viernes, 24 de febrero de 2012

Capítulo 32: Excesos y perdones


Christine estaba histérica y eso que no hacía ni diez minutos que se había despertado. Perfecto, ni siquiera se había quitado el pijama todavía y por culpa de Paul ya estaba dando gritos y con los nervios a flor de piel.

-¡Tranquílizate, Chris, por favor!

-¡Que no me da la gana tranquilizarme! ¿Pero tú has visto cómo está?-gritó la chica dedicándole una mirada desesperada a John.

John bajó la mirada y Chris soltó un bufido, enfadada, antes de volverse hacia su hermano, casi inconsciente en el sillón del salón de lo borracho y drogado que estaba.

-¡Mierda, Paul!-exclamó ella mirándolo entre preocupada, asustada e indignada.-¡Levántate de ahí!

-No creo que ahora pueda levantarse de ahí así como así…-dijo John acercándose por detrás.- Parece que nuestro querido Paul se ha pasado la noche dándose pelotazos de “la bebida Beatle” y fumándose de todo…

En efecto, el salón presentaba en aquellos momentos un aspecto lamentable: un par de botellas, una de whisky y otra de ron de los caros estaban rodando vacías por el suelo, junto con un par de vasos rotos y una botella de Coca-Cola a medio terminar. Además, el parquet del suelo estaba pegajoso, seguramente a causa de algún vaso que se le había caído, y todo apestaba a marihuana a más no poder.

-Tengo un hermano imbécil, ¡joder!

-A ver, a ver…-dijo John en tono tranquilizador apartándola cariñosamente.-Déjame a mí… Así no creo que consigamos nada.

Chris soltó un bufido y se hizo a un lado mientras maldecía por lo bajo

-Paul, colega…-le dijo él dándole unas palmaditas en la cara.

Paul entreabrió los ojos, los miró a uno y al otro, esbozó una sonrisa bobalicona y después los volvió a cerrar de nuevo.

-¡Será desgraciado!-exclamó la chica. Lo cierto es que estaba empezando a asustarse de verdad. Jamás había visto a Paul así y no sabía ni cómo reaccionar ni qué hacer. En esos momentos, más que nunca, agradecía que John se hubiera quedado a pasar la noche allí. Al menos él sí que parecía controlar un poco más la situación.

-Vamos a levantarte de aquí, cabronazo…-masculló John mientras se inclinaba y agarraba a Paul por debajo de los brazos, obligándolo a ponerse de pie.

El chico trastabilló un poco y por unos segundos Chris tuvo la sensación de que los dos iban a acabar en el suelo. No obstante, y no sin mucho esfuerzo, consiguió ponerlo en pie y arreglárselas para apoyarlo sobre sus hombros como un muñeco de trapo.

-Chris… Ábreme la puerta, por favor…-dijo John empezando a caminar con dificultades.-Joder, Macca, podrías mover un poco los pies por lo menos…

La chica corrió a abrir la puerta del salón sin dejar de mirar la escena que estaban ofreciendo Paul y John en aquellos momentos. De no ser porque estaba tremendamente preocupada por su hermano, se hubiera echado a reír ante aquel espectáculo.

-¿Vas a subirlo arriba?-quiso saber ella situándose al lado de su hermano y ayudando a John a soportar el peso muerto que suponía Paul en aquellos momentos.

-¿Bromeas?-contestó él.-Arriba va a subir él solito cuando acabe con él… Ahora vamos a llevarlo al baño. Lo que necesita éste es un buen chorro de agua fría…

-Y un par de bofetones también necesita…-murmuró ella entre dientes-Joder, como pesa…

John soltó una risita mientras ella iba a abrir la puerta del baño. Después, sin saber muy bien cómo y haciendo equilibrios para que Paul no se cayera de bruces, consiguieron entre los dos meterlo en la bañera.

-Y ahora vas a ver el salto que pega tu hermanito…-dijo John con una sonrisilla abriendo el chorro del agua fría al máximo.


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La impresión que le dio el sentir el agua helada sobre él hizo que se despertara de repente, sobresaltado.

-¡Pero…!-gritó sin poder evitar dar un salto ante el contacto del agua semicongelada y mirando inquisitivamente a John y a Chris, plantados allí delante, él con una sonrisilla malévola y ella con cara de querer asesinarle allí mismo.

-¡Eres un completo idiota!-le gritó su hermana nada más posó su mirada sobre ella.

Sí, lo sabía. Y sabía que en aquellos momentos Christine le gritaba más por el susto que le había hecho pasar que por enfadada. No obstante, no pudo evitar sentirse furioso con ella por aquellas maneras. Y es que Chris no entendía nada, absolutamente nada. Ni ella ni nadie tenían ni la más remota idea de por lo que estaba pasando.

-¡Oye, no me grites, joder!-le contestó él cortante sintiendo una inmensa punzada de dolor en la cabeza.

-Ey, pequeña…-dijo John de repente mirando a la chica antes de que ésta le respondiera.-¿Por qué no vas a preparar café? Creo que alguien lo necesitará…

-Está bien…-respondió ella y, después, dedicándole una mirada enfadada a Paul, añadió:-Creo que será lo mejor, porque si me quedo aquí con éste acabaré matándolo…

Paul no le contestó, ni tampoco John, que se quedó mirándola embelesado mientras ella salía de allí y cerraba tras de sí con un portazo.

-No te enfades con ella, Macca…-dijo al fin dando un suspiro.-Entiéndela, está asustada, simplemente…

Paul no le contestó y bajó la cabeza, apoyándosela con las manos. Le dolía horrores, pero más le dolía estar sobrio y ser plenamente consciente de todo lo que pasaba y, en especial, de todo lo que había pasado.

-Te estás pasando bastante, ¿no crees?-le dijo John al cabo de unos segundos, dedicándole una mirada contrariada.

-Puede que tenga motivos suficientes para pasarme…-le respondió él en tono cortante.

-Joder, Paul…-fue lo único que alcanzó a decir John antes de ponerse de pie.-No te hundas ahora, ¿vale?

-¿Qué no me hunda?-le preguntó él indignado clavándole una mirada furiosa.-¿Cómo que no me hunda? Imagínate cómo estarías tú si Chris…

-No te atrevas ni a pensar eso.-le cortó John mirándole seriamente.

Un silencio incómodo se hizo entre los dos. Paul era consciente de la reacción de John ante la muerte, en especial, ante la pérdida de las personas que él quería. Su madre, Stu… Todavía les culpaba en cierta medida por haberle abandonado y sabía que sus palabras le habrían hecho sentir sumamente mal.

-Lo siento.-susurró al cabo de unos segundos.-No sé ni lo que digo, de verdad.

-Ni tampoco sabes lo que haces, por lo que veo.

-No intentes darme consejos, maldito cabrón.-sonrió Paul relajando su tono de voz. Quizás el rebajar la conversación a un nivel más en broma les vendría bien a los dos.-Tú has tenido borracheras peores.

John esbozó una sonrisilla.

-He madurado, ¿no lo ves?

-Sí, claro. Llevas los bolsillos llenos de hierba, anfetas y LSD todos los días, has madurado un montón…-bromeó Paul aunque en realidad se sentía muy mal.-Ahora en serio, sólo necesito tomarme un descanso, airearme…

-Hablas de largarte a Escocia, ¿verdad?-quiso saber John.

-Sí.-le confirmó él.-De hecho ya tengo adónde ir… Me he comprado una granja en Campbeltown.

-¿Y eso?

-Brian lo encontró esta misma mañana… Quería alquilarla, pero sólo vendían, así que le dije que se hiciera con ella.

-Que asco de ricos, siempre comprando cosas…-sonrió John.-¿Y cuándo te vas?

-Espero irme en una semana más o menos, cuando se solucione el tema de la compra…-contestó él.

-Prométeme una cosa, ¿vale?-le dijo John.-No hagas estupideces por allá cuando estés solo…

-No las haré, tranquilo.-contestó Paul con sinceridad.

-Y otra cosa…-dijo John poniéndose en pie.-No se lo digas a Chris. Ya se lo diré yo… Si se lo dices tal y como está, te mata. Y total, conmigo ya está enfadada de todas las maneras…

Paul le dedicó una media sonrisa a John.

-Gracias, tío, muchas gracias.

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Mary estaba hecha un lío. Con todo lo que había ocurrido había descuidado muchísimo los preparativos de su marcha a Londres y allí estaba ella, a una semana de irse sin tener nada previsto ni nada a punto. Menos mal que el tema del alojamiento lo tenía más o menos resuelto… No obstante, todo el lío de los papeles entre las dos universidades, aún lo tenía pendiente y tenía la sensación de que el tiempo se le estaba echando encima y que no podría conseguir tenerlo todo a punto antes del viernes siguiente, el día de la partida.

-Necesitarás también el resguardo que te dieron cuando formalizaste la matrícula aquí y el documento ese que te dije que te debían firmar los profesores con los resultados de los exámenes que has hecho hasta ahora.-le dijo la secretaria del decanato.

Mary asintió con una sonrisa. Era increíble como había cambiado aquella mujer desde el día en el que había ido a solicitarle el cambio de expediente a Christine. Ahora incluso le parecía simpática. Quizás, el hecho de tener a una alumna de su universidad becada por una de las instituciones más importantes en el Reino Unido, la enorgullecía.

-Creo que lo tengo aquí…-respondió la chica rebuscando en su carpeta repleta de documentos y de solicitudes. No tardó en encontrar lo que buscaba: aquel resguardo que por poco no había tirado a la basura, pues lo había considerado inservible en el momento en el que había visto que estaba correctamente matriculada en todo lo que había pedido, y un papel firmado por todos sus profesores y sellado por la secretaría de su facultad que el propio Profesor Perkins le había dado el día antes.

-Sí, eso es precisamente.-sonrió la mujer mirando aquellos papeles.

La secretaria agarro aquellos papeles y los selló de nuevo.

-Pues ya lo tienes todo, Mary.-le dijo devolviéndoselos.-Mañana pasa por aquí de nuevo y te daré tu credencial y tu hoja de matrícula para que lo presentes en Londres la semana que vienes.

Mary le dio las gracias y salió de allí con el corazón latiéndole a mil por hora. En una semana, su vida iba a dar un giro de trescientos sesenta grados.

*****************

Cynthia no pudo menos que acercarse furiosa a John cuando lo vio entrar en casa de nuevo cuatro días después de haber desaparecido sin dar señales de vida. Había sido por Brian por quien se había enterado de que la novia de Paul (ni siquiera sabía que tenía una novia nueva después de lo de Jane) había muerto y que habían ido todos al entierro de la chica en Heswall. Y, pese a que iban a anunciar el divorcio en cuestión de días, aquello la había hecho sentirse tan ignorada que la había enfurecido como nunca.

-¿Pero a ti qué te pasa?-le gritó nada más lo vio.

John le dedicó una mirada distante y se limitó a quitarse la chaqueta con parsimonia.

-No me pasa nada. Estoy bien, gracias.-contestó en tono mordaz.

-¿Es que ni siquiera has sido para decirme lo que pasado? ¿Crees que es normal que me entere por Brian?-le preguntó indignada.

-¿Y Julian?-preguntó John de repente ignorándola por completo.

-¡John! ¡Te estoy hablando! ¡Ten por lo menos el valor de contestarme!

Él simplemente se dedicó a encogerse de hombros y a soltar un bufido de fastidio.

-¿Y qué querías que te dijera?

-¡Pues que la novia de Paul se había muerto, por ejemplo! ¡Hubiera ido al funeral!-exclamó ella indignada.

-Cielo… Te recuerdo que tú y yo estamos en pleno divorcio y que no hubiera sido lo más adecuado que vinieras conmigo, ¿no crees?

Cyn se lo quedó mirando de arriba abajo, sin saber muy bien qué decirle.

-Has ido con la otra, ¿verdad?-dijo al fin en un susurro casi inaudible cuando entendió qué significado tenían las palabras de John en realidad.

John esbozó una sonrisa burlona que a ella, que casi nunca perdía los nervios, la desquició por completo.

-¡Premio! Y no es la otra, es ELLA.-le contestó con malicia.

Cyn hizo un esfuerzo tremendo por contenerse las lágrimas. No, ya no lo quería en realidad, pero le dolía que quisiera herirla con sus palabras de una manera tan deliberada.

-¿Puedo saber al menos su nombre?-preguntó al fin con un hilillo de voz haciendo acopio de todas sus fuerzas. Ya estaba bien de fingir. Quería saber quién era ella, quién era la que se había llevado a John delante de sus narices sin que ella se diera cuenta hasta que él le pidió el divorcio.

John estaba a punto de contestar cuando sonó el teléfono de casa.

-Voy a responder.-dijo él pasando por su lado y dirigiéndose hacia el interior de la casa.

Cyn se quedó unos momentos allí parada, pensando en el giro que habían tomado las cosas en sólo cuestión de meses. Aún guardaba las cartas que John le había escrito el verano anterior, durante la gira, cartas en las que le decía que la quería, que la amaba, en las que le prometía que las cosas iban a cambiar y que iba a ser un buen padre, en las que juraba y perjuraba que los necesitaba, a ella y a Julian. Y ella, tonta, se lo había creído. No, no se preguntaba qué era lo que había pasado para que aquel enamorado John cambiara de la noche a la mañana. No, simplemente se maldecía a sí misma por haberse creído una farsa durante años. Y es que él jamás la había querido en realidad, aunque le llenara cartas enteras diciéndoselo. No la había amado ni cuando empezaron, no la había amado cuando tuvieron a Julian, no la había amado nunca. Había un montón de detalles que así lo demostraban, uno detrás de otro, pero ella, cegada como estaba, no lo había visto o no lo había querido ver. Y ahora sí, era cuando le daba la razón a su madre: John no era en absoluto nada bueno para ella.

Dando un fuerte suspiro e intentando contener todo aquel caudal de emociones, Cynthia se encaminó hacia el salón todavía pensando en todo, donde John estaba hablando por teléfono.

-Gracias, Eppie. Manda que habiliten aquello, pues.-dijo antes de colgar y, después, girándose hacia ella, le aclaró:-Han aceptado la demanda de divorcio. Estamos citados la semana que viene para aclararlo todo, la custodia de Julian y las propiedades, ya sabes.

Cynthia se lo quedó mirando, pasmada. Sabía que aquello iba a ocurrir, pero no tan pronto. No obstante, una inmensa sensación de alivio le recorrió el cuerpo.

-Hablaré con mi abogado.-fue lo único capaz de contestar ella.

-Ya sabes que a Jules no le faltará de nada, ¿no?-dijo él, evidentemente siguiendo las instrucciones de Brian.

-Es tu hijo al fin y al cabo.-contestó ella en tono cortante.

-Mañana me largo de aquí, puedes quedarte en Kenwood hasta que se solucione todo.-continuó John fingiendo que no la había escuchado.-Yo me iré a un piso que tiene Brian alquilado en el centro. Creo que será lo mejor.

-Está bien.

-Voy arriba a ver a Julian…-dijo John pasando por su lado sonriente, como si le acabaran de dar la mejor de las noticias. No obstante, cuando llegó a la puerta, se volvió de nuevo hacia ella y, mirándola, añadió:-Siento no haber contestado antes a tu pregunta, Cyn, el teléfono me ha interrumpido en el momento justo. Querías saber cómo se llamaba, ¿no? Pues se llama Christine, aunque quizás tú la conozcas como Chris…

Cynthia sintió como la tierra se le escapaba de debajo de los pies. No podía ser cierto. La única Chris a la que conocía era la hermana pequeña de Paul y ella era muy jovencita todavía. John la miró y pareció adivinar en el acto lo que estaba pensando.

-Sí, Cynthia.-le confirmó mirándola.-Es esa Chris. Christine McCartney, la hermana de Macca.

Y dicho esto, John dio media vuelta y se fue, dejándose allí a una Cyn que se había quedado más perpleja que nunca antes en toda su vida.

**************************

Todavía no había pasado la semana que se había dado de plazo aunque Paul ya tenía las maletas cargadas en el maletero de su coche. La compra de la granja de Escocia ya se había solucionado y él estaba decidido a irse de Londres cuanto antes.

-¿Ya lo tienes todo?

Paul se giró y vio a Christine apoyada en la puerta del garaje.

-¡Vaya! ¡Menuda sorpresa!-exclamó él en tono sarcástico.-¡Mi hermana me habla y no es ni para insultarme ni para decirme que no haga algo!

-No me hagas que te mande a la mierda, Paul, no me apetece.-bufó ella.-Sabes de sobra lo que opino acerca de lo que vas a hacer, pero tengamos la fiesta en paz.

Paul se quedó mirándola durante unos segundos. Lo cierto es que, aunque esos días se estaba comportando como el ser más pesado y cansino sobre la faz de la tierra, la quería mucho y la iba a echar de menos.

-Ven aquí, tonta.

La chica esbozó una sonrisa y se acercó hacia él.

-Llámame cuando llegues.-dijo ella abrazándolo.-Y si necesitas algo, a la hora que sea, ya sabes.

-Que sí, que sí… No me voy a la guerra, enana.

-Cállate, ¿quieres? Y que sepas que te voy a llamar todos los días. Varias veces, por cierto.

-Joder… A ver si hablo más contigo estando en Escocia que aquí.-bromeó Paul.

-La idea es esa.-sonrió ella.-Y compórtate, ¿vale?

-Prometo que me portaré bien con las ovejas…-rió él.

-Vete a la mierda.-le cortó la chica.

-¿Ves? Al final lo has hecho. Si es que ya sabía yo que no te podrías resistir a enviarme a la mierda…-contestó Paul sonriendo.-Y ahora, dame un beso y despídete de tu hermano mayor como Dios manda, ¿no?

Chris esbozó una media sonrisa.

-Buen viaje, gusano.-le dijo dándole un beso en la mejilla.-Ojalá te canses pronto de tu retiro y vuelvas antes.

-Adiós, Christie.-contestó él.-Y no te preocupes tanto por mí, estaré bien.

-Eso espero, Paul, eso espero…

********************

Era jueves por la tarde. Paul la había llamado cuando había llegado el día antes a Campbeltown. Parecía bastante satisfecho con todo aquello y eso a Chris le supuso un gran alivio. No obstante, estaba preocupada por otra cosa. Y es que, desde hacía un par de días no sabía nada de John, que parecía haberse esfumado de la faz de la tierra. Ni una visita, ni una llamada, nada. Y aquello estaba empezando a ponerla paranoica. Quizás había ido demasiado lejos con sus desplantes y él se había cansado, así de simple. Y aquello, para qué engañarse, era una idea que la aterraba.

Estaba pensando en qué iba a prepararse para cenar cuando, de repente, el timbre de la casa sonó. Chris se levantó. No esperaba visitas y no quería hacerse ilusiones pensando en que sería él pues lo más segura era que fuese alguna fan de Paul ansiosa por ver a su hermano.

-¿Quién es?-preguntó cuando se acercó a la puerta.

-Soy yo, pequeña.

El corazón de Chris le dio un vuelco cuando escuchó la voz de John al otro lado y se apresuró a abrirle.

-Hola, preciosa.-la saludó, para, casi en el acto, lanzarse a darle un fugaz beso en los labios.

Chris lo miró con una sonrisa, aunque algo mosqueada con él por su temporal desaparición. Estaba muy guapo. Se había arreglado para salir.

-¿Y esas pintas de dandy?-preguntó ella levantando una ceja.

-Es que yo soy un dandy, pequeña…-bromeó él entrando en la casa a la vez que ella cerraba la puerta.-Arréglate y ponte guapa, aunque lo estés ya con esos vaqueros viejos que llevas…

Chris esbozó una sonrisa avregonzándose por las pintas que llevaba. Lo cierto es que iba hecha un completo desastre.

-¿Y por qué tengo que arreglarme si puede saberse?-preguntó ella.

-Porque esta noche te vienes conmigo, salimos a cenar los dos.

-Porque tú lo digas…

-Pues sí, porque yo lo digo.-rió él acercándose a ella con una sonrisa pícara.-Y porque tenemos que celebrar que por fin voy a ser libre…

Chris se quedó mirándolo incrédula durante unos segundos, asimilando lo que le acababa de decir.

-¿Te han dado el divorcio?-quiso saber ella.

-La semana que viene estamos citados.-sonrió él.-Y después, sólo tú y yo…

La chica esbozó una sonrisa y se dejó besar dulcemente por él.

-Además que…-añadió John separándose unos milímetros de ella.-Creo que te debo una disculpa en toda regla…

Christine se separó de él, recordando de repente que se suponía que estaba enfadada con el celoso de John.

-No creas que te será tan fácil…-dijo ella medio en serio medio en broma mientras empezaba a subir las escaleras en dirección a su habitación.

-Te dije que te ganaría... Y te juro que lo haré, ya lo verás…-escuchó decir a John todavía antes de perderse escaleras arriba.

Se cambió bastante rápido, tampoco se calentó demasiado la cabeza. Simplemente se limitó a ponerse un vestido que sabía que le sentaba bastante bien y que a John le encantaba y a maquillarse un poco.

No obstante, y pese a que fue bastante rápida en todo, tardó su media hora en bajar de nuevo. Se encontró a John en el salón viendo la televisión casi sin volumen mientras fumaba.

-Ya estoy.-dijo sonriente entrando por la puerta.

John se giró y le dedicó una mirada traviesa.

-Por favor…-murmuró él con la voz ronca.-Dime sólo una razón por la que no deba hacerte el amor ahora mismo.

Chris soltó una risita antes de contestar.

-Pues una razón de peso es que yo no te deje…-le contestó divertida.

-Sí, ya lo sé… Primero las disculpas…-rió él poniéndose de pie y acercándose a ella.-En serio, estás preciosa… ¿Nos vamos?

Chris asintió y los dos salieron de casa, donde el incombustible Les les estaba esperando en el Rolls.

-Las damas primero.-dijo John abriéndole la puerta del coche.

Chris entró entre risas, seguida por John, saludó a Les y se pusieron en marcha.

-¿Adónde me llevas?-preguntó ella intrigada.

-Al centro.-le respondió él con una sonrisa.-Te gustará, creo.

Les no tardó demasiado en parar el coche en una de las calles cercanas a Picadilly. La chica miró por la ventanilla del coche antes de salir. Acababan de parar frente a uno de los restaurantes más caros de todo Londres. Chris no pudo dejar de sentirse un poco incómoda. Jamás había ido a un sitio tan refinado y le asustaba un poco el estar fuera de lugar entre el mogollón de ricachones que acudían a sitios como aquel. Al fin y al cabo, y por muy hermana de Paul McCartney que fuera, no dejaba de ser una chica de Speke que había crecido en unas casas de protección oficial de Allerton.

-¿Salimos o nos vamos a quedar mirando la fachada toda la noche?-le susurró John a su lado agarrándola por la cintura.

Chris esbozó una sonrisa y salieron del coche los dos.

-Un momento, pequeña, he de pillar una cosa…-dijo John mientras abría el enorme maletero del coche.

Chris le dedicó una mirada confundida cuando vio que de allí dentro sacaba su guitarra.

-¿Pero qué haces?-preguntó sin poder evitar sonreír.-¿Hay ensayo hoy, Lennon?

-Hoy puede haber muchas cosas…-le respondió él con una mirada juguetona mientras cerraba el maletero.

Chris negó con la cabeza divertida. John no tenía remedio.

Los dos entraron en el restaurante y, antes de que se dieran cuenta, un camarero bastante mayor se puso delante de ellos.

-Señor Lennon, bienvenido.-les saludó.-Señorita…

Los dos le saludaron, le dejaron sus abrigos y entraron al comedor. Christine se quedó boquiabierta con lo que vio allí. Mejor dicho, lo que la dejó boquiabierta fue más bien lo que no vio, pues el restaurante estaba vacío. Sabía que para una simple cena en aquel sitio había una inmensa lista de espera, así que aquello sólo podía significar que John había “reservado” el restaurante solo para ellos dos durante esa noche.

-¡John! Tú estás…

-¿Loco? Lo sé, cariño. Loco por ti...-le dijo él agarrándola de la mano y tironeando de ella hacia una mesa perfectamente arreglada en el centro del restaurante.

Chris, impresionada aún, se dejó guiar y se sentó junto a John en la mesa.

-Te quiero…-le dijo él dedicándole una mirada soñadora que hizo que la chica olvidara repentinamente todas sus discusiones y sus enfados.

Pronto les trajeron una carta y pidieron la cena. Cenaron tranquilamente, bromeando a ratos, hablando de cosas más profundas a veces e incluso haciendo planes de futuro, a corto, medio en incluso a largo plazo.

-¿Por qué has hecho esto?-quiso saber ella cuando acabaron al cabo de un buen rato. Había sido todo completamente maravilloso, como en un sueño, pero Chris aún continuaba impactada por toda la parafernalia que le había montado..-No era necesario que…

-Lo he hecho porque me apetecía hacer algo especial por ti.-le contestó John con una sonrisa.-Y no te vayas a poner ahora en plan “no hacía falta” porque… ¿sabes qué? Sí que la hacía…

-John…

-Me comporté como un cerdo y te hice daño.-continuó él.-Y te aseguro que lo último que quiero en este mundo es hacerte sentir mal…

-Lo sé.-contestó Chris.-Pero… ¿puedo decirte algo?

John le dedicó una mirada confusa, aunque asintió lentamente.

-Yo te quiero.-continuó ella mirándole a los ojos, hablando con toda la sinceridad del mundo.-Te quiero muchísimo. Y sería capaz de abandonarlo todo una y mil veces por ti, ¿sabes? Y por eso, precisamente por eso, me enfada tantísimo que creas que me voy a ir con otro o que simplemente tonteo con algún otro tío. No hay motivos para los celos, John. Sólo confía en mí y las cosas serán perfectas.

John se levantó de la silla sin dejar de comérsela con los ojos, se le acercó y le plantó un dulce beso en los labios.

-Confiaré en ti, pequeña.-le susurró al oído haciendo que la chica sintiera como se le erizaba la piel al sentir su aliento tan cerca de su piel.-Lo siento, siento mucho lo que hice…

Justo en ese momento, la chica notó como John le colocaba alrededor del cuello una cadena. Él  se separó lentamente y la miró, a la vez que ella se tocaba aquello con las manos.

-Pero…-empezó a decir.

-Te queda genial.-sonrió él.

Chris agachó la cabeza y vio aquel colgante. Era simplemente precioso. Sencillo, sin estridencias, como a ella le gustaba. Una pequeña piedra (no quiso ni pensar lo que valdría aquello) tallada en forma de corazón colgaba de su cuello sujeto a una finísima cadena.

-Es... precioso.-consiguió decir finalmente.

John no dijo nada, simplemente, se dedicó a acariciarle la barbilla y a sonreírle. Después, sin decir ni una palabra, volvió a sentarse en su silla pero, esta vez, sacó la guitarra de su funda y se la colocó encima de él. Christine lo miró sorprendida. Aunque estuvieran ellos dos solos, si John iba a hacer lo que pensaba que iba a hacer, iba a morirse de la vergüenza allí mismo. Lo cierto era que aguantaba bastante mal todos los detalles románticos, aunque le encantaran, como estaba siendo el caso.

-Y ahora, hora del ensayo...-le dijo John guiñándole un ojo a la vez que Chris notaba como los colores le subían a la cara.-Esta es para ti.

Y dicho esto, se puso a rasgar las cuerdas de su guitarra y, a continuación, a cantar las primeras palabras de una canción que a ella la enamoraba desde hacía mucho tiempo y que en la voz de John aún sonaba infinitamente más bonita de lo que era. Chris no podía dejar de mirarlo, casi hipnotizada, mientras él cantaba Stand by Me de Ben E. King con la voz rota y con tanto sentimiento que ella sintió como se le estremecía todo el cuerpo.

-John…-fue lo unico capaz de murmurar ella cuando él acabó de tocar.

-Lo sé, lo sé… Acabo de destrozar la canción.-rió él levantando la vista para mirarla.

-¿Destrozar? Perdona que te diga, pero tú eres gilipollas.

John soltó una sonora carcajada.

-Esperaba que me dijeras algo más bonito que un simple “gilipollas” después de cantarte esto.-contestó divertido haciéndole una mueca.

Chris no pudo evitar echarse a reír también. Ella solita se había cargado la escena romántica de la canción.

-Olvida lo que he dicho, ¿vale?-dijo al fin cuando pararon los dos de reírse.

-Vale, rebobinemos.-sonrió él.-Volvamos al inicio. Te quiero, tú me quieres, pillo la guitarra y…

-Dicho así tampoco suena tan romántico…-rió ella.

-Cállate, pequeña víbora, yo no he sido el que me he cargado todo el romanticismo de un plumazo.-le cortó John divertido.-Estaba diciendo que nos queremos y tal… Y que pillo la guitarra y te canto.

Chris iba  a decir algo justo en el momento en el que John se puso a rasgar de nuevo su guitarra, aquella vez no para repetir el Stand by Me, sino para arrancarse con una canción que ella conocía también a la perfección, pero que esta vez sí que era de John, It’s Only Love. Y si la canción anterior había sido mágica, ésta lo fue aún más.

John acabó de tocar y levantó de nuevo la cabeza. Sonreía y en esos momentos a ella le pareció más guapo y encantador que nunca.

-Aunque la escribiera antes de que estuviéramos juntos, me parece que es una canción muy adecuada para ti…-y, después, sonriendo y medio en broma, añadió:-Nos peleamos como dos tontos un montón de veces, después tú no me quieres perdonar tan fácilmente, es duro amarte…

-¿Es duro amarme?-se extrañó ella mirándolo fijamente.

-Sí, y tanto que lo es.-respondió John repentinamente serio inclinándose hacia ella.- Te amo tanto que a veces siento hasta dolor físico. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida y por eso cuando te enfadas conmigo siento que me voy a volver loco. Ya ves, me tienes en tus manos. Puedes destruirme o salvarme, tú eliges.

Chris lo miró a los ojos. John estaba hablando completamente en serio y eso la conmovió muchísimo. En un acto impulsivo, la chica se inclinó hacia él y le dio un largo y dulce beso en los labios. Necesitaba dárselo, decirle con aquel beso que él también la tenía en sus manos a ella.

-Nos salvaremos o nos destruiremos los dos juntos, John.-le susurró antes de volver a darle un segundo beso más corto pero igual de sentido.

-Vayámonos a casa, pequeña.-le dijo él cuando se separaron.

Y así lo hicieron. Ni siquiera se dieron cuenta de cómo habían llegado hasta allí, pero de repente se encontraron en el Rolls de nuevo, besándose sin parar, parando sólo lo justo para respirar para después volverse a unir en un interminable beso.

-Señor Lennon…-interrumpió de repente Les, evidentemente incómodo por haber tenido que hacer aquello.-Hemos llegado.

Sólo cuando los dos se separaron, Chris fue plenamente consciente de que el coche llevaba parado más de cinco minutos, aunque ninguno de los dos parecía haberse dado cuenta.

-Gracias, Les.-dijo John con la voz ronca antes de tomarla de la mano y salir los dos a la vez del coche.

Chris miró extrañada el lugar. Aquello no era Cavendish Avenue. Estaban en el centro, en una de las calles más lujosas de la ciudad y Chris no sabía qué habían ido a hacer allí. La verdad es que tampoco parecía que fueran a irse a un hotel pues estaban delante de una lujosa finca de pisos.

-¿Dónde estamos?-preguntó.

John la abrazó por la espalda y apoyó su barbilla en el hombro de la chica.

-Esta era la otra sorpresa de hoy: bienvenida a mi nuevo hogar.-dijo él.

-¿Qué?-se extrañó ella.

-Me he mudado aquí esta misma mañana.-dijo John entrando en la finca.-Se lo he alquilado a Brian. Es una pasada, ya lo verás.

La chica lo siguió hacia el interior del bloque de viviendas y se dirigieron a uno de los pisos de la planta baja. John abrió la puerta. Tenía razón. Aquello era precioso y enorme.

-¿Te gusta?-le preguntó él arrinconándola contra la pared nada más cerró la puerta.

-Creo que sí…-le dijo ella en tono juguetón acariciándole los hombros.

John le dio un largo y apasionado beso a la vez que, sin separarse, la conducía hasta el dormitorio. Los dos pararon de besarse cuando llegaron allí y Chris aprovechó para mirar todo aquello. No cabía duda que John se había esmerado en aquello. La habitación, con una enorme cama en medio, además estaba decorada con pequeñas velas y todo olía fenomenal.

-Te prometí que me ganaría tu perdón.-le susurró John de nuevo conduciéndola de la mano hacia la cama.

-Pues has cumplido tu promesa…

Los dos se sentaron allí y volvieron a retomar la sesión de besos del coche, esta vez, desnudándose el uno al otro a tientas. Y así, sin parar ni un segundo de besarse acabaron tumbados en la cama, desnudos, él encima de ella, mientras se acariciaban y se besaban todas y cada una de las partes de sus cuerpo.

-John…-gimió ella cuando él le besó un pecho y le empezó a acariciar el otro con la mano que tenía libre. No le gustaba implorar nada, pero no podía aguantarlo más. Sentirlo allí, encima de ella, hacía que estuviera completamente fuera de control y quería más. Quería llegar hasta el final.

John lanzó una risita. Había entendido a la perfección qué era lo que quería ella.

-Tú me has hecho esperar mucho para esto, pequeña… Ahora te voy a hacer esperar yo a ti…-dijo con la voz ronca a más no poder y poniendo cara de niño malo.

Después, volvió a retomar su sesión de besos y lametones por los pechos de la chica, aunque esta vez fue bajando poco a poco en dirección a su vientre, haciendo que ella sintiera como se perdía de nuevo cuando él se detuvo a la altura de su ombligo. Se entretuvo ahí durante unos instantes, besándola y acariciándole la entrepierna. Y ella no podía más, estaba a punto de llegar al clímax sin él, y aquello era precisamente lo que no quería. Y justo en el momento en el que iba a protestar, John paró de repente, se volvió a poner de nuevo sobre Chris y, a la vez que le daba un beso apasionado, entró, por fin, dentro de ella. La chica soltó un gemido de placer cuando lo sintió.

-No tienes ni idea de cuánto te quiero, pequeña, no tienes ni idea…-le susurró John al oído.

-Yo también te quiero, mi amor, te quiero…

Hicieron el amor dulce y apasionadamente, sintiéndose el uno al otro como jamás se habían sentido hasta que cayeron rendidos, sudorosos y con las respiraciones agitadas, el uno al lado del otro.

Chris aún tuvo tiempo de mirarlo a los ojos antes de dormirse abrazada a él y entender que John, pese a todo, era su combinación perfecta, la persona que parecía que le hubieran diseñado a medida para ella y por quien, pasara lo que pasara, estaba dispuesta a luchar y a darlo todo.

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John la abrazó una vez más. Estaba siendo un día perfecto aunque ni siquiera habían puesto un pie en la calle.

-Está lloviendo un montón…-masculló Chris apretándose contra su pecho.-Lo cual hace que aún esté más a gusto aquí calentita y contigo…

Él esbozó una sonrisa y le besó el pelo suavemente. Tenía razón. Estar allí con ella, sentados en el sofá de casa mientras veían una película mientras fuera hacía ese tiempo de perros era algo fabuloso. Además, ese día la veía especialmente bonita, aunque se hubiera vestido con un jersey desvencijado suyo que tenía por allí y que le quedaba bastante grande.

-Pero esta película es un rollazo…-dijo ella de repente.

-Y tanto que lo es… Es mala con ganas.-contestó él sin dejar de acariciarle el pelo.

No obstante, la verdad era que John no tenía ni idea de cómo era la película porque no le estaba prestando la menor atención. Simplemente estaba pensando. En ella, por supuesto, y en él también. La quería. La quería muchísimo y no quería que hubiera nada, ningún secreto entre ellos dos. Y aún había algo que contarle, algo que ella no sabía y que no estaba muy seguro de si le iba a hacer gracia o no.

-Christie…-dijo al fin en un susurro. Quizás no iba a encontrar mejor momento que aquel para contárselo.

-¿Qué?-preguntó ella levantando la cabeza y mirándolo a los ojos.

-Pues que…-empezó a decir él.-Quiero contarte algo.

La chica le dedicó una mirada extrañada y se sentó recta a, su lado, sin dejar de mirarle.

-Claro, tú dirás.-le instó ella.

John agarró aire antes de hablar.

-Verás... Creo que debes saber una cosa. Sabes que no soy un santo ni nada por estilo.-dijo y, ante la mirada de pavor que puso ella, se apresuró a continuar:-En el tema de las drogas, me refiero. Fumo hierba casi a diario, de cuando en cuando me tomo una anfeta para aguantar y sabes que a veces me paso bastante bebiendo…

-Como Paul, vamos.-sonrió ella.

-Sí, como Paul.-dijo él devolviéndole la sonrisa.-Pero hay algo que Paul no ha probado y yo sí… Y reconozco que lo pruebo de cuando en cuando…

-Habla claro, John.

-Suelo colocarme de LSD bastante a menudo, pequeña.-soltó John con voz débil. Lo cierto es que hacerle esa confesión le daba bastante miedo, quizás podría volverse a enfadar con él.

-¿LSD? ¿El ácido?-preguntó ella abriendo los ojos como platos.-¿Tú…?

-Sí… Lo probamos el año pasado por primera vez.-aclaró él.-Y lo cierto es que te abre a un mundo mucho más allá. Te hace verlo todo de manera distinta. Es…

-¿Mágico?-terminó la frase ella.

John se la quedó mirando fijamente. Ahora el sorprendido era él. Chris, lejos de estar enfadada, lo miraba con una mezcla de perplejidad y admiración. Y entonces, una idea cruzó por su mente, fugaz, pero poderosa. Sí… Sería perfecto.

-¿Te apetece probarlo?-le preguntó a bocajarro.

Chris pareció dudar unos instantes, temerosa.

-Dicen que es fuerte… Y que si te da un mal viaje…-respondió ella.

-Es fuerte, sí. Y el colocón dura mucho.-contestó él.-Pero nada tiene porqué salir mal. Tú y yo estamos juntos…¿Crees que alguno de los dos tendrá un mal viaje estando ante la persona que más quiere en este mundo?

La chica le respondió con una sonrisa tímida y John supo interpretar aquello a la perfección. Sí, ella quería probarlo. Y estarían los dos juntos cuando lo hiciera. Él iba a ser el que le abriera las puertas de aquel mundo mágico que ella aún no conocía, así que se levantó de un salto y se fue a su habitación rápido para buscar un par de tabletas de LSD que tenía escondidas en la mesita de noche.

Regresó al cabo de pocos minutos y se sentó de nuevo al lado de la chica, tendiéndole una de las tabletas.

-Los dos juntos, pequeña.-le dijo él sonriendo justo antes de tragarse la suya.

Chris le sonrió e hizo lo mismo.

-Ahora…-susurró él mientras la chica volvía a acomodarse contra su pecho.-Prepárate para volar…


Bien! Hasta aquí el capi de hoy! No os quejareis, eh? Que esta vez he actualizado muy pronto en comparación con el tiempo que tardo normalmente y, además, con un capi extra-largo... jejeje. ¿Y cómo estamos? Yo bien, indignada por la brutalidad de las máquinas de repartir porrazos que tenemos por policía aquí en Valencia, pero a la vez orgullosa por los estudiantes, orgullosa por nuestros chavales que han sabido responder de una manera genial a las agresiones, sin ataques violentos y sin perder la compostura, sólo armados con libros en las manifestaciones ("estas son nuestras armas", gritaban)

En fin, que besos a todas e infinitas gracias por estar ahí! Os quiero! ;)