martes, 31 de julio de 2012

Capítulo 54: Petardos y chispazos


La suite de aquel hotel de Memphis estaba en penumbras con el único sonido de fondo que ofrecía llanto de la chica. Hacía poco que John había acabado de cambiarse para salir ya de camino al  Mid-South Coliseum y estaban esperando a que de un momento a otro pasaran a recogerles. No obstante, el ambiente estaba tan sombrío y enrarecido que no parecía que estuviera a punto de irse a un concierto; más bien parecía que lo hubieran llamado para ir a la guerra.

John abrazó a Chris fuertemente mientras la chica sollozaba sin parar sobre su pecho. Odiaba verla así, pero debía reconocer que entendía sus razones ya que él mismo se sentía igual de agobiado aunque, obviamente, no se atreviera a manifestarlo delante de ella.

-Joder, peque…-le susurró dándole un beso en el pelo.-No me llores, venga…

-Pues no lo hagas, no toques esta noche…-sollozó ella sin despegarse de él ni un milímetro.-Ya has visto a toda esa gente que nos ha recibido con insultos desde el aeropuerto hasta aquí… Y esas amenazas de muerte que te han lanzado a ti directamente…

-Pero no va a pasar nada… ¿no lo ves?-intentó tranquilizarla él.-Durante los conciertos siempre hay un montón de seguridad… Además, todas esas amenazas son fanfarronadas, nada más.

-Yo no creo que sean fanfarronadas. Ésos son muy capaces.-le cortó ella levantando la vista y mirándolo con los ojos llorosos todavía.-Por favor, John, no toques. Invéntate algo, di que estás mal, enfermo, cualquier cosa… Ya escribiré yo alguna nota de prensa justificándote y…

-Christie…-le interrumpió él con una sonrisa.-Sabes que no puedo hacer eso. Tengo que tocar, no hay más.

-Pero…

-Tranquilízate, ¿quieres?-le cortó John con suavidad.-Anda, dame un beso y deja de llorar como una enana.

Chris esbozó una leve sonrisa antes de darle un tierno beso en los labios al que él le respondió con intensidad.

-¿Ves?-le dijo dándole un toque en la nariz cuando se separó de ella.-Así está mejor.

Antes de que a ella ni siquiera le diera tiempo a contestarle, llamaron a la puerta.

-Adelante.-dijo él.

-John, nos vamos.-les dijo Mal asomando la cabeza por la puerta.-¿Qué te pasa, Chris?

-Nada, sólo que estaba un poquito tonta pero ya se la ha pasado, ¿verdad, pequeña?-dijo John esbozando una sonrisa.

-Sí.-confirmó ella dedicándole una sonrisa a Mal.-Ya está.

-Me alegro.-contestó el hombre divertido.-Os esperamos abajo, ¿vale? No tardéis.

-Descuida.-le respondió John antes de que Mal volviera a cerrar la puerta de nuevo y, después, volviendo a mirar a Christine, le dijo:-¿Vamos o qué?

La chica se abrazó a él nuevamente y soltó un bufido de resignación.

-¡Qué remedio!-contestó finalmente.-Vámonos.

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Pese a los temores iniciales que había tenido Chris, el concierto se estaba desarrollando con relativa normalidad. Aquello, para qué negarlo, suponía un gran alivio. Quizás, tal y como John le había dicho en la habitación del hotel unas horas antes, aquellas amenazas que habían recibido no eran más que simples fanfarronadas para hacerse notar. Aun así, plantada en el backstage junto con los demás mientras miraban el concierto sin ser vistos por el público, no podía dejar de sentirse inquieta, con todas las alarmas puestas y esperando a saltar de un momento a otro.

-¿Veis? Tanto hablar de que si aquí las cosas iban a ser tan complicadas y no deja de ser otro concierto más…-dijo Penny mientras echaba un vistazo general al público.

Mary y Gwen dijeron algo a su lado, probablemente dándole la razón a Penny, pero Christine no las escuchó. Ella seguía a lo suyo, sin perder detalle de cada uno de los movimientos de John ni de la gente de las primeras filas, que eran los únicos que podían ver bien desde donde estaban ellas. Cualquier grito, cualquier gesto más exagerado de lo normal, la sobresaltaba y eso, en un concierto de The Beatles donde todo el mundo montaba un espectáculo digno de una película sólo por el hecho de tener a sus ídolos delante, era para volverse paranoica perdida, como estaba ella en aquellos instantes.

-Christine, Christine… ¡Christine!

El grito de Brian la pilló por sorpresa y se volvió hacia él con cara de pocos amigos.

-¿Qué pasa?-le preguntó de mala gana aunque nerviosa a la vez.

-Tienes que pasarle al periodista inglés que ha venido antes toda la información de los conciertos anteriores… Notas de prensa, calendario, actos a los que han asistido… Todo.-empezó a decir Brian.- Y, otra cosa, apáñatelas para cancelar esa entrevista que tienen en Nueva York para esa radio nueva… Me han dicho que no tiene muy buena fama y que…

Brian continuó parloteando sin cesar, aunque ella desconectó de lo que estaba diciendo. Estaba demasiado cansada, agobiada y nerviosa como para poder ponerle atención a todas aquellas cosas que en aquellos momentos le parecían asquerosamente superficiales. Y en aquel momento, cuando los chicos estaban presentando la siguiente canción que iban a cantar, lo escuchó. Sólo uno, pero potente. Inmediatamente, todos los que estaban allí se sumieron en un silencio sepulcral, incluidos los chicos en el escenario. Aquello que acababa de sonar con fuerza era, casi sin lugar a dudas, un disparo. En sólo unas milésimas de segundo, Christine notó como la sangre se le helaba en las venas y un pánico frío, irracional, se apoderó de ella. Se giró rápidamente, sin ni siquiera mirar a los demás, y en un impulso empezó a correr hacia la salida del backstage, en dirección al escenario y esperando encontrarse de un momento a otro a John tumbado sobre el suelo.

De repente, cuando estaba a punto de salir de allí, notó como alguien la agarraba por detrás, con tanta fuerza que incluso la levantó en el aire como si de una hoja de papel se tratara.

-¡Déjame salir, joder! ¡Déjame salir!-gritó ella histérica sin saber muy bien a quien le estaba gritando mientras forcejeaba por librarse de aquellos brazos.

-¡Tranquílizate, Chris!-le gritó Mal sujetándola aún con más fuerza.-¡Está todo bien! ¡Míralo!

Christine paró de forcejear por unos segundos y miró hacia el escenario. John continuaba de pie, como los demás, aparentemente bien.

-No ha pasado nada.-continuó Mal.-Sólo ha sido un gracioso que ha tirado un petardo al aire, nada más.

En el escenario, Paul reanudó la presentación de la canción que habían interrumpido segundos antes como si nada hubiera pasado, aunque era evidente que su hermano también tenía el susto en el cuerpo después de aquella broma pesada.

-Joder…-refunfuñó para sí misma.
                                                        
Cuando notó que ya se había tranquilizado un poco, Mal la soltó y ella, sin decir una palabra, se dirigió de nuevo hacia donde estaban los demás.

-Joder, Chris…-bromeó Penny cuando la vio acercarse de nuevo por allí.-No sabía que le tuvieras tanto miedo a los petardos…

Pese a que sabía de sobra que su amiga había dicho aquello para relajar un poco la tensión de aquel momento, a Chris no le sentó nada bien.

-Que te jodan.-le espetó.

Lejos de enfadarse, Penny se limitó a soltar una inmensa carcajada. No obstante, ella decidió no hacerle caso y se dejó caer sobre una de las sillas que había allí a la vez que cerraba los ojos y apretaba fuertemente la mandíbula para intentar frenar el avance de las lágrimas. Pese a que sólo había sido un susto, ella aún sentía como el corazón le latía a mil por hora. Y es que por un momento había creído que lo iba a perder… Una idea tan insoportable que nada más le venía a la cabeza le provocaba unas inmensas ganas de llorar y de gritar.

Pronto perdió la noción del tiempo de tan concentrada como estaba intentando controlar todo aquel aluvión de sentimientos que se apelotonaban en su interior. Por eso se sorprendió de lo rápido que le habían pasado los minutos cuando de repente la música dejó de sonar y escuchó el jaleo típico que hacían los chicos al entrar de nuevo en el backstage. Casi en el acto, volvió a abrir los ojos de repente y buscó a John con la mirada. No le costó encontrarlo justo detrás de George. Tenía el semblante bastante serio, como de quien acaba de pasar un mal rato.

-¡Johnny!-le llamó poniéndose en pie de repente y empezando a caminar hacia donde estaba él.

-Ey, hola peq…

Pero a John ni siquiera le dio tiempo a terminar la frase ya que ella se abalanzó encima de él para abrazarle fuertemente, sin importarle que tuviera aún la guitarra colgando. Sólo quería sentirlo, tocarlo, notar que sí, que efectivamente estaba bien y que no era un espejismo. Y entonces todos aquellos sentimientos que hasta hacía unos segundos había intentado mantener a ralla se desbordaron e, irremediablemente, Christine se puso a llorar. Le daba igual que los demás la estuvieran mirando, le daba igual todo. Necesitaba sacar aquella extraña mezcla que tenía de alegría por verlo bien, de rabia, de miedo y de ansiedad que tenía dentro.

-Ey…-le susurró John apartándola levemente para mirarla a la cara.-¿Pero por qué lloras ahora?

Chris lo miró a los ojos y se encogió de hombros, sin saber muy bien qué contestar a la vez que John soltaba una risita.

-Joder, pequeña…-rió él acercándola de nuevo hacia sí.-He pillado a la más llorona de toda Inglaterra.

El comentario de John hizo que todos los que estaban allí soltaran una risita tímida, incluida ella misma. Y es que, pese a que intentaran hacer como si nada hubiera pasado, Chris sabía que todos habían pensado exactamente lo mismo que ella cuando habían escuchado aquel maldito ruido tan semejante a un tiro.

-Bueno, dejando atrás las bromas…-interrumpió Brian de repente.-Será mejor que nos marchemos de aquí cuanto antes. Ya os ducharéis y os cambiaréis en el hotel. Ahora, larguémonos, ya hemos caldeado bastante el ambiente.

Todos los allí presentes, asintieron sin más y se pusieron en marcha, en silencio. Brian tenía razón: las amenazas continuaban ahí, así que sería mejor volver al hotel lo más rápido posible e incluso salir de la propia Memphis cuanto antes.

-Me has dado un susto de muerte…-susurró Chris cuando se sentó al lado de John en el autobús.

-Oh, tranquila…-le contestó él dedicándole una sonrisa.-¿Te confieso una cosa? Sé que nada me puede pasar mientras esté en un escenario, ¿sabes? No me preguntes por qué, pero me siento enormemente seguro mientras actúo.

Chris apoyó la cabeza sobre su hombro, sin contestar. Ella no estaba tan segura de lo que decía John. Aquello la había asustado mucho y, además, le había metido en el cuerpo un extraño malestar. De acuerdo, aquello había sido un simple petardo, pero algo le decía en lo más profundo de su ser que quizás, algún día, alguien podría hacer daño a John de verdad.

Como si le hubiera podido leer el pensamiento, John le pasó el brazo por el hombro y la abrazó fuerte. Chris continuó sin decir nada, limitándose a sentir su contacto, intentando así quitarse de la mente aquella extraña y nefasta premonición. Y es que, más que a nada, Christine McCartney temía a la soledad, a un futuro sin la persona a la que más había llegado a querer en el mundo. Miedo a perder a la piedra angular sobre la que había articulado su vida desde hacía poco menos de un año.

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-Yo no quiero continuar con esto.

Todos se quedaron mirando perplejos a George. La convicción con la que había pronunciado aquellas palabras les había pillado por sorpresa, aunque ya sabían de antemano que pensaba eso. Un incómodo silencio se hizo en la habitación de Paul, donde se habían reunido después de darse un baño y ponerse cómodos para hablar y discutir sobre todo lo que les estaba pasando.

-Creo que George tiene razón.-convino John al cabo de unos segundos.-Yo tampoco quiero continuar haciendo conciertos.

-Joder, chicos…-suspiró Paul.-No… Mirad, sé que esta última gira está siendo un completo desastre, pero…

-¿Pero qué?-le preguntó John apoyando su espalda contra el respaldo del sofá y dándole una calada a su porro.-No quiero volver a hacer una puta gira en mi vida, eso es todo.

-John… Estás cansado… Tu escándalo con lo de Jesucristo, lo de mi hermana y ahora lo del Vietnam te están pasando factura y…

-No es sólo eso.-le interrumpió George.-Está bien. John puede estar cansado de las polémicas y nosotros de pasar tanto tiempo dando tumbos por el mundo, pero hay más, mucho más. Aunque te parezca mentira, no quiero dejar esto sólo porque esté cansado. Tengo razones de muchísimo más peso para querer dejar los conciertos.

-¿Y cuáles son esas razones?-quiso saber Paul mirándolo fijamente.

-La falta de profesionalidad, ¿no lo ves?-le respondió él.

-¿Cómo qué…?-empezó a preguntar Paul.

-Tú lo sabes perfectamente.-continuó George.-Nuestros conciertos dejan muchísimo que desear: no nos escuchamos a causa de los gritos de las fans, el sonido es malo… ¡Nuestras actuaciones de Hamburgo sonaban mejor que las de ahora! Y eso no es todo… Muchas veces hacemos conciertos en unas condiciones deplorables, eso lo sabéis todos.

-Aún así… ¿Estáis dispuestos a perder el contacto con la gente?-insistió Paul.

-No se trata de perder o no el contacto, Paul.-le respondió George exasperado.-Se trata de evolucionar o quedarnos estancados en lo que estamos haciendo. Además, creo que podemos hacer cosas muy interesantes en el estudio, cosas que no se podrían reproducir en directo…

-George tiene razón.-intervino John.-Estoy completamente de acuerdo en todo lo que acaba de decir.

Paul soltó un bufido exasperado. Los entendía, sabía que George no decía ninguna mentira, pero aun así se resistía a abandonar lo que para él había sido su motor, su impulso hasta ese momento: las actuaciones en directo. Miró a sus amigos, primero a John y a George, que parecían estar completamente decididos, y después a Ringo, que se había mantenido en silencio hasta ese momento. Seguramente aún estaría más pendiente de sus problemas con Mary que de otra cosa, pero Paul necesitaba saber qué era lo que opinaba al respecto.

-Ringo, ¿qué opinas tú?-quiso saber.

-No sé…-contestó encogiéndose de hombros.-Yo también estoy hasta las narices de todo esto. Las giras no hacen más que traernos problemas y George tiene razón cuando dice que a lo mejor podemos hacer cosas más interesantes dentro del estudio que en directo…  Estoy con ellos dos.

Paul bajó la cara y clavó sus ojos en el suelo, meditando. Él, al contrario que los otros tres, necesitaba un poco más de tiempo para hacerse a la idea.

-Está bien…-dijo al fin.-Continuaremos hablando de esto en otro momento… Ahora creo que estamos todos demasiado cansados como para empezar con discusiones.

-Discusión ninguna, Macca.-le dijo John esbozando una sonrisilla irónica mientras se levantaba del sofá.-Somos tres, tú eres uno. Me voy a la cama, tíos.

Paul le clavó la mirada mientras salía de la habitación. Aquello había sido un golpe bajo, había sido como decirle que la decisión ya estaba tomada dijera lo que dijera. Había momentos en los que asesinaría a John gustoso y ése, sin lugar a dudas, era uno de ellos.

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Salir de Memphis había sido todo un alivio. Al menos, fuera de esa ciudad, parecía que las polémicas que había alzado John a su alrededor eran más débiles. No obstante, pese a que el tema de Jesucristo parecía haber quedado reducido a un segundo plano, seguía hablándose de su posicionamiento a favor de los disidentes de la guerra del Vietnam y de su relación con Christine antes de que él se divorciara. Y es que, tal y como le había dicho ella en Canadá, el lanzar la polémica de Vietnam para acallar los rumores sobre su relación, había servido de bastante poco. En aquellos momentos, simplemente, se hablaba de las dos cosas por igual.

-No podemos tocar así, joder.

Las palabras de George a su lado lo sacaron de sus pensamientos. John miró hacia el exterior y comprobó que, efectivamente, su amigo tenía toda la razón del mundo. Estaba lloviendo a cántaros. John alzó la cabeza hacia el cielo. Unos nubarrones negros cubrían el cielo por completo. Aquello no tenía pinta de parar en breve, pero aun así ya habían abierto las puertas del estadio, que se había llenado casi en el acto de fans.

-Deberían cancelar el concierto.-continuó George enfadado.

-No podemos hacer eso.-les dijo Brian por detrás.-¿Cuándo se supone que lo haríais? Vuestras agendas están completas hasta el final de la gira y ya nos han pagado por esta actuación.

-¡Pero está lloviendo muchísimo!-se quejó Ringo.

-Tranquilos, tíos…-dijo John con sarcasmo.-Eppie quiere que hagamos una versión moderna de “Cantando bajo la lluvia”.

-John…-le riñó el manager.-No es eso, lo sabéis. Además, he hablado con los organizadores. Me aseguran que no os vais a mojar, que van a poner los medios necesarios para poder tocar sin problemas.

-Pues espero que esos medios lleguen pronto…-intervino Paul.-Porque si no, no van a poder montar ni los amplificadores ni los micros ni nada.

-Tranquilos, ya veréis como al final todo sale bien.-les dijo Brian intentando tranquilizarles.-Venga, entremos dentro… Tenéis unas cuantas entrevistas pendientes. Ya veréis como cuando salgáis está todo a punto.

Los cuatro bufaron casi al unísono y siguieron a Brian hacia los vestuarios del estadio, donde al parecer deberían posar para unas cuantas fotos y hablar con la prensa. Parecía mentira, pero en aquellos momentos tenían más ganas de estar encerrados hablando con los periodistas que de salir a escena con la que estaba cayendo.

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Entre fotos y entrevistas, se habían pasado más de una hora dentro de los vestuarios y, aunque pudiera parecer tonto, Paul había esperado que cuando volvieran a asomarse de nuevo para ver el escenario, la lluvia ya hubiera parado. Pero no, se equivocaba de pleno. Y es que la lluvia, lejos de parar, continuaba cayendo y en esos momentos hasta parecía que lo hiciera con más fuerza que antes.

La única novedad que había era que ahora habían colocado un toldo con una lona que cubría el escenario, sobre el que ya se había montado todo lo necesario para el concierto. Paul esbozó una sonrisa amarga ante aquella visión. ¿Aquellos eran los famosos medios para que pudieran tocar en condiciones? Porque, viendo lo que veía desde allí, la lona de poco servía para evitar que se mojara el escenario y lo que había sobre él.

Echó un vistazo de reojo hacia sus compañeros. Todos estaban en silencio mirando hacia el estadio, con los instrumentos apunto para saltar al escenario, y, aunque no dijeran nada,  Paul supo inmediatamente que estaban pensando lo mismo que él.

Suspiró levemente, sin que nadie se diera cuenta. Al final, debería acabar dándole la razón a George y admitir que aquello de los conciertos era, simple y llanamente, un completo desastre que no tenían necesidad de sufrir.

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-¡Tenías razón, joder, tenías razón!-gritó furioso cuando entraron nuevamente en los vestuarios mirando directamente a George.

Su amigo se volvió hacia él y le dedicó una mirada divertida.

-¿En qué?-preguntó éste haciéndose el despistado a propósito.

-¡En que esto de los conciertos es una mierda!

George lanzó una risita.

-¡Toma! ¡Sécate y relájate!-le dijo George sin perder su sonrisa a la vez que le lanzaba una toalla limpia que Paul agarró al vuelo.

-¿Relajarme?-preguntó mientras se secaba la cara, que tenía completamente mojada.-¿Me estás diciendo que me relaje cuando he estado a punto de morir electrocutado?

-No seas exagerado, Paul…-rió John a su lado mientras empezaba a quitarse el traje mojado que llevaba.

-Cállate, Lennon.-le espetó él.-Como se nota que a ti no te daba descargas eléctricas el micrófono cada vez que lo tocabas.

-Bueno, he de reconocer que las chispitas esas que soltaban tu micro y los amplificadores eran bastante graciosas…-bromeó John.

-Sobre todo para Paul, ¿eh?-le siguió Ringo la corriente.

-¿Queréis callaros de una vez, gilipollas?-les dijo Paul con cara de pocos amigos.

-¿Quieres que te confiese algo?-le dijo George acercándose hacia él y sentándose a su lado.-Creo que esto ha sido una especie de castigo divino, de señal, o de algo así…

Paul le dedicó una mirada perplejo.

-¿Ácido o hierba, George?-preguntó finalmente.-¿Qué te has metido?

George soltó una risita antes de contestar.

-Ninguna de las dos cosas, Macca.-dijo.-Simplemente es que me hace gracia que tú, que eras el único que dudaba entre si seguir con las giras o no, hayas sido el que más puteado ha estado en este concierto.

Paul le estampó la toalla en la cara, haciendo que los otros, incluido el propio George, soltaran una risa divertida. Pero sí, su amigo tenía razón. Aquello quizás debería tomarlo como una especie de aviso: debían dejar de lado los conciertos, superar esa etapa y seguir adelante. Pero… ¿qué harían a partir de ese momento? Ahí, precisamente, era donde radicaba el quid de la cuestión.

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Ringo lanzó un suspiro exasperado cuando Mary cerró la puerta de la habitación cuando salió. Las cosas continuaban exactamente igual que en Toronto. Y es que ella apenas le hablaba y se mostraba tan fría y distante con él que incluso temía por el futuro de su relación. Sabía que en el fondo Mary tenía razón. Al fin y al cabo, si analizaba la situación desde fuera, sus celos eran perfectamente comprensibles. No obstante, no podía dejar de pensar que ella se estaba pasando, sobre todo, en la duración de su enfado. Le había pedido disculpas una y mil veces, había intentado hacerla reír, compensarla de alguna manera, pero nada. Mary simplemente se dedicaba a recibir todo aquello con una sonrisa inexpresiva y a no hacer prácticamente caso de nada.

En un primer momento, Ringo se había consolado intentando convencerse a sí mismo de que cuando la chica llegara a Nueva York, una ciudad que tenía muchísimas ganas de visitar, cambiaría su actitud. No obstante, no había sido así. Habían llegado de madrugada a la ciudad procedentes de Saint Louis y ahora ella se acababa de levantar y, sin ni siquiera darle los buenos días, había salido de la habitación como una bala.

Simplemente aquello era insoportable para él. El saber que la había cagado, que le había hecho daño y que ella aún seguía dolida era una sensación que lo abrumaba. Y es que Ringo no quería perderla. No quería perderla porque sabía que Mary era la persona a la que había estado esperando toda su vida.

Se levantó de la cama él también casi de un salto y empezó a vestirse con parsimonia, mientras continuaba dándole vueltas al asunto. Y entonces, una lucecilla se le encendió en la mente. Miró el despertador y sonrió: aún tenía unas cuantas horas libres antes de empezar a cumplir con la agenda del día.

Acabó de vestirse con rapidez y salió de la habitación aún con aquella sonrisa esperanzada pintada en la cara. Si aquello que tenía en mente no funcionaba para que Mary lo perdonase, entonces no iba a funcionar absolutamente nada.

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Paul colgó el teléfono con una sonrisilla triunfal y se dirigió otra vez hacia la cama, donde Penny empezaba a revolverse entre las sábanas.

-Buenos días, muñeca.-le saludó dándole un beso en los labios.

-Buenos días…-susurró ella abriendo los ojos.-¿Qué tal?

-Bien.-dijo Paul.-¿Y tú? ¿Preparada para disfrutar de nuestra mañana libre?

-Sí.-contestó Penny mientras se incorporaba en la cama.-¿Sabes? Me gustaría darme un paseo por Central Park y…

-Espera, espera, espera…-le cortó Paul sonriendo.-No tan rápido.

Penny le dedicó una mirada contrariada.

-He preparado otro plan que creo que te gustará más que ese paseo…-le aclaró él.

-¿Un plan?-le preguntó ella intrigada.-¿Y cuál es?

-No te lo puedo decir, es una sorpresa.

-Odio las sorpresas, Paul, y lo sabes.-le contestó ella enfurruñada mientras se cruzaba de brazos.-O me dices de qué va ese plan o me niego a participar en él.

-¿Y cómo te vas a negar a participar en él?-rió Paul, al que le hacía mucha gracia verla así.

-Pues me iré yo sola a pasear por Central Park y te vas a comer tu fantástico plan tú solito.-le respondió ella con determinación haciendo que a Paul se le borrara inmediatamente la sonrisa de la cara.

-Oh, Penny, venga, no seas así…-insistió.

-O me lo dices o me voy, tú eliges.

Paul soltó un bufido de fastidio. Le hubiera encantado darle esa sorpresa, pero al parecer, no tenía más remedio que ceder ante la presión de la chica.

-Está bien…-dijo al fin.-Verás… Acabo de quedar con una persona que sé que te hará ilusión conocer.

-No me cuentes las cosas a medias, McCartney. ¿Con quién has quedado?

-Con Bob.-claudicó Paul finalmente.-Con Bob Dylan.

Apenas dijo eso, Penny se lanzó a su cuello y lo abrazó con fuerza, haciendo que Paul soltara una enorme risotada ante su reacción.

-¡Joder, Paul, gracias!-gritó ella.-¡Eres el mejor! ¡El mejor!

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Ringo llamó de nuevo a la puerta de la habitación de John y Chris. Seguramente seguían durmiendo pero, aunque sabía como se las gastaba John si le despertaban a deshoras, necesitaba verlos. Bueno, a su amigo no, a Christine.

-Me cago en la puta, Richard.-le espetó John enfadado cuando abrió la puerta y se lo encontró allí plantado.-¿Pero qué coño quieres?

-Buenos días, ¿no?-rió él.

-Que te jodan, Starkey.-masculló John.-¿Qué haces aquí?

-Quiero hablar con tu novia.-le contestó él sonriendo.

-Está durmiendo. Ya hablarás con ella más tarde.-dijo John empezando a cerrar la puerta.

Ringo se apresuró a poner la mano para evitar que su amigo cerrara la habitación.

-Espera, hombre… No cierres.-dijo.-Venga, John… Necesito hablar con ella, de verdad.

-¿Y qué coño quieres tú de mi chica?-preguntó él remarcando las dos últimas palabras. Ringo sonrió. John y sus celos enfermizos. No iba a cambiar jamás.

-Nada, hombre...-le contestó.-Necesito que me acompañe a un sitio, tú también si quieres, y como tenemos la mañana libre he pensado que quizás le vendría bien.

John se quedó mirándolo durante unos segundos y, a continuación, largó una carcajada que descolocó a Ringo por completo.

-¿Qué pasa?

-¿Que qué pasa?-rió John.-Que por si no lo sabías en esta mañana libre que nos han dejado, Christie y yo tenemos otras cosas mejores que hacer que acompañarte a dar un paseíto.

Y, sin que a Ringo ni siquiera le diera tiempo a explicarse un poco mejor, John le cerró la puerta en las narices.

-Supongo que tendré que elegir eso yo mismo…-suspiró resignado mientras se dirigía hacia el ascensor.

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Penny apenas podía creer lo que le estaba pasando. Y es que allí, sentado frente a ella, tenía a una de las personas a las que más admiraba en el mundo: Bob Dylan. Simplemente era alucinante el poder estar manteniendo esa conversación con él, una conversación, sin lugar a dudas, de las más interesantes que había mantenido en los últimos años. Pese a que en un primer momento, había temido que se le cayera el mito de Dylan al conocerlo, debía reconocer que no era así en absoluto. De acuerdo, era muy seco y bastante cortante, pero aun así en persona era aún más sorprendente que visto desde fuera. Sabía que estaba hablando con un genio y por eso Penny estaba como en una nube de la cual no quería bajar.

Se mantuvo tan absorta durante toda la conversación que ni siquiera fue capaz de dedicarle ni una sola mirada o sonrisa a Paul, que se había sentado a su lado y sólo había participado de lo que decían los primeros cinco minutos. Después, se limitó a recostarse sobre el sillón y a mirarles mientras se fumaba un cigarrillo tras otro, aunque aquello a Penny no le importó para nada. Tenía delante a uno de sus ídolos y no iba a desaprovechar la oportunidad porque Paul estuviera raro.

-Pues a mí me parece bien que hayas pasado a un estilo más rock.-le comentó Penny más o menos cuando ya llevaban una hora allí. Habían estado hablando de la evolución de Bob y de cómo algunos de los fans de toda la vida se le habían vuelto en contra por ese motivo.

-Simplemente se trataba de dar un paso más allá.-le contestó Bob pausadamente.-Los que me acusan de haber traicionado al folck no tienen ni idea de nada…

-A mí sí que me ha gustado ese paso que has dado. No creo que hayas traicionado al folk.-le respondió Penny.

-No puedo haberle traicionado si jamás me he considerado un cantante folck, ¿no crees?-le dijo él con una sonrisa en los labios.-Me alegro de que te guste ese pequeño cambio en mi música, espero que no lo digas sólo por quedar bien como hacen muchos de los que me critican cuando me tienen delante.

Penny iba a contestar algo cuando vio de reojo como Paul se incorporaba.

-Tranquilo, Bob. Si Penny dice que le gusta tu evolución a un estilo más comercial…-dijo de repente remarcando la última palabra como si de un insulto encubierto se tratase.-Es porque es verdad. Es muy sincera. De hecho no duda en tacharnos a nosotros como a “bazofia comercial”…

La chica le dedicó una mirada confusa mientras Bob soltaba una risotada. Paul se limitó a responderle con una sonrisilla sarcástica antes de lanzarse hacia ella y darle un beso en los labios, un beso que a Penny le supo extrañamente furioso y, después, se separó de ella como si aquello hubiera sido lo más normal del mundo.

Penny no supo ni qué decir ni qué hacer mientras Paul volvía a apoyar su espalda en el sofá, así que simplemente se dedicó a ignorarle y a seguir hablando con Dylan sobre sus trabajos y sus proyectos.

Bob Dylan salió de la suite una hora y media después y, entonces, Penny se volvió hacia Paul con una sonrisa enorme dibujada en la cara y se reclinó sobre él con la intención de darle un beso en los labios, agradecida por lo que acababa de hacer por ella y habiendo olvidado casi por completo sus rarezas durante el encuentro. No obstante, se llevó una enorme sorpresa cuando el chico le apartó la cara de manera deliberada.

-¿Qué te pasa?-preguntó ella frunciendo el ceño, confusa ante aquella extraña reacción.

-Nada. A mí no me pasa absolutamente nada.-le respondió él poniéndose de pie con tono sombrío.-¿Qué te pasa a ti? ¿Eh?

-¿Perdona?

Paul soltó un respingo antes de contestarle.

-Ahora entiendo por qué tanto interés por conocerle.-dijo al fin en tono hiriente.

-¡Pero Paul!

-No hay peros que valgan. Te ha resultado muy interesante la conversación, ¿verdad? Quizás me hubiera tenido que marchar de aquí para que “profundizarais” un poquito más, ¿no, Penny?

-¡Para un momento!-exclamó ella.-¡Lo que estás insinuando no tiene ni pies ni cabeza!

-¿Ah, no? Vaya… ¡Qué alivio!-dijo Paul con sarcasmo.-Anda ya…

-¡No entiendo el por qué estás así de… así de… celoso!

-¿Celoso? ¿Yo? ¡Qué va! Estoy contento, Penny, contentísimo de ver como por poco te tiras encima de él.

Aquellas palabras, sin duda, le cayeron a Penny como un balde de agua fría. Y es que, para nada, en ningún momento había pensado hacer nada “raro” con Bob. Simplemente se había limitado a disfrutar de la conversación que le daba alguien a quien admiraba muchísimo. Por eso precisamente, aquellas palabras de Paul la indignaron. No obstante, decidió no contestar y, con paso decidido, se encaminó hacia la puerta.

-¿Adónde vas?- le preguntó Paul casi a gritos cuando vio que abría la suite.

-¡A qué me dé el aire un poco, imbécil!-le contestó ella antes de salir de la habitación dando un fuerte portazo tras de sí.

Y dicho esto, enfadada como muy pocas veces antes lo había estado, bajó las escaleras del hotel con la intención de dar un paseo por Central Park. Con un poco de suerte, aquello la relajaría un poco.

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Cuando Mary entró en la habitación, lo último que se esperaba ver allí era la mesa puesta con un par de velitas, con un Ringo arreglado en exceso que la miraba con una tierna sonrisa.

-¿Qué…?-empezó a preguntar ella.

-Ya que no puedo hacer una cena romántica por el tema del concierto, mejor hacemos un almuerzo romántico, ¿no?

Mary lo miró sorprendida y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Al parecer aquella iba a ser la manera de pedirle disculpas por lo de Toronto y la verdad era que por el momento parecía estar funcionando pues en cuestión de pocos segundos casi había olvidado aquel incidente por completo.

Se acercó hacia él con una sonrisa y le dio un suave beso en los labios, como para demostrarle que sí, que estaba dispuesta a perdonarle del todo y se sorprendió cuando Ringo la abrazó muy fuerte mientras le respondía a su beso, impidiéndole moverse de donde estaba. Y entonces, lo sintió. Sin dejar de besarla, Ringo le había agarrado la mano y en esos momentos estaba deslizando algo por su dedo. Mientras ella sentía como el corazón se le aceleraba, Ringo paró de repente de besarla y la miró con una sonrisa.

-Te quiero.-se limitó a decirle, aún abrazándola.

Mary bajó la vista y miró su mano izquierda para comprobar que, efectivamente, no se había equivocado, que tenía un precioso anillo en su dedo anular. En aquellos momentos ni siquiera sabía ni qué decir ni qué pensar y, aunque aquello sólo tenía un significado posible, Mary se negaba a creerlo.

-Ritchie…-murmuró con un hilillo de voz levantando su mano y mirándose bien el anillo.

-¿Te gusta? Me he dado un paseíto por Tiffany’s esta mañana… No sé si habré elegido bien, pero a mí me parece bonito.

La chica volvió a levantar la mirada. No podía ser. ¿Tiffany’s? Aquello que llevaba puesto sin duda debía de valer una fortuna.

-Claro que me gusta.-fue lo único que pudo decir.

-Bien, me alegro.-sonrió él poniéndose rojo como un tomate.-Y… bueno… Yo… Yo… Mary, mira… Lo siento mucho, siento mucho todo lo que pasó, sabes que te quiero a ti, te amo con locura y…

-Rich…-le interrumpió ella acariciándole la mejilla con suavidad.-Tranquilo. No pasa nada, está olvidado.

-¿En serio?

La chica asintió con la cabeza, sonriente.

-Y…-empezó a balbucear él nuevamente.-Mary… Esto… Tú… Tú…

-¿Qué?-preguntó ella divertida ante las dudas de Ringo.

Ringo agarró aire antes de contestarle. Mary lo miró fijamente: a juzgar por su expresión, iba a decirle algo muy importante.

-Mary Hall…-empezó a decir él.-¿Quieres casarte conmigo?


Holaaaaa! Y hasta aquí este capítulo! Como veis, sí que he llegado a escribirlo antes de irme. Ahora ya no actualizo hasta la siguiente semana porque cierro por vacaciones el chiringuito. A partir del 6/7 de agosto ya vuelvo por aquí a tocar las narices... Jajaja. En fin, que ya veis. Tenemos boda! Bodaaaa! Bodaaaa! Bodaaaaaa! Con lo poco que me gustan a mí esas cosas y la señorita Hall, en breve, señora Starkey, aún me va a obligar a vestirme bien e ir de boda... Ainsh! Qué ruina... A mi amor de mi María/Penny tengo que decirle una cosita: insisto, parece que me leas la mente, hija mía... Es poner en tu fic una boda (y sabes que yo ya tenía escrita esta parte) y yo otra: eso es telepatía beatlemaníaca, seguro! Bueno, creo que de todas maneras tu boda me gusta más que esta... Sin desmerecer a Mary Hall, que me ilusiona que se case, oye. XD
En fin, no molesto más y voy a ver si sigo haciendo malabares para meter en una maleta de 55 cm x 40 cm x 20 cm y máximo 10 kg. todo lo que me tengo que llevar. Deseadme suerte o enviadme una máquina que reduzca la masa y el volumen de las cosas, gracias. XD 
Besitos y pasadlo de puta madreeeeee! Y brindemos por Sifo! :P

viernes, 27 de julio de 2012

Capítulo 53: Una nueva polémica


Christine lanzó la revista que Mal le acababa de traer al suelo, enfadada como pocas veces antes en toda su vida lo había estado.

-Lo siento.-dijo el hombre.-No debí habértela traído.

-No seas ridículo, Mal.-le contestó ella.-Has hecho bien. Al fin y al cabo necesito saber qué es lo que opinan los medios sobre todo este asunto, ¿no?

-Lo malo es que parece que no os creen ni a ti ni a John…-masculló Mal sentándose a su lado.

-Ya. Supongo que hacen bien en no creernos, ¿no?-contestó la chica esbozando una sonrisa amarga.-Al fin y al cabo les estamos mintiendo.

Mal soltó un suspiro antes de contestar.

-Pese a que estáis mintiendo, estáis haciendo lo correcto.-le dijo finalmente mientras se ponía en pie.-Si dijerais la verdad, os juzgarían injustamente, sobre todo a ti, Chris.

-Lo sé.-contestó ella poniéndose en pie y recogiendo la revista que segundos antes acababa de lanzar al suelo.-Pero siento decirte que ya nos están juzgando aunque nos empeñemos en decir que no teníamos nada hasta este verano… ¿O acaso no has visto las pancartas que tachan a John de blasfemo y adúltero y a mí de puta? Por no hablar de los gritos, y no de amor precisamente, que algunas me dedican…

-No te alteres por eso, de verdad. Ellos no saben nada de lo que ha pasado en realidad.-le dijo Mal intentando tranquilizarla.

-Lo saben mejor de lo que parece, Mal: John estaba casado aún y yo me lié con él. Técnicamente tienen razón, aunque si te digo la verdad, me da igual lo que digan. Me dio igual la opinión de mi propio padre sobre este asunto y dejé de hablarme con él por eso… ¿cómo me va a preocupar lo que opine el resto de la gente?-le cortó ella encogiéndose de hombros mientras le tendía la revista.-Toma… Deshazte de esto antes de que venga John y lo lea, porque conociéndolo, él sí que se alterará más de la cuenta…

Mal le dedicó una sonrisa mientras agarraba la revista de nuevo y salió de la habitación sin decir una palabra. Nada más se cerró la puerta, Chris se dejó caer en uno de los sofás de su suite con un bufido. Estaba cansada, física y, sobre todo, psicológicamente, y se sentía al borde del precipicio. Desde las declaraciones de David, John y ella se habían convertido en noticia de nuevo y, pese a que los dos se habían apresurado en salir al día siguiente a desmentir todo aquello y a decir que antes de la gira por Asia eran simplemente muy buenos amigos que se conocían desde hacía mucho, nadie les había creído. La única nota de tranquilidad la había aportado Cynthia, que después de una intensa conversación de más de dos horas con John, les había prometido no decir nada. Chris sabía que no lo hacía ni por John ni muchísimo menos por ella, sino que lo hacía por Julian. Al fin y al cabo, si el padre del niño acababa odiándola eso acabaría por perjudicar a Jules. Y así fue; por muchas llamadas que Cynthia recibiera, siempre acababa alegando que la causa del divorcio era la que habían dado en su momento, las desavenencias y el hecho de estar demasiado tiempo separados debido al trabajo de él. No obstante, las declaraciones de supuestas personas que los habían visto juntos en actitud demasiado cariñosa por Londres antes de que se hiciera oficial el divorcio y el hecho de que la imagen de John ya estuviera bastante dañada, sobre todo en Estados Unidos desde sus declaraciones de Jesucristo, hacían que su excusa se hiciera difícil de creer.

Por lo menos, Canadá estaba siendo un poco más “permisivo” en todos aquellos aspectos que Estados Unidos. Y es que, durante el día que habían pasado allí, no había habido demasiado jaleo. Nadie les había recibido con gritos ni carteles hirientes y parecían poner en un segundo plano todas aquellas polémicas para limitarse a disfrutar de la presencia de The Beatles en su país y del concierto que iban a dar en Toronto esa misma noche. Quizás, pensó la chica con amargura, aquello era sólo un pequeño paréntesis de descanso antes de meterse de lleno en la América más profunda, como la llamaba Brian, y donde seguro no les recibirían con tanta amabilidad como en Canadá.

-Hola, pequeña.

El saludo de John la pilló por sorpresa de tan absorta como estaba en sus propios pensamientos. La chica levantó la mirada y le sonrió.

-Hola, guapo.-le respondió.-¿Ya habéis terminado con ese ensayo?

-Sí.-contestó John mientras se sentaba a su lado.-¿Cómo estás?

-Bien.-mintió ella dándole un beso en la mejilla.-¿Y tú?

-Igual de bien que tú, o sea, hecho una piltrafa.

Christine soltó una risita. Era evidente que los dos estaban tremendamente afectados por todo aquello y se les notaba a la legua.

-¿Hay alguna novedad sobre nuestro tema?-preguntó él al cabo de unos segundos en los que los dos permanecieron en silencio.

-No, nada nuevo.-contestó ella omitiendo el detalle de que la revista que le había traído Mal hacía unos minutos aportaba “nuevas pruebas” sobre su supuesto romance antes del divorcio.

-Joder…-murmuró él.-No entiendo por qué la gente ha de ser tan hipócrita y porque tienen que meterse en nuestra vida de esa manera. Al fin y al cabo, nos queremos, ¿no? ¿No debería de ser eso lo único que importa?

-Ojalá todos pensaran como tú, John… Pero ya ves que no es así…-le dijo ella.

John soltó un bufido de fastidio y se volvió a mantener en silencio durante unos segundos.

-¿Han traído los periódicos hoy?-quiso saber.

-Mal los acaba de traer hará poco menos de media hora.-le contestó ella.-Los tienes allí, sobre la mesa.

John se puso en pie y se dirigió hacia donde ella le había indicado. Agarró el primer periódico del montón que le había traído Mal y volvió de nuevo a su lado.

-¿Los has leído?-le preguntó él empezando a desplegarlo.

Chris negó con la cabeza. Aún no le había dado tiempo a ello con todo el jaleo de la revista y su trabajo del día preparando la rueda de prensa para la tarde anterior.

-¿Lo leemos juntos?

Aquella propuesta de John la hizo sonreír. Adoraba momentos como aquel. Quizás fuera una tontería, pero el sentarse juntos a leer los diarios, o cualquier cosa, mientras comentaban lo que iban leyendo, los acercaba muchísimo. Aparte de servirles para conocerse mejor, para saber qué pensaban de tal o cual tema, aquello les hacía reafirmar por encima de todo su amistad.

En un gesto que a Christine le pareció enormemente tierno, John, le pasó el brazo sobre sus hombros y la acercó a él antes de empezar a leer los titulares.

-Joder, qué fuerte…-dijo ella cuando leyó el primer titular que hablaba de los cientos de jóvenes que estaban pasando la frontera de Estados Unidos con Canadá para evitar ir a la guerra del Vietnam.-Es triste que uno se tenga que marchar de su casa para evitar que el gobierno de tu país te envíe a morir.

-A una guerra asquerosamente injusta… Porque esto del Vietnam apesta.-concluyó John mientras pasaba con la mano que le quedaba libre las páginas del periódico para ir a leer la noticia completa.

-Lo peor es que en Estados Unidos la mayoría de gente los tiene como a traidores…-dijo Christine mientras empezaba a leer.

-Estoy seguro de que hay mucha más gente de la que creemos que apoya a estos chavales…-le contestó él.-Lo que pasa es que no se atreven a decirlo.

-Para decirlo sería necesario ser un bocazas como tú, ¿no?-bromeó ella mientras le revolvía el pelo divertida.

John soltó una risita con la broma. Iba  a contestar algo cuando, de repente, alguien llamó a la puerta de la suite.

-Adelante.-dijo John en voz alta.

La puerta de la habitación se abrió con cierta timidez y apareció Neil.

-Dice Brian que vayáis preparándoos para la rueda de prensa.-dijo-Es en poco menos de media hora.

-¿Ya?-se extrañó Chris sin poder evitar dar un salto de su asiento.

-Ya.-sonrió Neil.-Os espero abajo, ¿vale?

-Vale.

Y, dicho esto, Neil volvió a cerrar la puerta tras de sí dejándolos solos de nuevo.

-Bueno, deberemos de dejar los periódicos por ahora, ¿no?-le dijo a John con una sonrisa.

-¡Qué remedio! El deber nos llama…

*****************************************************

Ringo acababa de bajar a la rueda de prensa y Mary estaba ociosa en su habitación. Decidió salir al pasillo para ver si alguna de las chicas estaba en sus habitaciones. La verdad era que todo aquello de la gira estaba siendo tremendamente aburrido: se pasaban todo el día encerradas esperando a que ellos acabaran con sus compromisos. Con suerte, se les permitía salir a pasear un par de horas; con menos suerte, el único momento del día en el que salían era el del concierto. Al menos, lo bueno de ir con ellos, era que se estaban alojando en hoteles de lujo, con lo que podían pasarse el rato disfrutando de todos los servicios que se les ofrecían…

Pasó por el lado de la habitación de George y la vio abierta. Sin poderse resistir, asomó la cabeza por la puerta y miró hacia adentro para ver si Gwen estaba allí. Efectivamente, la chica estaba tumbada sobre su cama, en una extraña posición, mientras escuchaba la radio y leía absorta lo que parecía ser un catálogo sobre arte moderno.

-Hola.-le saludó.-¿Molesto?

Gwen levantó la cabeza y se quedó mirándola con una inmensa sonrisa dibujada en la cara.

-No, claro que no.-le dijo.-¿Tú tampoco has bajado con ellos?

-¿Para qué? No creo que pinte mucho allí…-sonrió entrando en la habitación.

-Yo tampoco he querido bajar esta vez. La última vez que bajé con George fue cuando a John le tocó pedir disculpas por lo de Jesucristo y casi vomito… De verdad… Algunos periodistas pueden llegar a ser realmente pesados…

-Sí, tienes razón.-convino Mary.-Además, ahora con el tema de John y Chris se están volviendo insoportables…

-Sí… Maldito David…Recuérdame que lo busque y lo mate cuando volvamos a Liverpool.

-No creo que haga falta, creo que alguien se te adelantará.

-¿Tú?

-Si no lo pilla antes John, o la propia Chris, sí.-respondió Mary.

Gwen esbozó una sonrisilla amarga y se puso en pie casi de un salto.

-Oye… ¿Te apetece que vayamos a dar una vuelta sin chicos?-preguntó la chica de repente.

-Como no sea una vuelta hasta el hall del hotel…-respondió Mary con sarcasmo.

Gwen esbozó una sonrisilla malévola que a Mary le extrañó.

-¿Acaso alguien nos va a impedir que salgamos por la puerta?-preguntó mientras se ponía los zapatos.

-¡Gwen! ¡Nos pueden pillar y no sabes como se pondría Brian si…!

-Bah, chorradas.-le cortó Gwen risueña.-Nadie nos va a pillar. Para cuando acaben con esa rueda de prensa ya habremos regresado. Además, tengo muchas ganas de que me dé el aire…

-No sé…-dudó Mary.

-Venga, va…-le insistió su amiga.-Sólo iremos a este parque que tenemos ahí enfrente… Nos damos una vuelta y nos volvemos, tampoco creo que sea ningún crimen lo que vamos a hacer.

Mary miró a su amiga aún con ciertas dudas. No obstante, la determinación con la que Gwen acababa de decir aquello, la convenció en el acto. Además, en Canadá las cosas estaban tremendamente tranquilas comparadas con Estados Unidos, así que nada podía pasar…

-Está bien, vamos a dar ese paseo.

-¡Así me gusta!-exclamó Gwen saliendo de la habitación.

Mary la siguió con una sonrisilla dibujada en la cara. Lo cierto era que la ilusión de su amiga se le había contagiado y que tenía unas ganas tremendas de romper las reglas, aunque sólo fuera por un momento y con una cosa tan simple e inocente como salir a dar un paseo por la calle sin permiso. Era, básicamente, como hacer una travesura de niños pequeños, una travesura con la que ya había empezado a disfrutar.

-¿Vamos a ver si Penny se apunta?-sugirió Gwen una vez estuvieron en el pasillo.

Mary asintió con la cabeza y las dos se dirigieron hacia la habitación que Penny y Paul compartían, justo al lado de la de Gwen y George. Nada más llegar a la puerta, olieron el penetrante tufillo de la marihuana.

-Creo que Penny está más ocupada de lo que parece…-rió Gwen cuando llegaron a la altura de la habitación.-¿Qué hacemos? ¿Llamamos o qué?

-No sé…-dudó Mary.-Bueno, llamemos. Si no quiere venir que no venga…

Mary llamó a la puerta con los nudillos un par de veces y las dos chicas esperaron unos cuantos segundos a que alguien contestara. No obstante, desde dentro de la habitación no hubo respuesta alguna. Mary volvió a insistir de nuevo ante la mirada divertida de Gwen. Otra vez, nadie contestó.

-Creo que deberíamos irnos.-le dijo Gwen.

Justo cuando las dos estaban haciendo ademán de largarse de allí, oyeron unos pasos por dentro de la habitación. Casi sin darles tiempo a volverse de nuevo en dirección a la puerta, Penny abrió con cara de estar más muerta que viva, con el pelo desaliñado y con los ojos rojos. Parecía que se hubiera fumado todas las reservas de marihuana de Canadá.

-¿Qué queréis?-preguntó con la voz pastosa.

-Sólo saber si te querías venir con nosotras a dar una vuelta por afuera…-le dijo Mary, ya que Gwen no fue capaz de contestar nada a causa de la risa que le había entrado por ver a Penny en aquel estado.

-¿Paseo?-preguntó Penny poniendo cara de sorpresa.-¿Estáis locas?

-O sea, que no te apetece.-dijo Mary haciendo un esfuerzo monumental para que no se le pegara la risita de Gwen.

-Para nada. Paso.-le respondió Penny antes de volverles a cerrar la puerta de la habitación en las narices.

Las dos chicas no pudieron reprimir una carcajada cuando Penny hizo aquello; era tremendamente gracioso verla así de colocada. Aún entre risas, las chicas bajaron hacia el hall del hotel y se dirigieron hacia la puerta de la calle.

-¿Preparada para ser una chica mala?-preguntó Gwen en tono burlón.

-Preparada.-rió Mary.

Y las dos, sin pensárselo dos veces, salieron a la calle sin que absolutamente nadie reparara en su presencia.

********************************************************

-¡Maldito idiota!-le gritó Christine cuando la sala se vació de periodistas.-¿Estás loco? ¿Se puede saber qué es lo que te pasa? ¿Es que acaso no tienes suficiente con toda la mierda que nos ha caído encima como para que ahora…?

-Tranquila, pequeña.-le cortó John con parsimonia mientras se encendía un cigarrillo.-¿Quieres?

-¡Una mierda! ¡Eso es lo que quiero!-gritó ella exasperada.

John soltó una risita divertido.

-Tienes unos gustos un poco raros…-comentó divertido mientras le daba una calada a su cigarrillo.

-Christine tiene razón, John.-le reprendió Brian cuando vio la tranquilidad con la que se estaba tomando todo aquello.-¿Acaso no te das cuenta de que te acabas de meter de lleno en una nueva polémica? ¡Sabes de sobra que tenéis prohibido hablar de política!

-Me la suda lo que tengamos o no tengamos prohibido.-le respondió John en tono cortante.-Sólo he dicho lo que siento: apoyo a todos esos chavales que están cruzando la frontera de Estados Unidos con Canadá para evitar que les envíen al Vietnam. ¿Es algún crimen el ser sincero, Eppie?

Brian soltó un bufido de fastidio pero, ante la sorpresa de todos, no contestó nada.

-¿Subimos arriba, Christie?-le preguntó a la chica al cabo de unos segundos.

Chris soltó un respingo de mala gana, pero asintió con la cabeza y salió detrás de él de la sala, dejándose a los otros tres junto con Brian, Neil y Mal allí.

-No te habrás enfadado por lo que he dicho, ¿no?-le preguntó John cuando los dos entraron en el ascensor.

-Joder, John…-contestó ella nerviosa.-No me enfado, sabes que yo también pienso lo mismo… Pero justamente ahora… ¿Otra polémica? ¿Sabes como caerá esto en Estados Unidos?

-Les caerá como una patada en el culo, lo sé.-contestó él sonriendo.-Pero era eso lo que buscaba, ¿sabes?

Chris le dedicó una mirada confundida.

-¿Cómo?

-Pues que espero que con esto se deje de hablar de lo nuestro…-sonrió él.-Igual si ahora se ceban hablando de lo de Vietnam, se olvidan de lo otro.

John vio aliviado como Chris esbozaba una media sonrisa delante de él. Obviamente, no estaba enfadada.

-Eres un tonto…-dijo ella al fin, pero sin ningún rastro de resentimiento en su voz.-Un tonto rematado: ahora van a estar hablando de lo nuestro y lo del Vietnam. Ya lo estoy viendo… A partir de ahora, tus carteles de bienvenida añadirán una palabra más a su típica frase… Ahora vas a ser el “blasfemo, adúltero y subversivo John Lennon”.

John no pudo evitar soltar una risita. Lo cierto era que ella tenía toda la razón del mundo, pero ya se había cansado de tener siempre puesta su careta de chico bueno que no habla de temas espinosos. Simplemente, ya no le importaba el hecho de ser políticamente correcto; ahora le importaba más ser sincero y coherente con sus ideas. Y, al parecer, Chris pensaba exactamente lo mismo.

****************************************************************

-Joder, Gwen, déjame disfrutarme el helado tranquila…-se quejó Mary.-Parece mentira que fueras tú precisamente la que me ha propuesto esta escapada…

-Pero la rueda de prensa seguro que ya ha terminado y cuando no nos vean se preocuparán y…

-Y llamaran a la policía montada del Canadá para que nos busquen.-le cortó Mary divertida.-Tranquila, no es para tanto… Me acabo mi helado y nos vamos.

-Pues adelanta…-replicó Gwen mirando a su alrededor con nerviosismo.-Jamás he visto a nadie comerse un helado tan lentamente…

Mary sonrió y continuó comiéndose su helado con deliberada lentitud. La verdad es que estaba disfrutando haciendo rabiar a Gwen. Era curioso: Gwen había pasado de ser la transgresora de las reglas, a ser la preocupada por todo.

-Está bueno este chocolate…-dijo con la simple intención de picarla mientras saboreaba su helado.

-¡Mary!-le riñó Gwen.-¡No tienes remedio! ¡O te acabas eso ya o te lo hago tragar!

Por toda respuesta, Mary se limitó a soltar una carcajada divertida.

-Venga, Gwen… Relájate… Los nervios no son buenos…

-Tampoco es demasiado bueno el hecho de que nos hayan reconocido, ¿sabes?

La frase de Gwen le cayó a Mary como un jarro de agua fría.

-¿Cómo?-preguntó mirando a su alrededor instintivamente.

-Pues que aquellas dos de allí, las que están sentadas en ese banco, nos están mirando desde hace un buen rato…-le aclaró Gwen señalando disimuladamente con la cabeza hacia el lugar donde estaban aquellas dos chicas.

La chica miró nerviosa, sin ningún disimulo, hacia donde Gwen le señalaba. Lo que vio allí la dejó estupefacta: las dos niñitas que habían visto en Chicago, estaban ahora allí sentadas, mirándolas a ella y a Gwen con una sonrisilla pintada en la cara.

-A esas dos las conozco…-masculló entre dientes.

-¿Las conoces?-se extrañó Gwen, que la miró como si de repente se hubiera vuelto completamente loca.

-Sí.-le confirmó Mary.-Las vimos Penny y yo cuando estuvimos en Chicago, en el hotel, y ahora aquí… Creo que nos siguen.

-Gran deducción, Hall… Sherlock Holmes a tu lado es un maldito aficionado.-bromeó Gwen.

Mary no hizo caso de la ironía y se terminó su helado casi de un bocado antes la mirada atónita de su amiga.

-Voy a hablar con ellas.-dijo de repente con determinación antes de ponerse en pie de un salto.

Sin esperar a que su amiga se levantara de su asiento siquiera, Mary empezó a caminar con paso decidido hacia aquellas dos chicas. No sabía por qué, pero la verdad era que estaba un poco, ¿cómo decirlo?... ¿asustada?

-Hola.-las saludó cuando estuvo a unos pocos pasos de ellas.

Las dos chicas levantaron la vista y se quedaron mirándola de arriba  a abajo. Mary sonrió para sus adentros: sólo les faltaba abrir la boca de pura sorpresa. Era evidente que no se esperaban para nada que fuera de cara a ellas así como así.

-Hola…-contestaron las dos casi al unísono, aunque apenas con un hilillo de voz.

-Creo que nos hemos visto antes, ¿no?-les dijo ella a bocajarro.-En Chicago, ¿me equivoco?

Las dos chiquillas empalidecieron casi de repente.

-B…b…bueno…-tartamudeó la que parecía ser un poco más mayor de las dos.-Sí… En realidad…

-¿Por qué venís detrás de nosotros?-preguntó Mary al ver que la chica había interrumpido sus palabras.

-Teníamos entradas para los conciertos que habéis dado en Chicago, Detroit, Boston, Washington y este de esta noche en Toronto también.-contestó la otra.

Mary escuchó como por detrás de ella Gwen no podía reprimir una risita por lo bajo.

-Pero… ¿y os dejan ir dando tumbos por toda Norteamérica?-quiso saber Mary.

-Es el regalo de nuestros padres por haber aprobado el curso…-contestó la más mayor algo avergonzada.

Mary se quedó mirándolas extrañadas, al igual que Gwen. Definitivamente, los padres de esas dos, aparte de tener muchísimo dinero, estaban igual de locos que sus hijas.

-Ya…-masculló Mary.

-¿Y dónde os estáis quedando?-quiso saber Gwen por detrás.

-En uno que hay cerca del vuestro… Aunque no nos habíamos visto hasta ahora.

-Perdonad…-dijo la más jovencita con timidez.-Pero… ¿Sería mucho pedir si…?

-¿Si qué?-le animó a continuar Mary al ver que dudaba en si preguntarlo o no.

-Veréis…-contestó la más mayor.-En todo lo que llevamos de gira… No los hemos podido ni siquiera ver de cerca más que en los conciertos… Sólo queremos un autógrafo y una foto… Si no fuera mucho pedir, claro.

-O sea, que queréis que os los presentemos.-dijo Gwen divertida.

-Si no es molestia… A mí me encantaría hablar con John y a mi hermana con Ringo, aunque claro, también nos encantan George y Paul… Sería la ilusión de nuestras vidas.

Mary arrugó la nariz repentinamente al oír el nombre de Ringo. ¿Celos? Podría ser, aunque a decir verdad aquellas dos chiquillas no le daban muy buena espina.

-Bueno, se verá lo que se puede hacer.-contestó Gwen al cabo de unos segundos.-Nosotras tenemos que volver ya al hotel… ¿Nos vamos, Mary?

Mary asintió con la cabeza y, ni sin tan siquiera esperar a que aquellas dos se despidieran, se fueron de allí.

-¿Por qué les has dicho eso?

Gwen se volvió hacia ella con cara de sorprendida. Llevaban cerca de cinco minutos caminando en silencio, deprisa, de vuelta al hotel. Cinco minutos en los que las dos se habían mantenido en un sepulcral silencio, sumidas en sus pensamientos.

-¿Decirles?-se extrañó su amiga.- ¿El qué?

-Que veremos lo que podemos hacer para presentarles a los chicos…-contestó ella.

-Bah, Mary… Sabes que no es cierto… No voy a mover un dedo para que ellos vayan a buscar a esas dos…

-Más te vale.-le contestó ella con tremenda sinceridad.

-Oye, Mary…¿Te pasa algo con esas dos?

-Nada.-respondió ella.-Absolutamente nada, pero la mayor no me ha hecho ni pizca de gracia.

-Claro…-rió Gwen.-No te ha hecho ni pizca de gracia porque está enamorada de tu Ringo…

-No es eso, Gwen, no es eso… Simplemente me ha dado la sensación de que busca algo más que conseguir un simple autógrafo y una foto…

*********************************************************

Paul bajó del ascensor cansado. Lo cierto era que todo aquello de Chris y John le estaba afectando más de la cuenta: lo de John le daba un poco más igual, pero no soportaba que muchos estuvieran tratando a su hermana de puta. No es que esperara comprensión ni que le sorprendiera la reacción de la gente. De hecho, se lo había esperado desde que los dos habían empezado. No obstante, no dejaba de irritarle la obsesión de la gente por opinar sin saber absolutamente nada de la situación. Además, para qué negarlo, se sentía un poco impotente al ver que nadie, absolutamente nadie, ni siquiera en el Reino Unido, parecía querer creerse la anodina excusa de “que sólo éramos buenos amigos” que estaban dando su amigo y su hermana. De acuerdo, era una mentira, pero aun así le indignaba que ya no todos creyeran a pies juntillas lo que dijera cualquiera de los cuatro Beatles sólo por ser los “chicos buenos oficiales”. Al parecer las cosas estaban cambiando más de lo que se imaginaban.

Casi arrastrando los pies, se encaminó hacia su habitación. Apenas faltaban un par de pasos para llegar a la puerta cuando lo olió. Sonrió. Desde donde estaba él se podía oler el aroma de la marihuana. Seguramente Penny se lo habría pasado en grande durante su ausencia. No, aquello no le enfadaba para nada, más bien todo lo contrario. De hecho, era una de las cosas que más le gustaban de Penny: no tenía prejuicios hacia nada y sentía como a su lado no tenía porque esconderse para hacer cosas; como a su lado no tenía por qué ponerse la careta ni fingir ser alguien que no era en realidad como le había pasado prácticamente en todas las relaciones sentimentales que había anteriormente. Si quería fumarse un porro en su presencia, lo hacía, incluso lo hacían juntos; si le apetecía emborracharse, se emborrachaba; y así con un largo etcétera de cosas. ¡Ni pensar que hacía tan sólo unos meses había estado odiando a aquella chica, cuando en realidad parecía que estuviera hecha precisamente para él! Era como, si de repente, Paul McCartney hubiera entendido que no estaba hecho para las típicas niñas monas y perfectas con las que había estado saliendo hasta el momento, sino para todo lo contrario: necesitaba a alguien que le permitiera ser él mismo, alguien que no le juzgara por no ser el ser perfecto que muchos esperaban que fuera. Y Penny, sin lugar a dudas, era esa persona.

Abrió la puerta de su habitación con mucho cuidado y asomó la cabeza antes de entrar del todo con la idea preconcebida de encontrarse a su novia allí, tirada en la cama y sin ni siquiera poder articular palabra por el colocón. Pero no, se equivocó de plano. Allí, sobre la cama, sentada y escribiendo frenéticamente en un cuaderno como si le fuera la vida en ello mientras escuchaba música a muy poco volumen, estaba Penny. Paul la observó sorprendido durante unos segundos: parecía colocada de verdad, pero a la vez inmensamente concentrada en lo que estaba haciendo.

-Hola.-la saludó al fin entrando definitivamente en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.-¿Qué haces?

La chica no pudo reprimir dar un pequeño salto a causa de la interrupción repentina y se volvió hacia él, ruborizada.

-Nada…-contestó mientras cerraba el cuaderno con un golpe seco.-Sólo escuchaba música.

-Sí, ya lo veo…-masculló Paul sonriendo.- ¿Bob Dylan?

-Ya sabes que me encanta… Es un jodido genio.

-Quizás algún día te lo presente… -le dijo Paul a la vez que se sentaba junto a ella en la cama.- Pero aparte de estar escuchando a Dylan, estabas escribiendo… No sabía que llevaras un diario ni nada por estilo…

Penny le apartó la mirada avergonzada y negó con la cabeza.

-Es que no llevo ningún diario.-aclaró.

-¿Y entonces qué escribías?-preguntó él, curioso.

La chica dudó durante unos segundos, evidentemente pensando en si debía contestar o no a la pregunta de Paul.

-Una historia.-contestó al fin clavando la mirada en el cuaderno.

-¿Una historia?

-Sí, eso he dicho.-le replicó ella.-A veces me inspiro y escribo cosas… Historias largas, cortas… Incluso poemas… No sé, lo que me viene a la cabeza.

-Vaya… No sabía de esta faceta tuya…-contestó Paul pasándole una mano por el pelo.-¿Y puedo leer esa historia que estabas escribiendo?

Penny levantó la mirada y clavo sus ojos en los suyos.

-No.-le contestó secamente.

-¿Y por qué no?-preguntó él frunciendo el ceño.

La chica lanzó un profundo suspiro antes de contestar.

-Pues porque es tremendamente mala.-contestó al fin.

-Tonterías, no lo será.

-Sí lo es.

Paul soltó una risita divertido ante la determinación de Penny. Le hacía mucha gracia verla así.

-¿Y si lo es qué importa? Déjame, venga…-insistió.

-Te he dicho que no.

Pero Paul no estaba dispuesto a darse por vencido con la negativa de la chica, así que, con un gesto rápido, antes de que ella pudiese reaccionar, agarró el cuaderno que descansaba sobre la cama a escasos centímetros de él.

-¡Paul! ¡Dame eso!-exclamó ella haciendo un vano intento por recuperar lo que era suyo.

-No.-rió él mientras lo abría.-Voy a leer esta historia, te guste o no.

Penny se limitó a soltar un respingo y a cruzarse de brazos con cara de pocos amigos a su lado.

-Haz lo que te dé la gana.

-Eso es precisamente lo que iba a hacer…-le contestó Paul divertido mientras empezaba a leer la primera frase de aquella historia que, según Penny, era tan mala.

-Pues avisa cuando acabes.

Paul apenas pudo escuchar aquella frase que le había lanzado Penny antes de tumbarse en la cama, a su lado y con los ojos cerrados, de tan absorto como estaba en aquella imprevista lectura. Y es que, en esos momentos, tenía la mente ocupada intentando visualizar a la protagonista de la historia de Penny, una chica que, después de mucho sufrir a su familia, debía escaparse de casa. Sin apenas darse cuenta, se sorprendió pasando hojas, hojas y más hojas de aquel cuaderno. Aquello era fascinante: no podía parar de leer; estaba enganchado a aquella historia que en realidad no era una historia, sino una novela en toda regla. Y justo en uno de los momentos más interesantes, Paul pasó la página y comprobó, con fastidio, que allí precisamente era donde había parado Penny de escribir cuando él había entrado en la habitación y la había interrumpido.

-Joder…-dijo para sí mismo.-Qué gilipollas eres, McCartney… La has interrumpido en el momento clave…

Cerró el cuaderno con suavidad y lo depositó de nuevo sobre la cama. Después, casi instintivamente, miró su reloj de pulsera para comprobar, casi sobresaltado, que se había pasado más de hora y media allí leyendo aquello sin ni siquiera darse cuenta.

-Penny, Penny…-llamó a la chica, que se había quedado dormida a su lado.

Ella se revolvió levemente en la cama al escuchar su nombre.

-¿Qué pasa?-masculló sin abrir los ojos, más dormida que despierta.

-Esto… ¡Esto que escribes es alucinante!-le dijo Paul ilusionado.-¿Cómo lo haces?

Penny entreabrió los ojos y le dedicó una sonrisilla sarcástica.

-Con bolígrafo y papel.-respondió.

-Qué tonta estás…-dijo él sin poder reprimir una sonrisilla.-En serio, es muy buena…

-Deja de fingir.

-No finjo, lo sabes.-le contestó él.-¿Has pensado que esto podría incluso publicarse? Podría ponerte en contacto con algunos amigos míos que…

-¡Ja!-exclamó ella mientras se sentaba en la cama.-Ni lo sueñes, McCartney. Esto no se publicará en la vida. No es tan bueno como para eso y, aunque lo fuera, no querría publicar sólo porque tú tienes contactos.

-Oh... ¿Por qué eres así?-se quejó él.-Por intentarlo no pierdes nada y…

-Oye, ¿tú conoces el significado de la palabra “no”?-le cortó ella.-Pues eso.

Paul se quedó mirándola con cara de niño bueno, como si con aquello la pudiera convencer de que él tenía razón. No obstante, Penny se limitó a soltar una carcajada y a darle un golpecillo amistoso en el hombro.

-Anda, McCartney…-le dijo ella.-Cámbiate. Ya es casi hora de ese concierto y en nada pasarán a por ti…

Paul miró de nuevo su reloj. Sí, Penny tenía razón y, aunque en aquellos momentos era lo último que le apetecía, ya era hora, como decía ella, de ir preparándose para su concierto.

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Ninguno de los allí presentes podía negar que la fiesta que les estaban dando después del concierto estaba siendo una de las mejores que habían tenido durante la gira. Estaban en una de los locales más lujosos de todo Toronto y, aunque al principio habían pensado que aquello sería más que nada una cena con los altos cargos y demás peces gordos de la ciudad, se habían equivocado. Y es que allí, en esos momentos, había de todo menos gente “de traje”: artistas, disc jockeys y demás personas, sobre todo jóvenes influyentes, se apelotonaban entre aquellas cuatro paredes. Además, era un alivio que muy pocos se acercaran para atosigarles, así que estaban todos a su aire, hablando cuando les apetecía con el resto de los allí presentes y concentrados en, simplemente, disfrutar de la noche.

-¡Chicas!-exclamó Christine de repente acercándose junto con Penny hacia donde estaban ellas.

Mary no pudo evitar soltar una risita al verla: jamás la había visto tan borracha en toda su vida. Penny también parecía estar más o menos en las mismas condiciones y las dos ofrecían una estampa realmente cómica, aunque, a decir verdad, ni ella ni Gwen estaban mucho mejor que sus dos amigas.

-¡Cuidado! ¡Que os caéis de cabeza!-les gritó divertida.

-Shhhhh…-les mandó callar Chris cuando llegó a donde estaban.

-¿Caer de cabeza?-preguntó Penny entre risas.-¡Pues si vamos súper bien!

-Bien borrachuzas.-les corrigió Gwen entre risas.

-Pues eso, lo que ha dicho mi cuñada Penelope… Vamos súper bien.-le replicó Chris.-Ale, rancias, levantaos de ahí que nos vamos a tomarnos unos chupitos de tequila.

-Y son gratis. No hay que desaprovechar la ocasión.-añadió Penny agarrando a Gwen y a Mary de las manos y obligándolas a levantarse mientras las dos chicas se partían de risa.

Casi a rastras, Penny y Chris las llevaron hacia la barra que había a escasos metros de allí.

-¿Por qué brindamos?-preguntó Gwen levantando su vaso al aire a la vez que lo hacían las demás.

-¡Por “sifo”!-se apresuró a gritar Chris riendo.

-¿Por “sifo”?-preguntó Mary mirándola extrañada.

-¡Claro!-rió su amiga.-¡Por “si follamos esta noche”!

Ni Gwen, ni Penny ni ella pudieron reprimir una inmensa carcajada al escuchar aquello.

-¡Pues por “sifo”!-exclamó Mary levantando también su vaso.

-¡Por “sifo”!-exclamaron también Gwen y Penny antes de que las cuatro se bebieran el chupito de un solo trago.

-¿Y para mí no hay?-preguntó George por detrás mientras agarraba a Gwen fuertemente por la cintura.

Gwen soltó una risita y se dejó abrazar por George.

-¿Tú también quieres brindar por “sifo”?-le preguntó.

-¿Por “sifo”? ¿Qué es eso?

-Mmm… Ya te lo explicaré más tarde…-le contestó ella sonriendo pícaramente antes de darle un beso en los labios.

-¡Joder con Gwen!-rió Chris.-¡Se nos está desviando del camino recto! ¡Te irás al infierno!

-Qué te den, Chris…-rió Gwen.

-Eso, eso…-intervino George.-¡Deja en paz a mi chica! Por cierto, yo de ti iría al baño de caballeros a ver cómo está John…

-¿Al baño? ¿Qué quieres? ¿Que se la aguante mientras mea?-preguntó ella sarcástica haciendo que todos soltaran una risa.

-Bueno, si después de vomitar hasta las papillas de cuando era bebé le apetece…

-¿Qué? ¿Está vomitando?-se sobresaltó Christine.

-Tampoco te asustes tanto…-le dijo Penny.-Sólo es un pobre idiota que no sabe beber… No creo que tu John se te muera por eso…

-No es eso, cuñada Penelope…-le cortó Chris haciendo hincapié en las dos últimas palabras.-¡Es que lo que acaba de decir Hari supone que el muy desgraciado está desperdiciando alcohol! ¡Lo que se bebe no se tira después!

Todos rieron mientras Chris empezaba a caminar decidida hacia el baño de los chicos.

-Y encima va a entrar allí con todos los tíos…-rió George mirando hacia allí.

-¿Acaso lo dudabas?-le preguntó Gwen divertida.

-No.-contestó él con determinación.-Oye, Gweny… Acompáñame a por unos canapés de esos que estaban sirviendo en el hall…

-¡Joder, George! ¡Siempre estás comiendo!-rió la chica.

-Es que tengo un montón de hambre y….

-Está bien, pesado… Vamos a por esos canapés. Nos vemos ahora, chicas.

Y dicho esto, los dos empezaron a caminar en dirección al hall del local, cruzándose en el camino con un sonriente y evidentemente colocado Paul que se dirigía hacia Penny y ella.

-Buenas noches, señoritas.-las saludó usando el mejor de sus tonos seductores mientras se apoyaba en la barra, justo al lado de Penny.-¿Puedo invitarlas a algo?

-No te hagas el listo, McCartney, es todo gratis.-le dijo Penny en tono cortante pero divertido a la vez.

El chico no pudo evitar soltar una carcajada antes de lanzarse a besar intensamente a su novia ante la mirada atónita de Mary.

-Chicos… Paul…-carraspeó ella evidentemente incómoda ante aquella situación.-¿Sabes dónde está Rich?

-Allí.-dijo Paul separándose levemente de los labios de Penny y señalando con la mano hacia la derecha antes de volver a retomar su intensiva sesión de besos.

Mary miró hacia donde le había señalado Paul: no le costó divisar a Ringo allí, sentado en una de las mesas mientras conversaba animadamente con dos chicas. Nada más vio aquello, a Mary se le revolvió todo lo que se había tomado en el estómago y, olvidándose repentinamente de todo lo demás, se dirigió hacia donde estaba su novio con aquellas dos.

-¿Rich?-dijo cuando estuvo a pocos pasos de ellos.

Ringo levantó la cabeza y le dedicó una inmensa sonrisa. A la vista saltaba que, como todos los demás, iba tremendamente borracho y puesto de hierba.

-¡Hola, princesa!-la saludó de manera efusiva.-Mira, te presento a Sarah y a Emilia.

Mary le dedicó una mirada asesina y después miró a las dos chicas. Cuando las reconoció, se quedó perpleja: allí, nada más ni nada menos, estaban las dos hermanas que les habían venido persiguiendo desde Chicago.

-Creo que ya nos conocemos.-le contestó en tono cortante a la vez que las miraba, sobre todo a la mayor, a la tal Sarah, que estaba demasiado cerca de Ringo con una mano en su pecho.

-Sí…-dijo la pequeña, Emilia.-Nos hemos visto esta mañana.

-¿Ah, sí?-preguntó Ringo.-No me lo habíais dicho…

-No hemos tenido tiempo de decirlo…-dijo Sarah sonriendo.

Mary sintió como la sangre le ardía en las venas.

-¿Cómo habéis entrado aquí?-preguntó de malas maneras, dirigiéndose a la mayor que, de repente, oliendo el peligro, retiró la mano de encima de Ringo.

-Nuestro padre es amigo del dueño del local.-contestó.

-Ya.-masculló ella de mala gana para después volverse de nuevo hacia Ringo.-Rich, ¿me acompañas? George te estaba buscando.

-¿George? Si lo acabo de ver y…

-Que te estaba buscando.

Ringo pareció captar el mensaje y se levantó inmediatamente del sofá donde estaba sentado.

-Adiós, Ringo, un placer…-se despidió la tal Sarah sin poder evitar la cara de decepción.

Ringo se limitó a despedirse con un gesto con la mano y empezó a caminar detrás de Mary.

-¿Adónde vamos?-preguntó cuando vio que Mary se dirigía hacia la puerta del local.

-Al hotel.-le contestó ella secamente.

-Yo no pienso volver al hotel tan pronto.

Mary se volvió hacia él, enfadada, y le clavó la mirada.

-Supongo que igual prefieres quedarte con esas furcias, ¿no?

-¿Qué?-exclamó Ringo.-¿Pero qué dices?

-Lo que has oído, no creo que estés sordo para que te lo tenga que volver a repetir, ¿no?

-Mary… Estás sacando las cosas de quicio.

-¡Yo no saco nada de quicio! ¿Pero tú has visto cómo estaba la Sarah esa? ¡Sólo faltaba que se tirara encima de ti!

-¡Sólo son fans, joder!-gritó él exasperado.-¿Qué crees? ¿Que me las iba a tirar?

-¡Vete a la mierda!

-¿Pero qué está pasando aquí?-preguntó de repente la voz de Chris por detrás de ellos dos.

Casi al instante, Mary y Ringo se giraron hacia Chris, que estaba agarrada de la mano de un John con cara de estar más muerto que vivo. Lo peor era que allí, en el lugar en donde se habían detenido, no sólo estaban sus dos amigos sino que también había por lo menos una decena de personas más que los estaban mirando atónitos. Ni siquiera se había dado cuenta de que no estaban solos y Mary se quiso morir en aquellos momentos de la vergüenza y de rabia por todo lo que había pasado.

-Nada.-respondió Ringo a la vez que ella agachaba la cabeza y fijaba su vista en el suelo.

Los cuatro permanecieron en un incómodo silencio durante unos instantes.

-John no se encuentra bien y nos íbamos ya al hotel.-dijo Chris finalmente.-El encargado del local nos ha pedido un taxi.

-Sí, joder… Estoy fatal.-masculló John con un hilillo de voz.-Si os queréis venir…

Ringo y Mary se quedaron mirándose durante unos segundos.

-Yo sí que me voy con vosotros.-dijo ella finalmente.-¿Richard?

Ringo permaneció callado, dudando.

-¿Vienes o no?-le instó Mary, enfadada.

-Voy.-suspiró él al fin.-Sí, iré al hotel con vosotros…

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Nada más despegó el avión rumbo a Memphis, Paul, resacoso y cansado, sintió como un escalofrío le recorría la espalda: era como si algo le dijera que a partir de ese momento las cosas iban a ir a peor.

Inquieto, dirigió una mirada a los demás. Penny estaba absorta mirando por la ventanilla, a su lado; John y Chris ya habían cerrado los ojos para intentar dormir un rato; George y Gwen parloteaban y reían en voz baja en los asientos de delante; y, por su parte, Mary y Ringo continuaban sin hablarse después de su discusión de la noche anterior.

Y entonces, sin poderlo evitar, Paul lanzó un enorme suspiro. Tenía la sensación de que aquel mal rollo entre Mary y Ringo era solamente el preludio de algo que no se le antojaba nada agradable.


Buenassss! Cómo estáis, gente? Pues aquí estoy yo de nuevo, con este capi e intentando sobrellevar la calor lo mejor posible... Aviso que intentaré subir pronto el siguiente, antes del miércoles aunque no prometo nada, porque sino la cosa se me atrasará mucho... Si no publico antes de miércoles por la tarde (para muchos de los que me leéis, por la mañana, jaja), olvidaos hasta la siguiente semana porque no voy a estar por mi casita y, por tanto, no podré escribir aunque no será por falta de ganas. Y es que, gente, me las piro unos poquitos días a London, a aprovechar y ver un poquito de los Olympic Games esos y a rematar lo que nos falta por ver de la ciudad, aunque admito que dará asco de tanta gente... ¬¬ En fin, disfrutad mucho, guapas, y espero que todo os vaya genial! Muaaaaak!