martes, 27 de noviembre de 2012

Capítulo 67: El sueño de la razón produce monstruos

John y Chris entraron en la finca riendo como dos niños pequeños. Era normal, la borrachera de la boda aún estaba en su máximo esplendor y a los dos les había dado por reírse de la más mínima cosa. Además, el haber decidido subir por las escaleras en lugar de por el ascensor, no ayudaba demasiado. Y es que, los tropezones por las escaleras, tanto de uno como del otro, y las carcajadas que se pegaban con ellos, hacían que los dos estuvieran armando poco menos que un escándalo.

-¡Su puta madre!-exclamó John entre carcajadas.-¿Quién ha sido el desgraciado que ha cambiado los escalones de sitio?

-Shhhhh...-le mandó callar Chris también entre risas.-Como nos salga tu vecina "cara-de-perro" verás...

-¿Quién? ¿Esa aspirante a aristócrata que parece que esté permanentemente oliendo mierda por la cara que pone?-gritó él.

Chris no pudo reprimir una risotada con aquella pregunta de John. En realidad, tenía toda la razón del mundo, aunque jamás lo hubieran gritado de esa manera por la escalera. Sin parar de reír ni un solo momento, se las ingeniaron para meter la llave dentro del cerrojo de su casa y entraron casi a trompicones.

-Te voy a comer entera, pequeña.-le dijo John de repente aprisionándola contra la pared del recibidor.

Chris sonrió pícaramente y cerró la puerta de casa con una patada. Después, rodeó el cuello de John con sus brazos y le dio un apasionado beso en los labios.

-Eso será si no te como yo a ti antes, guapo.-le susurró alejándose apenas unos milímetros de su boca.

-Mmmmm... Creo que me gusta la idea...-dijo él hundiendo su cabeza en su cuello y empezando a besuquearla.-Comámonos mutuamente...

La chica soltó un suspiro de puro placer. La enloquecía que le besara el cuello de esa manera y era plenamente consciente de que él lo sabía. Cuando la escuchó, John se separó de ella y la miró con cara de niño malo antes de tomarla de mano y guiarla hacia la habitación sin mediar ni una sola palabra.

Apenas hubieron entrado, los dos se abalanzaron uno encima del otro para besarse de nuevo, con tantas ganas como si fuera la última vez en la vida que iban a hacerlo. Chris estaba tan perdida en los labios de John que ni siquiera fue consciente de que él, sin ni siquiera dejar de besarla ni un sólo segundo, había abierto el primer cajón de la mesita de noche y había agarrado algo de dentro. Sólo cuando se separaron para tomar aire, la chica se fijó en lo que tenía en la mano. Sonrió cuando reconoció las tabletas de LSD: el hacer el amor completamente idos por el ácido se había convertido en una de las aficiones favoritas de John, que parecía empeñado en hacer del ácido un estilo de vida.

-¿Te apetece?-le preguntó él mostrándoselas.

Ella sólo se limitó a esbozar una sonrisilla un poco dubitativa. Lo cierto era que no estaba demasiado convencida, no al menos por esa noche. Le apetecía estar con John, pero aunque supiera que hacerlo puestos era toda una experiencia, no le apetecía estar después unas once horas más sin poder pegar ojo hasta que no se desvanecieran los efectos de la droga.

-Venga, pequeña...-insistió él pegándose a ella fuertemente.-Mañana es lunes y no tienes que entregar columna, ¿qué problema hay?

-No sé...

-Te prometo que mañana nos pasaremos todo el puñetero día durmiendo en la cama.-sonrió él antes de darle un beso en el pelo.-Te quiero.

-Y yo a ti.-susurró ella dejándose abrazar, sintiéndose más y más relajada por segundos. Era perfectamente consciente de que aquel efecto balsámico y de confianza ciega que ejercía John en ella en momentos como ése era muy peligroso, pero no le apetecía ponerle fin a aquel sentimiento de bienestar, así que decidió ceder una vez más ante él.-Si me prometes eso de que mañana vamos a recuperar las horas de sueño que perdamos hoy, de acuerdo. Hagámoslo.

John sólo se limitó a sonreír mientras se ponía la tableta en la boca para a continuación, ponérsela a ella. Después, sin ni siquiera esperarse a que le diera tiempo a tragarla, volvió a sellar sus labios con un beso.

-Será maravillosos, ya lo verás.-susurró.

Sin decir nada más, ambos se echaron sobre la cama, acariciándose sin cesar, sintiendo como perdían el control poco a poco, pero sin ninguna prisa. Al fin y al cabo iban a tener toda la noche para ellos solos, no hacía falta correr...


Y de repente, ocurrió. Justo cuando los primeros efectos de la droga debían empezar a surtir, Chris sintió como un malestar general la invadía. No, no era un malestar físico; de hecho, distaba mucho de serlo. Era más bien una sensación extraña, algo que hacía que se sintiera rara, como si no fuera ella misma. Y tan distinta era a la Christine de hacía unos minutos que ni siquiera los besos y las caricias de John la reconfortaban.

-¿Qué pasa?-preguntó de repente John separándose de ella casi con brusquedad.

Chris lo miró sintiendo como los ojos estaban a punto de saltarle de las órbitas: tenía las pupilas tan dilatadas que hasta le dolían. Fue entonces cuando John pareció darse cuenta de lo que le estaba pasando y reaccionó.

-Oh, no, joder...-susurró asustado.-¿Qué te pasa, Chris?

Ella sólo pudo negar con la cabeza, impotente. Aquello de no poder expresar con palabras aquella maraña de confusión que tenía adentro la desesperaba y entonces, irremediablemente, se puso a llorar como una niña pequeña.

-¡Christie! ¡Christine!-la llamó John empezando a ponerse nervioso.-¿Qué pasa?

Chris no contestó y continuó hecha un ovillo en la cama mientras lloraba de pura desesperación. Se sentía como si de repente alguien hubiera destapado dentro de ella su caja de Pandora particular y hubiera liberado todos sus monstruos interiores: miedos, recuerdos de malos momentos, paranoias... Todo se agitaba en su interior como un cóctel letal que amenazaba con hacerle perder la razón.

-Oh, mierda, mierda...-susurró John a su lado abrazándola con fuerza.-Venga, tranquila, no pasa nada. Estoy aquí contigo, ¿me oyes?

La chica asintió levemente y apretó su cabeza contra el pecho de él, intentando todas aquellas malas sensaciones se desvanecieran con aquel gesto que siempre la ayudaba. Pero no. Aquella vez no fue así. El abrazo de John apenas sirvió de nada y cuando levantó nuevamente la cabeza para mirarlo, entonces, ocurrió otra cosa aún peor: todo alrededor de ellos dos estaba cambiando de forma pero distaban mucho de ser las formas fascinantes que había visto en sus anteriores viajes. No. Aquella vez, todo estaba adoptando formas amenazantes, angulosas, oscuras y desconocidas; formas que la asustaban tanto o más como las sensaciones que en aquellos momentos la corroían por dentro. Asustada, volvió a hundir su cabeza en el pecho de John intentando ahogar un gritito asustado.

-¿Has visto algo?-quiso saber él con suavidad.

-Es horroroso.-contestó ella débilmente. Era la primera vez que hablaba y su propia voz le había sonado tremendamente distorsionada.

-Tranquila.-susurró él.-Estás teniendo un mal viaje. Recuerda que nada es verdad.

-Pero lo parece... Haz que pare, por favor, haz que pare...

-Venga, vamos a meternos en la cama, ¿de acuerdo? Voy a estar aquí todo el tiempo y todo va a salir bien, ¿vale? Intenta relajarte...

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John se las apañó como pudo para meter a la chica en la cama y taparla teniendo en cuenta que ella se negaba a separarse de él ni un solo segundo. Ninguno de los dos había tenido nunca un mal viaje y aquello era sin lugar a dudas algo tan horroroso como extraño. Y es que, mientras él estaba experimentando las sensaciones de siempre, ella parecía estar viviendo el peor de los infiernos posibles.

-Venga, cierra los ojos un rato, te irá bien.-le ordenó con suavidad mientras se echaba a su lado.

La chica le obedeció, sumisa, y pareció tranquilizarse momentáneamente. Volvió a abrazarla con toda la suavidad posible, consciente de que la más mínima brusquedad podría volver a sumirla en aquel estado de casi histeria en el que había estado hasta hacía nada, y permaneció así durante, en silencio, durante unos minutos, aunque tal vez fueran segundos, u horas. La verdad era que estaba demasiado colocado como para poder controlar el tiempo.

-Háblame.

La voz débil de Chris a su lado lo pilló por sorpresa. La miró y comprobó que tenía los ojos abiertos. Seguía con las pupilas inmensamente dilatadas y estaba blanca como la cera, pero parecía algo más serena.

-¿Te encuentras bien?-fue lo primero que se le ocurrió preguntar.

-No, pero creo que sobreviviré.-respondió ella esbozando una sonrisa forzada, que pareció más bien una mueca de dolor que otra cosa.

-¿Te acuerdas de cuando estuvimos en Alemania?-preguntó John esbozando una sonrisa tranquilizadora. Si tan sólo aquel recuerdo conseguía reconfortarla la mitad de lo que lo reconfortaba a él, entonces lo daría por bien empleado.

-¿Cuándo la peli?

-Mejor dicho cuando nuestro aniversario.-le corrigió él pasándole la mano por el pelo.

Christina asintió.

-Fue fantástico, ¿verdad?

-Sí...-convino ella.-Me gustaría repetirlo.

-Lo haremos. Una escapada los dos solos, ¿de acuerdo?

-Sí, sería perf...

Pero Chris no pudo acabar de pronunciar esa frase porque un temblor repentino se adueñó de ella. John la miró de nuevo, con gesto grave, y le puso la mano en la frente. Tenía un poco de fiebre.

-Tranquila, pequeña, tranquila...-susurró antes de darle un beso en el pelo.-Pronto pasará. Te lo prometo.

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Mary abrió los ojos de repente y sonrió. Miró a su alrededor. Todo parecía tan igual que el día anterior pero  a la vez tan diferente... Las cortinas se habían quedado sin echar la noche anterior y gracias a eso podía ver la leve luz de la mañana que se colaba en la habitación. Era una luz mortecina a causa de los nubarrones que se dibujaban en el cielo y una leve llovizna, plomiza, caía sobre la hierba de Sunny Heights. Y pese al mal tiempo, a Mary le pareció que aquella era la mañana más bonita que había visto en toda su vida.

Después, se dio la vuelta y miró a Ringo, que dormía como un bebé a su lado. Con mucho cuidado de no despertarle, le dio un suave beso en la mejilla antes de levantarse y de dirigirse hacia el cuarto de baño. Lo único que podía mejorar aún más si cabía aquel día que acababa de empezar sería pasarse un buen rato metida en la bañera, relajándose y asimilando que aquella nube en la que estaba viviendo era, nada más ni nada menos, que la más pura realidad.

Apenas llevaba unos cinco minutos metida en la bañera, la puerta del baño se abrió. La chica se volvió, sonriente, hacia Ringo, que acababa de entrar con una cara de sueño digna de una buena risotada.

-Buenos días, princesa.-la saludó él sonriendo.-Me has dado un buen susto nada más me he despertado, ¿sabes?

-¿Y eso?-preguntó ella frunciendo el ceño.

-Pues que cuando me he levantado y no te he visto, he pensado que ya me habías dejado.-bromeó él.-Ya imaginaba los titulares: "La esposa de Ringo Starr pide el divorcio al día de casarse".

Mary soltó una carcajada a la vez que le salpicaba con agua.

-¡Eres un idiota!-exclamó divertida.

-Idiota no, miedoso.-rió él también mientras se secaba el agua que ella le había tirado en la cara con la mano.

El chico agarró el taburete del baño y lo colocó al lado de la bañera.

-¿Y bien?-preguntó mientras se sentaba en él.-¿Ya tienes las maletas a punto?

-Las tenemos hechas desde hace dos días, bobo.-rió ella.-¿A qué hora salimos? ¿O ni eso me puedes decir?

Ringo soltó una risita entre dientes y fingió ponerse serio a la vez que se ponía el dedo en la barbilla.

-No sé... ¿Puedo decírtelo ya?-preguntó divertido.

-Pues tú verás... Digo yo que nos tendremos que preparar y todo eso, ¿no?

-Bueno, el avión sale dentro de cinco horas, así que tenemos tiempo.

-¿¡Cinco horas!?-exclamó ella.-Pero...

-¿Pero qué? Lo tenemos todo a punto, sólo hace falta pillar las cosas y estar en el aeropuerto una hora antes.-contestó él con parsimonia.

-Yo de ti lo digo cinco minutos antes de salir de aquí...

-Pues no creas que no lo había pensado...-rió Ringo.-Venga, tranquila, aún tenemos un montón de tiempo por delante.

-¿Y adónde vamos?-preguntó ella impaciente.-¿O eso aún no me lo puedes decir?

-No, no puedo.-contestó Ringo esbozando una sonrisilla traviesa.-Ya te enterarás cuando estemos en el aeropuerto y porque no hay más remedio...

-Oh, venga, dímelo...-insistió ella.-Si total ya no queda nada, ¿qué te cuesta decírmelo?

-No.-contestó él con contundencia.-Te dije que sería una sorpresa y así será.

-Venga, Ritchie... Dímelo...

-No, no, no, princesa. Paciencia y ya lo verás...

Y dicho esto le plantó un beso en los labios antes de levantarse y salir de allí silbando una cancioncilla, risueño. Mary no le perdió de vista hasta que cerró de nuevo la puerta del baño tras de sí, pensando en que el haber aceptado la idea de que el viaje de novios fuera una sorpresa quizá no había sido tan buena. Y es que, pese a que le encantaba aquel juego, la incertidumbre de adónde irían dentro de tan pocas horas, amenazaba con matarla de la intriga.

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-Jamás había experimentado nada así. De verdad que no creía que una persona pudiera llegar a sentirse tan mal como yo me he sentido esta noche...

John simplemente se limitó a lanzar un suspiro y a tenderle la taza de té que le acababa de preparar. Hacía poco menos de una hora que los dos estaban lúcidos de nuevo pero al contrario que otras muchas veces, no se habían dormido después de estar una noche de viaje. Tenían demasiadas cosas de las que hablar en aquellos momentos como para dormirse.

-He pasado mucho miedo.-continuó ella antes de perder su mirada en el fondo de la taza.

-Pero ya todo ha pasado.-convino John sentándose a su lado.-Lo siento. No debí haberte insistido para que te lo tomaras...

-Me lo tomé porque quise, tú no tienes la culpa. Y esto era un riesgo que sabíamos desde siempre. La posibilidad de un mal viaje siempre ha estado ahí, ¿no?

-Sí.-suspiró él.-Eso siempre está ahí y le puede ocurrir a cualquiera...

-Aunque nunca en mi vida hubiera pensado que me podía pasar a mí.-susurró ella apoyando la cabeza sobre su hombro.-De todas formas, no quiero que eso suceda de nuevo. Ha sido la peor experiencia de mi vida.

John se quedó en silencio unos segundos, sopesando el verdadero significado de las palabras de Chris. ¿Qué estaba intentando decirle? ¿Acaso no pensaba volver a consumir ácido? ¿O simplemente había sido un comentario casual?

-Estábamos demasiado borrachos, quizá la mezcla con el alcohol y demás fue mala... No hicimos bien las cosas.-susurró él.-No debimos ponernos en esas condiciones, lo reconozco.

La chica sólo suspiró y le dio un suave beso en la mejilla.

-Tengo sueño, Johnny.-dijo.-Creo que me voy a dormir... Lo necesito.

John se quedó mirándola durante unos segundos, intentando averiguar a qué había venido aquella manera de terminar la conversación tan de repente.

-Sí, tienes razón. Te hace falta descansar.-dijo al fin dibujando una media sonrisa y pasándole la mano por la cara.-Yo también voy; aunque no esté tan hecho polvo como tú, también me vendrá bien.

-Vale.-sonrió ella.-Vamos a dormir, guapo.

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-¡Bélgica!-exclamó Mary cuando Ringo le tendió el pasaje de avión hacia Bruselas.

-Sí.-sonrió él.-Una vez me dijiste que siempre te había gustado ese país. Tranquilo y bonito, ¿no?

-¡Sí!-respondió ella loca de alegría.-¡Me encanta! ¡Y no me lo esperaba!

-Esa era la idea.-contestó Ringo agarrando su maleta de mano y poniéndose en marcha para entrar en el avión.-Y ahora, princesa, espero que sepas hablar francés porque si tengo que hablar yo, la llevamos clara.

-Ni sé ni me interesa.-rió ella.

-¡Pues mira qué bien!-exclamó él en tono divertido.-A ver si nos toca comunicarnos por señas...

-Pues por señas.-rió ella.-Lo importante es que veré Brujas y...

-Y magos por la noche si me dejas...

-¡Ritchie!

El chico soltó una risotada a la vez que ella le daba una sonora palmada en el brazo.

-Muy bien, princesa pegona...-bromeó él antes de darle un sonoro beso en la mejilla.-Acaban de abrir las puertas... Así que vámonos, creo que tenemos un avión por tomar.

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Era domingo de nuevo y hacía justo una semana de la boda y del mal viaje que había vivido, aunque ella ya apenas se acordara de ello. Había pasado una semana demasiado ajetreada como para hacerlo: el sacar adelante las dos columnas de opinión semanales que hacía para el periódico le había costado especialmente porque no había ocurrido prácticamente nada de interés y había hecho, además, un vano intento por volver a las clases, aunque el jueves ya había desistido nuevamente y había dejado de ir, cada vez más convencida de que aquello definitivamente no era lo suyo. Por su parte, Mary no había parado de llamar para contarle qué tal le estaba yendo su viaje por Bélgica. Al parecer, lo estaban pasando en grande y la verdad era que se alegraba enormemente. Se lo merecía. Un poco de descanso después de todo el ajetreo que habían llevado encima les vendría genial, tanto a ella como a Ringo.

Y así, sin apenas darse cuenta, había llegado de nuevo el fin de semana. John, como siempre, había traído a Julian con ellos, al que la semana anterior no habían tenido, y con eso, a ella ya le había bastado para desconectarse de todo. Disfrutaba con el niño y se había encariñado con él muchísimo.

-¿Quieres una más?-preguntó divertida blandiendo delante del niño la bolsa de golosinas que tenía en la mano.

-¡Sí!-contestó Julian agarrando metiendo su manita dentro de la bolsa y agarrando un Jelly Baby.-No quiero negro, el rojo.

-Pues el negro para mí.-contestó ella agarrándole el caramelo de la mano. Después, metió la mano en la bolsa, rebuscó entre el montón de chucherías un Jelly Baby de fresa y se lo tendió a Julian.-Ahí tienes el rojo.

Julian, satisfecho, se metió el caramelo en la boca y lo mascó con fuerza. Chris no pudo evitar soltar una risita cuando lo vio. Era demasiado gracioso como para no hacerlo.

-Hola chicos.-saludó de repente John que acababa de entrar en el comedor.

-Chica y chico, gran observador.-bromeó Christine sacándole la lengua.-¿Qué? ¿Ya has sacado todo lo que tenías que sacar de ese ataque de inspiración?

John esbozó una sonrisa y se sentó a su lado en el sofá, entre Julian y ella.

-Algo he hecho, sí...-contestó.-¿Y vosotros? ¿Habéis sobrevivido sin mí?

-Sí, pero no te hemos dejado ni un Jelly Baby.-bromeó ella.

-¿Quién lo ha dicho? Dentro de esa bolsa seguro que queda alguno para mí...

Chris inspeccionó la bolsa y sacó un caramelito de color rojo brillante de dentro.

-Éste es el último y... Es rojo, así que tiene dueño...

-¿Es para mí?-preguntó John riendo.

-¡No!-se quejó Julian por detrás de su padre a la vez que Chris le daba el caramelo a él.

-¿Y para mí qué?- preguntó John fingiendo enfadarse delante de Julian.-¿No me vas a dar ni uno?

-No.-contestó Jules con determinación a la vez que negaba con la cabeza.-No te doy.

Aquello derivó en una pequeña batalla campal en la que John agarró a Julian  como un saco y empezó a hacerle cosquillas. Las risas del niño resonaban por toda la casa mientras ella miraba a padre e hijo en aquel juego improvisado. La verdad era que muy pocas veces los había visto así y aquello la ponía feliz. Quizá la sensación que había llegado a tener de que ella disfrutaba más con Jules que su propio padre se fuera desvaneciendo poco a poco...

De repente, el sonido de la música de cabecera de los informativos de la televisión, que había permanecido en marcha hasta aquel momento, los pilló por sorpresa a los tres.

-Las siete.-dijo John poniendo a Julian sobre el sofá de nuevo.-Hora de marcharse, campeón.

John se puso en pie y agarró a Julian en brazos para llevarlo a su habitación. Chris lo siguió y les ayudó a preparar la mochila con las cosas del niño. Después, le dio un beso a Julian y se despidió de él hasta la semana siguiente. Esperó a que John y él salieran del piso antes de meterse en la cocina. Ahora venía otra odisea: el pensar qué puñetas iba a preparar para cenar. Después de inspeccionar la nevera, decidió preparar algo de pasta.

Justo cuando estaba acabando de servir los platos, escuchó como John entraba de nuevo en casa.

-Qué bien huele...-dijo apoyándose en el marco de la puerta.-Debe estar buenísimo.

-¿Ya has venido?

-No, soy un espejismo.

-Tonto...-rió ella.-Venga, ayúdame a sacar esto a la mesa, monstruo.

Los dos empezaron a cenar mientras hablaban de sus cosas, como hacían siempre. Un poco de cosas serias, algunas bromas y demás. De hecho, la cena estaba transcurriendo con total normalidad hasta que John dijo de repente de manera casual:

-Oye, Chris... He estado pensando en lo que te pasó la semana pasada con el ácido...

La chica, que en aquellos momentos estaba bebiendo, tuvo que hacer un esfuerzo monumental para no atragantarse con el agua.

-¿Y qué?-quiso saber ella dejando el vaso con cuidado sobre la mesa.

-Sé que fue muy traumático para ti.

-Y tanto que lo fue.-dijo ella en tono sombrío.-¿Qué pasa con eso?

-Había pensado que a lo mejor te apetecía volver a iniciarte en esto del ácido...-empezó a decir él. Chris le lanzó una mirada, interrogante, cosa que le animó a continuar:-Quiero decir, hacer las cosas bien hechas, como tapar el mal viaje que tuviste con otro bueno...

-Un momento, John.-le cortó ella.-¿Me estás proponiendo que nos pongamos de nuevo con LSD?

-En realidad sí.-contestó él esbozando una sonrisilla inocente.-Pero no a ponernos como lo hemos estado haciendo hasta ahora, versión "me apetece y me meto una tableta así por las buenas". Me refiero a hacerlo bien, como dicen que debe ser: crear ambiente, estar relajados... Y cuando nos sintamos lo suficientemente preparados y no antes, tomarnos el ácido. Seguro que así tienes un buen viaje.

Chris lo miró de nuevo y sopesó la posibilidad que le estaba ofreciendo John. La verdad era que había disfrutado muchísmo con el LSD hasta aquel momento y mentiría si dijera que no le apetecía experimentar de nuevo los efectos del ácido. De hecho, se moría por tener aquel buen viaje del que hablaba John.

-Me parece una idea genial.-sonrió ella finalmente.-Ojalá ese jodido mal viaje quede en el rincón del olvido...

-Y lo hará, pequeña, lo hará.

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Sentirse más relajada era imposible. Música suave a un volumen muy bajo, inciensos, poca iluminación y John a su lado canturreando canciones en voz baja mientras le acariciaba el pelo. Si el paraíso existía aquello debía ser lo más parecido a ello que podía haber sobre la faz de la tierra.

-Hay que ver como quiero a mi pequeña...-le susurró de repente John en el oído.

Chris se volvió y le selló los labios con el beso más dulce que fue capaz de dar. Después, se separó lentamente de él y lo miró con profundidad. John sonrió y se llevó la mano al bolsillo del pantalón, donde guardaba el ácido para esa sesión. Ella no pudo menos que sentir un vértigo alucinante sólo con comprobar que él había entendido a la perfección lo que le había querido decir sin ni siquiera haber tenido la necesidad de haber usado ninguna palabra.

-¿Estás lista?-preguntó susurrando, como había hecho antes.

-A tu lado, siempre.-respondió ella también en voz baja, aunque con una determinación que no dejaba lugar a dudas.

John esbozó una sonrisa, le acarició la cara y le tendió la tableta de LSD. Entonces, se miraron nuevamente y, casi a la vez, los dos se metieron el ácido en la boca. Chris cerró los ojos, relajada, y volvió a recostarse encima de John, esperando pacientemente a que la droga empezara a actuar sobre ellos. Y entonces, justo en el momento en el que notó que John empezaba a relajarse más y más detrás suyo, ella volvió a sentir aquella angustia interior, aquel miedo irracional, aquella tensión que le provocaba casi un dolor físico y, sin poderlo remediar, se puso a llorar de nuevo desconsoladamente. Y es que, aunque se negara a aceptarlo en su fuero interno, era evidente que Christine iba a tener un viaje igual o peor que el de hacía una semana...

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Charlotte Martin miró por la ventanilla del taxi, sonriente como nunca antes en su vida lo había estado. Pese a que era de noche cerrada y estaba lloviendo sentía como aquella ciudad se estaba apoderando de ella, como la estaba enganchando poco a poco, desde los barrios de la periferia hasta los edificios majestuosos del centro, por donde ahora pululaba el taxi por las calles vacías. Estaba segura de que el trabajo que le habían ofrecido en Londres iría sobre ruedas; no en vano era la capital de la moda en esos instantes, desde donde estaban saliendo la mayoría de tendencias, el centro neurálgico de Europa. Y claro, claro que había aceptado dejar su cómodo París por todo aquello, por todas esas oportunidades que le brindaba aquella nueva ciudad donde iba a pasarse unos cuantos meses. No obstante, había algo más. Algo más que la había venido obsesionando y atormentando desde aquella noche de junio en Alemania... Algo que hasta a ella misma le daba vergüenza admitir, pero que estaba ahí, muy, muy presente.

-Señorita, hemos llegado.-masculló el taxista sacándola de repente de su ensoñación.

Charlotte chapurreó una serie de palabras que casi rozaban la incongruencia y le pagó lo que le debía. Después, bajó junto con el taxista a recoger sus cosas del maletero.

-Quizá debería llamar al botones del hotel para que le ayude con tanta maleta.-le sugirió el hombre.-¿Va a quedarse por una buena temporada aquí?

-Sí.-respondió ella intentando disimular su acento francés, que todavía era demasiado exagerado para su gusto.-Voy a trabajar aquí durante una temporada, como modelo.

-No me extraña.-dijo el hombre lanzándole una mirada que casi la traspasó.

Charlotte le lanzó una mirada que reflejaba su suma indiferencia hacia él y volvió la mirada hacia la entrada del hotel, desde donde en esos momentos, un chico joven uniformado estaba saliendo apresurado. Tal y como había supuesto, el chico se hizo cargo enseguida de su equipaje y subió de nuevo, cargado como él sólo las escaleras de acceso a la recepción.

-Bien, muchacha.-le sonrió el taxista a la vez que mostraba una dentadura amarillenta por el alcohol y el tabaco.-Espero que te vaya muy bien aquí en Londres y que te quedes por mucho, mucho tiempo.

-Eso espero.

El taxista le lanzó una última mirada lasciva y se metió de nuevo en su taxi. Charlotte sonrió para sí misma. Ojalá aquel apestoso no se equivocara y pudiera pasar mucho, mucho tiempo en Londres, sobre todo, si las cosas salían como ella quería...

Unos pasos apresurados la hicieron volver de nuevo a la realidad y Charlotte comprobó, molesta, como el botones de hacía unos segundos había regresado hasta donde estaba ella para recoger las últimas dos maletas que había traído.

-Oye, chico.-le dijo de repente acercándose a él.

El chaval, que no debía tener más de dieciséis años, se la quedó mirando, rojo como un tomate, atónito porque le estuviera hablando.

-¿Sí, señorita?-balbuceó finalmente.

-¿Sabes si  Abbey Road queda muy lejos?-preguntó con desdén.

El chico pareció pensárselo durante unos segundos, pero pronto contestó:

-Bueno, quedan lejos de aquí para ir a pie, pero con un taxi no se tarda demasiado.

Y sin ni siquiera darle las gracias, Charlotte se dio la vuelta, sonriendo de nuevo, y se metió en el hotel. Bien. Por lo menos no estaba demasiado lejos del único hombre con el que no se había podido hacer en mucho tiempo... Todo por culpa de esa niñata que decía ser su novia... Quizá ahora tuviera una segunda oportunidad y pudiera hacer, ahora sí, que George Harrison se fijara en ella.





Et voilà! Ya que estamos hablando de franceses, no? Jajajaja. Regresé! Aquí estoy yo con nuevo capi y todo eso. Siento que sea un poco más cortito que los demás y que no hayan aparecido todos, pero es que me tenía que ceñir a lo que he contado porque esto va a ser un punto importante a tener en cuenta a partir de ahora. Bueno, lo de Charlotte Martin, para quien no se acuerde de ella (aunque las harrisonianas ya la habrán ubicado pronto... :/ ) es la señora modelo que se tiró cual loba encima del bueno de George en Alemania y que Gwen, muy hábilmente, le quitó de encima en el capi de "Mach Schau!" que publiqué hará unos dos mil años, por junio o así... Pero la señora vuelve, vuelve a dar por saco, como se dice, jajajaja. Aquí a las pobres chicas estas, cuando no son japonesas, son francesas, y cuando no son francesas, son liliputienses... Jajajajajajajajajajaja.


Ah! Y antes de nada más, pues daros una breve explicación del título del capi (y a quién le importa esto? jajaja)... Como ya os habréis dado cuenta, soy un desastre poniendo títulos a los capítulos y siempre es lo último que hago, lo pongo justo justo antes de publicar y ale. No obstante, con éste, desde que lo concebí, tenía claro que iba a titularse así. Justo después de anotarme todas las ideas en papel, abrí un libro de historia y me topé con uno de los grabados del genio Goya que más me ha impactado siempre y que se titula así precisamente, "El sueño de la razón produce monstruos", de su serie de los Caprichos. Le di las gracias al Francisco por haberme inspirado de esa manera con su grabado y ale, título puesto. Obvio que Goya no estaba pensando en viajes con ácido cuando hizo el grabado ni nada de eso, pero me pareció un título muy adecuado, jajaja.


Y en fin, como siempre agradeceros, mucho, mucho, mucho, a tod@s l@s que leéis y, sobre todo, comentáis porque de verdad que me alegráis el día. Siento no estar al día yo con mis comentarios (Debbie, esto va por ti, aunque sabes que te leo -te debo cien mil comentarios por lo menos- :S ), de verdad que sí, pero bueno... Lo haré, lo haré! Y a mis comentaristas de mi alma: María, Citla, Jane Allen, Viridiana y mi Anónimo (oye, pues tienes razón, es mi blog, es mi música, jajaja), un súper besazo y recordadme que os debo una ronda de cervezas o lo que sea, jajaja. Por cierto, me alegro de que rierais con lo de la boda; yo me lo pasé genial escribiéndolo también y que bueno, que la música del blog no os haya hecho sangrar los oídos ni nada por el estilo XD

Saludos y besazos!



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 66: La boda


Cuando Chris abrió los ojos y vio la hora que era en el reloj despertador que descansaba sobre la mesita de noche, se le quitó todo el sueño de repente. Casi de un salto, se volvió hacia John, que dormía como un tronco a su lado mientras soltaba ligeros ronquiditos con la boca semiabierta, y empezó a zarandearlo con brusquedad para despertarlo.

-¡Johnny, Johnny... JOHN!-casi gritó ella.

No obstante, la única respuesta que obtuvo de él fue una retahíla de cosas ininteligibles a la vez que se volvía de espaldas a ella con la clara intención de seguir durmiendo. Chris soltó un bufido molesta. En ocasiones como aquella, odiaba que a John le costara tantísimo levantarse por las mañanas.

-¡Despierta, joder! ¡Es tardísimo!

Nada.

-¡John Winston Lennon!

Con tan sólo escuchar aquello, John se volvió de nuevo hacia ella y entreabrió los ojos.

-No se te ocurra volver a llamarme así.-masculló él de mala gana.

Christine soltó una risita divertida ante el inexplicable odio que John le tenía a su segundo nombre.

-Arriba, Winston.-bromeó mientras le sacaba la lengua divertida.

-Christine McCartney, no te lo volveré a repetir más: no-me-llames-Winston.

La chica levantó las manos en un gesto de inocencia y, a continuación, se acercó hacia él para plantarle un suave beso en los labios. Sin duda, aquella era la mejor manera de que a John se le pasara aquel pequeño cabreo por lo de su segundo nombre.

-¿Y a qué viene tanta prisa?-preguntó él sonriendo cuando ella se separó.

-Tenemos una boda, ¿te acuerdas?-replicó ella con ironía.-Dos de nuestros dos mejores amigos se casan.

-¿Boda? ¿Qué boda?-bromeó John.-No recuerdo que nadie haya mencionado nada acerca de una... Ni siquiera Ringo o Mary...

Chris soltó una carcajada. John tenía razón. Lo cierto es que aquellas dos últimas semanas habían sido caóticas y tanto a uno como al otro les había tocado aguantar a dos novios casamenteros al borde de un ataque de nervios.

-Venga, levanta. Nos tenemos que arreglar aún y como lleguemos tarde nos matan.

-¿Y no nos podemos quedar un ratito más aquí los dos?-preguntó John poniendo cara de niño bueno.

-Mejor dejemos ese ratito para la noche, monstruo.-respondió ella a la vez que se ponía en pie.-Porque como no lleguemos a casa de Ringo a la hora exacta, tu amigo te castra. Y entonces sí que no podremos tener jamás ratitos como ése...

John lanzó una sonora risotada y se levantó de la cama también. Christine, por su parte, ya había empezado a vestirse.

-Podrías ir así...-dijo John pícaramente cuando la vio en ropa interior.

-Y tú podrías afeitarte ese bigote.-replicó en broma.

John se llevó la mano a la cara y se pasó los dedos por el bigote que desde hacía poco había empezado a lucir, tanto él como el resto del grupo.

-En realidad sé que te encanta, pequeña.-sonrió.-Así que no disimules y admite que te pone.

Ella soltó una risita sin más. En realidad John tenía razón. Le gustaba como le quedaba aunque constantemente se estuviera quejando por el mero placer de fastidiarlo.

-Vístete de una vez y déjate de cuentos.-contestó al cabo de unos segundos.

Encogiéndose de hombros, John se dirigió hacia el armario con deliberada lentitud. Ella sonrió mientras lo miraba. Sabía que estaba yendo a cámara lenta sólo para hacerla rabiar, así que decidió no darle el gusto y no meterle prisa. A fin de cuentas, por muy lento que fuera, ella iba a tardar más que él mientras se arreglaba el pelo y se maquillaba. Ya le llegaría a él el turno de despacientarse mientras esperaba a que ella saliera del baño...

**********************************

Mary estaba que se subía por las paredes. Jamás había pensado que aquel día llegaría tan pronto y tenía la sensación de que se había dejado un montón de cosas importantes por hacer y por prever. Por eso, mientras su madre se apresuraba a enfundarla dentro de su traje de novia acompañada por sus amigas de Liverpool no pudo evitar ponerse a llorar como una niña pequeña.

-Oh, cariño, ¿qué te pasa?-preguntó su madre cuando se percató de que su hija estaba lanzando sollozos ahogados.

-No... lo... sé.-intentó decir ella mientras hipaba a causa de los lloros.

-Seguro que son los nervios.-afirmó su amiga Lily.

-Es que... No sé...-lloriqueó ella de nuevo.

-Claro que sí, es el agobio.-sonrió Cam a la vez que su gemela, Bridget, asentía con la cabeza.

-Tú sólo relájate y verás como todo sale genial.-añadió Rachel.

-Tus amigas tienen razón.-convino su madre, acomodándole el pelo.-Y venga, no llores, es el día de tu boda y debes estar radiante.

-No lo haré.

Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió provocando que todas las que estaban allí dieran un pequeño brinco sobresaltadas. Mary intentó esbozar una media sonrisa al ver que eran Chris y Gwen que al parecer acababan de llegar a Sunny Heights, pero no lo consiguió.

-¡Hola!-saludaron las dos casi al unísono.

No obstante, cuando sus dos amigas se percataron de que estaba llorando, borraron de sus caras aquella expresión risueña con la que acababan de entrar, confusas.

-¡Mary!-exclamó Gwen.

-¿Pero qué te...?

Christine no pudo acabar de formular la pregunta porque alguien le interrumpió desde fuera.

-¿Puedo ver a la novia? ¿Puedo? ¿Puedo?

A Mary no le costó para nada reconocer la voz de John al otro lado de la puerta, aunque en aquellos momentos estuviera fingiendo ser un niño ansioso.

-Fuera de aquí.-se limitó a decir Chris secamente.

-Tu Christie manda mucho, ¿no?-dijo también desde fuera la voz de George.

Y antes incluso de que Gwen o la propia Chris pudieran replicarles algo, los dos asomaron la cabeza por la puerta con cara de no haber roto nunca un plato.

-¿Pero se puede saber qué es lo que hacéis?-casi gritó Chris cuando los vio, a la vez que empujaba a John hacia afuera.

-¡Estáis como una cabra!-dijo Gwen.-Imaginaos que se hubiera estado cambiando o algo por el estilo.

-Oh, mejor.-contestó John esbozando una sonrisilla pícara que le valió un sonoro manotazo de Chris en su brazo.

Mary no pudo evitar dejar escapar una risita pese a que aún seguía llorando. Además, tampoco se le escapó que todas sus amigas habían enmudecido de repente cuando dos de los otros Beatles a los que no conocían habían irrumpido en la habitación como si aquello fuera lo más normal del mundo. Era una reacción completamente normal. Parecía mentira, pero aún se acordaba de la impresión que se llevó ella misma cuando los vio en persona por primera vez y comprobó que eran tipos de carne y hueso, completamente normales.

-Tranquilas, chicas, no pasa nada. Nosotros no somos el novio y por tanto nada nos impide que veamos a la novia antes de la ceremonia.-dijo George con una sonrisilla y, después, volviéndose hacia Mary, añadió:-Por cierto, estás guapís... ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

-Seguro que es por veros a vosotros dos aquí, pedazo de...-dijo Gwen medio en serio medio en broma uniéndose a los empujones que Chris estaba dando para sacarlos de allí.

-Oh, Mary, querida... Sé que Rich es un poco feo y todo eso, pero tampoco es para que te pongas a llorar.-añadió John poniendo una de sus muecas.-Siempre puedes ponerle una bolsa en la cabeza, así que no te entristezcas, chica.

Aquello definitivamente hizo que Mary olvidara sus vacilaciones y soltara una carcajada. Y es que lo que estaba sucediendo allí en la habitación era digno de un cuadro: su madre y sus amigas se habían quedado como estatuas de sal mirando a George y a John, mientras que Chris y Gwen luchaban por sacar casi a rastras a los dos chicos.

-Lloraría de tristeza si me casara contigo, Lennon.-bromeó al fin limpiándose las lágrimas de su rostro con la palma de la mano.-Y ahora, vosotros dos, fuera. Aquí sólo se deja pasar a chicas.

-¿Nos echas?-fingió escandalizarse George.

-Sí.-contestó ella riendo.-Os echo.

-Pues vaya... En fin, John, larguémonos, que molestamos.

John le respondió encogiéndose de hombros y los dos salieron de allí sin más ante las carcajadas de Mary, que había pasado de llorar a reírse en cuestión de segundos. Cosas de la histeria, seguro.

-Qué dos...-murmuró Chris cuando los chicos cerraron las puertas tras de sí.

-Déjalos.-contestó Mary.-He de reconocer que sus payasadas me han venido bien.

-De payasos son un rato largo.-sonrió Gwen quien después, mirándola, añadió:-¡Oh, de verdad que estás guapísima!

-Sin duda ese vestido estaba hecho para ti.-añadió Chris.-Por cierto, hola a todas.

Las demás contestaron con un hola generalizado hacia las dos recién llegadas.

-Chicas, ellas son Chris y Gwen. Mamá, tú ya las conoces. Y ellas son Lily, Bridget, Cam y Rachel.-las presentó Mary.-Y ahora, si no os importa, por favor... ¡ayudadme a acabarme de arreglar!

************************************

Ringo volvió a mirarse en el espejo una vez más y se volvió a acomodar la corbata por enésima vez desde que se la había puesto.

-Joder, qué pesado, Starkey...-se quejó George, que estaba sentado junto con John encima de la cama mientras miraban como su amigo se acicalaba.-De tanto moverla, al fina vas a deshacer el puñetero nudo.

-Cállate, Hari.-le mandó callar él sin dejar de mirarse al espejo.-¿Creéis que mi bigote está bien así o debería recortármelo un poco?

-Si yo estuviera en tu lugar, me recortaría la cabeza y me pondría otra más bonita.-bromeó John.

-Muy gracioso, Lennon.-masculló Ringo.-Habló el más guapo del lugar.

-¿Acaso lo dudabas?

Ringo puso los ojos en blanco exasperado. John nunca iba a cambiar, ni siquiera a sabiendas de que él estaba al borde de un ataque a causa de los nervios del momento.

Justo en ese momento, unos golpes en la puerta, insistentes, les interrumpieron. Ringo miró hacia allí y soltó un bufido. Seguramente sería su madre, que iría a comprobar si todo estaba correcto o si necesitaba ayuda. No obstante, su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró allí plantado al hijo pequeño de su prima, un chavalín de unos siete años del que apenas podía recordar su nombre.

-Hola, tío Richard.-dijo el niño.-Me han dado esto para ti.

El niño le tendió un papelito doblado minuciosamente.

-¿Quién te lo ha dado?

-Mary.

-Ah, gracias.-masculló él mirando el papelito con intriga mientras el niño se alejaba de allí dando alegres brinquitos.

-¿Qué es?-quiso saber George.

-Una nota. De Mary.

-Ah...

Desplegó la nota con manos temblorosas, haciendo un monumental esfuerzo por no romper el papel, y una vez la tuvo delante, leyó aquellas líneas.


"Ringo:
Lo siento mucho, pero no puedo hacerlo. Me he dado cuenta de que no te quiero, no eres el tipo de hombre que busco en mi vida. Espero que algún día puedas perdonarme.
Sinceramente, Mary."

-¿Pero qué...?-empezó a balbucear él.

Sólo cuando John y George empezaron a reírse detrás de él a carcajada limpia, fue plenamente consciente de que había caído en una broma de mal gusto gastada por aquellos dos tipos a los que llamaba "amigos".

-¡Malditos cabrones hijos de puta!-exclamó sin saber muy bien si enfadarse con ellos o reírse al saber que aquello sólo era una broma.-¿Quién de los dos ha tenido la genial idea?

-Digamos que la cosa ha sido de autoría compartida...-contestó George aún haciendo esfuerzos por contener la risa.

-Y tu primito también ha colaborado con nosotros...-añadió John.-Dale a un chaval un par de libras y mentiría hasta a su propia madre.

-Iros a la mierda. No ha tenido gracia.

-A juzgar por tu sonrisita, mientes.-le replicó John.

-Te juro que no estoy mintiendo. Os debo una putada y de las gordas.-sentenció él mientras arrugaba el papel dentro de su mano.-Por cierto... ¿Y Paul?

-¿Paul? Estará arreglándose.-contestó George encogiéndose de hombros.-Ése necesita más tiempo que tu novia para estar a punto.

Ringo soltó una risita y volvió a dirigirse hacia el espejo.

-Como llegue tarde, lo mato.-comentó de manera casual mientras, una vez más, volvía a acomodarse la corbata.-Ya podéis ir pensando en otro bajista que le sustituya...

**********************************

Después de sortear los flashes de las cámaras de los fotógrafos que se arremonilaban alrededor de la propiedad de Ringo y de hacerse el sordo deliberadamente cuando un par de periodistas le preguntaron dónde estaba su novia, Paul entró por fin en Sunny Heights. Aparcó su Aston Martin entre la multitud de coches que ya había allí y bajó del vehículo con una sonrisilla triunfal. No tenía ni idea de por qué, pero se sentía extremadamente bien consigo mismo. Después, se recolocó la chaqueta del traje y miró de nuevo su reloj de pulsera. Llegaba tremendamente pero le daba igual. Además, cuando vio el Rolls de John y el coche de George, se autoconvenció de que Ringo no se lo tendría en cuenta. A fin de cuentas, ya estaba con aquellos dos.

Después de encenderse un cigarrillo, Paul empezó a caminar por el sendero que conducía hasta el interior de la casa, mirándolo todo con atención. La verdad era que se habían esmerado muchísimo a la hora de decorar aquello: no había estridencias, pero se notaba que allí iba a acontecer un acto muy especial. Debería felicitar a Mary por aquello cuando tuviera ocasión.

De camino hacia la casa, Paul se cruzó con varios conocidos a los que saludó con una sonrisa amable. Otros, seguramente familiares y amigos de Mary que no lo habían en su vida, se lo quedaban mirando con curiosidad, aunque eso a él, de tan acostumbrado como lo estaba ya, no le importaba en absoluto. Y entonces, cuando ya había llegado al porche de la casa, la vio. Lo primero que le llamó la atención de aquella chica fue el asombroso parecido con alguien que había compartido su vida durante bastante tiempo. Pelirroja y con cara de niña buena, aunque considerablemente más bajita, parecía una copia de su ex, Jane. Lo segundo que le hizo gracia fue su cara de enfado cada vez que prendía su encendedor para darle fuego al cigarrillo que tenía en la boca y no conseguía que funcionara.

-Mierda de trasto...-masculló la chica entre dientes, más para sí misma que para nadie.-Otra vez te has quedado sin gas...

Paul sonrió a la vez que sacaba del bolsillo de su chaqueta su encendedor.

-Si quieres yo puedo darte fuego.-dijo.

La chica se volvió hacia él sorprendida, aunque aún se sorprendió más cuando pareció reconocerle. Paul simplemente se limitó a sonreír y a mostrarle su mechero.

-Gracias.-dijo la chica con voz débil.

-Pues de nada.-respondió él a la vez que le daba fuego.-Por cierto, soy Paul.

La chica dio una profunda calada a su cigarrillo antes de contestar.

-Mentiría si dijera que no lo sabía ya.-sonrió después de expulsar el humo.-Encantada. Yo soy Cam, soy amiga de Mary.

-¿Eres de Liverpool también?

-Sí, del barrio de Kensington, como ella. Mi hermana y yo somos amigas suyas de toda la vida.

-¿Tienes hermanas?

-Sí, una gemela.-contestó ella sonriendo.

-Y encima repetida...-bromeó Paul.

La chica soltó una risita que evidenciaba su nerviosismo y estaba a punto de contestar algo cuando George abrió la puerta de la casa y salió de allí.

-¡Oh, Paul, mierda!-exclamó cuando lo vio.-¿Dónde te habías metido? ¡Estamos esperándote desde hace más de una hora!

-Vale, vale, ahora subo...-respondió él de mala gana. Después, volviéndose hacia Cam, añadió:-Bueno, nos veremos más tarde.

-Supongo. Creo que vamos a la misma boda.

Paul le rió la broma y se dio media vuelta para dirigirse adonde estaba George, que lo esperaba impaciente.

-Joder, tío...-le dijo George cuando entraron adentro.-Todos esperando arriba y tú ahí ligando con una de las amigas de Mary. No cambiarás nunca, ¿verdad?

-¿Y para qué tengo que cambiar?-preguntó él divertido.-Al fin y al cabo, esto es una boda y ya se sabe que a las bodas se viene para ligar, ¿no?

-Me alegra ver que nuestro Paul de siempre está de vuelta.-rió George.-Y ahora, subamos rápido antes de que Ringo decida hacer llamar a un verdugo para que te decapite aquí mismo.


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Quince. Quince. Sólo quince. Quince eran los minutos que faltaban para que empezara la ceremonia y Mary ya no podía más. Sentía que el corazón iba a salirle por la boca de un momento a otro. De hecho, podría jurar y perjurar que nunca antes en toda su vida había estado tan nerviosa. 

-Y ahora una foto con la madre.-dijo el fotógrafo.

Su voz le parecía casi irreal y distorsionada, aunque Mary aún pudo conseguir apañárselas para preguntar dónde debían hacerse esa foto y posar junto con su madre.

-Perfecto.-asintió el hombre cuando les hubo tomado unas cuantas.-¿Y qué tal una última foto con las amigas?

-De acuerdo.

Todas las chicas se arremolinaron alrededor de Mary, incluidas Gwen y Chris, que habían hecho muy buenas migas con sus amigas de toda la vida. No obstante, justo antes de que el fotógrafo empezara a tomar las fotos, Mary se percató de algo.

-¡Un segundo, falta Cam!-exclamó.

-Ah, sí.-contestó su hermana Bridget.-Había bajado a fumarse un cigarrillo antes de la ceremonia.

-¿Y qué hacemos? No podemos hacernos las fotos sin ella.-casi exclamó Mary, a la que aquel pequeño detalle la había puesto aún más nerviosa de lo que estaba.

-Tranquila. Yo bajaré a buscarla si quieres.

Pero apenas su hermana había acabado de pronunciar aquella frase, la puerta de la habitación se abrió y entró una arrebolada Cam.

-Estaba a punto de bajar a buscarte.-le espetó Bridget, aunque sin ningún tipo de resentemiento en su tono de voz.-Anda, ven. Vamos a hacernos una foto con Mary.

La chica balbuceó unas palabras de disculpa y se dirigió hacia donde estaban las demás. Mary la miró. Pese a que estaba más allá que aquí, se percató de que estaba tremendamente roja y respiraba agitadamente.

-¿Qué te pasa?-le preguntó en un susurro cuando se colocó a su lado.-Parece que la que vaya a casarse seas tú y no yo.

-Es que...-le contestó ella, también entre susurros.-He conocido a alguien.

-¿A alguien?

-Sí, a... Paul McCartney.

Mary sonrió al imaginarse el impacto que acabaría de causar el galán nato de Paul en una chica que toda su adolescencia lo había tenido como el paradigma de la belleza masculina. Pero no sólo ella pareció el pensar lo mismo. Una risita ahogada, apenas imperceptible, sonó por detrás de ella y Mary se volvió para ver a Chris, que estaba haciendo monumentales esfuerzos por no estallar en carcajadas allí mismo.

-Bien, chicas.-les interrumpió el fotógrafo.-¿Ya estáis todas?

-Sí.-respondió Mary sonriente.

-Pues venga, a por la última foto antes de salir de aquí.

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-¡Deja ya de darme órdenes, Brian!-exclamó Ringo, que más que enfurecido, histérico.-¡Es el día de mi boda y hago lo que quiero!

-Te recuerdo que me elegiste padrino para tu boda precisamente para eso, Richard.-le contestó su manager con parsimonia.-Se supone que un best-man tiene como misión encargarse de que el novio esté en su sitio a la hora acordada y de que todo salga bien.

-Sí, lo sé, lo sé...-masculló Ringo de mala gana.-Por eso te elegí a ti en lugar de a ninguno de estos tres cabras locas que tienes ahí detrás. Si me tengo que fiar de ellos...

-Oh, Ritchie, me ofendes.-fingió llorar John.-¿Acaso dudas de nuestra enorme responsabilidad?

-Sí, Lennon. En especial de la tuya.

-Tranquilo, John...- dijo Paul divertido.-No pasa nada. Es mejor que vayas ya asumiendo que el papel de responsable del grupo me tocó a mí y no a ti.

-Sí, claro.-replicó Ringo con ironía.-Habló el que ha llegado hora y media tarde. Tu responsabilidad me abruma, McCartney.

-¿Por qué nos llamas por el apellido?

-Tú te callas, Harrison.-le cortó él.-Brian, ¿tienes los anillos?

-Sí, Rich...-respondió en tono cansado.-Están aquí, en mi bolsillo. Ya te lo he dicho antes.

-¿Seguro? Vuélvetelo a mirar, a ver.

Brian lanzó un suspiró exasperado y sacó los anillos de su bolsillo.

-¿Los ves? Aquí están, sanos y salvos.

-Vale, perfecto. Ahora vuélvelos a guardar bien, no vaya a ser que se te caigan y...

-Que sí, ahora los guardo...

-¿Y la corbata? ¿La tengo bien?-preguntó de nuevo con nerviosismo mientras se la volvía a ajustar.

-¡Joder, Starkey!-exclamó George intentando contenerse la risa.-¡Estoy de ti y de la corbata hasta los cojones! ¡Como te la vuelvas a tocar una vez más, te la quito y te la quemo! Palabra.

-Intenta hacer eso y después de eso deberás enseñarte a tocar la guitarra con los pies.

-¿Con los pies? ¿Por qué?

-Porque te cortaré las manos con un cuchillo de carnicero.

Los allí presentes soltaron una carcajada, pero Ringo, sin embargo, permaneció con su misma expresión grave. Estaba hablando completamente en serio.

-Oye, Rich... Te veo tenso...-rió John.-¿Y si te fumas un buen porro antes de bajar ahí abajo? Tengo una hierba alucinante. Eso te tranquilizaría.

-¡John!-le gritó Brian.-¡Ni se te ocurra colocar al novio antes de la boda!

Aquello hizo que Ringo se relajara un poco y soltara una risotada sólo con imaginarse el cuadro de él diciendo el "sí, quiero" completamente puesto de marihuana.

-Si hago eso, John, consigo un nuevo récord mundial.-bromeó.-Mi novia me pide el divorcio incluso antes de que acabe la ceremonia.

La risa generalizada ante aquella broma hizo que la tensión en el ambiente disminuyera un poco.

-Bueno, chicos.-dijo Brian de repente después de mirar su reloj.-Creo que deberías ir bajando y pillando asiento.

-Sí, supongo.-contestó George.-Seguro que las chicas ya han acabado.

George, Paul y John se pusieron en pie y, después de desearle buena suerte a Ringo, salieron de allí.

-Y bien, Rich...-sonrió Brian.-¿Preparado?

-No.-contestó él soltando una risita nerviosa.-Estoy que me muero. Es curioso. Mira que he estado en actos públicos y... esta sensación no es equiparable a nada.

-Es normal, supongo.

-Y si no es normal, me importa una mierda.Yo estoy así y punto.-rió Ringo nuevamente.

-Tranquilízate. Todo saldrá a la perfección.-dijo Brian esbozando una sonrisilla tranquilizadora y dándole unos golpecitos amistosos en el hombro.-Y ahora, bajemos. Creo que tenemos una boda a la que asistir.

*******************************

Los cinco llegaron justo a tiempo para ubicarse ante sus asientos antes de que Ringo apareciera por por el pasillo que había entre los asientos acompañado por Brian.

-Casi llegáis.-masculló Neil divertido cuando los vio.

-Estábamos vistiendo novios.-bromeó George mientras se sentaba a su lado.-¿Has visto que guapo que lo hemos dejado? Si no hubiera sido por nosotros habría bajado en pijama.

-Sí, seguro...-rió Neil.-¿Y vosotras también habéis estado vistiendo a la novia?

-Sí.-contestó Chris con una sonrisa.-Otra que habría bajado en pijama si no fuera por nosotras.

-¿Y cómo va?-quiso saber Lily, que estaba junto con su marido Mal al lado de Neil.

Pero aquella pregunta no necesitó ser respondida porque justo en aquellos momentos el Canon en Re Mayor de Pachelbel empezó a sonar. Todos los que estaban allí, no demasiados, pues sólo habían acordado invitar a la familia y a los amigos más cercanos, se levantaron y volvieron su mirada hacia una radiante Mary, que avanzaba con una sonrisa tímida en los labios hacia ellos. Chris sonrió cuando vio a su amiga así. Cómo iba, le había preguntado Lily hacía unos instantes. Su respuesta estaba ante sus narices: iba perfecta.

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Cuando Ringo escuchó las primeras notas del piano empezaron a sonar se volvió hacia atrás y miró. No pudo evitar abrir los ojos como platos cuando la vio. Y de repente, todo se desvaneció a su alrededor. Sólo estaba ella, allí frente a él, mucho más guapa de lo que la había visto jamás, perfecta.

-Guapa.-fue lo único que alcanzó a decir cuando ella llegó a su lado.

Por toda respuesta, ella esbozó una leve sonrisa a la vez que él hacía un monumental esfuerzo por no pasar del juez que tenían allí delante para casarlos y besarla en aquel preciso instante. Un carraspeo, leve pero lo bastante significativo, de Brian, hizo que Ringo pusiera de nuevo los pies en el suelo y se volviera hacia el juez que iba a oficiar la ceremonia. Eso sí, no sin antes dedicarle a la que por muy poco tiempo más sería su novia, la sonrisa más dulce que jamás había dedicado a nadie.

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Si minutos antes había estado hecha un manojo de nervios, en aquel preciso instante, Mary podía asegurar que estaba completamente tranquila y segura de lo que estaba haciendo. Y es que el mero hecho de mirar a Ringo a sus ojos, de perderse en su inmensidad azul, había sido como una especie de bálsamo que la había relajado y hecho ver que todo saldría bien.

Y allí estaban ellos, ante aquel juez que parloteaba sobre las bondades del matrimonio, sobre la que ahora en adelante sería su nueva vida en común, mientras daban el gran paso. Y entonces, por fin, el juez formuló la pregunta más importante que jamás había escuchado.

-Richard, ¿quieres recibir a Mary como esposa?

Antes de contestar, Ringo le dedicó una mirada furtiva y una media sonrisa, más dulce imposible.

-Sí, quiero.

-Y tú, Mary, ¿quieres recibir a Richard como esposo?

Mary aclaró su garganta antes de contestar. Sólo dos palabras. Dos palabras que de ahora en adelante cambiarían su vida.

-Sí.-respondió, mirando a Ringo a los ojos.-Sí, quiero.

-Entonces podéis compartir los anillos.

Brian sacó de su bolsillo las alianzas que con tanto esmero habían elegido unos meses antes. Fue Ringo el que agarró primero su mano.

-Mary, me entrego a ti este día, para compartir mi vida contigo.-empezó a decir con la voz temblorosa mientras le deslizaba el anillo por el dedo.-Puedes confiar en mi amor, porque es real. Prometo serte un esposo fiel y compartir y apoyarte en tus esperanzas, sueños y metas. Mi voto estará contigo para siempre. Cuando caigas, te levantaré, cuando llores te confortaré, cuando rías compartiré contigo tu gozo. Todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo desde este momento hasta la eternidad.

Después, ella tomó su mano. Sonrió al comprobar que ese día no llevaba ninguno de sus anillos. Después, mirándolo a los ojos mientras empezaba a colocarle su alianza,  serena como muy pocas veces lo había estado por toda su vida, empezó a decir:

-Richard, me entrego a ti este día, para compartir mi vida contigo. Puedes confiar en mi amor, porque es real. Prometo serte una esposa fiel y compartir y apoyarte en tus esperanzas, sueños y metas. Mi voto estará contigo para siempre. Cuando caigas, te levantaré, cuando llores te confortaré, cuando rías compartiré contigo tu gozo. Todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo desde este momento hasta la eternidad.

-Pues por el poder que se me otorga, yo os declaro unidos en matrimonio.-dijo el juez con voz potente.-Puedes besar a la novia.

Y entonces, su Ritchie, como ella lo llamaba, se acercó hacia ella y la besó. Podría no ser el beso más apasionado que le había dado, podría no ser el más dulce, pero, sin lugar a dudas, aquel era el beso más importante que nunca antes se habían dado.

-Te quiero, princesa.-susurró él mirándola a los ojos, sin apenas separar su rostro del suyo.-Te amo con toda mi alma.

***********************************

-George, ¿quieres dejar de arrasar todos los platos que te ponen delante en cuestión de segundos?-preguntó Gwen mirando a su novio divertida.

-Es que tengo hambre.-contestó él haciendo un tremendo esfuerzo por vocalizar bien ya que tenía la boca llena de gambas.-Y está todo buenísimo. ¿Creéis que si sobra algo me lo podrán poner para cenar en casa?

-Estamos comiendo sin parar desde hace unas dos horas y... ¿tú ya estás pensando en la cena?-preguntó Paul, que jamás iba a dejar de extrañarse 

-Pues claro. Habrá que cenar, ¿no?

-Gwen, Gwen... Ve con cuidado que éste cualquier día se te come a ti.

-Eso lo hago prácticamente todos los días.-sonrió George pícaramente, mientras le daba un buen trago a su copa de vino.

-Por favor, Harrison, guárdate para ti los detalles de tu intimidad...-le dijo Chris fingiendo poner cara de asco.

-Es algo natural, pequeña McCartney, o Lennon, o lo que seas.-le siguió George.-¿O es que acaso tu John no...?

-Pues me la como cuan...

Pero John no pudo acabar la frase porque Chris le puso la mano en la boca, impidiéndoselo.

-¡Guarro, me has llenado la mano de babas y restos de comida!-rió ella cuando le retiró la mano de la boca.-¡Puaj, un trozo de langostino! Con el asco que me dan a mí...

-¿Por qué?-preguntó George mientras se metía otro en la boca.-¡Si están buenísimos!

-Desde que un gilipollas hermano mío me dijo que eran las cucarachas del mar, les pillé un poco de grima...-contestó ella mirando directamente a Paul, quien soltó una sonora carcajada cuando lo escuchó.

-Fue una vil estrategia para poder comerme los tuyos.-rió.

-Pues ojalá te sienten mal, te pille una salmonela, te mueras y revientes, listo.

-Oh, amor de hermanos...-rió John mientras agarraba una botella.-Limad asperezas bebiendo un poco de ron.

-¡Si aún estamos en la comida!-dijo Gwen.-¿No será mejor que sigamos con el vino y la cerveza y después nos pasemos a todo lo demás?

-Mmmm... Pues a mí me apetece ya pasarme a las emociones fuertes.Venga, Johnny, ponme de eso.-le contestó Chris poniendo una sonrisilla de niña mala a la vez que John empezaba a servirle ron en un vaso.- ¿Ya? ¡No seas tacaño, hombre, echa más! Sino cuando lo mezcle con cola va a parecer agua del grifo.

-Mi pequeña alcohólica...-rió él.-Si te emborrachas, no respondo de todos los abusos que pueda cometer hacia tu persona...

-Tonto...

John le contestó algo que ninguno de los demás pudo entender y se sirvió a su vez una generosa ración de ron en su vaso.

-¿Quién quiere más de esto?-preguntó después blandiendo la botella.

-Yo me apunto.-se apresuró a contestar George que aún tenía la boca llena.

-Y yo.-añadió Paul.

Por su parte, Neil y Mal, incluso su esposa, se apresuraron a poner delante de él sus vasos.

-Vais a dejar la botella limpia, borrachuzos de mierda.-rió John mientras servía ron a todos.-¿Y tú, Gwen? ¿No te animas?

La chica pareció dudar durante unos segundos, pero casi inmediatamente esbozó una sonrisa y puso su vaso junto a los demás.

-Se supone que esto es una celebración, ¿no? ¡Pues a emborracharnos!

*****************************

Todos estaban considerablemente, por no decir muy, borrachos cuando acabaron de servir la comida, los postres y la tarta. Las corbatas de John y de George ya hacia mucho que habían dejado de ejercer como tales: la de John estaba atada en su cabeza y la de George había hecho las veces de trapo cuando a él no se le había ocurrido otra cosa mejor que limpiar el ron con cola que había derramado Paul de su vaso con ella. Y todos, absolutamente todos, estaban riendo como tontos a la más mínima tontería que decían o hacían.

Fue entonces cuando, de repente, en una de las mesas cercanas, Cam, la gemela pelirroja amiga de Mary, se levantó y golpeó su copa con un tenedor.

-Oh, joder, qué buena que está...-murmuró Paul mientras la miraba sin perderle el ojo.-Miradla, miradla.

-Tú no mires o te arranco los ojos, Lennon.-dijo Chris mientras agarraba a su novio por el brazo fuertemente.

-Oh, venga, de mirar no se muere nadie...Pues sí que...

-Oh, ése Fred, el amigo de Mary, también está para...

-¡Christine! Si se te ocurre mirarlo una vez más te los arrancaré yo a ti.

La chica soltó una risita divertida y le plantó un sonoro beso en la mejilla. Entonces, Cam, empezó a hablar.

-Aún recuerdo cuando éramos pequeñas y soñábamos todas con este día...

Justo cuando empezó su discurso, Neil explotó en un repentino ataque de risa por lo bajo. Todos los que estaban en la mesa, excepto Paul que estaba demasiado ocupado mirando a Cam, se quedaron mirándolo como si se hubiera vuelto loco de repente.

-¿Qué pasa?-preguntó Gwen intentando que no se le enredara la lengua.

-Pues que... Pues que...-rió Neil antes de agarrar aire.-Que ahora todos esperarán que los siguientes en darles un discursillo a los novios seáis cualquiera de vosotros. ¡Y miraros!

Nada más decir aquello, todos empezaron a reír también como Neil. Afortunadamente, todos los demás invitados a la boda, estaban demasiado absortos en el bonito discurso de Cam como para prestarles atención.

-¿Y ahora qué hacemos?-preguntó Christine después de agarrar aire.-Porque yo estoy demasiado mal como para decir algo con sentido.

-Tranquila, ya se nos ocurrirá algo.-dijo Gwen mientras se limpiaba las lágrimas de la risa con la sufrida corbata de seda de George que hasta hacía unos momentos había servido de paño para evitar que el vino se derramara al suelo.

-Y es por eso por lo que todos tus amigos nos alegramos tanto de que hayas cumplido tu sueño junto con una persona que parece que esté hecha para ti.-concluyó Cam.-Estoy segura de que seréis muy felices. Os lo merecéis.

El ruido de los aplausos puso broche final a aquel discurso de Cam, que se sentó ruborizada por aquel clamor de nuevo en su silla mientras les daba las gracias a todos. Y justo cuando el aplauso concluyó, George agarró su copa de vino y se puso de pie.

-Oh, mierda, ¿qué va a hacer el loco éste?-preguntó Gwen horrorizada.

George simplemente se dedicó a lanzarle un guiño y a golpear con un tenedor su copa, con tanta fuerza que a todos los de allí les extrañó que no la rompiera. Mary, que aún estaba llorosa por la emoción del discurso de Cam, y Ringo, que les lanzó una mirada significativa al adivinar que todos estaban borrachos como cubas, lo miraron, así como todos los asistentes a la boda.

-Rich, Mary, amigos y familiares.-dijo mientras miraba a todos e intentaba disimular en su voz el alcohol que llevaba ya dentro.-Es mi deber informaros de que... Paul quiere decir unas palabras.

Después, con aire triunfal, como de quien acaba de hacer algo de lo que se siente plenamente orgulloso, se volvió a sentar mientras Paul le lanzaba una mirada asesina, pálido.

-Esta me la pagas, Harrison, me la pagas.-masculló entre dientes antes de ponerse en pie, dubitativo. Después, carraspeó para aclarar su voz y empezó a decir:-Bueno... Bien... Ringo y Mary. Os habéis casado. Nuestra más sentida enhorabuena.

Paul iba a sentarse nuevamente pero, obviamente, la gente, y los novios los primeros, esperaban que dijera algo más... profundo. ¿Pero cómo puñetas iba a decir algo profundo si apenas podía recordar la dirección de su casa?

-Bien...-continuó diciendo.-Recuerdo cuando nos conocimos. Ringo estaba... estaba tocando, creo. Y Mary... fue en el coche, sí. Lo recuerdo bien. Lo hicimos en el coche.

Si en aquellos momentos a Paul le hubieran salido escamas y antenas verdes, la gente no lo habría mirado con más incredulidad con la que lo estaban haciendo. Por su parte, tanto Mary como Ringo, parecían estar a punto de estallar en carcajadas allí mismo.

De repente, un sonoro "¡maldito aficionado!" se escuchó por toda la estancia. Paul se volvió y miró a John, que se acababa de poner en pie, fingiendo estar serio por completo, pero con la corbata todavía atada a la cabeza, sin chaqueta, y la camisa abierta casi hasta el pecho por fuera. Chris, por su parte, apenas podía contener las lágrimas de la risa por ver a su novio con un aspecto tan cómico y Mary y Ringo no pudieron contenerse más y arrancaron también en una risotada.

-Ringo, Mary.-empezó a decir con falsa solemnidad.-No hace falta que diga como nos conocimos. Vosotros lo sabéis, nosotros lo sabemos y no hace falta que ellos lo sepan. Lo importante es que os habéis casado. Y casarse implica muchas obligaciones como hacer uso del matrimonio. Starkey, mantenla satisfecha o se divorciará de ti. Hall, aunque a partir de ahora Starkey, siento que te llevaras al más feúcho, pero es el más... Bueno, eso ya lo sabrás, supongo. Y ojalá tengáis muchos intentos de hijos.

A excepción por las risas de los de la mesa y las de los propios Ringo y Mary, que estaban a punto del colapso, toda la sala permaneció en silencio hasta que, de pronto, todos se unieron a las risas. Quizá incluso los demás creían que había estado previamente planificado.

-¡Y enhorabuena por la comida!-exclamó George de repente, haciendo que la carcajada general aumentara aún más, si cabía, el volumen.

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-¡Guapaaaaaa!-el grito que le lanzaron Chris y Gwen hizo que Mary se volviera hacia ellas y corriera conforme pudiera para abrazarse a las dos, que por poco cayeron ante el apretón.

-Ni os pregunto cómo lo estáis pasando porque ya veo que bien.-rió ella.-Incluso demasiado bien. ¿Habéis dejado alguna botella llena para que yo pueda emborracharme ahora que ya no tengo nada importante que hacer más que pasarlo bien?

-Lo dudo.-rió Gwen.

-Y yo también.-añadió Chris.-Por cierto, enhorabuena, señora Starkey. Has sentado la cabeza.

-¡Eso ni lo sueñes, McCartney! Continúo igual de descerebrada después de decir el "sí, quiero".

-¡Vaya, vaya, la novia!-exclamó John por detrás de ellas.-¿Te ha gustado nuestro discurso?

-Estáis como una cabra.-rió ella.-Pero lo que me he podido reír no tiene precio.

-Estás guapísima.-añadió Paul por detrás de ella.

-Oh, contigo quería yo hablar, James Paul McCartney. Tendrás que ir hasta donde está mi madre para explicarle qué es eso que has dicho de "que lo hicimos en el coche".

Paul soltó una sonora risotada antes de que George también se abalanzara sobre ella para decirle lo guapa que iba y recordarle, de nuevo, lo bueno que había estado todo. Estaba tan entretenida riéndose a más no poder que apenas se dio cuenta de que Ringo se acababa de poner detrás de ella.

-¡Ey, un poco de respeto que ahora es una mujer casada!-exclamó por detrás.-¡Harrison, que corra el aire!

-Uy, el matrimonio lo ha vuelto posesivo...-bromeó él dando un paso hacia atrás y alejándose de Mary.

-Y tanto... ¿Qué? ¿Disfrutando arruinando los discursillos de mi boda, cabronazos?-bromeó ante las risas generalizadas de todos.-Lennon, te agradezco tus deseos respecto a lo de hacer uso del matrimonio y... ¿Paul? ¿Dónde está Paul? Quería asesinarlo por hacerlo con mi novia y ahora esposa en el coche y ahora no lo veo...

-¿Mi hermano?-dijo Chris mirando hacia el fondo de la sala.-Mi hermano creo que está muy interesado en conocer a las amistades de Mary y por eso se ha ido.

Ringo miró hacia donde lo estaba haciendo Chris y efectivamente comprobó que Paul ya estaba hablando con las gemelas Cam y Bridget.

-Vaya... Éste no pierde el tiempo, ¿eh?-rió finalmente.-Pero bueno, nosotros no deberíamos hacerlo tampoco así que... ¿vamos a bailar un poco con los demás o esperamos a que nos salgan raíces de estar aquí plantados?

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Paul esbozó una de sus mejores sonrisas de seductor cuando miró a las gemelas.

-Así que tú eres Cam y tú eres Bridget...-dijo señalando primero a una y después a otra, haciéndolo mal adrede. Lo cierto era que las distinguía perfectamente, había rasgos que las diferenciaban si te fijabas un poco.

-No, no, no...-rió Cam.-A ver, no te enteras. Yo soy Cam, ella es Bridget.

-Yo tengo los ojos un poco más oscuros que mi hermana.-añadió Bridget.-Y soy un pelín más alta.

-Mmmmm... De todas maneras las dos sois encantadoras.-sonrió él haciendo que las dos hermanas se sonrojaran.-¿Os apetece tomar algo?

Cuando formuló la pregunta, Cam dibujó una amplia sonrisa en su cara. Bridget, por su parte, que parecía mucho más tímida, se las ingenió para balbucear una excusa y desaparecer de allí aprovechando que su amigo Fred estaba cerca. Paul sonrió para sus adentros. Estaba exactamente con quien quería estar.

-Pues parece que nos hemos quedado solos.-dijo en tono seductor.

-Sí, eso parece.

-¿Sabes? Aparte de tomar algo me apetece despejarme un poco...-añadió esbozando una sonrisilla pícara a sabiendas que quizá estaba yendo demasiado rápido.

No obstante, la mirada que le lanzó Cam le envalentonó. Era obvio que ella también estaba deseando quedarse a solas por completo con él.

-Oye...-dijo la chica de repente.-¿Tú no tenías novia?

-Eso ya pasó a la historia, ya hace meses que no estoy con ella. ¿Y tú no tendrás novio, verdad?

-¿Novio? ¿Qué es eso?-bromeó Cam.

Y entonces Paul la agarró de la mano sin ningún tipo de reparo y la condujo a través de la concurrida estancia hacia los jardines de Sunny Heights. Definitivamente, aquello tenía toda la pinta de convertirse en una gran noche.

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Los últimos de la fiesta, para variar, eran ellos. Ya era casi la una de la madrugada y los demás ya hacía un buen rato que se habían ido: las amigas y familiares de Mary y Ringo que habían llegado desde Liverpool a sus respectivos hoteles y los demás, a sus casas. Así que sólo quedaban John, Chris, George, Gwen, Neil y ellos dos, bailando como si estuvieran locos, bebiendo como cosacos y fumando tabaco y marihuana en cantidades industriales. Paul, por su parte, ya hacía mucho que había desaparecido junto con Cam. De hecho, ni su coche estaba ya en el aparcamiento, por lo que supusieron que se habrían ido a su casa a "terminar la celebración" en privado.


-Jamás pensé que este vestido fuera tan tremendamente incómodo.-dijo Mary mientras se dejaba caer sobre uno de los sillones que allí había.-No veo el momento de quitármelo y ponerme cómoda.

-Hall, digo Starkey...-rió Chris.-Eso es una manera muy poco sutil de echarnos de aquí.

-¡Oh, no! ¡No es eso!-se apresuró a contestar ella poniéndose roja como un tomate.-¡Quedaos si...!

-No, no nos quedamos.-le contestó su amiga sacándole la lengua.-Yo por lo menos ya estoy muerta. Llevamos aquí desde las diez de la mañana y...

-Sí, mejor que vayamos a casa, ¿verdad, pequeña?-dijo John a la vez que la abrazaba por la espalda.-Un poquito de soledad tampoco nos vendría mal...

-Johnny...

-Y nosotros también nos vamos.-se apresuró a decir Gwen mirando a George de manera significativa, quien también asintió.

-Por supuesto.-añadió Neil.-Ya va siendo hora de que dejemos a esta parejita de recién casados estar. Ha sido una boda estupenda, de verdad.

Después de que todos se despidieran de ellos, Ringo y Mary se quedaron, por fin, a solas.

-Y ahora... ¿qué es lo que se supone que debemos hacer?-preguntó Ringo con voz ronca mientras se pegaba a ella.

-No sé, Ritchie... Tú eres el experto...

-¿Y si hacemos una pequeña excursión hasta nuestra habitación?

Y de repente, casi sin ser consciente de cómo habían llegado hasta allí, Mary se encontró tumbada en la cama junto a él, tan juntos, tan embriagados el uno del otro, que ni siquiera eran capaces de saber dónde acababa su propio cuerpo y empezaba el cuerpo del otro.

No podía haber mejor inicio para aquella nueva etapa de su vida. No cabía duda que ninguno de los dos había mentido cuando había dicho aquel "todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo desde este momento hasta la eternidad". Porque en aquellos momentos no parecía haber en el mundo ninguna cosa más segura que el amor que sentían el uno por el otro.




Hola, mis reinas! Pues aquí llego yo después de otro de mis retrasos. No espero que se convierta en costumbre, la verdad... :/ Bueno, bueno, hemos tenido bodorrio. Pero una boda de estas que... Ay, María! Que se nos ha casado con su Ringo! :') jajaja. Espero que hayáis pasado un rato divertido leyendo; yo, por lo menos, me he reído bastante escribiéndolo. Además que me ha tocado empaparme de todas las cosas esas de bodas (y eso tiene mérito para una persona a la que no le gusta todo esto, eh? XD ). Busqué musicas, votos (sí, los votos no los he escrito yo, yo no soy tan poética, hijas mías, sino que son unos que encontré para ceremonias civiles que me gustaron) y me empapé de las típicas costumbres de una boda inglesa, aunque me haya saltado a la torera eso de las Damas de Honor (lo siento, pero es que con eso no puedo, me supera). Por si alguien tiene curiosidad, el Canon de Pachelbel es éste: 




A que ahora sí? Es que es música de boda, jajaja. Pero bueno, en mi imaginación la boda sonó un arreglito para piano que también podéis encontrar en el Youtube...

Y nada más por mi parte, más que agradecer muy sinceramente a la gente que lee y a la gente que me comenta: Citla, Jane Allen (bienvenida! me halaga muchísimo que te hayas enganchado a esto estando ya tan avanzado y que encima te guste!), a Viridiana y a María, que este capi, pues bueno, casi que va íntegro para ella.

Besotes!

PD: Por cierto, puse música en el blog, os habréis dado cuenta ya. Si molesta, me lo decís y se quita. Ni siquiera son mis canciones favoritas, pero son algunas de las que más o menos "inspiran" esto que escribo. Y ahora sí, saludos! ;)