miércoles, 19 de diciembre de 2012

Capítulo 69: Trabajo, descanso y reacciones

Apenas eran las ocho y media de la mañana y Chris ya estaba llamando, como todos los martes, a la puerta del despacho del director del periódico.

-Adelante.-se escuchó desde dentro.

Christine abrió la puerta con cuidado y entró.

-Buenos días.-saludó obligándose a sí misma a esbozar una sonrisa pese a que era lo último que le apetecía hacer en aquel momento.

-¡Christine!-exclamó el director al verla.-¡Qué sorpresa verte por aquí tan pronto!

-Sí, lo sé.-respondió ella tomando asiento en una de las sillas que había ante el escritorio.-Hoy he madrugado y he venido antes.

-Es raro que una estrella  madrugue, ¿no crees?-comentó el hombre con cierto tonillo de burla.

-Yo no soy ninguna estrella, Anthony.-le replicó molesta.

-Pero vives con ella.

La chica dejó escapar un suspiro exasperada. Le molestaba, y mucho, que pensaran que John y ella eran una especie de pack indivisible, una misma persona. Chris estaba obsesionada con mantener su independencia, su personalidad propia y, pese a que muchas veces ella misma se sintiera tan unida a John que le costaba definir dónde empezaba él y dónde empezaba ella, no le gustaba que los demás los metieran en el mismo saco. Y aún le gustaba menos que alguien hiciera eso cuando apenas se había hablado con John desde el fin de semana, desde después del "incidente" con el LSD. Estaba todavía demasiado dolida con él para que pudiera pasar por alto esos comentarios.

-Sea como sea.-dijo en tono glacial mientras sacaba de su carpeta un folio escrito a máquina.-Aquí te traigo el artículo para mañana. 

Anthony agarró el papel que la chica le tendía y se lo llevó ante sus ojos.

-¿De qué se trata?-preguntó mientras empezaba a leer ya.-Tiene un título bastante raro...

-A decir verdad, es una columna bastante rara.-respondió.-A diferencia de lo que he venido haciendo hasta este momento, habla de cosas más... no sé... humanas.

-¿Humanas?

-No hablo de política ni me meto con las intervenciones belicistas que se están haciendo o con leyes que se están promulgando.-aclaró.-Hablo de la hipocresía humana, tanto a nivel personal como a nivel de instituciones.

-No pinta mal...-masculló Anthony, quien ya había empezado a leerlo mientras ella hablaba.

La chica no dijo nada, simplemente se limitó a esperar a que Anthony acabara en silencio de leer su artículo mientras lo miraba, esperando ansiosa su veredicto. Era la primera vez que escribía algo así, tan diferente, y la verdad era que temía que se lo tiraran a la cara en lugar de publicarlo.

-Esto es...-empezó a decir el hombre mientras levantaba la vista y la miraba con una expresión indescriptible.-Esto es... ¡Fabuloso!

La chica soltó un suspiro aliviada y se obligó a sí misma a dibujar una sonrisa agradecida en la cara a la vez que Anthony repetía una y otra vez lo mucho que le había gustado.

-Bien, pues si te parece bien, yo por mí...-dijo la chica cuando el hombre dejó por fin la hoja del artículo sobre su escritorio.

-No tan rápido, Christine.-le dijo de repente Anthony cuando ella hizo ademán de levantarse de la silla e irse de allí.

-¿Ocurre algo?-se extrañó ella. Normalmente, sus visitas al despacho del director acababan cuando él se leía su artículo de opinión para el día siguiente y le daba el visto bueno, por eso aquella reacción le pareció rara.

-La verdad es que sí, ocurre algo y te lo quería comentar.

Chris volvió a sentarse bien y lo escrutó con la mirada antes de contestar. A juzgar por la sonrisilla que lucía en la cara, no podía ser nada malo, aunque nunca se sabía.

-Pues tú dirás.-le animó ella al fin.

-Verás, Christine...-empezó a decir él.-Pese a que tu juventud juega en tu contra en este oficio, pocas veces me he topado con alguien capaz de expresar como tú lo haces las ideas que tienes. Como sabes, tus columnas, las pocas que tienes a la semana, son un éxito, de hecho se venden más periódicos los días que se publica y...

-No te equivoques, Anthony. Mucha gente lee mi columna por ser quién soy. Creen que The Beatles hablan por mi boca o algo así.-bromeó ella, aunque en el fondo sentía que eso era completamente cierto.

-Bueno, quizá.-rió Anthony.-En el fondo lo de las ventas me da igual, lo que me importa es que me gusta como trabajas. Se te da bien, realmente bien... Y verás... Ha surgido algo en el periódico. No sé si lo sabrás, pero Blake, uno de los redactores, se jubila.

-Algo había oído por ahí...-contestó contrariada. No sabía adónde quería ir a llegar Anthony, aunque tenía un aleve sospecha.

-Sí, hace ya tiempo que viene comentándolo. Lo cierto es que tiene muchas ganas, cualquiera diría que no lo tratamos bien-y, dicho esto, largó una inmensa carcajada como si aquello que hubiera dicho fuera lo más gracioso del mundo.-La cuestión es que queda una vacante libre, en redacción, y antes de contratar a alguien nuevo, había pensado en ofrecerte el puesto a ti. Creo que das el perfil.

-Pero...-balbuceó ella sorprendida.-¿Me estás ofreciendo...?

-Te estoy ofreciendo un puesto fijo en el diario. De colaboradora eventual como estás haciendo ahora, pasarías a formar parte de la plantilla.-continuó él.-Trabajo toda la semana, con dos días libres, los que tú eligieras, y cubriendo temas de actualidad social, política o de lo que surja.

-Pero hay un inconveniente, Anthony.-replicó ella con un hilo de voz.-Yo no soy periodista. Empecé a estudiar Historia y ahora ni siquiera estoy yendo a clase en la Universidad...

-No seas ridícula, Christine.-rió él.-¿Cuántas personas con la carrera universitaria de periodismo crees que hay en esta redacción? ¡Tres! Tres de todos los que somos, imagínate. Ni siquiera yo estudié eso...

-¿No?

-Hice Derecho.-aclaró él.-Pronto aprenderás que el hecho de que alguien tenga madera de periodista no tiene nada que ver con sus estudios. Redacta bien, exprésate bien y busca la noticia, simplemente eso. Y creo que tú sabrías hacer todo eso, ¿no?

-Pero...

-Es el tercer pero que te oigo pronunciar desde que hemos empezado esta conversación.-contestó él.-Mira, aún tienes tiempo para pensarlo. Blake no se irá hasta dentro de mes y medio por lo menos, así que tienes tiempo para considerarlo. Consúltalo con quien quieras, piensa bien los pros y los contras y dame una respuesta cuando la tengas, sin prisas.

-¿Y...?-balbuceó Chris.-¿Y si la respuesta es que no?

-Obviamente me gustaría que la respuesta no fuera ésa, pero si lo es, respetaré tu decisión.-contestó Anthony sonriendo.-Si no decidieras aceptar cubrir el puesto de Blake, continuarías con tus columnas de opinión como hasta ahora, sin ningún problema.

-De acuerdo.-contestó Chris.-Lo pensaré.

-Nos vemos pasado mañana, ¿de acuerdo?

-De acuerdo. Adiós Anthony. Y gracias por la confianza prestada.

-De nada. Y adiós.

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El hecho de que ella no estuviera cuando se había despertado, le incomodó muchísimo. Seguramente habría salido hacia la redacción, pero no había forma de saberlo a ciencia cierta. Rompiendo su costumbre, Chris no había dejado ni una mísera nota diciéndole que se iba, nada, algo que ponía en evidencia que aún estaba muy, muy enfadada con él. Para qué negarlo, él también estaba enfadado consigo mismo. Odiaba haberle dicho todo aquello porque sabía que la forma en que lo había hecho la había herido, pese a que continuara pensando que había algo de razón en sus palabras. No obstante, no podía soportar verla así, tan fría y tan distante, sin apenas dirigirle la palabra, desde que él había vuelto a casa el sábado ya casi al mediodía. Y se sentía profundamente mal por ello...

Estaba reflexionando en todo ello mientras se bebía su primer té del día cuando tomó una firme determinación. Cuando volviera, intentaría hablar con ella. Mejor dicho, no intentaría hablar con ella, hablaría con ella. A fin de cuentas, si ella era una cabezota tozuda, él lo era mucho más y no iba a permitir que aquella tensión entre los dos durara ni un segundo más.

Después, sin dejar de pensar en aquello, agarró uno de los periódicos del día, que la asistenta había traído religiosamente como cada mañana, y lo abrió con la mera intención de despejar un poco su cabeza y dejar de sentirse por unos momentos como un completo idiota. Se saltó las primeras páginas: no tenía ganas de calentarse la cabeza leyendo noticias políticas o de grandes desgracias, y se detuvo justamente antes de la sección de deportes, en la sección que Chris llamaba "Tonterías varias para llenar las hojas" y que a él tanto le gustaban por la cantidad de gilipolleces surrealistas que a veces se publicaban allí. Entonces, lo vio. Una pequeña noticia, en una esquina, pero que enseguida le llamó la atención: "La Junta del Puerto de Westport, en Irlanda, decide vender isla de su propiedad para paliar su déficit".

Y casi sin quererlo, una idea se le iluminó en la cabeza haciendo que John, por primera vez desde que se había levantado esa mañana, dibujara una sonrisa en sus labios.

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Ringo miró a Mary preocupado mientras la pobre salía disparada de la cama al cuarto de baño. Llevaba unos días en los que estaba fatal. Apenas tenía ganas de comer y los vómitos se habían hecho tan frecuentes que la pobre había perdido bastante peso. Afortunadamente, él esos días no había tenido que ir al estudio (tampoco lo hubiera hecho aunque hubiera sesión de trabajo estando Mary como estaba, la verdad) y había podido estar con ella, que, pese a sus reticencias a que la cuidara, en el fondo sabía que le estaba profundamente agradecida.

Al cabo de unos minutos, la chica volvió a entrar en la habitación. Estaba mortalmente pálida y Ringo no pudo menos que saltar de la cama para acudir a su encuentro: en aquellos momentos se veía tan frágil que  parecía que fuera a caer en el suelo de un momento a otro.

-No hace falta que me agarres.-se quejó ella con voz débil.-No me encuentro mal, sólo...

-No digas tonterías, Mary.-le cortó él mientras la ayudaba a entrar de nuevo en la cama.-¿Tú te has visto? Esto no me gusta... Lo que no sé es por qué te he hecho caso y aún no he llamado al médico.

-Oh, Ritchie... No te preocupes, sólo es que he comido demasiado y mírame... Debería aprender a controlarme un poco... Además, se me ha juntado todo, estoy en mis días y... Cuanto menos te descuides, estaré bien, ya lo verás.

-Me da igual lo que digas.-sentenció él rotundamente.- Es el cuarto día que estás así y no mejoras. Voy a llamar al doctor, te pongas como te pongas.

Dicho esto, Ringo descolgó el teléfono que había en la mesita de noche y empezó a marcar los primeros números.

-Ritchie, no...

Pero él no le hizo el menor caso y acabó de marcar el número. Casi en el acto, la voz de una mujer mayor le respondió al otro lado del teléfono. Sólo hizo falta que dijera su nombre para que la mujer se apresurara a pasarle directamente con el doctor. Después de explicarle brevemente lo que pasaba, el médico acordó en ir a su casa nada más acabara terminara con un par de pacientes con los que ya tenía cita concertada.

-Supongo que ahora estarás contento.-masculló ella cuando colgó.

Él se volvió a mirarla y no pudo evitar soltar una risita por lo bajo cuando la vio de brazos cruzados sobre la cama con cara de enfurruñada. En aquellos momentos parecía una niña enfadada a la que no le habían dejado salirse con la suya y aquello le hizo muchísima gracia.

-Sí, lo estoy.-contestó acercándose a ella y dándole un beso en la mejilla.- Princesa, debes cuidarte. Cuando uno está enfermo debe ver al médico y...

-Tonterías, Richard. Yo no estoy enferma.

-Ah, sí, tienes razón.-bromeó él.-Esos vómitos y ese malestar son de lo más saludables...

-No te pongas en plan graciosillo...

Ringo soltó otra risita aunque seguía estando muy preocupado.

-El doctor vendrá en menos de una hora.-dijo dando por zanjada la discusión.-Voy abajo a comer algo. Y tú, princesa, no te muevas de aquí. Te subiré una infusión después.

Y dicho esto le dio otro beso a la chica y salió de la habitación sin ni siquiera darle tiempo a soltar ni una queja por lo que acababa de decirle.

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Chris abrió la puerta de casa todavía preguntándose si debía de aceptar o no el puesto que Anthony le acababa de ofrecer. Había venido todo el camino de regreso pensando en los pros y los contras y aquello, lejos de decidirla, la había confundido aún más. Y es que, la balanza de cosas a favor y cosas en contra estaba asquerosamente equiparada.

-Buenos días, pequeña.

La voz de John la sacó de repente de su ensimismamiento. Levantó su cabeza y lo miró: había salido al pasillo nada más la había escuchado y lucía una sonrisa de niño bueno impresionante. No obstante, ella le dedicó una mirada fría como el hielo. No porque la mirara con cara de no haber roto un plato en su vida y la llamara de nuevo "pequeña" iba a olvidarse tan así como así de lo que había pasado hacía unos días.

-Hola.-se limitó a contestar sin más antes de cerrar la puerta.

Después, sin decirle nada más pasó por su lado y entró en el estudio para dejar la carpeta y los trastos que traía consigo.

-¿Vienes del periódico?

Otra vez John. La chica no pudo evitar soltar un bufido al entender que la había seguido hasta allí.

-Sí.-contestó volviéndose hacia él, que ahora descansaba apoyado sobre el marco de la puerta.

-Ahm. Muy pronto, ¿no?

-He madrugado.- dijo secamente antes de volver a darle la espalda y ponerse a toquetear las cosas que había por encima del escritorio. Lo cierto era que no tenía nada que guardar, pero el fingir que estaba ordenando los papeles que allí tenía la hacía parecer ocupada y así, de aquella manera, quizá John desistía y se largaba de allí.

No obstante, Christine se equivocó de plano. Casi cuando ya empezaba a pensar que John se iría de un momento a otro, el chico entró en el estudio y sin darle ni siquiera tiempo a reaccionar, la abrazó por la espalda. Ella notó como la tensión se apoderaba de ella a la vez que él apoyaba la barbilla en su hombro mientras lanzaba un largo suspiro. No obstante no dijo ni hizo nada.

-No soporto que estemos así.-susurró él después de mantenerse unos segundos en aquella posición.-Te quiero con locura y... Joder, lo siento. Lo siento mucho.

-A mí tampoco me gusta esta situación.-respondió ella con sinceridad.-Pero... Te pasaste. Me dolió mucho lo que me dijiste.

-No volverá a ocurrir, te lo prometo. Nunca te volveré a hablar así.

La chica se zafó de su abrazo con suavidad y se dio la vuelta, de tal modo que quedó cara a cara con él. Lo escrutó: parecía sincero y arrepentido.

-Te pido disculpas.-insistió él clavando sus ojos en ella.

Y entonces, ella se desarmó de nuevo por completo y se abrazó a él con fuerza. No sabía cómo se las apañaba, pero era imposible no creerle teniendo en cuenta como la miraba.

-No me vuelvas a tratar así en tu vida, ¿me oyes?-alcanzó a decir todavía con la cara pegada a su pecho, sintiendo como las lágrimas, contenidas de tantos días de tensión en los que se había negado a derramar ni una sola en su presencia, se agolpaban en sus ojos.

-Nunca. Te lo juro.-susurró él a la vez que la estrechaba entre sus brazos y le daba un beso en el pelo.-Y te prometo que dejaré de lado el ácido... En realidad no es tan maravilloso como parece...

Chris se separó de él levemente y lo miró con los ojos empañados aunque sonriente y sorprendida con aquella promesa. Él le devolvió la sonrisa y le limpió las pocas lágrimas que ya habían empezado a asomar por su cara con los pulgares. Después, le dio un dulce beso en los labios que a ella le supo a gloria para a continuación abrazarla de nuevo y hundir su cabeza en su cuello, tranquilo.

Y cuando ella ya había olvidado sus problemas, que las cosas por fin se habían solucionado, un pensamiento cruzó su mente. El trabajo, el maldito puesto de redactora que le habían propuesto hacía unas horas. Notó como se estremecía al pensar en lo que debería hacer, decírselo a John, y, por unos momentos, incluso llegó a temer una reacción colérica por su parte. De hecho, uno de los contras a la hora de aceptar el puesto era precisamente la actitud que él pudiera adoptar hacia aquel tema. Y es que, pese a que él tuviera más que asumido que ella quería hacer una vida independiente, no sabía muy bien como tomaría el hecho de que tuviera que ponerse a trabajar a jornada completa... ¿Y qué debía hacer en esos momentos? ¿Decírselo y arriesgarse a estropear aquella frágil reconciliación o sin embargo callar y esperar? ¿Pero cuándo se lo diría? Respondió a todas estas preguntas en cuestión de segundos y, casi sin pensarlo, puso la mano sobre el pecho de John y lo separó levemente.

-¿Ocurre algo?-preguntó él contrariado, que obviamente no esperaba aquello.

Chris lo miró durante unos segundos, agarró aire y, por fin, se lanzó a hablar:

-John, he de contarte algo.

La expresión preocupada, contrariada y sorprendida, incluso podría decirse que con un atisbo de furia, de John hizo que Chris se acelerara a la hora de aclarar el tema. Era evidente que él en aquellos momentos no estaba pensando nada bueno. Y no quería ni imaginarse qué cosas estaban pasando por su mente en aquellos instantes.

-El director del periódico me ha dicho que queda una vacante en redacción libre dentro de poco y me ha ofrecido el puesto.

John largó una sonora carcajada que la desconcertó.

-¿Eso era lo qué tenías que decirme?-preguntó cuando paró de reír.-¿Y qué le has contestado?

-Nada.-contestó ella intentando adivinar si aquella sonrisa en la cara de su novio se debía a que realmente le gustaba la idea o a que simplemente estaba aliviado por no haber escuchado ninguna de las posibles barbaridades que con total seguridad había imaginado.

-¿Nada?

-Sí, me ha dado unos días para contestar... De todas maneras el puesto quedaría vacante dentro de un mes largo y... Tengo tiempo para pensarlo.

-A juzgar por tu carita, creo que ya lo tienes más que pensado.

-Pues no.-respondió ella.

John soltó otra risita.

-No me mientas.-le susurró acercándose a su oído.

-Te juro que aún no he...

-Vas a aceptarlo, ¿verdad?-sentenció él esbozando una sonrisilla.

-John, aún no lo he pensado, ya te lo he dicho.

Sin ni siquiera contestar, él se dejó caer sobre uno de los dos sillones que había en el estudio, todavía con aquella sonrisilla pintada en la cara.

-Dime una cosa, pequeña...-dijo al fin poniendo las piernas encima del reposabrazos.-¿A ti te apetece hacerlo?

-Pues...-dudó ella pensando por primera vez en serio, sin tener en cuenta la posible mala reacción de John, que era evidente que no se iba a enfadar por ello.-No sé... Supongo que... Sí. Me gusta en realidad.

-Y se te da bien.-concluyó él.-Deberías decir que sí.

-¿Tú crees?-preguntó ella sin poder ocultar su felicidad.

-Sí.-sonrió John.-Si quieres hacerlo, acepta.

Por toda respuesta, la chica se acercó y le soltó un sonoro beso en la mejilla.

-Por cierto... Supongo que antes de tener el nuevo trabajo tendrás tiempo para una escapadita un fin de semana...-dijo él de repente.

-¿Qué? ¿Una escapada? ¿Adónde quieres que vayamos?

-Sólo quiero veamos algo, pequeña.-contestó él.-Y de paso nos pasamos un par de días solos sin obligaciones de ningún tipo, ¿qué te parece?

-¿Pero adónde vamos?

-Eso ya lo verás.-sonrió John.-Será una sorpresa.

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-¿Y dices que los vómitos los tienes desde hace tan sólo unos días?-quiso saber el médico, que estaba inspeccionando a Mary mientras él observaba la escena desde el sillón que había en la habitación.

-Sí.-contestó la chica.

-Pero no hay dolor abdominal.

-No.-negó Mary.-Bueno... El dolor típico del período y todo eso.

-Entiendo...-masculló el doctor.-Voy a inspeccionarte las pupilas, ¿de acuerdo?

Mary asintió con la cabeza a la vez que el médico agarraba una pequeña linterna y la encaraba a sus ojos directamente.

-Voy a hacerte un análisis de sangre, Mary.-concluyó el doctor cuando acabó su inspección.

-¿Un análisis?-preguntó Ringo extrañado. Era la primera vez que había abierto la boca desde que el médico había llegado y no pudo ocultar el tono de preocupación en sus palabras.

-Sí, creo que sería lo más apropiado. Ya que estamos, hacemos el análisis y así tenemos el reconocimiento completo.-respondió el hombre antes de volverse de nuevo hacia la chica.-Y ahora, Mary, ¿te importaría que te extrajera ahora la sangre para los análisis?

-Qué remedio...-respondió la chica medio en serio y medio en broma.

El doctor soltó una risita por lo bajo mientras preparaba la aguja. No tardó demasiado en extraer la sangre necesaria, en terminar el reconocimiento y recetarle unas pastillas contra los vómitos. Después, recogió sus cosas y salió de la habitación acompañado por Ringo, dejándose tras de sí a una Mary que parecía mucho más mareada después de haber visto la sangre.

-¿Tiene idea de lo qué puede ocurrirle?-preguntó Ringo nada más cerraron la puerta de la habitación.-No ha dado un diagnóstico y...

-Por eso precisamente voy a mandar ese análisis.-respondió el médico.-Con lo que ahora he visto, mucho me temo que no puedo dar un diagnóstico claro.

-¿Pero tiene idea de qué puede ser? Seguro que algo se imagina...

-Bueno...-masculló el doctor.-En realidad estoy barajando seriamente la posibilidad de que tenga anemia.

-¿Anemia?-repitió él con un hilo de voz.-¿Es grave?

-Depende. Pero no debes preocuparte, Richard, en la mayoría de casos es una simple carencia superficial de hierro que se soluciona pronto.... De todas maneras, debemos esperar a los resultados del análisis.

-Dese prisa en tenerlos pues.

-Descuida.-contestó el doctor.-Nada más los tenga os llamaré.

-Gracias por todo.

-Es mi trabajo, no tienes por qué agradecer nada. Tranquilo, Richard. Y cuídala, eso sí. Nos vemos pronto.

-Sí...-contestó él mientras el doctor ya empezaba a caminar hacia su coche.-Adiós.

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Lo único que le había podido sacar a John en limpio de aquella misteriosa escapada de fin de semana que le había prometido antes de irse, era que tenían billetes de avión para Dublín. No obstante, parecía que la capital irlandesa no era el destino final ni muchísimo menos, así que todo continuaba siendo un misterio para Christine incluso cuando ya estaban metidos dentro de un coche de alquiler, con John al volante, mientras salían de la ciudad.

-¿Me puedes decir ahora adónde vamos?-preguntó ella, que se estaba muriendo de curiosidad.

-Vamos al norte.

-Oh, Johnny, eso ya lo veo...

-Pues entonces ya lo sabes.-rió él.-Unas cuantas horas soportando mi conducción temeraria y ya verás adónde te llevo.

-Dijiste que querías que viera algo...

-¿Eso dije?

-¡John!-le riñó ella a la vez que él empezaba a reírse con ganas.-No te rías, sabes que me matan estas intrigas.

-Lo que pasa es que eres una impaciente, pequeña...

Chris soltó un bufido consternada. Sabía que no iba a decirle nada más. Sólo había alguien que le superara a ella en cabezota y ése, sin lugar a dudas, era John. Así que si había dicho que no iba a decirle nada hasta que llegaran, no se lo diría, así de simple.

Afortunadamente, el viaje transcurrió sin sobresaltos. Pronto, aunque pareciera imposible, John le hizo olvidar su intriga con su conversación y sus cosas y, un poco después de que pararan a repostar en una gasolinera regentada por un irlandés tosco que pareció no reconocerles, John anunció que estaban a punto de llegar.

-¿Dónde estamos?-preguntó Christine mientras miraba la bahía por la ventanilla. Aquello realmente era precioso: verde y con el mar de fondo, parecía sacado de un cuento.

-Estamos en la Bahía de Clew.-aclaró John.-Y ahora mismo vamos a entrar en un pueblo que se llama Westport...

-¿Vamos a quedarnos en ese pueblo?-quiso saber ella.

-No.-sonrió John.-He quedado aquí con alguien que sí que nos va a llevar al sitio donde vamos a quedarnos.

A Chris ni siquiera le dio tiempo a contestar antes de que John detuviera el coche delante de lo que parecían ser los edificios del pequeño puerto pesquero del pueblo.

-No me digas que vamos a pasar un magnífico fin de semana pescando bacalaos...-bromeó ella mientras bajaban del coche.

-Oh, no me digas que no te gusta la idea...-le siguió él la corriente.

Apenas habían puesto un pie en la calle, un tipo pelirrojo y con barba que debía aproximarse a los cincuenta corrió hacia ellos.

-Señor Lennon, señorita.-se presentó cuando estuvo delante.-Por fin nos conocemos. Soy Gerrald Crowley. Les estaba esperando, espero que hayan tenido un buen viaje.

-Encantado.-contestó John.-Usted es el que se encargó de tratar con mi abogado, ¿verdad?

-Exactamente, el mismo. Fue un placer hacer negocios con él, bueno, con usted.

-Ah, yo paso de los negocios...

Chris no podía dejar de mirarlos a los dos sorprendida. ¿De qué estaban hablando? ¿Negocios? ¿Abogado? ¿Y quién era aquel tipo que les estaba esperando?

-Tengo la lancha que me encargó aquí mismo, al lado de la mía propia.-dijo el tal Gerrald señalando hacia el puerto.-Tengo entendido que usted sabe manejar una, ¿verdad?

-Más o menos. No tiene mucho misterio.-sonrió John.

-Perfecto. Si no tienen inconveniente, les acompañaré hasta la isla. Está cerca y no tiene pérdida, aunque ya que es la primera vez que van será mejor que me sigan.

-Me parece bien.-contestó John a la vez que sacaba la maleta que habían traído consigo del maletero del coche.

John, Gerrald y la confundida Chris se dirigieron hasta el muelle y subieron en sendas lanchas que estaban amarradas en el puerto.

-¿De qué va todo esto? ¿Y quién es ese tipo?

-Ese tipo es el dueño de la inmobiliaria de Westport.-respondió John mientras arrancaba la lancha y empezaba a seguir a Gerrald, que iba delante con la suya.

-Un segundo... Espera a que me aclare...-dijo ella levantando la voz para que él la pudiera escuchar por encima del ruido del motor.-¿Has comprado una casa en una isla?

-No exactamente.-respondió casi gritando John mientras sonreía pícaramente.

-¿Entonces?

John fingió descaradamente no haberla escuchado y continuó conduciendo tranquilamente detrás de Gerrald. Ya iba a protestar por aquel secretismo cuando las dos lanchas se detuvieron delante de una isla, al parecer, completamente deshabitada.

-¡Ya hemos llegado!-exclamó Gerrald desde la otra lancha.-¡Bienvenidos a Dorinish!

-Y en respuesta a tu pregunta de antes...-susurró John acercándose a Chris.-No he comprado una casa en una isla. He comprado la isla, que es distinto.

-¿Qué?-casi exclamó ella.

-1700 libras.-sonrió él.-Una verdadera ganga para lo que de ahora en adelante será un refugio para los dos cuando tengamos ganas de evadirnos del mundo.

-Estás completamente loco...

-Lo sé. Y sé que a ti te gusta que lo esté, pequeña....-susurró él antes de darle un beso en los labios.-Y ahora, bajemos. Creo que tenemos una isla que explorar.

**************************************

George se sentía un poco mal por ir a esa fiesta sin Gwen. No obstante, ella le había insistido tanto en que no podía ir por culpa del examen teórico que tenía ese mismo lunes que a él no le había quedado más remedio que acudir sólo. Además, era una de esas citas ineludibles a las que tenías que ir sí o sí, una de esas fiestas a las que Brian no le hubiera perdonado nunca que faltase por la afrenta que aquello hubiera supuesto. Otra cosa en contra de aquella maldita fiesta era la ausencia de los demás chicos, que a saber qué andarían haciendo... No obstante, se autoconsoló intentando pensar en que allí se encontraría a un montón de amigos y conocidos con los que por lo menos intentaría pasar un buen rato.

No se equivocó. Apenas pudo sortear los flashes de las cámaras que se agolpaban en la entrada y entró adentro, se encontró con un sonriente Eric Clapton que enseguida se lo llevó a la barra. Estuvieron así, charlando y bebiendo durante largo rato, entre ellos y entre los otros muchos que había por allí, la "gente guapa" de Londres, disfrutando, sin más. Y justo cuando ya estaba empezando a notar como los whiskys que se había tomado le estaban subiendo a la cabeza, escuchó aquella voz, aquella voz que ya empezaba a conocer bien, demasiado bien...

-¡George! ¿Eres tú?

El chico se dio la vuelta lentamente y la miró con los ojos entrecerrados, mientras le daba una profunda calada a su cigarrillo.

-Hola Charlotte.-contestó sin más.-No esperaba verte por aquí.

-Yo tampoco a ti. Al no ver a ninguno de los otros tres...

-No han venido.

-¿Y tu novia?

-¿Gwen? En casa.-respondió.-¿Y tú? ¿Has venido sola?

-En realidad he venido con mi agente... Quería que conociera a algunas personas del mundo de la moda y me ha pedido que le acompañara. Pero ya hace un buen rato que ha desaparecido... Como tu amigo.

Al escuchar aquella última frase, George se dio la vuelta y comprobó que, efectivamente, Eric se había ido de su lado. No obstante, no le costó localizarle un poco más allá charlando con una chica despampanante, modelo, seguramente.

-En estas fiestas muchos acaban desapareciendo, no es nada raro.-comentó en tono casual.

No se dio cuenta del significado de su comentario hasta que vio como lo miraba la rubia. Vale, estaba borracho, pero era capaz de discernir aquel tipo de cosas. Fue entonces cuando sintió como el corazón le daba un vuelco. Gwen, con la que tantas discusiones había tenido últimamente por aquello, había estado siempre en lo cierto: esa Charlotte iba a por él de una manera más que descarada y él había estado completamente ciego hasta el momento.

-Pues si todos desaparecen...-masculló Charlotte sonriendo de manera sugerente.

George la miró durante unos segundos, fijamente y, después, apuró el vaso de whisky que tenía en la mano de un solo trago. Después, se aclaró la garganta, agarró aire y dijo:

-¿Por qué no me acompañas al jardín, Charlotte?

La chica se quedó mirándolo, sorprendida pero satisfecha a la vez mientras George se ponía en pie y empezaba a caminar, sin ni siquiera esperarla hacia el jardín.

************************************

Chris y John entraron en la pequeña cabaña que se había erigido como su improvisado hogar en aquellos dos días que iban a pasar en Dorinish, su isla. Aunque la casucha era minúscula, era tremendamente acogedora, sobre todo con el fuego crepitando en la chimenea como lo estaba haciendo en aquellos momentos. No obstante, John tenía idea de construir algo más "resistente" allí nada más tuviera oportunidad. Una especie de casa de veraneo en la que ellos dos pudieran pasar sus periodos de descanso sin cientos de ojos curiosos posados en ellos.

-Esto es precioso, John...-dijo Chris casi en un susurro mientras miraba por la ventana.-Precioso.

Él se acercó a ella y rodeó su cintura con sus brazos. Después, apoyó la cabeza contra el hombro de la chica, sonriente y feliz como ya hacía tiempo que no lo estaba. Efectivamente, aquello era precioso, sobre todo en aquellos momentos. Afuera empezaba a anochecer y una suave llovizna que apenas rozaba los cristales caía sobre la inmensidad de pasto verde y mar que se extendía ante sus ojos.

-Es precioso y ahora es nuestro...-susurró él.

Nada más escuchar aquello, la chica se giró suavemente hasta quedar cara a cara con él. Lo miró durante unos segundos y, después, sin decir nada, lo besó. John le respondió con ganas y pegó aún más su cuerpo contra el suyo mientras ella respondía con un leve suspiro que a él le sonó a gloria. Con cuidado pero con determinación, la agarró por la espalda y la condujo, sin dejar de besarla, hacia la desvencijada alfombra que había delante del fuego. Ella se separó de él unos segundos y lo miró. Era evidente que sabía lo que iba a ocurrir, pero más evidente era que ella lo estaba deseando tanto como él. Con cara de niña mala, pasó su mano por debajo de su jersey, sobre su piel desnuda. Sólo con notar el tacto cálido de su mano sobre su pecho, sólo con imaginarse qué era lo que iba a ocurrir a continuación, John empezó a perder la cabeza. Era paradójico que estando con ella desde hacía casi año y medio, aquella chiquilla continuara haciéndole perder el control con tan solo un pequeño gesto como aquel. Ansioso, se quitó el jersey de un tirón e hizo lo mismo con el de ella. Chris soltó una risita excitada antes de que él hundiera de nuevo su cabeza en su cuello. Y entonces, cuando sintió la mano de ella desabrochándole el botón de su pantalón vaquero, John perdió la cabeza por completo. Acabó de desnudarla casi con brusquedad y, después, los dos cayeron rodando sobre la alfombra. No quedó ni una parte de su cuerpo por besar y acariciar, ni del uno ni del otro, antes de que ella definitivamente se hartara de la única prenda que en esos momentos se interponía entre los dos y le quitara los calzoncillos a John casi con la misma brusquedad con la que él la había acabado de desnudar minutos antes. Él no pudo menos que soltar un gemido ahogado al sentir su erección contra la piel de ella, que le agarró por el cabello y atrajo su cabeza hacia la suya para darle un apasionado beso a la vez que le rodeaba la cintura con las piernas. Y entonces, John, sin dejar de besarla, entró, por fin, dentro de ella para hacerle el amor como tantas veces se lo había hecho; una cosa de la que nunca, nunca, nunca en su vida se cansaría. Estar unidos, los dos, de una manera tan perfecta en la que no se sabía a ciencia cierta donde empezaba el cuerpo del uno y acababa el del otro, haciendo físico el amor que sentían, era, sin duda, la mejor sensación del mundo.

*************************************

George se sentó en una de las sillas que había en aquel inmenso jardín y miró a su alrededor. Estaba a rebosar. Casi podría decirse que había más gente allí que adentro.

-Hace una buena noche, ¿no crees?-dijo de repente Charlotte.

El chico se volvió y la miró. Había estado tan metido en sus propios pensamientos que apenas se había dado cuenta de que Charlotte se había sentado a su lado. Suspiró. Sin duda, había llegado el momento. El momento de poner los puntos sobre las íes y dejarlo todo muy pero que muy claro.

-Verás Charlotte...-empezó a decir.-No quiero que me malinterpretes. Si te he hecho salir aquí conmigo es porque quiero que hablemos.

-¿Hablar?-preguntó ella. La cara de la chica reflejaba una inmensa sorpresa. De no haber estado él metido en esa situación de pleno, se habría reído de buena gana con aquello: al parecer a Charlotte el príncipe azul le acababa de salir rana.

-Sí, hablar.-contestó él con contundencia.-Creo que todo esto está... tomando caminos que no deseo tomar.

-No entiendo lo que quieres, decir, George.-se apresuró a decir ella.

-Sí que lo sabes.-le cortó él con severidad.-Siempre estás por donde yo estoy,: cuando salgo a dar un simple paseo por ahí, cuando voy al estudio, cuando acudo a alguna fiesta... Mira, podría creer en las casualidades si esto sólo hubiera pasado una, dos o a lo sumo tres veces, pero obviamente, eso no es así.

-¿Qué estás queriendo insinuar?-casi gritó ella.

-No insinúo nada, sólo digo lo que hay.-respondió él con serenidad.-Y no me gusta nada todo esto, si te digo la verdad.

-Oye, George... Yo no...

-No, óyeme tú a mí.-le interrumpió él poniéndose en pie de repente.-Estoy con Gwen y la quiero, la quiero muchísimo. Te equivocas de plano si crees que voy a arruinarlo todo por un...

-¿Por un qué?-preguntó ella desafiante al ver que él se había interrumpido bruscamente.

A George sólo le faltó un poco para contestarle a la pregunta con un claro "por un putón como tú", pero se contuvo en el último momento.

-Mira, Charlotte.-le dijo finalmente.-No quiero volver a verte, ¿vale? No quiero que te vuelvas a cruzar en mi camino. Y si alguna vez nos cruzamos por casualidad haz como si no me hubieras visto, ¿entendido?

Charlotte se quedó mirándolo boquiabierta, sin saber qué decir ni qué hacer, aunque eso a George no le importaba lo más mínimo. Así que, sin ni siquiera esperarse a que ella reaccionara ante aquello, se dio media vuelta y volvió a la fiesta sintiendo como se había quitado un enorme peso de encima, un enorme peso del que él ni siquiera había sido consciente hasta esa misma noche pero que por poco lo había hundido en un pozo en el que nunca hubiera deseado caer.



Holaaaaaaa!!!!!! Aquí yo después de mil años como ya viene siendo costumbre... Espero haber compensado con este capi largo, largo. Espero que estéis bien y, si no nos "vemos" antes de la semana que viene, aprovecho para desearos una feliz Navidad a tod@s. Sobre el Año Nuevo no diré nada pues espero publicar antes de que llegue el 2013, así que... Esa felicitación, a la próxima.

En fin, nenas, gracias por leer y por comentar (Debbie -éste era para ti, lo sabes ;) -, "mi María" -jajajaja, recuerda lo de las dos preguntas-, Jane Allen -que adoro tus comentarios, de verdad que sí-, Ingrid -por fin sé tu nombre: ahora puedo darte las gracias personalizadas :D -, y Citla -de vuelta después de exámenes, holaaaa!-). Y ya sabéis, esto sin vosotras que leéis, no sería nada.

Besos y HAPPY XMAS! :D












miércoles, 5 de diciembre de 2012

Capítulo 68: Próxima parada, problemas

Habían pasado un par de meses desde sus malas experiencias con el LSD y, hasta el momento, Christine se había negado a probarlo de nuevo. No iba  anegar que aquello había sido una tarea bastante difícil, sobre todo teniendo en cuenta que John le había estado insistiendo para que lo hiciera, en especial las primeras semanas después de lo sucedido. No obstante, a partir del momento en el que ella había manifestado su firme decisión de no volverlo a probar de una manera muy clara, él no había había dicho nada más. Simplemente, cuando le apetecía, se limitaba a colocarse sin más evitando a toda costa preguntarle a ella si quería unirse al viaje. Y aquello, a ojos de Chris, aún era peor que su insistencia para que le diera una nueva oportunidad al ácido. Peor porque después le tocaba aguantar a un John de viaje durante once o doce horas. No era que él se pusiera insoportable cuando estaba ido, nada más lejos de la realidad. Lo que ocurría era que cuando se ponía con ácido, John estaba completamente ausente, tanto que incluso a veces parecía un mueble más de la casa. Al parecer, aquello era de lo más normal cuando estabas bajo los efectos del LSD, pero Christine no había sido consciente de ello hasta que lo había dejado y había empezado a ver aquellos viajes desde la barrera, sin ser partícipe de ellos. Le sorprendía entender que ella también había estado entrando en aquel estado cada vez que se colocaba y visto desde su nueva perspectiva, aquello no era en absoluto divertido. Y así estaba ella ahora, teniendo que soportar continuos periodos de doce horas de apatía total por parte de la persona a la que más quería en el mundo. Doce horas en las que en ocasiones ella no veía otro remedio que fumarse un porro tras otro para combatir aquella tediosa espera. Doce horas en las que John no era John sino sólo un mero reflejo de sí mismo.

Aquella tarde, pese a todo, no había habido viajes de ningún tipo. De hecho, ni siquiera se habían liado ni un porro. Quizá esa era la razón por la que Chris se sintiese extrañamente relajada: hacía unos días que John ni siquiera había nombrado el LSD y parecía no tener intención de hacerlo, al menos, por el momento. Aquello podía deberse a que había estado demasiado ocupado pensando en unos arreglos para una de sus canciones y a que ella, además, lo había estado manteniendo bastante entretenido haciéndolo plenamente partícipe de las controvertidas columnas que tenía pendientes para esa semana, columnas que, por cierto, parecían ir de ruedas en el periódico y que tenían satisfecho al director como al que más. 

-Dunbar nos ha invitado a cenar esta noche.-dijo John de repente entrando en el comedor, donde ella estaba acabando de redactar su columna para el viernes.

-Perfecto.-sonrió ella levantando la mirada.-¿Dónde vamos esta vez?

-A su casa.

-¿A su casa?-preguntó Chris extrañada.-Pues que raro... Desde que no está con Marianne no ha invitado a nadie allí.

-Lo sé.-sonrió él sentándose en la silla que estaba a su lado.-Ya habrá asumido que su querida mujercita está con el tío Jagger.

Chris soltó una risita cuando escuchó aquella expresión y asintió con la cabeza. John tenía razón.

-¿Y sabes a qué se debe el honor de la cena?-quiso saber.

-Pues...-sonrió él.-Creo que nos quiere presentar a alguien.

-¿Una chica?-preguntó ella sonriendo de oreja a oreja. 

-Supongo.-contestó él divertido a la vez que se encogía de hombros.-Parece que nuestro Johnny ha decidido salir del cascarón.

-Sí.-sonrió Chris.-Esta noche veremos.

-Por supuesto que sí.-respondió John y, después, a la vez que acercaba un poco más su silla a la suya, preguntó:-¿Es el artículo para mañana?

Chris asintió con la cabeza.

-¿Puedo leerlo?-preguntó John.

-Por supuesto. Todo tuyo.-contestó ella tendiéndole el papel donde había estado escribiendo.

-Espero que hayas dado toda la caña que dije que dieras, pequeña.

-Toda la que me dijiste y más aún.-rió ella.-No me subestimes, Johnny. Ya sabes que no se me caen los anillos a la hora de atacar a nadie...

**********************************

Gwen le dedicó una mirada de desdén a la rubia que se acababa de acercar a ellos dos. Por desgracia, ya conocía de sobras su nombre, Charlotte, Charlotte Martin. Francesa, guapa, modelo y mucho se temía que obsesionada por George. Si no obsesionada, por lo menos interesada en él muchísimo. Ya estaba empezando a hartarse de sus apariciones fortuitas por todos los lados. Primero, habían sido fiestas puntuales, después se las había apañado para encontrarse con George a la entrada o a la salida de éste a los estudios (y eso lo sabía muy bien porque era él mismo el que se lo había contado) y ahora ya se les aparecía hasta cuando estaban de compras. Aquello, simple y llanamente, clamaba al cielo, y lo peor es que Gwen tenía una inmensa sensación de impotencia encima. ¡Y ella que había llegado a creer que después de lo de Alemania no la volvería a ver nunca más!

-¡Hola!-exclamó Charlotte cuando estuvo lo suficientemente cerca de ellos dos.-¡No esperaba veros por aquí! ¿Qué tal?

-Hola, Charlotte.-respondió George.-Pues aquí estamos. Gwen quería comprarse unas cosas y...

-Oh, perfecto.-le cortó la rubia casi de inmediato nada más escuchó el nombre de Gwen. Aquello, a ella, no se le pasó por alto.

-Nos tenemos que ir. Tenemos un poco de prisa, ¿verdad George?-intervino Gwen haciendo un colosal esfuerzo por disimular su expresión de desagrado.

-Sí...-dijo él, aunque, a decir verdad, no sonó demasiado convencido.-Vayámonos o se nos hará tarde.

-Muy bien.-sonrió Charlotte.-Pues nos vemos en otra ocasión, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Casi antes de que George acabara de pronunciar aquellas palabras, Gwen lo agarró del brazo y lo apartó de allí.

-¿Por qué siempre se nos tiene que cruzar la tía ésta?-preguntó casi en un susurro cuando estuvieron lo suficientemente lejos de ella.

-Oh, Gwen...-contestó él quitándole importancia.-Sólo son coincidencias, no pasa nada.

-Dudo que sean coincidencias...

-Y yo creo que estás un poco paranoica, ¿no crees?

La chica se paró en seco allí mismo, sorprendida por las palabras de George. Pensaba que la comprendería, pero al parecer, no era así.

-¿Qué te pasa?-preguntó George extrañado al ver que se había detenido.

Gwen le lanzó una mirada asesina mientras se debatía en su fuero interno entre si debía responderle o no.

-Vámonos a casa.-se limitó a decir.

-¿Qué?

-Que nos vayamos a casa.

-¿Pero no querías comprar aquello que...?

-Se me han ido las ganas de comprar nada, George.-respondió ella apretando la mandíbula fuertemente.-Así que mejor que nos vayamos de aquí.

-¿Pero qué te...?

-Mejor no acabes de pronunciar esa pregunta.-le cortó.-Porque mucho me temo que no te va a gustar la respuesta.

Antes incluso de que a él le diera tiempo a decirle nada más, la chica se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la salida de la tienda. Sabía que él la seguía muy de cerca, como también sabía que en aquellos momentos se estaría preguntando qué narices le pasaba aunque lo supiera en realidad hasta mejor que ella misma. Por eso mismo se sentía tan molesta. George no era tonto y sabía que Charlotte no le hacía gracia. Entonces... ¿por qué insistía en continuar tratándola de una manera tan... amigable?

**********************************

Cuando Dunbar le presentó a la persona que quería que Chris y él conocieran, John no pudo evitar soltar una risotada. Tampoco Chris, que lanzó una pequeña risita por lo bajo a la vez que le lanzaba una mirada burlona a su amigo. Y es que ambos esperaban que les presentara a una chica y no a aquel tipo que los miraba con interés.

-¿Es tu nueva novia, Dunbar?-bromeó John.-Creí que te gustaban un poco más femeninas...

-Cállate Lennon.-le cortó volteando los ojos.-Es Alexis Mardas. ¿Te acuerdas de la exposición de Luces Cinéticas? ¿De la Nothing Box?

John borró inmediatamente su sonrisa burlona de la cara y se quedó mirando a aquel tipo rubio que tenía ante él.

-Él es el autor.-le aclaró Durban.

-Vaya...-murmuró él a la vez que le tendía la mano a aquel tipo que se le antojaba incluso algo extraño.-Parece que estoy hablando con uno de esos inventores locos que hay por ahí, ¿no? Yo soy John.

-No hace falta que te presentes, todo el mundo te conoce.-le contestó el tal Alexis a la vez que le estrechaba la mano.-El famoso John Lennon, más famoso que Jesucristo, ¿me equivoco?

John soltó una risita divertido por aquella alusión a su polémica de ese mismo verano.

-No me recuerdes eso, por favor.-sonrió.-Por cierto, te presento a Christine, mi novia.

-Otra que tampoco necesita presentación.-continuó Alexis con la broma.-Encantado.

-Lo mismo digo.-sonrió ella.

-Y dime, inventor chiflado...-intervino John.-Aparte de juegos de luces y cajas con las que he de reconocer que me entretengo bastante, ¿haces algo más?

-Digamos que tengo algunos proyectos en mente...

-¿En serio? ¿Cómo cuáles? ¿Más luces?

-Mucho más que luces, John, mucho más que luces...-contestó éste misteriosamente.

-Bien, gente...-les cortó Dunbar de repente.-¿Por qué no pasamos al comedor y seguimos con esta charla mientras cenamos?

-Me parece perfecto, vamos.

********************************

-¿No te parece un poco raro ese tipo que hemos conocido hoy?-preguntó Chris, que estaba recostada sobre el pecho desnudo de John en la cama.

-Sí.-contestó él a la vez que le pasaba la mano por el pelo.-Pero he de reconocer que algunas de sus ideas me han sorprendido.

-Bueno, lo del teléfono que identifica las llamadas y todo eso no estaba mal.-respondió la chica esbozando una sonrisilla.-Con lo de la casa flotante ha patinado bien a gusto, creo yo.

John soltó una risita entre dientes antes de contestar.

-Según él era "técnicamente posible".

-Creo que ese tipo tiene más aspiraciones a mago que a otra cosa.

-Posiblemente.-contestó él.-Pero imagínate que consigue llevar a cabo algunas de las cosas de las que habla... Sería... Sería, no sé, Magic Alex.

-Magic Alex...-dijo ella divertida levantando la cabeza y mirándolo a los ojos.-¿Ya empezamos con tu afición a poner apodos a todo aquel que se cruza en tu camino?

-Más o menos....-rió él.-Anda, peque, no te quedes mirándome así y dame un beso.

-¿Es una orden?-preguntó la chica levantando una ceja y esbozando una sonrisa burlona.

-Una orden, sí.-contestó él sacándole la lengua, justo antes de que ella se acercara a su cara y le diera un beso tan largo como tierno.

La chica se separó unos centímetros de él y le dedicó una mirada penetrante.

-Te quiero, monstruo.-sonrió pasándole la mano por el pelo y revolviéndoselo todo.

-Y yo a ti. ¿Y sabes? Siempre lo haré.

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Hacía cerca de media hora que Ringo había salido de casa, aunque eso a ella no le importaba lo más mínimo. Ya se había acostumbrado a sus horarios intempestivos cuando estaban metidos en el estudio de grabación. Ellos, como casi todos los artistas, preferían trabajar hasta bien entrada la noche, aunque aquel día Ringo le había prometido que no llegarían tarde. No obstante, aquel día tenía ganas de compañía. No le apetecía cenar sola un viernes por la noche, así que descolgó el teléfono y marcó el número de casa de John y Chris. Su amiga respondió casi al instante.

-¿Sí?

-Hola, Chris.-respondió ella.-¿Qué tal?

-¡Hola Mary! Pues mira, justo me estaba cambiando de ropa para ir a recoger a Julian...

-¿Vas tú?-se extrañó ella.

-Sí.-contestó su amiga.-John está en el estudio y voy yo a recogerlo a la salida de la guardería.

-Ah, entiendo.-respondió Mary.-Pues yo te quería proponer una cosa, pero claro, si estás con el niño...

-¿Qué cosa?-preguntó Chris curiosa.

-Que te vinieras a cenar a casa.-respondió.-Ya que no tenemos compañía masculina ni una ni otra.

-Yo sí que tengo compañía masculina, Hall, digo, Starkey...

Mary soltó una carcajada con aquella miniconfusión de su amiga. Aquello era una cosa de lo más habitual desde que se había casado en enero.

-Bueno, pero no es ésa la compañía masculina a la que me refiero, ya me entiendes...-respondió ella divertida.-¿Qué te parece la idea?

-La idea me parece perfecta.-contestó su amiga.-Pero mejor que hagamos una cosa... ¿Por qué no te vienes tú aquí a cenar? Hace frío por las noches todavía y sacar a Julian, no sé... Además, que si le entra sueño lo acuesto en su cama y ya está.

-Pues vale.-respondió ella.-¿Traigo algo?

-Ni se te ocurra. Aquí no traigas nada que hay comida de sobra.

-Te debo una cena, Chris.

-Quizá dos.-bromeó ella.-Ven cuando quieras. Yo ahora voy a por Julian y después ya no salgo de casa.

Mary se despidió de ella rápidamente y colgó el teléfono; Chris tenía prisa por ir a por el niño y no era plan de hacerla esperar mucho más. Después, subió a su habitación a cambiarse los viejos pantalones vaqueros raídos que llevaba y llamó a un taxi para que fuera a buscarla. Bufó. Viviendo en donde vivían debería ir planteándose el sacarse el carnet de conducir para las ocasiones en las que Ringo no estuviera en casa. El único inconveniente era que los coches la aterraban...

************************************

John se sentía inmensamente cansado. No había sido uno de los días más duros de trabajo ni de lejos, pero no podía evitarlo. Habían hecho ya varias tomas de la canción y ninguna había convencido a Paul hasta el momento. Y obvio, si aquellas tomas de Getting Better no convencían a Paul, que era el autor de la canción, no había tema.

-Creo que necesito una anfeta...-le susurró entre dientes a George cuando acabaron de grabar por enésima vez las guitarras.-Estoy agotado...

Su amigo simplemente se limitó a asentir. Era algo habitual entre ellos, sobre todo durante aquellas sesiones maratonianas de grabación. Sin decir nada más ni esperarse a que su amigo le diera una respuesta, John se puso a rebuscar entre los bolsillos de su pantalón hasta que encontró entre el mogollón de tabletas y pastillas la que a él le pareció que era. Sonrió para sí mismo. Allí dentro tenía de todo y todo ilegal. Sin ni siquiera pensárselo dos veces, John se echó la tableta a la boca sin ni siquiera mirarla y se la tragó sin más, sin agua, sin nada. Después, agarró de nuevo su guitarra, se la colgó y esperó a que George Martin diera de nuevo la orden de empezar a tocar mientras Paul le daba a Ringo algunas indicaciones sobre la batería.

Ahora sólo faltaba esperar a que la anfeta hiciera su efecto y adiós cansancio.

*****************************

Sólo cuando empezó todo a cobrar una forma distinta a su alredor, John se dio cuenta de que algo no iba bien. Aquello no era normal, no. No lo era: una anfeta no le hacía tener alucinaciones, jamás lo había hecho y jamás lo haría, de ello estaba seguro. Entonces, ¿qué mierdas estaba sucediendo?

-John... John...

John se volvió para mirar a quien lo estaba llamando. Comprobó que era Ringo y se asustó. Ni siquiera le había reconocido su voz, que le había sonado tan distorsionada que parecía que fuera de otra persona.

-¿Qué te pasa?-insistió Ringo.

John entrecerró los ojos y lo miró bien. Se fijó en los ojos de su amigo y vio como de su azul intenso habitual estaban empezando a adoptar diversas tonalidades. Primero, a un violeta casi imperceptible que después derivó hacia el verde. Fue entonces cuando se cayó en la cuenta de lo que podía haber pasado... No. La pastilla que se había tomado no era una anfeta; lo que se acababa de tragar era una tableta de LSD.

-Mierda...-murmuró.-La he cagado.

-¿Qué?

-Era ácido...-murmuró él abriendo los ojos como platos, asustados.-Era puto ácido.

-¿Ácido? ¿Te has metido LSD?-preguntó George entre susurros acercándose hasta ellos. Al parecer, había estado lo suficientemente cerca como para haberlos escuchado.

A John ni siquiera le dio tiempo a contestar ya que justo en el momento en el que iba a abrir la boca, George Martin se acercó hacia el corrillo que los tres tenían montado ansioso.

-Vamos a ver, chicos. ¿No me habéis escuchado? Hagamos otra tom...-pero justo en ese momento se interrumpió a sí mismo y se quedó mirando a John entre curioso y asustado a la vez.-¿Ocurre algo, John? ¿Te encuentras bien?

John agarró aire profundamente antes de contestar e hizo un monumental esfuerzo por parecer lo más normal posible. George Martin no sabía nada de sus viajes con ácido y no le apetecía de que se enterara en esos momentos.

-Estoy un poco... indispuesto.-contestó finalmente.

-Se ha mareado.-le salió Ringo al paso, intentando evitar que John hablara más de lo que fuera necesario.

-Sí, debe de ser la calefacción.-se metió George.-Está muy alta aquí adentro y hace un calor asfixiante.

-¿Qué pasa?-preguntó Paul de repente acercándose por detrás.

-John no se encuentra muy bien.-contestó Ringo lanzándole una mirada significativa a su amigo.

-Creo que deberías salir afuera a tomar un poco el aire...-le sugirió George Martin volviéndolo a mirar.

John sólo pudo asentir vagamente.

-No.-dijo Paul de repente.-Afuera está todo lleno de fans. No creo que sea una buena idea...

-Sí, bueno...-asintió George Martin.-Tienes razón. ¿Qué te parece si vamos a la azotea y te despejas un poco?

-Sí.-contestó John antes de ponerse en pie.-Iré yo solo, ahora bajo.

-Mejor te acompaño yo...-le dijo George Martin.

John soltó un suspiro exasperado. No tenía ganas de ponerse a discutir ya que si intentaba mantener una conversación normal con él, acabaría dándose cuenta enseguida de que lo suyo no era un simple mareo. De ese modo, asintió y le hizo a George una seña para que saliera con él del estudio. Ahora sólo tenía que estar quieto y callado el máximo tiempo posible y todo acabaría pasando sin ningún problema.

************************************

-¡Joder, idiota!-exclamó Paul mirándolo cuando salieron al pasillo.-¿Cómo se te ha ocurrido meterte ácido en plena sesión?

John, que aún estaba en pleno viaje, le lanzó una mirada distante antes de contestar.

-No lo he hecho queriendo. Quería meterme una anfeta y me he equivocado de tableta.

-Eso te pasa por tener más mierda en los bolsillos que cualquier camello de un barrio chungo.-bufó él.-Que sepas que Martin se ha dado cuenta de que te pasaba algo raro.

John soltó una risita y se pasó la mano ansioso por el bigote.

-Normal, ¿no?-rió.-Creo que es la primera vez que no he hecho ni dicho nada en una sesión...

Paul relajó su expresión al escuchar aquellas palabras y le dedicó una sonrisa. La verdad era que pese a que aquello no había estado nada bien, el hecho de que John después de haber bajado de la azotea hubiera decidido sentarse en una silla y a no hacer absolutamente nada más que mirar en todo lo que les quedaba de sesión, era algo bastante gracioso. A saber lo que habría pasado por la mente de su amigo mientras estaba completamente colocado y los veía a trabajar allí a los demás.

-Bueno, Paul...-dijo John antes de salir a la calle, donde aún había algunas fans esperándolos.-Siento haberte jodido una sesión de tu canción...

-No te preocupes.

-Mañana nos vemos, ¿vale? Si no importa acompañarme hasta el coche... Más que nada por si alguna fan me para, así hablas tú...

-¿No viene Les a recogerte a la puerta como siempre?-se extrañó él.

-No, hoy tiene el día libre.-respondió John con la voz pastosa.-He venido yo con mi coche.

Nada más escuchar aquello, Paul agarró por el brazo a su amigo y lo detuvo en seco.

-¿Qué pasa?-preguntó John mirándolo sorprendido.

-¿Que qué pasa?-dijo él.-¿Tú sabes como estás? ¡Estás colocado hasta las cejas! ¡Tú no estás para pillar ningún coche!

-Oh, venga, Paul...

-¿Quieres matarte o qué? Olvídalo. Te vienes a mi casa. Mañana cuando se te pase la mierda que llevas encima ya vuelves.

-Pero...-se quejó él.-Está Chris en casa y Julian y...

-Y encima colocado con el niño...-le cortó Paul.-Mi hermana te matará si te ve aparecer así. Ni se te ocurra.

-Me va a matar si no vuelvo a casa esta noche.

-Tranquilo.-le contestó él esbozando una sonrisa tranquilizadora.-Nadie va a matar a nadie. A la enana ya me la apaño yo mañana y se le pasa todo el enfado que pueda tener... Vamos a casa, venga.

**************************************

Chris y Mary estaban charlando de lo más animadas cuando el teléfono sonó. Chris miró molesta hacia el aparato. Aquello no le hizo demasiada gracia: hacia ya un rato que habían conseguido dormir a Julian, que había dicho que no se iba a dormir hasta que John no llegara a casa. Era obvio que como a ella como a Mary les había costado horrores acostarle y mucho más conseguir que se durmiera finalmente.

Apresurada, la chica se lanzó a contestar al teléfono antes de que continuara sonando y despertara al niño.

-¿Sí?

-Chris, soy Paul.

-¿Paul?-se extrañó ella sintiendo como la sangre se le helaba en las venas. ¿Por qué llamaba su hermano a aquellas horas? ¿Acaso le había pasado algo a John?-¿Ha pasado algo?

-No, no...-se apresuró a contestar su hermano.-Tranquila, no ha pasado nada. Sólo quería avisarte de que John no irá a dormir hoy a casa. Se queda conmigo.

-¿Qué?-casi gritó ella.-¿Y se puede saber por qué es esto?

-Chris, de verdad, mañana te lo explicamos con calma y...

-Paul... ¿no le estarás cubriendo, verdad?-le cortó ella intentando evitar que los malos pensamientos y la desconfianza se apoderaran de ella.

-¿Cubrir de qué? Enana, te juro que...

-Ni enana ni leches.-le espetó ella.-¿Está él ahí?

-Sí...

-Pues pásamelo. No me explico por qué coño él no puede decirme esto en persona.

-Christine...

-Que me lo pases he dicho.

La chica oyó unos ruiditos al otro lado de la línea y, a continuación, unos susurros entre los cuales no le costó para nada distinguir ni la voz de su hermano ni la de John.

-Christie, hola.-dijo John de repente.

Ella tardó unos segundos en contestar mientras analizaba el tono de su voz. Pastoso, ido. No parecía John. Un tono que, por desgracia, ya le resultaba mucho más habitual de lo que quisiera.

-John...-susurró ella.-¿Estás bien?

-Sí, tranquila. Sólo es que estoy de viaje.

-Ya me había dado cuenta...-contestó de mala gana.-¿Y qué coño haces puesto? Te recuerdo que...

-No empieces tú también a sermonearme, ¿de acuerdo?-se quejó él interrumpiéndola.-Mira, Christie, no estoy en condiciones de pillar ahora el coche, así que me quedaré en casa de Paul y...

-Y una mierda. Ahora voy a por ti.

-Julian está en casa. No te lo puedes dejar solo.

-Sí. Julian está en casa, John.-le dijo ella con toda la intención del mundo.-Pero también está Mary. Supongo que no le importará quedarse con él un rato mientras voy hacia allí.

Y sin ni siquiera esperarse a que John le dijera nada, Chris colgó el teléfono furiosa.

-Tengo un novio gilipollas.-le dijo a Mary, que la miraba extrañada.-Voy a por él a casa de Paul. ¿Te importaría quedarte aquí un rato mientras voy y vengo? Ya sabes, Julian está durmiendo y por si se despierta y...

-Tranquila. Vete. Yo te espero aquí.-le contestó su amiga dedicándole una sonrisa tranquilizadora.

-Gracias, de verdad. Te debo una, Mary.

-Quizá dos.-le contestó ella guiñándole el ojo.-Anda, vete.

-Te juro que no tardaré nada.

-Tarda lo que sea necesario.

Chris intentó dedicarle una sonrisa, pero no pudo. Su cara sólo dibujó una mueca más bien triste antes de salir del comedor en busca de su chaqueta y las llaves del Mini. Tenía la sensación de que aquella noche iba a acabar mal, muy mal.

**********************************

Paul abrió la puerta y la miró contrariado. A Christine no le bastaron más de dos segundos para entender que su hermano también estaba colocado con ácido.

-¡Maldita sea!-fue lo primero que dijo mientras entraba en la casa hecha una furia y cerraba la puerta tras de sí.-¿Pero qué mierdas os pasa a vosotros dos?

-¿Qué haces aquí, Chris?-preguntó Paul con total parsimonia.

-Le he dicho a John que vendría a por él, ¿acaso no te lo ha dicho?

-Sí, bueno, pero pensamos que no...

-¿Que no vendría? Sois más tontos de lo que me imaginaba. ¿Dónde está él?

-En el salón.

Chris se dirigió con paso decidido hacia allí y abrió la puerta. John estaba tumbado sobre uno de los sofás, mirando hacia el techo absorto.

-John.-le llamó.

-Hola.-le saludó él volviéndose hacia ella.-¿Qué haces aquí?

-Te he dicho que vendría.-se limitó a decir Christine secamente.-Venga, John. Vámonos a casa.

John se la quedó mirando durante unos instantes.

-No.-contestó al fin endureciendo su expresión.-Yo no me voy.

-¿Qué?-preguntó ella, incrédula.

-Que no me voy.-respondió él.-Paul se ha puesto de ácido también cuando hemos venido aquí. No pienso dejarle solo.

-Paul que se las apañe como pueda y si no quiere estar solo que llame a quien le dé la gana.-le replicó ella.-Tú te vienes.

-¿Por qué tú lo digas?-preguntó él irónicamente.

-Porque yo lo digo y porque es tu obligación, ¿sabes?-le respondió ella cortante.-Tienes un hijo en casa que ha estado toda la puta semana esperando verte y ahora... ¿Ahora qué? Su padre prefiere ponerse con sus amigotes antes que estar con él.

-¡Joder!-gritó él de repente poniéndose en pie casi de un salto. Aquel movimiento tan brusco sorprendió a Chris, acostumbrada como estaba a ver al John apático y ausente mientras estaba bajo los efectos del ácido.-¿Pero a ti qué coño te pasa? ¿Dónde está la Chris que conozco? ¿Quién mierdas eres, eh? ¿Una jodida vieja amargada?

-A mí no me pasa nada.-respondió ella intentando controlar su furia, aunque aquello se le estaba haciendo realmente difícil.-Es a ti a quien le pasa algo.

-Claro que te pasa.-continuó John acercándose hacia ella, desafiante.-Y te diré lo que es. Te jode. Te jode y mucho que yo pueda continuar poniéndome con ácido y tú no, ¿verdad? Pero joder, yo no tengo la puta culpa de tus últimos malos viajes ni de que seas una cobarde que no se atreve a volver a probarlo ni una vez más.

-¡Lo que me jode, John, es verte a ti así como estás!-le gritó ella, que había explotado definitivamente.-¿Acaso te has visto? ¡Mierda, mírate!

-Claro que te jode.-continuó John.-Claro que te jode y mucho. ¿Cómo te puedes atrever a recriminarme nada si hasta hace dos días tú estabas igual que yo? Y ahora que no puedes colocarte, quieres adoptar el papel de chica responsable  y juegas a ser la madre de Julian. Espera que te recuerde algo: tú no eres su madre, ¿vale? No lo eres. Y el papel de responsable te queda demasiado grande.

Aquellas palabras golpearon a Chris muchísimo más fuerte que si le hubieran dado un puñetazo. No podía creer que John estuviera siendo tan cruel con ella. Quizá en el fondo tuviera algo de razón, pero aquello no lo legitimaba para tratarla de aquella manera. Y ella, que jamás había permitido que nadie la tratara así, sintió de repente como perdía el control definitivamente. Ni siquiera se paró a pensar una respuesta. Ni siquiera fue capaz de articular ni una palabra. Simplemente, Christine levantó su mano y le dio una sonora bofetada a John. Una bofetada que resonó por todo el salón.

-¿Qué mierdas ha hecho?-preguntó John con un hilillo de voz mientras se pasaba la mano por la cala.

-Imbécil.-casi le escupió ella.

Y se dio media vuelta y salió de allí con paso decidido dejándose a un perplejo y colocado John detrás de ella.

-Chris, ¿te vas?

La chica levantó la cabeza y se encontró con su hermano plantado en medio del pasillo, que la miraba interrogativo. Otro al que también le estaban dando ganas de pegar una bofetada.

-Sí. Me largo. Aquí yo no tengo nada más que hacer.

-¿Y John?

-John se queda.-le contestó ella secamente.-Cuando le pase esa mierda que lleva encima ya volverá a casa. Si le da la gana, claro.

Sin esperarse a que Paul le dijera nada, Chris salió de la casa y se metió en el coche lo más rápido que pudo. Después, apoyó la cabeza contra el volante y empezó a sollozar. No sabía por qué pero tenía la sensación de que todo se estaba yendo a la mierda. ¿Qué era lo que les estaba pasando? ¿Qué?



Llegué yo nuevamente y con retraso para variar! Jajajaja. Bien, pues nada, capi nuevo y todo eso. Espero que os haya gustado, por cierto, aunque la verdad es que es un poco deprimente porque entre lo de Gwen y lo de John y Chris... Pero bueno, es lo que hay. No es que me vaya a montar el dramón del siglo porque la verdad no me gusta mucho eso, pero bueno, todos estos problemas son cosas que pasan... :S
Por cierto, que antes de que me venga algún purista a decirme que lo que he puesto es una vil mentira, que vale, que sí. Que sé que a Magic Alex John lo conoció antes y todo eso, pero como no lo había nombrado hasta ahora, pues me ha parecido que debía "presentarlo en sociedad" en este momento. Lo que sí que es verdad es la  confusión de la anfeta de John, que acabó por meterse LSD y el pobre se pegó un susto de narices, parece ser, jajajaja. Pero bueno, aún así, esto es un fic y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia :P
Y en fin, que lo de siempre. Que infinitas gracias por leer y por comentar a mi María (refan de tus postdatas, jajaja), a Patricia González (no sabéis lo que me alegra ver que os estáis poniendo a leer esto tanto tiempo después de que empiece y la verdad, espero no defraudarte ;) ), a Jane Allen (como dices, lo de George y Gwen iba "demasiado bien"... Ya veremos como evoluciona la Charlotte esta o si le tenemos que romper las piernas o algo) y a mi anónimo de mi vida (jajaja, ya viste que Chris al final eso del ácido no le ha convencido...). Y bueno, desde aquí un saludito especial a Citla, que no sé si leerá esto porque anda reagobiada con los estudios. Bueno, si lo lees antes, lo de siempre "Tú puedes!!!!" y si me lees después de acabar todo "Bien, eres libre!!! Has visto como todo se supera?" Jajajaja.
Besos a tod@s perlas! Muaaaaaaak!












martes, 27 de noviembre de 2012

Capítulo 67: El sueño de la razón produce monstruos

John y Chris entraron en la finca riendo como dos niños pequeños. Era normal, la borrachera de la boda aún estaba en su máximo esplendor y a los dos les había dado por reírse de la más mínima cosa. Además, el haber decidido subir por las escaleras en lugar de por el ascensor, no ayudaba demasiado. Y es que, los tropezones por las escaleras, tanto de uno como del otro, y las carcajadas que se pegaban con ellos, hacían que los dos estuvieran armando poco menos que un escándalo.

-¡Su puta madre!-exclamó John entre carcajadas.-¿Quién ha sido el desgraciado que ha cambiado los escalones de sitio?

-Shhhhh...-le mandó callar Chris también entre risas.-Como nos salga tu vecina "cara-de-perro" verás...

-¿Quién? ¿Esa aspirante a aristócrata que parece que esté permanentemente oliendo mierda por la cara que pone?-gritó él.

Chris no pudo reprimir una risotada con aquella pregunta de John. En realidad, tenía toda la razón del mundo, aunque jamás lo hubieran gritado de esa manera por la escalera. Sin parar de reír ni un solo momento, se las ingeniaron para meter la llave dentro del cerrojo de su casa y entraron casi a trompicones.

-Te voy a comer entera, pequeña.-le dijo John de repente aprisionándola contra la pared del recibidor.

Chris sonrió pícaramente y cerró la puerta de casa con una patada. Después, rodeó el cuello de John con sus brazos y le dio un apasionado beso en los labios.

-Eso será si no te como yo a ti antes, guapo.-le susurró alejándose apenas unos milímetros de su boca.

-Mmmmm... Creo que me gusta la idea...-dijo él hundiendo su cabeza en su cuello y empezando a besuquearla.-Comámonos mutuamente...

La chica soltó un suspiro de puro placer. La enloquecía que le besara el cuello de esa manera y era plenamente consciente de que él lo sabía. Cuando la escuchó, John se separó de ella y la miró con cara de niño malo antes de tomarla de mano y guiarla hacia la habitación sin mediar ni una sola palabra.

Apenas hubieron entrado, los dos se abalanzaron uno encima del otro para besarse de nuevo, con tantas ganas como si fuera la última vez en la vida que iban a hacerlo. Chris estaba tan perdida en los labios de John que ni siquiera fue consciente de que él, sin ni siquiera dejar de besarla ni un sólo segundo, había abierto el primer cajón de la mesita de noche y había agarrado algo de dentro. Sólo cuando se separaron para tomar aire, la chica se fijó en lo que tenía en la mano. Sonrió cuando reconoció las tabletas de LSD: el hacer el amor completamente idos por el ácido se había convertido en una de las aficiones favoritas de John, que parecía empeñado en hacer del ácido un estilo de vida.

-¿Te apetece?-le preguntó él mostrándoselas.

Ella sólo se limitó a esbozar una sonrisilla un poco dubitativa. Lo cierto era que no estaba demasiado convencida, no al menos por esa noche. Le apetecía estar con John, pero aunque supiera que hacerlo puestos era toda una experiencia, no le apetecía estar después unas once horas más sin poder pegar ojo hasta que no se desvanecieran los efectos de la droga.

-Venga, pequeña...-insistió él pegándose a ella fuertemente.-Mañana es lunes y no tienes que entregar columna, ¿qué problema hay?

-No sé...

-Te prometo que mañana nos pasaremos todo el puñetero día durmiendo en la cama.-sonrió él antes de darle un beso en el pelo.-Te quiero.

-Y yo a ti.-susurró ella dejándose abrazar, sintiéndose más y más relajada por segundos. Era perfectamente consciente de que aquel efecto balsámico y de confianza ciega que ejercía John en ella en momentos como ése era muy peligroso, pero no le apetecía ponerle fin a aquel sentimiento de bienestar, así que decidió ceder una vez más ante él.-Si me prometes eso de que mañana vamos a recuperar las horas de sueño que perdamos hoy, de acuerdo. Hagámoslo.

John sólo se limitó a sonreír mientras se ponía la tableta en la boca para a continuación, ponérsela a ella. Después, sin ni siquiera esperarse a que le diera tiempo a tragarla, volvió a sellar sus labios con un beso.

-Será maravillosos, ya lo verás.-susurró.

Sin decir nada más, ambos se echaron sobre la cama, acariciándose sin cesar, sintiendo como perdían el control poco a poco, pero sin ninguna prisa. Al fin y al cabo iban a tener toda la noche para ellos solos, no hacía falta correr...


Y de repente, ocurrió. Justo cuando los primeros efectos de la droga debían empezar a surtir, Chris sintió como un malestar general la invadía. No, no era un malestar físico; de hecho, distaba mucho de serlo. Era más bien una sensación extraña, algo que hacía que se sintiera rara, como si no fuera ella misma. Y tan distinta era a la Christine de hacía unos minutos que ni siquiera los besos y las caricias de John la reconfortaban.

-¿Qué pasa?-preguntó de repente John separándose de ella casi con brusquedad.

Chris lo miró sintiendo como los ojos estaban a punto de saltarle de las órbitas: tenía las pupilas tan dilatadas que hasta le dolían. Fue entonces cuando John pareció darse cuenta de lo que le estaba pasando y reaccionó.

-Oh, no, joder...-susurró asustado.-¿Qué te pasa, Chris?

Ella sólo pudo negar con la cabeza, impotente. Aquello de no poder expresar con palabras aquella maraña de confusión que tenía adentro la desesperaba y entonces, irremediablemente, se puso a llorar como una niña pequeña.

-¡Christie! ¡Christine!-la llamó John empezando a ponerse nervioso.-¿Qué pasa?

Chris no contestó y continuó hecha un ovillo en la cama mientras lloraba de pura desesperación. Se sentía como si de repente alguien hubiera destapado dentro de ella su caja de Pandora particular y hubiera liberado todos sus monstruos interiores: miedos, recuerdos de malos momentos, paranoias... Todo se agitaba en su interior como un cóctel letal que amenazaba con hacerle perder la razón.

-Oh, mierda, mierda...-susurró John a su lado abrazándola con fuerza.-Venga, tranquila, no pasa nada. Estoy aquí contigo, ¿me oyes?

La chica asintió levemente y apretó su cabeza contra el pecho de él, intentando todas aquellas malas sensaciones se desvanecieran con aquel gesto que siempre la ayudaba. Pero no. Aquella vez no fue así. El abrazo de John apenas sirvió de nada y cuando levantó nuevamente la cabeza para mirarlo, entonces, ocurrió otra cosa aún peor: todo alrededor de ellos dos estaba cambiando de forma pero distaban mucho de ser las formas fascinantes que había visto en sus anteriores viajes. No. Aquella vez, todo estaba adoptando formas amenazantes, angulosas, oscuras y desconocidas; formas que la asustaban tanto o más como las sensaciones que en aquellos momentos la corroían por dentro. Asustada, volvió a hundir su cabeza en el pecho de John intentando ahogar un gritito asustado.

-¿Has visto algo?-quiso saber él con suavidad.

-Es horroroso.-contestó ella débilmente. Era la primera vez que hablaba y su propia voz le había sonado tremendamente distorsionada.

-Tranquila.-susurró él.-Estás teniendo un mal viaje. Recuerda que nada es verdad.

-Pero lo parece... Haz que pare, por favor, haz que pare...

-Venga, vamos a meternos en la cama, ¿de acuerdo? Voy a estar aquí todo el tiempo y todo va a salir bien, ¿vale? Intenta relajarte...

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John se las apañó como pudo para meter a la chica en la cama y taparla teniendo en cuenta que ella se negaba a separarse de él ni un solo segundo. Ninguno de los dos había tenido nunca un mal viaje y aquello era sin lugar a dudas algo tan horroroso como extraño. Y es que, mientras él estaba experimentando las sensaciones de siempre, ella parecía estar viviendo el peor de los infiernos posibles.

-Venga, cierra los ojos un rato, te irá bien.-le ordenó con suavidad mientras se echaba a su lado.

La chica le obedeció, sumisa, y pareció tranquilizarse momentáneamente. Volvió a abrazarla con toda la suavidad posible, consciente de que la más mínima brusquedad podría volver a sumirla en aquel estado de casi histeria en el que había estado hasta hacía nada, y permaneció así durante, en silencio, durante unos minutos, aunque tal vez fueran segundos, u horas. La verdad era que estaba demasiado colocado como para poder controlar el tiempo.

-Háblame.

La voz débil de Chris a su lado lo pilló por sorpresa. La miró y comprobó que tenía los ojos abiertos. Seguía con las pupilas inmensamente dilatadas y estaba blanca como la cera, pero parecía algo más serena.

-¿Te encuentras bien?-fue lo primero que se le ocurrió preguntar.

-No, pero creo que sobreviviré.-respondió ella esbozando una sonrisa forzada, que pareció más bien una mueca de dolor que otra cosa.

-¿Te acuerdas de cuando estuvimos en Alemania?-preguntó John esbozando una sonrisa tranquilizadora. Si tan sólo aquel recuerdo conseguía reconfortarla la mitad de lo que lo reconfortaba a él, entonces lo daría por bien empleado.

-¿Cuándo la peli?

-Mejor dicho cuando nuestro aniversario.-le corrigió él pasándole la mano por el pelo.

Christina asintió.

-Fue fantástico, ¿verdad?

-Sí...-convino ella.-Me gustaría repetirlo.

-Lo haremos. Una escapada los dos solos, ¿de acuerdo?

-Sí, sería perf...

Pero Chris no pudo acabar de pronunciar esa frase porque un temblor repentino se adueñó de ella. John la miró de nuevo, con gesto grave, y le puso la mano en la frente. Tenía un poco de fiebre.

-Tranquila, pequeña, tranquila...-susurró antes de darle un beso en el pelo.-Pronto pasará. Te lo prometo.

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Mary abrió los ojos de repente y sonrió. Miró a su alrededor. Todo parecía tan igual que el día anterior pero  a la vez tan diferente... Las cortinas se habían quedado sin echar la noche anterior y gracias a eso podía ver la leve luz de la mañana que se colaba en la habitación. Era una luz mortecina a causa de los nubarrones que se dibujaban en el cielo y una leve llovizna, plomiza, caía sobre la hierba de Sunny Heights. Y pese al mal tiempo, a Mary le pareció que aquella era la mañana más bonita que había visto en toda su vida.

Después, se dio la vuelta y miró a Ringo, que dormía como un bebé a su lado. Con mucho cuidado de no despertarle, le dio un suave beso en la mejilla antes de levantarse y de dirigirse hacia el cuarto de baño. Lo único que podía mejorar aún más si cabía aquel día que acababa de empezar sería pasarse un buen rato metida en la bañera, relajándose y asimilando que aquella nube en la que estaba viviendo era, nada más ni nada menos, que la más pura realidad.

Apenas llevaba unos cinco minutos metida en la bañera, la puerta del baño se abrió. La chica se volvió, sonriente, hacia Ringo, que acababa de entrar con una cara de sueño digna de una buena risotada.

-Buenos días, princesa.-la saludó él sonriendo.-Me has dado un buen susto nada más me he despertado, ¿sabes?

-¿Y eso?-preguntó ella frunciendo el ceño.

-Pues que cuando me he levantado y no te he visto, he pensado que ya me habías dejado.-bromeó él.-Ya imaginaba los titulares: "La esposa de Ringo Starr pide el divorcio al día de casarse".

Mary soltó una carcajada a la vez que le salpicaba con agua.

-¡Eres un idiota!-exclamó divertida.

-Idiota no, miedoso.-rió él también mientras se secaba el agua que ella le había tirado en la cara con la mano.

El chico agarró el taburete del baño y lo colocó al lado de la bañera.

-¿Y bien?-preguntó mientras se sentaba en él.-¿Ya tienes las maletas a punto?

-Las tenemos hechas desde hace dos días, bobo.-rió ella.-¿A qué hora salimos? ¿O ni eso me puedes decir?

Ringo soltó una risita entre dientes y fingió ponerse serio a la vez que se ponía el dedo en la barbilla.

-No sé... ¿Puedo decírtelo ya?-preguntó divertido.

-Pues tú verás... Digo yo que nos tendremos que preparar y todo eso, ¿no?

-Bueno, el avión sale dentro de cinco horas, así que tenemos tiempo.

-¿¡Cinco horas!?-exclamó ella.-Pero...

-¿Pero qué? Lo tenemos todo a punto, sólo hace falta pillar las cosas y estar en el aeropuerto una hora antes.-contestó él con parsimonia.

-Yo de ti lo digo cinco minutos antes de salir de aquí...

-Pues no creas que no lo había pensado...-rió Ringo.-Venga, tranquila, aún tenemos un montón de tiempo por delante.

-¿Y adónde vamos?-preguntó ella impaciente.-¿O eso aún no me lo puedes decir?

-No, no puedo.-contestó Ringo esbozando una sonrisilla traviesa.-Ya te enterarás cuando estemos en el aeropuerto y porque no hay más remedio...

-Oh, venga, dímelo...-insistió ella.-Si total ya no queda nada, ¿qué te cuesta decírmelo?

-No.-contestó él con contundencia.-Te dije que sería una sorpresa y así será.

-Venga, Ritchie... Dímelo...

-No, no, no, princesa. Paciencia y ya lo verás...

Y dicho esto le plantó un beso en los labios antes de levantarse y salir de allí silbando una cancioncilla, risueño. Mary no le perdió de vista hasta que cerró de nuevo la puerta del baño tras de sí, pensando en que el haber aceptado la idea de que el viaje de novios fuera una sorpresa quizá no había sido tan buena. Y es que, pese a que le encantaba aquel juego, la incertidumbre de adónde irían dentro de tan pocas horas, amenazaba con matarla de la intriga.

********************************

-Jamás había experimentado nada así. De verdad que no creía que una persona pudiera llegar a sentirse tan mal como yo me he sentido esta noche...

John simplemente se limitó a lanzar un suspiro y a tenderle la taza de té que le acababa de preparar. Hacía poco menos de una hora que los dos estaban lúcidos de nuevo pero al contrario que otras muchas veces, no se habían dormido después de estar una noche de viaje. Tenían demasiadas cosas de las que hablar en aquellos momentos como para dormirse.

-He pasado mucho miedo.-continuó ella antes de perder su mirada en el fondo de la taza.

-Pero ya todo ha pasado.-convino John sentándose a su lado.-Lo siento. No debí haberte insistido para que te lo tomaras...

-Me lo tomé porque quise, tú no tienes la culpa. Y esto era un riesgo que sabíamos desde siempre. La posibilidad de un mal viaje siempre ha estado ahí, ¿no?

-Sí.-suspiró él.-Eso siempre está ahí y le puede ocurrir a cualquiera...

-Aunque nunca en mi vida hubiera pensado que me podía pasar a mí.-susurró ella apoyando la cabeza sobre su hombro.-De todas formas, no quiero que eso suceda de nuevo. Ha sido la peor experiencia de mi vida.

John se quedó en silencio unos segundos, sopesando el verdadero significado de las palabras de Chris. ¿Qué estaba intentando decirle? ¿Acaso no pensaba volver a consumir ácido? ¿O simplemente había sido un comentario casual?

-Estábamos demasiado borrachos, quizá la mezcla con el alcohol y demás fue mala... No hicimos bien las cosas.-susurró él.-No debimos ponernos en esas condiciones, lo reconozco.

La chica sólo suspiró y le dio un suave beso en la mejilla.

-Tengo sueño, Johnny.-dijo.-Creo que me voy a dormir... Lo necesito.

John se quedó mirándola durante unos segundos, intentando averiguar a qué había venido aquella manera de terminar la conversación tan de repente.

-Sí, tienes razón. Te hace falta descansar.-dijo al fin dibujando una media sonrisa y pasándole la mano por la cara.-Yo también voy; aunque no esté tan hecho polvo como tú, también me vendrá bien.

-Vale.-sonrió ella.-Vamos a dormir, guapo.

********************************

-¡Bélgica!-exclamó Mary cuando Ringo le tendió el pasaje de avión hacia Bruselas.

-Sí.-sonrió él.-Una vez me dijiste que siempre te había gustado ese país. Tranquilo y bonito, ¿no?

-¡Sí!-respondió ella loca de alegría.-¡Me encanta! ¡Y no me lo esperaba!

-Esa era la idea.-contestó Ringo agarrando su maleta de mano y poniéndose en marcha para entrar en el avión.-Y ahora, princesa, espero que sepas hablar francés porque si tengo que hablar yo, la llevamos clara.

-Ni sé ni me interesa.-rió ella.

-¡Pues mira qué bien!-exclamó él en tono divertido.-A ver si nos toca comunicarnos por señas...

-Pues por señas.-rió ella.-Lo importante es que veré Brujas y...

-Y magos por la noche si me dejas...

-¡Ritchie!

El chico soltó una risotada a la vez que ella le daba una sonora palmada en el brazo.

-Muy bien, princesa pegona...-bromeó él antes de darle un sonoro beso en la mejilla.-Acaban de abrir las puertas... Así que vámonos, creo que tenemos un avión por tomar.

***********************************

Era domingo de nuevo y hacía justo una semana de la boda y del mal viaje que había vivido, aunque ella ya apenas se acordara de ello. Había pasado una semana demasiado ajetreada como para hacerlo: el sacar adelante las dos columnas de opinión semanales que hacía para el periódico le había costado especialmente porque no había ocurrido prácticamente nada de interés y había hecho, además, un vano intento por volver a las clases, aunque el jueves ya había desistido nuevamente y había dejado de ir, cada vez más convencida de que aquello definitivamente no era lo suyo. Por su parte, Mary no había parado de llamar para contarle qué tal le estaba yendo su viaje por Bélgica. Al parecer, lo estaban pasando en grande y la verdad era que se alegraba enormemente. Se lo merecía. Un poco de descanso después de todo el ajetreo que habían llevado encima les vendría genial, tanto a ella como a Ringo.

Y así, sin apenas darse cuenta, había llegado de nuevo el fin de semana. John, como siempre, había traído a Julian con ellos, al que la semana anterior no habían tenido, y con eso, a ella ya le había bastado para desconectarse de todo. Disfrutaba con el niño y se había encariñado con él muchísimo.

-¿Quieres una más?-preguntó divertida blandiendo delante del niño la bolsa de golosinas que tenía en la mano.

-¡Sí!-contestó Julian agarrando metiendo su manita dentro de la bolsa y agarrando un Jelly Baby.-No quiero negro, el rojo.

-Pues el negro para mí.-contestó ella agarrándole el caramelo de la mano. Después, metió la mano en la bolsa, rebuscó entre el montón de chucherías un Jelly Baby de fresa y se lo tendió a Julian.-Ahí tienes el rojo.

Julian, satisfecho, se metió el caramelo en la boca y lo mascó con fuerza. Chris no pudo evitar soltar una risita cuando lo vio. Era demasiado gracioso como para no hacerlo.

-Hola chicos.-saludó de repente John que acababa de entrar en el comedor.

-Chica y chico, gran observador.-bromeó Christine sacándole la lengua.-¿Qué? ¿Ya has sacado todo lo que tenías que sacar de ese ataque de inspiración?

John esbozó una sonrisa y se sentó a su lado en el sofá, entre Julian y ella.

-Algo he hecho, sí...-contestó.-¿Y vosotros? ¿Habéis sobrevivido sin mí?

-Sí, pero no te hemos dejado ni un Jelly Baby.-bromeó ella.

-¿Quién lo ha dicho? Dentro de esa bolsa seguro que queda alguno para mí...

Chris inspeccionó la bolsa y sacó un caramelito de color rojo brillante de dentro.

-Éste es el último y... Es rojo, así que tiene dueño...

-¿Es para mí?-preguntó John riendo.

-¡No!-se quejó Julian por detrás de su padre a la vez que Chris le daba el caramelo a él.

-¿Y para mí qué?- preguntó John fingiendo enfadarse delante de Julian.-¿No me vas a dar ni uno?

-No.-contestó Jules con determinación a la vez que negaba con la cabeza.-No te doy.

Aquello derivó en una pequeña batalla campal en la que John agarró a Julian  como un saco y empezó a hacerle cosquillas. Las risas del niño resonaban por toda la casa mientras ella miraba a padre e hijo en aquel juego improvisado. La verdad era que muy pocas veces los había visto así y aquello la ponía feliz. Quizá la sensación que había llegado a tener de que ella disfrutaba más con Jules que su propio padre se fuera desvaneciendo poco a poco...

De repente, el sonido de la música de cabecera de los informativos de la televisión, que había permanecido en marcha hasta aquel momento, los pilló por sorpresa a los tres.

-Las siete.-dijo John poniendo a Julian sobre el sofá de nuevo.-Hora de marcharse, campeón.

John se puso en pie y agarró a Julian en brazos para llevarlo a su habitación. Chris lo siguió y les ayudó a preparar la mochila con las cosas del niño. Después, le dio un beso a Julian y se despidió de él hasta la semana siguiente. Esperó a que John y él salieran del piso antes de meterse en la cocina. Ahora venía otra odisea: el pensar qué puñetas iba a preparar para cenar. Después de inspeccionar la nevera, decidió preparar algo de pasta.

Justo cuando estaba acabando de servir los platos, escuchó como John entraba de nuevo en casa.

-Qué bien huele...-dijo apoyándose en el marco de la puerta.-Debe estar buenísimo.

-¿Ya has venido?

-No, soy un espejismo.

-Tonto...-rió ella.-Venga, ayúdame a sacar esto a la mesa, monstruo.

Los dos empezaron a cenar mientras hablaban de sus cosas, como hacían siempre. Un poco de cosas serias, algunas bromas y demás. De hecho, la cena estaba transcurriendo con total normalidad hasta que John dijo de repente de manera casual:

-Oye, Chris... He estado pensando en lo que te pasó la semana pasada con el ácido...

La chica, que en aquellos momentos estaba bebiendo, tuvo que hacer un esfuerzo monumental para no atragantarse con el agua.

-¿Y qué?-quiso saber ella dejando el vaso con cuidado sobre la mesa.

-Sé que fue muy traumático para ti.

-Y tanto que lo fue.-dijo ella en tono sombrío.-¿Qué pasa con eso?

-Había pensado que a lo mejor te apetecía volver a iniciarte en esto del ácido...-empezó a decir él. Chris le lanzó una mirada, interrogante, cosa que le animó a continuar:-Quiero decir, hacer las cosas bien hechas, como tapar el mal viaje que tuviste con otro bueno...

-Un momento, John.-le cortó ella.-¿Me estás proponiendo que nos pongamos de nuevo con LSD?

-En realidad sí.-contestó él esbozando una sonrisilla inocente.-Pero no a ponernos como lo hemos estado haciendo hasta ahora, versión "me apetece y me meto una tableta así por las buenas". Me refiero a hacerlo bien, como dicen que debe ser: crear ambiente, estar relajados... Y cuando nos sintamos lo suficientemente preparados y no antes, tomarnos el ácido. Seguro que así tienes un buen viaje.

Chris lo miró de nuevo y sopesó la posibilidad que le estaba ofreciendo John. La verdad era que había disfrutado muchísmo con el LSD hasta aquel momento y mentiría si dijera que no le apetecía experimentar de nuevo los efectos del ácido. De hecho, se moría por tener aquel buen viaje del que hablaba John.

-Me parece una idea genial.-sonrió ella finalmente.-Ojalá ese jodido mal viaje quede en el rincón del olvido...

-Y lo hará, pequeña, lo hará.

********************************

Sentirse más relajada era imposible. Música suave a un volumen muy bajo, inciensos, poca iluminación y John a su lado canturreando canciones en voz baja mientras le acariciaba el pelo. Si el paraíso existía aquello debía ser lo más parecido a ello que podía haber sobre la faz de la tierra.

-Hay que ver como quiero a mi pequeña...-le susurró de repente John en el oído.

Chris se volvió y le selló los labios con el beso más dulce que fue capaz de dar. Después, se separó lentamente de él y lo miró con profundidad. John sonrió y se llevó la mano al bolsillo del pantalón, donde guardaba el ácido para esa sesión. Ella no pudo menos que sentir un vértigo alucinante sólo con comprobar que él había entendido a la perfección lo que le había querido decir sin ni siquiera haber tenido la necesidad de haber usado ninguna palabra.

-¿Estás lista?-preguntó susurrando, como había hecho antes.

-A tu lado, siempre.-respondió ella también en voz baja, aunque con una determinación que no dejaba lugar a dudas.

John esbozó una sonrisa, le acarició la cara y le tendió la tableta de LSD. Entonces, se miraron nuevamente y, casi a la vez, los dos se metieron el ácido en la boca. Chris cerró los ojos, relajada, y volvió a recostarse encima de John, esperando pacientemente a que la droga empezara a actuar sobre ellos. Y entonces, justo en el momento en el que notó que John empezaba a relajarse más y más detrás suyo, ella volvió a sentir aquella angustia interior, aquel miedo irracional, aquella tensión que le provocaba casi un dolor físico y, sin poderlo remediar, se puso a llorar de nuevo desconsoladamente. Y es que, aunque se negara a aceptarlo en su fuero interno, era evidente que Christine iba a tener un viaje igual o peor que el de hacía una semana...

********************************

Charlotte Martin miró por la ventanilla del taxi, sonriente como nunca antes en su vida lo había estado. Pese a que era de noche cerrada y estaba lloviendo sentía como aquella ciudad se estaba apoderando de ella, como la estaba enganchando poco a poco, desde los barrios de la periferia hasta los edificios majestuosos del centro, por donde ahora pululaba el taxi por las calles vacías. Estaba segura de que el trabajo que le habían ofrecido en Londres iría sobre ruedas; no en vano era la capital de la moda en esos instantes, desde donde estaban saliendo la mayoría de tendencias, el centro neurálgico de Europa. Y claro, claro que había aceptado dejar su cómodo París por todo aquello, por todas esas oportunidades que le brindaba aquella nueva ciudad donde iba a pasarse unos cuantos meses. No obstante, había algo más. Algo más que la había venido obsesionando y atormentando desde aquella noche de junio en Alemania... Algo que hasta a ella misma le daba vergüenza admitir, pero que estaba ahí, muy, muy presente.

-Señorita, hemos llegado.-masculló el taxista sacándola de repente de su ensoñación.

Charlotte chapurreó una serie de palabras que casi rozaban la incongruencia y le pagó lo que le debía. Después, bajó junto con el taxista a recoger sus cosas del maletero.

-Quizá debería llamar al botones del hotel para que le ayude con tanta maleta.-le sugirió el hombre.-¿Va a quedarse por una buena temporada aquí?

-Sí.-respondió ella intentando disimular su acento francés, que todavía era demasiado exagerado para su gusto.-Voy a trabajar aquí durante una temporada, como modelo.

-No me extraña.-dijo el hombre lanzándole una mirada que casi la traspasó.

Charlotte le lanzó una mirada que reflejaba su suma indiferencia hacia él y volvió la mirada hacia la entrada del hotel, desde donde en esos momentos, un chico joven uniformado estaba saliendo apresurado. Tal y como había supuesto, el chico se hizo cargo enseguida de su equipaje y subió de nuevo, cargado como él sólo las escaleras de acceso a la recepción.

-Bien, muchacha.-le sonrió el taxista a la vez que mostraba una dentadura amarillenta por el alcohol y el tabaco.-Espero que te vaya muy bien aquí en Londres y que te quedes por mucho, mucho tiempo.

-Eso espero.

El taxista le lanzó una última mirada lasciva y se metió de nuevo en su taxi. Charlotte sonrió para sí misma. Ojalá aquel apestoso no se equivocara y pudiera pasar mucho, mucho tiempo en Londres, sobre todo, si las cosas salían como ella quería...

Unos pasos apresurados la hicieron volver de nuevo a la realidad y Charlotte comprobó, molesta, como el botones de hacía unos segundos había regresado hasta donde estaba ella para recoger las últimas dos maletas que había traído.

-Oye, chico.-le dijo de repente acercándose a él.

El chaval, que no debía tener más de dieciséis años, se la quedó mirando, rojo como un tomate, atónito porque le estuviera hablando.

-¿Sí, señorita?-balbuceó finalmente.

-¿Sabes si  Abbey Road queda muy lejos?-preguntó con desdén.

El chico pareció pensárselo durante unos segundos, pero pronto contestó:

-Bueno, quedan lejos de aquí para ir a pie, pero con un taxi no se tarda demasiado.

Y sin ni siquiera darle las gracias, Charlotte se dio la vuelta, sonriendo de nuevo, y se metió en el hotel. Bien. Por lo menos no estaba demasiado lejos del único hombre con el que no se había podido hacer en mucho tiempo... Todo por culpa de esa niñata que decía ser su novia... Quizá ahora tuviera una segunda oportunidad y pudiera hacer, ahora sí, que George Harrison se fijara en ella.





Et voilà! Ya que estamos hablando de franceses, no? Jajajaja. Regresé! Aquí estoy yo con nuevo capi y todo eso. Siento que sea un poco más cortito que los demás y que no hayan aparecido todos, pero es que me tenía que ceñir a lo que he contado porque esto va a ser un punto importante a tener en cuenta a partir de ahora. Bueno, lo de Charlotte Martin, para quien no se acuerde de ella (aunque las harrisonianas ya la habrán ubicado pronto... :/ ) es la señora modelo que se tiró cual loba encima del bueno de George en Alemania y que Gwen, muy hábilmente, le quitó de encima en el capi de "Mach Schau!" que publiqué hará unos dos mil años, por junio o así... Pero la señora vuelve, vuelve a dar por saco, como se dice, jajajaja. Aquí a las pobres chicas estas, cuando no son japonesas, son francesas, y cuando no son francesas, son liliputienses... Jajajajajajajajajajaja.


Ah! Y antes de nada más, pues daros una breve explicación del título del capi (y a quién le importa esto? jajaja)... Como ya os habréis dado cuenta, soy un desastre poniendo títulos a los capítulos y siempre es lo último que hago, lo pongo justo justo antes de publicar y ale. No obstante, con éste, desde que lo concebí, tenía claro que iba a titularse así. Justo después de anotarme todas las ideas en papel, abrí un libro de historia y me topé con uno de los grabados del genio Goya que más me ha impactado siempre y que se titula así precisamente, "El sueño de la razón produce monstruos", de su serie de los Caprichos. Le di las gracias al Francisco por haberme inspirado de esa manera con su grabado y ale, título puesto. Obvio que Goya no estaba pensando en viajes con ácido cuando hizo el grabado ni nada de eso, pero me pareció un título muy adecuado, jajaja.


Y en fin, como siempre agradeceros, mucho, mucho, mucho, a tod@s l@s que leéis y, sobre todo, comentáis porque de verdad que me alegráis el día. Siento no estar al día yo con mis comentarios (Debbie, esto va por ti, aunque sabes que te leo -te debo cien mil comentarios por lo menos- :S ), de verdad que sí, pero bueno... Lo haré, lo haré! Y a mis comentaristas de mi alma: María, Citla, Jane Allen, Viridiana y mi Anónimo (oye, pues tienes razón, es mi blog, es mi música, jajaja), un súper besazo y recordadme que os debo una ronda de cervezas o lo que sea, jajaja. Por cierto, me alegro de que rierais con lo de la boda; yo me lo pasé genial escribiéndolo también y que bueno, que la música del blog no os haya hecho sangrar los oídos ni nada por el estilo XD

Saludos y besazos!