martes, 27 de diciembre de 2011

Capítulo 23: Luz al final del tunel

Cynthia se quedó mirando a John boquiabierta, encajando aún las palabras que su marido acaba de pronunciar. No, no era la primera que insinuaba lo del divorcio, pero en esta ocasión era diferente. Era la primera vez que lo decía fuera del ámbito de una discusión y, además, la serenidad que mostraba y el hecho de que le aguantara la mirada sin tan siquiera parpadear, le decían que sí, que aquella vez él estaba decidido de verdad.

-Pero...-fue lo único que consiguió balbucear ella finalmente.

-Creo que es lo mejor para los dos.-respondió John arrastrando las palabras.

Cynthia sintió como la sangre empezaba a arderle en las venas. ¿Cómo se atrevía a decir que era lo mejor para los dos? ¡Sería lo mejor para él! Para él, para John Lennon, que jamás había deseado casarse realmente con ella y hasta ese preciso instante se había tomado su matrimonio tan a la ligera que nunca antes le había importado el hecho de estar casado para hacer lo que le diera la gana.

Sumida en ese sinfín de reflexiones que a Cynthia le llevaron pocos segundos, se le encendió una luz. ¿Por qué en aquel momento precisamente? Si, como ella sabía, el matrimonio jamás había significado un obstáculo para que él viviera su vida. ¿por qué hora quería el divorcio? ¿Por qué parecía que su sola presencia delante de él le molestara?

-Hay otra, ¿verdad?-dijo Cyn mirándolo de nuevo a los ojos, con una determinación que pocas veces ella había mostrado delante de su marido.

Y entonces sí, John apartó la mirada como siempre lo hacía cuado quería escapar de una pregunta incómoda.

-Ha habido muchas.-respondió él finalmente al cabo de unos segundos con una rudeza que hizo que Cynthia sintiera como se rompía por dentro.-No sería capaz de decirte cuántas.

-¿Y por qué ahora?-preguntó ella mientras los ojos se le inundaban en lágrimas.-¿Por qué quieres divorciarte ahora? ¿Acaso es que tu nuevo lío supone...?

No pudo acabar de pronunciar aquella frase y empezó a llorar, no a la desesperada como hacía muchas veces que discutía con John, sino en silencio, dolida como nunca antes lo había estado, aunque, para ser sincera, sabía que con John aquel final tarde o temprano acabaría llegando.

-Lo siento, Cyn.-dijo él poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la puerta de la cocina.-Pero yo no puedo continuar con esto. No por más tiempo.

Casi de manera inconsciente, como una autómata, Cynthia se levantó de su silla como un rayo y se puso delante de él, cortándole el paso atreviéndose a mirarlo, por primera en toda su vida, de una manera desafiante.

-No me has respondido, Joh Winston Lennon.-dijo tajantemente.

-Quítate de en medio, Cynthia, por favor.-contestó él empezando a molestarse.

-No.

John se la quedó mirando apretando su mandíbula fuertemente. Estaba empezando a perder el control.

-Que me dejes pasar te digo.-dijo finalmente en tono autoritario.

Cynthia lo miró nuevamente y en aquellos momentos sintió miedo. Siempre lo sentía cuando John le hablaba así, así que se hizo a un lado casi a la vez que John pasaba por el hueco que le había dejado sin decir una palabra.

-¿Acaso no te has parado a pensar en tu hijo?-preguntó Cynthia cuando él se hubo alejado unos cuantos pasos.

John se paró en seco y se giró hacia ella lentamente.

-A Julian no le va a faltar de nada.-dijo finalmente dedicándole una mirada severa.-Sé que piensas que soy un hijo de puta, pero voy a continuar encargándome. Tranquila, cariño, podrá llevar el tren de vida que tú siempre has querido.

Al escuchar estas palabras, la mujer le dedicó una mirada de odio. John podía llegar a ser tremendamente cruel con sus ironías.

-No hablo de dinero y lo sabes.-le respondió finalmente en tono cortante.-Hablo de que tenga un padre.

-Tiene un padre.-dijo él encogiéndose de hombros y, después, volviéndose a girar nuevamente y empezando a caminar, añadió:-Por cierto, mañana mismo hablaré con Brian para que se ponga en contacto con nuestros abogados. creo que deberíamos empezar a tramitarlo todo cuanto antes.

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Christine se dirigió a la parada del autobús bastante antes de lo habitual. Por una vez, no quería llegar tarde a la universidad. Tenían una conferencia que se le antojaba bastante interesante a cargo de un profesor de Oxford a primerísima hora de la mañana. No obstante, ése no era el único motivo por el que había salido tan pronto de casa. No sabía por qué, pero había vuelto a pasarse la noche casi en vela pensando en su incómodo encuentro con Cynthia la noche anterior. Y es que, cada vez que pensaba que podría haberlos pillado en la cama sólo con que hubiera llegado diez minutos antes, se le revolvía el estómago. Además estaba lo otro, lo que había sentido cuando la había visto cara a cara: esos celos que se la comían por dentro. Sabía que todo aquello no tenía sentido, que era ella y no Cynthia la amante de John y que ella era la que estaba con él a sabiendas de que tenía una mujer y un hijo. Pero aun así, no podía evitarlo. La rabia se apoderaba de ella cada vez que pensaba que era Cynthia y no ella la que habría pasado la noche con John. Y conociéndolo a él, Christine estaba completamente segura que continuaba manteniendo relaciones con ella, por más que él le dijera lo contrario.

Inmersa en esos pensamientos, llegó a la parada del autobús y se sentó en el banco, todavía vacío a aquellas horas. Intentando apartar todo aquello que había tenido en la cabeza hasta hacía unos segundos, sacó la cajetilla de tabaco de su bolso y sacó un cigarrillo de dentro. En realidad tampoco le apetecía demasiado ponerse a fumar a aquellas horas de la mañana, pero simplemente lo hacía por hacer algo y tener con qué entretenerse.

Apenas le había dado un par de caladas a su cigarrillo, vio aparecer por la acera a Alice, que, por cierto, también llevaba una cara de sueño impresionante como si, al igual que ella, se hubiera pasado la noche sin dormir.

-Hola.-la saludó cuando la chica estuvo lo suficientemente cerca como para poder oírla.-¿Tú también madrugas hoy?

-Sí, eso parece...-sonrió Alice sentándose a su lado.-Malditas clases a primera hora...

Chris soltó una risita entre dientes a la vez que le daba otra calada a su cigarrillo. Aprovechó aquel momento para mirar a la chica detenidamente. Parecía preocupada.

-La verdad es que es un rollo madrugar tanto. Más cuando siempre he sido de acostarme a las tantas y levantarme tarde.-contestó al fin y, a continuación, con toda la intención del mundo para ver si así Alice se animaba a hablar y a decirle qué le pasaba, añadió:-Además, que precisamente hoy he dormido fatal...

Alice se la quedó mirando durante unos breves segundos antes de decir nada.

-Sí, yo también he dormido fatal esta noche. Bueno, no he dormido, directamente.

-¿Y eso?-se extrañó Christine.-¿Qué? ¿Fiesta hasta el amanecer?

Alice soltó una pequeña carcajada con la broma y negó con la cabeza.

-No, nada de eso.-contestó la chica.-Lo que me extraña es que tú no lo sepas...

-¿Yo? ¿Por qué iba a saberlo?

-Bueno...-dudó Alice.-Tenía entendido que Paul y tú os lo contabais todo...

-Casi todo.-la corrigió Christine con una sonrisa aunque todavía más intrigada que antes.-Alice... ¿qué es lo que me tenía que haber contado mi hermano?

Alice se quedó con la mirada fija en el suelo durante unos instantes, evidentemente pensando en si decírselo o no. Y justo en el momento en el que parecía haberse decidido a hablar, justo en el momento en el que había levantado la cabeza y la estaba mirando decidida a contárselo todo, un Mini Cooper se paró justo delante de ellas, haciendo que a Chris se le olvidara toda aquella intriga de repente cuando reconoció el coche.

Casi al instante, John bajó la ventanilla del copiloto y se las quedó mirando con una sonrisa dibujada en la cara. Llevaba el pelo revuelto, las gafas e iba hecho un completo desastre con una chaqueta marrón tan vieja que parecía haber sido sacada directamente de sus años de instituto. No obstante, a ella le pareció que estaba realmente encantador.

-Buenos días, chicas.-saludó él.-Ha llegado vuestro autobús para ir a la universidad.

Chris le contestó con una risita a la vez que Alice lo miraba completamente contrariada, sin entender por qué puñetas John Lennon estaba allía las siete y poco de la mañana con el coche para llevarlas a la universidad.

-¿Subís o qué?-insistió John cuando vio que ninguna de las dos hacía movimiento alguno.

Inmediatamente, Christine se levantó del banco, abrió la puerta del copiloto y se sentó a su lado, risueña. Alice, por su parte, un poco menos decidida, hizo lo mismo sentándose en la parte trasera del minúsculo coche.

 Apenas se habían acomodado las dos chicas, John, de manera impulsiva, se volvió hacia Chris y le plantó un suave beso en los labios. A Chris, que no esperaba para nada que hiciera eso delante de Alice, aquello la pilló completamente por sorpresa y no pudo evitar ponerse roja como un tomate cuando notó los ojos de su amiga clavados en ella.

-¡John!-fue capaz de decir finalmente, como intentando reñirle por haberle hecho pasar aquel mal trago.

Él se limitó a soltar una risita y a ponerse en marcha sin contestar ni una palabra. Intentando aclarar las cosas, la chica se giró en dirección a Alice y le lanzó una mirada significativa. Su amiga simplemente asintió con una media sonrisa que no podía disimular en absoluto su cara de sorpresa.

El resto del viaje lo pasaron las dos chicas riendo de cuando en cuando alguna que otra broma de John, aunque a Chris no se le escapó que todo eso estaba un poco forzado. Sí, aquella mañana, no sabía por qué, John estaba bastante raro. Intentando autotranquilizarse, Chris pensó que quizás estaba así por la presencia de Alice, cosa con la que seguramente no había contado y que le impedía hablarle con naturalidad aunque, a decir verdad, su vecina no había supuesto ningún problema para que le diera los buenos días con un beso en los labios.

John paró el coche a dos calles de la universidad. Era lo más prudente que podía hacer si no quería que alguna que otra fan histérica lo reconociera y se abalanzara sobre ellos.

-Gracias por el viaje, John.-dijo Alice con una sonrisa mientras empezaba a salir del coche.

-De nada, Alice.-contestó él.

Cuando su amiga hubo salido del vehículo, Christine se volvió hacia él con una sonrisa.

-Supongo que nos veremos más tarde, ¿no?-dijo ella después de besarle.

John se la quedó mirando durante unos segundos, cosa que a ella le extrañó muchísimo.

-¿Qué pasa?-preguntó la chica al fin un poco asustada. Quizás Cynthia había notado algo la noche anterior y a hora John estaba metido en un buen lío.

-Verás...-empezó a decir él.-¿Es preciso que vayas hoy a clase?

-¿Por?

Quiero hablar contigo, decirte algo.-contestó John contundente.

Chris tuvo la horrible sensación de que el corazón le dejaba de latir. Tal y como lo había dicho de serio no se le antojaba nada bueno. Sin pensárselo dos veces y decidiendo en cuestión de escasos segundos mandar al traste la conferencia de esa mañana, la chica bajó la ventanilla del coche y se dirigió a Alice, que todavía estaba allí esperándola.

-Alice.-la llamó.-Creo que será mejor que vayas yendo tú a clase. Yo creo que tardaré un poco...

Su amiga se limitó a asentir con una sonrisa que a Christine le pareció tranquilizadora. Quizás su expresión de preocupación era tan evidente en aquellos momentos que Alice había intentando decirle sin palabras que todo saldría bien con aquel gesto.

Christine esperó a que la chica se perdiera calla abajo para volver a levantar la ventanilla y girarse de nuevo hacia John, que ahora fumaba tranquilamente con la cabeza apoyada sobre el asiento y con los ojos entrecerrados.

-¿Me puedes decir ahora qué es lo que ocurre?-preguntó ella bruscamente a causa de su nerviosismo.

John abrió los ojos y se volvió hacia ella, con una media sonrisa pintada en la cara y, antes de que Chris se diera cuenta, ya la estaba besando de manera apasionada. Molesta por aquella actitud tan contradictoria, Christine lo separó de ella apoyándole una mano en el pecho y empujándole hacia atrás.

-¿Qué coño pasa, John?-insistió enfadada.-¿No me habrás hecho quedarme sólo porque...?

-Le he pedido el divorcio a Cynthia.-le cortó él sonriente.-¿A qué es fantástico?

Si en aquellos momentos alguien hubiera intentado sacarle sangre a Christine, seguro que no habrían sacado ni una gota. Lo último que esperaba en aquellos momentos era que John le diera aquella noticia, aunque ya se lo había insinuado el sábado.

-¿Q... q... qué?-balbuceó ella finalmente.

-Que la dejo. Que sólo quiero estar contigo, Christie, ¿me entiendes?

-Pues claro que te entiendo.-masculló ella secamente.

John se la quedó mirando nuevamente, pero esta vez borró por completo la sonrisa de su rostro.

-¿Qué te pasa?-preguntó él evidentemente enfadado al cabo de unos segundos.-¿No te parece bien?

Chris lanzó un suspiro. La verdad era que no sabía ni ella misma si le gustaba o no aquella noticia.

-Joder, Johnny...

-¿Cómo que “joder, Johnny”? ¿Es que pasas de estar conmigo?

-¡No!-se apresuró a decir ella.-Claro que no.

-¿Y entonces?-preguntó él muy molesto.

-¡Y yo qué sé!-contestó ella con total sinceridad.-Sí, vale, me jode que estés casado, pero tampoco quería convertirme en la causa de lo que acabas de hacer, ¿vale?

-Ya estamos otra vez...-bufó John fastidiado apoyándose de nuevo en el respaldo de su asiento.-De verdad que no hay quién te entienda.

-No es eso, John... ¡Ponte en mi lugar, joder!-le replicó ella a la desesperada intentando justificar su actitud.

-¿Prefieres que continúe casado? ¿Es eso?-preguntó él a la defensiva.-Igual es más fácil para ti así porque de ese modo no puede haber compromisos, ¿verdad?

Christine se quedó mirándolo durante unos segundos, asimilando aquellas palabras y reprimiendo sus ganas de darle un bofetón allí mismo.

-Vete a la mierda, Lennon.-dijo finalmente casi escupiendo las palabras.

Y dicho esto, abrió la puerta del coche u empezó a caminar decidida calle abajo, apretando la mandíbula con todas sus fuerzas para no echarse a llorar.

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John se dio cuenta del significado que tenían sus palabras cuando Chris salió del coche dando un portazo. Se arrepintió casi en el acto. Sabía que lo que acababa de decir no era cierto y que además ella también podía llegar a sentirse realmente culpable por su divorcio. Y es que, hasta hacía nada, ella se había negado a tener nada con él precisamente porque no quería destrozar una familia.

Casi de inmediato, sin pararse a pensar qué podía ocurrir si alguien lo reconocía, él también bajó del coche y empezó a correr en dirección a la chica.

-¡Espera, joder!-exclamó cuando la hubo alcanzado mientras la agarraba suavemente del brazo.-¡Mierda, lo siento!

-Déjame en paz, John.-contestó ella zafándose de él con un movimiento brusco.-tengo cosas que hacer.

-Sube al coche, por favor.-le dijo él en tono suplicante.-Sube al coche antes de que me conozca alguien.

-Ese no es mi problema.

-¡Eres una jodida cabezota! ¡Sube, coño!-exclamó él de nuevo empezando a perder la paciencia.

-Sí, eso, grita, pedazo de energúmeno.-respondió ella en tono desafiante.

John lanzó un suspiro exasperado. No, con ella no iban a funcionar las cosas que normalmente con las otras sí funcionaban.

-Christine, por favor...-dijo él relajando el tono de su voz.-Ya te he dicho que lo siento. Ahora aclaremos toda esta mierda.

La chica no contestó, simplemente se dedicó alanzarle una mirada confundida y sin decir nada, dio media vuelta y se dirigió de nuevo hacia el coche haciendo que, sin quererlo, a John se le escapase una sonrisa cuando entendió que con ella jamás obtendría nada a malas. Eran los dos igual.

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Brian se había quedado sumamente sorprendido cuando John le había llamado cerca de las ocho y media de la mañana y le había dicho que necesitaba verlo de manera urgente. Por su tono de voz, no se trataba de ninguna trivialidad como la compra de una nueva casa o de cualquier otro capricho, sino que suponía que se trataría de un tema mucho más serio.

Cuando el timbre de su casa sonó, él mismo se apresuró en ir a abrir a John, intrigado sobre qué era lo que había hecho aquella vez. Se saludaron con una cordialidad que al propio Brian le chocó, nada de bromas “made in Lennon” ni tonterías, y se dirigieron hacia su despacho.

-Pues tú dirás.-dijo Brian cuando los dos se hubieron sentado.-¿Qué era eso tan urgente?

-Necesito que te pongas en contacto con una par de abogados, Brian.-contestó John con fingida indiferencia.

-¿Abogados?-se escandalizó Brian temiéndose lo peor.-¿Qué has hecho ahora, John?

-Tranquilo, tranquilo... No le he dado ninguna paliza a ningún DJ con la lengua demasiado larga...-rió él recordando su incidente hacía un par de años con Bob Wooler, el DJ de The Cavern- Ni tampoco me han pillado con drogas ni nada por el estilo.

-¿Y entonces?-quiso saber Brian impaciente.

-Voy a divorciarme de Cynthia.

Brian se quedó paralizado y se quedó mirándolo, esperando casi que de un momento a otro se echase a reír como un poseso y le dijera que era broma. Pero no, no lo hizo. Aquella vez John hablaba completamente en serio.

-¿Divorciarte?-preguntó el manager finalmente.

-Sí, eso he dicho.-contestó él con una sonrisilla.-¿Acaso es que te estás quedando sordo?

Brian lanzó un suspiro antes de decir nada.

-¿Hablas en serio?-preguntó.-¿Estás completamente seguro de lo que estás haciendo?

-Al cien por cien.

¿Y puedo preguntarte el motivo?-quiso saber Brian.

-Ya lo has hecho.-rió John.-Bien... Mira, aunque suene ridículo y hortera, créeme si te digo que he encontrado al amor de mi vida.

Brian se quedó atónito ante aquella repentina declaración, pero aún así decidió conservar la calma.

-O sea, que hay otra.-dijo finalmente.

-No es “otra”, Brian. Ya te he dicho que la quiero.-contestó John molesto.-De “otras” ha habido cientos, y lo sabes. Ahora todo es distinto.

-¿Y tú te has parado a pensar en las repercusiones que tendría para el grupo que te separaras ahora y precisamente por otra mujer?-preguntó Brian, severo y con brusquedad.

John se levantó de su silla enfadado y se plantó delante de él de manera desafiante.

-¡No me jodas, Brian!-gritó golpeando la mesa fuertemente.-¿Ahora vas a decirme si me puedo divorciar o no?

-No te estoy diciendo eso, John.-le contestó él manteniendo la serenidad. Sabía que lo peor que podía hacer ante aquellos ataques de furia repentina de John era perder los estribos él también.-Siéntate, por favor.

John soltó un suspiro y se sentó de nuevo dejándose caer sobre la silla de mala gana, todavía enfadado.

-Voy a conseguirte ese abogado, John.-dijo Brian.-El mejor en divorcios se encargará de tu caso, te lo aseguro.

-De acuerdo.-masculló John.-Gracias, Eppie.

-Pero...-le cortó Brian.-Eso no va a salir a la luz ni el divorcio se llevará a cabo hasta que no hayáis grabado el nuevo disco y hayáis acabado con su promoción.

-¿Me estás diciendo que me tengo que esperar tres o cuatro meses más?-preguntó John indignado.

-Sólo hasta que haya acabado la promoción del nuevo trabajo.-aclaró Brian en tono tranquilizador.-Hazlo por el bien del grupo, te lo pido por favor.

John calló durante unos instantes y dirigió su vista hacia la ventana del despacho, meditando la respuesta que debía darle al manager.

-Sé que tú puedes esperar unos pocos meses más.-dijo Brian intentando convencerle cuando vio que no tenía intención de decir nada por el momento,- Y tu chica estoy seguro de que también podrá.

-De acuerdo.-contestó él secamente al cabo de unos instantes en los que reinó en la habitación un incómodo silencio.-Pero ponte en contacto ya con ese maldito abogado y dile que se ponga a trabajar en todo esto de inmediato. Nada más acabe la promoción me separo, no tengas dudas de eso.


Sin dejarle decir nada más a Brian, John se levantó de la silla dando por zanjada la discusión.

-Por cierto, John...-dijo Brian antes de que saliera del despacho.-¿Sé quién es la chica en cuestión?

John se paró en seco y lanzó una carcajada antes de girarse.

-Y tanto que lo sabes...—contestó divertido.

-¿Y es...?

-Christine.-contestó John.-Christine McCartney. Sí, coño, no pongas esa cara, la hermana de Paul. Nos vemos, Brian.

Y dicho esto, John salió de la estancia dejando a Brian con la boca, literalmente, abierta. En aquellos instantes, la relación de Ringo con esa chica de Kensongton le parecía la cosa más nimia del mundo comparada con la barbaridad que John Lennon le acaba de confesar.


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Christine volvió a casa mucho más tranquila de lo que lo había estado aquella mañana. Por petición de John, lo había acompañado a casa de Brian aunque se había negado en redondo a subir con él para contárselo todo, así que lo había esperado pacientemente en el coche.

John había bajado al cabo de casi media hora, serio y pensativo, y había conducido casi sin soltar prenda sobre lo que había pasado allí arriba hacia las afueras de la ciudad. Paró el coche cerca de una pequeña cala, desierta a esas horas, y los dos se habían sentado, muy juntos, frente al mar. Fue allí donde John le contó que Brian le había propuesto esperar hasta la promoción del disco, por el bien del grupo, y que él había aceptado aunque en esos precisos instantes se sentía realmente mal por haberlo hecho. Christine se limitó a acariciarle el cabello con una sonrisa y a decirle que Brian tenía razón, cosa que a John pareció calmarle bastante.

Y allí habían estado, en aquella horrorosa cala de arena que parecía tierra, charlando de todo, abrazados el uno al otro como si fueran una sola persona y compartiendo sus más íntimos secretos y miedos. Christine se sinceró con él, le habló de sus miedos, de sus celos con Cyn, de lo mal que se sentía por aquello y de las dudas que tenía sobre si lo suyo podía llegar a buen puerto. John, por su parte, también le había confesado un montón de cosas que Christine jamás hubiera imaginado de él. Sabía que muchas de sus escenitas de tipo duro eran sólo pura fachada, pero en esos momentos, le dio la sensación de que estaba delante del tipo más inseguro que había conocido y eso le hizo quererlo aún más.

Recordándolo todo e invadida por la serenidad que le confería el saber que todo aquel embrollo en el que se había metido tenía solución, subió las escaleras de la casa convencida de que no había nadie. No obstante, al pasar por delante de la habitación de su hermano Paul, vio la puerta cerrada y escuchó una leve musiquilla que salía de allí. Casi sin pensarlo, simplemente con la mera intención de saludarle y de decirle que ya estaba en casa, la chica, abrió la puerta de la habitación y se asomó.

Lo que vio la dejó completamente alucinada. Allí, sentados sobre la cama de Paul, estaban él y Alice, dándose un beso que ya quisieran para sí muchas películas de Hollywood.

Ninguno de los dos pareció darse cuenta de que ella estaba allí, así que, avergonzada por haberlos pillado así, volvió a cerrar la puerta discretamente sin hacer el menor ruido. Ahora ya sabía por qué su hermano estaba como en las nubes desde el día de antes y qué era lo que su vecina le había intentado decir aquella mañana.

Cuando entró en su habitación, Christine se dejó caer sobre su cama con una sonrisa. Por primera vez en su vida, todos los de casa parecían estar contentos y aquello, unido a lo suyo, la hacía sentirse la persona más feliz del mundo.




Bueno, qué? Empachados ya de tanto turrón y tanta comilona? Yo sí, todavía ando comiendo restos de Nochebuena, no os digo más, jajaja. Bueno, que aquí os dejo la actualización del nuevo capi, un capi Chris-John casi íntegro, pero bueno, se debía aclarar lo del tema del divorcio y me ha llevado sus diez paginitas de word hacerlo, no era plan de alargar más, jajaja. 

Como siempre, un millón de gracias por leer y por comentar, que con esto y mi regalito sorpresa de Navidad (un lienzo con la frase de John "A dream we dream alone is only a dream, a dream we dream together is reality"), que ya luce hermosísimo en mi habitación bien a la vista, pues soy la persona más feliz del mundo.

Próximo capi, especial Gwen-George y también Mary-Ringo. Actualizo pronto, gente, que etsoy de vacaciones (o eso espero), jjajaja. Besos!

lunes, 19 de diciembre de 2011

Capítulo 22: Sentimientos encontrados

Mary aún no podía dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Jamás hubiera pensado que su madre, que siempre había manifestado una indiferencia total hacia “esos cuatro melenudos” que según ella lo único que hacían era dar gritos encima de un escenario, estuviera en aquellos momentos deshaciéndose en atenciones hacia Ringo.

-¿Y cómo es eso de ser uno de los miembros de un grupo tan famoso?-preguntó la mujer después de darle un sorbo a su té.

-Bueno...-respondió el chico después de pensar la respuesta durante unos segundos.-Lo cierto es que si te paras a pensarlo todo esto es de locos... Pero al final te acostumbras y si te lo tomas bien puede llegar a ser hasta divertido...

-Ya, supongo que todo es saberlo llevar...-continuó la madre de Mary.-Yo la verdad es que jamás entenderé a esas fanáticas que tenéis... Te puede gustar más o menos la música que hacéis, pero de ahí a lo que hacen... Y ojo, incluida mi propia hija cuando aún no os conocía, que conste... ¡Si hubieras visto el enfado que pilló a principios de año porque ya no quedaban entradas para un concierto que dabais aquí!

Ringo soltó una sonora carcajada.

-¿En serio?-preguntó volviéndose hacia su novia.-No me habías dicho eso...

-¡Oh, vamos, tampoco fue para tanto!-le cortó Mary dedicándole una mirada asesina a su madre por haber confesado delante de él aquel episodio.- Sólo me enfadé un poco porque tenía ilusión en ir y cuando fui a por la entrada el mismo día que las sacaron a la venta, ya no había ni una.

-¿Qué no fue para tanto?-insistió su madre ignorando la mirada de Mary.-Si la hubieras visto... ¿Y cuándo viniste a casa el primer día de la universidad, que conociste a Christine? No parabas de decir de quién era hermana...

Ringo volvió a reír nuevamente, de lo más divertido con la situación.

-Bueno, vale ya...-dijo la chica finalmente mientras agarraba una galletita del plato.-¿Vais a hablar de algún otro tema o directamente os saco el álbum de fotos de cuando era pequeña para que mi humillación ya sea total?

-Oh, venga, Mary, no te enfades...-dijo Ringo rodeándole los hombros con el brazo.-A mí me parece muy tierno todo lo que ha contado tu madre.

-¿Ves, hija?-dijo su madre.-Si es que todo te lo tomas a la tremenda...

Mary soltó un pequeño suspiro. Su madre no iba a cambiar nunca.

El resto del té transcurrió alegre y cordialmente. Incluso daba la impresión de que Ringo fuera un viejo conocido de su madre. Habían congeniado a la perfección y es que, con la dulzura que desprendía Ringo era imposible no caer rendido a sus pies. Y Mary, que tanto miedo había tenido al rechazo de su madre, se sintió sumamente feliz. Aquel té, sin que ella lo supiera, había servido para disipar cualquier duda que pudiera tener aún sobre su relación con Ringo. Ahora ya era oficial del todo.

********************

Chris estaba sentada en el sofá escuchando sin prestar ninguna atención el parloteo de su padre, que en aquellos momentos les estaba contando todos los detalles del festival de jazz del que acaba de regresar. Sus dos hermanos estaban sentados a su lado, aunque sólo Mike parecía estar enterándose de algo de lo que decía su padre. Paul, sin embargo, sólo se limitaba a mirar al hombre fijamente fingiendo interés y asintiendo de cuando en cuando, aunque Chris sabía a la perfección que él también estaba pensando en otras cosas, no sabía el qué, en aquellos momentos.

Ella, sin embargo, ni siquiera estaba disimulando que prestaba atención. Permanecía allí sentada, sí, aunque con la mirada fija en la ventana y pensando en él, concentrando todos sus esfuerzos en no poner ninguna sonrisa boba cuando pensaba en lo que había ocurrido la noche anterior. Fue entonces cuando de repente, un leve codazo en el costado la sacó de su ensimismamiento. Chris se giró en dirección a Mike, que era el que se lo había dado, y le lanzó una mirada interrogante. El chico, por toda respuesta, se limitó a lanzarle otra mirada significativa.

-Oye, hija...-dijo Jim mirándola extrañado.-¿Qué te pasa?

-¿A mí? Nada...-mintió ella.

-Te veía despistada...-murmuró el hombre en tono suspicaz.-Te estaba diciendo que tocaron esa pieza que te gusta tanto...

-¿Qué pieza?-preguntó ella de manera instintiva aunque inmediatamente se arrepintió cuando vio la mirada de su padre de nuevo.

-¡Pues si lleva media hora hablando de ella!-soltó Mike exasperado.

Chris bajó la mirada avergonzada.

-La que estuvimos tocando juntos el otro día al piano...-aclaró su padre intentando quitarle hierro al asunto.

-Ah...-murmuró ella.-Ya, esa pieza... Es muy bonita, me alegro de que la tocaran.

-Bonita sí que es...-contestó el hombre.

-Es como mágica... Como de otro planeta...-dijo Chris volviendo a levantar la cabeza, como si con aquel comentario pudiera redimir su despiste anterior.

-Sí, de otro planeta.-respondió su padre divertido.-El mismo planeta en el que estás tú ahora, supongo.

Chris notó como su cara se ponía roja como un tomate a la vez que su padre soltaba una sonora carcajada.

-Me gustaría saber qué puñetas le pasa al terremoto de mi hija para que esté así de quieta y absorta...-continuó él aún riendo.

-Quizás esté enamorada...-dijo Paul de repente.

Chris se quedó alucinada cuando le oyó, precisamente a él que lo sabía todo, decir aquello. Se giró hacia su hermano y le dirigió una profunda mirada de odio a la vez que él le ponía una de sus sonrisillas inocentes.

-Vete a la mierda, Paul.-le espetó ella enfadada.

-¡Christine!-exclamó su padre.-No le hables así a tu hermano, haz el favor.

-Ya lo has oído, hermanita... No me hables así.

La chica no contestó nada, simplemente se limitó a volverse a sentar bien mientras soltaba un bufido de fastidio y mil cosas pasaban por su cabeza en aquellos momentos. Sabía que no iba a ocurrir, que Paul jamás sería capaz de eso, pero aún así... No, estaba segura de que su secreto con él iba a estar a salvo y que aquel comentario sólo suponía un juego sarcástico para sacarla de sus casillas... O por lo menos, eso esperaba ella. Porque si la rabia de Paul por su lío con John había alcanzado cotas tan elevadas como para que lo pudiera decir a su otro hermano o a su padre, ella estaba perdida.



**********************

Hacía ya un rato que Ringo se había marchado a su casa y en aquellos momentos, Mary estaba ayudando a su madre a recoger la mesa.

-Nunca pensé que yo diría esto...-dijo su madre de repente mientras ponía las tazas vacías de té en el fregadero.-Pero me gusta ese chico.

Mary sonrió.

-Gracias mamá.

-No obstante...-añadió la mujer en un tono más serio girándose hacia ella.-Él no vive aquí habitualmente, ¿no?

Mary tragó saliva. Ya le parecía a ella que todo aquello estaba resultando ser demasiado bonito para ser verdad. Aunque, tenía que admitirlo, la reflexión que quería hacer su madre en aquellos momentos, era una reflexión muy buena y a la vez necesaria.

-No, vive en Londres.-respondió ella finalmente.

-¿Y vas a mantener una relación a distancia?

Mary calló durante unos instantes, meditando la respuesta.

-Él vendrá a Liverpool los días que libre... Así que creo que lo veré casi todas las semanas.

-¿Lo hará?-preguntó su madre en un tono que a la chica no le gustó nada.

-Más le vale que lo haga.-respondió ella secamente.-Y ahora, hazme un sitio, yo me encargo de limpiar las tazas y los platos.

La mujer soltó un profundo suspiro cuando entendió que su hija había dado por zanjada la conversación.

-Tú verás, Mary. Se nota que te quiere, pero cuando uno está lejos... En fin. Ojalá todo salga bien.-dijo su madre. Y, después, saliendo ya por la puerta de la cocina, añadió:-Voy yo a recoger el mantel de la mesa. Después hablamos.

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John estaba jugueteando con su guitarra, tocando distraído unas notas de la nueva canción que había compuesto pensando en ella. Era una melodía tranquila, sin estridencias, bonita, relajada. Justo como se sentía él cuando ella estaba cerca. Desde hacía una semana, desde aquellos besos robados en medio de la calle, se sentía mucho más en paz consigo mismo, una sensación que jamás había tenido. Y es que sentía que ella era el elemento necesario para que él pudiera mantener su serenidad.

-John, cariño...

La voz de Cynthia lo pilló por sorpresa. Sin poder evitar una mueca de fastidio se giró en dirección a la puerta, donde su esposa permanecía apoyada en el picaporte de la puerta.

-¿Qué?-preguntó él secamente.

-Voy a salir con Julian.-dijo ella.-Quiero visitar a mi tía, nos ha invitado a cenar y ya sabes...

-¿Esa vieja gruñona?-le cortó él con ánimo de ofender.

-Iba a preguntarte si venías, pero ya veo que no...-contestó Cyn soltando un bufido.

-Pues no, no voy. Yo no soy de poner sonrisillas falsas a gente que no me puede ni ver...

-Siempre y cuando eso no te reporte ningún beneficio económico, ¿no, John?-le replicó Cynthia empezando a enfadarse.-Porque buenas sonrisillas falsas que pones a todos los que te pueden beneficiar en algo...

-Bah, Cyn, déjame en paz.-dijo John volviendo a fijar su vista en las cuerdas de su guitarra y empezando a rasgarlas con rabia.

-Eso, toca... Todo lo arreglas así.-dijo empezando a salir por la puerta.

Entonces John paró de tocar en seco y se volvió hacia ella.

-Por cierto, Cyn...-dijo de repente antes de que ella saliera del todo.-Cuando vuelvas tenemos que hablar.

Cynthia se paró y le dedicó una mirada confundida. John le aguantó la mirada durante unos segundos, analizándola, y justo cuando notó que ella iba a decir algo, se giró de nuevo y empezó a tocar lo primero que se le vino a la mente.

*****************

Gwen se miró nuevamente en el espejo de su cuarto. Le encantaban aquellos pendientes que le había regalado George, el que, en cuestión de muy poco tiempo, quizás se había convertido en su mejor amigo y... No, no quería pensar en aquello en esos momentos... Aunque era imposible evitar recordar lo que había estado a punto de ocurrir la noche anterior, precisamente justo cuando él le acababa de regalar aquellos pendientes que ahora se estaba mirando por enésima vez. Aún podía recordar a la perfección su aliento cálido a escasos milímetros de su cara, su sonrisa tierna, su mirada penetrante, tan misteriosa como él. Y justo en aquellos momentos, la risa de John, que acaba de separar a Mary y a Ringo de su beso a cojinazos ayudado por una Christine extremadamente feliz, había roto la magia de aquel momento. En toda la noche no hubo un acercamiento similar hasta que George la acompañó y se despidieron en la puerta. Fue allí, cuando, no sin un esfuerzo brutal a causa de su timidez, Gwen se atrevió a plantarle un breve beso en la mejilla al chico, beso que él le correspondió dándole otro su mejilla, lento, suave, con tanta dulzura que a Gwen no le hubiera sabido mejor si se lo hubiera dado en los labios.

Y allí estaba ella ahora, pensando en él como si fuera la única persona que había en el planeta en esos momentos.

-¡Gwen!-gritó su hermano de repente asomándose por la puerta de su habitación.

-¿Qué pasa?-preguntó ella molesta.

-Te llaman por teléfono.-dijo el chiquillo saliendo de la habitación.

Gwen se puso en pie y se dirigió al teléfono en la planta baja de la casa.

-¿Sí?-respondió cuando agarró el auricular del teléfono.

-¿Cómo llevamos la resaca?

La chica reconoció enseguida la voz divertida de George al otro lado del teléfono y no pudo reprimir poner una sonrisa de oreja a oreja.

-Yo la llevo bien, no bebí... No creo que pueda de decir lo mismo de otros...-rió ella.

-¿Lo dices por mí?-preguntó George fingiendo escandalizarse.-Bueno, sí, lo dices por mí...

Gwen soltó una carcajada.

-Tengo una resaca horrorosa.-continuó él.-Pero lo bien que lo pasé ayer lo compensa todo...

-Yo también lo pasé genial.

-Pues si lo pasaste genial ayer, espera a que te proponga esto...-dijo él sin poder disimular su entusiasmo.-¿Te apetece acompañarme a un concierto que dan unos amigos míos en Manchester? Es viernes, así que no hay problema. Nos colarían entre bastidores, sin estar rodeados de fans locas e histéricas...

-Bueno... No sé...-dudó Gwen, aunque con todas sus fuerzas deseaba ir a aquel concierto con George.

-¿Cómo que no sabes?-preguntó George.-¡Tú te vienes conmigo y listo!

-Vale, vale, sargento Harrison...-bromeó ella cuando le oyó.

-Por supuesto que sí, recluta.-le siguió él la broma imitando la voz de un sargento.-Y recuerde que es una orden. El viernes pasaré a recogerle.
-Como quieras...-respondió Gwen divertida.

-Se dice “¡Señor, sí, señor!”-rió George.-Pero por ser tú, te lo dejaré pasar...

-Bueno, entonces ya me quedo tranquila. Ya estaba temiendo un consejo de guerra o algo por el estilo...-contestó ella.-Entonces el viernes concierto, ¿no?

-Sí, apúntalo en la agenda. Aunque supongo que antes del viernes iremos a tomarnos algo aunque sea, ¿no?

Aquella respuesta de George hizo que de repente a Gwen se le acelerara el corazón de manera exagerada. Sin añadir mucho más, le dijo que sí alegremente y después se despidieron antes de colgar el teléfono. Sin más dilación, la chica se dirigió de nuevo a su habitación y se dejó caer sobre la cama. Sí, George estaba a empezando a gustarle más de la cuenta.

******************

Alice se apoyó sobre el pecho de Paul, sonriente. Aún no se creía muy bien lo que le estaba ocurriendo, pero allí estaba él, acariciándole suavemente el pelo para confirmarlo y corroborarle que no se trataba de un sueño.

Estaban en el jardín de casa de la chica aprovechando que no había nadie más, tumbados sobre una manta que habían puesto sobre el césped sin hacer nada más que mirar las nubes, charlar distraídos sobre sus cosas y robarse besos dulces y fugaces de cuando en cuando.

-Es una lástima que no te haya conocido antes...-dijo Paul de repente, casi en un murmullo inaudible.

-Yo también creo lo mismo…

-No, hablo en serio.-contestó Paul acariciándole la mejilla con los dedos.-Me da mucha rabia que en una semana y media nos tengamos que ir. Precisamente ahora que…

El chico no terminó la frase, simplemente se limitó a lanzar un gran suspiro de resignación. Alice levantó la cabeza y se lo quedó mirando, fijamente, intentando asimilar las palabras que él acababa de pronunciar.

-¿Cómo?-fue lo único que fue capaz de preguntar al cabo de unos segundos.

-Nos obligan a volver a Londres. Tenemos eso de las medallas y hemos de meternos ya en el estudio para grabar el nuevo disco…-respondió él manteniéndole la mirada.-La verdad es que es una putada…

Sí, realmente lo era. Precisamente ahora que por fin se había decidido a intentar ser algo más que amigos con Paul y él se tenía que ir. Su cara debió de reflejar perfectamente lo que sentía porque el chico se incorporó también y la abrazó, estrechándola fuertemente contra él.

-Pero puedes estar tranquila…-continuó él en tono tranquilizador mientras le daba un beso en el pelo.-Las sesiones de grabación nunca llevan mucho tiempo y antes de la gira supongo que nos tomaremos otro descanso…
-¿Qué gira?-preguntó la chica asustada. No había contado con nada de eso: primero grabación, después gira… Aquello era demasiado.

-La gira de promoción del nuevo disco…-contestó Paul.-Pero ya te he dicho que entre una cosa y otra habrá un descanso. Y las Navidades las paso en casa, eso tenlo por seguro.

Alice se limitó a sonreír y a dejarse mimar por Paul, que continuaba apretándola contra él de manera protectora.

-Paul, mis padres deben estar a punto de llegar a casa.-dijo la chica al cabo de unos instantes.

El chico consultó su reloj de pulsera y asintió.

-Tienes razón. Será mejor que me vaya.-dijo finalmente poniéndose en pie.

Alice se puso también de pie y los dos se despidieron con un intenso beso en los labios, como si no tuvieran que verse en mucho tiempo.

-Adiós, guapa.-sonrió Paul.-Mañana nos vemos.

La chica le respondió con una de sus mejores sonrisas y se quedó allí plantada, esperando a que él saliera por la puerta del jardín en silencio y con muchísimas dudas sobre lo que estaba ocurriendo entre ellos. Y es que, si justo en esos momentos en los que los dos estaban iniciando su relación, él se tenía que marchar, no estaba segura sobre si las cosas iban o no a salir bien.

******************

Chris estaba a punto de tirar el teléfono de casa por la ventana. Hacía más de cinco minutos que no paraba de sonar y cuando su padre, Mike o Paul, contestaban colgaban sin decir nada.

-Estoy empezando a hartarme de tus fans, Paul.-le dijo cuando su hermano entró en el salón.-Como responda yo se van a enterar. Se les quitan las ganas de llamar para toda la vida.

-Pues ya tardas en responder.-masculló Paul dejándose caer pesadamente en el sofá.-Tienes mi permiso para soltarles todo tu extenso repertorio.

Chris iba a contestarle cuando el teléfono volvió a sonar insistente.

-Ale, ahí tienes tu oportunidad. Todas tuyas, Christie.-rió Paul mientras ella se dirigía hacia el teléfono con cara de pocos amigos.

La chica agarró aire antes de descolgar el auricular del teléfono.

-¡Escúchame bien, idiota, porque ya estamos empezando a hartarnos!-exclamó ella con el peor de sus tonos.-¡Por mí os podéis ir a tomar por...!

-¡Oye, oye, leona! No vayas mandándome a tomar por... tan pronto. Por fin eres tú la que contesta...

La expresión de Chris cambió de repente cuando reconoció la voz de John al otro lado del teléfono.

-Por cierto, puedes decir que soy Mary o algo por el estilo.-dijo John al ver que ella no contestaba.

-Pero...

-Oye, pequeña. Apáñatelas como quieras, pero sal de esa casa cuanto antes. Hoy cenas conmigo, en mi casa.

-¿Qué dices?-exclamó ella sorprendida.

-No hay nadie, si eso es lo que te preocupa. Han salido a cenar y tardarán.-respondió él.

-No creo que pueda.-contestó ella secamente, un poco enfadada por el atrevimiento de John.

-Por favor...-susurró él.-Quiero verte. Necesito verte...

Chris se quedó unos segundos en silencio, sopesando lo que él le proponía. Y sí, si se paraba a pensarlo, no había otra cosa que deseara más en aquellos momentos que estar otra vez con él a solas.

-Está bien.-respondió ella al fin suavemente.-Pillaré una moto de estrangis. No creo que tarde.

-Te quiero, preciosa.-le dijo John.-Te estaré esperando.

Chris colgó sintiendo como la adrenalina ya empezaba a correr por sus venas. La chica entró en la cocina y se situó detrás de su padre, que en aquellos momentos estaba preparando té. Sin decir nada, se situó a su lado y le dio un beso en la mejilla.

-Hola papi.-dijo sonriente.

-¿Hola papi?-se extrañó el hombre.-¿Qué es lo que quieres?

Christine soltó una risita. Sólo le llamaba “papi” cuando le quería sacar algo y Jim lo sabía.

-Bueno... Mary me ha llamado.-contestó ella.-Dice que está sola en casa para la cena y que si voy a hacerle compañía.

El hombre se la quedó mirando detenidamente, pero sólo se encontró con la expresión, evidentemente fingida a la perfección, inocente de Chris.

-¿Y es preciso eso?-preguntó finalmente.-Mañana os vais a ver y...

-Papá, por favor...-dijo ella en tono suplicante.-Te juro que vuelvo pronto.

-No.-respondió tajante el hombre.

-¿Por qué no?

-Porque lo digo yo y punto.-le cortó Jim quitando la tetera del fuego.

-Claro, eso es porque soy la chica...-dijo Chris molesta, sabiendo que aquel argumento la podría llevar a donde quería.-Paul o Mike ni siquiera te han pedido nunca en su vida permiso. Yo te lo pido... ¿y para qué? Para que me digas que no...

-No vayas por ahí, Christine. Tus hermanos no tienen nada que ver con esto.

-No, pero ellos pueden hacer lo que les dé la gana. Yo, como soy la chica, he de quedarme en casa y callar.

-¿Tú quedarte en casa y callar? ¿Eso es un chiste?-rió Jim ignorando el enfado de su hija.

-Sabes que tengo razón.-le replicó ella.-Venga papá, no seas así...

Jim soltó un suspiro y se volvió hacia Chris.

-Vamos a ver... Aunque te deje ir... ¿cómo se supone que vas a llegar a su casa?-preguntó Jim.-No hay autobuses a las horas a las que volverías.

-Hay dos motos preciosas en el garaje muriéndose de risa.-contestó ella satisfecha al ver que estaba haciendo dudar a su padre.

-¿Moto? Ni lo sueñes.

-No sería la primera vez que la pillo.-contestó ella.-Y conduzco bien. No corro, no hago tonterías, hago caso de las señales y todas esas cosas que se supone que uno debe hacer.

-Que no insistas, hija.

-Volvemos a lo mismo. No me dejas pillar la moto porque soy chica.

Jim soltó un fuerte suspiro.

-Eres igual de cabezota que tu madre.-dijo al fin enfurruñado.-Hagamos una cosa. Ve y pídele permiso a tu hermano, las motos son suyas al fin y al cabo, y si te deja...

-¡Gracias papá!-respondió la chica sonriente dándole otro beso en la mejilla al su padre.

-Pero a las diez en casa.-contestó severo.-Si tardas un minuto más, no vuelves a salir de casa hasta que te jubiles.

-Hecho.-dijo la chica sonriendo empezando a salir por la puerta de la cocina.

-Ponte el casco y ve con cuidado.-escuchó como decía Jim cuando ya haía llegado casi al salón.

Paul todavía estaba allí, sentado en el sofá y con un libro entre las manos.

-Hola, gusano.-dijo ella sonriente, revolviéndole el pelo.

-Déjame el pelo, enana.-dijo Paul dándole una palmadita en la mano.

-Tengo que pedirte un favor...

-Tú dirás.-dijo Paul mirándola extrañado.

-Bueno... Déjame una moto.-dijo Christine sonriendo.

-¡Sí, claro! ¡Y luego papá me mata!-contestó él.

-Me ha dado permiso.-contestó ella divertida.-¿Me la dejas o qué?

-Este hombre se está ablandando demasiado... ¿Y para qué quieres tú una moto a las seis de la tarde?-preguntó Paul mirándola con suspicacia.

-Para ir a casa de Mary.-mintió ella rezando para sus adentros para que Paul no se lo notara.-Voy a cenar con ella.

-Ya.-le cortó él mirándola.-Y yo voy y me lo creo.

-Paul, por favor…-le suplicó ella.

-¿Dónde has quedado con él?


Chris se quedó mirándolo detenidamente, pensando si mantener o no delante de él su "versión oficial". No obstante, decidió que era inútil intentar engañarle.

-¿Y qué más da eso? Joder… Di si me la dejas o si me tengo que buscar la vida por otra parte…

Paul soltó un suspiro de resignación.

-Sí, te la dejo, ¿contenta?

-Contenta.-contestó ella sonriente antes de darle un beso en la mejilla a su hermano.-Gracias, Paulie. Eres el mejor hermano del mundo.

-Anda, lárgate de aquí antes de que me arrepienta.-le dijo él con cierto tono de fastidio en su voz.

Christine soltó una risita divertida y efectivamente salió de la casa pitando en dirección al garaje. No sabía aún cómo lo había hecho, pero había conseguido convencer a su padre y a Paul. Quizás ese era su día de suerte.

*******************
-¡Mierda, mierda, mierda!-exclamó Chris cuando vio la hora en el reloj de la mesita de noche de la habitación de invitados de casa de John.-¡Nos hemos quedado dormidos, joder!

John se estiró en la cama a su lado mientras ella saltaba de la cama y empezaba a vestirse rápidamente.

-¿Pero qué coño haces ahí acostado, Lennon?-preguntó la chica cuando vio que él la estaba mirando con una sonrisa soñadora pintada en la cara sin la menor intención de moverse de allí.

-Me encantas cuando te agobias de esa manera…-respondió John tranquilamente.

-¡Tú eres imbécil!-le gritó ella nerviosa tirándole encima su ropa.-Cyn va a volver en cualquier momento y como yo no esté en casa a las diez, es decir dentro de veinte minutos, me matan.

-Tranquila, pequeña… Todo saldrá bien. Y si llegas tarde yo te acerco con el coche, por eso no hay problema…

-¿Pero te quieres vestir de una vez?-insistió ella exasperada poniéndose el jersey.

-Sí... Ya va…-rió él levantándose y empezando vestirse con parsimonia sentado sobre la cama.

-¡Y levanta de ahí, puñetas, que hemos de arreglar la cama!-exclamó Chris empujándolo mientras John se partía de risa.

Chris le dedicó una mirada severa a la vez que él acaba de vestirse, aunque tuvo que reconocer para sus adentros que había sido rápido. Consiguieron arreglar la cama en un tiempo récord entre los dos, eso sí, no sin que John hiciera rabiar a Chris con sus bromitas y fingiendo que perdía el tiempo.

Salieron de la habitación apresurados, ella mucho más que él, por supuesto, y se dirigieron hacia el recibidor. Chris se giró hacia el chico y le dio un beso fugaz en los labios a modo de despedida.

-Ey…-le susurró él agarrándola del brazo cuando la chica hizo ademán de alejarse.-No me vas a dejar así, con una despedida tan sosa, ¿no?

-John… -empezó a decir ella.

No obstante, el ruido de unas llaves metiéndose en la cerradura de la puerta hizo que a Chris se le helara la sangre y que se separara de John inmediatamente. Todavía le dio tiempo a ver el semblante serio pero sorprendentemente tranquilo de él antes de que Cyn entrara con Julian en brazos.

-Hola John ya he…

La voz de Cynthia se entrecortó cuando vio a Chris allí en el recibidor de su casa y ella no pudo hacer menos que articular una de sus sonrisas de buena chica cuando la vio.

-Hola, Christine.-la saludó finalmente evidentemente sorprendida. Claro, no era muy normal que ella estuviera allí con John en aquellos momentos.

-Hola.-le respondió Chris aparentemente con naturalidad, aunque en realidad había hecho un esfuerzo brutal para que no le temblara la voz.-¿Cómo estás?

-Bien…

-Bueno, me alegro.-respondió ella dirigiéndose hacia la puerta.-Yo ya me iba. Sólo he venido de recadera para traerle a John una cosa que tenía mi hermano… Y como a mí me venía de paso, pues…

-Por supuesto.-contestó Cyn sonriente.-La lástima es que no te puedas quedar un poco más…

Chris la miró y se sintió como jamás en su vida hubiera pensado que se sentiría: celosa. No, no se sintió culpable, no se sintió mal por aquella mujer, simplemente todo lo que sintió al verla fueron celos. Y aquello, sin lugar a dudas, hizo que su parte racional hiciera que se sintiera sucia y despreciable.

-Es tarde, pero gracias de todos modos.-respondió finalmente.-Bueno, adiós.

La chica le dedicó una caricia a Julian en la mejilla y salió de la casa rápidamente, no sin antes escuchar un descarado “Gracias por todo” de John desde el interior.

Y así, con esa mezcla extraña de celos y repulsión por sí misma, subió a la moto y arrancó, poniendo rumbo a su casa.

**********************

John esperó pacientemente  en la cocina a que Cynthia acostara a Julian. Fue cuando ella se sentó allí para tomarse una infusión cuando él decidió abordarla. Debía dejar las cosas claras. Y debía hacerlo cuanto antes si no quería perder a Christine.

-Cyn...-empezó a decir cuando ella se sentó frente a él y bebió el primer sorbo de su taza.-¿Recuerdas lo que te he dicho esta tarde?

La chica se quedó mirándolo fijamente y asintió, en silencio y seria, como si se temiera lo que John iba a decirle a continuación.

-Pues bien…Quiero el divorcio, Cynthia.





Holaaaa! Por fin actualicé! Siento de verdad la tardanza, pero gente, creedme que las dos últimas semanas de trimestre para un profe son de locos (exámenes, trabajos, cuadernos por corregir y saca medias para las notas) y si además eres tutor, pues ya ni te cuento. Bueno, hoy por fin puse todas las notas y ahora sólo nos faltan un par de sesiones de evaluación y... vacaciones! jejeje. Así que espero no tardar tanto.
Bueno, que nada, muchas gracias por leer y estar ahí, en especial a las que os molestais en comentar o seguir, me hace mucha ilusión ver en mi móvil "nuevo correo eléctronico", abrir y ver que es un comentario vuestro... Ya lo sabeis, me mola! XD Por cierto, Candela, estoy con tu fic, pero como andaba súper liada lo dejé unos días, pero como todo... Aun así, que sepas que te sigo y que lo que leo por ahora me encanta! Escribes rebien, hija.
En fin, no me enrollo más, que canso, jajaja.
Besos!



martes, 6 de diciembre de 2011

Capítulo 21: No tiene por qué salir mal

Chris condujo a John hasta su habitación, nerviosa e impaciente a la vez. Abajo todavía se escuchaba el alboroto que estaban armando los demás en el salón. Entraron en silencio y John cerró la puerta detrás de él con cuidado. Se quedó allí plantado, con la espalda apoyada sobre la puerta cerrada, mirándola con el deseo pintado en la cara. Ella se quedó allí parada en el centro de la habitación, sin saber muy bien qué hacer a continuación pese a saber a la perfección qué era lo que iba a pasar. John esbozó una sonrisa pícara y se acercó a ella lentamente, sin decir una palabra. La abrazó muy fuerte, estrechándola entre sus brazos, y empezó a besarla lentamente con los ojos cerrados. Casi sin darse cuenta, Chris sintió de nuevo la mano de John por debajo de su blusa, acariciándole la espalda suavemente en círculos. Sin separarse de él, entrelazando sus lenguas en un frenesí dulce y apasionado a la vez, ella se hizo paso entre los botones de su camisa y empezó a acariciarle el pecho. Cuando notó el contacto, John paró de besarla durante unos instantes y se separó de ella unos centímetros, aunque todavía continuaba abrazado a ella. La miró sonriente y volvió a comenzar otra vez a besarla con breves besos en toda la cara mientras empezaba a desabrocharle a tientas su blusa. Christine no podía describir en aquellos momentos lo que estaba sintiendo. Cada caricia, cada beso que le daba, cada avance que él hacía por desnudarla, suponían para ella una especie de descarga eléctrica que jamás, nunca en toda su vida, había sentido.

Casi por inercia, ella también empezó a buscar los botones de la camisa de John y empezó a desabrochárselos lentamente. El chico soltó un gruñido de satisfacción antes de empezar a besarle suavemente el cuello a la vez que se sacaba a tientas el cinturón y se desabrochaba los pantalones. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, Christine le ayudó a bajárselos.

-Chica mala...-le murmuró él al oído cuando se quedó sólo con los bóxer que llevaba puestos ante ella.-Ahora no me quedará más remedio que quitarte todo eso que llevas encima...

Chris soltó una risita entre dientes a la vez que John empezaba a desabrocharle el sujetador y se lo quitaba él mismo. Casi en el acto, comenzó a acariciarle los pechos con la mano derecha mientras que con la izquierda le desabrochaba la falda, que cayó casi de manera automática a los pies de la chica. Justo cuando ocurrió eso, John paró de besarla en seco y se apartó de ella unos pasos. Al principio, la chica se quedó desconcertada por aquella interrupción aunque pronto recobró la sonrisa cuando vio que John la miraba con una mezcla de deseo y ensoñación.

-Qué bonita eres.-dijo al fin él con una voz tan ronca que a Chris casi le costó reconocerle.

Ella no contestó y se limitó a sonreírle. John se volvió a acercar a ella y empezó de nuevo a besarle en los labios, pero no se quedó ahí. Después de recorrerle a besos de nuevo toda la cara, el chico bajó por su cuello hasta llegar a sus pechos, mientras la acariciaba suavemente y la acercaba más y más a él. Continuó bajando, besando cada rincón de su cuerpo mientras ella se estremecía de placer, hasta que llegó a la altura de su ombligo y cesó de nuevo en sus besos insistentes. Rodeando con sus manos sus caderas, John levantó la vista y la miró a los ojos. Cuando sus miradas se encontraron, Chris sintió la sensación de que estaba flotando en una nube, de que estaba viviendo el momento más perfecto que una persona pudiera imaginar, y se olvidó de todo lo demás. Sólo estaban ellos dos. John y ella. Juntos. Y el mundo podía acabarse si quería en aquellos mismos instantes porque nada iba a romper aquel momento mágico.

John volvió a mirarla, sonrió dulcemente y entonces, con mucho cuidado, empezó a bajarle la ropa interior por las piernas. Después, casi con la misma lentitud con la que había bajado, volvió a ponerse de pie.

-Te quiero, pequeña.-le susurró pegándose a ella de nuevo.

-Y yo a ti...-murmuró ella con la voz entrecortada a causa de sus caricias insistentes y por el propio contacto de su cuerpo caliente contra el de ella.

John la empujó suavemente hacia la cama y los dos se dejaron caer allí, él encima de ella. Christine empezó a juguetear con la goma del bóxer que todavía John llevaba puesto y él le correspondió quitándoselo con un gesto impaciente que provocó en la chica una pequeña carcajada divertida y nerviosa a la vez. John rió también con aquello, evidentemente excitado por el contacto ya total de sus dos cuerpos desnudos. Después, sin perder la sonrisa, separó suavemente con una mano las piernas de la chica. Chris no se resistió. Lo deseaba. Lo deseaba más que a nada en el mundo. John empezó a acariciar suavemente su entrepierna y ella apenas pudo reprimir un suspiro de placer. Después, casi en el acto, el chico la penetró, suavemente, sin violencia pero contundente. Eso bastó para que todo el placer que había sentido hacía unos instantes se convirtiera en un dolor agudo. John pareció notar la expresión en su rostro y se mantuvo quieto durante unos instantes, dentro de ella, acariciándole de nuevo todo el cuerpo y besándola suavemente. Poco a poco, Chris fue notando como aquel dolor iba desvaneciéndose como si nada, dando paso a un profundo placer y a un inmenso deseo de que John continuara, así que le devolvió los besos de una manera tan apasionada que sirvieron al chico como una señal clara de que podía continuar. Y así lo hizo. Empezó a moverse, hacia adentro y hacia afuera de ella, al principio muy lento, saboreando cada movimiento y cada estremecimiento de sus cuerpos, y después, más y más rápido hasta que Chris notó como una oleada de placer que jamás había sentido antes la invadía por completo y se arqueó levemente entre los brazos de John, trémula. Él sonrió cuando entendió que había llegado al orgasmo y continuó durante unos segundos más, moviéndose insistente dentro de ella hasta que lanzó un suspiro de placer, hundió su cara en su cuello y paró de moverse, permaneciendo dentro de ella.

Estuvieron así durante unos segundos, sudorosos y sin decir palabra, Chris acariciándole el pelo húmedo por el sudor y John respirando agitadamente hasta que poco a poco fue recuperando el aliento. Después, el chico se incorporó sobre ella, y la besó en los labios, suave ya y sin prisa, para después tumbarse a su lado y mirarla a los ojos con una inmensa sonrisa que a la chica se le antojó soñadora.

-Guapo.-le dijo ella mirándolo a los ojos.

-Cómprate unas gafas, Christie...-bromeó él sin perder la sonrisa a la vez que se recostaba en la cama usando la almohada como respaldo y acercándola a él.

La chica se dejó guiar por él y apoyó la cabeza sobre su pecho desnudo, todavía sudoroso, a la vez que él jugueteaba distraído con su pelo.

-Ha sido perfecto.-dijo él al cabo de unos instantes.

-Lo sé.-contestó ella abrazándose más a él.

Se sentía como nunca allí con él y no quería que aquel momento acabara nunca. Y entonces, una idea horrorosa cruzó su mente, casi como  un relámpago fugaz que le hizo poner los pies en el suelo en el acto. Aquel momento sí iba a acabar. Y cuando acabara John volvería a su casa con su esposa y con su hijo. Quizás a la noche siguiente fuera Cyn la que estaba recostada sobre el pecho de John y no ella. Y se sintió mal, no porque tuviera remordimientos por lo que estaba haciendo, no, estaba ya demasiado enamorada de él como para preocuparse por eso. Se sintió mal porque una rabia inmensa se apoderó de ella, rabia por no poderlo tener así cuando quisiera, rabia por tener que esconderse como si de dos delincuentes se trataran, rabia por tener que compartir a John y rabia porque le quería con todas sus fuerzas y sabía, sin embargo, que aquello estaba abocado al fracaso. Y entonces, sin poder evitarlo, empezó a llorar.

********************

John estaba todavía ensimismado acariciando el pelo de Chris, feliz y sereno como nunca antes. Sí, se había acostado con decenas de mujeres, les había arrebatado la virginidad a muchas, pero aquello, sin lugar a dudas, había sido algo completamente diferente a todo lo demás, algo sencillamente mágico. Y es que jamás había sentido nunca nada tan fuerte al estar con una persona. Si ya se había encaprichado con aquella chica antes de que ocurriera aquello, ahora estaba completamente seguro de que ni nada ni nadie lo podrían separar de ella. Ella tenía todo lo que estaba buscando y él sabía que tenía todo lo que ella buscaba. Era así de simple, como simple era el hecho de que por primera vez en toda su vida, John podía afirmar sin mentir que estaba enamorado de una persona.

Estaba sumido en esos pensamientos cuando de repente lo notó. Primero fue un leve estremecimiento de Christie entre sus brazos, casi imperceptible, y después, casi al instante notó como algo caliente se deslizaba por su pecho desnudo. Eran lágrimas. Chris estaba llorando, abrazada a él, y John no tenía ni idea de qué le pasaba.

-¿Qué ocurre?-preguntó con voz débil, asustado.

La chica no contestó. Simplemente se limitó a apretarse más contra él y continuó llorando en silencio. En aquellos momentos, John estaba tan desconcertado que no sabía qué hacer.

-Chris...-murmuró él de nuevo mientras la obligaba suavemente a levantar la cara y le limpiaba las lágrimas con sus pulgares.-¿Qué pasa?

Christine soltó un pequeño suspiro y consiguió esbozar una sonrisa.

-Nada, tranquilo.-dijo finalmente con la voz entrecortada.

John la miró frunciendo el ceño. Mentía y además lo hacía fatal.

-No me digas que no pasa nada...-contestó severo.-Estás llorando.

-De verdad. No es por ti, John...-murmuró.-Sólo son paranoias mías. Y ya ha pasado.

-Quiero conocer tus paranoias, pequeña.-sonrió él.-No quiero que haya secretos entre tú y yo.

Christine esbozó otra sonrisa y descansó su cabeza de nuevo sobre su pecho, ahora ya más tranquila.

-Te quiero, John.-dijo al fin.

-¿Y por eso lloras? Sé que soy un mierda y que te dé rabia haberte enamorado de un imbécil como yo... Pero creo que tampoco es como para ponerte a llorar...-bromeó él medio en serio medio en broma. Aunque lo hubiera dicho con ironía, él mismo se sentía así: como un mequetrefe que no valía la pena.

Chris soltó una risita entre dientes.

-No digas estupideces, Lennon.-contestó ella al cabo de unos segundos.-No eres ningún mierda. Quizás un poco imbécil, pero no un mierda.-bromeó.-No era nada de eso.

-¿Y entonces?

La chica hizo un silencio, evidentemente no sabía por dónde empezar.

-Me da miedo todo esto.-contestó al fin.-Miedo de que no salga bien, de que todo se vaya al traste...

-Todo va a salir bien.-le dijo él suavemente dándole un beso en el pelo.-Yo te quiero y tú me quieres, ¿no? Entonces nada puede salir mal...

-Pero tenemos muchas cosas en nuestra contra...

-Si te refieres a lo que yo creo, tranquila, eso ya lo he pensado...

Christine levantó de nuevo la cabeza y le dedicó una mirada confundida.

-¿De qué estás hablando?-preguntó al fin.

-Te quiero a ti.-contestó él con decisión.-Es una tontería que continúe casado con alguien por quien no siento nada.

La chica se quedó mirándolo durante unos segundos, meditando la respuesta que él le había dado.

-Sería perfecto, Chris... Piénsalo. Tú y yo podríamos estar juntos sin tener que escondernos...-continuó John cuando vio que ella no pensaba contestar.

-Ya, lo sé...-contestó ella finalmente con una sonrisa.-Sería perfecto. Pero no pienses en eso ahora, Johnny.

-¿Cómo que no...?-empezó a decir él aunque no pudo acabar la frase. Chris le había callado con un suave beso en los labios y él se dejó llevar.

La chica se separó de él y John la miró con una sonrisa pícara antes de volverla a estrechar contra él. Tenía la sensación de que aquella chiquilla iba a hacer con él lo que quisiera, aunque a decir verdad aquello no le importaba lo más mínimo, es más, lo deseaba con todas sus fuerzas.

**********************

Las cosas ya se habían relajado un poco más en el salón. Sin saber muy bien cómo, Gwen de repente se vio allí sola con George, Mary y Ringo, que estaban susurrando y riendo entre ellos dos en el sofá. Ella en esos momentos estaba sentada al piano junto con George, haciendo los dos el tonto tocando melodías graciosas de anuncios de televisión y haciendo versiones extrañas de canciones conocidas, incluso de los propios Beatles.

-Oye Gwen...-dijo George de repente mientras ella tecleaba unas notas.-Creo que deberíamos irnos a dar una vuelta...

La chica se giró hacia él y le dedicó una mirada significativa. George, sin contestar, con una sonrisa en los labios, señaló con la cabeza hacia Ringo y Mary, que habían empezado a besarse en el sofá y parecían ajenos de todo lo que ocurría a su alrededor.

-Vamos.-asintió ella poniéndose de pie con una sonrisa.

George se puso también de pie y salieron en silencio del salón.

-Ponte una chaqueta, fuera hace frío.-dijo George en un tono protector que a Gwen le provocó un vuelco en el estómago.

Los dos se pusieron sus chaquetas y salieron al jardín. Efectivamente, hacía mucho frío a esas horas de la madrugada, aunque había que reconocer que era una noche muy hermosa. El cielo estaba completamente despejado y se podía contemplar a la perfección una luna creciente sobre el mar de estrellas que tenía a su alrededor.

-¿Te ha gustado la fiesta?-le preguntó George a su lado.

-¡Claro que sí!-respondió ella risueña.-Ha sido el mejor cumpleaños de toda mi vida.

George sonrió, feliz.

-Me alegro.-dijo el chico.-Pero creo que aún no ha terminado todo...

Gwen le dedicó una mirada extrañada a la vez que él empezaba a rebuscar algo en el bolsillo de su chaqueta. De pronto, George sacó una cajita pequeña de su bolsillo y se la tendió.

-Toma. Esto es para ti.

-¡Pero George!-exclamó ella.-¡Si tú ya me has regalado con los demás...!

-No seas tonta... ¿En serio creías que me iba a conformar en regalarte sólo algo con los demás? Ábrelo, venga.

Gwen sintió como los colores le subían a la cara y se alegró de estar en aquellos momentos fuera de la casa. Así, en la penumbra, quizás George no se diera cuenta de aquel detalle.

La chica agarró la cajita y la miró. Era de una de las joyerías más caras de Liverpool. Con un ligero temblor de manos, la abrió. Dentro había unos pendientes con una pequeña perlita al final, sin estridencias, sencillos sí, pero quizás eran los pendientes más bonitos que Gwen había visto en su vida.

-George...

-Los vi en el escaparate y pensé que te quedarían geniales, aunque si no te gustan puedes ir y que te...

-Son preciosos.-le cortó ella mirándolo a los ojos con una sonrisa.-Pero me sabe mal que...

-Boba.-dijo él también sonriendo.-¿Por qué no te los pruebas?

Gwen sacó los pendientes de su estuche y se los puso. No se los podía ver allí pero sabía que le quedaban perfectos.

-Déjame ver...-murmuró George acercándose a ella y apartándole el pelo con su mano suavemente. Gwen sintió un escalofrío cuando le rozó el cuello de manera casual.-Estás preciosa.

La chica le dedicó una sonrisa y George se mantuvo así, durante unos instantes, muy cerca de ella, mirándola a los ojos con una sonrisa tierna. Gwen sabía qué era lo que podría ocurrir a continuación y sintió como el corazón se le aceleraba.

Entonces, una carcajada dentro de la casa rompió aquel momento, haciendo que los dos se giraran hacia la puerta.

-John.-sonrió George recuperando su postura original.-A saber qué puñetas ha dicho o hecho ahora...

Gwen soltó una risita, aunque en aquel momento le vino le vino a la mente la escena que había visto hacía un rato, con John y Chris agarrados de la mano entrando por la puerta de la cocina.

-Oye George...-dijo ella dudando sobre si preguntárselo o no.-Ahora que dices de John... John y Chris...

George se giró y le dedicó una sonrisa.

-Están juntos, sí.-contestó él.-Un lío de cojones, ya ves. Yo me enteré hace un par de días.

-Entiendo...

Los dos permanecieron así en silencio durante unos segundos.

-Bfffff...-bufó George de repente frotándose las manos fuertemente.-Gwen, me estoy congelando... ¿Por qué no volvemos dentro? De todas formas mucho me temo que Mary y Ringo ya han sido interrumpidos...

Gwen soltó una carcajada con el comentario y entonces, por sorpresa, George le rodeó los hombros con su brazo, divertido, y la condujo así hacia el interior de la casa mientras Gwen se preguntaba cómo era posible estar así de a gusto con un chico.

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Paul había llevado a Alice a la pequeña sala de estar donde hacía tan sólo unos días le había estado cantando su nueva canción con la excusa de querer enseñarle unos discos nuevos que había traído de Estados Unidos. Lo cierto era que quería estar a solas con ella.

-Y éste es genial.-dijo Paul agitando uno de los discos que tenía en la mano.

-¿Por qué no lo pones?-preguntó Alice a su lado.

-No creo que sea la música más apropiada para una fiesta...-rió Paul.

-¿Y eso?

-Porque es la cosa más sensiblera que te puedas echar a la cara.-contestó él divertido.

-En todas las fiestas se pone algo de música lenta, ¿no, McCartney?-insistió la chica mirándole fijamente.

Paul se quedó mirándola también. Jamás había visto en ella aquella mirada penetrante.

-Como tú quieras.-sonrió él sacando el disco y poniéndolo en el tocadiscos.-No te burles como lo hace Lennon por tener un disco tan sentimental en mi colección, ¿eh?

-Tranquilo, no lo haré.-rió Alice.

Paul puso en marcha el tocadiscos y casi en el acto empezó a sonar una melodía suave, romántica, con una letra que no paraba de hablar del amor.

-Es preciosa.-dijo la chica al cabo de unos instantes de permanecer allí en silencio a su lado.

-Sabía que te gustaría.-contestó Paul suavemente.

-Claro que sí...

Entonces Alice hizo algo que él no se esperaba cuando apoyó su cabeza sobre su hombro y cerró los ojos, dejándose llevar por la canción. Fue un gesto simple, natural, como todo lo que hacía ella, pero que hizo que su corazón se le acelerara y que supiera que quizás aquel era el momento adecuado.

Casi sin pensarlo, Paul se giró, haciendo que ella levantara la cabeza y le mirara a los ojos. Quedaron los dos así, frente a frente, durante unos segundos hasta que Paul la rodeó suavemente por la cintura y la atrajo hacia sí. Volvió a mirarla antes de hacer lo que tanto deseaba, como comprobando que aquella vez nada iba a evitarlo. Alice lo miró también, con una sonrisa dibujada en su cara, y entonces, Paul,  la besó.

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Mary abrió los ojos y miró la hora en el despertador de la mesita de noche que tenía junto a su cama. Pese a que ya era tardísimo, no había dormido casi nada. Y es que, la noche anterior había llegado muy tarde a casa, ya con sol. No, no habían salido tan tarde de casa de los McCartney, aunque tampoco se habían ido pronto de allí. No, simplemente se les había hecho tan tarde (o temprano, según se mirase) a Ringo y a ella, porque todavía pasaron por el centro de Liverpool, a su apartamento, antes de volver a casa... Y ya se sabía... No obstante, aunque hubiera dormido poco, no se arrepentía lo más mínimo pues la noche anterior había sido una noche perfecta.

La chica se levantó de la cama y bajó a la planta baja. Afortunadamente, su madre había salido como todos los domingos a dar un paseo con sus amigas, un paseo del que solía regresar ya cerca del mediodía y por tanto no le permitía ver a la mujer las horas a las que se levantaba su hija. Se tomó un vaso de leche en la cocina y después subió de nuevo a toda prisa a su habitación para vestirse y arreglarla antes de que su madre regresase a casa. Apenas había terminado de hacer la cama, oyó como la mujer entraba en la casa.

-¡Mary! ¡Ya estoy en casa!-exclamó desde abajo.

La chica bajó de nuevo las escaleras y saludó a su madre con un beso en la mejilla.

-Vaya, qué contenta te has levantado hoy...-murmuró la mujer divertida.-Supongo que será por la visita que hoy nos tiene que hacer tu novio... El beatle ese...

Mary se puso seria de repente. El té con Ringo. Con todo lo que había pasado la noche anterior, casi lo había olvidado.

-Bueno, supongo.-respondió ella esbozando una sonrisa fingida.-Y no le llames “el beatle ese”, mamá, tiene nombre.

-Claro, claro... Richard, ¿verdad? No es necesario que te enfades...-sonrió la mujer entrando en la cocina.

Mary lanzó un suspiro y la siguió hacia adentro. La ayudó a preparar una comida rápida y comieron las dos juntas en la propia cocina. Mary apenas probó bocado. Estaba muy nerviosa por el encuentro que iban a tener Ringo y su madre dentro de unos instantes.

Las horas siguientes pasaron extremadamente lentas, como si las manecillas del reloj hubieran conspirado contra ella para hacerle perder todavía más la paciencia. Finalmente, a las cinco menos dos de la tarde, el timbre de casa sonó.

Mary pilló aire y se dirigió hacia la puerta seguida de su madre, cosa que la incomodó muchísimo. Abrió la puerta y se encontró con un Ringo sonriente, guapísimo, con traje de color gris de los que seguro se ponían para sus conciertos. Además, llevaba una bandejita en su mano con lo que Mary supuso que serían dulces y una botella de un anís en su carísimo.

-Hola.-saludó con una de sus mejores sonrisas. Se veía tranquilo y relajado, cosa que Mary admiró en esos momentos.

-Hola Rich.-sonrió ella.-Te presento a mi madre.

Mary se hizo a un lado para que Ringo pudiera darle la mano a su madre.

-Encantado, señora Hall.

-Un placer, Richard.-sonrió su madre.-Ya tenía ganas de conocer al famoso Ringo Starr.

Ringo le dedicó una sonrisa a su madre y entraron hacia adentro, su madre delante y el tranquilo de Ringo detrás de la mujer. Mary los miró con una sonrisa, aunque continuaba igual o más nerviosa que antes, y cerró la puerta detrás de ella. Suspiró. Sí, todo iba a salir bien. De eso estaba segura.


Holaaaa! Ya llegué por fin con nuevo capi. Un poco calentito el capi este, no creeis? jajajaja. Bueno, espero que os guste, como siempre, y gracias por estar ahí leyendo y aguantando las parrafadas estas que os suelto... XD Muacks!