jueves, 29 de marzo de 2012

Capítulo 36: Conversaciones incómodas

-¿QUÉ?-exclamó Penny cuando escuchó a Chris decir que Paul McCartney era su hermano mayor. Ahora le encajaba todo. ¡Con razón la primera vez que se encontraron le había intentado convencer sobre la calidad del último disco de aquellos mequetrefes!

-Pues eso, que éste es Paul, mi hermano.-le contestó la chica con fingida naturalidad. No obstante, se notaba a la legua que también estaba sumamente incómoda con aquella situación.

-Un momento, un momento, un momento…-interrumpió Paul dirigiéndose directamente a su hermana.-¿De qué puñetas conoces TÚ a ÉSTA?

-Oye, para el carro, guapito, tengo nombre.-le espetó Penny antes de que a Chris le diera tiempo ni siquiera a abrir la boca.

Paul le dedicó una mirada de reojo pero ignoró por completo sus palabras.

-Venga, hermanita, contesta… ¿de qué coño conoces tú a ésta?-insistió enfadado.

Chris se quedó mirándolo durante unos instantes antes de contestar.

-No te importa, Paul.-le replicó duramente.-No sé desde cuándo debo darte explicaciones sobre quiénes conozco y quiénes no, pero te aseguro que no te las voy  a dar ahora.

Penny sintió una inmensa oleada de satisfacción al ver la cara de tonto que se le quedó a Paul. Sólo por aquello, el enfado que tenía con Chris desde que se había enterado de su “secreto”, se le evaporó como si nada.

-Pero peq… Christie...-intervino John. A Penny no se le escapó que iba a referirse a Chris de otra manera (peq… ¿qué?) y aquello se le antojó cuanto menos, extraño.-Tampoco es para que te pongas así.

-Por supuesto que lo es, John.-le contestó ella.-Me llamas para que venga a recogeros porque Paul se ha metido en líos y cuando llego aquí me encuentro a dos borrachos que se han dedicado a molestar e insultar a una persona a la que casualmente conozco y que encima me cae bien.

-No vamos tan borrachos como todo eso. Y creo que no sabes ni la mitad de la historia porque no creo que hablaras de ese modo si…

-Me da igual, John. Larguémonos a casa.-le interrumpió Chris haciendo que John soltara un bufido de fastidio. Después, volviéndose hacia Penny, añadió:-Siento mucho que nuestro segundo encuentro haya sido así… Lo siento mucho, de verdad. Y perdónales, están demasiado borrachos como para…

-Tranquila.-les respondió ella.-Pero lástima te tengo por tener que aguantar a este par…

Paul iba a decir algo pero la mirada glacial que le dedicó su hermana hizo que se lo pensara mejor y callara. Después, Chris le dedicó una sonrisa a Penny a modo de despedida y se alejó de allí con los dos.

Penny los miró detenidamente mientras se dirigían al coche. Paul iba detrás de John y Chris, mientras que aquellos dos, por su parte, se dedicaban a hablar casi entre susurros entre ellos mientras caminaban juntos, demasiado juntos, quizás. Había algo raro en todo aquello, no sabía el qué, pero creyó adivinarlo cuando vio como John miraba a Christine antes de subir al coche… Lo que le faltaba por saber, la chica con la que se había hartado a porros hacía unas semanas y que tan bien le caía no sólo era la hermana del tío más imbécil sobre la faz de la tierra, sino que además estaba liada con el segundo ser más idiota del mundo. Definitivamente, aquello era para volverse loca.

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Justo cuando abrió los ojos, John sintió una punzada de dolor en la sien. Chris tenía razón cuando le había dicho que la noche anterior iba demasiado borracho. Miró a su alrededor. Al principio se sintió un poco desubicado, pero al cabo de unos segundos reconoció la habitación de la chica, en casa de Paul. Sí, ahora lo recordaba: se había quedado a pasar la noche allí con ella después de conseguir, no sin cierto esfuerzo, que Chris olvidara su enfado con él por el incidente con la tal Penny.

-Buenos días, marmota.-le saludó Christine.

John la miró y esbozó una sonrisa. Se estaba acabando de vestir.

-Deja en paz a Chucky…-dijo John aún con la voz pastosa.-¿Cómo está hoy mi pequeña?

Christine se acercó a él y se agachó para darle un beso en los labios.

-Supongo que mejor que tú. ¿Y tu resaca? ¿Cómo la llevas?

-Se me ha quitado al verte…-le contestó él guiñándole un ojo.-Pero no grites mucho ni abras las cortinas, por favor.

La chica le rió la broma y se sentó a su lado.

-¿Te apetece comer algo?

-Sí, a ti.

-¡John! ¡Hablo en serio!

-Y yo también.

-No tienes remedio, loco.-rió la chica revolviéndole el pelo aún más de lo que lo tenía.-Voy a preparar algo de desayuno. Vístete y baja.

-¿No puedo bajar desnudo?-bromeó él.

-Por mí no hay problema… Lo que no sé yo es si a Paul y a la señora Hobbes que debe andar por abajo limpiando les emocionará la idea…-le replicó ella sacándole la lengua.

John soltó una sonora carcajada a la vez que Chris salía de la habitación y se levantó de la cama. Buscó su ropa con la mirada. No le costó encontrar ni la camisa ni los pantalones que llevaba el día anterior tirados por el suelo. Lo miró con cara de fastidio. No le apetecía para nada ponerse aquello aunque no le quedaba otra. Debería traerse algo de ropa limpia allí; de todas formas, era bastante habitual que pasara muchas noches con ella en Cavendish Avenue, así que lo mejor sería eso.

Se vistió en cuestión de minutos y bajó a la cocina. Christine estaba concentrada haciendo unas tostadas y ni siquiera se percató de su presencia. John aprovechó aquello y se le acercó por detrás sigilosamente.

-Insisto en que a mí lo que más me apetece comer ahora es esto…-le susurró al oído antes de darle un beso en el cuello.

-¡Mierda, John! ¡Qué susto me has dado!-rió ella.

-¿Eso es para mí?- preguntó él alargando la mano hacia un plato de tostadas recién hechas.

-¡Quita tus manazas de ahí, Lennon! No se come hasta que se está en la mesa.-bromeó la chica dándole una palmada en la mano.

-¡Mimi, por favor, sal del cuerpo de Chris!

Los dos soltaron una carcajada al unísono antes de que John se lanzara como un loco a besarla.

-Oh, por favor… ¿No se supone que tú estabas enfadada con él?

Chris y John interrumpieron su beso y se giraron hacia la puerta de la cocina, donde Paul estaba apoyado mirándolos con cara de asco.

-¿No es evidente que se le ha pasado el enfado?-le preguntó John mirándolo con una sonrisa burlona en los labios.

-Pues vaya… Si que se desenfada mi hermana pronto. Has cambiado mucho últimamente, ¿no, Chris?

-Para tu información, con John ya no estoy enfadada, aunque sí contigo. Así que no cantes victoria porque tú y yo tenemos una conversación pendiente, James Paul McCartney.-le cortó Chris medio en serio medio en broma.

-Oh, vale, siento no poder arreglar mis asuntos contigo con sexo como hace el aquí presente.

-Eso, tú arréglalo aún más con tus comentarios asquerosos.-le replicó la chica.-¿Desayunamos, John?

-Por supuesto, pequeña.

Los dos agarraron las tostadas y la cafetera con café recién hecho y se sentaron en la mesa de la cocina. Paul, por su parte, les siguió y se sentó también con ellos ante la mirada reprobatoria de su hermana.

-Tampoco hace falta que me mires así…-refunfuñó mientras alargaba el brazo para servirse una de las tostadas.

-No te miro de ninguna manera.-replicó la chica.-Y por cierto, creo que no hay suficientes tostadas para todos, así que ya sabes lo que hay que hacer.

John no pudo reprimir una risita cuando vio la cara que puso Paul.

-Joder, pues sí que estamos bien.-dijo Paul enfadado.-Había olvidado lo borde que podías llegar a ser.

-No soy borde, sólo realista. Aquí sólo hay desayuno para dos y tú tienes dos manitas igual que tengo yo, ¿no?

Paul no contestó nada, simplemente se limitó a soltar un bufido de fastidio mientras se levantaba y se dirigía al otro extremo de la cocina para prepararse su desayuno.

-¿No crees que te estás pasando?-le preguntó John en un susurro cuando Paul se alejó unos pasos de ellos.-Hay comida de sobra para los tres…

-No.-le respondió ella resuelta mientras se untaba una tostada con mantequilla.-La próxima vez que se calle y que no se haga el graciosote con sus comentarios.

-Pero…

-John, come y calla. Y como te dejes algo te lo hago tragar a la fuerza.-bromeó ella guiñándole un ojo.-Tendremos que disimular y hacer como que la comida estaba justa, ¿no?

John soltó una risita antes de que Paul se acercara otra vez hacia ellos con un paquete de galletas en la mano.

-Ale, MI desayuno.-dijo mientras se sentaba de nuevo.-Y si a alguno de vosotros dos, cabronazos, se le ocurre tocar aunque sean las migajas de MIS galletas, le corto la mano.

-Tranquilo, a nadie le apetecen galletas prefabricadas y con sabor a cartón pudiendo desayunar como Dios manda.-le replicó Chris divertida.

-Qué graciosa…

-Mi niña es muy graciosa siempre, ¿eh, Paul?-le picó John.

-Tú calla, que también eres tan culpable como yo de lo de anoche. Aunque claro, tú con dos besitos la convences…-le espetó Paul cortante antes de darle un mordisco a una de sus galletas.-¡Mierda, qué asco! Sí que sabe a cartón, joder… ¿Quién ha comprado esto?

Chris y John no pudieron evitar empezar a reírse como dos niños pequeños.

-Venga… Te dejaré comer de esto si me prometes hablar como un ser civilizado de lo de anoche.-dijo la chica mirando a su hermano.

-No creo que haya dada de que hablar.

-Que te aprovechen tus galletas de cartón, hermanito.

-¿Y de qué puñetas quieres hablar?

Chris soltó una risita.
-Veo que alguien se lo está repensando, ¿eh?-dijo divertida.-Pues quiero que reflexiones sobre lo que hiciste ayer… ¿Crees que estuvo bien que te comportaras de ese modo?

-Chris, no me jodas, pareces mamá hablando de ese modo…

-Déjate de milongas y contéstale a mi chica.-intervino John intentando contenerse la risa ante aquella situación.

-Lennon, te recuerdo que ésta a la que llamas “tu chica” es también mi hermana.-le respondió Paul.-Y creo que tú también deberías estar incluido en esta conversación porque venías conmigo.

-Yo ya tuve mi sesión anoche, Paul.-le contestó él pacientemente después de darle un sorbo a su café con leche.-Así que ahora te toca a ti.

Paul soltó un bufido y después, volviéndose hacia su hermana, contestó:

-No, no estuvo bien, ¿contenta?

-Para nada. Creo que le debes una disculpa a Penny.

-¡¿Qué?!-exclamó él.-¿Qué? ¿Ya te has fumado de buena mañana los porros de éste?

-No me he fumado nada, Paul.-le contestó ella.-Pero reconoce que te portaste como un energúmeno, tú más que John.

-Sí, claro, ahora resulta que John es santo…

-Por supuesto que lo soy.-rió John mirando divertido a su amigo.

Chris agarró aire antes de continuar.

-No me apetece que vayas haciendo el gilipollas por ahí y menos con gente que me cae bien…

-Eso, eso…-le cortó Paul.-A ver, ¿de qué os conocéis la Penny esa y tú?

-De la noche que salió conmigo al Ad Lib.-fue John el que contestó. La noche antes había escuchado pacientemente toda la historia de cómo Chris y Penny se habían conocido después de que ellos tuvieran aquella monumental discusión.

-¿O sea que tú también la conocías?-preguntó Paul extrañado mirando a su amigo.

-No, fue después de que se marchara a casa.-contestó Chris posiblemente después de ver la expresión de incomodidad que él había puesto. Aún le resultaba un poco incómodo hablar de esa noche que casi les había costado su relación y le agradeció la intervención.

-Entiendo…-masculló Paul.

-La cuestión no es ésa.-continuó la chica.-La cuestión es que tú sabes muy bien que le debes una disculpa. No quiero que piense que eres más imbécil de lo que eres en realidad.

-Ahí te han dado, Macca.

-¿Quieres callar, Lennon?-dijo Paul enfadado.

-Y bien, ¿te vas a disculpar como el buen chaval que eres o prefieres quedar como un gilipollas inmaduro delante de ella?-le preguntó Christine.-John lo hizo anoche y tampoco se ha muerto ni nada por el estilo, así que no creo que te cueste tanto.

Paul bufó y se quedó mirando a su hermana durante unos segundos.

-Está bien.-dijo finalmente.-Está bien, lo haré. Dime dónde puedo encontrar a la Penny esa y me disculparé…

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George estaba tranquilamente en el jardín de su casa, aprovechando el sol de la mañana para practicar con el sitar al aire libre. Jamás se cansaba de tocar aquel instrumento, como tampoco se cansaba nunca de aprender y conocer nuevas cosas sobre la cultura oriental. Y es que todo aquello, simplemente, le fascinaba.

Estaba tan sumamente concentrado con el sitar que apenas se dio cuenta de que el teléfono estaba sonando insistentemente en el interior de la casa. Cuando por fin se percató de ello, George se levantó de un salto y se fue corriendo a contestar.

-¿Sí?-dijo cuando descolgó aún con la respiración agitada por la carrera que se había pegado hasta allí.

-¡George!-le dijo Gwen al otro lado del teléfono.-¡Tengo una noticia genial!

-No me lo digas…-contestó él emocionado.-¡Te vienes!

-¡Sí! ¡Aún no sé cómo pero parece que he convencido a mis padres para que me dejen ir a esa entrevista!

-¿Ves? Y tú que estabas tan pesimista…

-No era para menos, tú no viste cómo se puso mi padre cuando se lo comenté… Aún anda medio cabreado, por cierto, pero ya se le pasará.

-Eso espero…

-Lo peor es que dice que quiere hablar contigo.-le comunicó Gwen con voz débil.

George tragó saliva. ¿El padre de Gwen quería hablar con él? Seguro que no iba a ser para felicitarle o para agradecerle la preocupación que mostraba por su hija…

-Pues hablaré con él.-contestó finalmente fingiendo que la cosa no iba con él y, después, haciendo alarde de un valor que no sentía en absoluto, añadió:-¿Está ahora en casa?

-George…

-Tranquila Gwen… Si está en casa y quiere hablar conmigo qué mejor que lo aclaremos cuanto antes, ¿no crees?

-¿Pero tú estás seguro? Igual después se le olvida y… Recuerda que está aún un poco enfadado con todo esto…

-Te he dicho que tranquila. Me llevo bien con tu padre, así que no debe haber ningún problema. Venga, pásamelo.

-Como tú quieras… Pero que conste que has sido tú el que me lo ha pedido…

George sonrió y esperó pacientemente a que Gwen fuera en busca de su padre. Sólo fue cuestión de un minuto o dos, pero lo cierto es que le dio tiempo a pensar en muchas cosas e incluso contempló fugazmente la posibilidad de colgar, aunque borró de inmediato esa absurda idea de su cabeza. Al fin y al cabo aquel enfrentamiento iba a llegar y mejor quitárselo de encima a poder ser ya.

-¿Sí?

La voz grave de su suegro le pilló por sorpresa, tanto que apenas pudo reprimir dar un pequeño saltito.

-Hola Trevor, soy George.-contestó fingiendo a la perfección que estaba tranquilo.

-Ya sé quién eres.-le contestó el hombre de malas maneras.-¿Qué quieres?

-Pues…-dudó él. La dureza con la que Trevor le estaba hablando le estaba poniendo de los nervios.-Gwen me ha dicho que quería hablar conmigo.

-Y tanto que quiero hablar contigo, chaval, y tanto que quiero… Mira, escúchame: no sé qué es lo que pretendes, pero más te vale que cuides bien de mi niña cuando vaya a Londres, ¿de acuerdo?

-Por supuesto que sí, señor.-se apresuró a responder George.-Ya sabe lo que siento por Gwen y que yo jamás sería capaz de hacerle ningún daño.

-Por tu bien, espero que así sea.-le cortó el hombre.-Y otra cosa: si no pasa esa entrevista, Gwen se vuelve a Liverpool inmediatamente, ¿entendido?

-Entendido.

-Así me gusta. En una semana estará por allí, supongo que ya te lo contará ella con más detalles. Adiós, George.

A George apenas le dio tiempo a despedirse antes de que Trevor colgara el teléfono sonoramente. Se quedó así, con el teléfono aún en la oreja reflexionando sobre lo que su suegro le acababa de decir. Por un lado estaba contento; en menos de una semana tendría lo que tanto había deseado, tener a Gwen allí. Pero por otro lado, estaba inmensamente preocupado. ¿Qué pasaría si Gwen no pasaba esa entrevista? Aquella era su única oportunidad para que la chica pudiera quedarse en Londres y jamás le había gustado jugárselo todo a una sola carta. Aun así, la realidad era esa, así que no tenía otra que esperar a que Gwen consiguiera sorprender y convencer a la directiva de aquella escuela de arte… Ojalá todo saliera bien.

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-¿De qué te ríes?-le preguntó Ringo a Mary cuando se sentaron en uno de los bancos de Kensington Gardens, cerca del lago Serpentine.

-De ti.-contestó la chica entre risas.-Pareces algo con ese bigote y esas gafas de culo de vaso que te has puesto hoy.

Ringo se acercó a ella y le plantó un beso en los labios.

-Lo cierto es que la gente nos mira mal…-dijo el chico sonriendo.-Apuesto a que la mayoría se están preguntando qué hace una chica tan bonita como tú con un tío tan feo y decrépito como yo.

-¡Anda ya, Ritchie!-rió ella dándole una palmada en el pecho.

-Pero lo de feo y decrépito es por el disfraz, ¿eh? Que yo en realidad soy un sex-symbol…

Mary soltó una risita.

-Por supuesto que lo eres…-contestó con ironía.

-¡Ey! ¿Qué significa ese tono de voz? ¿Es que acaso no lo soy?-preguntó Ringo haciendo una mueca que hizo a Mary volver a reírse.

-Oh, sí, cariño, Paul Newman a tu lado es sólo un montón de estiércol…

-¡Oh, por favor! ¿Eres…?

Mary se volvió molesta hacia la voz que les había interrumpido. Durante las primeras milésimas de segundo había creído que se trataba de una fan avispada que pese al disfraz había logrado reconocer a Ringo. No obstante, cuando la chica aquella inició la pregunta reconoció enseguida aquella voz, aquel tono odioso y estridente que a ella tantas náuseas le causaban, y adivinó de quién se trataba incluso antes de verla.

-Mel…-masculló ella.

Ringo cambió su expresión por completo. Mary lo miró detenidamente. Se notaba que estaba muy incómodo con aquel encuentro debido a las discusiones que había provocado anteriormente Mel entre ellos dos.

-¡Por supuesto que eres tú!-exclamó Mel acercándose a ellos.-Aunque vayas genialmente disfrazado, yo sería capaz de reconocerte en cualquier sitio… Te conozco tanto…

Mary le dedicó una mirada de asco. Sí, claro, ahora quería hacerles creer que lo había reconocido por sus propios medios y no porque ella estuviera sentada a su lado.

-Hola Mel, sí soy yo.-le respondió Ringo secamente.

-¡Qué casualidad que nos cruzáramos por aquí! Aunque lo cierto es que esperaba veros más cuando me viniera a Londres… ¿Sabes que estoy iniciando una carrera musical? ¡De aquí nada incluso tocamos juntos!

Ringo se la quedó mirando, sin contestar, mientras Mary observaba la escena alucinando por la capacidad que tenía la Mel esa de hacer como que ella no existía.

-Se lo dije a John una noche que coincidí con él, igual te lo ha dicho, pero me tuve que marchar pronto, ya sabes, cosas que pasan.

-Cosas como bofetones que te dan novias de tíos con los que tonteas, ¿no?-le espetó Mary sin poderse contener. Sabía lo que había ocurrido entre Chris y Mel aquella noche y no pudo callarse aquello.

-¿Cómo?-le preguntó Mel levantando una ceja.

-Lo que oyes.

-Oye Ritchie… ¿Se puede saber qué le pasa a tu novia conmigo?

Mary sintió como la sangre le hervía en las venas. ¿Cómo era capaz de tener la cara tan dura? Le dedicó una mirada severa a Ringo esperando su respuesta.

-Mel…-masculló Ringo.-Mary y yo nos tenemos que ir ya. Se está haciendo muy tarde y…

-Claro que sí, iros, no vaya a ser que lleguéis tarde a donde tenéis que ir…

-Adiós.

Ringo tomó de la mano a Mary y los dos se levantaron del banco, alejándose de allí en silencio.

-Joder…-murmuró Ringo entre dientes cuando salieron del parque.-¿Es que esta tía no va a dejarnos en paz nunca?

Mary lanzó un suspiro y apoyó su cabeza sobre el pecho de Ringo. Ella también pensaba exactamente lo mismo. Lo peor era que tenía la sensación de que aquellos encuentros “casuales” con Mel no habían hecho nada más que empezar…

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Paul detuvo su Aston Martin justo delante de la dirección que su hermana le había indicado. Se quedó mirando fijamente la puerta de la finca en cuestión, todavía desde dentro del coche, pensando en si debería bajar o, por el contrario, irse de allí y regresar a casa fingiendo que sí que se había disculpado con la tal Penny. No por falta de ganas, desechó bastante pronto esta última idea. Y es que, si Chris volvía a coincidir con Penny, ésta podría decirle que aquella famosa visita jamás había llegado a producirse y ya estaban las cosas bastante tensas entre su hermana y él como para encima añadir algo más.

De este modo, Paul bajó del coche de mala gana y se dirigió hacia el portal. Era una finca bastante bonita, en un barrio bueno de Londres y sólo a diez minutos en coche de su propia casa. A juzgar por aquello, la Penny esa debía tener bastante dinero, cosa que le sorprendió bastante cuando recordó las pintas descuidadas que lucía la chica la noche anterior.

-Buenas tardes, señor, ¿puedo ayudarle?-le preguntó amablemente el portero de la finca cuando lo vio entrar en el edificio.

Paul lo miró brevemente y esbozó una media sonrisa. ¡Portero y todo! Definitivamente, Penny era una tía con dinero.

-Sí, gracias.-contestó educadamente.-Busco a la señorita Penny…

El portero hizo un primer esbozo de poner cara de pocos amigos, pero entonces pareció reconocerle.

-Disculpe que le pregunte esto, señor, pero es usted…

-Sí.-confirmó Paul antes de que el hombre acabara la frase.-Soy yo.

-Oh, vaya… Mi hija le admira mucho. Está todo el día escuchándoles. ¿Le importaría firmarme un autógrafo, por favor? Obviamente, si tiene prisa no tiene por qué…

-Descuide. No me importa en absoluto. ¿Tiene papel y boli?

El hombre le acercó un trozo de papel y una pluma y Paul le firmó un autógrafo a Evelyn, la hija del portero.

-¿Sabe dónde está el piso de Penny, señor?-preguntó de nuevo devolviéndole el autógrafo.

-Oh, claro, disculpe. La señorita Penelope Rogers vive en el quinto piso, puerta A. Ahí tiene el ascensor.

-Muchísimas gracias.

-Un placer, señor McCartney.-se despidió el hombre antes de que Paul subiera al ascensor.

No le costó distinguir para nada la puerta A cuando bajó del ascensor pues quedaba justo enfrente. Con paso decidido y casi sin pensárselo, Paul se plantó delante de la puerta y llamó al timbre dos veces. Cuanto antes acabara aquello, muchísimo mejor.

-Pero… ¿Qué coño haces tú aquí?-fue lo primero que dijo Penny nada más abrió la puerta, mirándolo de arriba a abajo.-¿Cómo has llegado hasta aquí?

-Tranquila, vengo en son de paz.-dijo Paul esbozando una de sus sonrisas de galán.-Mi hermana me ha dado tu dirección.

-Tu hermana me caía bien hasta ahora.-contestó la chica de mala gana.-Pasa o se me va a escapar la perra.

Efectivamente, un perro bastante grande que Paul reconoció enseguida como un bobtail, estaba detrás de la chica, pugnando con ella por salir de la casa. Penny la agarró por el collar y la obligó a apartarse para que Paul pasara.

-Y bien. Ya me dirás a qué has venido.-le dijo ella a bocajarro.

-Creo que te debo una disculpa. Anoche bebimos más de la cuenta y la situación se nos fue de las manos, sobre todo a mí… Además, estoy pasando por una situación muy difícil y…

-No me vengas con cuentos, Don Perfecto.-le cortó Penny mirándolo con cara de pocos amigos.-De todas maneras te agradezco que hayas venido hasta aquí sólo para disculparte, para que veas que yo no soy tan maleducada como otros

Paul soltó un bufido. Aquella chica le ponía de los nervios y gustoso le hubiera dicho cuatro frescas, pero se contuvo.

-Entonces, lo pasado, pasado, ¿no?-dijo finalmente.

-Así es.-afirmó la chica.-¿Algo más?

-Bueno, sí, un encargo de Chris.-dijo hurgando en el bolsillo de su chaqueta.-Éste es el teléfono de mi casa, bueno, ella también vive allí conmigo… Dice que la llames cuando te apetezca, que lo pasó muy bien contigo y tal...

-Vale, gracias.-contestó Penny agarrando el papel que le tendía Paul.

-Bien, yo me voy a casa, pues.-dijo Paul abriendo la puerta de nuevo.-Por cierto, bonita perra.

-Sí, muy bonita. Adiós.

Paul salió de allí y cerró la puerta tras de sí con una sonrisilla más de alivio que de otra cosa. Bueno, al menos él ya había cumplido con su obligación.

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Era increíble ver como había pasado la semana de rápido. Al principio, a Gwen los días se le habían hecho eternos, interminables. No obstante, ya estaba allí, esperando a que la recibieran en el despacho del director de aquella prestigiosa escuela de arte de Londres. Había llegado el momento y ya casi podía sentir cómo estaba rozando su sueño de vivir allí con la punta de los dedos.

-Gwendolyn Delilah Montrose.-la llamó una mujer que se había asomado por la puerta del despacho del director.

Gwen se puso tensa de repente y miró a aquella mujer.

-Soy yo.

-Puede pasar.-le comunicó la mujer esbozando una sonrisa que a Gwen se le antojó amable.

La chica respiró profundamente y se puso en pie. Estaba segura de que todo iba a salir bien. Sí, iban a aceptarla en aquella escuela y por fin podría empezar una nueva vida tal y como siempre había soñado. 






Hola gente! Qué hay? Yo aquí de jornada de Huelga General, pero bueno, para el fic no hay huelga que valga, así que aquí estoy yo de nuevo con otro capi ;) Espero que os haya gustado el capi, de verdad. Y por cierto, no sé si os habéis fijado en el segundo nombre de nuestra Gwen, no? Pues fijaros! Es bonito, eh? Pues que sepáis que tiene su significado, sobre todo para una lectora de aquí... En fin, que muchos besos a tod@s y yo me despido no sin antes dejaros un gif que tengo por ahí que me hace mucha gracia... Pobrecito mi John! Quién le ha hecho eso? Que me violento! jajajajaja.












 

lunes, 19 de marzo de 2012

Capítulo 35: El Regreso


Gwen respiró profundamente antes de entrar en el comedor, donde estaban sus padres y su hermano pequeño viendo la televisión. No sabía por dónde iba a empezar para abordar el tema con delicadeza. Y es que sabía que sabía que una sola palabra en falso podía echarlo todo, absolutamente todo, a perder. Pero aun así, a sabiendas de que todo podía salir mal con su familia, Gwen se sentía extrañamente feliz y a gusto consigo misma y, sobre todo, con George.

Hacía apenas una media hora que había colgado el teléfono. Se habían pasado más de una hora hablando y aún no se lo podía creer. George había conseguido que una prestigiosa escuela de arte de Londres se prestara a hacerle una entrevista para su posible admisión, pese a que el curso ya estaba muy avanzado. Era su oportunidad, sin lugar a dudas. La oportunidad que tanto había ansiado y que le permitiría, por fin, salir de aquella ciudad agobiante que lo único que hacía era traerle malos recuerdos desde que tan sólo era una niña. El único recuerdo bonito que le traía Liverpool era el haber conocido al grupo de personas con el que más había encajado en toda su vida, entre ellos, a George. Era paradójico que esas personas fueran, nada más ni nada menos, que los hijos predilectos de aquella sombría ciudad que tanto detestaba, los cuatro muchachos de los que se vanagloriaban, los que habían hecho el nombre de Liverpool famoso en el mundo entero.

Sumida en aquellos pensamientos, la chica abrió la puerta del comedor lentamente y se quedó mirando hacia el interior. Sólo Josh pareció notar su presencia y se giró hacia ella, sonriente. Gwen suspiró levemente cuando lo vio. Lo único que le iba a dar realmente pena dejar atrás era a su hermano pequeño. Lo quería demasiado.

-Hola.-saludo Gwen más que nada para captar la atención de sus padres, que miraban impasibles la televisión.

-Ah, hola, hija. Ven y siéntate aquí con nosotros.-le contestó su madre sin ni siquiera volverse hacia ella, cosa que a Gwen la puso de los nervios.

-En realidad prefiero no sentarme por ahora.-respondió la chica agriamente.-Me gustaría hablar con vosotros.

Justo cuando dijo eso, tanto su padre como su madre, ahora sí, se giraron para mirarla. Al parecer, el tono de voz con el que Gwen había pronunciado aquellas palabras había sonado tan contundente que había sido capaz de hacer que sus padres olvidaran la película que estaban mirando. Mejor, pensó la chica; necesitaría de toda su atención para decirles lo que les iba a decir.

-Pues tú dirás.-le instó su padre mirándola a los ojos.

-Veréis…-empezó Gwen escogiendo muy bien las palabras que iba a emplear a continuación:-Sabéis que aquí en Liverpool no estoy demasiado bien, sobre todo desde lo de Alice… Además, está lo del instituto, que…

-Para, para, para…-le cortó su padre dedicándole una mirada severa.-No vayas por donde creo que vas a ir, Gwendolyn.

-Todavía no he acabado de hablar.-le replicó la chica con malas maneras empezando a perder la paciecia, cosa de la que se arrepintió enseguida. Perder los nervios en aquel momento sólo podía traerle problemas. Así que, intentando corregir aquello, añadió con un tono de vz más afable:-Si me dejáis que os explique…

.Por supuesto que sí, habla.-intervino su madre en tono pacificador.
-Bien, lo que os iba diciendo… Ya sabéis cómo estoy aquí y que quizás lo que mejor me vendría en estos momentos es un cambio de aires…

-¡Pero…!-empezó a decir su padre, aunque se calló enseguida cuando su madre hizo un gesto con la mano. Gwen se lo agradeció de corazón: si su padre ni siquiera iba a dejarla acabar, aquello podía pintar feo.

-Sigue, Gwen.-le animó su madre.

-He estado pensando mucho en esto y he mirado algunas posibilidades.-continuó ella omitiendo deliberadamente meter a George en todo aquello. Era evidente que si lo hacía, acabarían por odiarle.-Y encontré una buena escuela de arte bastante buena que estaría dispuesta a acogerme si paso una entrevista…

-¿Otro cambio de colegio?-exclamó más que preguntó su padre.-¿Cuántas veces vas a necesitar eso? ¿Es que no puedes adaptarte por una sola vez en tu vida a lo que hay?

-Oh, querido…-le cortó su madre pacientemente.-Déjala acabar…

-¡Pero es que venimos cambiando de colegios desde que era una cría!-gritó el hombre.- ¡Incluso nos trasladamos a vivir aquí a Heswall porque ella no estaba bien en nuestro antiguo barrio!

-Por favor, Trevor…-susurró su madre y, después, mirándola a ella, preguntó:-¿Y cómo es esa nueva escuela de la que hablas, Gwen?

La chica agarró aire antes de contestar. Si su padre ya se había puesto así sólo con insinuar la posibilidad de cambiar de colegio, no quería ni imaginarse cómo se pondría cuando supiera que quería marcharse a Londres, sin ellos.

-Pues… Es una institución muy prestigiosa.-contestó.-No es como el instituto de ahora: se da prioridad a las nuevas tendencias artísticas y ya sabéis que eso es lo que más me gusta. De hecho, el futuro de cualquier artista está en esas nuevas tendencias.

-¿Y dónde está esa escuela?-quiso saber su madre.

Gwen la miró fijamente antes de responder a la temida pregunta.

-Está en… Camden Town.-contestó al cabo de unos segundos.

La cara de sus padres y la de Josh cambió por completo. Se habían quedado blancos como la cera.

-¿Camden?-preguntó Josh.-¿Pero eso no está en…?

-Londres.-sentenció su padre con dureza, casi escupiendo la palabra.-Eso está en Londres.

-Sí, efectivamente…-confirmó Gwen intentando con todas sus fuerzas no retirarle la mirada.

-Sólo te lo voy a decir una vez, Gwendolyn Montrose. Sólo una.-le espetó su padre con severidad, aunque sin levantar la voz.-Olvídate de eso: no vas a irte a Londres ni aunque la mismísima Reina te reclame. Y no quiero ni oír hablar de nuevo de esa locura en mi casa, ¿de acuerdo?

-Pero, papá…-empezó a decir Gwen a la desesperada.-Es la oportunidad que…

-Me importan un bledo las oportunidades.-le cortó su padre.-Además, otra cosa voy a decirte: si crees que no sé que ese novio tuyo está detrás de todo esto, estás muy equivocada. Así que cuando hables con él. Déjale bien claro que el ogro de tu padre no va a dejarte irte con él así como así, por muy Beatle que sea.

Gwen no pudo contestar nada. Todo había salido mal. Lo único que pudo hacer fue dedicarle una mirada suplicante, primero a él y después, a su madre, aunque no sirvió de nada porque ninguno de los dos cambió su expresión férrea. Y así, sin poder aguantar ni un segundo más, salió de allí corriendo y subió las escaleras en dirección a su habitación notando como las lágrimas le inundaban los ojos. Estaba claro que sus padres no la iban a entender nunca. Nunca en toda su vida.

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Chris no podía aguantar ni un segundo más con aquella impaciencia. Ni siquiera había ido a clase esa mañana porque sabía de sobra que no podría atender absolutamente en nada. Y es que tenía la cabeza en otro sitio: aquella mañana John y Cynthia habían acudido al juzgado para resolver la cuestión del divorcio y, pese a que Chris sabía a la perfección que aquello iba a acabar como querían, con John libre, no podía dejar de preocuparse. ¿Cómo quedaría la custodia de Julian? ¿Iba Cynthia a alegar que John le era infiel para sacar el máximo de todo aquello? Sinceramente, creía que Cyn no utilizaría aquel argumento. John le había jurado que no lo haría y que, por el bien tanto de uno como del otro, iban a fingir que todo aquello era un divorcio “amistoso” provocado por falta de afinidad entre los dos y a que él pasaba demasiado tiempo fuera como para poder atender debidamente sus obligaciones familiares. No obstante, la idea de que su nombre pudiera aparecer en cualquier momento en medio de todo aquello martirizaba a Christine. Nadie sabía como podía reaccionar en un momento determinado una mujer herida. Además, para qué engañarse, si ella estuviera en la piel de Cynthia seguramente proclamaría la aventura de John a los cuatro vientos. ¿Rabia? ¿Despecho? ¿Rencor? Sí, podría ser cualquiera de esas causas, pero estaba segura de que ella sí que lo haría. Y si ella era capaz de hacerlo… ¿por qué no Cyn?

Algo temerosa, Chris encendió la televisión. Sabía con qué se iba a encontrar. Era la noticia del día al fin y al cabo y todo el mundo iba a estar con los ojos puestos en las puertas de aquel minúsculo juzgado. No todos los días se divorciaba un Beatle, uno de los chicos buenos oficiales del país, uno de los que aparentemente llevaban una vida perfecta con un matrimonio perfecto. Nada más lejos de la realidad.

La chica se dejó caer en el sofá y prestó atención a lo que los tertulianos de la tele decían en aquellos momentos. La mayoría creían a pies juntillas la versión oficial y apuntaban como causa principal a la agobiante agenda de The Beatles que había mantenido a John durante meses y meses alejado de su familia desde hacía años. Sólo una mujer mayor con cara de arpía que se había mantenido al margen de la tertulia hasta el momento consiguió que a Christine se le helara la sangre por completo cuando abrió la boca.

-Quizás las causas reales de la ruptura de este matrimonio tengan nombre y apellido y vistan falda.-dijo quedamente.- Todos sabemos que estos chicos viven eternamente rodeados de chicas bonitas y…

Afortunadamente, los otros tres tertulianos que había en el plató se le echaron encima y ni siquiera le dejaron acabar de decir la frase, cosa que hizo que Christine volviese a respirar. Al parecer, la devoción que casi todo el mundo sentía por The Beatles hacía que cualquier cosa que se dijera en contra de ellos en aquel país se convirtiera poco menos que en herejía. Christine siempre se había reído de aquello e incluso se jactaba en criticarlo abiertamente, pero en esos momentos agradeció de todo corazón aquella conducta que incluso ella misma consideraba tonta.

Unas imágenes de John y Cynthia entrando aquella mañana por separado en el juzgado junto con sus abogados acabaron con aquella discusión. Chris no pudo evitar fijarse muchísimo en él. Estaba tremendamente guapo y, pese a su aire despreocupado, se le notaba que estaba muy tenso. Ojalá todo acabara bien.

-¿Christie?

La chica dio un pequeño salto en su asiento al oír aquella voz.

-¿Estás en casa?

Por un momento, Chris olvidó todo el asunto del divorcio y saltó del sofá sin poder evitar esbozar una sonrisa de inmensa satisfacción en su cara.

-¡PAUL!-exclamó saliendo al pasillo y abalanzándose sobre su hermano, que acababa de entrar en casa.-¡No sabía que volvías hoy!

-No lo sabías porque quería que fuera una sorpresa.-le dijo Paul correspondiéndole con el abrazo.-¿Qué tal estás, enana?

-Bien. ¿Y…?

Chris interrumpió la pregunta cuando se fijó realmente en el aspecto que tenía su hermano. No parecía nada bien. Pese a que sonreía, estaba completamente demacrado, como si hiciera días que no durmiera. Además, estaba muchísimo más delgado.

-Pero…-balbuceó.-¿Qué te ha pasado? ¡Estás…!

-¿Vas a reñirme nada más verme?-le cortó Paul fríamente separándose de ella.

-No voy a reñirte.-le contestó Chris airada también. Entre los nervios por el divorcio y verse aparecer a Paul en aquellas condiciones, estaba realmente enfadada.-Aun así has de reconocer que has venido hecho una piltrafa. Ya sabía yo que dejarte ir a Escocia no era buena idea. Pero claro, el señorito Paul siempre tiene que hacer lo que le sale de los…

-En persona eres todavía más irritante que por teléfono.-le espetó Paul.-Si lo sé no vengo.

-Claro, estabas mucho mejor allí destrozándote tú solito, ¿verdad?-dijo Christine con sarcasmo.-Los paseos por el campo de los que me hablabas no te han ido demasiado bien por lo que veo… ¿O eran paseos por tus miserias y tu depresión, Paul?

-No empieces…

-No empiezo nada. Sólo digo lo que veo.

Paul le dedicó una mirada glacial a su hermana, aunque ella no se amilanó para nada.

-¿Y John?-preguntó Paul de repente.

Christine soltó un bufido antes de contestar.

-Divorciándose.

Paul frunció el ceño y permaneció en silencio durante unos segundos.

-Joder. Había olvidado que era hoy.-dijo al fin suavizando su expresión.-¿Y tú cómo estás?

-Bien… Bueno… yo qué sé.

El chico le dedicó una sonrisa y le revolvió el pelo, como intentando decirle con aquel gesto que todo iba a salir bien. Chris le devolvió la sonrisa. Pese a que estaba muy disgustada con él por lo que se había hecho, no podía continuar ni un segundo más enfadada. Paul siempre sabía cómo hacer que se sintiera mejor en las situaciones difíciles.

-¿Me ayudas a deshacer el equipaje?

Chris asintió. La verdad era que aquello le vendría genial, así podría enterrar el hacha de guerra con Paul y olvidarse un poco de todo aquel embrollo hasta que pudiera hablar con John y saber de primera mano cómo había ido todo.

-Pues vamos allá.

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Hacía ya tres días que había tenido aquella acalorada discusión con sus padres y Gwen continuaba sin hablarles, ni a uno ni al otro. Sabía que no estaba bien lo que estaba haciendo y que estaba siendo tremendamente injusta sobre todo con su madre. Pero no podía consentir que la encarcelaran como lo estaban haciendo y quería que lo notaran aunque sólo fuera castigándolos de aquella manera.

-Gwen, hija…

Las palabras de su madre hicieron que la chica levantara la cabeza de su bloc de dibujo y le dedicara una mirada recriminatoria. Odiaba que la molestaran mientras dibujaba y enfadada como estaba, todavía más.

-Odio que me mires como si me perdonaras la vida a cada instante.-le hizo saber su madre acercándose a ella.-¿Tienes un momento?

Gwen se cruzó de brazós y lanzó un suspiro. A saber qué quería.

-Tu padre y yo hemos estado hablando.

-¿Qué?

Sin quererlo, Gwen había roto su voto de silencio voluntario. No obstante, en esos momentos, aquello no le importó lo más mínimo. La frase que acababa de pronunciar su madre podía llevar parejas demasiadas cosas como para que permaneciera indiferente.

-Pues lo que oyes, que papá y yo hemos estado hablando sobre aquello que nos dijiste, lo de la escuela de arte de Camden y todas esas cosas…

Gwne no contestó. No quería interrumpirla, sólo saber como iba a acabar todo aquello.

-Continuamos pensando los dos que es una auténtica locura.-continuó su madre.-Pero… Mira Gwen, tampoco podemos soportar verte así. No creas que no nos damos cuenta de que estás mal, de que no eres feliz aquí. Y además… Desde la discusión… A tu padre y a mí se nos rompe el alma de ver que ni siquiera eres capaz ni de mirarnos a la cara…

-Mamá, yo…

-No, Gwen, no.-le cortó la mujer suavemente.-Déjame acabar. Verás… Hemos estado pensando y de todas maneras en septiembre, cuando empieces en la universidad, te marcharás de aquí... Y teniendo en cuenta las circunstancias… quizás ahora sea el momento de dejarte ir a probar suerte a esa escuela de Arte en Camden…

Gwen abrió los ojos como platos a la vez que una inmensa sonrisa se dibujaba en su cara. No podía creer lo que su madre le acababa de decir. Por fin, después de tanto tiempo, parecía que un poco de sentido común aflorara entre sus padres.

-¡Gracias!-exclamó la chica abrazando a su madre fuertemente.-¡Gracias, mamá! ¡Gracias! ¡No os vais a arrepentir de esto, os lo juro!


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John se despertó pronto aquella mañana, pero no abrió los ojos todavía. Aquel era uno de los mejores momentos del día, sin lugar a dudas. Le encantaba la sensación de sentir a Chris pegada contra él durmiendo tranquilamente después de una noche perfecta. Y es que, pese a que el día anterior hubiera sido uno de los más intensos de su vida, con la cuestión del divorcio y el regreso de un Paul en plena decadencia, todo había acabado bien. Christine y él habían cenado con Paul en Cavendish Avenue y, después de que éste les comunicara que iba a salir y les diera a entender que no los quería detrás porque seguramente volvería acompañado, los dos habían acabado durmiendo en casa de John, cosa que tanto a uno como al otro les vino genial. Y es que habían podido hablar sin tapujos de todo lo que les estaba sucediendo, del divorcio, de su relación, de Julian, de Paul, de todo. Y aquello había hecho que John se durmiera con la sensación de querer aún más a aquella chica que hasta hacía pocos meses era sólo una niña para él.

-Estás despierto…-susurró Chris medio adormilada a su lado.-Lo sé.

John abrió los ojos y le dio un beso en la frente.

-No, estoy durmiendo.-bromeó.-Buenos días, pequeña.

-Buenos días, guapo.-sonrió ella.

-Cariño, tengo las gafas en la mesita…

-¿Te las paso?

-Mejor póntelas tú, que me encuentras guapo con estas pintas…-rió él empezando a hacerle cosquillas.

-¡Idiota! ¡Para, para, para!-suplicó ella entre risas casi sin poder respirar a la vez que intentaba zafarse de John, que se lo estaba pasando en grande.

John paró de hacerle cosquillas casi en seco y le plantó un sonoro beso en la mejilla que a Chris le hizo reír.

-No eres más tonto porque no te entrenas…-bromeó la chica abrazándose a él de nuevo.

Él soltó una risita divertido y la apretó más contra su cuerpo.

-Por eso hago buena pareja contigo… Como tú también eres tontita…

-¡Pero mira que eres imb…!-empezó a decir ella, pero de repente, se puso seria.

John le dedicó una mirada confusa.

-¿Qué te pasa?-preguntó él.

-¿Qué… qué… es eso?-balbuceó ella.

-¿Qué es lo qué?

-Pues eso que estoy notando por los pies…-masculló ella poniendo cara de susto.-Si es una bromita tuya no tiene gracia y…

-¿Qué broma ni qué puñetas? ¿En serio notas…?-empezó a preguntar John cuando, de pronto, él también lo notó. Algo caliente. Y peludo.

John sonrió cuando supo de qué se podría tratar. Así que, sin pensárselo dos veces y con un gesto rápido, quitó la tapa de la cama y se quedó mirando hacia sus pies donde, efectivamente estaba quien se había imaginado que estaría.

-¡Joder!-exclamó Chris.-¡¿Pero qué coño es eso?!

Él no pudo evitar soltar una sonora carcajada cuando vio la reacción de la chica.

-Es una marmota, pequeña.-le contesto él aún entre risas mientras agarraba al animalito en brazos.

-Ya sé que es una marmota, John.-respondió ella mirándolo como si se hubiera vuelto loco.-¿Y qué mierdas hace una marmota en tu cama?

-Oh, pequeña…No te enfades con él…Mira, te presento a Chucky.

-¿Chucky? ¿Esta cosa es tuya y tiene nombre?

-No llames “cosa” al pobre Chuck… Es muy sensible, ¿sabes?-rió John acercándoselo.-Mira, Chucky, saluda a mamá.

-¿Me estás tomando el pelo? ¿En serio tienes una marmota?-preguntó Chris ahora sin poderse aguantar la risa tampoco.

-¿Qué no lo ves? Es mi pequeño Chucky… Vive en la primera funda que le compré a la Rickenbacker. Estaba en Kenwood, pobrecito… Les me lo trajo ayer a casa.-aclaró John poniéndoselo encima a Chris sin ningún miramiento.

-Como me muerda te mato.-rió ella empezando a acariciar a la marmota.

-No muerde…-rió John acariciándolo él también.- Pero bueno, igual a ti sí… Recuerda que es macho y que…

-¡John!

Él soltó una nueva risa y le dio un beso.

-No sé cómo te las apañas para siempre estar pensando en lo mismo, Johnny…-dijo ella cuando se separó.-Ahora dime… Aparte de marmotas secretas, ¿hay otra cosa qué deba saber de ti? Sólo me falta que me digas que tienes un tigre de Bengala en la habitación de al lado y que en realidad no te llamas John Lennon.

-Bueno…-empezó a decir él divertido.-Siento decirte que no tengo ningún tigre en la habitación de al lado, pero sobre lo del nombre…

-¿Qué?-se sorprendió la chica.-Vamos, John, no me jodas…

John soltó una risita antes de contestar.

-Joder, que sí, que me llamo John Lennon.-contestó-Pero ése no es mi nombre completo… Apuesto a que no adivinas jamás de los jamases mi segundo nombre.

-No sabía que tuvieras un segundo nombre…

-Es que no lo sabe casi nadie. Por no saberlo, no lo sabe ni tu hermano.-sonrió él.-Lo odio.

-¿Y cuál es? ¿Laura?-se burló Chris.

-Casi que Laura me gustaría más que el mío. Agárrate, Christie, y prométeme que no me vas a dejar por esto…-rió John mientras Chris le daba un pequeño golpe en el pecho.-Bien, pequeña… Mi nombre completo es John Winston Lennon.

-¿Winston? Anda que no eres exagerado…Tampoco es tan feo…

-No es feo, es feísimo. Sobre todo si pienso por quién me lo pusieron…-masculló John de mala gana.

Chris se quedó mirándolo durante unos segundo y de pronto esbozó una sonrisilla burlona.

-No me jodas que te llamas igual que el “salvador de la patria” Winston Churchill…-dijo ella al fin con sorna.

-Que te jodan, cariño.

-No te enfades, bobo… Tu nombre es bonito, ¿verdad Chucky? ¿A que el nombre de nuestro John Winston es precioso?-se burló Chris mientras acariciaba a la marmota, que estaba a punto de dormirse encima de ella.

-Sabía que no te podría decir esto… Ahora no pararás…-dijo John empezando a enfadarse. Odiaba su nombre, de verdad.

-Ahora entiendo muchas cosas… Eso de registrarse como “Señor Winston” en los hoteles y todo eso.-dijo Chris haciendo caso omiso de lo que John había dicho.

-¿Ves? Ya lo sabes todo de mí.-dijo John volviéndose para mirarla.

-No lo creo…-susurró la chica apoyando la cabeza contra su hombro.-Jamás dejarás de sorprenderme…

John sonrió y los dos se mantuvieron así en silencio, durante unos minutos. Era perfecto el estar así los dos, en silencio, simplemente disfrutando el uno del otro.

-Ey…-susurró Chris al cabo de un rato mientras se quitaba a Chucky de encima.

-¿Qué?

-Que si lloraste cuando murió Churchill el año pasado…-rió la chica antes de saltar de la cama de repente.

John no pudo más que soltar una sonora carcajada antes de salir disparado tras ella. No podía negar que, pese a que odiara su nombre, lo estaba pasando como nunca.

**************************

No sabía cómo pero allí estaba, en el Ad Lib con Paul y, por raro que pudiera parecer, ni tenía ganas de estar allí ni se lo estaba pasando nada bien. Casi podía afirmar que, por primera vez en toda su vida, John había salido de fiesta por obligación.

Cuando Chris había vuelto a casa aquella mañana después de pasar la noche con él, encontró a Paul en un estado tan deplorable que se había apresurado a llamarle por teléfono asustada. Tenía toda la pinta de incluso haber probado algún tipo de droga demasiado fuerte, por no hablar de lo borracho que estaba, y aquello, a la chica, no le hacía ninguna gracia. De ese modo, John se había visto de pronto prometiéndole que iba a salir con él a partir de ese momento y a controlar que Paul no se pasara demasiado. Una cosa curiosa y que le habría arrancado una carcajada de no ser por la situación: el irresponsable John Lennon controlando al responsable y al asentado Paul McCartney.

-Paul, tío… ¿cuántos vasos te has bebido?-le preguntó cuando su amigo hizo ademán de volver a ir hacia la barra.

-Joder, tío…-se quejó Paul vocalizando mal a causa del alcohol.-¿Y a ti qué mas te da cuántos vasos me haya bebido?

John lanzó un suspiro y miró a Paul. Apenas se tenía en pie y la verdad era que ya se estaba cansando de hacer de niñera. Quizás a él tampoco le fuera mal otra copa.

-Está bien, vamos a por otro…-dijo al fin empezando a seguir a Paul.

Llegaron a la barra que estaba repleta de gente y Paul, haciendo gala de sus dotes de seductor, se acercó hacia un rincón donde sólo había chicas. Nada más verlo, las chicas se hicieron a un lado y lo dejaron pasar. John sonrió. Aquellas eran las pequeñas ventajas de ser un Beatle.

-Ponme un ron con cola y…-empezó a decir Paul al camarero.

Pero, antes de que pudiera acabar de decir la frase, una chica que había a su lado le interrumpió.

-¡Oye!-le gritó a Paul.-¡Había gente antes, por si no te has dado cuenta!

Paul hizo caso omiso a lo que decía aquella chica y acabó de pedir su consumición y la de John como si nada.

-¿Decías algo?-le preguntó cuando acabó, con toda la cara dura del mundo.

-Decía que eres un jodido maleducado. Hay colas, ¿sabes?-le espetó la chica con malos modos.

-Oye, tía, déjalo, ¿vale?-intervino John cuando vio que la chica aquella se ponía en plan borde y la cosa podía acabar como no querían.

-¡No me da la gana dejarlo!-exclamó la chica enfadada.

-Oye …-le susurró al parecer una amiga suya.-Déjalos… ¿Acaso no sabes que estás hablando con Paul McCartney y John Lennon, los de los Beatles?

Por unos segundos, John esperó a que la cara de la chica cambiara radicalmente y que se fuera de allí con el rabo entre las piernas, avergonzada por haberles hablado de aquel modo. Pero aquello no sucedió.

-¡No me jodas!-exclamó la chica mirándolos con desprecio.-¡Así que estos son los famosos Beatles! ¡Pues son más gilipollas de lo que creía! ¡Y mira que ya los tenía como paradigma de la gilipollez!

Tanto Paul como John se quedaron con cara de nos saber qué decir. No era habitual que nadie les dijese eso y, muchísimo menos, que se lo dijera una chica.

-Mira, bonita…-empezó a decir Paul.-Aquí la única gilipollas que hay eres tú y que sepas que nos importa una mierda lo que opines.

-¡Vaya! ¿Qué pasa? ¿Qué si no hay un borrego al que no le guste vuestra musiquilla comercial y vacía ya te sienta mal, perfecto McCartney?

-Ya te he dicho antes que dejaras en paz a mi amigo.-le cortó John dedicándole una mirada de odio. Sabía lo que podía pasar si no cortaba con todo aquello, como también sabía que si no sacaba a Paul pronto de allí y los dos se largaban, él mismo acabaría metiéndose solito en uno de los líos a los que tan aficionado era.

-Tú no eres quién para ordenarme nada.-le espetó la chica mirándolo también fijamente.-Por muy Beatle que seas no mandas sobre nadie, chaval.

-Vete a la mierda.-le contestó John.-Macca, larguémonos de aquí, no vaya a ser que se nos pegue la estupidez…

*************************

No era muy tarde, pero los dos andaban ya bastante borrachos, sobre todo él, que ni siquiera era capaz de pensar con claridad. Por eso, cuando el ambiente se cargó demasiado, los dos decidieron salir afuera a fumarse un cigarrillo. Así, con un poco de suerte, se despejarían.

Estaban fumando y riendo como dos idiotas cuando de repente, Paul vio como la chica con la que un rato antes habían discutido en la barra del Ad Lib, salía y se encendía un cigarrillo a pocos metros de ellos.

-Mira, John, la idiota de antes…

John se volvió hacia ella y la miró, con tan mala suerte que, justo en aquel momento, la chica levantó la cabeza y las miradas de los dos se encontraron.

-¡¿Pero tú que miras?!-exclamó la chica mirándolo con odio.

-¡Tu cara bonita seguro que no!-contestó Paul saliendo en ayuda de John.

-Ya habló el gilipollas maleducado…-masculló la chica.

-¡A mí no me vuelvas a decir eso!

-Es de ser un gilipollas maleducado hacer lo que has hecho antes en la barra…-le espetó ella.

-¡Peor es lo tuyo que…!-empezó a decir Paul.

-¡Joder, ya está bien!-le cortó John de repente, dejándose a Paul de piedra.-¡Dejadlo ya! ¡Paul, nos vamos a casa!

-¿A casa? ¿Con lo pedo que estás vas a conducir?-quiso saber Paul.-Y te recuerdo que hoy Les tenía el día libre, así que…

-Que te calles, joder. Nos vamos a casa y punto.-le contestó John secamente.-Espérame aquí. Voy adentro a hacer una llamada.

Paul se quedó mirando ensimismado como John volvía adentro del Ad Lib y se lo dejaba allí solo con la chica aquella que lo miraba con cara de odio. Permanecieron los dos así, en silencio, hasta que John volvió a reaparecer. No obstante, para su sorpresa, antes de volver adónde estaba él, su amigo se dirigió hacia la chica.

-Oye, siento lo de antes.-le dijo ante la mirada incrédula de Paul, que no podía dar crédito ni a lo que estaba viendo ni oyendo.-Lo de colarse en la barra estuvo mal, así que…

-¡Pero John! ¡La que se ha comportado como una imbécil es ella!-le gritó Paul a la desesperada.-¡Nos ha insultado!

-Parece que tu amigo no opina lo mismo.-le respondió Penny no sin antes mirar a Paul de arriba abajo con desprecio.-Pero disculpas aceptadas. Aunque eso no quite que siga pensando lo mismo de vosotros…

-¿Lo ves, John? ¡Te está insultando a la cara y…!

-Déjalo, Macca.-masculló John volviendo al lado de su amigo.-Mejor que lo dejemos por imposible…

Paul iba a decirle algo a la chica, pero ésta se largó de allí y volvió a entrar en el local casi tan rápido como una bala, dejándose a los dos chicos allí solos.

-¿Por qué has hecho eso?-le preguntó Paul molesto a John.

-¿El qué? ¿Disculparme? Creo que era lo justo… La tía esa no deja de ser una imbécil, pero hemos de reconocer que los que lo hemos iniciado todo hemos sido nosotros…

-Vete a la mierda, Lennon.-dijo Paul entre dientes fijando la vista al frente.

Los dos permanecieron allí un rato más en silencio, hasta que, de repente, alguien los llamó. Paul levantó la mirada confuso cuando reconoció la voz de su hermana.

-La he llamado yo para que viniera a recogernos.-le aclaró John al ver la cara que había puesto.

-Perfecto, ahora va a estar todo el rato maldiciendo por cómo vamos-se quejó Paul viendo como Chris se acercaba.

-No se os puede dejar solos…-dijo la chica cuando llegó a la altura de ellos.-Anda que meteros en líos con una tía… Ya os vale. A los dos.

-Ya te lo he explicado antes…-respondió John lanzando un suspiro.

-Esa tía es la tía más borde que he visto en mi vida, joder.-le replicó Paul.-Así que nosotros no tenemos la culpa.

-Mira, hablando de ella…-dijo John con una risita mirando en dirección a las puertas del Ad Lib, de donde estaba saliendo aquella chica de nuevo.

-No me negarás, enana, que sólo con verle la cara de mala leche que tiene ya hay suficiente…-rió Paul y, después, lanzando un grito en dirección a la chica, dijo:-¡Ey, borde! ¿No te vas a despedir de nosotros?

-Paul, por favor…-se quejó Chris, aunque paró repentinamente de hablar cuando la chica se volvió hacia ellos.

-¿Chris?-preguntó la chica cuando la vio.

Paul miró a  su hermana, incrédulo.

-¿Penny?-dijo ella a su vez mirándola bien.

-¿Os conocéis?-preguntó John acercándose a Chris.

-Eso mismo pregunto yo.-le preguntó Penny a Christine acercándose hacia ella.

-Claro que nos conocemos.-contestó ella para los dos a la vez.-John, ésta es la chica de la que te hablé, la de aquella noche en la que tú y yo vinimos aquí y… ya sabes.

-¿Esta es esa tía?-exclamó John mirando a Penny de arriba abajo.

Chris asintió con la cabeza.

-Y Penny…-continuó la chica.-Éstos son John y Paul, mi hermano mayor.



Chicas! Con retraso, pero volví! Estaba muy mal a la hora de escribir, os digo la verdad, y eso que ideas tenía. Pero bueno, eso de no saber cómo pillarte una hoja de Word en blanco y empezar a escribir  y a darle forma a lo que tenéis en la cabeza... Pues eso me ha pasado a mí.
Desde aquí, agradacer a mi descubridora particular de Chucky, que existió en realidad. Este John jamás dejará de sorprenderme! Por cosas como ésta es por lo que lo quiero tanto, jajajajajaja. En fin, guapas, espero que os haya gustado y un montón de gracias por estar ahí y comentar.
Y feliz equinoccio de primavera, que ya lo tenemos ahí!
Muaks!