domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 85: Un rayo de sol en mitad de la tormenta


Habían pasado diez meses desde que John y Chris habían vuelto y entre ellos todo iba sobre ruedas. No obstante, las cosas en el ámbito del grupo estaban cada vez peor y eso, para qué negarlo, estaba influyendo en ellos dos también. John estaba mal, se pasaba un montón de noches en vela, pensando, maltratando sus propias canciones y, además, cada vez que tenía que ir al estudio con los demás, se ponía de un humor de perros. Por toda respuesta, ella se había volcado en él y estaba mucho más pendiente suyo de lo que nunca antes lo había estado. Odiaba verlo así, tan deprimido, y procuraba ingeniárselas como podía para que John volviera a ser el de antes aunque sólo fuera en los momentos en los que la sombra de The Beatles dejaba de planear sobre ellos. Lo mejor de todo aquello era que, pese a que las cosas fueran tan mal, John había conseguido mantener su promesa de no recaer en las drogas y aquello hacía feliz a Christine pese a toda la que tenían montada a su alrededor. Por primera vez en sus vidas, todo estaba haciendo aguas excepto su relación, que parecía sólida y firme como la que más.

Cómo no, las discrepancias en el grupo habían venido prácticamente provocadas por los choques continuos entre John y Paul. En realidad, aquello se veía venir desde ya hacía mucho, años incluso. Chris los conocía a los dos y sabía que ambos tenían una personalidad demasiado fuerte como para que las cosas pudieran funcionar bien por tiempo indefinido. Y es que dos personalidades con alma de líder eran demasiadas para un grupo de tan sólo cuatro personas.

Además, estaba lo otro. Christine se había equivocado de plano al creer firmemente que a Paul pronto se le pasaría el enfado por el hecho de que hubiera vuelto con John. Su hermano, cabezota como él solo, se había obcecado en que ella estaba echando su vida por la borda y se mostraba resentido con ella como nunca antes lo había estado. Cuando Paul les había presentado por fin a Linda, las cosas se habían relajado un poco entre los dos hermanos e incluso parecía que el hecho de que todo volviera a la normalidad era cuestión de tiempo nada más.

Pero no, se había equivocado nuevamente. Días después, una pelea monumental entre Paul y John en el estudio había echado todos aquellos acercamientos por tierra. Para colmo, aquel día estaban las chicas allí. Era curioso: muy pocas veces habían ido a sus sesiones de grabación y, para una vez que iban, se liaba buena. Chris, indudablemente, había saltado enseguida y se había puesto del lado de John, enfrentándose abiertamente a Paul. Aquello, en cuestión de minutos, pasó de ser una mera discusión por una canción a ser una guerra abierta entre los dos hermanos, que empezaron enseguida a recriminarse cosas increíbles mientras John, nervioso como pocas veces, amenazaba con partirle la cara a Paul si le decía alguna cosa más a Chris. Aquello había acabado de la única manera posible: con John y Chris saliendo del estudio dando un fuerte portazo y con ella llorando desconsolada en el coche de camino a casa mientras John maldecía lo inmaldecible y juraba y perjuraba que se iba del maldito grupo.

Pese a que con el paso de los días aquel enfado había ido enfriándose, las aguas no habían vuelto a su cauce del todo. En esos momentos, Chris apenas se hablaba con Paul más que para lo estrictamente necesario y las cosas entre John y él parecían ir más o menos igual. Hasta tal punto las cosas estaban tan enrarecidas entre ellos que Christine se había enterado hacía sólo un par de semanas que Paul y Linda se habían casado por terceras personas. Aquello la había enfurecido aún más. Vale, sí, sabía que se iba a casar con ella sobre todo después de que Linda se hubiera quedado embarazada, pero no pensaba que fuera tan pronto y creía que al menos Paul le diría algo al respecto. Además, se le había quedado una cara de imbécil tremenda cuando había llegado a la redacción del periódico y una compañera suya le había preguntado por la boda de su hermano a la mañana siguiente. Ni siquiera se molestó en llamar a Paul para decirle cuatro cosas, pero la había tenido con su hermano Mike por no haberle dicho tampoco nada. No obstante, el enfado con Michael había remitido más bien pronto: al fin y al cabo, él no era el que se lo habría tenido que decir y, de todos modos, ella, con la situación que tenía con su familia, dudaba mucho que hubiera ido a la boda hasta en el caso de estar invitada.

Tal vez, entre las pocas cosas que la reconfortaban en aquellos momentos y le hacían olvidar por unos instantes lo dolida que estaba con Paul se encontraban Mary y Gwen. Y es que las tres, pese a todos los líos que tenían los chicos entre ellos, siempre habían estado ahí, firmes en su amistad, sin dejar escapar ninguna oportunidad para verse y charlar de sus cosas, como aquella vez. Estaba siendo una tarde de lo más agradable. Habían aprovechado que los chicos se habían metido en el estudio nuevamente para una de sus sesiones de grabación para quedar a tomarse algo en casa de John y ella. La verdad era que evitaban pensar a todo costa en cómo estarían yendo las cosas por el estudio entre los chicos. Si hacían eso, siempre acababan deprimidas y no disfrutaban del encuentro; así que sus conversaciones se basaban, única y exclusivamente, en ellas. Era una gran manera de desconectar de todo un poco, cosa que les hacía mucha falta, sobre todo a la propia Chris.

-¡Vladis! ¡No! ¡Eso no se toca!

Gwen y Chris soltaron una risita ante la escena. Vladis, ya con año y casi cuatro meses, se había convertido en un tormento en miniatura. Un tormento de ojos azules y con cara de angelito, sí, pero un tormento al fin y al cabo. Desde que había aprendido a caminar, no se le podía dejar ni un momento solo. Era perderle de vista diez segundos y el niño ya había hecho alguna de las suyas, como en aquellos momentos en los que, en un descuido de las chicas, ya se había hecho con una figurita de porcelana que John había traído de Japón en el 66 y la blandía peligrosamente ante el suelo, amenazando con dejarla caer. Con el gesto rápido de quien está acostumbrado a aquellas cosas, Mary se levantó y le quitó de las manos la figurita a Vladis, salvándola así de hacerse en mil trizas. El niño se quedó mirando extrañado a su madre y, a continuación, soltó una sonora carcajada. Christine no pudo contener la ternura ni un segundo más y se inclinó al niño, que estaba justo a su lado.

-Hay que ver lo guapo que es mi ahijado, siempre riéndose de todo.-dijo dándole un sonoro beso en la mejilla. Vladis, por su parte, le respondió con un tirón de pelo.-¡Ey! ¿Pero qué te pasa con mi pelo, terremoto?

-He de reconocer que lo entreno bien…-bromeó Mary agarrando a su hijo en brazos mientras le sacaba la lengua a su amiga en un gesto burlón.

-Señora Starkey.-le siguió el juego Chris esbozando una sonrisilla burlona.-Le informo que ésa no es la manera oportuna para que se comporte una futura licenciada en Historia…

-Cállate, Christine.-le cortó Mary divertida.-Con este enano por aquí, creo que aún falta bastante para que me licencie, seguramente Gwen lo hará antes que yo.

-¿Quién? ¿Yo?-preguntó Gwen estupefacta mirando a Mary mientras intentaba reprimir una risotada.-¿Se supone que soy yo la que tengo que acabar la carrera antes que tú? Ya sabes que hace casi tanto como tú que no piso la facultad para nada…

-Anda, Gwen, no será para tanto…-dijo Mary.-Yo prácticamente no he ido desde que tuve al niño, la verdad.

-Pues yo casi, casi… De hecho, mis padres desde que se han enterado apenas me hablan, pero bueno, ya se les pasará…-contestó encogiéndose de hombros.

Chris le dedicó una mirada, analizándola bien antes de contestarle nada. Sonrió. Era paradójico ver como de las tres, Gwen, la dulce Gwen de antaño, era la que más había cambiado de todas. Ya nada quedaba de la tímida chica que había llegado a Heswall en el 65, ahora ya tenía las cosas muy claras y sabía muy bien qué era lo que quería en la vida, aunque ni un solo segundo había perdido su esencia espontánea ni su buen corazón.

-Bueno… Pronto entenderán que para conseguir hacerte un nombre en el mundo del Arte, lo más importante no es terminar la carrera sino darte a conocer en exposiciones y todo eso como lo estás haciendo ahora…

-Por eso te digo, que ya se les pasará cuando vean que lo he conseguido.-contestó Gwen con una sonrisilla despreocupada.-Si asumieron que viviera con George aquí en Londres siendo una cría, esto también lo superarán.

-Seguro que sí.-sonrió Mary mientras le pasaba la mano por el pelo a Vladis, que estaba haciendo verdaderos esfuerzos por soltarse de su madre y volver a las andadas.-Por cierto… ¿cuándo inauguras la exposición ésa que estás montando?

-Eso, eso, dínoslo, que tenemos que ir preparando nuestras galas para la fiesta inaugural.-bromeó Chris.

Gwen soltó una risita divertida.

-Pues en cosa de un mes, seguramente.-contestó la chica sonriente.-Estoy acabando de preparar en casa algunas cosas y después sólo será montarlo… Aunque claro, la fecha exacta depende más del dueño de la galería que de mí... Soy consciente de que organizar una inauguración así cuesta bastante. Aunque no me guste admitirlo, mucha gente vendrá sólo porque sabe que se va a encontrar a los Beatles allí…

-Sí, claro… ellos…-masculló Chris entre dientes.-Tal y como están las cosas no sería raro que los asistentes a la inauguración vieran también un combate de lucha libre entre ellos…

Sus dos amigas se quedaron mirándolas, sombrías y en silencio, haciendo que Chris se arrepintiera en el acto de haber estropeado aquel momento diciendo eso. Suspiró resignada, sabiendo que a fin de cuentas ellas también pensaban lo mismo sólo que no lo habían dicho en voz alta. ¿Hasta cuándo iba a durar esa situación? No tenía ni idea, pero una cosa sí que la tenía muy clara: si aquello no se solucionaba a las buenas o a las malas pronto, iban a acabar todos completamente locos.

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Ringo soltó un bufido de pura desesperación mientras dejaba sus baquetas sobre la batería. Aquella había sido otra sesión de grabación más, tensa e incómoda como ya iba siendo costumbre. Odiaba aquello con todas sus fuerzas. Cuando no se estaban lanzando entre ellos comentarios mordaces llenos de segundas intenciones, estaban discutiendo abiertamente y, cuando no estaban haciendo ninguna de las dos cosas, estaban cerrados cada uno en sus mundos, sin ni siquiera ser consciente de que los otros tres estaban allí. Lo cierto era que echaba de menos los viejos tiempos, cuando disfrutaban con lo que hacían, cuando los enfados no les duraban más que un rato y después volvían a retomar lo suyo como si nada hubiera pasado, como los amigos que en realidad eran.

Él intentaba llevarse bien con los tres, pero con quien más continuaba teniendo una relación como la de antes era con George. John y Paul estaban a veces demasiado ocupados recriminándose cosas como para que todo pudiera ser igual y aquello, para qué mentir, lo ponía de los nervios. Las únicas ocasiones en las que podía haber un acercamiento más evidente hacia cualquiera de los dos, eran cuando ni Paul ni John estaban juntos.

-Bueno, chicos, hasta el próximo día.

La voz de John lo sacó de sus pensamientos y volvió la cabeza para mirarlo. Apenas le dio tiempo a despedirse de él antes de que saliera del estudio como si tuviera la mayor de las prisas del mundo. Ringó soltó un pequeño chasquido con la lengua. Se notaba que John no estaba a gusto allí y por eso se largaba como si el demonio le persiguiera. Pero bueno, al fin y al cabo era una cosa hasta comprensible: entre ellos había un ambiente demasiado cargado como para no querer irse cuanto antes.

-Yo también he de irme.-dijo Paul cuando acabó de guardar su bajo en la funda, apenas unos segundos después.-Buen trabajo el de hoy, chicos. Nos vemos.

George y él le dedicaron un escueto adiós al unísona antes de que él también saliera de allí y se los dejara a los dos solos, plantados como dos pasmarotes.

-En fin…-suspiró Ringo mirando a George cuando Paul se hubo ido.-Parece ser que nos hemos quedado tú y yo solos…

-No te voy a negar que en parte me alegro…-contestó George esbozando una sonrisilla amarga.-Es un descanso salir por unos momentos de esta guerra encubierta…

-Te entiendo porque yo también pienso lo mismo.-dijo Ringo.-Es pronto aún, ¿te parece si vamos a tomarnos una cerveza antes de volver a casa y nos desintoxicamos un poco de todo esto?

-Me parece genial, Rich.-sonrió George.-Creo que en estos momentos es lo que más necesito.

Acabaron de recoger sus cosas en silencio y salieron de los estudios los dos juntos. Aún quedaban unas cuantas fans apostadas en la puert, a las que sortearon sin demasiadas dificultades después de dejarse fotografiar unas cuantas veces y de firmar un par de autógrafos. Después, sin más, se dirigieron a pie hasta un pub cercano donde ya los conocían de sobras, un pub sin demasiada afluencia de gente donde además, contaban con una privacidad casi total ya que los solían colocar en un reservado apartado en el fondo del local cada vez que entraban. Eran buenos clientes y al dueño del pub no le convenía que les molestaran.

-¿No te sientes como si por fin pudieras respirar cuando aquellos dos no están juntos?-preguntó George de repente nada más se sentaron en su mesa.

Ringo lo escrutó con la mirada durante unos segundos antes de contestar y, después, asintió con la cabeza.

-La verdad es que sí.-contestó al fin.-Es triste, pero es así. Y me siento muy impotente al ver lo que está sucediendo y que no puedo hacer nada. Por cada momento de buen rollo que tenemos en el estudio, hay diez de tensión. Esto es una mierda.

-Pues si tú sientes impotencia, yo siento rabia.-afirmó George, contundente.-A veces me siento como si el maldito grupo sólo lo formaran ellos dos, sin tener para nada en cuenta de que hay dos personas más ahí a las que tener en cuenta.

-Están demasiado ocupados reprochándose cosas entre ellos…-masculló Ringo.

-Pues a mí eso no me gusta. No me a gusto en un sitio donde no se me valora para nada.

Por toda respuesta, Ringo soltó una risita amarga. Valorar… Sabía perfectamente a lo que George se estaba refiriendo; él mismo había pasado por lo mismo hacía un año, hasta tal punto que había llegado hasta a abandonar el grupo durante unas semanas. Y es que, pese a que no era de los que se enfadaba con facilidad, le sacaba de sus casillas que lo tomaran como un inútil y, mucho más, que le dijeran directamente y sin ningún tapujo que “no hacía falta para grabar” muchas de las canciones.

Esperó a contestarle a George hasta que el camarero les puso su par de pintas delante de ellos.

-Sé a lo que te refieres.-dijo antes de darle un sorbo a su cerveza.-Pero créeme cuando te digo que tus canciones para este álbum son las mejores que hay y verás como a la larga el tiempo me da la razón.

-Eso que dices está muy bien, Rich.-suspiró George.-Pero no es por mis canciones, es por la actitud que hay hacia mí. Me da la sensación de que jamás dejaré de ser el puto crío dentro de The Beatles y eso no me gusta. ¿O es que no te acuerdas el otro día como se puso Paul dándome lecciones de cómo debía tocar la guitarra?

-Sí, bueno…-masculló Ringo.-Eso fue… Pero bueno, ya le conoces. Él a veces es así.

-El hecho de que él sea así, no justifica que haga eso.-le cortó George.-Y John… John está en otro planeta. Pasa de todo.

-Tienes razón. Parece que le da igual todo.

-Pues yo ya me estoy cansando, Rich, colega.-suspiró George.-Me estoy hartando demasiado de toda esta situación…

Hubo un silencio sepulcral entre los dos, un silencio en el cual se limitaron a beber de sus cervezas y a pensar, cada uno para sí mismo, en todas aquellas cosas.

-Oye, Rich…-dijo George de repente.-¿Cuánto tiempo crees que le queda al grupo?

Aquella pregunta, tan directa, pilló desprevenido a Ringo, quien levantó la cabeza y le dedicó una mirada atónito. No obstante, pronto entendió que era una pregunta de lo más lógica. Aquello, tal y como estaban las cosas, no podía durar demasiado, por muy raro que les pareciera después de todo lo que habían pasado juntos durante todos esos años.

-No lo sé, George, no tengo ni idea…-suspiró al fin.-Pero sea como sea, tengo la sensación de que o cambian muchísimo las cosas o The Beatles tienen los días contados.

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Paul se dejó caer sobre el sofá de casa, frustrado. No sabía qué más hacer para que el grupo volviera a ser el mismo que antes y tenía la sensación de que por mucho que lo intentara, las cosas iban cada vez a peor. Los chicos, todos, parecían resentidos con todo aunque, sin lugar a dudas, el peor era John. Con él, además de los problemas derivados del grupo, se mezclaban los problemas personales. A él no le gustaba nada el hecho de que hubiera vuelto con su hermana y John no le perdonaba que él hubiera intentado hacerle abrir los ojos a la chica para que no volviera a tirar su vida por la borda. Era todo tan complicado…

-¿Qué te pasa, Paul?

El chico le dedicó una inmensa sonrisa a Linda, que acababa de aparecer en el comedor con la pequeña Heather pegada a sus piernas. Su embarazo todavía no se le notaba demasiado, pero él encontraba  a su mujer más guapa que nunca.

-Lo de siempre.-contestó encogiéndose de hombros.-Pero ahora que te he visto, ya no me pasa nada.

Linda sólo se limitó a sonreír y se sentó a su lado en el sofá. Paul, por su parte, agarró a Heather en brazos y le dio un beso cariñoso en el pelo. Quería a esa niña como si fuera la suya propia y por eso mismo la había adoptado. Era parte de Linda y aquello era suficiente motivo como para quererla tantísimo.

-¿Seguís igual?-preguntó Linda con una expresión sombría mientras le pasaba la mano por el pelo.

-Igual o peor.-contestó John poniéndose serio.

-El peor sigue siendo él, ¿no?

A Paul no le hizo falta que su esposa dijera nombres para saber que estaba hablando de John. Asintió con la cabeza.

-No se puede hablar con él.-masculló.-O se toma a cachondeo lo que le dices o se muestra totalmente indiferente o a la defensiva. Le da todo igual. Sólo parece que le importa la hora de salir del estudio para largarse de allí pitando.

-Sea como sea, ya estás aquí en casa de nuevo…-intervino Linda apoyando su cabeza contra el hombro de Paul.-Así que tranquilo.

Él sonrió. Linda tenía razón. Ahora estaba ya en casa y todos aquellos problemas parecían haberse tomado una tregua necesaria… Hasta el día siguiente.

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Pese a que aquel día había sido un día de mierda en el estudio como ya iba siendo costumbre, aquella noche John se sentía extrañamente feliz. Y es que iba  a hacer una cosa que deseaba con todas sus fuerzas y que por fin se había decidido a hacer aquel mismo día. Bajó del Rolls y, antes de entrar en el portal de su casa, se tocó el bolsillo del pantalón, donde llevaba aquello que tan feliz y tan nervioso le ponía a la vez. Sonrió. Ojalá todo saliera bien.

Subió las escaleras casi de dos en dos hasta llegar ante la puerta de su casa y agarró aire antes de meter la llave en el cerrojo y entrar dentro. Cerró con cuidado, procurando no hacer ruido, y aguzó el oído. Desde el comedor se escuchaba el leve sonido de la música que Chris debía de estar escuchando. Se encaminó hacia allí después de dedicarles un par de escuetas caricias a sus gatos, que habían salido a recibirle como era costumbre, y se quedó apoyado en el marco de la puerta del comedor. Sonrió al verla, embelesado. La chica, totalmente ajena a que él estaba allí, leía un libro mientras susurraba la canción que estaba sonando en aquellos momentos, concentrada y aislada por completo en su propio mundo.
-¿Qué lee mi pequeña?

Chris levantó la vista y miró a John. Inmediatamente dibujó una inmensa sonrisa en la cara.

-¡Hola, Johnny! Te he pillado el libro que te estabas leyendo el otro día.-contestó blandiéndolo a la vez que hacía ademán de levantarse.-Está genial.

-No te levantes, peque, ya voy yo.-sonrió John mientras se dirigía hacia ella y se sentaba a su lado.-Dame un beso, anda.

La chica le pasó la mano por el pelo y lo miró a los ojos antes de darle un tierno beso en los labios. John sonrió y la abrazó a él en un gesto protector al que ella respondió cariñosa.

-¿Qué tal te ha ido en el estudio?-preguntó Chris al cabo de unos segundos con cautela.

-Como siempre. Pero mejor no hablemos de eso ahora...-le cortó antes de darle un beso en el pelo.-Sabes que te quiero mucho, ¿no?

La chica soltó una risita divertida antes de contestar.

-Qué cariñoso estás hoy…-rió a la vez que le revolvía el pelo, que ya tenía casi más largo que ella.-Algo quieres, seguro.

-A ti es a quien quiero.

-Eres un embaucador.

-No, peque, te equivocas. Sólo soy sincero.-le corrigió él divertido.-Aunque bueno… Tal vez tienes razón y quiera algo...

-¡Ja! ¡Lo sabía! ¡Si es que te conozco!-exclamó ella sonriendo antes de darle un sonoro beso en la mejilla.-Hay que ver cómo pinchas, Lennon…

-No seas así…-murmuró John pasándose la mano por la barba.-Si yo ya sé que te encanta esta barba mía…

-Me puede gustar, pero pincha de todas maneras.-bromeó ella.-Y no me desvíes la conversación. ¿Qué es lo que quieres?

John se quedó mirándola durante unos segundos antes de contestar. Lo cierto era que no sabía por dónde empezar ni cómo hacer aquello ni nada por el estilo. Se sentía como un auténtico tonto en aquellos momentos, así que se limitó a sonreír y desvió la mirada cuando ella empezó a impacientarse ante la ausencia de respuesta.

-¿John?

Él soltó un suspiro y, después sonrió.

-¿Sabes? Se supone que esto que voy a hacer ahora debería ser fácil y todo esto, pero soy un patán.-empezó a decir él mirándola.

-No sé de lo que estás hablando, John.-contestó ella contrariada.

-Pronto lo sabrás, Christie.-sonrió él llevando su mano hacia su bolsillo y sacando de allí su preciado tesoro que con tanto esmero había guardado todo el día.

Con delicadeza le tendió la pequeña cajita de color negro. Christine se quedó mirándola atónita. De repente, se había puesto mortalmente blanca y el nerviosismo era más que evidente en ella. John reprimió unas ganas intensas de abrazarla y se mantuvo impasible, en su posición.

-Johnny…-susurró ella con la voz temblorosa mirándole a los ojos.-¿Pero qué…?

Intentando controlar el temblor de sus manos, John abrió la cajita dejando al descubierto el anillo que había en su interior, aquel anillo que había elegido con esmero aquella misma mañana y que tantas ganas tenía de darle a la persona que más quería en el mundo.

-¿Te casarás conmigo, Christine?-preguntó sorprendiéndose por su tono de voz entrecortado.-Te amo y quiero pasar toda mi vida junto a ti, pequeña. Por favor, casémonos.

-¡John!-exclamó ella  mirándolo con los ojos muy abiertos, aún asimilando las palabras que él le acababa de decir.-Claro, mi vida, claro… Por supuesto que me casaré contigo.

John le acarició el pelo, contento, sintiéndose como en una nube. Y entonces, sin saber cómo, los dos se vieron envueltos en un intenso beso sin fin. Por fin iba a hacerlo. Por fin iba a casarse con aquella chiquilla que había conocido cuando ella apenas era una niña y que le había robado el corazón. En aquellos momentos daban igual todos los demás problemas. Estaba ante uno de los momentos más importantes de su vida y aquello, sin duda, era un motivo más que suficiente como para sentirse el hombre más afortunado del mundo.





Holaaaaa! Y bien! Aquí estoy yo de nuevo con este capi! Qué tal todo? Yo informo que tuve una semana un poco ajetreada, pero muy feliz de todos modos! Así que nada, estoy happy happy y todo eso. Además, vosotras también habéis influido para que esté así de feliz: me sorprende ver que pese a que esto ya esté dando sus últimos coletazos, siga creciendo en seguidores y vuestros comentarios siempre tan generosos me animan muchísimo. :D

Por cierto, mención especial a Rosario Jackson McCartney, que se ha pillado ahora a leer el fic y me ha dicho una cosa muy muy bonita que a mí me llena de orgullo. Hago lo que puedo, nada más, e intento que este John que aparece aquí refleje más o menos al real, aunque reconozco que es una persona tan completa en todos los sentidos que nadie, por mucho que lo intente, podrá jamás acercarse a este genio al que tanto admiro. ;)

Ah, por cierto, finca es un edificio, a building, my friend. It's a typical spanish word and I think that it isn't very common in american spanish. Maybe, our american friends can clear up this question, hehehe. And thanks for your comment, girl! :D

También, obviamente, gracias a María y a sus postdatas, a Ingrid y a Zíngara.

Y en fin, por mí nada más por hoy. Un besazo y recordad que el martes es el día del libro y que hay que aprovechar leyendo (no sé a qué viene esto, pero bien, jajajaja).

Saludos y un abrazo enorme!!!! 


lunes, 15 de abril de 2013

Capítulo 84: No puedo vivir sin ti


Christine se detuvo en seco cuando reconoció el Ferrari de John aparcado en la puerta de la redacción. Por unos instantes, incluso creyó que el corazón había dejado de latirle por la sorpresa  para, a continuación, acelerársele el pulso de una manera salvaje, vertiginosa. Sonrió abiertamente, feliz. Era una tontería fingir que no se alegraba de verlo allí, fingir que no había fantaseado desde su último encuentro con verlo otra vez y aclarar, de una vez por todas, las cosas entre ellos dos. Así pues, nerviosa como pocas veces en su vida lo había estado, se acercó hacia el coche. Por unos momentos, aquella situación le recordó a sus primeros encuentros en Liverpool, cuando John aparecía por Heswall con su coche sin previo aviso, sólo con la intención de verla o hablar con ella. Aquella asociación de ideas aún hizo que el corazón se le acelerara todavía más.

Apenas había llegado ante el coche, la ventanilla del copiloto se agachó. Efectivamente, un sonriente John la miraba con una pizca de esperanza y ternura en su expresión. Chris se acercó hacia él.

-¿Qué haces aquí?

Lejos de tomárselo a mal, John ensanchó aún más su sonrisa y se encogió de hombros.

-Tenía ganas de verte.-se limitó a contestar.-Y, además, te dije que después de lo de Nueva York volveríamos a encontrarnos. Puedo acercarte a casa o a dónde te apetezca… Si quieres, claro.

La duda volvió a apoderarse de Chris por unas milésimas de segundo. No obstante, el hecho de tenerlo a él allí delante hizo que pronto su parte emocional venciera a la racional.

-Vale.-contestó finalmente.-Llévame a casa pues.

John no pudo evitar esbozar una sonrisilla triunfal a la vez que ella abría la puerta del copiloto y se sentaba a su lado en el coche.

-Bueno… hola.-dijo John casi en un susurro cuando ella cerró la puerta.

Chris lo miró. Hasta aquel momento no se había dado cuenta de que John estaba bastante más nervioso de lo que a simple vista aparentaba. Quizá alguien que no lo conociera tan bien no se hubiera percatado de ello, pero a Chris aquellos detalles no se le escapaban. Le dedicó una sonrisa serena, pese a que ella estaba igual o peor que él.

-Hola, John. Hola de nuevo.-contestó ella.

John simplemente se limitó a devolverle la sonrisa y arrancó el coche sin decir nada más. A Chris, el verle así tan tímido y cortado con ella, le sorprendió bastante aunque, a la vez, hizo que la invadiera la ternura. Se notaba a la legua que estaba aterrorizado, que tenía miedo de meter la pata de nuevo pero que, a la vez, se moría de ganas por decirle un montón de cosas que no se atrevía a pronunciar en voz alta por temor a avasallarla. La chica reprimió un repentino impulso de pasarle la mano por el pelo en un gesto tranquilizador en el último momento y apoyó la cabeza contra el cristal de la ventanilla, pensativa. A decir verdad, a ella también la aterrorizaba dar un paso en falso en aquellos momentos. Y es que la situación era tan extraña para ellos en aquellos instantes…

-¿Cómo te va en el periódico?

La pregunta de John hizo que Chris saliera de sus pensamientos casi de repente. Apenas se había dado cuenta de que llevaban un buen rato en silencio y no se había parado a pensar que aquello podría haberle resultado muy incómodo a John, quien hasta el momento sólo había estado conduciendo sin decir nada mientras de cuando en cuando le lanzaba miradas furtivas, de reojo.

-Muy bien.-contestó ella volviéndose a sentar recta y mirándolo.-La verdad es que me gusta. Jamás pensé que acabaría trabajando en esto, pero estoy muy contenta con lo que hago.

-Se te da francamente bien.-dijo John.-Me gusta como escribes. De hecho, eres la que más me gusta de tu periódico.

Chris sintió como los colores se le subían a la cara de manera repentina. Era una tontería, pero aquel halago de John le había pillado por sorpresa. Además, para qué mentir, Christine jamás había encajado nada bien las alabanzas de ningún tipo; la dejaban descolocada, sin saber qué decir o qué hacer.

-Todavía tengo mucho que aprender.-respondió apartando la mirada.-Aún cometo muchos errores y sigo siendo de las redactoras más flojas…

-No.-la rotunda negación de John hizo que Chris volviera a mirarlo, sorprendida.-Tú eres de las mejores.

-John…

-Créeme.-sonrió John lanzándole una mirada de reojo sin perder de vista la calzada.-Sé de lo que hablo. Te leo todos los días.

-¿De veras?-preguntó casi con un hilillo de voz. John sólo asintió con la cabeza mientras seguía conduciendo.-Gracias.

-No me des las gracias. Sólo te digo como es tu trabajo.-respondió él dulcemente.-¿Giro por esta calle o he dar la vuelta por la otra?

-Gira por ésta.-respondió ella aún un poco descolocada.-Y después, la segunda calle a la derecha.

-Es un poco difícil de acordarse. Cualquiera te encuentra.-comentó John divertido a la vez que giraba.-Te escondiste bien de mí, ¿eh?

A Chris no se le escapó el tono amargo con el que el chico pronunció aquellas últimas palabras.

-John…-empezó a decir ella, molesta. Aquel comentario, aunque cierto, no le había hecho ni la más mínima gracia.

-Lo siento.-se apresuró a decir él antes que a ella le diera tiempo a añadir nada más a la vez que una nota de culpabilidad cruzaba por su rostro.

-No pasa nada.-le contestó ella más relajada. Las cosas hasta ese momento habían ido más o menos bien y no le apetecía que por aquella tontería se echara a perder todo.-Por cierto, es esta calle.

El chico se mantuvo en silencio mientras giraba por donde le había indicado Chris.  Nada más hacerlo, su finca se hizo visible. A John no le hicieron falta más indicaciones ya que, nada más la vio, aparcó casi delante de la puerta. Al parecer, recordaba perfectamente qué finca era pese a que todas eran muy iguales.

-En fin, ya hemos llegado.-dijo él de repente volviéndose hacia ella.

Chris le sostuvo la mirada. Estaba muy nerviosa y no sabía qué era lo que debía hacer a continuación. De hecho, ni siquiera sabía qué era lo que iba a pasar en esos momentos. John pareció darse cuenta de su estado y esbozó una media sonrisa.

-Pese a que el paseo haya sido corto, me alegro de haber estado un rato contigo.-dijo rompiendo el incómodo silencio que se había hecho entre los dos.

Aquellas palabras la hicieron reaccionar casi de repente. Ya habían llegado y John se iría si ella no hacía nada al respecto. Y pese a que en aquellos instantes ella estaba hecha un mar de dudas, una cosa sí tenía clara: no quería que él se fuera tan pronto.

-John… -empezó a decir ella, casi con la voz temblorosa.-Sé que… Bueno… me preguntaba si… En fin… A lo mejor te apetece subir un rato y tomarte algo.

La cara de John pasó de la estupefacción a la alegría en cuestión de segundos.

-Claro que me apetece.-contestó dedicándole una sonrisa cálida.-De hecho, es lo que más me apetece en este mundo.

Chris balbuceó unas palabras sin sentido a modo de agradecimiento que hicieron que John aún ensanchara más su sonrisa y salieron del coche. La chica agradeció la bocanada de aire fresco que le golpeó en la cara nada más puso el pie en la calle. Miró a un lado y a otro antes de que John se pusiera a su lado y comprobó que no había nadie lo suficientemente cerca como para reconocerlos. En aquellos momentos agradecía de veras haber elegido un lugar tranquilo donde vivir, lejos del tumulto de otras partes de la ciudad.

-Es ese portal de ahí.-dijo señalando hacia la puerta de su finca cuando vio que John estaba a su lado. Sabía que era un comentario de lo más tonto, pero no se le ocurría qué más decir.

-Lo sé.-contestó el chico.-Te tengo controlada, Christie.

El guiño que le dedicó John cuando dijo aquello último hizo que la chica soltara una risita por lo bajo. Sintiéndose más relajada, empezaron a caminar hacia la finca y entraron en ella. Después, subieron al ascensor, en silencio.

-¿Qué tal Nueva York?-preguntó ella después de apretar el botón.

-Bien, bien… Aunque no tan bien como a tu hermano, me parece.

Otra vez, aquel comentario, hizo que Chris volviera a reír. Poco a poco estar al lado de John de nuevo estaba dejando de parecerle incómodo. Era increíble la capacidad que tenía el chico para relajarla con sus comentarios y sus cosas hasta en las situaciones más tensas.

-¿Qué te pasa? ¿Es que acaso tú también querías una novia americana?

Chris se arrepintió casi en el acto de haber hecho aquella broma de manera espontánea, que había dicho sin casi darse cuenta. No obstante, John pareció no tomárselo a mal y lanzó una carcajada, divertido. Por su parte, ella bajó la mirada avergonzada, sintiendo como se ponía roja como un tomate, y maldiciéndose a sí misma por ser una bocazas.

-No.-contestó John cuando paró de reír.-Sabes de sobra que mi debilidad son las chicas scouser

Afortunadamente, en aquel preciso instante, el ascensor se detuvo dando un golpe seco.

-Ya hemos llegado.-se limitó a decir ella mientras abría la puerta del ascensor dando las gracias por aquella interrupción. Aún se notaba como le ardía la cara, así que salió de allí con la cabeza aún gacha.

John la siguió, divertido.

-Vale. Me sé ya el nombre de la calle.-comentó mientras ella se sacaba las llaves del bolso.-Y ya sé que vives en el segundo, puerta D. Ahora sí que te tengo controlada del todo.

-No seas bobo, Lennon.-sonrió ella a la vez que abría el piso.-Pasa.

John entró en el piso esbozando una sonrisilla que a ella se le antojó pícara y ella le siguió. Cerró la puerta tras ellos y agarró aire antes de girarse de nuevo hacia John. No era tonta y era plenamente consciente de lo que seguramente iba a suceder y aquello la ponía eufórica y nerviosa a la vez. No obstante, no iba a dejar que se le notara nada. Aún tenían muchas cosas de las que hablar.

-Vaya, no está mal esto.-comentó John.

Ahora sí, Chris se volvió hacia él. Sonrió al verle ensimismado mientras toqueteaba una de las figuritas que había en el mueble del recibidor.

-No es grande, pero está bastante bien, ya te lo dije.

-Sí, me gusta.-sonrió él.

-Bueno…-dijo ella mientras colgaba su chaqueta y el bolso en la percha de detrás de la puerta.-Dime, ¿qué te apetece? ¿Té? ¿Café? ¿Una cerveza? ¿Whisky?

-Lo que tomes tú me irá bien.-contestó John con una educación que a Chris le resultó extremadamente graciosa. Él, el caradura de Lennon, haciéndoselas pasar por un caballero cortés.

-John, a estas alturas creo que nos conocemos lo suficiente como para que no tengas reparos en pedirme lo que te apetezca.-bromeó ella.

-Vale, vale, está bien.-rió él.-Una cerveza estaría genial.

-Así me gusta. Yo creo que también me tomaré una.-sonrió ella.-Ven, entra al comedor y siéntate en el sofá si quieres. Yo iré a la cocina a por un par de botellines.

Condujo a John hasta el pequeño comedor y fue a por las cervezas. Regresó rápidamente, ansiosa, con las bebidas en la mano y se encontró a John sentado en el sofá mientras fumaba, con la mirada perdida y pensativo.

-Aquí tienes esto.-dijo ella acercándose hacia él y tendiéndole uno de los botellines.

John reaccionó enseguida y le dedicó una media sonrisa a la vez que agarraba la cerveza.

-Gracias.-respondió y, a continuación, sacando del bolsillo de su pantalón vaquero la cajetilla de cigarrillos, añadió:-¿Quieres?

-La verdad es que sí.-contestó ella con sinceridad. En aquellos momentos necesitaba fumar más que nunca.

Agarró un cigarrillo y John le dio fuego. Le dio una primera calada larga todavía de pie para intentar relajarse y, después, incluso algo temerosa, se sentó al lado del chico en el sofá. Los dos se mantuvieron en silencio durante unos instantes, absortos en sus propios pensamientos, mientras fumaban y de cuando en cuando le daban algún que otro sorbo a sus botellines de cerveza, que descansaban sobre la mesita de delante del sofá.

-Es curioso que teniendo tantas cosas que decirnos estemos aquí los dos, sin pronunciar ni una palabra.-dijo de repente John rompiendo el silencio. Chris se giró hacia él. John la miraba, con una sonrisa dulce en los labios aunque, de repente, mudó esa sonrisa por una expresión amarga:-Lo siento mucho, Christie. Lo siento mucho. Todo. No sabes las veces que me he maldecido por hacerte daño y…

-John.-le interrumpió ella. Le dolía, y mucho, verlo así. Parecía que se estuviera torturando a sí mismo y eso no lo soportaba. Aunque le hubiera hecho todo el daño del mundo, no hubiera sido capaz de soportar aquella visión suya.-Lo sé. De verdad que lo sé. Y…

Se interrumpió a sí misma antes de acabar de pronunciar aquella frase. No tenía ni idea de cómo reflejar todo lo que estaba sintiendo con palabras.

-¿Y?-preguntó él acercándose un poco más hacia ella. Chris lo miró a los ojos. Estaban tan sólo a unos pocos centímetros el uno del otro.

La chica agarró aire antes de continuar.

-Y que yo también lo siento, Johnny.-dijo al fin casi en murmullo inaudible.-Siento no haber dado señales de vida, siento haberme negado a hablar contigo en redondo. Tú no te merecías eso tampoco y…

Volvió a interrumpirse, con la voz rota. Todos los sentimientos que había estado almacenando durante tanto tiempo estaban ahora saliendo a la luz. De repente estaba recordando toda la rabia, toda la soledad, la tristeza y la frustración que había sentido en aquellos últimos meses y aquello hizo que se viniera abajo. Los ojos se le inundaron en lágrimas casi sin que ella fuera consciente de ello. Entonces, antes de que ella pudiera reaccionar, John se acercó aún más y la atrajo hacia sí, fundiéndose con ella en un fuerte abrazo. Y entonces Chris no pudo más y empezó a llorar, ahora de verdad, con la cara apretada contra el pecho de John. Hacía mucho tiempo, demasiado, que anhelaba su contacto.

-Ey, ey, ey…-susurró John mientras le acariciaba el pelo con delicadeza.-No llores, pequeña, no llores…

John la obligó a separarse un poco de él y le limpió las lágrimas con los pulgares. Sonrió. Aquel simple gesto le valió a Chris para tranquilizarse en el acto.

-Te amo, pequeña.-murmuró él sin dejar de acariciarle el pelo.-Te quiero más que a nada.

Chris se quedó mirándolo durante unos segundos que se le hicieron interminables hasta que él, de repente, se acercó más hacia ella y posó sus labios en los suyos con una delicadeza pasmosa. Ella le respondió con ganas sintiendo como una oleada de calidez y de bienestar la invadía. Se besaron al principio dulcemente, saboreándose el uno al otro y dejando que sus lenguas se entrelazaran nuevamente, sin prisas. Después, poco a poco, aquel beso fue cobrando en intensidad a la vez que los dos se pegaban más el uno al otro.  Aquello era fantástico. Y daba igual todo: el tiempo que habían pasado separados, sus diferencias, sus problemas anteriores. Daba igual porque lo único que importaba en aquellos momentos era que los dos volvían a estar juntos y que seguían queriéndose como el primer día.

Se separaron levemente para tomar aire y se miraron el uno al otro dulcemente.

-Yo también te quiero, John.-susurró ella.-Siempre lo he hecho.

John volvió a inclinarse sobre ella y le dio otro beso, largo y cálido como el de antes. Inmediatamente, los dos volvieron a reiniciar aquella sesión de besos y caricias y, casi sin darse cuenta, se encontraron encaminándose hacia la habitación de la chica. Cayeron los dos sobre la cama sin parar de besarse ni un solo momento mientras se desnudaban el uno al otro a tientas, deseosos después de haber pasado tantos meses separados, sin tenerse.

-No sabes cuántas veces he soñado con hacer esto de nuevo.-le susurró John al oído cuando los dos estuvieron completamente desnudos, él encima de ella.

Por toda respuesta, ella hundió su mano en el pelo del chico y acercó su cabeza hacia ella, para besarle de nuevo a la vez que le rodeaba las caderas con una de sus piernas. John lanzó un suspiro de placer cuando Chris hizo aquello y entonces, por fin, después de tanto tiempo, entró dentro de ella haciendo que Chris sintiera como el mundo se paraba a su alrededor.

Hicieron el amor poco a poco, con lentitud y suavidad, notando como sus cuerpos encajaban a la perfección en una armonía pasmosa, como si hubieran estado diseñados de antemano el uno para el otro. Christine se dejó llevar, perdiendo la noción de todo lo que les rodeaba hasta que finalmente una oleada de placer inmensa le sacudía todo el cuerpo, estremeciéndose por completo entre los brazos de John. Él sonrió complacido y al cabo de unos segundos también soltó un gemido de placer, embriagado por el éxtasis, y paró de moverse a la vez que hundía la cabeza en el cuello de la chica con la respiración agitada. Chris lo pegó contra ella aún con más fuerza. Aquel momento era perfecto y no quería que se acabara nunca.

John levantó la cabeza y se quedó mirándola durante unos segundos, con ternura. Aquella mirada, que decía tantísimas cosas sin necesidad de pronunciarlas en voz alta, la derritió en el acto.

-Johnny...

-¿Qué te pasa, pequeña?-preguntó él antes de darle un breve beso en los labios.

-Prométeme una cosa…-susurró ella mirándolo a los ojos.-Prométeme que jamás, nunca en tu vida, dejarás que me vaya de tu lado de nuevo.

John le dedicó una sonrisa y le pasó la mano por la cara, en una caricia de lo más dulce.

-Te lo prometo, pequeña.-le contestó.-Y también te prometo que nunca más volveré a darte motivos para que quieras irte. ¿Me oyes? Nunca.

Los dos volvieron a fundirse en un beso dulce e intenso a la vez, interminable. Después, John se apartó de encima de ella y la acercó hacia él, abrazándola, en silencio.

Chris se quedó dormida así, pegada a John. Por primera vez desde hacía muchos meses, se dormía sin unas ganas tremendas de ponerse a llorar. En esos momentos sólo había motivos para la alegría. Sus vidas, tanto la de ella como la de él, volvían a tener sentido nuevamente.

*************************************

John abrió los ojos lentamente y miró a su lado. Chris, sentada en la cama, hablaba por teléfono casi en susurros para intentar no despertarle y sonrió al entender que aquel era el motivo por el que seguramente se había despertado. No le importó. Sólo con verla ahí, a su lado de nuevo, radiante y suya, le bastaba para ser el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. No hizo el más mínimo movimiento y siguió mirándola, embelesado, mientras hablaba en susurros.

-Exacto, Anne, dile a Anthony que no puedo ir hoy a trabajar… Tengo una fiebre terrible y… No, no, hoy no tenía entrevistas concertadas ni ruedas de prensa ni nada por el estilo, sólo tenía que redactar… Vale, sí, está bien… Sí, tranquila, me cuidaré… Muchas gracias, hasta mañana.

Nada más colgó el teléfono, John le pasó las manos por la cintura. Ella se giró hacia él, sonriente.

-Así que estás enferma…-le puso una mano en la frente y fingió ponerse serio.-Sí, sí… Una fiebre terrible. Supongo que no me quedará más remedio que cuidarte muy bien, ¿no?

Ella soltó una risita a la vez que se acostaba de nuevo a su lado, quedando los dos cara a cara.

-Siento haberte despertado, Johnny.-susurró la chica.

-No importa, es más, me encanta que lo hayas hecho. ¿Sabes? Quiero que me despiertes todos los días de mi vida.-sonrió él antes de darle un beso en los labios.-Buenos días, pequeña.

-Buenos días, guapo.

Christine se recostó contra el pecho de John a la vez que él le acariciaba el pelo distraído.

-John…-le llamó ella al cabo de unos minutos así, en silencio.

-¿Qué?

-¿Me puedes explicar por qué mierdas nos hemos pasado casi ocho meses separados?

Aquella pregunta, de tan espontánea y sincera como la había pronunciado, hizo que John prorrumpiera en una sonora risotada.

-No te rías, Lennon.-le dijo ella dándole un golpe cariñoso en el pecho.-Hablo en serio.

John paró de reír y le pasó una mano por la cara, acariciándola suavemente. Después, medio en serio medio en broma, añadió:

-¿No te has parado a pensar que a lo mejor somos un poco tontos?

La chica volvió a reír y le dio un beso fugaz en los labios.

-¿Sólo un poco?-preguntó.-Yo creo que bastante.

John iba a devolverle el beso de antes cuando, de repente, la chica se levantó de la cama casi de un salto. Él se quedó mirándola, extrañado pero divertido a la vez. Adoraba aquella espontaneidad; era una de las cosas que más le enamoraban de ella.

-¿Adónde crees que vas ahora, Christie?

-A preparar la bañera.-le contestó sonriendo de una manera tan pícara que a John no le quedaron dudas de sus segundas intenciones.-¿O es que a ti no te apetece un baño?

-A mí en estos momentos me apetecen muchas cosas, preciosa.-le contestó él guiñándole un ojo.

La chica le dio otro beso risueña y pasó por su lado de la cama en dirección al baño, dejándolo a él allí, recostado y mirando en la dirección en la que ella había salido con una sonrisa soñadora pintada en la cara. Escuchó el grifo de la bañera al abrirse y volvió a acostarse de nuevo en la cama, mirando al techo y pensando en que, de nuevo, la suerte volvía a sonreírle.

De pronto, el ruido del teléfono a su lado le sacó de su ensoñación. Miró al aparato, que sonaba insistente en la mesita de noche, con enojo por haberle sacado de aquel momento tan perfecto y volvió a incorporarse rápidamente.

-¡John!-escuchó como la chica lo llamaba desde el baño.-¿Te importa responder?

-¿Yo?-preguntó él extrañado.

-Tranquilo, no será nadie comprometido.-le contestó ella.-Seguramente será Mary, tenía que llamarme antes de que me fuera al trabajo para decirme como habían quedado ella y Gwen. Dile que ya la llamaré yo luego.

-¿Quieres que me ponga yo en serio?-preguntó él divertido.

-John, por favor, va a colgar…

Sin decir nada más y esbozando una sonrisilla burlona imaginándose lo que iba a suceder, John descolgó el teléfono.

-¿Sí?-respondió poniendo una voz extremadamente grave, para evitar que lo reconociera.

-Eh… Perdón, lo siento, creo que me he equivocado.-escuchó como decía al otro lado de la línea la voz de Mary. Chris tenía razón, era ella.

-¿A quién busca, señora Starkey?-preguntó con la misma voz grave intentando a toda costa aguantarse la risa.

-¿Qué?-preguntó Mary sorprendida al otro lado de la línea.-¿Pero…?

-Mary, hija, son las ocho de la mañana.-le interrumpió John ya con su voz, riendo.-¿Es que no duermes o crees que desde Sunny Heights al centro de Londres hay diferencia horaria?

-¿Pero quién eres?-preguntó la chica aún más descolocada que antes.

-El día que me reconozcas la voz por teléfono te voy a dar un premio o algo así.-rió él.-Soy yo, John.

-¿John?-repitió Mary confundida, cosa que divirtió a John aún más si cabía.-¿Eres John… John?

-Soy John, John. El mismo. A su servicio, señora Starkey.-rió él.-Por cierto, Chris no podía ponerse, dice que ya te llamará luego.

-¿Pero tú…? ¿Qué haces ahí?-preguntó ella haciendo caso omiso a lo que le acababa de decir de Chris.

John soltó otra risita, divertido con la situación.

-Ser feliz, Mary.-contestó al fin con total sinceridad.-Eso es lo que hago aquí: ser muy, muy feliz.

La chica tardó a responder unos segundos todavía. Al parecer, aún estaba asimilando la información que John le acababa de dar.

-Me alegro mucho, John.-contestó al fin.- Y te lo digo de verdad, mucho.

-Gracias.-contestó John complacido.-Bueno, Mary, tengo que colgar. Ya te llamará ella, ¿vale?

-No hay problema, no hay ninguna prisa.-le respondió Mary.-Adiós, John.

-Adiós, Mary.

John colgó el teléfono sonriente y se puso en pie. Fue al baño mientras tarareaba una cancioncilla que acababa de salir de su mente, sin pies ni cabeza.

-Creo que tu amiga se ha quedado un poco flipada.-rió John mientras abrazaba a Chris por la espalda y le daba un beso en la mejilla, dulce y largo.

Ella se volvió hacia él.

-Y tanto que lo estará.-rió ella.-Además, te estaba escuchando desde aquí, te has pasado un montón con ella, caradura.

-¿Yo? ¿Pasarme? Qué va…-contestó él poniendo cara de niño bueno, cosa que hizo que Chris volviera a soltar una carcajada divertida.-Y ahora, peque, veamos a ver si esa bañera está a punto o no…

Y casi sin que se dieran cuenta de ello, se encontraron dentro de aquel cálido baño mientras, de nuevo, volvían a iniciar una sesión de besos interminable a la vez jugueteaban el uno con el otro, amándose. John sonrió sintiéndose vivo de nuevo. Aquel estaba siendo, sin lugar a dudas, uno de los mejores momentos de toda su vida.

**************************************

-¿A qué viene esa cara?

Mary se giró hacia Ringo, que acababa de entrar en la cocina con cara de sueño. Ella acababa de colgar el teléfono y aún debía de notársele en la cara la sorpresa que se había llevado al enterarse de esa manera tan inesperada que sus dos amigos estaban juntos de nuevo, algo en lo que ella, conforme habían ido pasando los meses, había dejado de creer.

-Acabo de llamar a Chris.-le dijo a su marido a la vez que dibujaba una sonrisa en su cara.-¿Y a que no sabes quién me ha respondido en lugar de ella?

Ringo negó con la cabeza a la vez que soltaba un enorme bostezo.

-John.

El chico interrumpió su bostezo en el acto y abrió mucho los ojos, sorprendido. Mary rió al entender que seguramente esa cara, o incluso peor, se le había quedado a ella cuando se había dado cuenta de que era con John con quien estaba hablando.

-¿Qué? ¿John? ¿Y qué hacía allí?

-¿A las ocho de la mañana y contento como unas pascuas?-preguntó ella.-No creo que haga falta ser Sherlock Holmes para llegar a la conclusión acertada.

Ringo esbozó una enorme sonrisa.

-Bueno…-contestó al cabo de unos instantes.-La verdad es que me alegro por ellos dos. Ya estaban en un plan imposible. Lo mejor es que hayan vuelto.

-Yo también creo lo mismo.-afirmó Mary acercándose hacia él.

-Además, ya vengo echando en falta un compañero de juegos para nuestro Vladis. A lo mejor estos dos con todo eso de la alegría por el reencuentro se animan y…

-¡Ritchie!-le interrumpió Mary entre risas dándole una palmadita en el pecho.-¡Déjalos! ¡Acaban de volver, pobres!

-Yo sólo decía que…

-Tú sólo decías…-rió ella antes de darle un sonoro beso en la mejilla.-Anda, Richard, ayúdame a prepararle el biberón a ése que según tú ya necesita compañero de juegos.

-Como digas, princesa.-le dijo él guiñándole un ojo.-Pero sigo pensando lo mismo… Y si nadie más no se anima a darle amiguitos a Vlad, a lo mejor tú y yo deberíamos…

-No tienes remedio.-le interrumpió ella divertida a la vez que se dirigía hacia el armario donde guardaba la leche para Vladis.

-Ni quiero tenerlo, princesa.-susurró Ringo.-Ni quiero tenerlo…

***********************************

Pese a que ni siquiera habían puesto un pie en la calle, el día había sido fantástico. Tampoco les había hecho falta eso, a decir verdad. Habían tenido demasiadas cosas de las que hablar y habían estado demasiado ocupados intentando recuperar el tiempo perdido como para que John y ella tuvieran tiempo a nada más.

Y después de habérselo contado todo, de haberse sincerado de verdad el uno con el otro, allí estaban los dos, sentados, muy juntos, en el sofá del piso de Chris mientras conversaban en voz baja sobre el nuevo disco de los chicos. Estaban tan bien los dos que era como si jamás hubieran dejado de estar juntos ni un solo segundo.

De repente, el sonido del timbre hizo que pararan de hablar casi en el acto. John le dedicó una mirada interrogativa a Chris. Ella, por su parte, se limitó a encogerse de hombros. No tenía ni idea de quién podía ser.  Lo cierto era que no esperaba a nadie y mucho menos a esas horas, ya casi noche cerrada.

-Iré a ver quién es.-dijo ella poniéndose en pie.

-No tardes, peque.-sonrió John.

Ella le dedicó una sonrisita tierna y salió del comedor. El timbre volvió a sonar en ese momento y Christine bufó de fastidio. Ya podía ser algo realmente importante como para interrumpir su día de aislamiento con John.

-Ya va…

Abrió la puerta sin preguntar ni siquiera quién era de tantas ganas como tenía de acabar cuanto antes con todo aquello y sintió como la sangre se le helaba en las venas cuando vio allí, plantado en la puerta de su casa, a su hermano sonriendo de oreja a oreja.

-¿Paul?-preguntó ella sin poder ocultar su sorpresa.

-Cualquiera diría que no te alegras de verme, enana.-le contestó el chico.-Pasaba por aquí y me he dicho “¿Por qué no le haces una visitilla a tu hermana?” y aquí me tienes.

-Ya…-masculló Chris contrariada. La verdad era que no sabía cómo debía actuar en aquellos momentos. John estaba dentro y no estaba muy segura de que a Paul le hiciera demasiada gracia enterarse de que los dos volvían a estar juntos así tan de repente.

-¿No me vas a dejar pasar siquiera?

Sin que a ella le diera tiempo a reaccionar, Paul pasó por su lado y se metió dentro de casa. La chica corrió detrás de él mientras se encaminaba hacia el comedor, decidido.

-Paul, verás…-balbuceó ella torpemente.-Es que… En estos momentos no estoy s…

Pero Chris ni siquiera pudo acabar de pronunciar la palabra “sola” antes de que Paul se metiera en el comedor. El chico paró en seco, estupefacto.

-¿Pero tú qué haces aquí?-casi exclamó Paul cuando vio a John allí sentado en el sofá tranquilamente.

Antes de contestar, John le lanzó una mirada contrariado a Chris, que negó con la cabeza intentando así decirle que no había podido hacer nada por evitar que entrara adentro. No obstante, el chico pronto recobró la compostura y esbozó una sonrisilla.

-Pues estoy aquí sentado en el sofá mientras fumo, ¿no lo ves?-contestó cargado de sarcasmo, cosa que a Chris no le auguró nada bueno.

Paul le dedicó una mirada furibunda y, a continuación, se giró para mirar a su hermana.

-¿Qué significa esto?

Chris soltó un suspiro, resignada. Bueno, los habían pillado y era una tontería mentir, así que lo mejor sería sincerarse con Paul.

-John está conmigo.-contestó sin más.

-Ya veo que está aquí contigo.-le contestó Paul-Me refiero a por qué está él aquí.

-No lo entiendes, Paul. John está conmigo.-respondió ella intentando mantener la calma y remarcando deliberadamente la última palabra.

A Paul sólo le faltó abrir la boca por la sorpresa. Se quedó mirándola fijamente durante unos segundos y, después, miró a John, que continuaba mirando la escena con expresión seria desde el sofá.

-No puede ser…-masculló Paul dirigiéndose de nuevo hacia Chris.-¿Me estás diciendo que otra vez has vuelto…?

-Conmigo, colega.-le interrumpió John.-Ha vuelto conmigo.

-Christine… ¿pero tú eres consciente de todo?-le preguntó Paul haciendo caso omiso a lo que John acababa de decir.-¿Acaso no te acuerdas de lo mal que lo has pasado? Sabes que…

-Paul, vale.-le cortó ella con acritud.-Sé muy bien por lo que he pasado y también sé muy bien lo que quiero ahora, así que no creo que haya nada más que decir al respecto.

-Esto es increíble…-dijo Paul a la vez que soltaba una risita amarga.-¿Vas a tropezar dos veces con la misma piedra?

Chris se lo quedó mirando con rabia. John se levantó también del sofá, podría decirse que desafiante.

-Y tres, cuatro, cinco y todas las veces que hagan falta, Paul.-contestó casi escupiendo las palabras.-Es mi decisión, Paul. Y por una vez podrías alegrarte por mí porque por fin voy a volver a ser feliz.

-¡A ser feliz! ¡Ésta sí que es buena!-exclamó Paul antes de volverse hacia John.-Y tú, tío, ya te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir: como le vuelvas a hacer daño, te mato, ¿me oyes? Te mato y… ¡joder! ¡Me largo de aquí!

Y, antes de que John o ella tuvieran tiempo a decir nada más, Paul salió de allí a toda prisa, hecho una furia. No tardaron nada en escuchar un fuerte portazo; Paul se había ido. Chris inspiró profundamente intentando relajarse y se giró hacia John, que todavía permanecía plantado donde se había quedado, mirando hacia la puerta con rabia, con la mandíbula apretada.

-No le hagas caso, Johnny.-susurró ella abrazándose a él para tranquilizarle. Pese a que ella también estuviera muy mal por lo que acababa de ocurrir, temía más la reacción de John que otra cosa.-Ya sabes cómo es… Jamás le hizo gracia lo nuestro. Cuando empezamos también se puso igual y ya ves que al final acabó cediendo. Se le pasará, te lo digo yo.

A modo de respuesta, John la apretó todavía más contra él y le dio un beso en el pelo.

-Y si no se le pasa, peor para él.-murmuró al fin. Chris levantó la cabeza y sonrió. Sabía que estaba haciendo un monumental esfuerzo por no estallar allí mismo y aquello, pese a todo, le hizo gracia. Era muy tierno ver que se estaba conteniendo por ella. John le devolvió la sonrisa antes de añadir:-¿Y tú cómo estás?

-Bien, monstruo, bien…-contestó ella volviendo a apoyar la cabeza contra su pecho.-Si yo de mi hermano como que paso bastante…

John soltó una risita con el comentario, pero no contestó nada. Los dos permanecieron de ese modo, quietos y abrazados durante unos minutos, en silencio. Se sentían bien así, la verdad.

-Christie, pequeña…-susurró John de repente.

Ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos, interrogativa.

-¿Qué pasa?

-Que…-empezó a decir él.-Verás, he estado pensando que…

John se interrumpió a sí mismo y apartó la mirada nervioso.

-¿El qué?

El chico volvió a fijar la vista en ella y sonrió.

-Es sólo una idea… Entenderé si aún no…

-John, venga, habla, no tengo todo el día.-le interrumpió ella nerviosa, aunque con un deje de diversión en la voz.

-Pues que... ¿te apetecería volver a casa conmigo, pequeña?-preguntó al fin.

Chris se quedó mirándolo estupefacta. John le estaba pidiendo que volvieran a vivir juntos. Tal vez podría parecer precipitado, pero para ella era la idea más fabulosa del mundo. Lo quería y quería volver a estar a su lado la mayoría del tiempo posible.

-¡Johnny!-exclamó ilusionada.-¡Sí!

John dibujó una amplia sonrisa en su cara y, a continuación, le dio un intenso beso en los labios. Los dos se dejaron llevar por aquel beso. Si aún les quedaba algún resto de enfado por lo de Paul, en esos momentos se acababa de evaporar como si nada. Eran felices. Y en aquellos momentos no había nada más importante que eso.




 Holaaaaaa!!! Pues sí, aquí estoy yo con esto de nuevo. Veis? Reconciliación! Si es que esto al final se veía venir, eh? jajaja. 

En fin, guapas, me paso por aquí rapidito porque es bastante tarde ya. Sólo agradeceros, como siempre vuestra lectura y vuestros comentarios (María e Ingrid, siempre incombustibles, gracias!) y bueno, aclararos, que ahora ya sí que sí entramos en la recta final del fic. Nueva etapa y cinco capis nada más. Chan chan chan... Se aproxima el desenlace... :P (aunque al ritmo al que escribo igual tarda en llegar XDDD )

Un beso, guapas! Y espero que os haya gustado! :D