chico lo miró extrañado. ¿Otra mudanza? Sólo hacía unos pocos días que los Taylor se habían instalado al lado de su casa y ahora, al parecer, otra nueva familia acababa de llegar. ¡Ni pensar que hasta la semana anterior su padre y sus hermanos habían sido los “nuevos” de la calle! Paul sonrió... Al ritmo que iban pronto no quedaría ninguno de los viejos vecinos ricos y cascarrabias que en los primeros meses de vivir allí miraban mal a su padre, a Mike y a Chris por ser gente de “barrio” que no merecía, según ellos, vivir en ese lugar. Mejor, muchísimo mejor.


Hola gente! Qué tal estamos? Yo bien, por aquí me tenéis haciendo el bobo otra vez aunque con el jodido cambio de tiempo este la espalda me está matando.Y contentísima porque nuestro querídisimo gobierno valenciano nos ha comunicado que nos va a bajar el sueldo. Vamos, que con este recorte y el de hace año y medio pues cobraré alrededor de un 20% menos... Sí, nos tenemos que apretar el cinturón para que este lugar en el que vivo salga de la puta crisis, aunque los ricos no lo hagan, pobrecitos míos, no vayan a ver mermadas sus fortunas y no puedan llenar sus piscinas con billetes de 500 euros... Y mientras tengamos circuitos multimillonarios de F1, Ciudades de las Artes y de las Ciencias construidas a base de comisiones ilegales y los madrileños puedan venir a Valencia en hora y media con el tren de alta velocidad... qué más da que se quejen cuatro profes de mierda y cuatro médicos? Si total, son todos unos rojos y "unos gilipollas, que hay que ir a por ellos" (en palabras del Presidente de la Diputación de Valencia Alfonso Rus y no es coña). Qué los niños tienen que estar en aulas prefabricadas durante décadas porque no hay dinero para construirles el cole? Pues no pasa nada. Qué un profe se ponga enfermo y Conselleria tarde en enviar a un sustituto tres meses? No es para tanto, si no aprenden los chavales, que se paguen una academia... Que tenga que esperar cuatro meses para que me hagan unas pruebas médicas? Pues vaya chorrada... Si a nadie le importa la educación y la sanidad mientras vea a Alonso correr por las calles de su querida Valencia, que la vamos a nombrar capital de la Galaxia!
Bueno, después de esta arenga indignada paro ya, que me crezco y me quemo más de lo que estoy... XD Aquí está el 11, que no sé yo si me convence mucho, pero bueno... Más vale esto que una pedrada en el ojo, digo yo... jajajajajajajajajaja
Bueno, que lo de siempre, muchas gracias por leer y un saludillo especial a Paloma, que la pobre está mala en la cama y esto no puede ser... Que por cierto, que ya está en camino cierta persona con su guitarra para hacerte compañía mientras estás ahí convaleciente... Si llaman al timbre abre, que es él, jejeje.
Y yo por ahora, pues nada más. Intentaré subir cuanto antes el 12, que ya os avanzo que viene con nueva incorporación, jejeje.
Saludos (y perdón por el discursillo, pero lo tenía que soltar, jejeje)! 

martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo 10: Vecinos y encuentros inesperados

El domingo había transcurrido tranquilo para Christine, por supuesto, mucho más tranquilo que la noche anterior. Se sentía mejor ahora que Paul no estaba enfadado con ella, aunque todavía continuaba hecha un mar de dudas y se encontraba terriblemente cansada. Pese haberse quedado dormida incluso antes de que Paul se fuera de su habitación la noche anterior, pocas horas después se había despertado y había pasado el resto de la noche en vela, pensando en lo que había ocurrido. Pensando, obviamente, en John.

-Pero finalmente todo fue bien...-le dijo Mary, que acababa de escuchar la historia de la noche anterior en silencio.

Christine miró hacia adelante y clavó su mirada en uno de los cisnes, pensativa. Estaban sentadas en el césped, frente al lago artificial. Habían aprovechado que los chicos habían empezado una ronda de póquer para escabullirse.

-Supongo que sí...-contestó ella finalmente, absorta.

-¿Supones?-se extrañó Mary- Al final hiciste las paces con Paul y por lo que me dijiste el viernes, la reacción de tu hermano era lo que más te preocupaba...

-No sé, Mary...-continuó ella con un hilo de voz.-Las cosas no son tan fáciles como parecen, ¿sabes? Continúa asustándome en cómo puede repercutir esto en la relación entre ellos dos... John es el mejor amigo de Paul, son casi hermanos... Y también está el grupo... No me gustaría que las cosas se estropearan por esto...

-No creo que llegue la sangre al río... No deberías preocuparte tanto por ese aspecto...-intentó tranquilizarla Mary y, al cabo de unos segundos, añadió suspicazmente:-¿O es que te preocupa algo más?

Christine bajó la mirada. Mary iba conociéndola demasiado bien... Por supuesto que había algo más. Suspiró.

-Puede que sí...-contestó sinceramente mientras arrancaba el césped a sus pies.-Mira, Mary, estoy muy liada. De hecho creo que me voy a volver loca...

-No puedes volverte más loca de lo que estás...-bromeó su amiga provocándole una sonrisa.-Si quieres puedes contármelo. No voy a decir nada a nadie, lo sabes. Y puede que decirlo en voz alta te ayude a poner en orden tus ideas.

Christine esperó unos segundos antes de empezar. Realmente no sabía muy bien ni lo qué quería decir...

-Verás...-empezó aún dudando.-John siempre ha sido como de la familia para mí. Desde que conoció a Paul siempre ha estado por casa... Disfrutaba fastidiándome y bromeando conmigo y yo también con él. Y esta vez... No sé, hacía tiempo que no le veía y yo pensé que iba a ser todo igual... Pero ya ves que no... Él ya no ve como antes...

Christine calló sin saber muy bien por dónde continuar.

-¿Y tú Chris? ¿Tú le ves a él como antes?-preguntó Mary suavemente.

La chica suspiró. Su amiga había dado en el clavo.

-No.-respondió al fin casi en un susurro.-No le veo como antes... El beso del viernes y lo de anoche me han hecho replantearme un montón de cosas... Y lo peor es que tengo la sensación de que desde hace mucho me... gusta. Pero créeme que jamás me había percatado de ello.

-¿Y qué piensas hacer?-preguntó Mary confusa ante aquella repentina confesión de su amiga.

-Nada.-contestó ella decidida aunque con un cierto tono de angustia en su voz.-Están Cynthia y Julian de por medio. No pienso destrozar a una familia.

Las chicas permanecieron en silencio después de esto durante unos minutos. Obviamente, no había tampoco nada más que añadir. Las cosas eran como eran y no podían hacer nada por evitarlo.

-¿Y tú?-preguntó Christine al fin mientras sonreía con malicia, intentando cambiar de rumbo la conversación.-¿Cómo has pasado la noche?

Mary se puso roja como un tomate cuando captó la doble intención de la pregunta. Christine soltó una risita.

-Bien, gracias.-contestó.

-¿Pero bien, bien...?-insistió Christine con una sonrisa burlona.

-¡Oye!-rió Mary al fin.-¡Eres una degenerada!

Christine rió.

-No pasó nada de lo que tu sucia mente está imaginando, Christine McCartney.-sentenció Mary. Y después, con una sonrisa tierna, añadió.-La verdad es que Ritchie se portó genial.

-Ay, el amor... –suspiró Christine burlonamente.-¡Qué ojitos pones cuando hablas de tu Ritchie! Ni pensar que estabas ahí dudando como una boba hasta hace unos días...

-Hasta hace unos días no.-le cortó Mary volviéndose ligeramente más seria que antes.-Hasta ayer mismo.

-¿Qué? ¿Y eso? Si él es una maravilla...-dijo ella y, después, ensimismada y sin darse cuenta de que lo pronunciaba en voz alta, añadió:-Ojalá yo tuviera las cosas tan fáciles...

Mary se quedó mirándola fijamente durante unos instantes y entonces Christine fue consciente de lo que había dicho.

-Lo siento...-se disculpó atropelladamente.-No me hagas caso...

-Tranquila.-le dijo Mary con una sonrisa-Tienes razón. Las cosas con él son muy fáciles.... Aunque a veces... No sé, creo que me dejo influenciar demasiado por las opiniones de otra gente.

-¿Qué opiniones?-preguntó Christine extrañada.

-Bueno...-empezó a decir Mary en un susurro.-Anoche Mel me dijo unas cosas... Sé que es una imbécil, pero me hizo calentarme la cabeza demasiado...

-¿Mel te dijo a ti unas cosas? Voy a matar a ese putón...-sentenció Christine.-Y ahora dime... ¿qué coño te dijo la impresentable esa?

********

John miró impaciente su reloj. Ya eran más de las seis de la tarde y seguramente ya habrían llegado todos a sus casas después de la fiesta del día anterior. Si pretendía hacerlo, ese era el momento adecuado: Cyn y su madre habían salido a dar un paseo con Julian y él se había quedado solo en casa. Se angustió nada más pensarlo, pero sabía que debía hablar con él, así que, armándose de valor descolgó el teléfono y marcó el número.

-¿Sí?

-Hola, Mike.-había llamado demasiadas veces a esa casa como para ser capaz de distinguirles a todos la voz por teléfono.-Soy John. ¿Ya ha llegado Paul a casa?

-Ey, John, ¿qué hay?-saludó el chico.-Sí, hace un rato que acaban de llegar Chris y él. Espera, ahora te lo paso.

-De acuerdo.

John escuchó como Mike dejaba el teléfono sobre la mesa y esperó durante unos instantes que se le hicieron interminables y en los que le pasó por la cabeza varias veces colgar el teléfono.

-John.

La voz de Paul así de repente le pilló por sorpresa. A juzgar por su tono, todavía parecía enfadado con él. Y era normal.

-Hola Paul. ¿Qué tal?-saludó él suavemente.

-¿De verdad quieres que te responda a esa pregunta?- le contestó su amigo.-¿Qué quieres?

John suspiró antes de contestar.

-Simplemente creo que deberíamos hablar.

-Y tanto que debemos hablar, John.-le cortó Paul.

-Bien.-respondió él.-Si puedes... Ahora mismo estoy solo en casa. Tardarán un buen rato. Así que si quieres puedes venir y hablamos tranquilamente.

Un silencio se hizo al otro lado de la línea.

-Vale. Estoy ahí en veinte minutos.-dijo al fin Paul secamente y, antes de que a John le diera tiempo a añadir nada más, su amigo le colgó el teléfono bruscamente.

********

-¿Sabes dónde se ha ido Paul con esas prisas?-le preguntó Christine a Mike cuando entró en el salón.

-No sé... –dijo él encogiéndose de hombros.-Supongo que habrá ido con John a hacer algo... Acaba de llamar a casa y me ha preguntado por él, así que... ¿oye, qué te pasa?

Era en momentos como ese por lo que Christine odiaba ser tan expresiva. Jamás había podido evitarlo. Su cara era un fiel reflejo de lo que le pasaba en todo momento.

-Nada, Mike... –mintió ella mientras se sentaba al lado de su hermano en el sofá.-Sólo que tengo un dolor de cabeza terrible...

-A eso se le llama resaca, hermanita.-rió Mike.-Supongo que lo de anoche fue de locos... Y yo que me lo perdí...

-Sí, fue de locos.-contestó Chris sinceramente. Su hermano no sabía la razón que tenía.-Pero tampoco te perdiste nada del otro mundo...

-Y aunque hubiera sido del otro mundo...-sonrió Mike pícaramente.-Me quedo con lo que hice ayer.

Christine levantó una ceja y miró a Mike.

-Escucha...-le dijo.-¿Y eso tan interesante que pasó ayer?

-Digamos que...-Mike hizo una pausa deliberada haciéndose el interesante.

-¿Qué?-le preguntó Christine empezando a impacientarse. Sabía que Mike había parado adrede para pincharla.

-Pues que... ¡tienes una nueva cuñada!

-¡Ey! ¿Ya es oficial?-preguntó Chris con una sonrisa de oreja a oreja.

Mike asintió Se alegraba sinceramente de que Mike y Angie por fin hubiesen decidido dejar de juguetear y dar un paso más allá.

-Sí, completamente.-afirmó Mike.

Chris sonrió. Mike en esos momentos parecía el chico más feliz sobre la faz de la tierra y la verdad es que verle así le hizo olvidar en parte todos los problemas que venían rondándole en los últimos días. Sin pensárselo dos veces, la chica le plantó un beso en la mejilla.

-¿Y esa repentina muestra de afecto?-se extrañó Mike.

Christine rió. Ni Mike ni ella habían sido nunca de esas muestras de cariño y obviamente eso había pillado al chico por sorpresa.

-Nada, idiota.-contestó finalmente ella sonriendo.-Que aunque siempre nos estemos fastidiando, me alegro un montón de verte así de feliz.

********

Paul dejó la moto justo delante de la casa de John, bajó y, con paso firme, se dirigió hacia la puerta. Pese a esa sensación tan parecida a la rabia que sentía en su estómago, tenía ganas de hablar con él y de dejarle claras las cosas, de decirle que no iba a permitir que le destrozara la vida a Christie.

Llamó al timbre con un par de toques insistentes y, casi al instante, un ojeroso y serio John le abrió la puerta. Paul se quedó mirándole. Lucía un aspecto completamente desaliñado con sus gafas, el pelo revuelto y una raída camiseta que parecía tener bastantes años.

-Pasa.-le invitó.

Los dos entraron sin mediar ni una palabra más al salón y Paul se sentó en el mismo sillón que había ocupado un par de días antes, cuando habían tenido aquella accidentada reunión con Brian.

-Mira, Paul...-empezó a decir John clavando la vista en el suelo.-Creo que tenemos que hablar sobre lo que oíste ayer.

Paul se cruzó de brazos y respiró hondo antes de contestar nada. No quería que la situación se le fuera de las manos nada más empezar.

-Sí, yo también creo que debes aclararme un par de cosas.-respondió al fin secamente.

-Verás...-dudó John.-Tampoco creo que haya mucho más que añadir. Supongo que a estas alturas ya sabrás lo que pasó y también escuchaste lo que le dije yo ayer a Christie...

-John.-le cortó Paul con voz grave.-Christie es MI hermana.

-Lo sé.-contestó él mirándole.-Y créeme que justamente por eso no hubiera hecho nada si no estuviera seguro de que...

-¿De qué, eh?-Paul estaba perdiendo el control y sintió que aquel era el momento justo de soltarlo todo.-Es mi hermana. Sé que a ti te da igual todo, pero a mí no. Sabes que Chris es muy importante para mí y me parece muy asqueroso por tu parte que te dediques a... En fin, que no, John. No. Esta vez te vas a encontrar conmigo antes de seguir con tu jueguecito. No es una chica más. No es un polvo más. Es Christie. Y no voy a permitir que juegues con ella ni que la utilices.

-¡Joder, Paul!-exclamó John indignado.-¡No es un juego ni voy a utilizarla! ¿Crees que no me he parado a pensar que Christine es tu hermana? ¿Crees que me hubiera lanzado si no tuviera clarísimo que no es una más?

-¿Cómo?-preguntó Paul contrariado.-¿Pero qué coño me estás contando?

-Lo que oyes. Que tu hermana me gusta. Me gusta muchísimo.

-¿Que mi hermana te gusta?-preguntó Paul casi a gritos levantándose del sillón.-¿Qué mi hermana te gusta, maldito hijo de puta? ¿Y sólo porque “te gusta” estás dispuesto a jugar con ella? ¡Te recuerdo que estás casado y que no puedes hacer lo que te dé la gana! ¿Qué quieres? ¿Que Christine sea tu amante? ¿Quieres que desperdicie todo por ti? ¿Que destroce su vida sólo porque a ti “te gusta”? ¡Serás cabrón! ¡Sólo es una niña!

-No creo que con dieciocho años se le pueda considerar una niña-respondió John intentando parecer sereno, aunque en realidad Paul sabía que de un momento a otro acabaría por estallar él también.-Y sí, joder, estoy casado, pero tú mejor que nadie sabes que mi matrimonio con Cyn es un puto fracaso y que tiene los días contados.

Paul se quedó mirándole fijamente. Notaba como la rabia iba creciendo en su interior, pero no contestó. Simplemente, se limitó a mirar fijamente a John con la mandíbula y los puños apretados, intentando con todas sus fuerzas no perderse por completo. John, pese a que pareció darse cuenta de aquello, se levantó también de su sillón y se colocó a unos escasos centímetros de él.

-No quiero jugar con ella, Paul. No quiero.-le dijo en tono conciliador.

-Déjala en paz-le cortó Paul.-Ella no quiere nada contigo.

 -Eso debería decirlo Christine, ¿no crees?.-le contestó John casi en el acto.-Si quieres que te diga la verdad, no creo que debas inmiscuirte en esto, sino que deberías dejarla decidir a ella. Al fin y al cabo, es su vida.

 Paul tardó unos instantes en asimilar aquellas palabras.

-Escúchame bien, John, porque no te lo voy a repetir ni una vez más...-dijo finalmente bajando la voz pero en tono amenazante.-Si le haces daño... Si la veo derramar una sola lágrima por tu culpa... Te mato. Y no bromeo.

*******

Era lunes por la tarde y Christine estaba en el salón, pasando a limpio los apuntes de ese día. En realidad nunca solía hacer eso. Siempre, quedaran como quedaran, los dejaba así. Al fin y al cabo eran para su uso personal y si ella entendía su letra igual daba que estuvieran más ordenados o menos. Pero ese día había sido distinto. Tenía tantas cosas en la cabeza que apenas había prestado atención a las clases y los apuntes que había tomado eran una auténtica porquería. Era por eso por lo que, cuando Mary vio lo que había hecho en clase, le prestó amablemente los suyos para que los copiara esa tarde.  Y la verdad es que tenía que reconocer que el trabajo le estaba sentando bastante bien. Al menos, mientras estaba haciendo eso no pensaba en todo el jaleo que tenía montado alrededor suyo.

Estaba así, concentrada como nunca, cuando su padre entró en el salón.

-¿Lo has visto, hija?-preguntó el hombre que, cuando la vio escribir con tanto ahínco, se apresuró a disculparse.-Lo siento, no sabía que estabas trabajando.

-No pasa nada, papá. Sólo estaba pasando unos apuntes.-contestó ella mirándole con una sonrisa.-¿Qué es lo que tenía que ver?

-Tenemos vecinos nuevos.-contestó Jim.-Por lo visto los Burrow han vendido la casa y ahora mismo acaban de llegar los nuevos inquilinos.

-¿Ah, sí?-preguntó Christine levantándose de la silla. Sentía curiosidad por saber quiénes eran los que iban a ocupar la casa de al lado de la suya.- Voy fuera a ver...

-Te acompaño.-le dijo su padre.-Además, creo que será una buena idea ir y presentarse.

Christine lo miró un poco contrariada. Ella sólo había sugerido ir a cotillear, no a presentarse. Aquellas situaciones la incomodaban un poco, pero bueno, al fin y al cabo su padre tenía razón y era sólo una cuestión de mera educación.

-Vale, vamos.-aceptó al fin empezando a salir del comedor.

Padre e hija salieron de la casa y, desde su jardín, observaron como un camión de mudanzas y un gran Ford de color rojo estaban aparcados frente a la casa de al lado. Dos fornidos empleados de la empresa de mudanzas entraban los muebles al interior de la casa. Por su parte, una mujer y una chica joven, aproximadamente de la edad Chris, estaban sacando cajas de dentro del maletero del coche.

-Bueno, vamos allá.-dijo Jim empezando a andar, seguido por Christine, hacia la casa de al lado.

-Hola, buenas tardes.-saludó el hombre una vez se hubo colocado casi detrás del Ford rojo. La mujer y la chica continuaban allí, ahora sacando entre las dos, no sin serias dificultades, una caja que parecía bastante pesada.

Las dos se giraron al escuchar el saludo de Jim.

-Buenas tardes.-dijo la mujer sonriente después de que dejaran la caja en el suelo.

-Bienvenidas al vecindario.-sonrió el padre de Chris.-Soy el vecino de al lado, Jim McCartney. Y esta es mi hija, Christine.

Christine simplemente se dedicó a poner una de sus mejores sonrisas y miró a la chica. No se le había escapado su ligero cambio de expresión cuando escuchó a su padre pronunciar su apellido. Supuso que sabría ya que estaba ante el padre y la hermana de Paul ya que los Burrows, los antiguos propietarios, seguro que les habían informado sobre quiénes iban a ser sus vecinos.

-Encantada.-dijo la mujer.-Yo soy Tracy Taylor y mi hija, Alice. Venimos de York. Mi marido, Phil, ha ido a arreglar unas cosas en el ayuntamiento... Ya sabe, cosas del empadronamiento.

-Encantado igualmente.-le contestó el hombre.-Puedo ayudarlas a entrar alguna de esas cajas si quiere...

-Oh, de verdad, se lo agradezco mucho, pero pesan demasiado...-dijo Tracy sonriendo.-Había pensado en dejarlas aquí y entrarlas cuando mi marido vuelva...

Todavía no había acabado la frase cuando el coche de Mike aparcó justo detrás del camión de la mudanza. Christine lo miró. Paul y él habían salido unas horas antes, a un ensayo del grupo de Mike, y habían llegado justo a tiempo. La chica sonrió para sus adentros al pensar en la reacción de la nueva vecina cuando viera bajar a su hermano de allí.

-Mire... Ahí llegan mis hijos, los dos mayores.-dijo Jim mirando también hacia el coche a la vez que Paul y Mike bajaban.

-Hola.-saludaron casi a la vez los dos hermanos mientras se acercaban hacia donde estaban ellos.

Christine miró de reojo a la chica, que permanecía muda mirando como  se acercaban los dos chicos hacia allí. Parecía bastante sorprendida por la aparición de Paul, pero no parecía ninguna fan histérica, cosa que hizo que la mirara con simpatía.

-¿Nuevos vecinos?-dijo Mike acercándose.-Me llamo Mike, encantado.

-Sí, son los Taylor. Tracy y su hija, Alice.-le respondió Jim.-Phil, el marido, todavía no ha venido.

-Encantado.-dijo Paul poniendo una de sus sonrisas típicas de embaucador mientras le tendía la mano primero a Tracy y después a Alice, que no pudo evitar ponerse roja como un tomate.- Yo soy Paul.

-Encantada.-balbuceó la chica.

-Les estaba diciendo que si querían ayuda para entrar las cajas esas...-dijo Jim jovialmente.

-Por supuesto que sí.-respondió Mike con una sonrisa.-Esto lo metemos en la casa Paul y yo en un minuto, ¿verdad?

-Claro que sí.-contestó Paul.-¿Son estas cajas de aquí?

-Oh, no, de verdad...-dijo Tracy.-No es necesario que hagáis eso... Pesan mucho y...

-Insisto.-respondió Paul.-Sólo son un par de cajas y a mi hermano y a mí no nos cuesta nada.

Christine miró a Paul y sonrió. James Paul McCartney, el encantador de madres, hijas y demás féminas.

-De acuerdo...-aceptó finalmente la mujer.-Pero luego aceptaréis que os invite a algo.

*********

Mary se despidió de su madre y salió de casa. Los folios estaban a punto de acabársele y necesitaba más. Además, aprovecharía la salida para ir a ver la camada de perritos que la perrita de su tía, una caniche blanca muy graciosa, acababa de tener.

Todavía no había salido de su calle cuando un coche negro se paró justo a su lado.

-¿Eres Mary?-preguntó un hombre desde el interior del vehículo asomándose por la ventanilla.

Mary dudó unos instantes antes de contestar. No le gustaba mucho aquella situación aunque, sin embargo, el hombre que le estaba hablando le resultaba muy familiar. Estaba segura de que lo había visto anteriormente.

-¿Quién lo pregunta?-dijo al fin ella intentando parecer decidida.

-Soy Brian. Brian Epstein.-contestó él.-¿Tienes un momento? Me gustaría hablar contigo.

Mary ahora lo reconoció en el acto. Le resultaba hasta un poco tonto no haberlo conocido a la primera.

-Sí, por supuesto.-contestó ella cortésmente, aunque sintió como se le hacía un nudo en el estómago.

-Está bien.-dijo él.-Sube al coche. Si quieres te acerco a donde vayas y de paso aprovechamos para hablar.

Mary asintió y subió al coche. ¿Qué más podía hacer? Se sentó en el asiento del copiloto y después de decirle a Brian adónde iba, el hombre puso de nuevo en marcha el coche.

-Verás, Mary...-empezó Brian.-No sé lo que te habrán contado los chicos de mí, pero no soy un ogro.

Mary calló. Le costaba creerle después de saber algunas de las cosas que le había contado Ringo.

-Yo sólo velo por ellos, ¿sabes?-continuó.-Y aunque pueda parecer pedante por mi parte reconocerlo, créeme, si no fuera porque yo estoy detrás de ellos controlándoles no serían lo que son hoy en día... Lo hubieran tirado todo por la borda, ¿entiendes a lo que me refiero?

Por toda respuesta, Mary asintió.

-Sé lo que hay entre Ringo y tú.-Brian estaba concentrado en su monólogo, con la vista fija en la carretera, no miraba a Mary para nada.-He intentado hablar con él, supongo que te lo habrá contado, pero es imposible, así que por eso estoy aquí. Mira... Me gustaría preguntarte algo... ¿tú estás segura de lo que haces? Me refiero a que si eres consciente de lo que supone tener una relación con él y si estás dispuesta a aguantar ciertas cosas y llegar hasta el final.

Mary se quedó mirándole durante unos instantes. En un primer momento pensaba que había ido allí para decirle que se alejara de Ringo y no para preguntarle aquello.

-Por supuesto que estoy segura.-contestó finalmente.-Le quiero. Y sí que estoy dispuesta a todo lo que dices.

Brian pareció meditar la respuesta durante unos instantes y, después, sonrió.

-Está bien.-respondió al cabo de unos segundos.-No debería hacerlo, pero te creo. Así que adelante... Pero quiero que tengas clara una cosa: no voy a permitir que para nada vuestra relación entorpezca lo más mínimo la carrera de los chicos, ¿de acuerdo?

-Hemos llegado.-dijo Mary secamente. Aquella última frase no le había hecho nada de gracia.

Brian detuvo el coche justo delante de la casa de su tía y Mary bajó del coche sin decir una palabra más.

-Escucha, Mary...-dijo Brian desde la ventanilla arrancando el motor nuevamente.-Disculpa las formas con las que te lo he dicho, pero te ruego que me entiendas. Nos vemos.

*********

Paul estaba tumbado sobre su cama leyendo, con las ventanas de la habitación abiertas de par en par para quitar el olor del porro que se acababa de fumar, cuando empezó a sonar Help!. El chico sonrió, dejó el libro sobre la mesita de noche y se acercó a la ventana. En efecto, la música la había puesto la vecina de al lado, la chica nueva, Alice, que al parecer tenía la ventana de su habitación justo enfrente de la suya.

Paul se apoyó en la ventana y se quedó mirando como la chica bailoteaba en su habitación sin que ella se diera cuenta. En una situación normal, jamás se hubiera puesto a husmear por la ventana de una manera tan exagerada, pero con el colocón que llevaba le parecía lo más normal del mundo. Estaba allí, absorto y concentrado en la música y en el baile de la chica, repitiendo mentalmente las notas que él tocaba con el bajo en esa canción, cuando Alice se giró y le vio. Paró de bailar inmediatamente y, roja como un tomate, apagó enseguida el tocadiscos.

Paul soltó una risita.

-No hace falta que lo quites.-dijo suavemente. La chica también tenía las ventanas abiertas, así que estaba seguro de que lo había escuchado perfectamente.-En realidad grabamos los discos para eso, para que la gente se entretenga...

Alice se asomó también por su ventana.

-Siento haberte molestado, de verdad.-fue lo único que dijo. Todavía le duraba el rubor de la cara.

-¿Y quién te ha dicho que me hayas molestado?-preguntó él divertido.-De hecho hasta me ha gustado saber que nos escuchas... ¿Te gusta el disco?

-La verdad es que sí, mucho.-respondió ella sonriente.-Y con la película me reí muchísimo.

-¿La has visto?-se sorprendió Paul.-Nosotros también lo pasamos genial haciéndola... Fue una locura...

-Me lo imagino.-respondió la chica divertida. Al parecer ya estaba perdiendo la vergüenza inicial.

-¿Y qué canción te gusta más?-preguntó Paul. Hasta él mismo se estaba dando cuenta de lo cotilla que parecía en aquellos instantes, pero le daba igual, le apetecía conocer los gustos de la nueva vecina.

-¿De Help!?-preguntó ella.

-Sí.

-Pues...-Paul observó como los colores volvían a subir a su cara.-Yesterday...

-Eso lo dices para hacerme la pelota...-bromeó él.

-No, en serio, es verdad.-se apresuró a responder ella.-Creo que es una canción muy bonita... Y la letra que tiene es preciosa...

-Recuérdame que un día te la cante con la letra original que le puse... No creo que te parezca tan preciosa...-rió Paul.- Bueno, Alice...Creo que me voy a dormir... Estoy un bastante co...mareado.-se corrigió en el último momento el chico. Había estado a punto de reconocer ante ella que estaba colocado.

-Buenas noches.-dijo ella con una sonrisa.

-Buenas noches.-respondió él.-Nos vemos.

Y dicho esto, Paul cerró las ventanas, se dejó caer pesadamente en la cama y en menos de cinco minutos ya estaba durmiendo como un tronco.

*******

Eran casi las once de la noche y Christine estaba paseando a Monster por las calles cercanas a la suya. Le gustaba aquel momento. Siempre aprovechaba para fumarse un cigarrillo antes de acostarse, cosa que no podía hacer en casa sin que su padre se enterara, y pensar en sus cosas. Y aquel día, como todos desde el viernes pasado, tenía mucho en lo que pensar.

Iba absorta en sus pensamientos, dejándose llevar hacia donde Monster le tiraba, cuando notó unos pasos por detrás.

-Buenas noches, Chris.

Christine se giró y se encontró de cara con John. Sintió como le daba un vuelco el estómago, pero intentó disimular a toda costa.

-¿Qué haces aquí?-preguntó finalmente en tono cortante.

-Sé que siempre te encargas tú de pasear a Monster.-contestó él.- Si te soy sincero estaba aparcado cerca de tu casa desde hace más de una hora, esperándote. Quería verte.

-Pues yo no quiero verte a ti, Lennon.-le contestó ella bruscamente.-Así que ya puedes largarte por dónde has venido.

-No tan rápido.-dijo él acercándose.-Creo que tú y yo tenemos que aclarar unas cuantas cosas. Así que por lo menos escúchame y luego sé sincera conmigo, ¿de acuerdo?

Christine le miró a los ojos y no pudo decirle que no. Es más, sintió como si se hubiera quedado clavada en el sitio donde estaba, sin poder moverse. Sabía que se iba a arrepentir de eso toda su vida, pero, finalmente, decidió claudicar.

-Está bien.-respondió serenamente.-Te escucho.



Hola! Ya llegué por fin con el capi number ten! jejeje. Me dio bastantes quebraderos de cabeza pero ya está, aquí lo tenéis.
Señora Alice-Kira, espero que tu aparición por la puerta grande te haya gustado, jajaja. En fin, que yo me despido y me voy a dormir porque en... cinco horas?! (jodeeeerrrrrr...) me levanto, jajaja. 
Gracias a todas por leer y por estar ahí. Que sois muy muy muy grandes, leñe!
Saludos y hasta el número 11!