martes, 28 de mayo de 2013

Capítulo 88: Cerrando un ciclo

Era un día desapacible, de esos en los que la gente prefiere no salir de casa a no ser que sea estrictamente necesario. Los pocos días que llevaban de febrero estaban siendo iguales a los últimos de enero: fríos y húmedos. Para colmo, aquel día, además, también había viento; un viento que de tan frío era amargo, un viento que te cortaba la cara nada más pisabas la calle. Era, en definitiva, un mal día.

No obstante Gwen y Mary parecían no pensar eso mientras iban de camino a Ascot. Las dos charlaban y reían animadamente en el coche, un coche, por cierto, que había sido el regalo que George le había hecho a Gwen en su último cumpleaños, poco después de que ella se sacara el carnet de conducir. Iban a visitar a Chris, a la que hacía casi un par de semanas que no veían, y el tiempo era lo que menos les importaba en esos momentos.

-Así que no te imaginas la cara que puso mi padre cuando me vio aparecer conduciendo este trasto…-rió Gwen divertida.-Siempre me decía que jamás me dejaría conducir, que eso no era para mujeres… Un machista, vamos. Y se lo tuvo que tragar.

Mary soltó una risita ante la anécdota que su amiga acababa de contar.

-¿Y dijo algo?

-No, qué va. De decir no dijo nada, pero la mirada que le soltó a George cuando le dije que me lo acababa de regalar fue mortal... Creo que si lo hubiera podido matar allí mismo, lo habría hecho.-contestó su amiga divertida.-Por cierto… Es en este cruce cuando tengo que girar a la izquierda, ¿no?

-Exacto, por aquí mismo.

Justo antes de que Gwen enfilara por el camino asfaltado que llevaba hasta Tittenhurst Park, Mary se acarició la barriga y sonrió, complacida. Su segundo embarazo, justo antes de cumplir su cuarto mes, era ya más que evidente. Se sentía bien en esos momentos y no era para menos: en lo personal, estaba pasando por momentos tan dulces que hasta le costaba creer que todo aquello era cierto.

No tardaron ni cinco minutos en plantarse delante de la casa ni en recorrer el sendero que conducía hasta la entrada. Gwen paró el coche lo más cerca que pudo de la puerta y las dos chicas bajaron del vehículo. Nada más lo hicieron, una ráfaga de viento helado como la nieve les golpeo en la cara. Mary se echó hacia arriba la bufanda intentando taparse también la nariz y metió las manos en los bolsillos de su abrigo. Parecía que hacía más frío que cuando Gwen había ido a recogerla a Sunny Heights no hacía ni media hora. De hecho, en aquellos momentos, la fina llovizna que caía se había convertido ya en aguanieve.

Apresuradas, las dos se dirigieron al porche y, justo en el momento en el que lo cruzaban, la puerta se abrió sin necesidad siquiera de que ellas llamaran al timbre. John sonrió nada más las vio. Mary no pudo evitar fijarse en el aspecto que lucía. Hacía poco más de quince días que se había cortado el pelo muy corto y la verdad era que, después de haberse acostumbrado a ver a John durante tanto tiempo con el pelo largo, se le hacía raro verle así.

-Hola, chicas.-saludó.-Joder, qué tiempo. Entrad rápido o se nos van a helar hasta las ideas.

Gwen y Mary le devolvieron el saludo casi al unísono y entraron en la casa. Dentro hacía un calorcillo de lo más agradable, nada que ver con la temperatura de afuera.

-¿Cómo está el futuro papá?-quiso saber ella.

-Atacado a más no poder.-confesó él esbozando una media sonrisa.-Vamos, pasad. Christie está en el salón.

Las dos chicas siguieron a John a través del pasillo hasta que llegaron al salón. Efectivamente, Chris estaba allí, sentada en el sofá mientras ojeaba el periódico. Nada más las escuchó llegar, la chica se puso automáticamente en pie y les dedicó una enorme sonrisa. No obstante y pese al gesto amable, su amiga no tenía muy buena cara.

-¡Hola, chicas!-las saludó efusiva.-¡Cuántas ganas tenía de veros!

-¡Chris!-exclamó Gwen.-¿Cómo estás?

-Como una vaca asquerosa, ¿no me ves?

-Oh, vamos, no seas boba. Estás de nueve meses, no querrás estar como una sílfide, ¿no?-le cortó Mary mientras se acercaba a ella.-Y ahora en serio, ¿cómo te encuentras?

-Bueno… Voy tirando.-masculló Christine sin demasiado convencimiento.-¿Y tú qué tal, futura mamá por segunda vez?

-Yo estoy perfectamente. Ya sabes; este embarazo no me está dando tantos dolores de cabeza como el de Vladis.

-Me alegro. Hablando de Vladis… Hace mucho que no veo a ese terremoto, ¿dónde está?

-Se ha quedado en casa con su padre. Está un poco resfriado y con el tiempo que hace hoy…

-Ya, un día de perros… Has hecho bien, pero a la próxima lo traes, ¿eh?

No había acabado ni de decir esto cuando una mueca de dolor cruzó por su cara. Pese a que intentó disimularla, Chris no pudo evitar que todos los que estaban allí presentes se lo notaran.

-Deberías sentarte, pequeña.-dijo John, quien de repente había aparecido al lado de la chica.

Christine obedeció sin más, incluso podría decirse que hasta algo agradecida. John, por su parte, se sentó a su lado a la vez que Gwen y ella se sentaban en el otro sofá de dos plazas que había justo al lado del de ellos.

-Son contracciones. Ya llevo así un par de días.-aclaró ella.-El ginecólogo y la matrona dicen que es normal…

-Completamente.-convino Mary, que aún se acordaba perfectamente de los días antes de tener a su primer hijo.

-Ya te debe tocar pronto, ¿no?-comentó Gwen al cabo de unos segundos.

-De un momento a otro.-respondió Christine.-Tenemos muchas ganas de verle la carita, ¿verdad, monstruo?

John sólo se limitó a asentir a la vez que esbozaba una sonrisilla soñadora y ponía la mano sobre la barriga de la chica. Ni Mary ni Gwen pudieron reprimir dibujar una sonrisa también cuando vieron aquella escena. Era bonito verlos así, la verdad.

De repente, el ruido del teléfono, interrumpió aquel momento casi mágico. John, soltando un respingo de fastidio, volvió a su posición original y descolgó el teléfono.

-¿Sí?-contestó de mala gana.-Ah, hola, Mimi, ¿qué tal? Sí, claro… Oye, espera un segundo, ahora mismo te llamo yo, ¿de acuerdo? No te muevas.-John colgó el teléfono y después, mirando a las chicas, añadió:-Mi tía. Creo que iré a la habitación para hablar con ella, así no os molesto.

-Mejor, estarás más tranquilo.-sonrió Christine antes de que John le diera un breve beso en los labios y se pusiera en pie.

-Deséame suerte, pequeña.

-No seas tonto, Johnny.

John le guiñó un ojo en un gesto divertido y, a continuación, salió del salón dejando a las tres chicas solas.

-Espero que hoy no le pinche demasiado.-dijo Chris al cabo de unos segundos.-Con lo nervioso que anda, acabarían discutiendo… de nuevo.

-Entonces es verdad eso que nos ha dicho de que está atacado cuando hemos llegado.-comentó Gwen divertida.

-Completamente cierto.-contestó Chris quien, misteriosamente, había borrado la sonrisa de su cara.-Está que se sube por las paredes. Y creo que no es sólo por todo esto…

El tono sombrío con el que la chica había dicho aquello, hizo que sus dos amigas se la quedaran mirando, sorprendidas. Christine las miró y suspiró.

-Me refiero al grupo.-aclaró.-Chicas… Sé que con George y Ringo las cosas marchan más o menos, pero… con mi hermano van a peor, ¿me equivoco?

Gwen y ella se quedaron mirándola durante unos instantes, sin saber qué responder. La verdad era que sí, que las cosas entre Paul y John estaban fatal, pero en aquellos momentos Mary no estaba segura de si debía decírselo a una persona que estaba a punto de dar a luz y, por consiguiente, con los sentimientos a flor de piel. Por lo visto, Gwen parecía estar pensando exactamente lo mismo que ella.

-Venga, joder…-insistió Christine algo molesta cuando vio que ninguna de las dos decía nada.-John no suelta prenda para que no me preocupe, pero lo único que consigue con eso es que lo haga aún más. Aunque nadie me diga nada, no soy tonta y sé ver lo que pasa delante de mis propias narices…

-Bueno…-masculló Gwen al fin.-No van muy bien, a decir verdad. Yo no es que sepa mucho de cómo está la cosa, pero por lo que me dice George…

-¿Ha ocurrido algo que deba saber?-preguntó Chris con determinación.

-No.-contestó Mary.-Sólo lo de siempre, lo mismo que viene ocurriendo desde ya hace mucho tiempo. No ha habido ninguna pelea monumental ni nada por el estilo, pero el grupo hace aguas por todas partes y es lógico que ellos no estén muy bien. A Rich se lo noto también, así que supongo que a John, que es el que más roces tiene con Paul, también se lo notarás. Ya sabes que no se llevan muy bien…

-Nada bien…-suspiró Chris antes de esbozar una sonrisita un tanto amarga.-En fin… Siempre ha de haber alguna sombra en momentos que deberían ser del todo buenos, ¿no es cierto?

-Tú sólo piensa en que en nada tendrás a tu hijo o a tu hija en brazos.-dijo Gwen decidida con ánimo tranquilizador.-Sólo limítate a disfrutar cuando llegue el momento.

-Gwendolyn.-le reprendió Mary mirándola fijamente.-Te aseguro que un parto no se “disfruta” precisamente…

El tono serio con el que había dicho aquello, hizo que Chris soltara una sonora carcajada. Gwen, por su parte, enrojeció de repente.

-Bueno, no me refería a eso…-masculló la chica avergonzada.

-Ya lo sé, boba. Sólo bromeaba.-sonrió Mary tranquilizadora y, después, viendo que Gwen seguía incómoda y cambiando de tema, añadió:- Oye, por cierto, cuéntale a Chris lo que te pasó en la exposición que montaste este fin de semana… Creo que se va a reír con la anécdota de la señora de la limpieza.

-Oh, sí, por favor, contadme algo divertido; necesito pegarme unas risas con vosotras.-contestó Chris con entusiasmo.-Adelante, soy toda oídos.

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Poco después de que las chicas se fueran, Christine no había podido más y se había echado en la cama. Necesitaba descansar. Se sentía incómoda se pusiera como se pusiera y un enorme malestar se había apoderado de ella. Por eso, cuando John le había propuesto que lo mejor sería que se tumbara un rato, ella no había puesto ninguna objeción.

No obstante, no había podido dormir ni un solo segundo. Continuaba sintiéndose mal, muy mal, aunque bien era cierto que allí tumbada el malestar parecía un poco menor. Por suerte, John no se había querido separar de ella y se había acostado a su lado. Por lo menos, con él allí mientras hablaban en susurros sobre cualquier cosa, aquello se le había hecho más llevadero.

Llevaban un ratito en silencio, relajados, ella tumbada de lado y John abrazándola por detrás, con una mano sobre su vientre mientras con la otra le acariciaba el pelo. De no ser por el intenso dolor de riñones que sentía en aquellos momentos, aquél habría sido un momento perfecto.

-Antes se movía mucho, ¿te acuerdas?-susurró John.-Cuando estábamos así, tumbados y relajados, no paraba de dar patadas.

-Y tanto que me acuerdo…-sonrió ella, recordando aquello con ternura.-Ahora, pobre, ya no tiene espacio para moverse como antes, pero cuando le hablabas siempre te respondía con golpecitos. Hay que ver lo que quiere a su padre incluso antes de nacer…

Con cuidado, John se agachó, le levantó el jersey a la chica y le dio un beso justo encima del ombligo. Christine bajó la mirada, llena de ternura y le pasó la mano por el pelo a su marido.

-Te quiero, Johnny.-susurró la chica.

-Y yo a ti más, pequeña.-sonrió John y después, volviéndose de nuevo hacia el vientre de la chica, añadió:-Y a él también.

-O a ella…-le corrigió Chris más que nada con ánimo de picarlo porque a aquellas alturas y viendo las patadas que le había pegado durante todo el embarazo, ella también estaba segura de que sería un niño.

John sólo se limitó a soltar una risita divertido y a negar con la cabeza. Después, se incorporó de nuevo y la besó en los labios, dulce y tiernamente. La chica pronto se perdió en aquel beso que parecía eterno, pero, de repente, un pinchazón en el vientre hizo que el dolor se adueñara de ella nuevamente. John se dio cuenta enseguida y se separó con cuidado.

-¿Estás bien?-quiso saber dedicándole una mirada, preocupado.

-No sé…-masculló ella intentando disimular una mueca de dolor.-Creo que… voy al baño.

John se apartó de encima de ella y la chica se puso en pie conforme pudo, ante la mirada atenta de él. Al contrario que otras veces, al cambiar de posición, el dolor no remitió en absoluto; bien al contrario, pareció intensificarse conforme iba avanzando hacia el baño. Entró adentro y dejó la puerta abierta. Desde allí aún podía ver a John sentado sobre la cama, que no le perdía el ojo. Se miró en el espejo y abrió el grifo con la intención de mojarse la cara. Pero justo antes de que lo hiciera, notó una cosa húmeda y caliente en su ropa interior. No hizo falta que mirara hacia abajo para saber lo que era. Aquello, unido a los dolores que había tenido durante todo el día, no dejaba lugar a dudas.

-John…

-¿Qué ocurre?-preguntó él. La chica vio a través del espejo como se ponía en pie de un salto.

-Creo que… he roto aguas.-susurró ella, nerviosa y asustada a la vez.-Ha llegado el momento.

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En aquellos momentos, Chris no se acordaba demasiado bien de cómo habían entrado al hospital. Sabía que Les les había llevado y que una vez allí la habían metido en la sala de partos directamente. Estaba ya bastante dilatada, había dicho el ginecólogo, así que no había tiempo que perder. John se había puesto blanco a su lado cuando había escuchado aquello. Era curioso. De eso sí que se acordaba perfectamente: de su cara de susto y del beso y el apretón de mano que le había dado antes de que se la llevaran.  Aquello, aunque pareciera mentira, le estaba dando unas fuerzas y unos ánimos inusitados, una cosa que necesitaba muchísimo en un momento como ése.

Las contracciones habían empezado a ser fuertes e incluso violentas ya desde casa, pero ahora lo eran mucho más. Ya casi no le daba tiempo a distinguir cuando acababa una y empezaba la otra y se sentía casi a punto de partirse en dos cada vez que una nueva contracción le sobrevenía. Era un dolor intenso, como nunca antes lo había sentido, pero le daba igual: el saber que su hijo estaba a punto de nacer era aliciente suficiente como para que ella aguantara todo aquello valientemente.

-Creo que esto va a alargarse más de lo que nos esperábamos…


Aquellas palabras del ginecólogo hicieron que Christine se quedara mirándolo con gesto suplicante. ¿Alargarse más de la cuenta? ¡Si ya llevaban horas ahí dentro! La matrona, al lado del doctor, le lanzó una mirada reprobatoria al médico cuando vio a Chris.

-Pero tranquila, va todo perfectamente.-se apresuró a disculparse el hombre y, después, añadió algo más que ella no alcanzó a escuchar, pues otra intensa contracción, más violenta que la anterior, se adueñó de ella.

No pudo evitar soltar un grito de dolor, desgarrador, a la vez que su mente se dirigía, sin saber por qué, hacia su madre. Ojalá estuviera allí. Ella, que tantos partos había atendido, seguro que habría sido capaz de reconfortarla. Y entonces, sintió una inmensa paz y seguridad en sí misma. Daba igual lo que se alargara aquello. Aguantaría. La recompensa valdría la pena.

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John ya no podía más. Estaba allí, solo en la sala de espera, nervioso a más no poder. Hacía ya mucho tiempo, demasiado, que se habían llevado a Chris a la sala de partos y no sabía nada de ella. ¿Qué coño pasaba? ¿Por qué mierdas tardaban tanto? Para colmo, nadie salía de allí dentro y no podía preguntar nada. Aquello era exasperante.

Ya había hecho lo que tenía que hacer nada más habían llegado: había llamado a su tía Mimi, quien le había asegurado que se pillaría un tren hacia Londres nada más pudiera, y a Mike, el hermano de Chris. A los demás, los llamaría cuando todo hubiera acabado. Sabía que si llamaba a alguno de sus amigos, alguien aparecería por allí antes de tiempo y lo cierto era que él prefería estar solo en aquellos momentos: solo con sus nervios y con sus cajetillas de tabaco.

A Paul, pese a que fuera tan hermano de Christine como Michael, también le llamaría cuando todo hubiera pasado, tal y como habían hecho Linda y él cuando el verano anterior había nacido su primera hija, Mary. Chris y él ya lo tenían hablado desde hacía meses y así, como lo habían acordado los dos, iba a hacerlo. Además, para qué mentir, tampoco le apetecía hablar con él en aquellos momentos, sobre todo teniendo en cuenta la situación en la que estaba su relación.

Y allí estaba él, esperando, desesperado. Empalmó un cigarrillo con otro, nervioso, y se levantó por enésima vez de su silla para empezar a caminar nervioso por la sala de espera. Joder, llevaban allí horas. ¿Por qué no salían? ¡Si cuando habían llegado estaba tan dilatada que el médico había dicho que no tenían tiempo que perder! De repente, un oscuro pensamiento le nubló la mente. ¿Y si las cosas no estaban saliendo bien? ¿Y si había peligro para el niño o para ella? Sólo con pensar aquello, un escalofrío le recorrió la espalda y un sudor frío se adueñó de él. Movió la cabeza, a un lado y a otro, mientras le daba otra enorme calada a su cigarrillo, intentando mantener el control. Pero entonces, de repente, un grito desgarrador, de dolor intenso, traspasó las paredes y llegó hasta la sala de espera donde estaba él. John paró de caminar, asustado, y se quedó mirando durante unos segundos hacia la puerta por la que Christine había desaparecido horas antes. Chris volvió a gritar a la vez que John le daba otra calada a su cigarrillo y perdía, ahora sí, por completo, el control sobre sí mismo. No soportaba la espera, ni muchísimo menos el oír a Christie sufrir de ese modo. Tenía miedo, miedo de que las cosas no estuvieran saliendo bien, y se sentía sumamente impotente.

Debía de hacer algo, pero… ¿el qué? Aquellos momentos se estaban convirtiendo en toda una pesadilla.

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El ladrido insistente del perrito le despertó de repente, sobresaltado. Ni siquiera era consciente de que se había dormido mientras veía la televisión, de ahí el susto que se había llevado.

Aún algo desconcertado, el hombre miró hacia la puerta que daba acceso al jardín trasero de la casa y vio allí a Monster, que raspaba con sus patas la puerta y ladraba para que le abriera. Era normal que el animal quisiera entrar ya que afuera había empezado a llover copiosamente. Pese a eso, soltó un bufido de fastidio ante de levantarse de su sillón y dirigirse hacia la puerta. Abrió con las mismas pocas ganas y el perro, trastabillando como pudo, entró en el interior de la casa y se dirigió hacia su alfombra, situada enfrente de la chimenea que crepitaba alegremente. El hombre miró al animal y negó con la cabeza. Estaba viejo y gordo, y apenas podía andar. Además, el pobre estaba sordo como tapia. Ya nada quedaba de aquel enérgico perrito que habían rescatado de la calle años atrás y que tanto les había animado. Pero bueno, pese a todo, quería a ese animal, que en esos momentos suponía su única compañía de verdad.

Sumido en todos aquellos pensamientos, el hombre se volvió a dejar caer sobre su sillón y fijó su vista en el televisor. De repente, se sintió tremendamente solo, vacío.  Con un perro viejo y él; así había quedado su casa. Vale, sus hijos iban a visitarlo de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, por cierto, pero pasaban por allí y pronto se iban y volvían a sus cosas.

Intentó volver a concentrarse en la película. Y es que, por mala que fuera y aunque no supiera ni de qué iba, cualquier cosa era mejor a estar regodeándose en sus propias miserias. Y entonces, de repente, justo cuando estaba empezando a pillarle el argumento, el teléfono de casa sonó, insistente.

Con la misma cara de pocos amigos con la que se había puesto en pie hacía unos minutos para abrirle al perro, se levantó y caminó casi arrastrando los pies hacia el teléfono. No esperaba ninguna llamada de sus hijos y tampoco quería hacerse ilusiones: la verdad era que cada vez que se las hacía siempre acababan siendo su hermana o su cuñada para decirle cualquier tontería.

-¿Sí?-masculló cuando descolgó.

No obtuvo ninguna respuesta, sólo un intenso silencio al otro lado de la línea.

-¿Sí?-volvió a insistir, empezando a enfadarse.

-¿Jim?-preguntó débilmente alguien al otro lado de la línea.

El hombre se quedó pensando durante unas milésimas de segundo. Aquella voz se le hacía vagamente familiar, pero por teléfono y con la debilidad con la que le habían contestado, era imposible distinguir de quién era.

-Sí, soy yo.-respondió él enérgicamente.-¿Quién llama?

Otro silencio.

-¿Oiga? ¿Sigue ahí?-preguntó exasperado cuando ya estaba a punto de colgar.

-Sí.-contestó aquella voz al otro lado de la línea.-Sigo aquí. Jim, soy… John.

De repente, lo reconoció. John. Por supuesto que era John, el maldito bastardo que le había arrebatado a su hija pequeña. Estuvo a punto de colgar el teléfono con un golpe seco. No quería ni oír su nombre ni, muchísimo menos, hablarle. No obstante, de repente, reflexionó. Si aquel cabrón le llamaba sería por algo, no sólo porque quisiera saludarle.

-¿Qué quieres?-preguntó al fin con malos modos.

-Es Christie, Jim.-contestó John atropelladamente haciendo que el hombre de repente sintiera como la sangre se le helaba en las venas.-Está de parto. Hace ya muchas horas que ha entrado y… nadie dice nada, no sé. Creo que…

-¿Qué le ocurre?-le cortó él entre enfadado y asustado a la vez.

-Le he dicho que no lo sé, pero no estoy seguro de que las cosas vayan bien. Nadie me dice nada y yo ya no sé lo que pensar…-respondió John. Parecía desesperado pero, a Jim le dio igual en aquellos momentos. John hizo una pausa antes de seguir.-No sabía qué hacer y he creído que tal vez usted…

Sólo cuando escuchó aquellas últimas palabras, Jim reaccionó. Entonces, cuando asimiló las palabras que John le acababa de decir, una rabia infinita se apoderó de él.

-Mira, desgraciado.-le cortó de repente haciendo que John parara de hablar en seco.-Si a mi hija le pasa algo pariendo a un bastardo tuyo, te mato.

Ni siquiera se esperó a que John le dijera nada, simplemente colgó fuertemente, furioso como pocas veces en su vida lo había estado. Y entonces, sin poderlo evitar, se puso a llorar desconsoladamente, por todo. En aquellos momentos se arrepentía de muchas cosas. Y es que, si a su hija le pasaba algo malo sin que antes hubieran por lo menos hablado y arreglado sus diferencias, él jamás se lo perdonaría. Jamás.

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Cuando Jim le colgó el teléfono, John se dio cuenta de la estupidez que acababa de cometer llamándole. ¿Por qué mierdas lo había hecho? Lo cierto era que estaba tan nervioso y fuera de sí que ni siquiera era consciente de lo que hacía y aquello era la prueba latente de todo aquello.

Cabizbajo y sintiéndose como un completo estúpido, colgó también el auricular del teléfono público de la sala de espera y volvió a su incómoda silla metálica mientras pensaba en lo que Jim le acababa de decir. ¿Y si a Chris le ocurría algo mientras daba a luz a un hijo suyo? Jim le había jurado que lo mataría, pero él, además, se sentiría el ser más despreciable de toda la tierra.

Bufó, nervioso, y bajó la cabeza hasta colocarla casi en medio de sus piernas mientras la sostenía con las dos manos. Sólo quedaba esperar y rezar para que sus negros vaticinios no se hiciesen realidad.

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-¡Venga, así! ¡Vamos, el último esfuerzo!-exclamó la matrona.

Christine, sudorosa y agotada, empujó de nuevo tanto como pudo y, sorprendiéndose a sí misma de su propia fortaleza, sintió de repente como la cabecita de su bebé se abría paso desde su interior. Otro empujón más. Y otro, más fuerte aún. Tal y como le habían dicho, sólo quedaba el último esfuerzo.

Y entonces, ocurrió. El bebé, su bebé, salió de su vientre e irrumpió en un llanto potente, atronador, pero precioso a la vez. El doctor le colocó al bebé encima, con cuidado, sobre su pecho y Christine lo miró bien, sintiéndose como en una nube, a la vez que las lágrimas empezaban a resbalarle por las mejillas.

-Enhorabuena.-sonrió el médico.-Es usted madre de un niño maravilloso.

Christine sonrió y acarició la carita de su hijo, que dejó de llorar cuando sintió aquel leve contacto lleno de amor. Y tanto que era maravilloso. Era maravilloso y precioso; el ser más bonito que había sobre la faz de la Tierra, el niño más guapo que jamás había visto. Era su hijo.

-Hola, Jack…-susurró al fin pronunciando el nombre que John y ella habían decidido ponerle, un nombre que en aquellos momentos se le antojaba el más bonito de todos los nombres.-Hola, cariño…

Y de nuevo, los ojos de Christine volvieron a anegarse en lágrimas de emoción.

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Cuando John escuchó la puerta abrirse, levantó la cabeza automáticamente y se quedó mirando asustado hacia la mujer que acababa de aparecer por allí. No tardó ni un segundo en percatarse de que llevaba en brazos un bultito envuelto, pequeñito. La mujer le dedicó una sonrisa, feliz. Y John, entonces, también sonrió a la vez que se levantaba loco de alegría.

-Enhorabuena, señor Lennon.-le dijo la comadrona mientras él se acercaba hacia ella, tembloroso.-Aquí tiene a su hijo.

John no pudo evitar esbozar una inmensa sonrisa cuando escuchó la palabra “hijo”. Lo sabía. Lo había sabido desde un primer momento: iba a ser un chico y así había sido.

Se plantó ante la comadrona con dos grandes zancadas y la mujer le enseñó al niño. John lo miró, embelesado, y sin ser muy consciente ni de lo que hacía, lo agarró en brazos con cuidado. Nada más hacerlo, una fuerte oleada de felicidad se apoderó de él. El niño tenía los ojitos abiertos y lo miraba, y John no pudo evitar sonreír con ternura.

-Ey, Jack, hola… Qué guapo eres.-le dijo con la voz entrecortada mientras le pasaba un dedo por la cara, con suavidad. No obstante, sus pensamientos enseguida volvieron hacia Christine, así que volviendo a mirar a la comadrona preocupado, preguntó:-¿Y mi esposa?

-Agotada después de un parto tan largo, pero muy bien, puede estar tranquilo.-sonrió la mujer.-Pensábamos que todo iría más rápido, pero al parecer Jack no tenía muchas ganas de salir.

John soltó una risita divertido y aliviado a la vez, contento por todo. Había salido todo bien. Chris y Jack estaban perfectos y eso era lo que más le importaba en el mundo. Después, volvió a bajar la mirada hacia el niño, que continuaba mirándole, tranquilo.

-Así que no querías salir, ¿eh, granuja?-sonrió él.

Entonces Jack, como si lo hubiera entendido, alzó su bracito y dio un pequeño golpe en el aire. John no pudo evitar que se le escapara una carcajada al ver la respuesta del niño. Sonrió de nuevo y notó como una lágrima recorría su mejilla. Era la primera vez que John lloraba de pura felicidad.

Aquel momento era, simple y llanamente, maravilloso.

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A Christine ni siquiera le dio tiempo a ver nada cuando la entraron en la habitación antes de que John prácticamente se abalanzara sobre ella y le diera un intenso beso en los labios, lleno de amor. Después, hundió su cabeza en su cuello y suspiró. Christine le acarició la nuca, con ternura.

-Menos mal que estás bien, pequeña.-susurró John tan bajo que estaba segura de que aquello sólo lo había podido escuchar ella.-Te quiero, te quiero, te quiero. Gracias.

-Y yo también te quiero muchísimo, Johnny…

El carraspeo del celador que llevaba la camilla interrumpió aquel momento mágico. John se apartó de ella de mala gana y se quedó mirando mientras el hombre la colocaba en el lugar correcto de la habitación.

-¿Me firma un autógrafo, por favor?-preguntó de repente el celador mirando a John cuando acabó con ella.

Christine sonrió divertida mientras él le echaba una firma con cara de pocos amigos en el papel que le había tendido, seguramente aún enfadado porque los había interrumpido. Después de darle las gracias a John y de darles la enhorabuena a los dos, salió de allí, dejándolos solos.

-Aún no han subido a Jack, ¿verdad?

John negó con la cabeza mientras se sentaba en el borde de la cama y le tomaba la mano en un gesto que a ella le encantó.

-No. Me han dicho que iban a hacerle las pruebas y todo eso y que no tardarían.-contestó él sin dejar de mirarla.

-Ha sido niño.-susurró ella divertida.-Tenías razón, Johnny.

-Te lo dije, peque.-sonrió él incorporándose hacia ella para darle otro beso.-¿Y tú cómo estás?

-Perfecta.

John arrugó la frente y le dedicó una mirada incrédula, lo cual hizo que Christine soltara una risita.

-No estoy para correr la maratón, pero estoy mejor que nunca en mi vida.-contestó finalmente pasándole la mano por la cara.-Ya ni me acuerdo de los dolores. ¿Lo has visto?

John asintió con la cabeza a la vez que le dedicaba una sonrisa soñadora.

-Es perfecto.-susurró.-Es el niño más guapo que hay en el mundo.

-Tuyo y mío, John. De los dos.

Los dos volvieron a fundirse en un beso aún más largo que los anteriores.

-¿Y tú qué tal lo has llevado?-preguntó Chris cuando se separaron. Lo conocía demasiado y tenía la sensación de que, con lo nervioso que era, la espera no se le habría hecho demasiado amena.-¿Se te ha hecho muy largo?

De repente, John borró su sonrisa de la cara y torció el gesto. Chris lo miró, extrañada, a la vez que John volvía a tomarle la mano con fuerza.

-Se me ha hecho eterno.-contestó él al fin.-Y he tenido miedo, mucho miedo. No sabía nada de vosotros y pensé que las cosas no iban bien…

-Pero cariño…-sonrió ella sintiendo como la ternura la embargaba.-Todo ha ido genial, pero… estas cosas a veces se alargan.

-Lo sé. Ahora ya lo sé.-sonrió él.-Pero en esos momentos no podía analizar la situación ni ponerme a pensar fríamente.

-Bueno, ahora ya está.-contestó Chris.-Y no ha pasado nada.

-Christie, pequeña… Sí que ha pasado algo…-masculló John de repente bajando la mirada.

-¿Pero qué dices, Johnny?-preguntó ella contrariada, sin saber ni qué pensar.

-Verás, pequeña… Estaba muy asustado y…-respondió John casi en un murmullo inaudible.

-¿Y qué?

-Pues que no sabía qué coño hacer y he acabado, no sé por qué, llamando a tu padre y diciéndoselo.

La chica se quedó helada, mirando a su marido estupefacta. Apenas era capaz de creerse lo que estaba escuchando, ni tampoco sabía qué pensar al respecto.

-¿Que has hecho qué?-preguntó incrédula.

-Lo siento, cariño. Sé que he hecho una gilipollez y que no… Joder, perdóname, de verdad. Soy un imbécil.

Christine sonrió cuando vio que John se había tomado su pregunta como una acusación. Por supuesto que no estaba enfadada con él, nada más lejos de la realidad, aunque sí que estaba profundamente sorprendida. A saber lo que habría pasado por su cabeza en aquellos instantes para que acabara descolgando el teléfono y llamando a su padre.

-Ey, monstruo…-susurró ella en tono tranquilizador.-No eres ningún imbécil ni te tengo que perdonar nada porque no estoy enfadada contigo.

John se volvió hacia ella y la miró sin estar demasiado convencido.

-¿Sabes? Pese a todo has hecho bien.-añadió la chica.-Es mejor que se haya enterado por ti de que somos padres a que lo haga por la prensa. Creo que has hecho lo que debías hacer.

-¿De veras?

Chris asintió con la cabeza. Ya estaba a punto de preguntarle qué tal había ido la conversación cuando, de repente, la puerta de la habitación se abrió. Los dos se giraron a la vez y vieron a una enfermera que portaba a Jack en una cunita transparente. Nada más ver a su hijo de nuevo, a Christine se le olvidaron todas las preguntas que tenía en mente.

-Un chico bien sanote.-dijo la mujer nada más entró.-Todas las pruebas están perfectas.

La mujer colocó la cunita justo al lado de la cama y, después de despedirse, salió de allí canturreando alegre una cancioncilla.

-Está despierto.-sonrió John asomándose a la cunita y agarrando al niño en brazos con mucho cuidado.-¿Qué haces, colega? ¿Quieres ir con mamá?

Christine los miró y sonrió. En aquellos momentos dudaba mucho que alguien pudiera querer más a dos personas como ella quería a sus dos chicos, a sus dos tesoros.

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-Pues Julian va a ser el mejor hermano mayor del mundo, ¿a qué sí, tesoro?-sonrió Chris pasándole la mano por el pelo al niño. Estaba sentado a su lado en la cama mientras miraba con curiosidad a Jack, a quien Mary tenía en brazos.

-Por supuesto que sí.-sonrió Mary mirando también a Jules.-Va a querer a su hermanito mucho y va a jugar un montón con él, ¿verdad?

El niño asintió con la cabeza y sonrió con autosuficiencia cuando escuchó aquello. Después, le dio un besito a su hermanito en la cabeza y saltó de la cama para irse con Vladis, que estaba en una esquina de la habitación, jugando con un coche de juguete hecho polvo de tantos golpes como le había dado, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.

Lo de Vladis había sido muy gracioso: el pobre seguramente había esperado ir allí y encontrarse a un niño como él, con quien poder jugar, y, cuando había visto que Jack sólo era un recién nacido que apenas abría los ojos, no había podido ocultar su decepción y se había ido a un rincón enfurruñado a jugar solo con su coche de policía entre las risas de todos, cosa que aún lo había enfadado más. Por fortuna, Les no había tardado en aparecer con Julian, que había ido a conocer a su hermano, con lo cual, ante la perspectiva de un verdadero compañero de juegos, a Vladis se le había pasado el enfado por completo.

-Menudo guapetón que está hecho el pequeñajo éste…-dijo Mary mirando de nuevo hacia Jack.-Dentro de unos años te va a llevar las novias a casa a pares.

Chris soltó una risita entre divertida y complacida a la vez.

-Si le parece a su padre, tal vez tengas razón.-rió.

-Ey, ey, ey, ¿qué pasa con el padre?

Las dos chicas se volvieron hacia la puerta de la habitación, por donde acababan de aparecer Ringo y John. Los dos habían salido a fumar hacía unos minutos y ya habían vuelto. Lo cierto era que no lo habían hecho muy largo.

-Tranquilo, John, no estábamos diciendo nada malo.-rió Mary.

-Más os vale. A las dos.-sonrió John acercándose a ella y, mirando al bebé, añadió:-¿Cómo está mi Jack?

-Se ha dormido.-contestó Mary pasándoselo con cuidado.-No os quejaréis, es un buenazo.

-Dentro de un par de años ya volveremos a hablar.-sonrió John con malicia mientras acomodaba con cuidado al niño en sus brazos y le daba un beso en la cabeza. Ante aquel leve contacto, el niño se movió, incómodo, y emitió una pequeña queja, aunque no llegó a despertarse. John se quedó mirándolo contrariado.-¿Qué le pasa?

-Pasa que le pinchas con la barba esa de una semana que tienes.-contestó Ringo divertido.-Debes de parecer una maldita lija, Lennon.

-Tienes razón, al pobre le debo pinchar mucho. Tendré que afeitarme entonces…-suspiró John sentándose al lado de Chris.-¿Has visto, pequeña, los sacrificios que ha de hacer un padre por sus hijos?

-Uy, sí, cuidado, un enorme sacrificio el que vas a hacer, Johnny.-sonrió Christine divertida.

Nada más se sentó John, Jack empezó a moverse en los brazos de su padre y a gemir, lastimero. No tardó ni dos segundos en ponerse a llorar de verdad, fuerte.

-¿Qué le pasa?-preguntó Julian desde la esquina de la habitación

-Sólo tiene hambre.-le sonrió Christine. Después, volviéndose hacia los demás, añadió:-No deja pasar ni una. Cada dos horas justas, ya está reclamando.

-Bueno, pues será mejor que nos vayamos y así le das el pecho tranquila.-dijo Mary.

-Además, ya es tarde y Vladis tendrá que cenar también.-añadió Ringo sonriendo.

Los dos recogieron a Vladis, se despidieron de ellos y salieron de la habitación. Jack aún lloraba, pero menos fuerte que antes. Quizá intuía de un modo u otro que no tardaría en comer y por eso no insistía tanto. Era curioso como los niños sabían todas esas cosas.

Mientras bajaban por el ascensor hacia el parking del hospital, Mary se acarició su barriga también. Pronto ella, de nuevo, volvería a pasar por eso. Sonrió, feliz, tal y como la vida le sonreía a ella en esos momentos.

*******************************

Todo estaba tranquilo y en silencio. Ya era de noche. Hacía poco más de una hora que Ringo y Mary se habían ido a casa y, poco después, Les había vuelto para recoger de nuevo a Jules y llevarlo con su madre. Chris sonrió para sus adentros al recordar el apuro que había pasado el pobre hombre cuando había entrado en la habitación y se la había encontrado dándole el pecho a su hijo. Él, que siempre había sido tan discreto, sólo había podido llevarse de allí a Julian lo antes posible tan pronto se hubo despedido el niño de ellos y esbozar unas cuantas palabras que oscilaban entre la disculpa y la despedida.

En esos momentos, todo estaba perfecto, como debía estar: Jack dormía plácidamente en su cunita y John se había hecho sitio en la cama para sentarse a su lado mientras le acariciaba el pelo, en silencio.

-Tenía ganas ya de un poco de paz.-susurró John de repente.-Los tres, solos.

Chris levantó la mirada para encontrarse con sus ojos y sonrió antes de darle un dulce beso en la mejilla.

-Es que hemos tenido muchas visitas.-contestó.-Pero bueno, ahora ya podemos descansar un poquito, ¿no crees?

-No creo que descanse de verdad hasta que estemos en casa.-sonrió John.-Creo que a estas alturas todo el personal del hospital y sus respectivas familias tienen un autógrafo mío.

La chica soltó una risita divertida. John tenía razón y entendía que estuviera cansado de que fueran el centro de atención de todo el hospital cuando lo único que querían era estar tranquilos y disfrutar de su hijo recién nacido.

-Sólo un par de días más, monstruo, y ya está.

John le dedicó una tierna sonrisa y le paso la mano por la cara, tierno.

-¿Sabes que estás más guapa que nunca?-preguntó con calidez.

Chris iba a darle un beso en los labios como respuesta cuando, de repente, unos golpecitos en la puerta los interrumpieron. John y ella se quedaron mirándose extrañados. Era ya bastante tarde y a esas horas, a no ser que se les avisara, no pasaban ni enfermeras ni médicos. Además, era muy raro recibir visitas ya pasada la hora de cenar.

-Adelante.-dijo al fin John mientras se ponía en pie.

La puerta se abrió lentamente y entonces Christine sintió como la sangre se le helaba cuando vio a Paul y a Linda acompañados por la última persona que esperaba ver en el mundo: su padre.

-¿Papá?-fue lo único capaz de balbucear.

Jim asintió lentamente con la cabeza y, sin decir nada más, se dirigió rápidamente hacia ella y la abrazó fuerte, en silencio. Y los dos, irremediablemente, se pusieron a llorar. Tal vez lo hacían por la rabia de haber estado tanto tiempo sin hablarse, tal vez lo hacían por pura resignación contenida durante tantos años o, tal vez, lo hacían de pura felicidad. Christine no lo sabía, pero lo cierto era que las lágrimas se escapaban de ella como si fueran un torrente imparable. Y es que su interior era en esos momentos una mezcolanza indescriptible se sentimientos y emociones.

-¿Te… te apetece ver a tu nieto?-susurró Chris cuando se separaron.

Su padre asintió nuevamente y Chris alargó el brazo para acercar la cuna hacia la cama. Jim se quedó mirando al bebé, embobado, pero sin atreverse a moverse de su posición.

-Se llama Jack.-añadió ella.

-Se parece a ti.-murmuró el hombre al cabo de unos segundos. Chris sintió como un estremecimiento le recorría la espalda; hacía años que no escuchaba aquella voz que tan bien conocía.

-Se parece mucho más a John.-le contestó ella, sincera. Era cierto, el niño se parecía muchísimo a su padre. De ella, a simple vista, sólo había heredado la boca.

Jim bajó la mirada, avergonzado. Chris era plenamente consciente de lo que acababa de decir y de cómo podía sentarle aquello a Jim, pero en aquellos momentos se sentía muy segura de sí misma. La chica le dedicó una mirada a John, que miraba la escena inmutable.

Un silencio de lo más incómodo se adueñó de la estancia durante unos segundos que a Chris se le hicieron eternos. No obstante, el repentino carraspeo de Paul acabó con aquella situación.

-Creo que…-dijo su hermano de repente haciendo que todos lo miraran.-Creo que Linda y yo bajaremos a la cafetería a tomar algo. Subiremos dentro de un rato.

A nadie le dio tiempo a replicarle nada pues, antes de que se pudieran dar cuenta, los dos ya habían salido de la habitación y cerrado la puerta de nuevo tras de ellos. Jim se quedó mirando hacia la puerta, desconcertado y, a continuación posó su mirada en John. A Chris no se le escapó que era una mirada llena de resentimiento y aquello la entristeció y la enfureció por partes iguales.

-Yo… iré a fumarme un cigarrillo al pasillo.-masculló John cuando se percató de la mirada que Jim le estaba dedicando.

-No, John.-se apresuró a decir Chris con determinación.-Por favor, cariño, quédate.

John le dedicó una mirada extrañado, de incredulidad, pero Chris estaba segura de aquello. Quería que su padre aceptara lo evidente de una puñetera vez y, para eso, John debía de estar con ella.

-Ven aquí, Johnny, anda.-insistió ella a la vez que daba unos golpecitos en el lado que quedaba libre de la cama para indicarle que se sentara allí.

John obedeció, dócil, aunque no demasiado convencido. Jim, por su parte, se levantó de allí nada más John se sentó al lado de Chris. La chica suspiró, molesta y, envalentonada aún más por el gesto de su padre, agarró la mano de su marido fuertemente, como queriendo demostrar así cuánto le quería.

-No esperaba que vinieras, pero me alegro mucho de que lo hayas hecho.-empezó a decir ella después de unos segundos de tensión entre los tres.

Jim suspiró.

-Debía hacerlo.-dijo al fin.-Pese a que Paul y Mike me dijeron que todo había ido bien al final, el hecho de que él me llamara me hizo pensar sobre algunas cosas.

Christine lo miró durante unos instantes. Él era John. Ni siquiera quería pronunciar su nombre. No obstante y pese a que tenía muchas ganas de decirle un montón de cosas, calló. Sabía que su padre no había terminado de hablar y lo mejor sería no interrumpirle y esperar a que dijera todo lo que tenía que decir para empezar ella.

-Christine, hija…-continuó él hombre.-Yo sólo quiero que entiendas que lo único que quería era lo mejor para ti. No soportaba ver cómo te equivocabas; no soportaba ver que insistías en tirar tu vida por la borda.

-Mira a mi hijo, papá, míralo. ¿Te parece Jack una equivocación?-le cortó ella de repente sin poder aguantarse ni un segundo más.

-Christine, no malinterpretes las cosas…

-No las malinterpreto.-le interrumpió ella intentando a toda costa evitar ponerse a llorar.-Insisto, ¿te parece nuestro hijo una equivocación? ¿Te parece que hemos tirado nuestra vida por la borda? Soy feliz, somos felices. ¿Qué hay de malo en eso?

Jim se la quedó mirando durante unos segundos sin saber qué decir, primero a ella, después a John, que se mantenía firme a su lado, sosteniéndole la mano con fuerza.

-Hija, yo…-balbuceó el hombre.-No quería decir eso, créeme. Y quiero que sepas algo: he estado enfadado todos estos años, furioso, contigo y con él. Pero lo he estado porque pensaba que te haría daño, porque de repente creí que no te conocía y porque pensaba que lo que estabais haciendo no era lo correcto. Y esto último, a decir verdad, lo sigo pensando.

-¿Vas a continuar considerándome una puta el resto de tu vida?-preguntó ella furiosa al entender perfectamente a qué se estaba refiriendo su padre.

-Haz el favor de no poner en mi boca palabras que no he dicho, Christine McCartney.

-Lennon. Soy Christine Lennon, supongo que ya lo sabrás.

Jim lanzó un bufido molesto por aquella contestación tan contundente, pero no dijo nada. De nuevo, otro silencio incómodo se hizo entre los tres. La tensión era tan grande que Chris tenía la sensación de que incluso podía llegar a palparse.

-Papá.-dijo ella al cabo de unos segundos. Ahora ya no estaba enfadada, ni furiosa; ahora, simple y llanamente, estaba tremendamente triste:-¿Es que jamás vas a aceptar que John y yo estamos juntos? ¿No piensas darnos ni una sola oportunidad?

-Quiero a Christie, Jim.-dijo de repente John detrás de ella.-Créame. La amo más que a nada en el mundo. Jamás le haría daño.

-Y yo también lo quiero a él muchísimo.-añadió Chris apretando aún más la mano de John.-Y ahora,  John es el padre de mi hijo. Él es mi vida.

Jim se quedó mirándolos a los dos, en silencio. Estaba serio, aunque Chris no podía adivinar si estaba enfadado o, como ella, estaba simplemente triste.

-Lo sé.-suspiró al fin. Chris le lanzó una mirada extrañada, una mirada a la que Jim le respondió con otra.-A estas alturas no pongo en duda que os queráis, aunque al principio me negara a creérmelo. Christine, no creas que he venido aquí para recriminarte nada. Lo único que quería era verte y hablar contigo. Eres mi hija y, aunque te cueste creerlo, te quiero muchísimo pese a que muchas veces no te lo haya sabido demostrar.

El hombre hizo una pausa. La chica lo miró bien: sus ojos habían vuelto a empañarse en lágrimas.

-Perdóname, Christine.-susurró.-Perdonadme los dos.

Entonces Jim se desmoronó por completo. El hombre fuerte, rudo y estricto al que ella conocía se esfumó como si nada. Ahora, Jim sólo era un anciano cansado, frágil y lleno de remordimientos. Con suavidad, Chris se incorporó en la cama. John, a su lado, pareció leerle la mente y la ayudó a levantarse, con cuidado. Así, poco a poco, Christine avanzó unos pasos más allá, hasta donde estaba su padre. Se quedó plantada frente a él y lo miró.

-Te quiero, papá.-dijo al fin casi en un susurro inaudible.

Jim levantó la cabeza, la miró y, entonces, padre e hija volvieron a fundirse en un abrazo cálido, sincero, un abrazo de conciliación y cargado de amor.

-Y yo a ti, mi niña.-susurró el hombre.-Y yo a ti.

*************************************

-Así que la enana tiene ahora un enano.-dijo Paul risueño mientras agarraba en brazos a Jack.

El niño pareció extrañarse al principio e hizo un puchero. No obstante, en el último momento, pareció pensárselo mejor, bostezó y volvió a cerrar los ojos plácidamente.

-Es un niño precioso.-añadió Linda a su lado.

-Gracias.-contestó Chris que los miraba desde uno de los sillones de la habitación.

-Sí que es verdad…-masculló Paul sin dejar de mirar al bebé.-John, se parece a ti muchísimo.

-No sé, eso dicen, aunque de Christie también tiene bastante.-dijo John sonriente, aunque era más que evidente que se sentía orgulloso por ello.

Antes de que nadie pudiera añadir nada más, Jack volvió a abrir los ojos, miró a Paul y, de repente, empezó a llorar.

-Oh, mira lo que has hecho, gusano.-rió Chris.-Eres tan feo que has asustado a mi hijo.

-Muy graciosa, Christine.-masculló Paul mientras le pasaba el bebé a John, que calló inmediatamente al reconocer los brazos de su padre.-Eso es simplemente porque no me conoce.

-Ya… Y porque eres feo también.-le picó ella.

-Chicos…-se quejó Jim.-Parecéis dos niños pequeños, haced el favor.

Chris soltó una risita entre dientes. No obstante, pronto se olvidó de las burlas hacia Paul cuando vio que, de repente, su padre se acercaba hacia John con la excusa de ver al niño.

-¿Quiere tenerlo un poco en brazos?-le preguntó John.

Todos callaron. Chris se quedó mirándolos, a John y a su padre y, por unos instantes, creyó que Jim se negaría. No obstante, en el último momento, el hombre sonrió.

-Claro que sí.-contestó Jim.-Por supuesto que quiero tener a mi nieto en brazos.

John sonrió y le pasó a Jack, con mucho cuidado. Jim miró al niño, feliz; a Chris incluso le dio la sensación de que no lo había visto nunca tan satisfecho. Después, John regresó al lado de la chica y ella le agarró la mano con fuerza, en un gesto de inmenso cariño. Lo amaba. Lo amaba muchísimo.

La chica volvió a mirar a su alrededor, observando la escena que tenía ante ella. Todos parecían estar bien. Tal vez, cuando salieran de la habitación, todo volviera a enrarecerse. Tal vez, Paul, John y ella continuaran llevándose a matar y tal vez siguieran discutiendo. Además, era consciente de que, por mucha reconciliación que hubiera habido, las cosas con su padre quizá jamás volverían a ser como antes. ¿Pero y qué? En aquellos instantes todos parecían felices alrededor de esa nueva personita que había traído tantas cosas buenas consigo: su Jack. Y eso, en aquel momento, era suficiente para ella.

Christine sonrió disfrutando de todo lo que la rodeaba, pletórica. Y es que, aunque sólo fuera en esos momentos, todo, absolutamente todo, era maravilloso.





Y bien, aquí estoy yo de nuevo, con este capi que es ya casi medio final, por no decir final, de este fic. Se cierra ciclo, se cierran heridas. Espero que os haya gustado, de verdad, porque lo he escrito con muchísimo cariño. Si os digo la verdad, es uno de esos capis que ya tenía diseñados en mente casi desde que empecé a escribir este fic, de esos en los que sabes exactamente qué va a pasar incluso de mucho antes... :)

Perdón, por cierto, por haber tardado tantísimo en actualizar. Lo cierto es que estas semanas últimas he tenido un montón de trabajo y no he podido dedicar mi tiempo a escribir. Además, que tampoco me apetecía escribir este capi rápido y a las carreras porque quería recrearme bastante con él, disfrutármelo. Pero bueno, pese a todo espero haber podido compensar algo este retraso con la longitud del capítulo (el más largo hasta el momento, creo).

Y bien, por mí nada más, simplemente que enviaros desde aquí un besazo y un inmenso abrazo a tod@s! Os quiero mucho! Muaaaaaaak!

jueves, 9 de mayo de 2013

Capítulo 87: Una nueva vida


Hacía poco que acababa de llegar del trabajo y Christine estaba en el sofá, pensativa, mirando aquel pequeño calendario de cartera sin ni siquiera parpadear. En aquellos momentos, su cabeza era un verdadero hervidero, pero, por más vueltas que le diera al asunto, todo se resumía en una simple idea: en los dos meses que llevaba casada con John no le había bajado la regla.

No obstante, aunque la cosa pareciera sencilla, no estaba segura de nada en aquellos momentos. En realidad, la idea de estar embarazada no le preocupaba; al contrario, la ponía muy feliz. De hecho, John y ella ya hacía algún tiempo que estaban tonteando con la idea y, lo que había surgido casi como una broma durante las Navidades anteriores, se había convertido en algo muy serio desde hacía un par de meses, hasta tal punto que ella había dejado de tomar la píldora poco antes de la boda. Pero… ¿y si no lo estaba? Pese a que las cosas con John estaban geniales, esos últimos meses había estado sometida a un stress inmenso. El acoso de la prensa, el trabajo y, sobre todo, la relación entre Paul y ellos, que de cada día iba a peor, la habían puesto en una situación de nervios extrema y tal vez aquellos atrasos fueran en realidad fruto de todo aquello.

Por eso no sabía qué hacer en aquellos momentos. Por un lado, quería contárselo a John con todas sus fuerzas, pero no estaba segura de si debía hacerlo. Sabía que si se lo decía, se pondría loco de contento, pero… ¿y si después resultaba que no estaba embarazada? ¿Y si todo había sido una falsa alarma? No quería desilusionarle ni crearle falsas expectativas y a lo mejor lo más sensato sería esperar a que el ginecólogo se lo confirmara antes de decirle nada...

-¿Tan interesante es ese calendario, Christie?

Chris casi dio un salto del sofá cuando escuchó la voz de John casi a su lado. Había estado tan metida en sus ideas que ni siquiera le había oído llegar. Sintiéndose como si la hubieran pillado robando, se volvió nerviosa hacia él e intentó esbozar una sonrisilla inocente sin demasiado éxito.

-Hola, cariño.-saludó intentando parecer lo más normal posible. No obstante, tenía la odiosa sensación de que cuanto más intentaba disimular, más empeoraba las cosas.-No te había oído llegar…

-Te he llamado cuando he entrado. Esto estaba tan silencioso que pensaba que no estabas.

-Ya…-balbuceó ella.-Hoy habéis acabado muy pronto, ¿no?

John le dedicó una mirada extrañado. Era evidente que había captado perfectamente sus intenciones de desviar la conversación hacía otros derroteros, cosa que a Chris la hizo sentir extremadamente tonta. A veces era bastante incómodo estar con alguien que la conociera tantísimo.

-Sólo hemos hecho una toma de esa maldita canción.-contestó no obstante al cabo de unos segundos.-¿Puedes creértelo? Una puta toma. Si lo sé, no voy.

-¿Y cómo están las cosas por allí?

-Igual que siempre.-se limitó a contestar John sentándose a su lado. Después, le dedicó una mirada interrogante a Chris y la rodeó con su brazo, acercándola a él. La chica suspiró. Sabía qué era lo que iba a decir a continuación y no se equivocó.-¿Y tú? ¿Qué tal? ¿Por qué mirabas eso tan seria?

La chica tragó saliva antes de hablar. Vale. En aquellos momentos tenía dos opciones: mentir o no, y no tenía ni idea de qué debía hacer.

-Bien. En el periódico ése de cada día están más locos. No te extrañes si de un momento a otro nos hacen trabajar día y noche.-contestó haciendo que John soltara una risita entre dientes. Después, en un último intento por ganar tiempo e impedir que John le insistiera más, levantó la cabeza y le dio un tierno beso en los labios. Sabía que si podía desviarle la atención de alguna manera era poniéndose cariñosa. Cuando se separó de él, le dedicó una mirada tierna y sonrió mientras le pasaba la mano por la barba, de cada día más poblada:-Pronto me tendré que abrir paso entre tu barba para poder besarte a gusto, peludo. Pero que me maten aquí mismo si no te encuentro guapísimo…

Por unos momentos, Christine pensó que su truco había funcionado. John le devolvió el beso de manera apasionada y empezó a acariciarla por debajo de su camiseta de una manera muy peligrosa. Ella se dejó llevar, con ganas, y hundió su mano en el pelo del chico, dejándose hacer. Y justo cuando ya se había olvidado casi de todo, John se separó de ella y la miró, pícaro.

-¿Qué mirabas con tanto interés?-preguntó sin más dedicándole una sonrisita divertida.

Chris se lo quedó mirando durante unos segundos, descolocada por completo y, a continuación, lanzó un suspiro molesta. Le había salido el tiro por la culata: ella había querido jugar con él para que no le preguntara más y al final había resultado ser él el que había jugado con ella. Debía de haberlo sabido desde un primer momento: cuando a John se le metía una cosa entre ceja y ceja, era imposible hacérselo olvidar. No obstante, aun así, Chris decidió seguir mareando la perdiz.

-¿Qué miraba de qué?

Lejos de enfadarse, John le dedicó otra sonrisa y le agarró la mano izquierda. Christine maldijo para sus adentros cuando comprobó que aún tenía allí el pequeño calendario que hasta hacía unos minutos había estado escrutando con interés.

-De esto que tienes aquí.-le contestó él quitándole el calendario de la mano con suavidad.

-Ah, eso…-masculló ella.-Nada.

-Ya, nada…-rió John divertido a la vez que soltaba una risita.-Y yo voy y me lo creo. A estas alturas, pequeña, después de haber estado cinco años diciéndotelo, deberías de tener asumido que mientes fatal, al menos, para mí.

-John…

-Chris…-se burló él imitando el tono de voz con el que ella había dicho su nombre. Después, poniéndose repentinamente serio, añadió:-Vamos, pequeña, nada de secreto entre los dos, ¿te acuerdas?

Sólo hizo falta que John utilizara aquel tono de voz serio pero sereno a la vez y que le diera un dulce y largo beso en la frente para que Christine se desarmara por completo. Jamás había podido resistirse a él cuando se ponía en plan tierno. Así pues, la chica lanzó un leve suspiro de resignación. Pese a que no quería hacerlo, lo haría. A fin de cuentas, ella también se estaba muriendo de ganas por compartir aquello con él.

-Simplemente estaba… calculando.-contestó al cabo de unos segundos mirándole a los ojos.

-¿Calculando?

Chris asintió con la cabeza y los dos permanecieron en silencio durante unos instantes, mientras ella calibraba cómo debía decirle aquello.

-Veamos…-continuó ella.-Johnny, cariño… ¿Tú no… no has notado nada raro en mí últimamente?

-¿Cómo que raro?-se alarmó John.-¿Qué te pasa?

-Tranquilo, monstruo…-rió ella al ver el susto que se acababa de llevar mientras le pasaba la mano por el pelo.-A ver… A raro me refiero a que… John, desde que nos casamos no me ha bajado la regla.

Dijo esa última frase rápidamente, nerviosa y sin ser consciente de que en cuestión de milésimas de segundo había echado por el suelo todas sus intenciones de ser delicada a la hora de darle la noticia. Sólo cuando John abrió los ojos de par en par y se la quedó mirando con la boca abierta fue consciente de lo que le acababa de decir y, sobre todo, de cómo lo había hecho. Ni siquiera le dio tiempo a añadir nada más antes de que la expresión de John mudara de la estupefacción más absoluta a la alegría.

-¡Pequeña!-exclamó loco de contento.-¿Estás…? ¿Tú y yo vamos a…? ¿Pero cómo…?

-Vale, John, el cómo creo que está más o menos claro, ¿no?-contestó ella.

No tenía intención de hacerlo reír con aquello, pero el chico soltó una sonora carcajada a la vez que la abrazaba y le cubría la cara de besos mientras le decía un montón de cosas bonitas. Perfecto, había conseguido justamente lo que no quería: ponerle loco de contento sin saber ni siquiera a ciencia cierta si estaba embarazada o no.

-Johnny… Ey, Johnny, para…-masculló ella poniéndole la mano en el pecho y apartándolo.

John se quedó mirándola extrañado, como si de repente no la conociera.

-¿No te alegras, pequeña?-preguntó con un hilillo de voz.

Cuando lo vio así de contrariado, Chris no pudo evitar esbozar una sonrisilla antes de contestar.

-No es eso, monstruo.-contestó ella.-Sería lo más bonito que me habría pasado nunca, te lo juro. Pero… No lancemos las campanas al vuelo. Aún no lo sabemos cierto.

-Pero Christine…-le cortó él mirándola con una mezcla de exasperación y sorpresa.-A ver… ¡Está claro! ¿Cuánto tiempo hace que no te tomas la píldora?

-Dos meses y medio casi.

-Vale.-continuó John.-Hace dos meses y medio que no estamos usando ningún tipo de precaución y no has tenido la regla también desde hace dos meses… ¡No sé dónde está el misterio, pequeña!

-Aún así no te emociones mucho, Johnny.-insistió ella.-Estos meses han sido de locos y a veces, en épocas así, puede haber retrasos y todo eso… Así que puede que no sea eso…

-Bueno, cariño, ¿y a qué esperamos a salir de dudas?-preguntó él ilusionado como si fuera un niño pequeño.-Seguro que tanto calcular con este calendario roñoso y ni siquiera has llamado para pedir cita al ginecólogo, ¿verdad?

Chris no pudo evitar soltar una risa divertida. John tenía razón. De hecho, se había pasado más de media hora mirando aquel calendario y no se había ni siquiera planteado el hecho de descolgar el teléfono y llamar a su ginecólogo para concertar una cita.

-Verdad.-confirmó ella.-Debería de llamar, tienes razón.

-Por supuesto que tengo razón.-sonrió él poniéndose en pie tan de repente que Chris se lo quedó mirando perpleja.

John soltó una risita y le tendió la mano para que se levantara ella también. Sin saber muy bien qué quería, Chris le tomó la mano y se puso también en pie.

-Aun así, supongo que esa llamada puede esperar hasta dentro de un rato, ¿no crees?-dijo John dedicándole una sonrisa juguetona que Chris supo interpretar en el acto.-Además, te veo con muchas dudas sobre si estás o no embarazada, demasiadas, así que lo más conveniente ahora sería que… nos aseguráramos de que sí lo estás. Sólo por si acaso, ya sabes.

-Eres terrible, monstruo.-rió ella.

Antes incluso de que pudiera acabar de pronunciar bien aquellas palabras, John le plantó un intenso beso.

-Y creo que a ti te gusta que sea así de terrible…-le guiñó él un ojo cuando se separó de ella.-Por cierto, pequeña… Voy a contarte un secreto: sí lo estás y será niño.

-¡Johnny! ¡Te he dicho que nada de falsas ilusiones!

-Es que no son falsas, Christie…-sonrió él.-Te quiero, peque. Te quiero mucho.

Chris le devolvió la sonrisa. Ella también lo quería, muchísimo. Él le dio otro beso largo y dulce y los dos, agarrados de la mano, se dirigieron hacia su habitación, felices. En esos momentos, Christine estaba empezando a dejar de lado todas sus dudas. Tal vez John tuviera razón. Ojalá la tuviera.

**********************************************

John no sabía ya ni cómo sentarse. Estaba nervioso a más no poder. Mientras tanto, el Doctor Iggers le estaba haciendo la revisión a Christine a la vez que le preguntaba un montón de cosas que la chica intentaba responder con la mayor exactitud, aunque muchas veces no fuera capaz de hacerlo.

-Muy bien, señora Lennon.-dijo de repente el ginecólogo después de unos minutos de silencio. John no pudo evitar sonreír cuando escuchó aquello. Y es que, pese a que ya llevaban casados algún tiempo, aún le resultaba gracioso que se refirieran a ella de ese modo.-Ya hemos terminado. Puede vestirse.

El Doctor Iggers salió de detrás de la cortinita en donde habían estado Chris y él mientras le hacía la exploración instantes después. Antes de sentarse de nuevo ante su escritorio le dedicó una mirada significativa a John. Él le devolvió la mirada, casi de manera suplicante, a la espera de una señal, de algo, pero el doctor no hizo nada. Simplemente, se dedicó a sentarse en su silla y a empezar a garabatear unas frases rápidas sobre un papel.

Christine no tardó ni medio minuto en salir también. John la miró. Parecía incómoda y tensa, pero aun así la chica le dedicó una sonrisa antes de sentarse a su lado. Él se la devolvió y de manera instintiva le agarró la mano, que ella apretó con fuerza.

-Bien…-masculló el doctor después de soltar un leve carraspeo cuando vio que Chris se había sentado.-El examen ginecológico que le he hecho no deja mucho lugar para la duda: la sensibilidad mamaria, el grosor en el cuello uterino…

El hombre paró de repente de hablar y se quedó mirándolos con una inmensa sonrisa pintada en la cara. Tanto Chris como él le dedicaron una mirada interrogante. Sabían lo que iba a decirles, pero ambos, sobre todo él, necesitaban oírlo en voz alta para confirmarlo. John ni siquiera fue consciente de la fuerza con la que Chris le estaba apretando la mano: había perdido la noción de todo mientras el doctor asentía con la cabeza.

-Enhorabuena.-dijo al fin el Doctor Iggers.-Están esperando su primer hijo.

**************************************

-Deberíamos irnos de aquí.-dijo John mirando con recelo el comedor de su casa.

Lo había dicho como si de repente se hubiera dado cuenta de que aquel lugar en donde estaban viviendo era un horror aunque no fuera cierto. Chris no pudo evitar soltar una risita mientras lo miraba: lo cierto era que ofrecía una estampa un tanto cómica mirando su casa con aquella cara de pocos amigos.

-¿Por qué?-preguntó ella sin más, divertida.

-Pues porque esto no es lugar para que un niño crezca.-contestó John como si aquello fuera lo más obvio del mundo mientras se dejaba caer pesadamente sobre el sofá.-El piso en sí no está mal, pero esta zona es un maldito caos. Además, me gustaría que nuestro hijo creciera en un sitio más agradable… Ya sabes: una casa grande, tranquila, con jardines y todas esas cosas para que pueda jugar a gusto. Además, creo que ya estoy harto de estar alquilado. Necesito que tengamos nuestra casa ya. Nuestra propia casa.

-Te veo muy decidido, monstruo.-sonrió ella sentándose a su lado.-Pero la verdad es que me gusta la idea.

-Claro que te gusta.-sonrió John poniéndole la mano en el vientre. Aquel gesto hizo que Chris se muriera de ternura.-Y creo que a él también le gusta.

Christine le dedicó una sonrisa y colocó su mano sobre la suya.

-¿Por qué estás tan convencido de que va a ser un chico?-le preguntó divertida.

-Soy yo el que lo ha fabricado, pequeña.-contestó John guiñándole un ojo.-Lo sé. Será un machote.

-¿Y si es niña qué harás? ¿Te dará un infarto?-bromeó ella.

-Si es niña, será mi princesita.-respondió él encogiéndose de hombros.-Mi princesita y mi pequeña; mis dos chicas.

Por toda respuesta, Chris le pasó la mano por la barba en un gesto cargado de cariño.

-Aún así sigo pensando que deberíamos centrarnos en buscar nombres de chico.-bromeó él de repente.

La chica soltó una risita a la vez que le daba un manotazo en el brazo a John.

-¡Ey, peque, sin golpes!-rió él.

-A mí se me ocurre uno, Johnny… ¿Qué tal si le ponemos Winston?-preguntó ella haciendo hincapié en el nombre.

-Ni se te ocurra torturar a nuestro hijo poniéndole un nombre tan feo, Christine.-dijo John con fingida seriedad, aunque se notaba a la legua que se estaba divirtiendo.

-Como al papá…-bromeó Chris mientras le revolvía el pelo.

-El papá se llama John. A no ser que la mamá se haya tirado a un tal Winston por ahí sin que yo me haya enterado…

-No seas bestia, Lennon.-rió Chris al comprobar que John estaba empezando a picarse de verdad con el tema. La verdad era que le hacía mucha gracia la manera en la que odiaba el Winston de su nombre, aunque sabía también cuando era el momento exacto de parar con la bromita.-Es una lástima, a mí me parece bonito… Pero bueno, para buscar nombres de chico, pero también de chica, creo que tenemos unos meses por delante, ¿no?

-Unos cuantos. Hasta febrero aún falta bastante…-sonrió John pasándole la mano por el pelo de la chica.-Así que supongo que ahora deberíamos centrarnos en otras cosas…

-Como por ejemplo…

-Como por ejemplo, esto.

A Chris ni siquiera le dio tiempo a reaccionar antes de que John le diera uno de los besos más largos de su vida.

-Vas a ser la madre más bonita del mundo, pequeña.

Chris sonrió, feliz. Iba a tener un hijo con la persona a la que más quería en el mundo. ¿Qué más se podía pedir?

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Cuando Paul llegó al estudio con Linda, apenas pudo dar crédito a lo que vio. Sin previo aviso, las chicas en su totalidad estaban allí, incluida su hermana, con la que apenas había cruzado palabra desde hacía meses. Lo cierto era que ver a Gwen e incluso a Mary allí no era raro, pero sí que le extrañaba ver a Chris, que desde la enorme discusión que habían tenido los dos allí mismo no había vuelto a pisar los estudios.

-Buenos días, chicos.-saludó nada más entró.-Y chicas.

Los demás, que hasta el momento ni siquiera se habían percatado de que estaban allí, se volvieron hacia la puerta y los miraron. Todos, excepto John y su hermana, les devolvieron el saludo. De buen grado Paul les hubiera lanzado una mirada hostil, pero aquella vez ellos no parecían a la defensiva. Se fijó en Chris. La chica lo miraba algo sombría, pero no parecía desafiante ni enfadada; simplemente parecía curiosa después de haber pasado tanto tiempo sin verlo. Además, había algo raro en ella. Parecía más… madura. Era como si de repente la chiquilla cabeza loca que hasta ese momento había visto cuando la miraba, hubiera desaparecido dando paso a una mujer hecha y derecha. Aquella sensación hizo estremecer a Paul cuando fue consciente de que no la conocía. Era algo triste. Muy triste.

-Hola, Paul.-dijo al fin ella.-Hola, Linda.

-Hola.-masculló Paul.-No esperaba verte por aquí…

Christine esbozó una media sonrisa amarga cuando escuchó aquello, pero permaneció impasible.

-Hoy he decidido acompañar a John.-se limitó a decir sin más.-Además, quería veros a todos y a todas para deciros algo…

-¿A mí también me lo querías decir, Christine?-le preguntó Paul cargado de sarcasmo. Sabía que no estaba bien lo que estaba haciendo, pero en aquellos momentos le hervía la sangre. Allí estaba ella, como si no hubiera pasado nada mientras él había pasado unos meses asquerosos, de los peores de su vida.

-Sobre todo a ti, Paul.-dijo con tranquilidad.-Pero tardabais y bueno… Me disculparás que ya se lo haya contado a los demás, ¿vale?

-Por supuesto, Christine. Hace mucho que todos se enteran de tus cosas mucho antes que yo y no pasa nada.-le cortó sarcástico.

-Paul…-casi gruñó John.

-Bueno, tal vez sea cierto.-admitió la chica.-Pero a lo mejor cabría preguntarse el porqué, ¿no crees?

-Mira, si has venido aquí a discutir, yo no…

-Lo siento.-se apresuró a decir ella.-Como bien dices, no he venido aquí a pelearme contigo. Paul, Linda, yo… Sólo quería deciros que estoy embarazada.

Aquellas pocas palabras le sentaron a Paul como si alguien le hubiera tirado un enorme jarro de agua fría encima. Miró a Chris, estupefacto, y después a John, a su lado, sereno como pocas veces.

-Enhorabuena.-dijo Linda a su lado.-Me alegro mucho por los dos.

-Gracias Linda.-sonrió Chris antes de volver a clavar su mirada en Paul.

Él dudó durante unos instantes. Sabía que eso tarde o temprano acabaría ocurriendo, pero no se lo esperaba. Además, para qué negarlo, la noticia tampoco le emocionaba especialmente. John y ella iban a tener un hijo. Juntos. Era un hecho que los unía a los dos aún más y que a su vez parecía destinado a separar a los dos hermanos definitivamente. No obstante, pese a que en aquellos momentos tuviera ganas de hacer de todo menos eso, Paul consiguió articular una sonrisilla falsa.

-Pues enhorabuena también.-masculló al fin de mala gana.-Espero que seáis muy felices y todas esas cosas que se suelen decir en estos casos.

-Pues gracias y todo eso que se dice en estos casos.-le contestó Chris dedicándole una mirada glacial a la vez que le parafraseaba lo que acababa de decir él.

Un silencio sepulcral se hizo entre todos los que estaban allí presentes. De hecho, la tensión era tan grande que Paul habría podido jurar que incluso habría podido cortarse con un cuchillo. Su hermana continuaba mirándole, dolida, mientras que John parecía estar a punto de saltar de un momento a otro. Los demás, por su parte, parecían tan incómodos que de buen grado hubieran salido de allí corriendo.

-Bueno, chicos…-dijo George de repente con la evidente intención de acabar con aquella situación.-¿Qué tal si nos ponemos a trabajar?

Por primera vez desde que había entrado, Paul desvió la mirada de su hermana y fijó la vista en George. Tanto Gwen que estaba a su lado como él lo miraban suplicantes. Paul sonrió; era obvio que no querían volver a presenciar un jaleo como el que habían tenido meses atrás y, a decir verdad, a él tampoco le apetecía protagonizarlo.

-Me parece genial, George.-convino al fin.-Pongámonos manos a la obra.

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Con la excusa de que iba al baño, Chris había aprovechado para salir del estudio un rato. Vale, el ambiente no estaba tan cargado como otras veces lo había estado y los chicos, incluidos John y Paul, sólo estaban limitándose a trabajar sin más. No obstante,  lo hacían todos de una manera tan profesional, tan poco amigable, que aquello le dolía en el alma. Ya no quedaba nada de la camaradería que había habido entre ellos. De hecho, parecían más unos extraños que se acababan de conocer que cuatro amigos que se habían pasado los últimos años de sus vidas extremadamente juntos. Y después estaba lo de Paul y ella, que parecían destinados a no entenderse bajo ningún concepto.

Absorta en sus propios pensamientos se miró en el espejo. Había cambiado muchísimo en los últimos cinco años, no demasiado en el plano físico, pero sí en el personal. No obstante, no se arrepentía para nada de aquello pese a que ese cambio se hubiera llevado por delante cosas que antes le eran extremadamente importantes, como la relación con su familia. Tenía la sensación de que estaba siguiendo el camino que ella quería seguir, el que había estado predestinada a seguir toda la vida. Por primera vez hacía lo que ella quería y no lo que querían otros aunque dijeran que era por su propio bien. Por eso, por primera vez en su vida, se sentía satisfecha consigo misma. Y aunque en esos momentos estuviera aterrada por todo, sobre todo por el cambio radical que daría su vida cuando fuera madre, se sentía muy segura de sí misma y de sus decisiones.

Salió del baño aún cavilando, tanto que ni siquiera se dio cuenta de que había alguien más en el pasillo hasta que chocó con él.

-¿Jamás vas a enseñarte a mirar por dónde vas o qué?

Chris levantó la cara con expresión sombría nada más reconoció la voz de Paul. Pese a que la pregunta en principio le había parecido a la defensiva, su hermano sonreía. Aquello la relajó un poco, pero tampoco tanto como para que le dedicara ella también un gesto amable.

-Lo siento, no te había visto.-se limitó a decir sin más.

-Eso es evidente. ¿Te encuentras bien?

-Sí, ¿por qué lo dices?-preguntó ella extrañada.

-No, por nada…-se apresuró a contestar Paul.-Estás muy seria y ya hace un buen rato que has salido… Pensé que a lo mejor tenías ganas de vomitar y cosas de ésas. Linda lo pasó fatal los primeros meses.

-Afortunadamente por ahora no he tenido nada de eso.-respondió ella mirándolo fijamente. Le sorprendía aquel repentino interés por su parte, a decir verdad.-Espero que se mantenga así.

-Ojalá.-sonrió Paul.-¿De cuánto estás?

-De casi dos meses.-contestó Chris empezando a relajarse de verdad. Tal  vez Paul tuviera un interés real en ella.

-Vaya…

Un silencio incómodo volvió a hacerse entre los dos. La verdad era que ninguno de los dos sabía qué más decir. ¡Cómo habían cambiado las cosas entre ellos!

-¿Y Linda cómo está?-preguntó Chris de repente rompiendo el silencio.-Ya le falta poco, ¿no?

-Sí, poco.-contestó Paul.-A finales del mes que viene sale de cuentas.

-Supongo que ya estaréis nerviosos…

-No te imaginas cuánto.-contestó Paul.-Ya tengo ganas de verle la carita. Sólo espero que salga todo bien.

-Por supuesto que saldrá bien, ya lo verás.-sonrió ella.-Os deseo lo mejor.

-Gracias.

Los dos hermanos volvieron a quedarse mirando, en silencio, durante unos segundos que a Christine se le hicieron eternos.

-Bueno, Paul, creo que será mejor que vuelva con los demás.-rompió el silencio Chris. Necesitaba salir de allí pitando cuanto antes, no soportaba más aquella situación de no saber ni qué decirse.-John puede que ya esté empezando a preocuparse y…

-Perfecto.-dijo Paul, visiblemente aliviado porque aquella conversación forzada había tocado a su fin.-Yo voy enseguida también. Nos vemos dentro.

-Por supuesto. Hasta ahora, Paul.

Reprimiendo un suspiro de puro alivio, Chris se giró y empezó a caminar en dirección al estudio, inexplicablemente nerviosa por aquel encuentro.

-¡Chris!

La chica se volvió lentamente, sorprendida ante aquella llamada de su hermano.

-¿Qué?

-Que… Yo también os deseo lo mejor a vosotros.-dijo Paul.-De verdad.

Antes incluso de que la chica pudiera darle las gracias, Paul se dio media vuelta y se metió en el baño. Christine se quedó allí plantada en mitad del pasillo, mirando hacia el lugar en donde había estado Paul hasta hacía tan solo unos segundos. Sonrió. Al menos, pese a que su relación no fuera como la de antes, había esperanzas de enterrar el hacha de guerra.

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Hacía poco más de una semana que sabían que Chris estaba embarazada y ya habían empezado a ver casas. Y es que, pese a que a la chica le diera un poco igual el hecho de vivir en aquel piso del centro de Londres, él se había obcecado en que necesitaban trasladarse a una casa “de verdad”, un lugar donde el niño pudiera crecer tranquilo y sin el tumulto de la ciudad.

Hasta el momento, habían visto dos propiedades en los alrededores de Londres, aunque ninguna de las dos les había convencido en absoluto. La primera era exactamente todo lo contrario a lo que ellos buscaban: recargada, laberíntica y poco acogedora; y la segunda, pese a ser bastante más agradable, necesitaba unas reformas demasiado fuertes que se alargarían muchísimo, más incluso que el nacimiento del bebé. Por eso, en aquellos momentos los dos estaban de camino a Ascot, un pueblecito no muy grande que no quedaba lejos de Londres, donde habían quedado para ver la casa que tenía en venta Peter Cadbury, un tiburón de los negocios al que había conocido no hacía mucho. Les había asegurado que les iba a encantar y que vivir allí era genial. No obstante, visto el éxito que habían tenido hasta el momento con lo que habían visto, John no las tenía todas consigo.

Cadbury les había dado unas instrucciones muy precisas sobre cómo llegar hasta Tittenhurst Park, la casa que iban a ver. Aquel nombre había sido objeto de bromas entre Chris y él, que lo tildaban de un nombre más bien propio de un palacete de la realeza que de un lugar donde dos personas como ellos acabarían viviendo. No obstante, debían darle una oportunidad y verlo. Después, ya decidirían qué hacer.

Les no tardó en conducir el Rolls hasta donde les habían indicado. Aparcó delante de una tapia de ladrillo rojizo extremadamente cuidado, justo al lado de una inmensa puerta de metal. John escudriñó a través de la ventanilla, observando bien lo poco que podía verse desde allí.

-Bueno, por lo menos el sitio es agradable.-comentó John.

-No cantes victoria todavía, monstruo.-sonrió Chris a su lado.-Porque como sea igual que las anteriores…

Antes incluso de que John pudiera contestar, las inmensas puertas se abrieron y apareció Peter Cadbury sonriente. Tanto Chris como él bajaron del coche enseguida cuando lo vieron.

-Puntualidad a más no poder.-dijo Peter por todo saludo, sonriente.-¿Os ha costado llegar?

-Para nada.-contestó John.-Tenemos un chófer muy eficiente, Peter.

-Me alegro.-sonrió el hombre.-Y por cierto: bienvenidos a Tittenhurst Park.

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Aquello era fabuloso, justo la casa que estaban buscando, y lo mejor de todo era que Chris pensaba exactamente lo mismo. Sólo hacía falta ver lo ensimismada que estaba mirándolo todo, ilusionada como si fuera una niña pequeña, para entenderlo. Hacía escasos minutos que Cadbury se las había ingeniado para dejarlos solos en una de las salas principales de la planta baja. Era un gesto digno de agradecer ya que de ese modo los dos podían hablar sin tapujos y comentarse qué les había parecido.

-¡Me encanta!-dijo Chris como colofón al discurso ilusionado que le acababa de soltar sobre lo bonito que era todo aquello.

John le dedicó una sonrisita tierna antes de hablar.

-Y tú que decías que en Londres estábamos bien…-bromeó.

-Eso era porque aún no había visto esto.-contestó ella resuelta.-Esta casa sí que me gusta.

-A mí también me gusta muchísimo.-sonrió John mirando a su alrededor.-Creo que es perfecta.

-¿Entonces qué hacemos?-preguntó Christine.

-¿Que qué hacemos? Supongo que está claro, pequeña: ¡nos la quedamos! Bienvenida a su nuevo hogar, señora Lennon.


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-Bueno, pues creo que deberemos hacer una cena o fiesta de inauguración de esa nueva casa vuestra, ¿no?-rió Ringo.

Hacía nada que John y Chris, junto con Julian que como todos los fines de semana estaba con ellos, habían llegado a Sunny Heights  y allí, sentados al fresco cerca de la piscina, les acababan de contar con todo lujo de detalles cómo era la casa que iban a comprar.

-Por descontado. Nuestro nuevo hogar debe ser inaugurado con todos los honores.-contestó John poniendo un tono solemne que les hizo reír a todos.

-¡Qué hermoso!-bromeó Ringo.-¡Los Lennon ya tienen su nidito de amor!

-No te rías, Starkey.-contestó John a la vez que se acomodaba bien a Julian encima de él, pese a que él también estaba riendo con la broma.-Aunque sí, ya tenemos nuestro nidito de amor. Un nidito de amor que, por cierto, es una pasada para los niños. Jules vino ayer con nosotros a verla por segunda vez y le gustó mucho, ¿verdad que sí?

El niño asintió con la cabeza enérgicamente a la vez que esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.

-Es muy bonita. Y grande.

-Y a tu hermanito también le encantará.-le dijo John sonriendo.

-Uy, no me recordéis eso…-rió Mary.-¿Te imaginas, Ritchie? Ese niño o esa niña será una mezcla entre estos dos… Miedo me da…

-Será una mala compañía para nuestro Vladis, princesa…

-¡Ey, graciosillos!-intervino Chris divertida.-Mi niño será de lo más bueno que hay en mundo y…

-Pequeña.-le cortó John esbozando una sonrisilla burlona.-Seamos realistas: es hijo tuyo y mío. Eso de que será de lo más bueno que hay en el mundo…

Todos los que estaban allí soltaron una enorme risotada con el comentario de John.

-Y ahora ya en serio…-dijo Mary cuando acabaron de reír.-¿Cómo estás, Chris? ¿Qué tal se porta el o la minilennon que llevas ahí?

-Será “él”, Mary.-intervino John con convencimiento, cosa que le hizo ganar una trompada cariñosa en el brazo por parte de Chris.-¿A qué sí, Jules? ¿Tú qué crees que será? ¿Un hermanito o una hermanita?

-Un chico.-contestó Julian igual de convencido que su padre.-Voy a tener un hermanito.

-Eres un liante, John. No metas al niño en esto...-rió Chris quien después, volviéndose hacia Mary, añadió:-Pues la verdad es que estoy genial: ni vómitos, ni malestar… Sólo que tengo más sueño y que, bueno, a lo mejor estoy un poco más sensible…

-Llámale sensible o irascible, da igual.-añadió John medio en serio medio en broma y volviéndose a ganar otro manotazo.-Pero sólo un poco, pequeña. Muy poco.

-Al padre le veo yo con bastantes ganas de fastidiar, ¿no?-dijo Ringo mirando la escena con diversión.

-Al padre lo que le pasa es que está loco de contento y por eso está más graciosillo de lo habitual.-contestó John mudando su sonrisa burlona por una soñadora y feliz.

Por toda respuesta, Chris le pasó la mano por el pelo antes de darle un beso en la mejilla. Mary, por su parte, sonrió a la vez que hundía su cara en el pelo de su hijo, a quien tenía en brazos. Momentos como ése valían mucho más que todas las riquezas del mundo.

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John tapó bien a Julian en su cama. Hacía poco que acababan de llegar de Sunny Heights y el niño se había quedado dormido en el coche; la verdad era que se les había hecho un poco tarde.

Permaneció en la habitación durante unos minutos más, mirando a su hijo, pensando. Lo quería. Lo quería mucho y siempre lo había hecho, pero era consciente de que hasta el momento no había sido el mejor padre del mundo para él. Tal vez fuera porque el niño no había llegado en el momento más idóneo de su vida, pero lo cierto era que el pobre Julian siempre había acabado pagando un montón de cosas que no debía. Aquello le hacía sentir tremendamente culpable por todo. Además, John también era consciente de que se había perdido un montón de cosas, cosas que un padre normal no se hubiera perdido por nada del mundo.

Era curioso. Él, que tantas veces había jurado y perjurado que jamás sería como su padre, en realidad había acabado siendo casi lo mismo para Jules. No obstante, también sabía que estaba a tiempo de solucionar las cosas. Tal vez no lo hubiera hecho mientras estaba casado con Cyn, cuando la fama le ocupaba todo su tiempo, pero en esos momentos sí se veía capaz de resarcirle de todo. Con Christine era fácil. Ella quería muchísimo al niño, estaba encantada cada vez que lo tenía cerca y aquello también era un punto a favor.

Y pese a todo, también estaba seguro de una cosa: tal vez con Jules hubiera cometido muchos errores, pero con el hijo que ahora iba a tener, estaba decidido a no tenerlos. A partir de ese momento, John Lennon iba a ser un buen padre, le costara lo que le costara.

El ruido del teléfono en el comedor hizo que saliera enseguida de sus pensamientos. No llegó a sonar más que un par de veces antes de que escuchara como Chris contestaba. Con tranquilidad, se inclinó sobre Julian nuevamente y le dio un beso en la frente. Después, apagó la luz y salió sin más de la habitación.

No le hizo falta ni siquiera llegar a entrar en el comedor para saber que el que había llamado era Mike, el hermano de Christine. Y es que, pese a que la chica no le hubiera nombrado, era obvio por la manera de hablar que tenían.

Entró en el comedor y se sentó sobre el sofá, al lado de ella, que le dedicó una enorme sonrisa mientras hablaba con Mike.

-Pues es genial.-estaba diciendo Chris.-Formalizaremos la compra esta semana que viene… Pues ni idea… Recoger nuestros trastos y mudarse, tampoco creo que tardemos demasiado… Sí, claro, hombre, ya vendréis Angie y tú a verla…

Mientras hablaba, John se tumbó sobre el sofá, con la cabeza encima de las piernas de la chica. Casi de manera instintiva, Chris le pasó la mano por el pelo, distraída. John la miró embelesado. No obstante, de repente, la chica paró de hablar y de acariciarle el pelo casi al mismo tiempo a la vez que su expresión se nublaba. John arrugó la frente. No sabía qué era, pero algo había tenido que decirle Mike para que ella se pusiera así.

-¿Y… qué ha dicho?-preguntó la chica casi con un hilillo de voz.

Durante los segundos en los que Chris permaneció en silencio, John pudo escuchar como Mike decía algo para él ininteligible al otro lado de la línea. De todos modos, tampoco hacía falta ser muy listo como para saber que Michael no estaba diciéndole a Christine algo muy bonito: la chica estaba seria, muy seria, y John, entendiendo que quizá cuando colgara se desmoronara, se volvió a sentar normal a su lado y le rodeó los hombros con su brazo, protector.

-Entiendo…-masculló Chris.-Bueno, Mike, no pasa nada… Ya, lo sé… No, tranquilo, yo estoy bien, no te preocupes… Sí, ya… Bueno, Mike, gracias por llamar… Claro, charlamos pronto, adiós.

Christine colgó el teléfono con la misma expresión sombría y John le lanzó una mirada interrogante.

-Mike me ha dicho que mi padre se ha enterado de que estoy embarazada.-dijo ella de repente.

-¿Y qué ha pasado?

-Digamos que no se ha alegrado mucho precisamente…-susurró ella. Sus ojos empezaron a humedecerse y John la abrazó fuertemente contra él haciendo que la chica hundiera su cabeza en su pecho.-Se ha puesto hecho una furia… No quiere saberse nada ni de mí, ni de ti, ni mucho menos del niño… Y pese a que Mike no me lo haya dicho, creo imaginarme las barbaridades que habrá soltado… Joder.

-Tranquila, pequeña, tranquila…-susurró.-No te pongas mal por eso ahora, ¿de acuerdo? Yo estoy aquí contigo…

Pero aquellas palabras de poco sirvieron para tranquilizarla pues Christine rompió en un sollozo silencioso y amargo que a él le partió el alma. John suspiró fuertemente antes de darle un beso en el pelo.

Padres… Si ser padre era difícil, ser hijo también lo era. Y si no, que se lo preguntaran a Chris. O a él mismo. Y allí en el sofá de su casa, mientras notaba como las lágrimas calientes de Christine le empapaban la camiseta, John hizo una firme promesa: jamás cometería los mismos errores que sus padres, tanto los de él como los de ella, habían cometido con ellos con sus hijos. Jamás.




Holaaaaa! Pues capítulo nuevo, y largo por cierto, éste que aquí os he dejado. Disculpadme si hay algún fallito, pues no lo he podido releer al final (he acabado un poco a las apuradas, jajaja). Aviso para el siguiente de manera rapidita: el próximo capi va a ser por así decirlo “el final”, aunque después haya otro que es “el final, pero final de verdad”. Vale, sé que mis explicaciones son una mierda y que no os habéis enterado de nada, pero que quería que lo supierais, jeje. De todos modos, cuando leáis los dos que me quedan, ya entenderéis enseguida a qué me estaba refiriendo cuando os he dicho esto, palabra. ;)
Bueno, pues que de nuevo, muchas gracias por estar ahí leyendo siempre y yo me despido sin más, que ando escasita de tiempo.
Besos, guapísimas! Se os quiere mucho! :)