lunes, 25 de marzo de 2013

Capítulo 81: Reconociendo los errores

Christine entró en la redacción del periódico con cara de pocos amigos. Había pasado una noche de perros en la que apenas había podido pegar ojo pensando en lo que el maldito Jordan le había hecho. Ella había creído que era su amigo, que podía confiar en él, pero, por lo visto, se había equivocado. Jordan no era más que un maldito cabrón con ganas de sacar provecho del hecho de que ella fuera famosa. Ahora que lo sabía todo lo veía claro: Jordan siempre había manifestado un interés malsano por todo lo relacionado con los Beatles. Claro que ella al principio sólo lo había asociado a una curiosidad lógica por la novedad de trabajar con la hermana de Paul y por aquel entonces también novia de John, pero quedaba claro que ahí había habido algo más que mera curiosidad: ganas de sacar dinero a su costa.

La identidad del que había  mandado aquella nota que ella había leído por error y que lo había puesto todo al descubierto ya no era ningún misterio para Chris. Al principio, cuando había visto aquella "P." al final había pensado enseguida en la ex de su hermano, Penny, con la que las cosas no habían quedado demasiado bien. No obstante, cuando entró en razón, desechó aquella idea enseguida pues Penny no tenía absolutamente nada que ver con ninguna revista. De hecho, lo último que sabía de ella era que había vuelto a casa de sus padres después de pasar una temporada dando tumbos por ahí y, que al parecer, había cedido a sus pretensiones de convertirse en una hija casi ejemplar para unos miembros de la casi aristocracia como los Rogers. Era paradójico: la indómita Penny, la rebelde, la alternativa, ahora metida de lleno en la alta sociedad inglesa sin rechistar después de haber visto que ganarse la vida por uno mismo no era ni tan bonito ni tan fácil. Ahora, y por eso sabía Chris de su existencia, hasta aparecía de cuando en cuando nombrada en alguna escueta noticia de sociedad que hablaba de tal o cual acto benéfico al que había acudido con su madre. Vale. Quizá todavía le guardara rencor a Paul por todo y que aún siguiera odiando a John con todas sus fuerzas, pero de ahí a que ella estuviera detrás de aquella misteriosa "P." había un mundo.

Pese a todo, Christine no había tardado demasiado en atar cabos y hacer algunas averiguaciones preguntando a sus compañeros de trabajo. Por eso, poco más de media hora después de haber leído aquello, ya tenía más que claro quién había escrito la nota. Sin lugar a dudas debía de tratarse de Patricia Sotherby, la redactora jefe de la revista, podría decirse que hasta sensacionalista, que había sacado la noticia de su ruptura con John. Además, descubrió también que Jordan y ella se conocían seguramente desde hacía bastantes años: no en vano Jordan había estado trabajando durante un tiempo en aquella revista antes de ponerse a trabajar en el periódico.

Con todo aquello más que claro y con la rabia contenida de quien se siente traicionado, Chris tenía unas ganas locas de encarar a Jordan y decirle cuatro cosas. Aquel mequetrefe se equivocaba de plano si creía que no iba a hacer nada al respecto.

Ni siquiera se dio cuenta, de tan metida que estaba en sus propios pensamientos, de cómo había llegado hasta delante de su escritorio. Miró con fastidio hacia la mesa vacía de al lado y comprobó que Jordan aún no había llegado. soltando un bufido, se dejó caer sobre su silla y empezó a revisar el trabajo que tenía pendiente para ese día aunque sin prestarle demasiada atención. Y es que estaba más pendiente de pensar en que Jordan quizá no fuera a trabajar tampoco ese día que de las cosas que estaba leyendo. De repente, unos ruiditos a su lado le llamaron la atención y Chris levantó la cabeza curiosa.

Tal y como había sospechado, se encontró cara a cara con Jordan quien, al parecer, acababa de llegar.

-Buenos días.-saludó el chico esbozando una sonrisa afable que hizo que a Chris se le revolviera el desayuno en el estómago de puro asco. Jordan debió de darse cuenta de su expresión enseguida, pues la miró y se apresuró a añadir:-¿Qué te pasa?

Antes de contestar a aquello, Chris le dedicó una mirada de profundo odio.

-Pensé que tú sabrías qué me pasaba.-le respondió casi escupiendo las palabras.

-Oh...-masculló él bajando la vista avergonzado.-Si es por lo de anteayer... Mira, lo siento. He estado pensando mucho en ello. No debí de precipitarme ni darte aquel beso, ni mucho menos decirte lo que te dije. Siento haber confundido las cosas, de verdad.

-¿Confundir?-preguntó Chris indignada al ver la cara dura que tenía. A ver: aquel tío la estaba engañando por detrás y se estaba comportando como un gran tipo delante de ella. Aquello le daba asco, simplemente asco:-Sí, Jordan, te has confundido. En todo.

El chico le lanzó una mirada interrogativa. Al parecer, aquella actitud tan a la defensiva por su parte le había pillado por sorpresa.

-Ya te he dicho que lo siento.-repitió él de nuevo intentando mantener la serenidad.

-¿También sientes haber ganado dinero a mi costa, maldito bocazas traidor?-le espetó ella de repente con agresividad. No podía contenerse por un segundo más.

Nada más oír aquello, Jordan se puso blanco como la cera y negó con la cabeza, confundido.

-¿Cómo dices?-logró preguntar al cabo de unos segundos con un hilillo de voz.

-¿Quieres que te lo explique mejor?-dijo ella.-¿Quieres que te recuerde que le diste el soplo de que John y yo habíamos roto a Patricia Sotherby?

-¡¿Pero qué estás diciendo?!-casi exclamó él nervioso.-Yo no...

-Lo sé todo, así que no te molestes en negármelo.-le cortó Chris.

-¡No tengo ni idea de lo que estás diciendo!-gritó Jordan haciendo que, ahora sí, todas las miradas de los que estaban en los escritorios cercanos se posaran en ellos.

Mirando todo aquello, Chris soltó un bufido molesta. Lo último que quería en esos momentos era montar un espectáculo delante de todos, así que, sin más, se puso en pie.

-Por tu bien más vale que vengas conmigo. Ahora.-le ordenó a Jordan en voz baja antes de ponerse a andar en dirección a la puerta.

No se detuvo ni miró hacia atrás hasta que llegó a un pasillo desierto a aquellas horas de la mañana. Entonces, se paró, se apoyó contra la pared y comprobó que, efectivamente un aturullado Jordan venía detrás de ella.

-No sé de qué coño hablas.-le dijo él con voz temblorosa cuando ella lo miró. Era evidente que estaba muy nervioso; demasiado nervioso para ser alguien que quiere hacer creer a los demás que dice la verdad.

-¿Ah, no?-preguntó ella con todo el sarcasmo que fue capaz de usar.-No me vengas con tonterías, joder, ya te he dicho que lo sé todo. ¿Sabes? Ayer me dieron una de tus cartas por error.

Jordan se quedó mirándola durante unos instantes, perplejo, aunque pronto aquella perplejidad se convirtió en rabia.

-¿Has leído mi correo privado?-preguntó arrastrando las palabras, furioso.

Chris no se amilanó ante la mirada que le lanzó el chico ni muchísimo menos. De hecho, lejos de hacerlo, se acercó más hacia él en un gesto desafiante.

-Ya te he dicho que me dieron esa carta por error.-contesto con parsimonia, aunque no pudo evitar que la agresividad se colara en su tono de voz.-La leí pensando que era para mí. No lo era, pero mira por dónde, sí que se hablaba de mí, ¿verdad que es gracioso?

-Eso es delito.-le cortó Jordan.-Te voy a denunciar por lo que has hecho.

-¿Ah, sí? Mira cómo tiemblo. Ya puedes ir redactando esa denuncia, pedazo de imbécil.-le espetó ella.-Quizá tengas tiempo de ir a comisaria después de que te despidan por bocazas.

Aquellas palabras parecieron golpear a Jordan como si le hubieran dado una bofetada. Chris esbozó una sonrisilla burlona a la vez que él se quedaba mirándola con odio.

-¿Qué te pasa?-preguntó ella con sorna.-¿Tienes miedo de que el director te despida por ir pasando informaciones a la competencia? Bueno, que a lo mejor no te despide por eso, a lo mejor te despide por haber soltado una información confidencial sobre una de sus redactoras. Ya conoces a Anthony... No soporta que el escándalo rodee a ninguno de sus trabajadores y tú, con esto, lo has conseguido. Pero tranquilo, Jordan, estoy segura de que tu amiga Patricia te podrá dar un trabajito. O no, ahora que ya no tienes a Christine McCartney para que te dé exclusivas.

-¿Qué es lo que quieres?-preguntó él de repente mirándola con rabia. Por lo visto ya estaba cansado de fingir que no sabía nada de todo aquello.

-¿Que qué quiero?-repitió Chris.-En estos momentos querría estrangularte, créeme, pero... me conformaré con no verte el careto de idiota que tienes nunca más. No quiero que trabajes más conmigo, no quiero verte a mi lado todos los días, ¿de acuerdo?

-¿Y cómo se supone que voy a hacer eso?-preguntó él a la defensiva.-Soy tu fotógrafo asociado, trabajo directamente contigo.

-Pues pide que te cambien de compañero.-le contestó Chris como si aquello fuera lo más obvio del mundo.-Puedes alegar problemas personales entre los dos. De hecho, después del grito que me has dado ahí dentro delante de todos hace un rato, a nadie de le extrañará. Tranquilo, yo confirmaré que no nos llevamos bien. Al fin y al cabo no estaré contando ninguna mentira.

-Como si fuera fácil de hacer...

-Por supuesto que lo es. Anthony sólo quiere que su periódico funcione. No creo que tenga ningún inconveniente en cambiar tu puesto con otro fotógrafo.-le replicó Chris.-Y bueno, tú verás lo que haces. Yo tengo muy claro que contigo no voy a seguir trabajando. O pides tú ese traslado o le enseñó la carta a Anthony. Y ya sabes lo que eso significaría para ti.

-Eres...-empezó a decir él rabioso, pero se detuvo antes de terminar la frase.

-¿Qué soy? Venga, Jordan, quizá esa opinión tuya sobre mí también le interese a nuestro querido director...

Jordan soltó un bufido exasperado y se mantuvo firme, mirándola durante unos segundos.

-Está bien. Iré a pedir ese maldito traslado.-claudicó al fin, ahora rojo de ira.-Espero que estés contenta.

-Un poco, sí.

Jordan le dedicó una última mirada de odio antes de darse media vuelta y empezar a caminar de nuevo hacia la redacción. Chris se quedó observándolo durante unos segundos: pese a que aquella no había sido la conversación más cómoda de su vida, se sentía bien, como se se hubiese quitado un gran peso de encima. Entonces, de repente, una idea fugaz cruzó su mente.

-¡Jordan!-le llamó antes de perderlo definitivamente de vista.

El chico se giró y se quedó mirándola.

-¿Qué?

-Que más vale que de ahora en adelante no te acerques a ningún miembro de The Beatles ni a nadie de su entorno.-le dijo.-Si intentas aunque sólo sea sacarles una mísera foto de lejos, te aseguro que haré que te echen de allí a patadas. Ya sabes que sé a quien decir esto para que así sea y no dudes que lo haré. Ya te has lucrado bastante a costa de ellos con tus sucias artimañas.

Por toda respuesta, Jordan le dedicó otra mirada asesina y se dio la vuelta. Chris se apoyó en la pared de nuevo mientras sacaba del bolsillo de su chaqueta la cajetilla de tabaco. Tenía la sensación de que definitivamente se había librado de aquel parásito. Y, ahora sí, sacó un cigarrillo, se lo encendió y, sonriendo, empezó a fumar.

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-Os lo dije.

-Por favor, Ringo...-se quejó George.-¿Puedes decirle a tu mujer que no nos diga más esa odiosa frase?

-Es que...-masculló Ringo con una sonrisilla mientras se acomodaba bien a Vladis, a quien tenía en brazos.-Hay que reconocer que tiene razón.

-¿Veis?-volvió a insistir Mary, esa vez ya más por fastidiar que por otra cosa.-Es que... os lo dije. Pero claro, como nadie va a hacer caso de Mary, pues pasa lo que pasa.

-Bueno, sí... Está bien...-dijo John en tono cansino.-Nos le dijiste, no te hicimos caso y nos ha salido el tiro por la culata.

-Exactamente.-corroboró la chica en tono triunfal.

-Pero bueno, ¿qué más quieres que hagamos?-continuó John.-Yo ya he reconocido públicamente nada más hemos pisado Londres que nos equivocamos con el Maharishi...

-¿Qué tal un "Mary, tenías razón, a la próxima prometemos hacerte caso"?-preguntó ella divertida.

-Rich, tío...-masculló John mirando a su amigo.-Tu chica no tiene remedio, ¿verdad?

-¿Y ahora te das cuenta de eso?-rió Ringo.

-Bueno, la cuestión es que ya estáis aquí, reconociendo que os habéis equivocado y todo eso...-dijo Mary.

-Disfrutas con esto, ¿eh?-le dijo Gwen dedicándole una mirada suplicante, aunque saltaba a la vista que no se estaba tomando aquello a mal.

-La verdad es que sí.-bromeó Mary.-Pero bueno, ya os digo que lo importantes es que ya estáis aquí de nuevo.

-Y por lo visto con un montón de temas a punto...-terminó Ringo la frase por ella.-Si es verdad lo que me dijo John en una de sus cartas, hay material para dos discos por lo menos.

-Es cierto.-confirmó Paul antes de darle una calada a su cigarrillo.-Hay un montón de canciones a punto para ser grabadas.

-De hecho, creo que eso es lo único bueno que ha tenido la India.-continuó John.- Nos aburríamos tanto, al menos yo, que lo único que podíamos hacer para matar el tiempo era componer.

-John, no digas eso...-le riñó Gwen un tanto molesta.-Tú al principio también estabas muy metido en todo eso de la meditación, no te hagas ahora el especial.

-Estaba interesado en meditar, sí. Pero me aburría mucho, Gwendolyn.-le replicó John divertido.-De hecho creo que jamás en toda mi vida he compuesto tanto.

-Si, claro...

-Vale, vale, está bien...-les cortó George antes de que empezaran a recriminarse cosas.-Hemos compuesto mucho, ya está.

-¿Y ya tenéis previsto cuando vais a meteros en el estudio?-quiso saber Mary con curiosidad.

-Eso, eso. Id diciendo una fecha para que se me acaben las vacaciones.-dijo Ringo.-Así me voy haciendo a la idea con tiempo y la vuelta al trabajo no será tan dolorosa.

Todos soltaron una pequeña carcajada con la broma de Ringo, pero lo cierto era que tenían razón, debían por lo menos fijar una fecha aproximada.

-No deberíamos tardar demasiado, la verdad...-dijo John.

-Opino lo mismo.-respondió George.

-Esperad un momento, no tan rápido.-dijo Paul de repente haciendo que todas las miradas se posaran en él.-Antes de ponernos a grabar ese disco, cosa que por cierto tengo muchas ganas de hacer, deberíamos solucionar algo...

Todos se quedaron mirándolo sin entender de qué estaba hablando.

-¿Y qué se supone que hemos de solucionar?-se atrevió a preguntar John.

Paul lanzó una risita entre dientes antes de continuar, divertido ante la falta de memoria que tenían sus amigos.

-Vamos a ver...-empezó a decir usando el mismo tono que hubiera usado para enseñar a un niño pequeño a sumar.-¿No os acordáis de la reunión que tuvimos antes de irnos a la India?

-¿Qué reunión?-preguntó Ringo mosqueado.-Porque tuvimos unas cuantas, no es por nada.

-Pues la reunión.-respondió Paul empezando a perder la paciencia.-Después de que montáramos la tienda, ¿os acordáis? Dijimos que debíamos poner en marcha cuanto antes lo del sello discográfico que queríamos hacer para pescar a nuevos talentos y dar oportunidades a la gente.

-Y forrarnos a su costa, como hacen todas las discográficas del mundo.-le replicó John con sarcasmo.-Sí, ahora me acuerdo. Nuestro juego de ser hombres de negocios serios y respetables.

-No te lo tomes a cachondeo, Lennon.-le espetó Paul dedicándole una mirada severa.- Es un buen proyecto, lo sabes.

-Si yo no digo lo contrario...-rió John intentando así quitarle un poco de hierro al asunto.-¿Y qué pretendes solucionar de todo esto?

-Pues... todo.-contestó Paul.-Veréis, me he estado moviendo junto con Peter estas semanas que vosotros habéis estado en la India y...

-¿Y a mí no me has dicho nada?-le interrumpió Ringo mirándolo con los ojos muy abiertos.-Yo no estaba en la India, estaba aquí.

Paul le lanzó una mirada sorprendido. Ringo tenía razón. No le había dicho absolutamente nada de todo aquello pese a que él también estuviera implicado en el proyecto y aquello le hizo sentir bastante mal. A decir vedad, ni siquiera se había acordado de él.

-Sólo han sido unas cuantas conversaciones aquí y allá. Además, pensaba que estarías demasiado ocupado con Vladis como para...-se apresuró a excusarse ante las miradas severas de Ringo y Mary.-Sea como sea, he estado hablando con Peter sobre esto y... me ha aconsejado darle un poco de publicidad a la cosa, para que la gente sepa de qué va todo esto, ya sabéis...

-¿Y qué se supone que vamos a hacer para publicitar eso más de lo que ya lo estará?-preguntó George escéptico.-Ya sabes que cada cosa que hacemos aparece en los medios, así que no veo el porqué de...

-Me ha sugerido la idea de una rueda de prensa al respecto.-le cortó Paul empezando a ponerse nervioso y olvidando repentinamente lo mal que se había sentido por no contar con Ringo. A veces tenía la sensación de que él era el único que se preocupaba para que todos sus proyectos salieran adelante.

-Una rueda de prensa, muy original.-bromeó John.-Pues vale, se fija una fecha y un lugar para eso y apañado.

-Sería interesante que lo formalizáramos todo antes de esa rueda de prensa.-continuó Paul haciendo caso omiso al sarcasmo de John.-Y esa rueda de prensa... Habrá que ver dónde la hacemos. Quizá Londres no sea el lugar más adecuado.

-¿No? ¿Y qué propones? ¿Hacerla en Rishikesh?-volvió a interrumpirlo John con sorna.-Seguro que el Maharishi nos acoge encantado después de lo bien que hemos quedado con él...

-Lennon, mierda, ¿quieres dejar de joderme todo lo que digo?-le espetó Paul enfadado.-Me tienes harto. En la India estabas de puta madre.

-¿Relajado?

-No, bien lejos de mí.-le replicó Paul medio en serio medio en broma.

-Vale, está bien...-rió John.-¿Qué propones?

-A lo mejor esa rueda de prensa deberíamos hacerla desde Estados Unidos.

-¿Ir a Estados Unidos sólo por una rueda de prensa?-se escandalizó George.

-Joder, Hari, cualquiera diría que a estas alturas te molesta viajar...-dijo Paul.

-Pues si quieres que te diga la verdad, estoy un poco hasta las narices, sí.

-Bueno, vale... Pero vamos a ver, no lo digo por decir, pensadlo: la mayoría del negocio discográfico se mueve en Estados Unidos, ¿no?-explicó Paul-Por eso precisamente sería interesante anunciar nuestro sello desde allí.

-Vaya, Macca, ya hablas como un auténtico hombre de negocios...-bromeó Ringo.

-Hablo en serio.-le respondió Paul exasperado.-Deberíamos hacer esa rueda de prensa desde Estados Unidos.

-Vale, vale...-rió John.-Desde allí entonces, que tiene capricho el chico...

-¿Cómo que "vale, vale"?-preguntó George.-Yo no voy a Estados Unidos por una rueda de prensa de una hora o menos. Si tenéis adicción a los aviones no es mi problema.

-Yo tampoco lo veo muy lógico.-le dio la razón Ringo.-Quiero decir, a mí ahora no me apetece, con el niño y todo, irme tan lejos por una chorrada.

Mary le lanzó una mirada cómplice de agradecimiento.

-O sea, que vosotros dos no vais a venir.-dijo Paul mirándolos, primero a George y después a Ringo.

-Pues si vais a Estados Unidos, yo no.-respondió George con convencimiento.

-Ni yo.-añadió Ringo.-Pero... ¿qué hay de malo en hacer eso mismo desde Londres? Si hoy por hoy eso se retransmite y...

-No hay nada de malo, pero es mejor así.-le interrumpió Paul.-Y bien, si vosotros no venís, iremos John y yo, ¿verdad?

John le dedicó una mirada sorprendido y a continuación largó una sonora carcajada que Paul no supo cómo interpretar.

-Está bien...-dijo su amigo al fin, cuando recuperó de nuevo el aliento.-Iré a Estados Unidos si eso es lo que quieres. Total, por un avión más que pille en mi vida...

-Perfecto.-sonrió Paul.-Hablaré con Peter para fijar una fecha y cuando volvamos nos metemos en el estudio, ¿os parece?

-A sus órdenes, mi capitán.

-Lennon, no tiene gracia, yo no soy ningún capitán.

-Tienes razón, por lo que te gusta mandar, quizá tengas una graduación mayor...-le replicó John divertido.-En fin, chicos, yo me largo ya a mi casa, que estoy muy cansado. Gracias por todo, señores Starkey, sois unos anfitriones de puta madre.

-Lástima que no puedo decir yo lo mismo de ti como invitado, cabronazo.-le respondió Ringo entre risas.

John volvió a reír y se marchó de allí sin que Paul le perdiera ojo. No sabía por qué, pero las contestaciones irónicas que le acababa de dar, pese a que hubiera recibido muchísimas desde que lo conocía y que al final hubiera acabado cediendo, no le hacían ni pizca de gracia. Y es que Paul tenía la sensación de que algo muy importante había cambiado entre ellos.

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John llegó a casa completamente agotado. Había sido un día muy duro, un día en el que nada más haber llegado de la India, con las consiguientes horas de vuelo que aquello suponía, había pasado por casa a dejar los trastos y había salido de nuevo pitando hacia Sunny Heights para reunirse con los chicos.

Era por eso que en aquellos momentos sólo tenía ganas de tirarse en el sofá o tal vez directamente en la cama y descansar para olvidarse de la basura que habían sido aquellas últimas semanas. Quizá después de un buen descanso no se sintiera tan extremadamente gilipollas como se sentía en aquellos momentos.

No obstante, nada más cruzó el umbral de la finca, el portero lo llamó:

-Señor Lennon, disculpe.-dijo el hombre podría decirse que hasta algo temeroso.

-¿Ocurre algo?-preguntó él extrañado.

-No, nada, señor.-contestó.-Sólo que tengo aquí su correo de estas semanas que no ha estado en casa.

John le dedicó una sonrisa tranquilizadora y se acercó hacia él.

-¿Es mucho?

-No demasiado, pero sí que tengo algunos sobres para usted.-le respondió el portero poniendo sobre su mostrador un fajito de cartas-Al parecer son todas del mismo remitente, aunque no pone nombre.

John le dedicó una mirada extrañado ante aquel comentario.

-Disculpe.-se apresuró a excusarse el portero avergonzado seguramente por haberse comportado como un cotilla.

-Tranquilo, no pasa nada. Seguramente serán de alguna fan.-le dijo John agarrando sus cartas de encima del mostrador.-Y gracias.

-No hay de qué, señor Lennon.

Hasta que no subió al ascensor, John no se atrevió a mirar aquellos sobres directamente. A decir verdad, cuando el portero había hecho el comentario sobre de quién podrían ser, a John el corazón le había dado un vuelco. Tal vez, aunque sólo hubiera una muy pequeña posibilidad, aquel fajo de cartas fuera de ella. A lo mejor allí estaba la ansiada respuesta a la carta que le había mandado desde la India, aunque él le hubiera dicho cómo podía hacerle llegar una respuesta a Rishikesh.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron tras él, John miró hacia los sobres. Sólo le bastó una simple mirada para reconocer que aquella no era, ni muchísimo menos, la letra de Chris. Sintiendo como la desilusión volvía a apoderarse de él de nuevo, volvió a dirigir una mirada de soslayo hacia aquellos sobres. Cinco. Había cinco cartas sin el nombre del remitente, tal y como le había dicho el portero. Sólo estaban escritos su nombre y su dirección con una caligrafía bastante peculiar que a él no le resultaba del todo desconocida.

Entró en casa preguntándose aún dónde había visto aquella letra antes y, nada más cerró la puerta, curioso, abrió el primero de los sobres. Entonces lo tuvo claro, clarísimo, cuando vio su firma allí estampada al final de una escueta carta. Yoko Ono.

Sin saber por qué, se puso nervioso de repente y empezó a abrir el resto de los sobres casi de manera compulsiva para comprobar que sí, que efectivamente todas esas malditas cartas eran de Yoko. No se molestó ni en leerlas. Sólo se quedó con la información que vio en la última, donde por encima vio que le invitaba a la inauguración de una de sus exposiciones que, paradójicamente, era esa misma noche.

Entonces John estalló en una profunda risotada y tiró las cartas al suelo antes de apoyarse en la pared para intentar calmarse de aquel repentino ataque de risa.

-Qué cabrona...-dijo al fin para sí mismo.-Así que esperabas a que estuviera libre. Al final resultará que ella tenía razón y no eras más que una simple cazafamosos en busca de mecenas.

Y entonces, en un impulso, volvió a salir de su casa rápidamente y bajó las escaleras en dirección a los garajes. De repente, a John se le había pasado todo el cansancio. Tenía algo que hacer.

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Chris había conseguido lo que quería pese a que aquello le hubiera supuesto pasar un día de lo más estresante sometiéndose a las preguntas de Anthony sobre por qué Jordan y ella no querían trabajar juntos. Al final, después de mentir, y mucho, el director había claudicado y había accedido a cambiar a Jordan por otra fotógrafa, una chica bastante jovencita pero muy buena que había entrado hacía unos meses a trabajar de fotógrafa para la sección de sucesos.

Por eso, cuando salió aquella tarde de la redacción lo hizo con más ganas que nunca. Necesitaba respirar y relajarse.

Nada más puso un pie en la calle, un bocinazo de un coche cerca de ella la sobresaltó. La chica se giró extrañada hacia el lugar de donde procedía el ruido. Frunció el ceño levemente cuando vio un flamante Mini a su lado con alguien dentro que la saludaba con la mano. No obstante, el reflejo del sol de media tarde no le dejaba ver bien quién era. De repente, la ventanilla del lado del conductor se abrió y entonces sí que lo reconoció en el acto. Chris no pudo menos que esbozar una enorme sonrisa de oreja a oreja antes de dirigirse rápidamente hacia el coche.

-¡Mike!-exclamó sorprendida.-¿Pero qué...?

-¿No te alegras de verme, hermanita?-sonrió su hermano.

-¡Claro! Pero... No sabía que estabas en Londres y... ¿este coche?

-Acabado de salir del concesionario.-le respondió Michael con satisfacción.-Por eso estoy en Londres, he venido a recogerlo. En Liverpool no me lo vendían tan equipado.

-¡Cabronazo! ¡No me habías dicho nada!-rió Christine mirando bien el coche.-¿Qué os ha dado a todos con los Minis? ¿Es que los regalan o qué?

-Es que son una pasada.-respondió Mike.-Anda, entra. He venido a recogerte para darte la sorpresa y pegarle un paseo a mi hermanita.

-¿Me dejarás conducir un poco?-preguntó la chica casi en broma pues ya sabía de antemano cuál iba a ser la respuesta de Mike.

-¿Conducir? ¿Tú?-fingió escandalizarse su hermano.-Ni lo sueles, que estás muy loca. No quiero ver a mi pequeño estampado en un cruce el primer día.

-Mi pequeño, dice...-rió Chris.-Hay que ver como sois los tíos con vuestros coches, ¿eh?

-Nos gusta cuidarlos bien, nada más.-le respondió Mike guiñándole un ojo.-Y ahora, sube, preciosa, que te llevo.

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Llevaba más de media hora allí aparcado, esperándola. Estaba decidido a hablar con ella en persona y dispuesto a asumir hasta la última consecuencia. Quizá por esa ansiedad que tenía, la espera se le hizo larga y tediosa, una espera en la que pensó un montón de cosas, una espera en la que hasta se imaginó la posible conversación que tendría con ella cuando estuvieran frente a frente.

Y es que John no estaba ahora dispuesto a dejarla escapar así como así. No iba, para nada, a permitir que la cosa acabara igual que cuando se habían visto en el hospital aquella vez.

Por eso, cuando por fin la vio salir de la redacción, sintió como el corazón dejaba de latirle por unos instantes. Sólo pudo fijarse en que estaba preciosa, como siempre, aunque con el pelo ligeramente más largo que la última vez que la había visto, cuando Vladis había nacido. Tragó saliva antes de hacer lo que iba a hacer y, armándose de valor, hizo ademán de abrir la puerta del coche. No obstante, en ese preciso instante, ocurrió lo peor que John podría haberse imaginado: Chris se acercó a un coche que había justo al lado de la entrada de la redacción y se puso a charlar, feliz, con el que estaba dentro del coche. John entrecerró los ojos. Desde donde estaba él no podía ver bien al tipo que había dentro del Mini, pero de una cosa estaba completamente seguro: era un hombre.

Se quedó allí, quieto, observando atónito como ella se subía al coche de aquel tipo y, después, se iban de allí. Entonces lo comprendió todo: Chris tenía pareja, había rehecho su vida con otro chico. Por eso nadie le quería decir nada acerca de ella. Por eso no había contestado a su carta.

Furioso y triste a partes iguales, John reaccionó de repente dándole un fuerte golpe al volante de su Ferrari. Arrancó el coche casi en el acto con la intención de ir detrás de ellos y romperle la cara a aquel subnormal. Pero, de repente, un atisbo de lucidez le invadió: no podía hacer nada en todo aquello. Ella se había ido y debía aceptarlo. Una vez más, el imbécil de John Lennon no había sabido cuidar lo que tenía y ahora debía acarrear con las consecuencias. No. No iba a seguirlos. Ya era demasiado tarde para todo.

Y entonces, inevitablemente, John se echó a llorar.

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-¿Estás segura de que no quieres venirte a casa de Paul?-le preguntó Mike por enésima vez desde que la había recogido hacía un rato a la salida del trabajo.

-Segurísima, Mike.-respondió Chris ya empezando a hartarse ante tanta insistencia.-Ya te he contado que he tenido un día de perros y no me apetece. De lo único que tengo ganas es de volver a casa y dormir.

-Pero si en casa de Paul no vamos a hacer ningún fiestón. Además, cenar deberás de cenar igual, ¿no? ¿Qué más te da hacerlo con nosotros?-insistió su hermano.-Venga, hace ya tiempo que no hacemos ninguna cena de hermanos...

-Michael, pesado, te he dicho que hoy no.-contestó ella.-Además, mañana estarás aún en Londres ¿no? Pues mañana podemos hacer desayuno, comida y cena de hermanos si te da la gana. Pero hoy, por favor, déjame dormir. Yo ya sé como acaban esas cenas que se suelen alargar hasta la madrugada...

Mike soltó un bufido de resignación.

-Está bien, como quieras...-cedió al fin.-Hoy te dejaré descansar, señorita delicada. Pero mañana no te libras, ¿eh?

-Vale, trato hecho, mañana no me libro.-respondió Chris antes de darle un beso en la mejilla.-Mañana si queréis podéis venir a comer aquí, ¿de acuerdo?

-Te tomo la palabra, hermanita. Nos vemos.

-Nos vemos, feo. Adiós.

-Adiós.

Chris salió del coche sin más sintiéndose un poco arrepentida por haberle hecho aquel desplante a su hermano al que, por cierto, hacía bastante que no veía. Pero, por otra parte, se sentía demasiado agotada física y mentalmente como para irse de cena. Lo mejor sería acostarse y descansar e intentar compensar a Mike por aquello al día siguiente. De todos modos, estaba segura de que su hermano no se lo iba a tener en cuenta.

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Tan sólo hacía un par de horas que había visto aquello y John ya estaba completamente borracho. Borracho como hacía mucho que no lo había estado. Ni siquiera era consciente de dónde mierdas había sacado las botellas de whisky que tenía dentro del coche ni de cómo había llegado hasta allí, una calle cercana a donde vivía Paul. Lo que sí que tenía muy claro era por qué había ido precisamente hasta allí. Y es que se había sentido tan sumamente traicionado por todos que su primer impulso había sido ir a buscar a Paul y decirle lo maldito cerdo que era por haberle ocultado que Chris estaba con otro. Porque de algo no le cabía la menor duda: él lo tenía que haber sabido desde un primer momento, seguro.

No obstante, tal y como le había pasado cuando había tenido la intención de seguir a Chris y a su misteriosos acompañante, a John le había entrado un atisbo de cordura, tal vez miedo, en el último momento y se había quedado allí, aparcado a unas dos calles de Cavendish Avenue, bebiendo y fumando un cigarrillo tras otro como si no hubiera mañana, intentando mitigar la avalancha de sentimientos que tenía dentro en aquellos momentos ahogándolos en whisky.

Dio otro trago más a la botella que tenía en las manos y bufó molesto cuando comprobó que se acababa de beber la última gota. Aquello aún le puso más furioso de lo que estaba y tiró la botella vacía con rabia en el asiento del copiloto, donde ya había otra, también vacía. Se pasó la mano por la cara, intentando pensar qué era lo que debía hacer a continuación y entonces, de repente, esbozó una sonrisilla maléfica. Se acababa de acordar de las cartas que le había dado el portero aquella misma tarde, de las cartas de Yoko. Y se acordó también de la invitación que la japonesa le había hecho para una de sus exposiciones, que inauguraba aquella misma noche en una famosa galería de arte de la ciudad. Miró la hora en su reloj de pulsera. Era ya muy tarde, pero estaba seguro de que aún podría encontrarla allí. A fin de cuentas, a él le importaba un bledo aquella maldita exposición: él lo que quería era ir allí, ver a esa tipa que se notaba a la legua que buscaba algo con él y, seguramente, acostarse con ella. Christine la odiaba especialmente y aquella iba a ser su venganza particular. Sólo con que ella sufriera una cuarta parte de lo que estaba sufriendo él en esos momentos, sería suficiente.

Arrancó el coche y salió de su aparcamiento sin importarle golpear los coches que tenía delante y detrás. Lo único que quería era irse de allí cuanto antes y llegar a esa exposición. Aceleró nada más estuvo fuera y enfiló calle arriba como una bala, tan deprisa que ni siquiera se dio cuenta de que otro coche le salía al encuentro en un cruce después de que él se saltara una enorme señal de stop. Afortunadamente para él, pues él no había sido capaz de reaccionar de tan ofuscado y borracho como iba, el otro coche frenó en seco evitando un impacto seguro. Cuando escuchó el chirrido de los frenos a su lado, John reaccionó también y frenó instintivamente. Iba tan rápido que el coche se detuvo definitivamente unos quince metros más adelante.

Aún aturdido por lo que podría haber pasado, John salió del coche. El asfalto olía a goma quemada y  una inmensa mancha negra de sus neumáticos se había quedado impresa en la calzada por culpa del frenazo. Miró hacia atrás, hacia el coche con el que casi había chocado, y entonces lo reconoció. Por muy borracho que estuviera y aunque sólo hubiera visto aquel maldito Mini blanco una vez, John lo hubiera reconocido de entre un millón de coches en el acto. Miró bien la matrícula, con la que se había quedado hacía un par de horas cuando lo había visto por primera vez para comprobar que, efectivamente, aquel era el coche al que Christine había subido.

Sintiendo como la sangre empezaba a hervirle en las venas, John empezó a caminar rápidamente hacia allí. Ahora sí. Ahora sí que iba a partirle las piernas al imbécil ese, fuera quien fuera.

Estaba a punto de llegar cuando la puerta del coche se abrió de golpe. John miró bien a aquel tipo y , entonces, se quedó parado donde estaba, alucinado.

-¡Maldito cabrón!-gritó Mike, el hermano de Paul y Chris, saliendo de dentro del Mini.-¡El coche es nuevo! ¡Da gracias a que no...! ¡¿Lennon?!

John se quedó mirándolo durante unos segundos, intentando que su mente turbia asimilara lo que tenía delante de las narices.

-¿Este coche es... tuyo?-balbuceó al fin sin poder evitar que se le enredara la lengua a causa de la borrachera.

-¡Pues claro que es mío, joder!-exclamó Mike.-¡Y tú casi te lo cargas, jodido loco! ¡Y mírate! ¡Estás borrachísimo! ¡¿A quién quieres matar?!

-Oye Mike...-empezó a decir John.-¿Por casualidad tú has estado hoy con tu hermana?

Mike se quedó mirándolo durante unos segundos, contrariado.

-Dejemos a Christine al margen de todo esto, ¿quieres?-contestó al fin el chico.-Ella no tiene nada que ver aquí. Además, tú y ella...

-¡Joder!-gritó John poniéndose furioso de nuevo. Estaba demasiado borracho como para poder controlar su temperamento.-¡¿Estabas con ella o no?! ¡Contéstame!

-Sí, he estado con ella.-contestó Mike mirándolo de manera desafiante.-Pero escúchame, tío, si se te ocurre aunque sea...

Pero John no acabó ni siquiera de escuchar aquellas palabras pues, de repente, prorrumpió en una inmensa carcajada, una carcajada liberadora, una carcajada de puro alivio. Chris no había estado con otro que no fuera su propio hermano y él se había librado por muy poco de meter la pata hasta el fondo.

-¿Y a ti qué coño te pasa?-le preguntó Mike extrañado.-¿Se puede saber de qué te ríes?

-Es una larga historia...-respondió él cuando recobró el aliento.-Pero gracias de todos modos, Mike. Gracias por casi tener conmigo un accidente de tráfico.

-Llevas una mierda encima de antología. No sabes ni lo que dices...-masculló Michael mirándolo como si se hubiera vuelto loco.-Anda... dame las llaves de ese Ferrari, que te lo aparco y te llevo a casa. Pese a que no seas la persona a la que más quiero en este mundo, tampoco me apetece verte muerto.

-Gracias de nuevo, tío.-volvió a reír John tendiéndole las llaves de su coche.-Llévame a casa, eso es lo mejor que puedes hacer. Nada de exposiciones de arte por hoy.

-Lo que yo te diga...-suspiró Mike.-Completamente loco, Lennon. Pero loco de remate.

John soltó otra carcajada. Loco o no, se sentía feliz y aquello valía más que todas las riquezas del mundo. Por lo menos, aún le quedaba esperanza.




Holaaaaaaaa! Pues bueno, aquí llego yo con otro capi! Gracias por vuestras muestras de apoyo y todo eso cuando solté la bomba de que quedaban 9 capis (ahora ya 8..., jejeje). Sé que aún no toca decir esto, pero ha sido un largo camino en el que, aunque parezca mentira, he aprendido mucho. Y aprender siempre es lo que más me ha gustado en esta vida. :)

Como siempre, gracias por comentarme. Siento haberos dejado despagados con lo de Penny, jajaja. La verdad es que ni siquiera me acordaba del personaje y esa "P." de la carta la escribí nada más porque me vino a la mente un periodista de aquí cuyo nombre empieza por esa letra, jajaja. Aun así, al ver que me lo dijeron dos personas, aproveché para medio "solucionar" el tema de ese personaje que había salido de la historia de manera precipitada. Por lo menos eso me ha servido para decir un poco qué ha sido de ella y todas esas cosas, que se quedó en incógnita, una cosa que creo que enriquece esto porque no deja cabos sueltos. Sois de lo mejor, gente. Lectoras avispadas que estáis en todo. Estáis en todos los detalles más que la propia escritora, jajajajaja.

Y bueno, que muchas gracias, thanks. Ah! Y por cierto, podéis insultar a Jordan todo lo que queráis, sin sentirlo para nada y en todos los idiomas que os vengan a la cabeza. Los médicos y la Organización Mundial de la Salud dicen que tiene muchos beneficios para el organismo. :P

Y otra cosa antes de irme... He cambiado la cabecera ( "ya nos hemos dado cuenta, tontaina", diréis, pero a mí me gusta decirlo todo). No es que sea el cambio del siglo, pero bueno, he puesto a los chicos con un look más acorde a los tiempos que corren (y se avecinan) en la historia. Además, como el lateral se quedaba muy pobre, he añadido también algunas cosillas. Queda pobre igual, porque mis capis son relargos y cuando vas bajando las fotos y todo se acaban, pero bueno, algo es algo, jajaja.

En fin, gente. Yo ya me despido por hoy y hasta el siguiente capi! Besazos!!!!!!!


lunes, 18 de marzo de 2013

Capítulo 80: Desengaños

Llevaban casi cinco semanas en la India y las cosas parecían haberse estancado muchísimo en todo el tema de la meditación, al menos, para él. Al contrario de lo que había llegado a pensar en un primer momento, a John no se le había revelado ninguna verdad absoluta y seguía exactamente igual que cuando habían llegado: meditando, escuchando generalidades vagas por parte del Maharishi y sin nada más que hacer. Aquello suponía un serio problema para alguien acostumbrado a un ritmo de vida trepidante, más aún cuando estaba empezando a hartarse de todo aquel cuento que le estaba aportando mucho menos de lo que se había esperado. Además, parecía que hasta los ultraconvencidos por el Maharishi George y Gwen también habían empezado a mostrar signos de cansancio, hasta tal punto que George ya había hablado de organizar un viajecito por el sur de la India para "descansar" de la estancia en Rishikesh.

Pero no todo era mero cansancio de no aprender nada nuevo o aburrimiento, no. Había algo más, algo que era lo que realmente estaba hartando a John y le había puesto sobreaviso. Y es que el Maharishi parecía no sólo preocupado por los asuntos espirituales y místicos, sino también muy interesado, demasiado incluso, por los temas de finanzas, de dinero y también de fama. Ya Neil Aspinall, antes de irse con Paul semanas antes, les había comentado con sorpresa que aquel santurrón era realmente hábil con los negocios. Para colmo, un par de días antes, Mal Evans le había dicho a John con preocupación que le había llegado a oídos la intención del Maharishi de que The Beatles depositaran alrededor de un cuarto de sus ganancias del nuevo disco que grabaran en sus cuentas en Suiza a modo de donación a la causa. Aquello había enfurecido a John, que se había limitado a contestar con un cortante "por encima de mi cadáver" y zanjar así el tema. Y es que, por mucha fe que hubieran depositado en aquel Maharishi, ellos no eran ningunos estúpidos.

Era por todo aquello por lo que John había empezado a asquearse de Rishikesh en general y del Maharishi en particular. En realidad. ansiaba volver a Londres cuanto antes y envidiaba secretamente a Paul por haberse largado de allí a tiempo. No obstante, aún tenía cierto reparo a abandonarlo todo e irse así sin más. ¿Y si estaba más cerca de lo que creía de conocer esa verdad que había estado buscando toda su vida? ¿Y si irse era una decisión equivocada de la que se arrepentía toda su vida?

Pensando en todas esas cosas, John rasgó distraído las cuerdas de su guitarra. Después, la miró durante unos segundos, debatiéndose para sus adentros en si debía tocar más o no y, finalmente la dejó a un lado y se levantó del suelo donde había estado sentado. Necesitaba dar un paseo y estirar las piernas y así iba a hacerlo, pese a que se suponía que aquellas horas debería estar meditando. Meditando... ¿para qué sien aquellos momentos veía imposible concentrarse en nada?

Caminó sin rumbo fijo por aquel poblado que parecía sacado de un cuento, ensimismado y dejando que su mente vagara de un pensamiento a otro de manera anárquica. Estaba realmente confuso con todo, como nunca antes lo había estado en toda su vida. Era paradójico que en un sitio donde se suponía que había ido a encontrar su camino, se sintiera así.

-¡John!

Sobresaltado por aquel grito que no se esperaba para nada, John se giró y miró en la dirección desde la cual provenía la voz. Frunció el ceño al ver a su amigo Alex acercándose hacia él. Estaba mortalmente serio lo cual todavía le llamó más la atención.

-¿A qué viene esa cara?-preguntó extrañado cuando su amigo se paró delante de él.-¿No se supone que deberías estar trabajando o meditando o algo?

Magic Alex se quedó mirándolo durante unos segundos antes de contestar.

-Se supone.-contestó finalmente sombrío.-Pero sinceramente, paso de hacer ninguna de esas cosas después de lo que me he enterado.

-¿Cómo? ¿De qué te has enterado?

-De eso precisamente quería hablarte...-masculló Alexis con misterio.-¿Te acuerdas de Rosalyn? La americana esa que vino hace unos meses y...

-Claro, claro que me acuerdo. Es una de las favoritas del Maharishi...-contestó John remarcando especialmente la palabra favoritas con toda la intención del mundo.

-Pues...-masculló Alex con un deje de nerviosismo en su voz.-Acabo de hablar con ella y... Joder, John, debes saberlo.

-¿El qué debo saber?-preguntó él empezando a impacientarse de verdad ante tanto misterio.

-Me ha contado cosas sobre el Maharishi...-contestó su amigo.-Ese tipo no es quien pinta, John. Dice que... Bueno, que come carne en sus reuniones privadas, que lo ha visto ella.

-Muy ejemplar.-casi silbó John.

-Y eso no es todo.-continuó Alexis.-Rosalyn asegura también que... el Maharishi le ha hecho ciertas insinuaciones que dejan en evidencia que no es digamos un hombre casto del todo.

-¡¿Qué?!-gritó John. Aquello era lo que le faltaba por oír. Desde antes ya había empezado a aborrecer al Maharishi, pero aquello era la gota que colmaba el vaso.-Me estás jodiendo, Alex.

-No, no te jodo. Es cierto.-le contestó.-Si quieres podemos ir a hablar con ella, está en su cabaña, así oyes tú la historia por ti mismo...

-Joder...-masculló John pasándose la mano por el pelo, confuso.-Está bien. Vayamos a hablar con esa Rosalyn, a ver qué dice.

Alex asintió con la cabeza y le indicó que le acompañara. John le siguió hecho un manojo de nervios. Si aquello era cierto, una cosa tenía por seguro: iba a largarse de allí en cuanto antes mejor.

********************************

-No puede ser verdad...

George le dedicó una mirada de reojo a Gwen. La verdad era que él tampoco era capaz de creérselo. Lo que les estaba contando John era demasiado fuerte como para tomárselo a la ligera. Ellos, que habían depositado tantas esperanzas y tanta fe en el Maharishi, ahora tenían que abrir los ojos de repente para ver que aquel hombre al que consideraban por encima del bien y del mal, no era más que un maldito hipócrita con buenas palabras y nada más. Y es que, si lo que John afirmaba, y parecía estar muy convencido de ello, era verdad, los hechos del Maharishi se alejaban mucho de lo que predicaba. La verdad era que si aquello mismo se lo hubieran dicho a George un par de semanas atrás, no se lo habría creído nunca, por muy decidido que estuviera su amigo, pero en esos momentos, las cosas habían cambiado. Estaba ya un poco asqueado del Maharishi y todos, incluso la propia Gwen, había visto claramente que aquel hombre estaba demasiado interesado en su fama y en su dinero.

-Sí que lo es.-afirmó John de manera contundente.-Alex y yo en persona hemos hablado con Rosalyn y jura y perjura que todo lo que os he dicho es verdad. Podéis ir a hablar con ella si queréis. Nada más verla comprenderéis que no puede estar mintiendo. Eso se nota.

George lanzó un sonoro suspiro. Le dolía hasta la cabeza por todo aquel jaleo.

-No sé por qué, pero no me extraña...-dijo al fin casi en un susurro.-Desde hace unas semanas, había algo que no acababa de encajar del todo. Demasiadas fotos con nosotros, demasiada propaganda...

-Demasiados intereses.-terminó John por él.-Yo no sé vosotros lo que pensáis hacer, pero yo lo tengo muy claro...

No hacía falta ser demasiado listo para saber cuáles eran las intenciones de John. No obstante, George quería oírselo decir en voz alta, así que se lo preguntó directamente.

-Vas a irte de aquí, ¿verdad?

Con el semblante serio, John lo miró y asintió con la cabeza.

-Ya hace muchos días que no estoy a gusto aquí. Necesito volver a Londres, retomar todo lo que allí he dejado y seguir con mi vida.-contestó al cabo de unos instantes.-Y bueno... Ahora después de saber todo esto lo único que siento es asco de estar en este sitio. La única razón por la cual no me había largado aún era porque tenía la esperanza de aprender algo del Maharishi, de aprender aquello que nos prometió, esa maldita verdad. Pero ahora, es obvio que ese charlatán de feria es incapaz de descubrirnos nada nuevo. ¿Qué vais a hacer vosotros?

George se quedó en silencio durante unos segundos. La verdad era que no sabía qué responder y mucho menos sin saber qué opinaba Gwen al respecto. De este modo, George se volvió hacia su novia y se quedó mirándola directamente, interrogándola con la mirada. La chica pareció captar enseguida qué era lo que quería y lanzó un suspiro.

-En mi vida me había sentido tan tonta y tan engañada...-dijo la chica con un hilillo de voz, aunque con dureza.-Me siento tan mal que...

-Oh, venga, Gwen...-susurró George pasándole la mano por el pelo en un gesto delicado.-No te pongas así, preciosa.

-¿Y cómo quieres que me ponga?-preguntó ella. Parecía que estaba incluso a punto de ponerse a llorar.-Estaba muy convencida con que era un  gran hombre y... ¿qué ha pasado? Ha resultado ser el mayor hipócrita jamás visto. Y yo me lo he creído todo, absolutamente todo.

-No sólo tú te lo habías creído, cariño.-susurró George.-Yo también había caído y todos los demás también.

-Pero yo estaba tan cegada...-suspiró ella.

-Bueno...-dijo George.-Creo que lo mejor será que también nosotros volvamos a Londres, olvidemos todo esto y sigamos con nuestras vidas, ¿te parece?

Gwen asintió en silencio, pero no dijo nada. Al parecer, la pobre ni siquiera tenía fuerzas ni para articular palabra.

-Yo me pienso largar de aquí lo más rápido posible.-dijo John mirando a su amigo.-Supongo que vosotros también...

-No tiene ningún sentido quedarse más tiempo aquí...-le contestó George sosteniéndole la mirada.

-Está bien.-dijo John.-Si es así, deberemos decirle a ese Maharishi que nos vamos.

-¿Y quién se lo va a decir?-preguntó Gwen mirándolos a los dos.

-Pues... Iré yo mismo.-respondió John poniéndose en pie de su asiento.-Mañana mismo iré y se lo diré. A mí no me asusta ya lo que pueda contestarme un charlatán como ése. Y ahora, chicos... Buenas noches. Nos veremos mañana.

**********************************

Pasaban de las diez de la noche cuando Christine y Jordan pusieron los pies en la calle. Acababan de salir de la redacción después de un agotador día de trabajo, pero por lo menos habían podido meter todavía en la edición del día siguiente una noticia de última hora, con fotos incluidas, que sabían que muy pocos iban a dar en los diarios de la mañana por falta de tiempo. Aquello, para qué negarlo, llenaba Chris de orgullo. Y es que cosas como aquella le servían para demostrar ante sus compañeros que no sólo estaba allí por ser quien era sino que en realidad era una persona tan válida como cualquier otra para trabajar en el diario.

-Jamás se nos había hecho tan tarde, ¿verdad?-preguntó de pronto Jordan mientras caminaban por la acera.

-Nunca.-sonrió ella.-Pero bueno, lo hemos conseguido. Hemos metido todavía la noticia.

-Deberían darnos un aumento de sueldo sólo por eso.-bromeó el chico.-Menudo maratón que me he pegado revelando las fotos...

-Pues anda que yo escribiendo a toda pastilla...-añadió Chris.-Vamos, que sí, que nos deberían de dar ese aumento.

Jordan lanzó una risita y se detuvo de repente. Christine se quedó mirándolo extrañada, con el ceño fruncido.

-¿Qué pasa?

-Se me ha ocurrido algo.-contestó Jordan esbozando una sonrisa.-Es muy tarde, demasiado. Y no sé tú, pero a mí ahora me da una pereza inmensa hacerme la cena.

Pese a que ya sabía de qué iba la cosa, Chris se mantuvo en silencio, esperando a que el chico terminara de hablar.

-¿Te parece que vayamos a cenar a algún sitio?-preguntó al fin Jordan.

La chica dudó durante unos instantes. Lo cierto era que no le apetecía demasiado. Quería llegar a casa, como mucho picar algo e irse a dormir sin más, pero, por otra parte, le sabía mal dejar a su amigo plantado de aquella manera.

-No sé...-masculló intentando evadir la pregunta.-Es muy tarde, ya habrán cerrado la cocina en la mayoría de sitios y...

-¡Vamos, Chris! Esto es Londres, siempre hay sitios donde puedes cenar a todas horas...-le cortó el chico risueño.-Pero vamos, que si no te apetece, tampoco pasa nada.

Jordan acompañó aquella última frase con una mueca de disgusto. Chris lo miró y lanzó un suspiro, resignada.

-Está bien...-claudicó al fin.-Vayamos a buscar algún sitio donde comer algo. Pero lo hacemos corto, que estoy cansadísima.

-¡Genial!-exclamó Jordan.-Bueno, vayamos a por mi coche. Conozco un sitio en el centro que seguro que está abierto y donde se come genial.

Chris simplemente se limitó a sonreirle mientras se encaminaban hacia el coche. Sólo le quedaba esperar que aquella cena fuera corta y que la cosa no se alargara más de la cuenta.

**********************************

La verdad era que la cena con Jordan se le había pasado mucho más rápida de lo que se había esperado en un primer momento. Había sido llegar al sitio, sentarse, empezar a charlar de aquello y de lo otro y a Chris pasársele gran parte del cansancio. En realidad, más que dormir, lo que la chica necesitaba cuando habían salido de la redacción era despejarse un poco y relajarse. Había sido una velada agradable, una velada de charla con un amigo al que estaba empezando a apreciar de verdad. Además, fiel a su promesa de no hacerlo largo, el chico había accedido a llevarla enseguida a casa nada más habían acabado de cenar. Era por eso por lo que Chris ya no se arrepentía para nada de haber accedido a salir con él a cenar.

-Es esta calle, ¿verdad?-preguntó Jordan sin despegar la vista del volante.

-Sí.-confirmó Chris.-Giras por esta bocacalle y la segunda finca de pisos.

-Perfecto.-sonrió el chico antes de girar.-Es una buena zona para vivir.

-Sí, está bien.-contestó ella a la vez que Jordan paraba el coche justo ante la puerta de su finca.-Bueno, Jordan, gracias por todo. Ha sido una cena muy agradable.

-Aunque no me hayas dejado invitarte, ha estado bien, sí.-rió él.-La verdad es que yo también he estado muy a gusto...

Chris se quedó mirándolo durante unos segundos, el tono con el que le acababa de decir eso la había descolocado por completo. Y es que Jordan jamás le había hablado de aquella manera. El chico permaneció en silencio algunos segundos más, mirándola. Justo en ese momento, Chris lo entendió todo: entendió qué era lo que estaba a punto de hacer Jordan y el por qué de tanta preocupación hacia ella aquellas últimas semanas. Sintió como la sangre se le helaba en las venas. Ella no quería eso, para nada, pero, justo antes de que a ella le diera tiempo a reaccionar y a salir del coche pitando, Jordan posó sus labios sobre los suyos.

Chris lo alejó de ella con un empujón en el pecho, como si le hubieran dado una tremenda bofetada.

-Pero...¿qué haces?-preguntó alterada mirándolo con los ojos muy abiertos.

El chico le dedicó una mirada estupefacto ante su reacción.

-Tampoco es para que te pongas así.-le respondió a la defensiva.-Ha sido sólo un beso.

Aquella contestación pilló a Chris por sorpresa. No se esperaba para nada que se pusiera a la defensiva. Al contrario, había supuesto que se apresuraría a articular una disculpa y a despedirse de ella sin más. Al parecer, no conocía tan bien a Jordan como se había imaginado. No obstante, ella no iba a amilanarse ni muchísimo menos.

-Ya sé lo que ha sido.-le respondió con frialdad.-Pero... creo que te estás equivocando conmigo.

Jordan lanzó un bufido molesto.

-¿Es por ese imbécil, verdad?

-¿Qué?-preguntó Chris contrariada.

-Que si es por ese idiota.-repitió Jordan mirándola severo.-Me parece mentira que después de lo que te hizo aún estés...

-Espera un momento, para.-le cortó ella empezando a perder los estribos. Aquello era el colmo. Primero, el beso; después, esas insinuaciones que no tenía ningún derecho a hacer. No iba a permitir que nadie metiera las narices en su vida, ni mucho menos él.-Tú no tienes ni idea de nada de lo que pasó. NI IDEA. Así que ni se te ocurra ponerte a hacer juicios sobre ello, ¿de acuerdo?

-Y encima te enfadas...-bufó Jordan.

-¡¿Pero...?!

-Antes de que te pongas a gritarme, déjame decirte una cosa.-le interrumpió él de nuevo.-Abre los ojos de una vez. Ese tío es un idiota.

-No hables así de él.-silbó Chris. Si el beso ya la había puesto de los nervios, aquello era el colmo. Aún no soportaba, ni creía que soportaría nunca, que nadie hablara mal de John sin ni siquiera saber qué había pasado ni cómo era él en realidad.-Y no me hagas decirte quien de aquí es el idiota, Jordan.

Sin esperarse ni siquiera a que el chico le contestara, Chris salió del coche dando un fuerte portazo. Después, se metió en la finca apresuradamente y cerró la puerta tras de sí. Espero a escuchar como Jordan arrancaba de nuevo y, entonces, se apoyó sobre la pared y empezó a llorar sin un motivo definido. Lloraba por todo: porque se había equivocado con Jordan, porque ella, como siempre, había estado ciega completamente y, sobre todo, lloraba por ella y... por John.

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John no había pegado ojo en toda la noche. Pese a que estaba convencido de que irse de allí era lo mejor y de que lo que iba a hacer era lo correcto, le incomodaba el hecho de tener que ser él el que diera la cara y le dijera al Maharishi que se iban de Rishikesh. Y es que, aunque jamás iba a ser capaz de reconocerlo en voz alta jamás, estaba aterrorizado. ¿Qué se suponía que le iba a decir? En teoría, él era el bocazas del grupo y el que no tenía nunca ningún problema en decir lo que pensaba; pero, como casi siempre ocurre, de la teoría a la práctica hay un trecho bastante grande.

Se vistió con parsimonia, intentando pensar en cualquier cosa que no fuera su inminente encuentro con el Maharishi. Porque claro, ésa era otra: debería ir a hablar con él cuanto antes mejor ya que por las mañanas era cuando había más posibilidades de abordarlo. Además, Magic Alex ya se habría encargado seguramente de pedir un par de taxis para ese mismo mediodía, tal y como habían acordado el día antes, con lo cual, no tenía más remedio que solucionar aquello cuanto antes.

Una vez acabó de vestirse y picoteó algo de fruta que tenía por allí, John salió de su cabaña y, con paso decidido, emprendió el camino hacia el centro de Rishikesh, donde seguramente estaría el Maharishi con algunos de sus más allegados en su cabaña.

Entró en la cabaña del Maharishi sin llamar. Inmediatamente, Satnam, uno de sus hombres de confianza, le abordó.

-Buenos días.-le saludó a la vez que le cortaba el paso para que no pudiera entrar adonde estaba el Maharishi sin más.-¿Puedo ayudarte en algo?

John le dedicó una mirada glacial. No le gustaba que le impidieran ir adonde él quería. Estaba demasiado acostumbrado a hacer lo que le daba la gana y aquello le ponía de los nervios.

-¿Qué pasa? ¿No puedo pasar? ¿Es que está reunido con alguna de sus fieles seguidoras?-le replicó él remarcando con dureza la palabra alguna.

Satnam le dedicó una mirada contrariado, sin entender a qué se estaba refiriendo John.

-¿Quieres hablar con él?-preguntó al fin evidentemente sin saber qué más decir al respecto.

-Por supuesto que sí. Para algo he venido, ¿no?-respondió John intentando cargar sus palabras de toda la malicia que le fue posible.-Quiero decirle una cosa.

-Espérame un momento.-le dijo Satnam.-Le diré que estás aquí.

John vio como Satnam entraba en el salón y cerraba deliberadamente la puerta tras él. Aquel gesto le hizo soltar un bufido de fastidio y lo hizo envalentonarse más sobre lo que iba a hacer. Ahora ya no sentía reparo en decírselo, sino que sentía una profunda rabia dentro de él. Rabia hacia toda esa parafernalia que rodeaba al Maharishi, que necesitaba que le anunciaran a la gente como si fuera un miembro de la realeza, y rabia por haber perdido tanto el tiempo con un hipócrita como ése.

Casi antes de que se diera cuenta, Satnam volvió a aparecer delante de él. Sonreía, solícito, aunque lo miraba con dureza.

-El Maharishi te espera, John.-le dijo en un tono tan correcto como distante.-Puedes pasar cuando quieras.

-Muchas gracias.-contestó él con sorna. Y entró sin más dentro del comedor con una naturalidad propia de quien entra en su propia casa.

-Buenos días, John. Me alegro de verte.-le dijo el Maharishi nada más lo vio aparecer por allí con su voz aflautada.

John le dedicó una mirada de desprecio. La verdad era que había pasado de causarle hasta cierta gracia a pillarle una manía inmensa.

-Buenos días.-respondió él.-Venía aquí para decirle que George, Gwen, Alexis y yo nos vamos.

Lo dijo así, sin más. No tenía ninguna gana de andarse con rodeos: cuanto antes acabara con eso, muchísimo mejor.

-¿Os vais?-preguntó sin poder ocultar que se sentía profundamente contrariado.-Me pareció escuchar que George pretendía hacer un viaje por el sur de la India... Es eso, ¿verdad? ¿Cuándo vais a volver?

-No lo entiende.-contestó John con frialdad.-No vamos a volver. Volvemos a Londres- Nos largamos.

La expresión afable del Maharishi se transfiguró enseguida. Primero, puso cara de asombro y de incredulidad; después, cuando vio que John se mantenía firme, mirándolo de manera desafiante, su expresión se tornó muchísimo más sombría.

-¿Y por qué os vais?-quiso saber al cabo de unos segundos.

John le dedicó una mirada furibunda. ¿Cómo podía tener la cara tan dura de preguntar eso después de todo lo que sabían de él? ¿Cómo podía preguntarlo después de haber estado aprovechándose de ellos y de su imagen durante tanto tiempo delante de sus propias narices? En aquellos momentos, John tenía ganas de gritarle de todo, de sacar su rabia, pero, no obstante, se contuvo. Si sacaba su lado oscuro, lo único que haría sería empeorar las cosas.

-Bueno...-se limitó a decir pues a la vez que se encogía de hombros.-Usted que es tan místico debería saberlo.

Pese a que al Maharishi no se le movió ni un pelo, era evidente que aquella contestación le había sentado fatal.

-Yo no sé por qué.-respondió.-Tú debes decírmelo.

-¿No afirman los suyos que hasta es capaz de hacer milagros?-preguntó John consciente de que aquello era un golpe bajo.-Debería saberlo entonces.

Cuando dijo aquello, el Maharishi le lanzó una mirada asesina. John jamás lo había visto así y, por un momento, hasta llegó a vacilar. No obstante, pronto reaccionó y, sin más, se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta.

-Por cierto.-dijo de repente girándose de nuevo hacia el Maharishi.-Nos vamos este mediodía, por si le interesa saberlo.

Y sin esperarse ni siquiera a que contestara, John salió de allí, satisfecho y contento. Por fin podría largarse de Rishikesh.

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-Será mejor que carguemos los trastos cuanto antes...-masculló George mirando de reojo hacia la pérgola donde estaba sentado el Maharishi.

Nada más habían llegado los taxis con los que se iban a marchar, el Maharishi había aparecido allí ante ellos y se había sentado en una de las pérgolas cercanas, solo y taciturno, observándoles atentamente y sin perder detalle de lo que hacían mientras cargaban sus pertenencias en los maleteros de los coches.

-No tengo ni idea de a qué ha venido aquí...-masculló Alexis molesto.-Seguro que quiere algo.

-Me importa una mierda lo que quiera.-contestó John agarrando la última de las bolsas que quedaba en el suelo y pasándosela al taxista para que la metiera en el maletero.-A mí ya no me pesca, lo único que quiero es volver a casa lo más pronto posible.

Como si hubiera estado escuchando la conversación, cosa que era prácticamente imposible puesto que estaban a una distancia considerable, el Maharishi se levantó de repente y los llamó.

-¡John! ¡George!-exclamó con su voz aguda.-¿Puedo hablar con vosotros un momento?

Todos los que estaban allí se quedaron petrificados al escuchar aquello. Gwen fue la única que se volvió hacia el Maharishi y lo miró sin vacilar durante unos segundos.

-Parece... triste.-dijo la chica volviéndose de nuevo hacia los demás.-Quizá...

-No.-le cortó George antes de que Gwen incluso pudiera acabar de decir la frase.-No creo que tengamos nada más que hablar con él. John ya le ha dicho todo lo que le tenía que decir esta mañana, así que...

-Nos vamos.-terminó John por él.-No me fío de ése. Lo mejor será que nos larguemos cuanto antes.

-Opino lo mismo.-dijo Magic Alex.-¿Lo tenéis todo ya?

Los otros tres asintieron con la cabeza después de comprobar con un vistazo rápido a su alrededor que no se habían dejado nada.

-Pues entonces... Vayámonos.

Los cuatro subieron a los taxis no sin antes lanzarle una mirada de soslayo al Maharishi, que se había quedado allí, plantado en la pérgola, mirándolos. La verdad era que Gwen tenía razón cuando había dicho que se le veía triste, pero eso, a John no le importaba lo más mínimo.

Los coches arrancaron casi en el acto y pronto dejaron atrás Rishikesh y con él, otra de sus modas beatles. John miró por la ventanilla. Desde la carretera aún se podía ver el poblado, con el Himalaya nevado al fondo. Se acababan de llevar otro chasco y, pese a que se sentía aliviado por haberse ido de allí, no podía evitar sentirse profundamente furioso contra aquel hombre que, a sus ojos, les había engañado y se había aprovechado de ellos. El Maharishi había roto las normas y todo el mundo debía saber quien era en realidad. Y John sólo podía desenmascararlo ante el mundo con lo que mejor se le daba hacer: una canción.

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Aquella mañana Christine había llegado a la redacción temerosa por encontrarse a Jordan después de lo que había pasado entre ellos la noche anterior. Él se había ido enfadado a su casa y ella, por supuesto, seguía muy dolida con él. Era curioso como de la amistad al casi odio se podía pasar tan rápidamente por una cosa así.

No obstante, la chica se había llevado una inmensa alegría al comprobar que Jordan ese día había faltado al trabajo. Las primeras horas de la mañana, las pasó en tensión, pensando en que el chico quizá se había dormido y esperando verle aparecer de un momento a otro. Pero conforme avanzaba la mañana y Jordan no aparecía, Chris fue relajándose hasta que, definitivamente, su jefe le confirmó que su compañero había llamado esa misma mañana diciendo que no iría a trabajar porque se encontraba mal. "Apáñatelas sin fotógrafo", le había dicho. Y tanto que lo haría. De hecho, estaba segura de que se las apañaría mejor sin fotógrafo que con él. No sabía si lo que decía Jordan de que no se encontraba bien era cierto o simplemente una burda excusa para no cruzarse con ella ese día, pero fuera como fuera, Chris se sentía tremendamente aliviada de no tenerlo por delante. Estaba todo demasiado reciente como para actuar con normalidad y aquello, sin dudas, podría acabar repercutiendo en su trabajo.

Estaba a punto de acabar de redactar una noticia y de tomarse su descanso para desayunar cuando se acercó a su mesa Rachel, una compañera suya.

-Buenas, Chris.-la saludó la mujer.-¿Ajetreada?

-A punto de acabar de redactar esto y a almorzar.-respondió dedicándole una sonrisa. Aquella mujer le caía bastante bien. Era una de las pocas que no la habían prejuzgado cuando había entrado allí a trabajar como redactora fija.-¿Tú qué tal?

-Yo afortunadamente ya he acabado con lo mío.-contestó dando un suspiro.-Por lo menos hoy los sucesos han estado tranquilos y no he tenido demasiado trabajo. Para esta tarde sólo me quedan un par de notas más y para casa.

-Qué suerte tienen algunas...-bromeó ella.

-No te creas, como han visto que acababa pronto, me han asignado otro trabajo.-le respondió la mujer risueña blandiendo delante de ella un fajo de sobres.-Ahora resulta que me han hecho cartero, ¿qué te parece?

Christine soltó una carcajada cuando vio aquello. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que Rachel llevaba consigo el correo. Cada día les llegaban a todos los que trabajaban allí un montón de cartas. La mayoría contenían información sobre horarios de ruedas de prensa y cosas así aunque a veces también recibía alguna carta de lectores enfurecidos o agradecidos. Y claro, ese correo debía de repartirse, con lo cual, siempre le tocaba hacer aquella tediosa tarea de pasarse de mesa en mesa a quien antes terminaba con lo suyo. Aquel día, le había tocado a la buena de Rachel.

-Pues no te queda mal el oficio, no te creas.-bromeó la chica.-¿Hay algo para mí?

-Uy, sí.-contestó la mujer dejando sobre su mesa un montoncito de sobres.-Chris, hija, o tienes un montón de trabajo, o tienes un montón de admiradores.

-O detractores.-añadió ella guiñándole un ojo.

-Ni pensarlo.-rió Rachel.-Nosotras, las mujeres del periódico, nada más que podemos tener admiradores. Los detractores resérvaselos a los viejos carcamales varones que trabajan con nosotras...

Chris no pudo contenerse soltar una carcajada.

-Si te oyen, verás...

-Aunque me oigan da igual. Se lo he dicho montones de veces a la cara, a todos.-le respondió Rachel.-Bueno, hija, te dejo terminar lo tuyo. Yo voy a  terminar de repartir esto o creo yo que no almuerzo.

-Nos vemos en la cafetería de enfrente como siempre dentro de un rato, ¿no?

-Por supuesto.-le contestó.-Hasta luego.

-Hasta luego.

Cuando Rachel se alejó de allí, Chris agarró el fajo de cartas que le había dejado sobre la mesa y lo miró con detenimiento. En principio allí sólo parecía haber cartas informativas sobre actos y fechas de conferencias de ruedas de prensa, a saber, nada que no pudiera esperar a ser visto a después de almorzar. Casi instintivamente, empezó a pasar los sobres uno delante de otro para ver si había algo más que cartas oficiales y entonces, de repente, vio un sobre normal ante sus narices. Curiosa, sin pararse a mirar lo que había escrito en el sobre, lo abrió y sacó la carta que había dentro. A saber. Lo más seguro es que fuera alguien poniéndola verde sobre cualquier cosa que había escrito... Siempre había quejicas de esos. No obstante, cuando desplegó el papel y miró el "Hola Jordan" del encabezamiento, vio que se había equivocado de plano. La chica lanzó un bufido de fastidio y miró el sobre, donde, efectivamente, rezaba el nombre de Jordan y no el de ella. Al parecer a Rachel se le había colado una carta que no era para ella. Perfecto. Ahora no sólo estaba enfadado con ella sino que, además, tenía motivos más que suficientes para acusarla de hurgar en su correo. Un correo que, encima, parecía bastante personal a juzgar por la familiaridad con la que estaba escrito el saludo inicial.

Iba a dejar la carta de nuevo dentro del sobre con la intención de dejarla sobre el escritorio de su compañero, cuando, de repente, mientras la doblaba, algo le llamó la atención. La chica abrió más los ojos y movió la cabeza lentamente. O estaba alucinando o allí, en esa carta, había visto escrita la palabra Lennon.

Olvidándose de repente de que estaba husmeando en correo ajeno, Chris abrió de nuevo la carta y empezó a leer lo que allí había escrito.

"Hola Jordan,

Supongo que no hace falta que te diga quién soy, ¿verdad? Últimamente hemos estado tanto en contacto que creo que hablo más contigo que con mi propia familia. Bueno, mejor será que vayamos al grano porque ni a ti ni a mí nos gustan los formalismos... 

Como seguro que sabes en el entorno se está especulando mucho sobre por qué Paul ha vuelto de la India sin los otros. Algunos afirman que es porque los miembros del grupo se han peleado, otros que la discusión fue con ese gurú espiritual que tienen. El caso es que nadie sabe nada a ciencia cierta y ya sabes que a me gustaría contar con información veraz para publicar los verdaderos motivos. Puesto que tú tienes la confianza de la hermana, seguro que no te es difícil sonsacarle la verdad, tal y como hiciste cuando rompió con Lennon. Por cierto, hablando del tema, me parece que tienes la cara muy dura. ¿Cómo te atreves a decirme que te debo una cena con la cantidad de dinero que te solté por la información? Está bien, sé que gracias a ti la revista batió récords de venta cuando salió la noticia, pero para que encima te invite a cenar tendrás que trabajártelo un poco más y darme también la información que te pido ahora.

Espero noticias tuyas pronto.

P."

Cuando Chris acabó de leer aquello le temblaban las manos literalmente hablando de pura rabia e indignación. Así que el corderito de Jordan había sido el que había dado el soplo a los medios de comunicación bajo previo pago de su ruptura con John. ¿Cómo podía ser tan cerdo? Y lo que aún era peor... ¿cómo ella no se había dado cuenta hasta ese momento?

Pero ahora que se había enterado de toda la verdad, Chris estaba segura de una cosa: ese maldito hijo de puta iba a enterarse de quién era ella en realidad. Y tanto que iba a enterarse.





Holaaaaaaaaaaaa!

Qué tal? Pues bueno, aquí estoy yo de nuevo con este capi. Ya. Se acabó la India. Qué emoción que me ha dado esto. Es que el tema como que no... Bueno, ¿y a quién le importa esto? Jajajaja.

Bueno, bueno, antes de nada, dejad que me ponga el vestido largo, salga al escenario cual actriz que va a recoger el Oscar, me ponga delante del micro y dé las gracias. Gracias a los que leéis en primer lugar y gracias a mis comentaristas particulares:

- Mi María de mi alma: a ver, corazón, me declaro fan de tus postdatas (ya sabes que llevo una semanita en la cual me estoy haciendo fan de todo, jajajaja). Por supuesto que tu hijo se tenía que reír pronto. A ver: es hijo de Ringo. Las piedras son los únicos seres del planeta Tierra que no se divierten con él. Y por parte de madre, más de lo mismo, así que... Habemus Vladis reidor! XDDD

- Ingrid, que pese a anónima, sé tu nombre, jaja. Espero que te pusieras el White Album a todo trapo (yo lo hice mientras escribía el capi anterior y casi me quedó sorda -soy de las que se pone los auriculares al máximo de volumen, ya ves, me gusta mimar a mis tímpanos, jajaja-, pero lo disfruté mucho) y que por fin hayas visto el Anthology, jejeje.

-And my other anonymous anglophone friend. How are you? Sorry for my rare words in the last chapter. Fortunately  you've got a colombian cousin who could help you with that... Ok, I can't tell you what said John's letter but you can imagine it, don't you? You know... reading letters of other people is a crime. Chris doesn't know it, but it's true, hahahahaha. Thanks for your comment!

Y bueno, deciros, porque la semana pasada os dejé con lo de la recta final un poco "mataos", que sí, que esto ya va acabándose, aunque todavía han de pasar un montón de cosas. Quedan exactamente 9 capítulos para que cuelgue el cartelito de "FIN", pero bueno, ya sabéis que con el ritmo que llevo yo de actualizaciones, para eso aún queda bastante ;)

Y por mí nada más. Espero que hayáis disfrutado esto y... hasta la próxima! Muaaaaaak!


miércoles, 13 de marzo de 2013

Capítulo 79: India

Estar en la India estaba siendo como unas verdaderas vacaciones para Gwen. Aquello era lo mejor que le podía estar pasando. Estaban allí, en Rishikesh, un lugar precioso al norte de la India, con vistas al Himalaya,    meditando y entiendo el sentido real de las cosas. Los más entusiasmados con todo aquello eran, sin duda, George y ella, aunque John también parecía bastante interesado con todo aquello, curioso, podría decirse, ante aquel nuevo mundo que le rodeaba y que les brindaba una vida tan diferente a la que ellos habían llevado hasta hacía poco. Paul, por su parte, pese a que también parecía bastante atraído, estaba más pendiente de otras cosas que de meditar, como, por ejemplo, estar al día pese a que estuvieran a miles de kilómetros de distancia, de los asuntos de Apple, aquella corporación que había convertido a los chicos en inminentes hombres de negocios. Parecía mentira que un proyecto que al principio sólo había abarcado una simple tienda de ropa, ahora estuviera intentando englobar en su seno otros negocios mucho más diversos. 

Por lo demás, Rishikesh les ofrecía una vida cómoda, con pequeños lujos que hacían que su vida allí fuera extremadamente apacible. La comida, pese a estar fuertemente especiada al estilo de la India, no estaba mal del todo y no tenían más preocupaciones que levantarse todas las mañanas y meditar. Además, los incombustibles Neil Aspinall y Mal Evans habían ido con ellos y se encargaban, como siempre, de intentar cubrir todas las necesidades que les fueran surgiendo. De hecho, lo único molesto que parecía ofrecerles Rishikesh eran los monos, que de cuando en cuando aparecían para robar, sobre todo comida. Pero incluso aquello dotaba a aquella experiencia de cierta gracia.

Como venía siendo habitual desde que habían llegado, el tiempo aquella mañana estaba siendo estupendo. El sol brillaba y hacía un día ideal para pasarlo afuera, con los chicos, quienes estaban disfrutando de un rato agradable mientras rasgueaban las cuerdas de sus guitarras. Aquello hacía sentir a Gwen inmensamente bien.

-¿Sabéis qué?-preguntó John de repente hablando por primera vez desde hacía un buen rato. Todos habían estado demasiado concentrados en su música y disfrutando de aquel cómodo silencio entre los cuatro como para hablar.

-¿Qué ocurre?-quiso saber George levantando la cabeza y mirando a su amigo.

-Creo que tengo nuevos temas a punto.-respondió John distraído mientras rasgaba las cuerdas de la guitarra en un acorde al azar.-Estar aquí... Digamos que me ha hecho pensar en muchas cosas y tenía, no sé, la necesidad de plasmarlo de alguna manera.

-Entonces creo que quizá deberías enseñarnos esos nuevos temas que tienes.-dijo Paul sonriente.-Yo también tengo muchas cosas en mente, pero no tanto como para considerarlas "a punto".

-Bueno, en realidad les faltan algunos toques, pero...-masculló John.

-Después les podemos dar esos toques entre todos.-le cortó Paul, ansioso.

-Supongo.-dijo John de mala gana.-En fin, os mostraré lo que he hecho...

Y sin esperarse a que nadie añadiera nada más, John se volvió a colocar la guitarra en el sitio y empezó a tocar. Gwen lo miró: estaba muy concentrado mientras sonaban aquellas primeras notas que se le antojaban de blues. Jamás había escuchado hacer a John ni a ninguno de los chicos nada por el estilo, por lo que aquello aún llamó más su atención. Y de repente, John, empezó a cantar. Sólo bastó que escuchara la primera frase para que se le cayera el alma a los pies. Gwen miró a George y a Paul mientras John seguía concentrado en su canción: los dos parecían igual de contrariados que ella, pero, sin lugar a dudas, pese a que contrariados, a ninguno de los tres les extrañaba el contenido de esa letra. Y es que, pese a que John no lo expresara en voz alta, era evidente que se sentía tremendamente solo, tremendamente mal.

-Yes, I'm lonely, wanna die. If I ain't dead already... Oh, girl, you know the reason why...

La chica lanzó un suspiro disimulado y volvió a fijar su vista en John. Por primera vez en toda su vida, Gwen sintió lástima por él. Ojalá aquella estancia en la India consiguiera mitigar un poco todo aquello que tenía adentro.

********************************

Pese a que pareciera prácticamente imposible, aquella era la primera vez que Ringo se quedaba solo en casa con su hijo. Mary, después de estar un par de meses sin separarse de ellos, había salido un momento para ir a recoger los apuntes de la universidad que le estaba prestando una compañera. Y es que, pese a que con todo el jaleo del niño apenas tuviera tiempo para nada y de que no estuviera yendo a clase desde poco antes de tener a Vladis, lo último que quería ella en esos momentos era dejar de lado la carrera. Él sabía aquello y apoyaba y respetaba su decisión por completo. Si aquello la hacía feliz, debía seguir haciéndolo.

Dejando de lado todo aquello, la verdad era que en aquellos momentos Ringo se sentía aterrado pese al batallón de instrucciones que le había dado Mary sobre qué hacer en el caso de que Vladis, quien dormía plácidamente en su moisés a su lado, se despertara. En realidad sabía preparar biberones a la perfección y había cambiado ya unos cuantos pañales, pero todo bajo la atenta mirada de Mary, que en más de una ocasión había acabado muerta de risa viendo su poca maña en todo aquello. Así pues, sólo cabía esperar que su hijo no se despertara hasta que Mary hubiera llegado de nuevo a casa.

Estaba tan metido en sus propios pensamientos, que Ringo ni siquiera se dio cuenta de que estaba empezando a adormecerse en el sofá. Pero es que se estaba tan bien... Allí en casa, calentito, sin ruidos que le molestaran, era casi imposible no quedarse dormido, mucho menos cuando hacía mucho tiempo que no dormía toda una noche de tirón. Y es que todas las noches, Vladis, como si tuviera un reloj en el cuerpo, se despertaba cada tres horas exactas para reclamar su comida.

Fue por eso por lo que cuando escuchó al niño ponerse a llorar de repente, se despertó de golpe dando un salto en el sofá. Abrió los ojos nervioso y miró hacia Vladis, que estaba empezando a ponerse rojo de llorar con tanta insistencia. Automáticamente, su mirada se desvió de hacia el reloj de la pared; le parecía que era muy pronto como para que el niño reclamara ya su biberón, pero quién sabía el tiempo que había estado durmiendo en el sofá. No obstante, aún no era la hora. Extrañado y un poco asustado a la vez, Ringo se puso en pie y se dirigió hacia Vladis para agarrarlo. No hizo falta que lo agarrara en brazos siquiera para saber qué era lo que le ocurría al bebé. El chico lanzó un suspiro y arrugó la nariz a la vez que, ahora sí, levantaba al niño del moisés.

-Vladis, Vladis...-susurró.-Creo que vas a tener que sufrir un poco mientras papá te cambia ese apestoso pañal que tienes ahí...

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Le había costado muchísimo decidirse a hacer aquello, pero al final, armándose de valor, por fin lo había hecho. Sin saber si sentirse satisfecho o idiota por aquello, John puso el punto final a aquella carta que tanto le había costado escribir. Sabía que había quedado patética, lamentable, pero era lo único que había sido capaz de decir porque era lo único que sentía. Además, la verdad era que ya le daba bastante igual quedar como un completo imbécil delante de ella: al y al cabo ya había estropeado bastante las cosas él solito mientras estaban juntos todavía como para preocuparse por aquellas nimiedades.

Lo pero, sin embargo, estaba por llegar. Debía de enviar esa carta, fuera como fuera, pero, obviamente, no tenía ni idea de la dirección. El hermetismo con el que todos tapaban el paradero de Christine lo exasperaba y lo llenaba de rabia e impotencia pero, al fin y al cabo, lo entendía.

Así pues, para hacer llegar esa carta a Chris, le quedaban varias opciones: o enviarla directamente al periódico, cosa que no era demasiado recomendable porque no sabía en qué manos podía caer aquello, o, por contra, apelar a la compasión de alguien para que enviara la carta por él, opción mucho más segura, por cierto.

John dobló la carta con cuidado y la metió en un sobre. Después, lo cerró, agarró el bolígrafo de nuevo y escribió en él "Christie". No se molestó ni siquiera en poner el remitente; a fin de cuentas, sabía que la chica conocía su letra demasiado bien como para saber quién había escrito aquello en el acto.

Agarrando aire profundamente, John se puso en pie y agarró la carta fuertemente, como si tuviera miedo a que se le escapara de las manos. Después, nervioso, salió de su cabaña y se encaminó a la de George y Gwen. Confiaba en encontrarlos allí a aquellas horas y, además, consideraba mucho más probable convencer a Gwen de que enviara aquella carta que a Paul, con quien pese a haber normalizado bastante las cosas. se mostraba siempre inamovible a la hora de hablar de cualquier tema relacionado con su hermana.

No tardó ni dos minutos en plantarse delante de la cabaña de sus amigos. Aquello también era una de las ventajas de estar allí en Rishikesh: todos estaban muy cerca unos de otros y la comunicación entre ellos era muy fácil.

Llamó a la puerta con los nudillos y esperó a que abrieran. No tardó demasiado en aparecer un somnoliento George delante de él.

-Buenos días, tío.-le saludó John con una sonrisilla.

-Buenos días.-le respondió George un poco descolocado por verlo allí tan temprano.-Has madrugado hoy, ¿no?

-No podía dormir más.-contestó él con sinceridad. En realidad hacía muchas horas que estaba en pie.

-Ya veo...

-Oye, George... ¿Puedo pasar un segundo?-inquirió él.-Me gustaría hablar con Gwen un momento.

¿Con Gwen? ¿Qué pasa?-preguntó George sorprendido.

-Necesito que me haga un favor.-se limitó a decir.-Déjame pasar y os lo explicaré.

George, todavía con cara de no entender lo que estaba pasando, se hizo a un lado y lo dejó pasar.

-Está adentro, ven.

Los dos amigos entraron. Tal y como había dicho George, Gwen estaba adentro, sentada en una cómoda hamaca mientras mordisqueaba distraída una manzana con la mirada perdida fija en la ventana.

-Buenos días, Gwen.-saludó John cuando la vio.

La chica giró su cabeza lentamente y lo miró. No pudo ocultar su sorpresa al verlo allí tan temprano.

-Buenos días, John. ¿Qué tal?

-Bien.

-John dice que quiere hablar contigo.-intervino George.

-¿Conmigo?

-Sí... Quiero pedirte algo.-aclaró él.-Si no te supone ningún problema, claro.

-Pues...-murmuró la chica mirándolo de hito en hito.-Tú dirás.

-Verás...-murmuró John agarrando aire a la vez que sacaba el sobre de su bolsillo.-He escrito esto y... no sé dónde enviarlo.

Tanto George como Gwen se quedaron mirando aquel trozo de papel fijamente, sin decir nada.

-Supongo que sé para quién es esa carta, ¿no?-dijo Gwen rompiendo aquel silencio que se había hecho entre los tres.

John simplemente se limitó a asentir con la cabeza. Gwen, por su parte, lanzó un suspiro antes de contestar.

-John...-masculló al fin.-Ella... Nos dijo que no te dijéramos la dirección y...

-No te estoy pidiendo que me digas donde vive.-se apresuró a aclarar John.-No quiero que... traiciones su confianza ni nada por el estilo.

-¿Y entonces?-preguntó la chica confusa.

-Me preguntaba si podrías meterla dentro de la próxima carta que le envíes tú, nada más.

-¿Y quién te ha dicho que yo le escribo cartas a Chris?

John bufó exasperado.

-Vamos, Gwendolyn...-dijo.-Es tu amiga. Sé que le mandas cartas y todo eso.

-Podría enfadarse conmigo.-se limitó a contestar Gwen encogiéndose de hombros.-Y la verdad es que no me gustaría meterme en un asunto que es sólo entre vosotros dos.

-Debí suponerlo...-masculló John intentando mantener a ralla sus nervios. Se sentía profundamente decepcionado pero sabía que un ataque de cólera sólo empeoraría las cosas.-Está bien, no pasa nada. Iré a pedírselo a Paul.

-¡¿A Paul?!-casi exclamó George.-¡Estás loco! Se va a negar en redondo.

John simplemente se encogió de encogió de hombros.

-El no ya lo tengo.-dijo desapasionado.-Y por probar no pierdo nada. Mandaré esa carta sí o sí.

Nada más hubo acabado de decir aquello, Gwen se puso en pie de un salto y se dirigió hacia él.

-Está bien.-masculló la chica de mala gana poniéndole la mano delante para que le diera la carta.-Dame eso. Yo lo mandaré.

-¿De veras?

-No insistas mucho, John, no vaya a ser que me lo piense mejor...-bufó la chica.

Contento, John le tendió el sobre.

-Muchas gracias, Gwen.-dijo.-Te debo una.

-Y de las gordas. Como se monte un lío por tu culpa te vas a...

No obstante, las palabras de Gwen quedaron interrumpidas por unos golpes insistentes en la puerta.

-Iré a ver quién es.-dijo George ya empezando a encaminarse hacia la entrada.

Gwen y John se quedaron allí, plantados cara a cara durante unos segundos, hasta que, de repente, George apareció, seguido por Paul. Nada más verlo, a John se le hizo un nudo en el estómago: si veía la cata y reconocía su letra en el sobre posiblemente no le iba a sentar nada bien. Afortunadamente, Gwen captó el mensaje inmediatamente y se escondió la carta rápidamente tras la espalda, en un gesto casi imperceptible de tan disimulado como lo había hecho.

-Vaya...-dijo la chica risueña mirando al recién llegado.-Hoy estabais todos madrugadores, ¿no?

-Por lo visto, sí...-contestó Paul lanzándole una mirada suspicaz a John.-He ido a buscarte a tu cabaña. No tenía ni idea de dónde te habías metido.

-Pues ya lo sabes.-respondió él esbozando una sonrisilla inocente.-Había venido a charlar un poco con George y Gwen.

-Ya veo...

-¿Y a qué se debe el honor de tu visita, Macca?-preguntó George rompiendo así de pronto la tensión que se había hecho entre los allí presentes.

-Tenemos un nuevo huésped en Rishikesh.-dijo Paul, quien volviéndose a mirar nuevamente a John añadió:-Tu amigo Alexis acaba de llegar.

John se quedó mirándolo durante unos instantes, intentando asimilar la noticia. Sabía que iba a llegar allí tarde o temprano, pero no pensaba que fuera tan pronto.

-¿En serio? ¿Ya?-preguntó alegre.

Paul asintió con la cabeza.

-Allí tienes a tu Magic Alex y a su súperproyecto.

-Bueno...-sonrió John.-Por lo menos ya somos uno más. Ya sabéis, cuantos más seamos, mejor lo pasaremos.

-No hemos venido aquí a pasarlo bien, John, sino a meditar.-le reprendió Gwen evidentemente algo molesta.

-Gracias por la aclaración, Gwendolyn.-le contestó John irónico a la vez que le guiñaba el ojo.-En fin, chicos, ¿os venís a ver qué tal le ha ido el viaje a ese griego cabrón?

-Qué remedio...-sonrió Paul.-Venga, vamos.

Los cuatro salieron de la cabaña de George mientras John saboreaba la deliciosa sensación de sentirse infinitamente mejor que hacía tan sólo una hora. El haber conseguido convencer a Gwen de que enviara aquella carta y el hecho de que su amigo acabara de llegar a Rishikesh le auspiciaba, sin lugar a dudas, un buen día.

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Mary entró en casa satisfecha. Le había venido tremendamente bien el salir a tomar el aire un rato y despejarse. Además, el contacto con sus compañeras de clase le había sentado muy bien. Se había puesto al día de todo y, además, había podido recoger aquellos malditos apuntes aunque supiera casi a ciencia cierta que no podría presentarse a los exámenes de final de curso en junio.

Contenta y pensando ya en contárselo a Ringo, la chica entró en el salón. No obstante, su sorpresa fue mayúscula cuando vio que allí no estaban ni él ni el niño. Salió de allí de nuevo, extrañada. Hacía un día demasiado frío como salir a pasearse por ahí con Vladis y, si Richard había sido capaz de hacer aquello, lo mataría. Lo último que quería en aquellos momentos era que el niño se les pusiera enfermo.

Justo cuando estaba a punto de empezar a creer que sí, que Ringo había sido capaz de salir con Vladis, unos leves ruiditos procedentes del interior de la habitación que usaban como cambiador del bebé en la planta baja, le llamaron la atención. La chica miró hacia allí y sonrió para sí misma. La puerta estaba entornada y era evidente que estaban allí. Con cuidado de no hacer ruido, Mary se aproximó y entreabrió levemente la puerta para mirar adentro. Apenas pudo reprimirse de soltar una carcajada allí mismo cuando vio el cuadro que estaba teniendo lugar allí dentro: Richard, con una torpeza inusitada, estaba intentando cambiarle el pañal a Vladis, que estaba de lo más satisfecho en su cambiador mirando con los ojos muy abiertos a su padre.

-Quédate quieto, ¿vale?-le dijo Ringo al niño, atolondrado.-Papá va a agacharse para agarrar un pañal limpio y...

-Y eso se prepara antes, Ritchie.-rió ella sin poderse contener por un segundo más.-Pero adelante, sigue. Lo estás haciendo muy bien.

Ringo se volvió hacia ella y le lanzó una mirada de alivio. A juzgar por su expresión, parecía que estuviera viendo a la salvadora del mundo allí plantada delante de él.

-Menos mal que has venido, princesa.-dijo.-Iba a cambiarle el pañal a Vladis y... por cierto, ¿se puede saber qué le damos de comer a este niño para que haga lo que acaba de hacer?

Mary soltó una inmensa risotada cuando escuchó aquello y entró en la habitación.

-Vamos, no te quejes tanto.-rió ella.-Son cosas... naturales.

-Y tan naturales...-masculló Ringo de mala gana a la vez que ella le daba un tierno beso en los labios.

-¿Lo acabas de cambiar tú o te pillo el relevo?

El chico dudó durante unos instantes.

-No, lo acabo de cambiar yo.-contestó al fin con determinación.-No quiero que nuestro Vladis piense que tiene un padre inútil ni nada de eso que, por cierto, creo que lo piensa.

-¿Cómo?

-Mírale la sonrisilla que tiene pintada en la cara...-dijo Ringo mirando hacia el bebé.-Creo que se está cachondeando de mi.

Pese a que lo primero en que se había fijado Mary era en el niño, no había reparado hasta ese momento en la inmensa sonrisa, podría decirse que incluso algo pícara, que lucía Vladis mientras miraba como su padre se las ingeniaba como podía para poderlo cambiar. Aquello le produjo a Mary una maravillosa mezcla de ternura y diversión.

-Pues... Creo que sí, que mi pequeño se está burlando de su papá abiertamente.-sonrió ella.-Pero Ritchie, entiéndelo, es completamente normal. Haces que cambiar un pañal parezca lo más complicado del mundo.

-Pues no es tan fácil como parece.-le replicó él fingiendo indignarse.-Y ahora, sólo para fastidiaros a los dos, voy a terminar de cambiar ese pañal... aunque sea lo último que haga.

Mary volvió a soltar otra risa divertida a la vez que Ringo les sacaba la lengua a los dos. Entonces, cuando él hizo eso, una risa nueva que jamás habían escuchado antes inundó la habitación. Mary y Ringo se quedaron mirándose estupefactos y, a continuación, miraron a Vladis. El niño lucía una inmensa sonrisa y, al ver como sus padres lo miraban alucinados, volvió a soltar otra carcajada.

Y entonces, tanto Ringo como ello, prorrumpieron en una inmensa risa ellos también, una risa a la que el bebé se les unió también, gustoso. Mary no pudo contenerse y se inclinó a besar a Vladis con ternura. Jamás había escuchado a un bebé reírse así con tan sólo dos meses y aquello la llenaba de alegría. En aquellos momentos todo, absolutamente todo, era fantástico.

**********************************

Paul miraba  a los demás como parloteaban sin cesar después de escuchar en qué consistía exactamente el titánico proyecto de Magic Alex. Al parecer, el griego estaba decidido a instalar un ambicioso sistema de telecomunicaciones en Rishikesh para que el Maharishi  pudiera retransmitir desde allí su mensaje al mundo entero. La verdad era que escuchándolo hablar, aquello parecía una tarea tan fácil de llevar a cabo que hasta un niño podría hacerla. No obstante, Paul tenía la sensación de que aquello no iba a ser tan extremadamente sencillo como lo pintaba.

Pero Magic Alex no había ido allí sólo con fines laborales. En realidad había ido también a Rishikesh porque se sentía sumamente atraído por el Maharishi y la meditación trascendental. Al parecer, John le había estado dando tanto la brasa con todo aquello que al final había conseguido despertar en él una curiosidad enorme hacia todo aquello.

El hecho de estar escuchando en aquellos momentos a sus tres amigos y a Magic Alex hablar tantas maravillas sobre la meditación, estaba haciendo sentir a Paul un poco fuera de lugar en todo aquello. La verdad era que él no creía con tanto fervor en todas esas cosas. Es más, estaba en la India como quien está en una especie de vacaciones para desconectar del mundo durante un tiempo. La meditación sólo era algo secundario, algo que hacía para matar el tiempo y, para nada, le estaba proporcionando la verdad absoluta de las cosas o le estaba mostrando un nuevo camino a seguir en la vida, tal y como sostenían sus amigos.

-Ya verás como te encanta estar aquí.-estaba diciendo Gwen en aquellos momentos.-Nosotros aún estamos descubriendo los entresijos de la meditación, pero te aseguro que es maravilloso.

-Sí.-sostuvo George.-Ojalá hubiéramos descubierto todo esto mucho antes. Nos hubiera venido muy bien a la hora de sobrellevar mejor todo el mogollón de la fama y el agobio que hemos vivido estos años, ¿verdad Paul?

Aquel llamamiento de su amigo le pilló completamente por sorpresa. Poniendo los pies en el suelo de repente, Paul miró a George y asintió con la cabeza torpemente, intentando a toda costa disimular que no había estado para nada atento a lo que decían.

-Sí, supongo...-masculló al fin sin ocurrírsele nada mejor que decir.

-Supone, dice.-rió John.- No lo supongas solamente, tenlo por cierto. Nos hubiéramos ahorrado muchas cosas de haber conocido todo esto antes.

Paul le dedicó una mirada glacial a su amigo. Él no estaba tan convencido a la hora de hacer aquellas afirmaciones tan rotundas y, por eso, no estaba dispuesto a seguirles la corriente sólo porque sí.

-Supongo.-insistió él. No pretendió sonar desafiante pero, sin embargo, lo hizo.-Nunca se sabe cómo hubieran sido las cosas. Además, hemos vivido tantas experiencias raras que dudo que la meditación nis hubiera ayudado tanto como creéis.

Los demás se le quedaron mirando como si de repente no le conocieran, como si fuera poco menos que un hereje por haberse atrevido a decir aquello en voz alta.

-Lo siento.-dijo poniéndose en pie de repente.-Creo que... me voy a dar una vuelta. Necesito despejarme un poco.

Paul salió de allí sin ni siquiera esperarse a que los demás le contestaran. Nada más estuvo afuera, inspiró fuertemente, intentando que el frescor de la mañana le despejara y le relajara. Después, se puso a caminar sin rumbo fijo, pensativo. Si antes de que sus amigos le dedicaran aquella mirada reprobatoria ya se sentía bastante excluido, ahora se sentía completamente fuera de lugar. Tenía la sensación de que no encajaba allí. Todos estaban muy convencidos y él simplemente estaba allí para pasar el rato. Sabía que aquello a larga le ocasionaría problemas, más sabiendo que sus amigos estaban completamente cegados con todo aquel tema. Lo acababa de ver con sus propios ojos: para ellos, el cuestionar al Maharishi o lo que enseñaba, era algo inconcebible.

Soltó un sonoro bufido, molesto consigo mismo pero también con los demás, y le dio una fuerte patada a una piedra del camino. La observó estamparse contra la pared de una de las cabañas circulares de Rishikesh con la mirada perdida. Y entonces fue cuando Paul tomó una decisión: si él no encajaba allí no tenía que permanecer en aquel lugar durante más tiempo.

Sí. Lo mejor sería eso. Se iría, volvería a Londres. Para Paul McCartney aquellas vacaciones habían llegado a su fin.

********************************

-¿Qué?-casi exclamó John, que lo miraba con los ojos muy abiertos como todos los demás.

Paul ni siquiera se inmutó. Estaba completamente decidido a hacerlo. Es más, se alegraba de haber tomado por fin aquella decisión. Era como haberse quitado una pesadísima carga de encima.

-Pues lo que habéis oído.-dijo con parsimonia al cabo de unos segundos.-Que voy de Rishikesh. Vuelvo a Londres.

-Pero...-empezó a decir un contrariado George que parecía no haber asumido la noticia todavía.-¿Por qué?

El chico lanzó un suspiro. No sabía exactamente cómo contestar a aquella pregunta. No quería herirles ni que le miraran mal si era completamente sincero con ellos.

-Pues... Lo he pensado bastante. No estoy como debo estar.-contestó al fin intentando escoger bien las palabras.-De hecho, estoy más pendiente de lo que pasa en Inglaterra que de meditar, con lo que... digamos que considero esto una pérdida de tiempo. Para estar como vosotros, se supone que debería estar completamente centrado en la meditación y no pensar en nada más.

-Vamos, Paul, no digas chorradas.-le cortó John con desdén.-Todos pensamos en cosas que hemos dejado atrás, en Inglaterra.

Paul le lanzó una mirada significativa. No era tan tonto como para no captar las segundas intenciones con las que John había dicho eso. No obstante, antes de que pudiera replicarle nada, Gwen dijo:

-Quizá Paul tenga razón.

Todos, incluido él mismo, se quedaron mirando a  a la chica estupefactos. Con creces, ella era la mayor defensora del Maharishi del grupo, por eso les extrañaba tanto.

-Vamos, no me miréis así.-les dijo la chica.-Paul tiene razón. Aquí uno debe de estar concentrado y estar a lo que está. Si como dice él se está más pendiente de otras cosas que de meditar, se está perdiendo el tiempo.

-Bueno... Visto así...-masculló George a la vez que asentía con la cabeza-

-A eso mismo me refería yo.-dijo Paul.-Gracias por entenderme, Gwen.

-Aun así creo que es una lástima que desaproveches esta oportunidad yéndote.-le replicó la chica.-Pero... allá cada cual con sus decisiones.

-Así que te largas...-dijo John mirándolo fijamente.

Paul asintió.

-¿Cuándo?

-Recoger mis cosas e irme.-contestó.-He hablado con Neil y supongo que ya tendré un taxi pedido y un billete de avión.

-Sí que te lo tenías callado...-le dijo John con cierto tono recriminatorio.-Ya hacía que lo tenías pensado, ¿eh?

-No creas, lo decidí ayer mismo.-contestó Paul haciendo caso omiso a los reproches de John.-Pero ya sabéis que cuando tomo una decisión me gusta actuar rápido. Sois los primeros en saberlo. Ahora mismo iré a hablar con el Maharishi y le diré que me voy.

John le dedicó una mirada penetrante.

-En fin...-suspiró finalmente.-Buena suerte, amigo.

-Gracias, John.

-Nos vemos en Londres, ¿no?

-Por supuesto.-sonrió Paul.-Nos veremos en nada. Hasta pronto, chicos.

****************************

Nada más abrió la puerta de su apartamento, el teléfono empezó a sonar de manera insistente. Sin ni siquiera pararse a quitarse el abrigo, Chris entró corriendo en el comedor. Tiró el bolso sobre el sofá de una manera tan brusca que si hubiera llevado algo delicado entro seguro que se le hubiera roto y descolgó el teléfono apresurada.

-¿Sí?-respondió con la respiración un poco agitada por la carrera.

-¿Enana? ¿Qué vienes? ¿De una carrera?

A Chris no le costó para nada reconocer la voz de su hermano Paul al otro lado de la línea. Inmediatamente una sonrisa se le dibujó en la cara. Ya hacía algunos días que no sabía nada de él y se alegraba de volver a oírlo.

-Casi.-contestó.-He tenido que correr para contestar, me has pillado entrando por la puerta de casa. Como siempre, gusano, tú siempre tan oportuno.

Paul soltó una carcajada antes de contestar.

-¿Cómo te va todo?

-Bien, con mucho trabajo.-respondió ella, que, de repente, se dio cuenta de un pequeño detalle.-Oye, una cosa... Te escucho muy bien. ¿Acaso Magic Alez ya ha empezado a mejorar las comunicaciones por Rinki-como-se-llame?

-Frío, frío, hermanita.-le contestó Paul en tono divertido.-Te equivocas de plano. Alex aún no ha hecho nada en Rishikesh que, por cierto, es así como se llama.

-Pues te escucho mucho mejor. O ha mejorado el teléfono o...

-O puede que tu querido hermano mayor no te esté llamando desde la lejana India.-le interrumpió Paul haciéndose el misterioso.

-¿Cómo?-se extrañó Chris.-¿Que no estás en la India ya?

-Pues... ¡No!

-¿Y dónde...?

-¿Dónde voy a estar?-rió Paul.-¡Pues en casa!

-¿Habéis regresado ya? ¡No me habías dicho nada! ¡Pensaba que estaríais más tiempo con eso de la meditación!

-En realidad sólo he vuelto yo.-le aclaró Paul. Sin quererlo, aquellas palabras decepcionaron un poco a Christine sin saber por qué.-Los demás se han quedado para terminar el curso. Yo me he cansado... En realidad, soy un poco como tú: jamás me llegué a creer del todo ese cuento de la meditación y allí me sentía como un bicho raro.

-Entiendo...

-Era todo tan trascendental y tan místico que... Una mierda, la verdad. No sabes lo que he respirado cuando he puesto los pies en Londres de nuevo.

-Lo que no me explico es cómo has aguantado tanto tiempo allí.-masculló Chris.

-Ni yo mismo lo sé.-convino Paul.-Pero bueno, lo importante es que ahora ya estoy aquí, ¿no?

-Dando por saco de nuevo...-le chinchó ella divertida.

-No seas así, enana.-rió Paul.-Me preguntaba si la fea de mi hermana querría venir a comer conmigo mañana para charlar con ella. Te invitaría a cenar hoy mismo, pero estoy molido del viaje. Como mucho. creo que picaré algo y me iré a dormir hasta que tú vengas mañana, ¿qué te parece?

-Está bien, gusano.-sonrió ella, contenta por la invitación. Lo cierto era que ella también tenía ganas de verlo.-Encima estás de suerte. Mañana tengo la tarde libre, así que podremos estar más tiempo juntos.

-Perfecto pues. ¿A qué hora vendrás?

-No antes de la una y media, cuando acabe de trabajar.

-De acuerdo.-dijo Paul.-En fin, Chris, nos vemos mañana.

-Hasta mañana, Paul.-le respondió ella.-Y descansa mucho. Te hará falta.

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La comida entre los dos hermanos había transcurrido con total normalidad. Habían charlado de todo un poco. Paul le había contado como era la vida en Rishikesh y ella, por su parte, le había hablado de su trabajo en el periódico, que le iba bastante bien pese a todo.

No obstante, había algo que no acababa de encajar del todo. Y es que a Chris no se le había escapado que Paul había evitado a toda costa nombrar a John en todo el rato que habían estado hablando, una cosa que en condiciones normales jamás hubiera ocurrido. Aquello, pese a que comprensible en cierta medida  pues ella misma había dejado dicho que evitaran hablarle de él meses antes, estaba poniendo de los nervios a Christine. No sabía explicar por qué, pero desde que hacía un par de meses se había cruzado con él en el hospital cuando habían ido a ver al recién nacido Vladis, Chris había vuelto a desarrollar una insana curiosidad por John. Tal vez era porque lo había visto mucho más centrado, tal vez porque ella misma se había cansado de fingir que John no existía delante de los demás, o  tal vez porque pese a que le doliera admitirlo con toda su alma, sentía algo muy fuerte por él. Lo cierto, pese a todo, era ye Chris deseaba, mejor dicho, necesitaba,  saber qué ocurría con su vida, qué le pasaba, cómo estaba. Durante ese tiempo había guardado la esperanza de que, al tener tantos amigos en común, alguno le acabara hablando de él directa o indirectamente pero, al parecer, sus amigos no iban a soltar prenda a no ser que ella misma lo preguntara y muchísimo menos iba a hacerlo su hermano.

Justo en aquel momento, Paul acabó de contar una anécdota que había tenido con una de las seguidoras del Maharishi de las que estaban en Rishikesh junto con ellos. Casi más por educación que porque realmente se hubiera enterado de lo que su hermano acababa de contar, Chris soltó una risita fingida a modo de respuesta antes de que un silencio un poco tenso se hiciera entre los dos. Fue entonces cuando la chica entendió que, si quería preguntar algo, aquel era el momento oportuno. De este modo, armándose de valor, agarró aire profundamente y dijo titubeando:

-Paul... Quería... Quería preguntarte una cosa.

Su hermano se quedó mirándola algo sorprendido, pero no contestó. Simplemente se limitó a asentir con la cabeza animándola así a formular aquella pregunta. De nuevo, Chris volvió a inspirar. Aquello que iba  a preguntar era tan sencillo como doloroso para ella.

-¿Cómo... cómo ves a... John?-preguntó al fin.

Paul le dedicó una mirada severa. Se había puesto mortalmente serio de repente y Chris no pudo evitar tragar saliva, nerviosa. Quizá hubiera sido un tremendo error el preguntarle eso a Paul.

-¿Por qué quieres saber eso?-inquirió Paul a bocajarro.

-Pues porque...-dudó ella.-Me he cansado de que todos finjáis que no existe en mi presencia. Sé que yo os lo dije, pero... No sé, me parece que esta situación es bastante inmadura. Además, he de superarlo ya de una vez, no puedo estar evitándole toda la vida.

Nada más escuchó aquellas palabras, Paul soltó una risa amarga que desconcertó a Chris.

-Porque te parece inmaduro, dices...-murmuró.-Yo creo que... Bah, es igual. Christine, escúchame bien: John te hizo mucho daño, ¿lo recuerdas?

-No hace falta que me hagas memoria.-le replicó ella desafiante.-Yo sé como están las cosas y no sé a que viene esto, Paul. Sólo te he preguntado por él. Si no quieres contestarme, dímelo directamente y ya está. Pero, por favor, no me vengas con sermones baratos que no vienen a cuento, ¿vale?

Durante unos segundos, Paul se quedó mirándola sin saber qué decir. No obstante, el chico reaccionó pronto.

-Lo siento, Chris.-dijo al fin, aunque aquello no le sonó a la chica demasiado convincente.-Yo lo único que quiero es que no vuelvas a sufrir más por su culpa, sólo espero que entiendas eso.

-Un gesto muy bonito por tu parte.-contestó Christine con sarcasmo.-Pero sigues sin contestarme.

Paul soltó un bufido exasperado.

-¿Y qué quieres que te cuente?-preguntó al fin.

-Simplemente con que me digas cómo está me conformo. Pero sé sincero, por favor.

-De acuerdo... Allí en la India se le ve curioso sobre todo eso de la meditación y está componiendo nuevas canciones.

-¿En serio?-sonrió ella.-Eso es genial. Lo de las canciones, digo.

Paul volvió a dedicarle una mirada sombría cuando Chris dijo eso.

-¿Qué ocurre?-preguntó ella contrariada.-¿He dicho algo?

-Las canciones.-le aclaró Paul.-Son buenas, pero...

-¿Pero qué?

-Cuando las escuches lo entenderás.-se limitó a decir él.

-Paul.-le espetó ella.-¿Qué quieres decir con eso?

-Nada, Christine., simplemente eso mismo, que cuando escuches las letras lo entenderás.-respondió Paul.-Digamos que no son las más alegres que John ha escrito en su vida.

-¿Pero qué...?

-Creo que no ha sido una buena idea el contarte esto...-le  interrumpió Paul poniéndose en pie de repente.-Me voy a pasear un rato a Martha, ¿me acompañas?

Chris bufó molesta. Era evidente que Paul no le iba a decir nada más sobre el tema, así que era inútil insistir.

-En realidad ya es muy tarde.-dijo poniéndose en pie ella también.-Debería volver a casa. Te acompañaré hasta que encuentre un taxi libre, ¿te parece?

-Como quieras.

Paul ató a Martha y los dos hermanos salieron de la casa sin mediar palabra. Cada uno iba pensando en sus cosas, así que era una tontería intentar entablar una conversación banal sobre cualquier cosa.

Sólo un par de calles arriba, encontraron aquel taxi. Chris se despidió de Paul escuetamente y se subió. El conductor, un tipo de mediana edad con unas incombustibles ganas de hablar y que los había reconocido a los dos en el acto, pronto se dio por vencido en sus intentos de entablar una conversación con ella al ver que sólo le respondía con monosílabos o meras formalidades, de modo que el viaje fue más o menos tranquilo.

Cuando llegó ante su finca. Chris le pagó la carrera al taxista u entró adentro sin ni siquiera despedirse. Sumida en sus propios pensamientos, subió a su casa, abrió la puerta y entró. Nada más entrar, notó que pisaba algo. Aquello le hizo bajar de su nube enseguida. Curiosa, miró hacia abajo. Tal y como había supuesto, había una carta en el suelo. Debía de haberle llegado esa misma mañana, pero como ella no había ido a casa hasta ese momento, no la había visto.

Nada más la recogió del suelo y miró el sobre, reconoció la letra. Era de Gwen y, pese a que sabía que aquella carta iba a estar repleta de alabanzas hacia aquel charlatán del Maharishi, Chris se alegró de verla. Por lo menos, aquello la distraería de la preocupación con la que le había dejado Paul.

La abrió todavía camino del comedor, contenta. No obstante, enseguida notó algo raro en el sobre. Miró bien adentro. Efectivamente, allí había una carta de Gwen pero, además, también había un poco sobre un poco más pequeño. Sin pensárselo dos veces la chica lo sacó de adentro y lo miró. Y entonces, cuando vio aquella letra, sintió como el corazón le paraba de latir de repente. John. La carta era de John.

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Se había pasado casi dos horas allí tirada en el sofá, leyendo y releyendo aquella carta. John estaba fatal, mucho peor de lo que ella se había imaginado, y lo único que hacía en esa carta era autoflagelarse a sí mismo por su estupidez y repetir una y mil veces que lo sentía. Lo peor de todo, no obstante, era que aquella carta le había hecho tomar consciencia de que ella, pese a que se hubiera escondido detrás de su caparazón, también estaba todavía tan mal como lo estaba él. ¿Por qué debía de estar ocurriéndoles todo aquello?

La chica miró de nuevo el papel que tenía entre las manos, escrito casi de manera ilegible con caligrafía rápida, pero que ella había leído de tirón y sin ningún problema. "Contéstame, por favor". Esa fue la frase en la que su vista se posó casi de manera inconsciente.

Chris suspiró confusa. Debía contestarle, debía hacerlo. Él estaba fatal y ella también, y se sentiría peor si no lo hacía.

Reaccionando por primera vez desde hacía un buen rato, Chris se puso en pie y agarró papel y boli. Después se sentó en la mesa y se quedó mirando el folio en blanco, sin saber qué hacer ni qué escribir. Estuvo así durante unos minutos que se le hicieron eternos, sintiendo como la invadía la impotencia al no saber expresar con palabras todo aquello que llevaba adentro. Poco a poco, esa impotencia se fue convirtiendo en rabia y, de repente, Chris agarró el boli fuertemente y rasgó sobre el papel, con caligrafía rápida y fuerte, un enorme "Te quiero, cabrón". Después, en un arrebato de cólera, agarró el folio, lo arrugó y lo lanzó contra la pared para después salir del comedor dando un fuerte portazo tras de sí.

No. No podía contestarle porque no tenía ni idea de por dónde empezar. Así de simple y terrible a la vez era aquello.

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Habían pasado semanas desde que Gwen le había jurado y perjurado que le había mandado la carta a Chris y aún no había ninguna respuesta. Aquello exasperaba a John y le dejaba el ánimo por los suelos. No era que esperara gran cosa pero, desde que se habían cruzado en el hospital y habían hablado, había albergado la esperanza de que por lo menos ella no se volviera a negar en redondo a hablar con él. Pero al parecer se había vuelto a equivocar de plano. Chris no quería saber nada de él y si aquel día había estado más o menos receptiva había sido porque no había tenido más remedio.

Sin duda, aquella era una situación desesperante, una situación que lo sobrepasaba. Y John ya no sabía qué hacer. Y es que, por una parte, quería contactar con ella a toda costa, insistirle hasta que accediera a hablar con él de nuevo; pero, por otra, no sabía qué ocurriría si le insistía más de la cuenta. Tal vez ella reaccionara mal o Dios sabía qué más cosas. En realidad, lo único que sabía John en esos momentos era que estaba agotado y que no tenía fuerzas para seguir adelante con todo aquello. Agotado. Realmente agotado.



Hola gente! Qué tal??? Pues aquí llego yo de nuevo, rapidito, a dejar este capi muy trascendental y místico... Naaaa, en realidad, pues un capi más. :P

En fin, no tengo mucho tiempo a pararme, que se me ha echado la hora encima, pero que, como siempre, agradeceros por leer y por comentar. Me anima saber en esta recta final del fic (que por cierto, estamos entrando en ella ya...) que esto sigue gustando.

Así que... Gracias! Thanks! Danke! Merci! Gràcies! Grazie! (y se me acabaron los idiomas, jajaja)

Saludos! Os quiero, gente!