sábado, 29 de septiembre de 2012

Capítulo 61: No me gusta

Había pasado cientos de veces por delante de aquel sitio y jamás le había prestado la menor atención hasta ese momento, hasta que se había enterado de que ella trabajaba allí. Y precisamente allí estaba él, plantado ante la puerta y dudando en si debía abrirla o no. Necesitaba hacerlo, entrar allí y hablar con Penny, por lo menos para disculparse por lo que le había dicho aquella noche, cuando la había visto, para disculparse por todo lo que le había hecho. Se sentía tan profundamente arrepentido... No obstante, otra parte de él le decía que se largara de allí cuanto antes, que volviera a casa y que la dejara estar, que era una locura entrar allí  y más a cara descubierta, como iba en esos instantes.

De repente, la puerta del pub se abrió de manera brusca. Sobresaltado por aquello, Paul se hizo a un lado para dejar salir a un tipo con la cara roja como un tomate y que apestaba a cerveza. Después de casi arrollar a Paul, el tipo empezó a caminar acera arriba intentando burdamente no hacer eses dejándose la puerta abierta tras él. Cuando se dio cuenta de eso último, Paul dedicó una mirada dubitativa hacia el interior del local y entonces decidió entrar sin ni siquiera pararse a pensárselo. Qué demonios... Si se lo pensaba un segundo más, no iba a entrar, así que nada mejor que actuar de manera impulsiva y amochar con las consecuencias.

Lo primero que le llamó la atención fue el intenso olor a cerveza rancia del local, el mismo precisamente que despedía el tipo que segundos antes acababa de franquear la puerta borracho como una cuba.  Lo siguiente, fue la oscuridad. Allí dentro todo estaba muchísimo más oscuro que la mayoría de sitios que solía frecuentar. Pese a que una lámpara de proporciones bastante considerables colgaba del techo, sólo parecía tener puestas un par de bombillas, con lo que la mayoría de la estancia quedaba entre penumbras. Pero aun así, Paul no tardó en divisarla detrás de la barra. La miró durante unos instantes, inspeccionándola. Estaba sirviendo un whisky de los baratos a un hombre casi tan borracho como el que acababa de salir.

-Oye, tío, cierra la puerta, que entra el frío.

La voz ronca de aquel hombre sacó a Paul de su ensimismamiento. Se volvió hacia él y esbozó una sonrisilla a modo de disculpa. El hombre, que estaba sentado en una mesa junto con otros dos, le dedicó una mirada de indiferencia.

-Lo siento, no me había dado cuenta.-dijo él mientras cerraba.

-Perdona un momento...-masculló uno de los que estaban junto aquel tipo.-Tu cara me suena... ¿No eres uno de esos...?

-¿Y eso qué más da?-dijo él evadiendo dar una respuesta.

Sin esperarse ni siquiera a que le contestaran, Paul se dirigió hacia la barra con paso decidido. Tragó saliva antes de sentarse en uno de los taburetes que había allí a la vez que rogaba para sus adentros que todo saliera bien. Y entonces, ella se volvió hacia él. Sin saber muy bien cómo actuar ante la cara de sorpresa de Penny, Paul se limitó a sonreír y a agitar su mano a modo de saludo, cosa que hizo que la chica cambiara inmediatamente su expresión: ahora, en lugar de parecer sorprendida, tenía cara de asco.

-¿Qué haces aquí?-le preguntó bruscamente cuando se acercó hacia él.

-Me apetecía tomar algo.

-No me vengas con estupideces, McCartney.-le replicó ella bajando la voz.-Éste es mi trabajo. No vengas a fastidiarla. Vete de aquí.

-¿Me estás echando del local?-preguntó él fingiendo escandalizarse.

-Pues mira... sí.

Paul iba a replicarle una respuesta cuando, de repente, un hombre con unas pintas casi tan mugrientas como el resto del local, se acercó hacia ellos por detrás de la chica.

-¡Penny!-exclamó el hombre. La chica se volvió hacia él, sin ni siquiera molestarse en borrar la expresión de fastidio que tenía en aquellos momentos.-¡No sabía que él estuviera por aquí! Anda, sírvele lo que quiera. Invita la casa.

Paul no pudo contener una mueca triunfal mientras ella mascullaba por lo bajo un "de acuerdo" muy poco convincente, pero que dejó a su supuesto jefe satisfecho.

-¿Contento?-le espetó ella cuando el hombre se fue de allí para atender a otro cliente que acababa de situarse frente a la barra.

-Mucho.-sonrió él.-¿Qué tienes de whisky?

-Para ti, escocés de garrafa. No pienso abrir una botella de bourbon sólo porque al señorito le venga en gana.

-Seguro que tu jefe...

-Si le dices algo, te arrepentirás toda tu vida.

-Da igual.-sonrió él empleando un tono conciliador.-Dejemos lo del whisky para otro día. Ahora mejor que me pongas una cerveza.

Penny se limitó a asentir con la cabeza e ir directamente hacia los grifos de cerveza de mala gana. Después, cuando hubo llenado el vaso, volvió de nuevo hacia donde él estaba.

-Aquí tienes.-le dijo poniéndole la cerveza sobre la barra tan bruscamente que el vaso amenazó con volcar.-Lástima que no te haya caído encima... ¿Por qué coño estás aquí?

Paul, indiferente a los modales de ella, sonrió.

-Ya te he dicho que me apetecía tomar algo. Aunque bueno, para qué negarlo... He pensado que esto podía ser la oportunidad perfecta para que me escuches.

-Sabes de sobra que no quiero escuchar nada que me puedas decir.-casi escupió ella.-Así que más vale que te bebas esa cerveza en cuanto antes y te largues de aquí echando leches.

-¿Y qué me vas a hacer si no lo hago?-preguntó él en tono desafiante.-¿Vas a echarme tú? Te recuerdo que a tu jefe no le haría demasiada gracia que lo hicieras... Y tampoco puedes negarte a atenderme, así que...

La chica soltó un bufido de fastidio.

-Que te jodan, cabrón.

-Lo siento, Penny.-dijo él repentinamente serio.-Sé que estás en una situación muy incómoda, pero entiende que quiera hablar contigo. Y esta es la única manera de conseguirlo... Sólo te pido que me escuches, no te robaré mucho tiempo, y después te juro que no te volveré a molestar más si me lo pides. ¿Qué dices a eso?

Por toda respuesta, la chica se cruzó de brazos en un gesto impaciente y le dedicó una mirada severa. Paul  le aguantó la mirada durante unos segundos y, después, al ver que no pensaba contestar, decidió seguir con su monólogo. Al menos, la chica no había dado media vuelta y se había largado, por lo cual, al menos, estaba dispuesta a escucharlo aunque sólo fuera por acabar con aquella situación cuanto antes.

-Creo que te debo una disculpa.-dijo al fin sin dejar de mirarla.-Cuando te vi la otra noche te dije cosas que... Quizás iba algo colocado, pero eso no justifica nada.

-¿Eso es todo?

-No.-contestó con rotundidad.-No lo es. No sólo por lo del otro día... Creo que te debo una disculpa por todo. Sé que te he hecho mucho daño y entiendo que no quieras saber nada de mí. Lo entiendo perfectamente, pero... que me aspen si no me arrepiento de ello... Daría cualquier cosa por retroceder en el tiempo y poder corregir aquello que hice... Ni yo mismo sé en qué coño estaba pensando.

Paul hizo una pausa y escrutó a la chica. Permanecía igual que antes, con los brazos cruzados y sin la menor expresión en su rostro de haber escuchado una palabra. Era como si estuviera mirando a una estatua de piedra.

-Métete tus putas disculpas por donde te quepan, imbécil.-le espetó al fin sin moverse ni un milímetro.-¿Es esa toda la mierda que me tenías que decir? Porque si ya no quieres nada más, te agradecería que te largaras de aquí y que dejaras de hacerme perder el tiempo. Estoy trabajando, ya lo ves.

Aquellas palabras le cayeron a Paul encima como un cubo de agua fría ya no por las palabras en sí sino por cómo se lo había dicho. Y es que había tanto desprecio y tanto odio en su tono de voz que... Nunca jamás nadie le había hablado así, nunca se había sentido tan mal... Sí, quizás Penny tuviera razón y lo mejor era que se largara de allí y que la dejara en paz.

-Está bien.-murmuró.-Dime qué te debo de la cerveza...

-Nada. Ya has oído al jefe. Invita la casa.

-Ya... Gracias, pues. Nos vemos, ¿vale?

-Espero que no, McCartney.-le respondió ella.-Espero que no.

********************************************

Chris volvió a marcar el número de teléfono de casa de Paul por tercera vez en lo que llevaba de tarde.

-¿No contesta ahora tampoco?-preguntó John a su lado.

-No.-contestó ella negando con la cabeza y haciendo ademán de colgar el teléfono.

Pero justo en ese momento, la voz pastosa de su hermano al otro lado de la línea la detuvo.

-¿Sí?

-¡Paul!-dijo ella a modo de saludo.-Pensé que no estabas. Iba a colgar ya.

-No me jodas que eras tú la del teléfono...

-Y no me jodas que estabas en casa y no respondías.-le replicó ella empezando a enfadarse.-Ya te vale, gusano. ¿Y si hubiera sido alguna cosa importante?

-Bah, nunca hay nada importante, enana.-le contestó Paul en un tono que a Chris hasta le sonó despectivo.-¿Qué vas a contarme? ¿Lo mucho que quieres a Lennon y lo bien que te lo pasas en esa súper casa española? Pues menuda novedad...

Apretando el auricular con rabia, la chica respiró un par de veces profundamente antes de contestar. Su hermano se estaba comportando como un auténtico idiota, aunque a ella no le apetecía enfrentarse a él abiertamente.

-No me busques que me encuentras, Paul.-se limitó a advertirle ella haciendo a su vez que John, a su lado, le lanzara una mirada interrogante.-Sólo quería decirte que mañana volvemos a Londres.

-¿Ya?

-Sí. ¿Te molesta?

-No, no...-se apresuró a decir él, rebajando el tono mordaz en su voz.-Simplemente es que pensé que ibáis a estar más tiempo por allí.

-El rodaje ha terminado y el casero no nos amplía el alquiler por más tiempo.-se limitó a contestar ella.-Y bueno... Aquí también empieza a hacer frío ya, así que mejor que nos volvamos.

-¿Y cuándo llegáis?

-No sé... Supongo que ya por la noche. Les vendrá a recogernos al aeropuerto. Volvió a Inglaterra hace unos días y John ya ha quedado con él.

-Vale, pues nos vemos mañana entonces...

-Sí, nos vemos mañana.

Chris iba a colgar cuando miró de nuevo a John.

-¿Cuando piensas decírselo?-le susurró.

La chica suspiró. John tenía razón y aunque no le apeteciera ver la reacción de su hermano, sería mejor que se lo dijera cuanto antes.

-Oye, Paul...-empezó a decir nuevamente.-Antes de que cuelgues, me gustaría decirte otra cosa...

-¿Qué cosa?

-Pues...-dudó ella.-Que bueno, que mañana John y yo pasaremos la noche en casa...

-Joder, parecéis siameses... Pero bueno, ningún problema. Como si fuera la primera vez que pasa la noche aquí...

-No, no es sólo eso, Paul...

-¿Y entonces?

-Verás... Al día siguiente...

-¿Qué?

-Está bien.-dijo ella agarrando aire profundamente.-John y yo nos vamos a vivir a juntos, Paul. Al día siguiente recogeré mis cosas y me trasladaré a su casa.

-¡¿Qué?!-exclamó Paul.-¿Cómo que a vivir con él?

-Joder, no es tan raro... Llevamos un año juntos y a los dos nos apetece.-contestó ella.-Al fin y al cabo ya de por sí me paso casi todas las noches durmiendo allí. ¿Qué problema hay en que me mude definitivamente?

Su hermano soltó un bufido de fastidio al otro lado de la línea.

-Bueno...-dijo finalmente.-Supongo que no es tan raro al fin y al cabo... Quizás incluso me extrañe que no lo hayas hecho antes... Haz lo que quieras, Christie. Ahora bien, recuerda que para lo que quieras, aquí tienes casa, ¿vale?

-Lo sé...-sonrió ella olvidando casi de manera repentina su enfado con Paul.-Tranquilo, lo sé. ¿Y tú? ¿Qué tal todo por allí?

-Un poco jodido, pero...

-¿Jodido? ¿Qué te pasa?

-Bueno... No creo que te apetezca escuchar las quejas del idiota de tu hermano mayor...

-No seas bobo... Tengo tiempo y ganas de escucharte, así que suelta lo que tengas que soltar.

-Bien...-la voz de Paul sonó aliviada al otro lado de la línea.-Verás... Es por Penny.

Y entonces Paul empezó a contarle lo que le había pasado el día anterior con ella. Y vale, podía parecer la historia más deprimente del mundo, pero el escucharla, el volver a compadecerse de su hermano aunque sólo fuera un poco, la hizo sentirse profundamente bien cuando colgó. Y es que, por unos breves instantes, las cosas entre los dos hermanos habían vuelto a ser exactamente igual que antes...

*********************************

Lo cierto era que esas breves minivacaciones en España junto con John y Chris les habían sentado estupendamente tanto a Ringo como a ella. Habían desconectado y lo habían pasado bien... ¿Qué más podían pedir?

Pero allí estaban otra vez, de vuelta a la cruda realidad, en Londres y de nuevo preocupándose por los detalles de la boda. Mary jamás había pensado que casarse de una manera más o menos normal costara tanto de organizar: comida, lugar donde celebrarse, decoración... Si no fuera porque ella misma se había encaprichado en montárselo ella sola, de buen grado hubiera aceptado la proposición de Ringo de contratar a alguien que le organizara todo. Pero no, ahora no podía dar vuelta atrás en su decisión. Después de lo que le había dado la lata a su novio con el "quiero encargarme yo de todo", aceptar la ayuda de un profesional sería como darle la razón al chico y lo último que quería escuchar de su boca era un autosuficiente "te lo dije".

Lo peor de organizar, sin lugar a dudas, era lo que estaba haciendo ella en aquellos momentos: las temidas listas de invitados. Era una cosa realmente exasperante. Primero, pensar en quién iba a ir, cosa mucho más complicada de lo que parecía ya que siempre te quedaban dudas sobre si habías invitado a todos los que debías invitar o, por el contrario, si te habías pasado en el número de gente. Vale, iba a ser una boda bastante íntima y sólo iban a invitar a la familia y a los amigos más cercanos, pero aun así aquello era horroso... Y después, por si fuera poco, una vez tenías la lista de invitados cerrada, debías apañártelas para distribuirlos de una manera más o menos correcta por las mesas a la hora del banquete.

-Te he traído té.

Mary levantó la vista y le dedicó una inmensa sonrisa a Ringo, que justo en esos momentos acababa de entrar en el salón con dos humeantes tazas de té en las manos. El chico se acercó hacia ella, le puso la taza de té delante y se sentó en la silla que quedaba libre a su lado.

-¿Organizando las mesas?-preguntó mirando hacia el montón de papeles con nombres que tenía Mary delante de ella.-¿No crees que es aún demasiado pronto para eso?

-¿Pronto?-repitió ella mirándolo como si se hubiera vuelto loco.-Ritchie... Estamos en noviembre y nos casamos en enero...

-Oh, venga... ¡Si acabamos de empezar noviembre!

-¿Y qué te parece?

-Que es pronto.-bromeó él sacándole la lengua.

-Cállate, tonto.-rió ella lanzándole un lápiz que tenía a mano.

Ringo esquivó el lápiz también entre risas.

-¿Sabes?-dijo volviendo a mirarla con una sonrisa burlona.-Deberías dejarme a mí encargarme de eso de las mesas... Acabaría en menos de cinco minutos.

-Sí, claro... Tenemos aquí al superdotado Richard Starkey.

-Lo de superdotado no lo dudes...-dijo Ringo esbozando una sonrisilla pícara y guiñándole un ojo. Mary sólo pudo soltar una carcajada con la broma.-Pero te lo digo de verdad... Mira, lo que yo haría es dejarlo libre. Y que cada uno se siente donde le salga de las narices, o donde pueda.

La chica volvió a soltar una risotada. Ringo era tan gracioso a veces...

-Va, boba...-añadió él.-Te echo una mano si quieres... ¿Qué mesa estás organizando ahora?

-La de mis amigos.-respondió ella acercándole la hoja que tenía delante.- Es un poco lío... O se me queda una mesa enorme o los tengo que partir entre dos y no sé qué hacer...

-A ver eso...-masculló Ringo empezando a leer los nombres.-Son bastantes pero... ¡Oye!

La exclamación de Ringo pilló a la chica por sorpresa. Mary lo miró inquisitivamente.

-¿Qué pasa?

-Fred...-respondió él señalando hacia aquel nombre.-Fred es tu amigo Fred, ¿no? Me refiero a tu mejor amigo Fred, ¿cierto?

-Por supuesto que es ése Fred.-contestó la chica aun contrariada.-¿Qué pasa con él?

-Pasa que está solo, Mary. Creo que te has olvidado de invitar a su novia.

Nada más oír aquello, Mary frunció el ceño automáticamente.

-No.-respondió al fin cruzándose de brazos.-No se me ha olvidado invitarla. Es que, simplemente, no la he invitado.

-¿Cómo...? ¡Pero si es su novia!

-Ya te dije en Liverpool que me daba igual que fuera su novia. Odio a esa Samantha y no voy a invitarla a mi boda, es así de sencillo.

-Mary... Eso sería como si alguien me invitara a mí y no a ti... Por muy amigo mío que fuera, si hiciera eso, me sentaría muy mal.

-No creo que a Fred le extrañe.-contestó ella tozuda, aunque sabía que en el fondo Ringo tenía toda la razón del mundo.-De hecho, él más que nadie sabe de todas las putadas que me ha hecho su amada novia toda la vida.

-Pero... Aún así... Mira, deberías incluirla en la invitación... Más que nada para que te evites disgustos...-le replicó él en tono conciliador.

-Demasiado tarde, Rich.-respondió Mary.-Su invitación ya está mandada por correo, así que ya no hay vuelta atrás...

**********************************

Pese a que tampoco hacía tanto que no los veía, George había echado tremendamente de menos momentos como el que estaban teniendo en esos momentos. John y Chris habían organizado una cena en su casa, a la que la chica se acababa de mudar el día antes, y pese a que ya eran altas horas de la noche, allí seguían todos bastante borrachos y colocados, aunque pasándolo en grande.

-¡Cómo se nota que nuestra Gwen ya es una universitaria hecha y derecha!-bromeó Chris de repente.-¡Hay que ver como se fuma los porros que le pasamos!

-Aún me queda mucho por llegar a tu nivel...-le siguió Gwen la broma.

-Oye, por cierto...-dijo Mary de repente mirando a Chris con una sonrisilla.-Ahora que hablas de la universidad... Te recuerdo que ya estás en Londres y que aún no has pisado clase...

-Oh, ya sabes...-sonrió su amiga.-Estaba ocupada cambiándome de casa...

-Sí, claro... Un gran esfuerzo el traerte dos míseras maletas de ropa... Porque que yo recuerde ya lo tenías casi todo aquí desde antes del verano.-intervino Paul con cierto tono de reproche.-Muy pocas ganas de ir a la universidad que tienes tú, hermanita...

-Pocas sería tener algo...-rió Chris.-Eso de las ganas de ir a la universidad, dejémoslo a las nuevas alumnas ilusionadas, como Gwen.

-Bueno... La verdad es que sí que me ilusiona.-dijo Gwen.-Es alucinante... Lo que más me gusta es que en esta facultad ni siquiera se deja de lado el anti-arte.

-¿Anti-arte?-se extrañó John mirándola.-¿Dadá y mierdas de esas?

-No son mierdas, Lennon. Y sí, bueno... El dadaísmo y Duchamp también están incluidos dentro del anti-arte... Pero hay mucho más...

-Por supuesto que hay mucho más.-dijo de repente John Dunbar, que también había acudido a la cena junto con su mujer.-¿En serio no has oído hablar de todo lo que se está haciendo en estos momentos, Lennon? ¿El Accionismo Vienés? ¿El movimiento Fluxus?

-Yo no soy el que tiene una jodida galería de arte, Dunbar.-le respondió él casi con brusquedad a la vez que le daba una buena calada a su porro.

-Pues no sabes lo que te pierdes.-sonrió Dunbar.

-Tiene razón.-convino Gwen entusiasmada.-Y mira, John... Si quieres conocer de qué va la cosa, John está organizando en la galería una exposición de una artista del movimiento Fluxus.

-¿En serio, Dunbar?

-Completamente.-dijo.-La inauguramos pasado mañana.

-Vaya... Quizás Christie y yo nos pasemos por allí...-masculló John mirando a su novia.-¿Qué te parece, pequeña? ¿Te apetece ver qué coño es eso del anti-arte?

-Pues no estaría mal.-sonrió la chica.-Cuando queráis...

-No, no, no...-se apresuró a decir John Dunbar..-No voy a permitir que vengáis a la exposición un día normal... Nada más os vieran entrar, aquello se llenaría de fans y lo estropearían todo.

-¿Cómo?-preguntó John algo molesto.-Cuantos más fueran a visitar esa mierda, mejor para ti, ¿no?

-Te equivocas, Lennon. No es una exposición de arte convencional, no sé si me entiendes... Habrá happenings y todas esas cosas y queremos que los que vayan a visitarla estén realmente implicados e interesados en el tema. Una horda de fans curiosas que sólo quieren verte lo estropearía todo, acabaría con la esencia de lo que hay allí.

-Pues menuda mierda...-rió John.

-No te burles, Lennon.-le reprochó Gwen con seriedad.-John tiene razón con eso de las fans.

-Pero si tienes curiosidad por saber de qué va...-continuó Dunbar.-Quizás podría hacer una excepción y enseñarte la exposición antes de que la inauguren...

-¿En serio?

-Claro. Como te he dicho, la inauguramos pasado mañana, así que mañana por la tarde ya estará todo a punto.¿Tenéis algo qué hacer o paso por vosotros?

John se volvió hacia Chris y la miró.

-¿Algo qué hacer mañana por la tarde, Christie?

-Por lo pronto ir a ver una exposición rara.-rió ella.-Por lo menos será curioso.

-Pues perfecto.-dijo John mirando de nuevo a Durban otra vez.-Mañana iremos a ver la mierda esa que vas a exponer.

-No es mierda...-le reprochó Gwen cansada.-Por cierto... ¿me puedo apuntar yo también a lo de mañana? Cuando fui no tenía nada montado y me gustaría ver qué es lo que ha hecho al final...

-Claro que sí, Gwen.-sonrió Dunbar.-¿Y George se apunta?

-Ni de coña.-rió él.-A mí eso del anti-arte no me va... Mejor, dejémosle esas cosas a Gwen...

-¿Alguien más?

No hubo respuesta.

-Está bien. Pues entonces... ¿Qué os parece si mañana paso por aquí a eso de las cinco y os recojo a los tres?

-Vale.-contestó John con un tonillo de burla.-Quiero puntualidad inglesa, Durban. No quiero perder más tiempo del necesario viendo cosas extrañas...

*****************************************

De no ser porque ya habían quedado con John Dunbar y Gwen, de buen grado Chris se hubiera quedado en casa. Lo cierto era que le daba una pereza enorme ir a una galería de arte a ver algo extraño, más un día en el que hacía tanto frío como aquel. Pero bueno, habían dado su palabra y, además, John parecía tener bastante curiosidad en ver todo aquello. Siempre le había gustado el arte y se sentía muy atraído por las nuevas tendencias, así que no era de extrañar.

-¿Adónde vas con traje?-rió ella cuando vio que se ponía la americana de uno de los trajes con los que habían estado de gira ese mismo verano.

-¿Qué pasa?-sonrió él.-Tú también te has puesto muy elegante...

Chris se miró el vestido que se acababa de poner y soltó una risita.

-Si a esto le llamas elegante...

-Por supuesto que lo es.-sonrió John.-Además, vamos a una galería de arte... Se supone que allí la gente va elegante y todo eso. Y bueno... Algún uso le tendré que dar a la enorme cantidad de trajes que tengo por aquí ahora que ya no vamos a hacer más giras...

-Bueno, en eso tienes razón.-rió ella.

Los dos acabaron de vestirse y, al poco, llegaron Gwen y Dunbar casi al mismo tiempo, sólo con un par de minutos escasos de separación. Cuando salieron a la calle para subir al coche de Durban, aquello de ir a la galería Indica a Chris ya no le hacía tanta pereza. Es más, en esos momentos la curiosidad de John se le había contagiado y estaba expectante por ver qué puñetas iban a ver. No obstante, la espera no se hizo muy larga ya que poco menos de media hora después ya estaban ante las puertas del Indica.

-Lo primero, intentad no molestar demasiado a Yoko, ¿de acuerdo?-les advirtió antes de abrir la puerta.-No le hacen demasiada gracia estas visitas inesperadas, ya me entendéis.

-Una artista rarilla, ¿no?-comentó John en tono de burla.

-Sólo procurad no pasaros... ¿vale? Yo os haré de guía en la exposición, así que evitad molestarla lo máximo posible.

-Entendido...-rió John.

Dunar abrió la puerta y entraron adentro. Lo que vio allí a Chris le dejó de piedra. Jamás había estado en un lugar con aquel tipo de arte. Claro, si a aquello se le podía considerar arte... Sintiéndose como una completa ignorante, la chica miró a sus acompañantes. Gwen y Dunbar parecían entusiasmado ante todo aquella colección de objetos raros. Sin embargo, John tenía la misma cara de estupefacción que ella. Aquello la hizo sentir un poco mejor. Por lo menos, ella no era la única que no acababa de entender qué hacía aquello exponiéndose en una supuesta galería de arte...

-Vamos, os enseñaré la exposición.

Mientras Dunbar los guiaba hacia las supuestas obras de arte, a Chris no se le escapó la presencia de aquella mujer al otro lado de la sala, que no les quitaba el ojo de encima. Se trataba de la tal Yoko Ono, de aquello no cabía duda. Recordando lo que les había dicho Dunbar instantes antes, la chica le dedicó una de sus mejores sonrisas de amabilidad para disculpar su presencia allí. No obstane, lo único que obtuvo como respuesta fue una mirada glacial, penetrante y hostil, que hizo que a la chica se le helara la sangre en las venas. Jamás había visto mirar a nadie así. Era como, si de repente, aquella mujer que no conocía de nada le hubiera declarado la guerra. Después, de repente, Yoko le apartó la mirada y dirigió su vista hacia los demás, mejor dicho, dirigió su vista hacia John. Chris la analizó, primero algo confundida hasta que, al fin, vio aquella mueca demasiado parecida a una sonrisa en su rostro. Sin saber exactamente por qué, una oleada de celos y rabia la invadió e, inmediatamente, se apresuró por ponerse nuevamente al lado de John.

-Joder... ¿en serio?-estaba diciendo John en aquellos momentos mientras miraba con curiosidad una manzana común que tenía una etiqueta con el precio de 200 libras colgando.-¿Qué vale esta manzana? ¿200 libras? ¿Y entonces qué vale esa caja con clavos torcidos que hay ahí?

-Oh, John... No entiendes nada...-masculló Gwen a su lado.-Es una crítica a la sociedad, ¿no lo ves? ¿Serías capaz de pagar 200 libras por esta manzana que sabes que es común sólo porque te digan que vale eso? He ahí la reflexión.

-Te veo ágil, señorita Montrose.-bromeó John.-¿Qué opina mi pequeña sobre las manzanas de 200 libras?

-Opino que la metería de buen grado dentro de esa enorme bolsa de basura que hay ahí al lado y lo tiraría al contenedor.-se burló ella.

Gwen soltó un bufido exasperada y siguió los pasos de Durban, que ya se había  puesto justo delante de la inmensa bolsa negra a la que Chris se había referido segundos antes. Cuando se acercaron, vio que la bolsa tenía un cartel que rezaba "Con un miembro del público dentro".

-¿Qué...?-empezó a preguntar John mirando aquello.

-Se supone que es para un happening.-explicó Gwen.-¿Me equivoco?

-Efectivamente. Es para un happening.-corroboró Durban.-Aunque no sé exactamente en qué consiste... Si me permitís un momento...

Durban se dio media vuelta y, ante la mirada atónita de los tres, se dirigió hacia donde estaba la tal Yoko Ono. Los dos cruzaron unas palabras que no pudieron escuchar y, a continuación, se acercaron de nuevo hasta donde estaban ellos, John luciendo una sonrisa triunfal por haberla convencido de ir y ella con la misma mirada asesina con la que minutos antes había taladrado a Chris.

-Os presento a Yoko Ono.-dijo Durban cuando llegaron allí. Después, dirigiéndose hacia la japonesa, añadió:-A Gwen ya la conoces, estuvo aquí el otro día. Y ellos son John y Christine.

La mujer no dijo nada, sólo se limitó a asentir con la cabeza. Un silencio incómodo se hizo entre los cinco.

-Estaban diciendo que va a hacerse una especie de happening o algo así con esta bolsa, ¿no?-preguntó John al cabo de unos segundos.

Yoko lo miró, como analizándole. Sonrió.

-Pero la función de hoy no es ésa.-se limitó a decir a la vez que señalaba un cartel que había en pegado en la pared.-La función de hoy es ésta.

Inmediatamente, todos se volvieron hacia donde señalaba, incluida la propia Chris, que hasta ese momento había permanecido absorta, analizando a aquella misteriosa mujer que, sin saber por qué razón, la incomodaba como nunca antes nadie lo había hecho. Como todos, la chica se quedó profundamente sorprendida cuando leyó el "Respira" que allí había escrito. El único que se atrevió a soltar una risita burlona fue John.

-¿Qué respire?-se atrevió a preguntar volviéndose hacia Yoko sin perder su expresión sarcástica.-¿Así?

Y entonces, exhaló el aire profundamente, en un gesto extremadamente exagerado. Agradeciendo que John hubiera decidido actuar en plan Lennon ante aquella supuesta artista, Chris soltó una risita diverida. No obstante, su sorpresa fue mayúscula cuando Yoko también rió con aquello. Inmediatamente, Chris enmudeció de repente.

-Sí, así.-afirmo Yoko aún sonriente.-Parece que lo has entendido.

No obstante, John ni siquiera contestó. Simplemente, se limitó a avanzar unos pasos más y a situarse delante de un panel blanco en el que decía "Clava un clavo".

-¿Puedo clavar un clavo?-preguntó él sin ni siquiera volverse para mirar a los demás.

-No.-respondió Yoko secamente.

Chris se quedó mirándola. Había vuelto a perder la sonrisa y volvía a estar tan seria como antes.

-Venga...-masculló Durban a su lado.-Déjale clavar uno. Ya sabes...

El tono con el que Durban dijo aquello último, no le hizo la más mínima gracia a Christine. Era como una especie de "venga, déjale, es millonario y excéntrico, igual te lo compra".

-Está bien.-claudicó finalmente la japonesa después de pensárselo durante unos segundos.-Te dejaré clavar un clavo si me das cinco chelines.

-Vale.-rió John volviéndose hacia ella.-Te daré cinco chelines imaginarios y tú me dejas clavar un clavo imaginario.

Yoko le aguantó la mirada y volvió a perder esa expresión asesina de su cara para volver a esbozar aquella media sonrisa que a Chris tanto la incomodaba. La miró. Se había cruzado con cientos de fans que miraban a John de una manera mucho más agresiva, comiéndoselo con los ojos, pero aquello era completamente distinto. No sabía describirlo, pero de una cosa estaba segura: aquello no le gustaba en absoluto.

John, sin embargo, pareció ignorar aquello y volvió a darse la vuelta y a continuar con su inspección particular de la sala. Después de pasar por delante de otras obras, se detuvo delante de una escalera de mano blanca que llevaba a un catalejo colgado en el techo y, sin ni siquiera pedir permiso, se encaramó encima de la escalera y miró por la mirilla. A continuación sin más, volvió a bajar de allí.

-Casi me mato haciendo equilibrios ahí arriba para ver un jodido "Sí".-masculló cuando bajó.-¿Esto es todo  lo que hay en esta exposición?

Tanto Durban como Yoko parecieron contrariarse con aquella pregunta.

-Sí, creo que ya lo habéis visto todo.-contestó Durban finalmente.

-Pues muy bien.-contestó John.-Si es así, volvamos a casa.

Sin más, John volvió a ponerse al lado de Christine y, después de agarrarla de la mano, empezaron a caminar hacia la salida de la galería. Cuando salieron, la chica no pudo reprimir un suspiro de puro alivio. Por lo menos, ya no tendría que soportar más a esa extraña mujer...

**********************************************

-¿Te ha gustado la exposición esa a la que hemos ido?

La pregunta de John pilló a Chris, que en aquellos momentos estaba entretenida jugando con los gatos de casa, por sorpresa. La chica se volvió hacia él y antes de contestar y sonrió.

-La verdad es que no.-contestó con sinceridad.-Quizás ahora entienda porque le llaman anti-arte a eso... ¿Y a ti te ha gustado?

-No creo...-masculló John encogiéndose de hombros desde el sofá.-Aunque he de reconocer que hace falta imaginación y valor para exponer todo eso en una galería de arte...

-Y quizás también haga falta bastante cara dura...-añadió ella algo picada.

John soltó una risotada divertido.

-Supongo que eso también.-rió.-Pero bueno... Es lo que se hace ahora, ¿no?

-Sí, eso parece...-masculló ella de mala gana volviéndose de nuevo hacia los gatos.-Oye, Babaghi, no me arañes...

-Christie...

-¿Qué quieres ahora?-preguntó ella.

-No te creas que no me doy cuenta... Soy miope, pero no tanto... ¿Qué te pasa?

La chica se volvió hacia él y lo miró.

-¿A mí?

-Sí, a ti.

Christine suspiró.

-Nada...-dijo al fin.-Es que simplemente no me ha gustado esa exposición ni... ella.

-¿Te refieres a Yoko?

-Sí, ésa misma.-contestó ella torciendo el gesto.-No sé... Me ha incomodado muchísimo...

-Sí, es rara.-masculló John.-Pero eso no debe hacer que tú...

-Es que no era sólo lo rara que era, Johnny...-le interrumpió ella.-Había algo más que...

-Anda, no seas boba...-sonrió John levantándose del sofá y sentándose en el suelo a su lado.-Lo único que había allí eran atentados contra el arte.

Chris sonrió con la broma.

-De eso había un rato largo...-convino.-Y te digo una cosa... Si se te ocurre comprarle algo, te lo hago tragar.

-Tranquila, pequeña...-rió John.-Yo jamás voy a comprar ninguna mierda de ésas... Nunca.



Holaaaa! Aquí yo nuevamente! Se conocieron... ¬¬ jajajaja. Espero que no os haya desagradado del todo el capi éste y bueno, que muchas gracias por estar ahí, en especial a las comentaristas. Viridiana, bienvenida al fic, jajaja. Y Citla, gracias por publicitar mi fic... Recuérdame que te envíe el cheque que acordamos por hacerme publicidad... :P
Besitos!!!!

sábado, 22 de septiembre de 2012

Capítulo 60: Cuestión de trabajo


-¡Johnny, Johnny, Johnny!

Los gritos alborozados y a la vez alegres de su novia despertaron a John de repente. Primero abrió un ojo, después abrió otro. Su miopía le impedía ver mucho más allá de dónde él estaba, pero sin embargo, pudo ver a una jovial Chris a su lado, poco menos que dando saltos en la cama.

-¿Qué haces?-masculló él en un murmullo casi incomprensible. Estaba más dormido que despierto y aún le costaba vocalizar bien.

-¡Despierta, monstruo!

-Bffff…-bufó él a la vez que escondía su cabeza debajo de la almohada.-Déjame un rato más… Hoy no hay rodaje, no quiero madrugar…

-No, no te dejo un rato más.-rió ella quitándole la almohada de encima.-Además, son las doce ya… Y ayer no hubo fiestón como para quedarte durmiendo hasta las cinco de la tarde.

-Pequeña…-intentó protestar él.-Déjame dormir. Sólo un poquito.

-Te he dicho que no, levanta.-le contestó ella ahora estampándole el cojín que le había quitado segundos antes en toda la espalda.-Tenemos visita, Lennon. No te queda otra.

-¿Visita?-preguntó él dándose la vuelta, ahora ya más despierto.

Chris asintió con la cabeza sonriendo de oreja a oreja.

-¿Y quién ha venido a vernos?-preguntó él sarcástico.-¿Papá Noel?

-Idiota…-rió ella.-¿En serio que no has oído ni siquiera el timbre cuando han llamado?

-¿Qué timbre?-preguntó él confuso.

Christine soltó una sonora carcajada, como si la pregunta que le acabara de hacer fuera de lo más graciosa.

-A ti cuando duermes te podrían tirar una bomba al lado y ni te enterarías.-sonrió revolviéndole el pelo cariñosamente antes de darle un beso en los labios.-Ale, levanta, guapo. Te espero en el salón, con la visita.

-Pues vale…

Chris salió de la habitación  de nuevo y cerró la puerta tras ella casi a la vez que John se sentaba en el borde de la cama, un poco fuera de lugar. ¿Visita? ¿Un sábado por la mañana? Bueno, tal vez fuera algún amigo de la película, pero lo dudaba, sinceramente. Si quedaban, era siempre por la tarde o para salir a cenar, nunca por las mañanas. Era normal al fin y al cabo… Toda la semana levantándose demasiado temprano hacía que los días libres se pasaran las mañanas durmiendo como marmotas, más él, que toda la vida había sido un ave nocturna y aquel horario le mataba.

Buscó a tientas sus gafas en la mesita de noche, se las puso y se puso en pie, todavía con una pereza increíble. Sin ni siquiera preocuparse por ponerse algo más que los calzoncillos y la camiseta interior que llevaba, salió de la habitación en parte curioso por descubrir quién era la "visita" inesperada.

-¡Pero Lennon! ¡Qué pintas!

-¡Joder!-exclamó él contento, despertándose del todo de repente ante la sorpresa de ver a Ringo y a Mary allí, sentados en el sofá del salón.-¡Rich, hijo de puta! ¿Qué coño hacéis aquí?

-Venir a ver lo bien que te quedan esos calzoncillos que llevas, cabronazo...-rió Ringo.

John soltó una sonora risotada ante la broma de su amigo.

-Por cierto, hola, Mary.-sonrió después.-Siento no haberte saludado antes. Me he emocionado al ver a Starkey aquí, pero más creo que se ha emocionado él cuando me ha visto en ropa interior, ¿verdad?

La contestación de Ringo se tradujo en un cojinazo que le dio de pleno en toda la cara y un sonoro "cabrón" al que John sólo pudo responder con más risas.

-Ahora en serio...-dijo cuando dejó de reír a la vez que se sentaba en la silla que quedaba libre al lado de Chris.-¿A qué debemos este honor?

-Bueno, creo que está claro, ¿no?-contestó Ringo esbozando una media sonrisa.-A que queremos que nos invites por tu cumpleaños, no creas que me he olvidado de que es la semana que viene... ¿Qué creías? ¿Que este año te ibas a librar de invitarme a beber hasta que no pudiera con mi alma?

-Mierda...-bromeó John.-Tú lo que sea por emborracharte gratis, ¿no? Aunque sea venirte a España sólo para eso.

-Exactamente, Señor Lennon.-le contestó su amigo en tono de fingida solemnidad.

John soltó una carcajada.

-Ahora bien, aparte de la bebida gratis y todo eso, creo que deberías darle las gracias a ésa que tienes ahí al lado.-añadió Ringo señalando a Christine con un movimiento de cabeza.-Ella nos invitó y nos dijo cómo encontrar la cueva esta en la que vivís.

-¿De verdad? Esta chica piensa... -dijo John mirando a Chris con una inmensa sonrisa.

-Yo pienso siempre, Lennon.-le replicó ella alegremente a la vez que le daba un golpe amistoso en el brazo.-Además, que Ringo tiene razón. No está bien que este año te salgas de rositas por tu cumpleaños y te ahorres el tener que invitar a tus amigos, ¿no?

-¡Pequeña conspiradora!

-Pues la conspiradora te ordena que vayas y que te vistas, Gripweed.-dijo Chris.-Porque digo yo que tendremos que llevar a la gente esta a ver algo y no tenerlos encerrados aquí todo el día, ¿no?

-De acuerdo, de acuerdo, iré a cambiarme, a sus órdenes.-rió John

-Madre mía, Lennon...-bromeó Ringo.-Ésta hace contigo lo que quiere...

-Es que normalmente lo que me quiere hacer son cosas que me gustan, Starkey. Y mucho.-le siguió él el juego a la vez que esbozaba una sonrisilla pícara que hizo enrojecer a su novia como un tomate por las segundas intenciones que tenía la frase.-Bueno, chicos, lo dicho. Voy a ponerme algo de ropa. Ahora nos vemos.

**********************************

-¿Me permitís un momento?-preguntó Chris de repente cuando no hacía ni dos minutos que John había salido del comedor.-Yo también iré a ponerme unos zapatos para salir a dar una vuelta, voy descalza.

Ringo y Mary asintieron amigablemente mientras ella se ponía en pie y salía del salón. Si bien sí que iba descalza, lo cierto era que en realidad quería aprovechar para decirle a John algo en lo que acababa de caer. Entró en la habitación rápido y cerró nuevamente la puerta tras ella. John, que en aquellos momentos se estaba poniendo un par de pantalones vaqueros, la miró con una sonrisilla juguetona.

-¡Vaya! ¿Y esas prisas? ¿Acaso quieres hacerme algo o qué?

-Cállate, tonto.-le contestó ella divertida ante la broma.

-¿No? Es una lástima... ¿Sabes? Me vendría bien que me la...

-¡Ni lo sueñes, Lennon!-le cortó ella lanzándole lo primero que pilló por delante, que resultó ser la parte de arriba de su pijama.-¡Eres un cerdo!

-¿Y desde cuándo te importa a ti eso, pequeña?-le replicó él entre risas mientras se quitaba la camiseta que ella le acababa de tirar de la cabeza.-Oh, venga... será rapidito...

-Contigo es imposible...-rió Chris.-Anda, escúchame, bobo.

-Peque...-susurró John acercándose a ella peligrosamente y empezando a besuquear su cuello con insistencia.

-John, para.-dijo la chica haciendo un esfuerzo casi monumental por ponerle una mano en el pecho y separarlo de ella unos centímetros.-Ahora no, lo sabes.

-De acuerdo, de acuerdo...-contestó él con cara de no haber roto nunca un plato.-Venga, te escucho.

-Vale...-empezó a decir ella.-Mira... Es sobre Ringo y Mary.

-¿Qué pasa con ellos?

-Nada.-respondió.-Simplemente es que no me había dado cuenta de lo pequeño que era este apartamento hasta que han venido ellos esta mañana. En un primer momento pensé que cabríamos todos aquí pero... joder... ¿has visto ahora? ¡Somos sólo cuatro y apenas cabíamos en el salón!

-¿Y qué problema hay con eso?-preguntó John encogiéndose de hombros.-Si esto se queda pequeño, nos buscamos otro sitio más grande para los cuatro.

-¿En serio?

-No, en broma.-rió él.-Ale, ya tenemos trabajo para el lunes cuando acabe de rodar... ¡A buscar un sitio para alquilar!

-Gracias, Johnny.-sonrió Christine acercándose hacia él para darle un beso en los labios.-Te quiero mucho.

-Yo también te quiero mucho, boba.-susurró él en su oído.- Pero yo sigo igual que antes.. Esto no baja y este beso no ayuda mucho... ¿Te importaría agradecérmelo de una manera un poco más...?

-¡Imbécil!-exclamó ella sin poder reprimir una carcajada a la vez que se separaba de él casi de un salto y le daba un golpe en el brazo bastante fuerte.

-¡Eso ha dolido!-dijo él, aunque era evidente que no era cierto a juzgar por sus risas.-Recuerda que me debes una.

-Una paliza, eso es lo que te debo.

-Si me vas a dar una paliza, prefiero que sea en la cama.-bromeó él.

-Anda, monstruo salido...-le dijo ella.-Ponte una camiseta, que nos vamos.

-¿Y en serio crees que yo puedo salir a la calle así?-preguntó él señalando hacia sus pantalones.

-Ése es tu problema, Lennon.-rió Chris al comprobar que John no mentía.-No haberte puesto tonto tan pronto... Además, hoy hace fresco, te vendrá bien para bajarte el... ánimo.

-No creas que mi ánimo se baja tan fácilmente...

Chris negó con la cabeza y esperó a que se pusiera la camiseta que tenía sobre la cama. Sonrió. Pese a que era un bestia, para ella era el chico más encantador del mundo. Después de que él acabara de vestirse y de que ella se pusiera unos zapatos, salieron de la habitación.

-¡Venga, perezosos!-les gritó John a Ringo y Mary asomando la cabeza por la puerta del salón.-¡Dejad de hacer guarradas en mi sofá y salgamos por ahí!

-¡Guarradas habréis hecho vosotros!-le replicó Mary.-No creas que no nos hemos dado cuenta de todo el tiempo que habéis tardado...

-No, Hall, no hemos hecho nada.-le contestó él mirando a Chris pícaramente.-Eso díselo a tu amiga, que no me ha dejado...

-Joder, Lennon, no tienes remedio...-rió Ringo poniéndose en pie, junto con Mary.-Bueno, ¿nos vamos ya o esperamos a que se haga de noche?

*********************************************

Penny soltó un resoplido de fastidio. Aquello de trabajar en aquel pub era bastante más duro de lo que había pensado en un primer momento. No obstante, lo peor ya había pasado y, por fortuna, nadie se había pasado con ella, aunque fuera sábado por la noche. Eran ya casi las doce, hora de cerrar, y casi todos los clientes se habían marchado a sus casas, la mayoría borrachos como cubas. Sólo quedaban ella, el dueño y un par de tipos maduros que ni siquiera se molestaban en hablar más que a la hora de pedirle otro whisky.

Apenas las manecillas del sucio reloj que colgaba en la pared marcaron las doce en punto de la noche, Albert, el dueño, se apresuró en echar de una manera muy poco amigable a aquellos dos del local.

-Los viejos Malcolm y Gabriel.-dijo cuando cerró la puerta del bar y echó la llave para evitar que entrara nadie más.-Siempre acaban cerrándome el pub. Creo que necesitan más el whisky que respirar... Supongo que en los días que llevas aquí ya habrás empezado a conocerlos... Se pasan aquí todas las noches de la semana.

-Sí, son casi parte del mobiliario.

-No tienen a nadie más, es normal al fin y al cabo.-contestó el hombre.-Y para mí, mejor. Me importa una mierda su salud, ¿sabes? A mí lo que me interesa es que me dan ganancias.

Aprovechando que estaba limpiando la barra y que aquello no supondría un desplante, Penny agachó la cabeza, reprimiendo una mueca de puro asco. Su jefe era una persona repugnante, así de claro, pero necesitaba el trabajo y, mientras le pagara, no le quedaba otro remedio que soportarlo a él y a sus comentarios.

-Has hecho un buen trabajo, ¿sabes?-continuó diciendo Albert a la vez que se acercaba hasta la barra.

-Gracias.

-No me las des, simplemente me limito a decir lo que he visto hasta ahora. Si te soy sincero, cuando te vi aparecer por aquí pidiendo el trabajo pensé que no durarías más de una semana, pero veo que me equivoqué... Jamás pensé que la necesidad de dinero haciera que una chica como tú acabara trabajando en un lugar como éste como si la vida le fuese en ello.

-Es que más o menos la vida sí me va en ello.-le respondió ella usando el mismo tono sarcástico que él había empleado a la hora de decir la última frase.-Necesito comer todos los días...

-Pues yo pensaba que precisamente tú no tendrías problemas a la hora de comer...

Extrañada ante aquellas palabras, la chica levantó la cabeza para mirarlo fijamente, sin saber para nada qué estaba queriendo decir con aquello.

-¿Cómo?

-Pues lo que oyes...-se limitó a contestar el hombre a la vez que dibujaba en su cara una mueca burlona.-Que pensaba que a la novia del Beatle ése no le hacían falta trabajos de camarera en un pub para poder sobrevivir.

Aquello le cayó a Penny encima como un cubo de agua fría. Había pensado que su jefe no sabía nada de todo aquello...

-No creas... Yo no soy de esos que miran las revistas, ni muchísimo menos me importan esos cuatro mamarrachos aunque todo el mundo crea que son héroes nacionales.-añadió Albert al ver que ella se había quedado muda.-Pero bueno, has de saber que estás en un sitio público y que los clientes no son todos como yo... Muchos ven la tele y... ¿Sabes cómo me quedé cuando hace un par de días un tipo me preguntó que qué hacía la novia de Paul McCartney aquí de camarera? Al principio pensé que había bebido demasiado, pero cuando comprobé que tenía razón... ¡casi me muero de la risa!

-Perdona por no habértelo dicho, pero es que...-masculló ella avergonzada.-Me habían rechazado en muchos trabajos precisamente por eso...

-Y no dudes que yo también te hubiera rechazado si lo hubiera sabido.-le respondió su jefe riendo.-Pero bueno, ya llevabas unos días aquí, no se te daba mal y parece que tú atraes a la clientela... Desde que se corrió la voz entre los parroquianos, tengo esto mucho más lleno que antes de que tú trabajaras aquí. ¡Fíjate por donde me hecho hasta crecer el negocio!

Penny no contestó, simplemente se limitó a agachar la cabeza avergonzada y a continuar con su tarea de limpiar la barra.

-Pero escucha una cosa...-continuó Albert con su monólogo.-Sí, vale, sé que tú eres la novia del McCartney ése y todo eso... Pero no deja de chocarme que estés trabajando aquí. Pensaba que a los tipos como él no les importaba mantener a sus novias o lo que quiera que seáis o, por lo menos, que les molesta que sus chicas se tengan que poner a trabajar en un sitio tan... vulgar.

-Puede que tengas razón.-contestó ella al cabo de unos segundos, después de lanzar un intenso suspiro.-Supongo que le hubiera molestado que trabajara aquí.

-¿Cómo que le hubiera molestado?

-Pues eso, lo que has oído.-respondió Penny.-Pero no tengo ni idea de lo que piensa respecto a esto porque ya no estamos juntos.

-¿Y cómo es que todo el mundo da por hecho que seguís siendo pareja?-se extrañó Albert.

-No hemos dicho nada a los medios al respecto.-masculló ella.-Y sinceramente, yo, por mi parte, paso de decir nada. Él es el famoso y él es quien debe de lidiar con los medios, si quiere decirlo que lo diga.

-Pues cuanto más tarde en decirlo, muchísimo mejor.-le contestó Albert decidido, cosa que hizo que Penny le lanzara una mirada interrogante.-Sí, muchísimo mejor. Ya sabes... Te acabo de decir que desde que se ha corrido la voz de que la novia de ése está aquí trabajando, esto lo tengo mucho más lleno que antes. Me conviene que sigas siendo la novia de McCartney. Así que mejor será que no le comentes a nadie que ya no seguís juntos, ¿de acuerdo? Y si después él lo quiere decir... No sé, ya inventaremos algo, pero por lo pronto, tú calladita. Ese cuento de que ya no estás con él será un secreto entre tú y yo, ¿entendido?

Aquello no podía ser cierto. Aquel tipo era mucho más despreciable de lo que parecía. No obstante, pese a que tuviera ganas de gritarle y de mandarle a paseo, Penny no pudo decirle nada.

-Así me gusta.-dijo el hombre, que al parecer había entendido el silencio de Penny como una respuesta positiva.-Y por buena chica, puedes largarte a casa. Ya terminaré yo todo esto.

-Está bien.-dijo ella con un hilillo de voz mientras dejaba la bayeta con la que hasta ese momento había estado limpiando.-Hasta mañana.

-Hasta mañana.

Después de quitarse el delantal de trabajo y de recoger su chaqueta, la chica salió de allí sin mediar ni una palabra más con su jefe. Aún iba pensando en todo lo que le acababa de decir. Quizás o la sugerencia de su jefe de no decir nada sobre que ya no estaba con Paul, no era tan despreciable como le había parecido en un primer momento. Sabía que estaba mal, sí, pero al fin y al cabo eso le vendría bien al negocio... Además, cuanto más contento estuviera Alfred con ella, menos posibilidades tenía de que no la despidieran. Aquello, simple y llanamente, era pragmatismo, y si tanto su jefe como ella podían salir beneficiados con eso, mejor.

Iba tan sumida en sus pensamientos, de camino hacia la parada nocturna del autobús, cuando, de repente, el rugido de un motor que se acercaba por la calle, la sobresaltó tanto que tuvo que levantar la cabeza. Ni siquiera le dio tiempo a distinguir el par de faros encendidos que se acercaban hacia ella antes de que el coche se detuviera al lado de ella con un frenazo en seco, haciendo chirriar las ruedas sobre el asfalto. Y entonces, justo en el momento en el que la ventana comenzó a bajarse, Penny lo reconoció: aquel era el coche de Paul.

-¿Penny?

La chica le dedicó una mirada confusa, sin saber ni qué hacer ni qué decir. Paul la miraba, igual de sorprendido, con los ojos muy abiertos y con una expresión un tanto preocupada.

-¿Qué haces aquí?-insistió al ver que ella no iba a contestar.

La chica agarró aire, intentando recuperarse de la sorpresa lo más rápido que podía.

-Vengo de trabajar.-le contestó finalmente en un arrebato de sinceridad.

-¿De trabajar?

Penny no pudo evitar ponerse furiosa. Por la cara que había puesto Paul y por el tono en el que había pronunciado la pregunta, parecía más bien que Penny le acabara de confesar que era extraterrestre.

-Sí, de trabajar.-le contestó airada.-Algunos lo hacemos, ¿sabes?

-Yo también trabajo, por si no lo sabías.-le contestó él igual de molesto.

-Si a eso le llamas trabajar...-le replicó ella en tono despectivo.

Paul bufó, pero, no obstante, no quiso entrar en discusiones y cambió radicalmente el rumbo de la conversación.

-¿Dónde trabajas?-quiso saber.

-No te importa.

-Trabajas en mi barrio, por lo que veo. Así que sí que me importa.-contestó él igual de picado, y, después, en tono deliberadamente hiriente, añadió:-Más que nada para evitar ir a ese sitio.

-No creo que tú, Don Perfecto, vayas a esos sitios.-le replicó ella, dolida por lo que le acababa de decir.

-¿Y tú qué sabes? ¿Por qué no me lo quieres decir? ¿Es que es secreto de sumario o algo por el estilo?

-No, no es secreto de sumario. Y ya que tanto interés tienes, trabajo en ese pub de ahí la esquina.

-Oh, vaya...-le respondió él sonriendo con malicia.-Tenías razón. No entraría ahí por nada del mundo.

-Y si lo hicieras te echaría a patadas.

-No creo que haga falta, Penelope.-le respondió él.-Adiós.

Penny le dedicó una última mirada de odio antes de que él acelerara de nuevo y desapareciera calle abajo. Y entonces, se alegró. Se alegró infinitamente por no estar con aquel imbécil que se las daba de grande.

************************************

Paul entró el coche en el patio de su casa, aún dándole vueltas a su encuentro con Penny. ¿Cómo había podido ser tan idiota? ¿Por qué le había dicho lo que le acababa de decir y por qué la había tratado así? Quizás había sido por orgullo propio, porque era la primera vez que le había insistido tanto a alguien por una reconciliación y aun así se lo había negado, porque había insultado a su trabajo... Lo cierto era que no lo sabía demasiado bien, pero una cosa tenía muy clara: le debía una disculpa. Y es que, pese a que ya no estuvieran juntos y no hubiera ni la más remota posibilidad de que lo volvieran a estar, Paul se negaba en redondo a quedar aún peor de lo que ya había quedado con ella por su actitud. Y ahora ya sabía donde podía localizarla para darle aquella disculpa sin que, al contrario de lo que había ocurrido aquella vez que se había plantado en Montagu Square, pudiera negarse, por lo menos, a atenderlo y a escucharle.

************************************

-Es perfecto.-dijo John emocionado.-Voy a alquilar esto ya.

-¿Estás seguro? ¿No crees que es muy grande para los cuatro solos?-preguntó Chris a su lado casi en un susurro, aunque no había por qué. El agente inmobiliario que les estaba enseñando la casa no tenía ni idea de inglés y como mucho, el único que hubiera podido entender lo que acababa de decir era el intérprete, un almeriense simpático que trabajaba de traductor para el equipo de rodaje y que pese a que chapurreaba un inglés con un fuerte acento, se hacía entender a la perfección.

-No me importa. Es genial, Christie...-contestó John.-¿O es que no te gusta?

-Claro que me gusta. Pero es enorme...

-Mejor así, ya lo verás. Tú es porque no estás acostumbrada a vivir en sitios así, pero cuando te acostumbres me darás la razón. Además, tiene unas vistas espectaculares... Desde aquí se ve toda la bahía.-concluyó John sonriente y, después, volviéndose hacia Mary y Ringo que estaban unos pocos pasos por detrás de él, preguntó:-¿Os gusta a vosotros?

-Como para no gustarme.-respondió Ringo.-Porque no voy a venir aquí habitualmente, que si no te juro que yo mismo la compraba.

-Habló el gran propietario de Reino Unido...-bromeó Mary a su lado haciendo que su novio también soltara una carcajada.-Ahora en serio, me gusta mucho esto a mí también. Está muy bien y el jardín con piscina es fabuloso.

-Pues no se hable más.-dijo John sonriente.-La alquilo y punto.

Dicho esto, John llamó a Antonio, el intérprete, que se acercó hacia ellos sonriente.

-Dile al propietario que voy a alquilar la casa.-dijo John hablando muy muy rápido y con un marcado acento scouser.

Chris le dedicó una mirada entre divertida y reprobatoria. John no hablaba nunca así y simplemente lo había hecho para que el pobre Antonio, que se había quedado mirándole perplejo como si John le hubiera hablado en chino, no le entendiera.

-¿Cómo?-preguntó el hombre contrariado.

-Que alquilo la casa.-contestó él ahora ya hablando normal y luciendo una sonrisilla burlona.-Que no se pase con el precio, que soy rico y extranjero, pero no gilipollas.

Lejos de enfadarse por la pequeña jugarreta que le acababa de gastar John, Antonio le devolvió la sonrisa y asintió para después dirigirse hacia donde estaba el agente y empezar con él una acalorada conversación. No hacía falta saber demasiado español para entender que estaban discutiendo sobre el precio.

-Bueno, supongo que ahora tendremos que ir al apartamento y recoger las cosas.-dijo Chris sonriente mientras aquellos dos parloteaban sin parar.

-¡Por supuesto que sí!-exclamó John entusiasmado.-¡Mañana mismo nos venimos aquí!

*************************************

La cena estaba siendo realmente agradable aunque tuviera que reconocer que cuando George le había dicho que estaban invitados a cenar en casa de John Dunbar, no había podido dejar de sentirse incómoda. Y es que Gwen aún había congeniado con muy pocos amigos de George fuera del ámbito Beatle y el hecho de conocer a gente nueva y presentarse delante de ellos como la novia de Harrison siempre le resultaba un poco traumático.

Pero aquella cena de traumático estaba teniendo bien poco. John y su mujer eran encantadores y, además, parecían tener muchas cosas en común. con ella, sobre todo, su gusto por el arte de vanguardia, del que Gwen aprendía más y más cada día.

-Y dices que estáis recibiendo clases de sitar y de yoga en casa...-comentó John dándole una profunda calada a su cigarrillo.

-Sí, así es.-contestó George cuando acabó de masticar un panecillo que había prácticamente devorado en tan solo unos segundos.-Es fantástico. Estoy mejorando mucho, ¿sabes? Y con el yoga Gwen y yo hemos encontrado una vía de escape fabulosa para cuando estamos nerviosos...

-Y por lo menos a mí me viene genial.-añadió Gwen sonriente.-Siempre estoy acelerada.

Todos los allí presentes no pudieron evitar soltar una risa ante su ataque de sinceridad.

-¿Y cómo ha sido eso de que recibáis esas clases en casa?-preguntó Marianne, la esposa de John.

-Bueno, me costó convencer a Ravi Shankar para que aceptara, pero al final lo hizo...-respondió George.

-El dinero siempre es un buen aliado para convencer a la gente...-rió John por lo bajo.

-Y te aseguro que en la mayoría de los casos es un arma muy eficaz.-le siguió la broma George.-Pero es que no podíamos ir a la India ahora. Bueno, yo sí, pero Gwen no... Ya sabéis, acaba de empezar Bellas Artes y a mí no me apetecía irme sin ella.

-Y a mí tampoco me apetecía dejar las clases.-añadió ella.-Es lo primero que estudio que me gusta realmente.

-Es una carrera preciosa...-asintió Marianne.-Hubiera sido una lástima que te fueras si te gusta tanto.

-¿Y cómo está el ambiente por la facultad?-quiso saber John de repente.-¿Ya han dejado paso a las nuevas generaciones o todavía sigue dominada por un montón de profesores-dinosaurios?

La chica no pudo evitar soltar una risita con la pregunta de John antes de contestar.

-Sí, en realidad sí.-dijo al fin.-Aún quedan algunos de esos dinosaurios dando Historia del Arte y cosas así, pero la mayoría son profesores jóvenes y abiertos a las vanguardias. Y eso me encanta.

-A mí también.-asintió John.-Creo que estamos viviendo un momento muy importante en el tema del arte y que debemos prestar atención a lo que se está haciendo en nuestros días, aunque muchos lo desprecien... ¿Sabes? Hace poco dieron aquí en Londres un simposio interesantísimo sobre la destrucción del arte.

-¿Fuiste?-preguntó Gwen interesada.

-No, no pude ir... Una lástima, la verdad, porque estuvo fabuloso, según me han dicho... Marianne y yo no estábamos en Londres por esos días y nos lo perdimos.

-Pues sí que es una lástima...

-Vinieron artistas contemporáneos de todo el mundo.-continuó John.

-Hubiera sido fabuloso estar...

-Ya lo creo. Pero no lo doy todo por perdido, ¿sabes?

Tanto Gwen como George le dedicaron una mirada extrañada, sin entender bien lo que John quería decir. Marianne, por su parte, le dedicó una sonrisa. Era evidente que ella sí que sabía por dónde iban los tiros.

-No lo da todo por perdido porque está negociando con uno de esos artistas una exposición en la galería.-aclaró Marianne.-Esta misma semana se enteró de que estaba viviendo aquí y enseguida se puso en contacto para proponérselo.

-Y no os imagináis lo difícil de convencer que es...-rió John.-No sé si es por mí, por su situación personal o porque la galería Indica no le inspira demasiada confianza, pero lo cierto es que no me lo está poniendo nada fácil. No obstante, algo me dice que al final sí que va a aceptar...

-¿Me estás diciendo que vais a exponer en la galería la obra de un artista que ha participado en el simposio?

-Aún no lo sé, pero creo que sí....-sonrió Marianne.-Sería interesante tener una exposición de alguien del grupo Fluxus en la galería...

-¿Del Fluxus?-casi gritó Gwen, entusiasmada.

-Sí, representante del Fluxus.-respondió John.-Y si me dice que sí y si te hace ilusión, Gwen... Yo mismo me las apañaré para que puedas conocerle...

-¡Eso sería fantástico!

-Ya lo creo que lo sería...-sonrió John.-Pero primero, recemos para que acepte hacer esa exposición...

*************************************

John abrió los ojos lentamente sintiendo como un intenso dolor le perforaba la sien. Chris dormía a su lado, tranquila y abrazada a él. Aquella visión le hizo olvidar por unos instantes la inmensa resaca que tenía. Y es que en aquellos momentos sólo podía pensar en que la noche anterior había celebrado uno de los mejores cumpleaños de su vida junto con Ringo, Mary, los compañeros de reparto y ella y en cómo la quería... Parecía imposible que el loco de John Lennon fuera capaz de amar a alguien tantísimo, de tener esas inmensas ganas de estar con ella a cada rato y de querer cuidarla por encima de todas las cosas.

-Buenos días, vejestorio...-susurró ella de repente, sin haber abierto ni siquiera los ojos.

-Buenos días, pequeña.-le contestó él dándole un beso en el pelo.-¿Qué tal?

-Creo que me voy a morir de la resaca... Sólo con pensar con que me tengo que levantar...

La chica soltó un resoplido molesta y ocultó el rostro contra el pecho de John, como si así pudiera evitar que llegara el momento de levantarse. Él soltó una risita entre dientes, divertido ante aquella reacción.

-¿Y a ti quién te ha dicho que hoy nos tenemos que levantar?-le preguntó mientras le acariciaba el pelo.-Porque si tan pocas ganas tienes, por mí, pequeña, nos quedamos aquí en la cama todo el día, los dos.

Chris levantó la cabeza y le dedicó una mirada traviesa.

-Es una idea fabulosa...-sonrió dedicándole una sonrisa igual de juguetona que su mirada.-Y además, creo que estaba exagerando respecto a lo de mi resaca... Mira por dónde, ya me encuentro bastante bien...

Y sin que a él le diera tiempo a decir nada más, Chris bajó de nuevo la cabeza y empezó a cubrirle todo el pecho de besos. Sí, a él también se le había pasado la resaca de repente.

*******************************************

Gwen apenas podía contener su alegría mientras se apresuraba a cambiarse a toda prisa. Hacía poco menos de un cuarto de hora que John Dunbar la había llamado y le había preguntado si le apetecía conocer a alguien. Gwen, entusiasmada porque ya sabía de qué alguien se trataba, le había contestado con un  emocionado y John se había limitado a reír y a decirle que en veinte minutos pasaría a por ella.

Apenas había acabado de ponerse los zapatos, el timbre de la casa sonó y Gwen se apresuró a salir corriendo a abrir, ante las risas de George, que estaba practicando con su sitar en el comedor.

-¿Tú no vienes?-le preguntó a su novio cuando lo escuchó reírse.

-No, ve tú. Yo estoy practicando con esto.-le contestó él sonriente a la vez que señalaba el instrumento con la cabeza.

Gwen asintió y salió corriendo fuera de la casa, donde John Dunbar ya la estaba esperando con el coche en marcha.

-¡Gracias John!-exclamó ella cuando se metió en el interior del coche.

-De nada.-rió él a la vez que se ponían en marcha.

-Oye... ¿me podrías decir al menos el nombre del artista?-preguntó ella, curiosa.

-No.-rió él.-Ya lo sabrás cuando lleguemos.

-Por favor...-suplicó ella.

-No insistas.-contestó John divertido.-Dentro de poco lo sabrás.

Sintiéndose quizás un poco decepcionada, Gwen decidió no insistir más en lo que le quedaba de viaje, así que se limitó a seguirle el juego a John y a conversar con él sobre cosas banales hasta que, por fin, llegaron enfrente de la galería Indica. Bajaron del coche, ella nerviosa como pocas veces en su vida lo había estado, y John abrió con su juego de llaves las puertas de la galería, que estaba cerrada.

-¿Preparada?-preguntó a la vez que abría la puerta.

Gwen asintió con la cabeza a la vez que entraban y entonces la vio. Allí, casi en el centro de la galería y frente a una mesa, estaba sentada una mujer baja, delgada, morena y de rasgos marcadamente orientales que parecía tremendamente concentrada delante de una hoja de papel en blanco.

-Hola.-saludó John.

La mujer levantó la cabeza y los miró, seria, como si hubieran cometido un inmenso delito al desconcentrarla   de repente. Gwen no pudo evitar sentirse intimidada ante aquella mirada, pero aún así, su curiosidad era tal que no le hizo mucho caso a aquello. Al parecer, John tampoco tuvo en cuenta la expresión de la mujer y empezó a caminar decidido hacia ella. Gwen decidió seguirle.

-Quería presentarte a alguien.-dijo John cuando se pusieron frente a ella.-Es amiga mía, estudiante de Bellas Artes y profundamente interesada en lo que estáis haciendo.

-¿Te interesa de verdad o sólo es curiosidad morbosa?-preguntó la mujer esbozando lo que parecía ser un pequeño amago de sonrisa.

-Por supuesto que le interesa de verdad.-se apresuró a responder John por ella.-En fin... Te presento a Gwen Montrose.

-Encantada.-titubeó Gwen aún impresionada por lo que le estaba pasando.

-Igualmente.

-Y Gwen...-continuó John.-Te presento a una de las máximas representantes del movimiento Fluxus, Yoko Ono.




Qué os creías? Que no iba a salir la Yoko? jajajaja. Bueno, pues sí ha salido y saldrá más, así que... :S En fin que espero que os haya gustado el capi y perdón por el retraso. He andado toda la semana haciendo un cursillo (bastante interesante, por cierto) y apenas he tenido tiempo para sentarme a escribir, así que... Pero bueno, ya estoy aquí! :)
Muchas gracias por leer y por comentar y disfrutad del fin de semana! Besos!!!!

jueves, 13 de septiembre de 2012

Capítulo 59: En el país del olivo

Con un bufido de puro agobio, Christine se arremangó las mangas de su camisa, acalorada. Parecía mentira que estuvieran casi en octubre. Estaba segura de que en Inglaterra ya estarían todos con chaquetas y jerséis abrigados mientras ellos, allí en España, estaban pasando más calor que en Londres en pleno agosto. No obstante, aquello no le desagradaba del todo. El clima, claro. Todo lo demás se le antojaba un poco surrealista… Parecía imposible que un país tan relativamente cercano al suyo fuera tan radicalmente diferente. Mujeres vestidas de negro de arriba abajo que guardaban un luto permanente por el marido muerto veinte años antes, policías o Guardia Civiles que eran capaces de hacer enmudecer a toda una plaza repleta de gente que se atemorizaba con sólo verles… Era, por así decirlo, como si de repente, al atravesar la frontera con los Pirineos, uno hubiera diera un salto de cincuenta años atrás en el tiempo. “Deben de ser cosas de la dictadura”, pensó cuando lo vio. Y no se equivocaba. Todo aquello era fruto, sin duda, de una dictadura que se negaba a golpe de garrotazo a que la gente de allí avanzara en el tiempo. Claro, si avanzaban en el tiempo, aquello podía suponer el fin del régimen, ¿no?


-¡Corten!

El grito de Dick la sacó inmediatamente de sus pensamientos. Al parecer, habían acabado por ese día.

-¡Joder, creí que no ibas a decir eso nunca!-escuchó como le decía John a Dick mientras cuando pasó por su lado.

-No te quejes, Lennon… Hoy no has tenido muchas tomas…-le reprendió el director, aunque parecía divertido.

-Si no me quejara no sería yo.-rió John justo antes de plantarse delante de ella.-Hola, pequeña. ¿Te has aburrido mucho?

-No.-contestó ella sonriente, mirándolo. Jamás hubiera pensado que estaría tan tremendamente guapo lleno de polvo, con el pelo corto, aquellas gafas y ese uniforme militar sucio.-Estaba entretenida mirando el mar.

-Vaya, que bucólica…-dijo él con una sonrisa burlona a la vez que hurgaba en el interior de los bolsillos de su pantalón.

-¿Qué buscas?

-Esto.-contestó él sacando un par de Chupa Chups de allí dentro.-¿Quieres uno?

-Jamás le diría que no a eso.
-Sin duda esto es lo mejor que tiene España: los caramelos estos. No sé a qué esperan para comercializarlos en Inglaterra…
-Ni yo.-respondió Chris poniéndose en pie y arrebatándole uno de los caramelos de la mano con un movimiento rápido.-El de fresa es para mí, listo.

-¡Pequeña ladrona!-rió John, aunque se limitó a conformarse con el Chupa Chups de manzana que le había quedado.
-De ladrona nada, sólo tengo claras mis preferencias.-le contestó ella esbozando una sonrisilla burlona.-Bueno… ¿Vas a cambiarte aquí o prefieres que vayamos a casa?
-A casa, dice… Como si nos tuviéramos que ir a Londres…
-Ese apartamento es nuestra casa mientras estemos aquí, ¿o no?-le replicó la chica.
-Bueno… Si tú lo dices…-masculló John divertido.-Venga, larguémonos a casa, pequeña.
Después de despedirse de todos, los dos se dirigieron hacia el Rolls de John, donde, como siempre, el paciente Les les estaba esperando, sudoroso y agobiado estando como estaba embutido en su uniforme de chófer con aquellas temperaturas.
-Creo que deberías quitarte por lo menos la chaqueta…-le dijo Chris sonriendo cuando se acercaron.-Demasiado calor como para ir vestido así a pleno mediodía, ¿no crees?
Por toda respuesta, el hombre le dedicó una sonrisa, pero no hizo el menor ademán de quitarse ropa. Después, sin más, les abrió la puerta trasera antes de ocupar él también su sitio en el asiento del conductor. La chica sonrió. Quizás su carácter introvertido había hecho que John acabara contratándole a él y no a otro. Eso y que nunca se quejara de nada. Y es que Les ni siquiera había abierto la boca cuando John le había llamado a Londres y le había dicho que quería su Rolls en España, aunque eso supusiera que el hombre debía abandonar a su familia durante bastantes semanas.
Llegaron a la Playa del Zapillo al cabo de un rato que a los dos se les hizo corto y bajaron del coche. Inmediatamente, un grupillo de niños de no más de doce años se aproximó hacia ellos. La chica los miró divertida. Conocían ya a la mayoría: se les acercaban casi todos los días y, pese a que no tenían ni idea de inglés, John y ella incluso les habían tomado cierto cariño. Al fin y al cabo parecían ser los únicos que eran conscientes de que alguien verdaderamente famoso estaba viviendo en aquel apartamento frente a la playa de la ciudad de Almería.
-Tendréis ya cuarenta mil autógrafos...-rió John cuando el grupillo se le aproximó y empezaron a tenderle, de nuevo, bolígrafos y cuadernos.
-No te quejes, hay fans tuyas que tendrán muchísimos más…-le dijo Chris, que miraba aquella escena de lo más entretenida.
Después de que los chiquillos y John intentaran mantener una conversación totalmente en vano (ni él sabía español, ni ellos inglés), los dos pudieron escabullirse del grupito y subir, por fin, al apartamento.
-Voy a darme un baño, ¿de acuerdo?-le dijo John cuando entraron y dejaron las cosas sobre el sofá del salón.
-Perfecto.-le contestó ella.
-Vuelvo enseguida. Después si quieres salimos un rato antes de la cena, ¿vale?
-Hecho. Anda, ve y báñate, guarro.-bromeó la chica.
Entre risas, John salió del salón. Instintivamente, Chris puso la televisión, aunque, como siempre la apagó cuando apenas llevaba dos minutos encendida. No entendía nada, ¿qué sentido tenía estar ahí perdiendo el tiempo? Se mantuvo quieta durante unos minutos, pensando en qué podía hacer para no aburrirse mientras escuchaba el ruido del grifo del agua del baño. John estaría a punto de meterse dentro… Quizás iría allí, a hacerle compañía y a hablar con él un rato… Y ya estaba a punto de ponerse en pie e ir con él cuando sus ojos, de repente, se posaron en el teléfono y una idea le cruzó la mente.
Sin pensárselo dos veces, descolgó el teléfono y marcó el número que ya se sabía incluso mejor que el de su hermano en Cavendish Avenue, con el que no había hablado más que unas tres o cuatro veces desde que se habían ido de Londres. Lo cierto era que le sabía mal hablar más con cualquiera de sus amigas que con su propio hermano, pero… ¿qué podía hacer ella? Cuando se llamaban apenas sabían que decirse: conversaciones plagadas de silencios incómodos y de preguntas tontas e insustanciales. Simplemente, ya no había prácticamente nada de lo que los dos pudieran hablar como antes.
-¿Sí?
El sonido de la voz de Mary al otro lado del teléfono la sacó de esos odiosos pensamientos e hizo que inmediatamente dibujara una media sonrisa en su cara.
-Hola, Hall.-saludó.-¿O debería llamarte Starkey?
-¡Chris!-exclamó su amiga.-¿Cómo os va por el sur? ¿Ya te has quemado con el sol lo suficiente o qué?
-No me hables del sol, hace un calor para morirse… Y bueno… aparte de aburrirme como una ostra mientras John está rodando, por lo demás todo bien. Esto no está del todo mal.
-No te quejes, que más me aburro yo…-le contestó su amiga divertida.-¿Sabes? Las clases son infinitamente más pesadas que el año pasado…
-¿Más aún? Joder… Si me lo pintas así, creo que ni vuelvo a la universidad cuando regresemos…-bromeó ella.
-¡Y una mierda me dejas tú a mí sola con la panda de eruditos estirados que tenemos por compañeros!-exclamó Mary.-Ni se te ocurra. Pero tienes razón… Esto es para morirse. Aún no llevamos ni un mes de clase y ya estoy pensando en unas vacaciones…
-¿Vacaciones? Pues haz como yo y tómatelas.-contestó Christine con determinación medio en serio y medio en broma.
-Pues no creas, lo necesito después del verano de locos que hemos tenido… Y encima está todo lo de la boda.
-Vas a acabar de los nervios.
-Lo sé, y Rich también… El otro día nos estuvimos planteando largarnos a algún sitio, para desconectar un poco de todo, pero el caso es… ¿dónde?
-Oye, Mary…-masculló Chris. Se le acababa de ocurrir una cosa que quizás pudiera funcionar.
-¿Qué?
-Mira, voy a proponerte algo.-contestó.-No me digas ni que sí ni que no, háblalo con Ringo y mañana me devuelves la respuesta, ¿vale? Verás… Es el cumpleaños de John dentro de poco. Él no ha dicho nada, pero sé que no le hace ni puta gracia celebrarlo sin ninguno de sus amigos…  ¿Por qué no os venís? Podéis aprovechar, él seguro que se alegra un montón y aquí aún hace buen tiempo. Incluso podríais ir a la playa, ya te he dicho que hace un calor para morirse…
-¿Y por qué no puedo contestarte ahora?-preguntó de repente Mary.
-No sé, porque supongo que os lo querréis pensar y…
-¿Pensar?-le cortó su amiga.-¿Qué es lo que tenemos que pensar? Mira, se lo diré a Ringo, pero te aseguro que la respuesta es que sí.
-¿En serio?-preguntó ella, incrédula y feliz a la vez.
-¿Tengo pinta de estar bromeando?-rió Mary.-De verdad, Chris, necesitamos eso… ¿Y qué mejor que aprovechar y haceros una visita?
-Bueno, pero tú háblalo con él, ¿vale? Y si no podéis o no os apetece por lo que sea, no…
-Que sí, McCartney, no seas pesada.-la interrumpió Mary divertida.-Y ahora, déjate de historias y siéntate, porque te voy a contar las últimas novedades de la boda…
-Oh, no me tortures…
-Calla y escucha, o no iré a verte. ¿Sabes? Al final decidí hacerle caso a Rich y vamos a celebrarla aquí mismo, en Sunny Heights.
*******************************

Gwen no podía creerse que todo le estuviera yendo tan tremedanmente en bien en la universidad. Toda su vida había soñado con estudiar Bellas Artes, pero nunca se había imaginado que aquello le llegaría a gustar tantísimo. Y es que, comparado con sus años de instituto donde obviamente se había visto obligada a cursar materias que no le gustaban, aquello era fantástico. El poder dedicarse a estudiar única y exclusivamente arte, poniendo en práctica todo lo que sabía y aprendiendo infinidad de cosas nuevas, era fabuloso. Además, el ambiente de la facultad le estaba gustando muchísimo. Pese a que algunas compañeras la habían reconocido enseguida y la trataban como a una especie de diosa por ello, la mayoría parecía ignorar el hecho de que fuera pareja del archiconocido George Harrison y eso, para ella, suponía un inmenso alivio. Allí era simplemente Gwen. una más, y sus compañeros y compañeras, a excepción del grupito de turno, estaban infinitamente más preocupados por el arte y las vanguardias que estaban surgiendo en aquellos momentos, que por su romance con un famoso.

Como siempre, aquel día salió de la universidad cerca del mediodía, cargada con sus cosas: pinturas, pinceles, lápices, cuadernos y algún que otro libro; en definitiva, todo lo que le hacía falta para ser estudiante de Arte. Aquella había sido una jornada productiva. Habían tenido un intenso debate sobre "dadá", sobre el "no-arte" y el concepto de acabar con él y, después, en la clase práctica, se habían dedicado a hacer ensayos y pruebas con el color, algo que a ella le fascinaba. Color... El color lo era todo: era el canalizador de los sentimientos de un artista, el nexo de unión entre el que hace la obra y el que acaba observándola. Un pintor que dominara el color estaba destinado a ser uno de los grandes, cosa que, aunque pareciera muy fácil, era infinitamente más complicada que lo que la gente creía.

Se dirigía ya hacia la estación de metro cuando, de repente, el bocinazo de un cocge cerca de ella le llamó la atención. La chica se giró en la dirección de la que provenía le ruído y comprobó con una sonrisa que el origen del pitido no había sido otro que el coche de George, que estaba parado justo delante de ella.

-¿Te llevo a alguna parte, preciosidad?-le preguntó el chico mientras bajaba la ventanilla del coche.

Por toda respuesta, Gwen soltó una risita divertida y corrió para entrar en el vehículo.

-Hola cariño.-le dijo cuando entró, justo después de darle un beso en la mejilla.-No esperaba que vinieras a recogerme.

-¿Y dejar que fueras en metro?-preguntó él divertido.-No, ni pensarlo...

-Como si fuera la primera vez que regreso a casa en metro...-rió ella.-Venga, en serio, ¿a qué se debe este honor?

-Se debe a que tenía ganas de pasar por ti, nada más.-contestó George encogiéndose de hombros. Después, lanzando un suspiro, añadió:-Bueno... y me venía de paso también.

-¿De paso? ¿Adónde has ido?

-Había quedado con alguien.

La respuesta de George dejó a Gwen casi sin palabras. ¿Con alguien? Lo primero que se le pasó por la mente fue que había quedado con otra. No obstante, desechó la idea enseguida: no tenía sentido que si habia quedado con otra chica, se lo contara a ella. Pero aun así, la expresión meditabunda del chico hizo que se le encendieran todas las alarmas. Era evidente que algo no iba bien.

-¿Con quién?-quiso saber al cabo de unos segundos.

George lanzó un intenso suspiro mientras ponía de nuevo el motor del coche en marcha.

-Con un tipo al que conocí el año pasado.-contestó incorporándose ya al tráfico de la concurrida calle.-Es indio, pero bueno, eso es lo de menos. Lo importante es que es el tío que mejor sabe tocar el sitar que he conocido nunca. Le conocen como Ravi Shankar, puede que te suene...

-Ni idea de quién es.-contestó Gwen algo avergonzada.-Pero... ¿por qué has quedado con él?

-Pues porque está en Londres unos días y se puso en contacto conmigo. Sabe que estoy interesado en el sitar.

-Ah...¿Y qué tal el encuentro?

-Pues verás, de eso precisamente quería hablarte.-masculló George.-Me ha propuesto algo.

-¿Que te ha propuesto algo? ¿Y qué es?

George calló durante unos segundos. Gwen lo miró y, a juzgar por su expresión , era obvio que la respuesta no iba a gustarle.

-Me ha propuesto tomar unas clases de sitar, de perfeccionamiento, ya sabes.-contestó el chico al fin a la vez que lanzaba un profundo suspiro.-Durante seis semanas. Las combinaría con lecciones de yoga.

-¿Y qué problema hay con eso? Hazlo, a ti te gusta todo eso, ¿no?

-El problema, Gwen...-respondió él.-Es que las clases son en la India.

-¡¿Qué?!-exclamó ella.-¡¿En India?!

-Sí, en la India, eso he dicho.

-¿Te vas a ir a la India durante seis semanas?-preguntó la chica, incrédula ante las palabras que George acababa de decir.

-Bueno, no...-se apresuró a responder él.-Sólo si tú quieres, claro. Sólo me iré a la India si tú me acompañas, ¿sabes?

-¡Pero yo no puedo irme seis semanas a la India, George!

-Pensé que igual la idea podía resultarte atractiva...-masculló él.-Al fin y al cabo, el libro que te presté de iniciación a la meditación te gustó mucho y allí, al haber yoga y tal...

-Pero George...-le interrumpió la chica.-Que el libro me gustara no significa que vaya a dejarlo todo durante seis semanas para ir a la India a hacer yoga. He empezado en la universidad, me gusta muchísimo y... joder, que no. No voy a irme. Lo siento, George, si quieres ve tú, pero yo no puedo acompañarte.

El chico se encogió de hombros, resignado, antes de contestar.

-Sabía que dirías eso, pero tenía que intentarlo, ¿no?-contestó esbozando una sonrisilla que a Gwen se le antojó tranquilizadora.-Y tranquila, no me iré sin ti.

-Pero si te apetece...

-Que no me voy a ir sin ti.-dijo él con contundencia, pero sin brusquedades.-Además, tu padre me mataría si se enterara de que te he dejado sola en casa...

-En eso tienes razón.-rió Gwen.-Y oye, George...

-¿Qué?

-¿No hay posibilidad de que hagas esas clases de sitar aquí en Londres?

El chico se giró y la miró con los ojos abiertos como platos.

-¿En Londres?-repitió.

-Sí, en Londres.-contestó ella con naturalidad, extrañada por la reacción de su novio.-No sé, igual al Ravi Shankar ése no le importa...

-¡Gwen!-exclamó George, interrumpiéndola.-¡Eres una genia! ¡Una genia! ¿Cómo no se me había ocurrido a mí antes?

-¿El qué?- preguntó ella mirándolo como si de repente se hubiera vuelto loco.

-¡El proponerle que se quede en Londres para darme clases! ¡Le pagaré lo que sea! ¡Es perfecto!

-Bueno, supongo que todo será proponérselo...-sonrió ella.

-Por supuesto que sí.-contestó él, feliz.-Pero estoy seguro de que aceptará. Y así los dos podremos hacer lo que más nos gusta sin tener que separarnos: yo podré perfeccionar el sitar y tú continuar con tus clases... ¿Verdad que es genial?

-Claro que es genial, George, claro que lo es...

**********************************

Penny salió enfadada de aquella pequeña tienda de ropa. Aquello era horroroso. Era la quinta entrevista de trabajo que llevaba y había recibido exactamente la misma respuesta que en las demás: "lo sentimos, señorita Rogers, pero es usted una persona demasiado conocida para que la podamos contratar. No dudamos de sus aptitudes, pero entienda que nos podría ocasionar problemas". Caminando acera abajo, soltó una risa exasperada, casi histérica. ¿Aptitudes? ¿Qué aptitudes hacían falta para hacer un trabajo de mierda que no exigía ninguna responsabilidad como dependiente de una tienda o camarera? Y lo peor era que no le daban ni un maldito trabajo por culpa del Innombrable, que parecía empeñarlo en continuar ocasianándole problemas incluso después de haber terminado con él. Definitivamente, Paul McCartney se encontraba en el puesto número uno en la lista de mayores errores de su vida.

Casi sin darse cuenta, se encontró de repente dentro del enorme Hyde Park. Miró a su alrededor: había tanta gente que parecía feliz.... Era, por así decirlo, como si todos tuvieran una vida infinitamente más plena que la suya y aquella era una sensación que la hacía sentir enormemente mal. Aminoró la marcha y se dirigió, cabizbaja, en dirección a los árboles, lejos del camino. Esquivó a varios grupitos de niños que jugaban al fútbol o corrían unos detrás de otros, a un par de parejitas acarameladas y a grupos de ancianos que charlaban tranquilamente sentados en los bancos y, finalmente, se sentó bajo un inmenso sauce que estaba lo suficientemente alejado de todo. Después, haciéndose una coraza para intentar obviar los gritos de los niños al jugar y las voces del resto de la gente, sacó un periódico arrugado de su bolso y lo abrió por la sección de Anuncios Clasificados.

-Dependienta para tienda de ropa alternativa en el centro...-masculló cuando localizó el anuncio que la había llevado a la última entrevista de trabajo que había tenido.-A la mierda, como todo lo demás.

Y, a la vez que decía esto, sacó un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta y tachó el anuncio con rabia, con tanta, que incluso agujereó el papel frágil del diario.

-Y ahora...-continuó diciendo para sí misma con cierta amargura en su voz.-Veamos en qué trabajos más me pueden rechazar.

Continuó, sin más, mirando los anuncios de ofertas de empleo que había por detrás de aquella, intentando encontrar algo que se adaptara a sus capacidades. Después de descartar varios anuncios en los que se requerían niñeras para cuidar a niños de casas adineradas (Penny no soportaba a los críos y aquello, obviamente, iba a ser su último recurso), se fijó en un anuncio corto, casi al final de la columna de Ofertas de Trabajo.

-Se necesita camarera para pub en la zona de St. John's Wood. -leyó a media voz.-No se requiere experiencia en el sector.

Aquello era, sin duda, el único puesto de trabajo factible que había en toda la columna a excepción, claro, de en los que ya la habían rechazado con anterioridad. No obstante había un gran incoveniente: el puesto de trabajo era en la zona de St. John's Wood, una zona que no le hacía ni la más mínima gracia. Y no. No era porque le quedara lejos del centro, donde vivía en esos momentos, ni porque fuera una zona conflictiva, cosa que no era en absoluto, sino porque en St. John's Wood vivía la persona de la que más lejos se quería mantener en aquellos momentos: Paul.

¿Qué hacer entonces? ¿Obviar aquella oferta y continuar buscando? Era una posibilidad, aunque lo cierto era que necesitaba encontrar un trabajo urgentemente. Y es que, pese a que Ringo no le había pedido aún ni un solo penique por el alquiler de su piso, ella tampoco quería abusar de su confianza. Además, que también necesitaba el dinero para subsistir: sus escasos fondos ya estaban llegando a su fin  y en breve, si no se apresuraba a encontrar algo, ni siquiera tendría para comer... Y de una cosa estaba segura: no iba a volver ante sus padres con el rabo entre las piernas suplicándoles que le dieran dinero. No. Aquella vez estaba dispuesta a demostrar que Penny Rogers ere muchísimo más que una niñata malcriada con aires de bohemia que a lo único que aspiraba en su vida era a vivir del cuento.

Y entonces tomó una determinación: no iba a dejar pasar la oportunidad de perder un trabajo por ni siquiera llamar para concertar una entrevista. Lo necesitaba y le daba igual que en aquella zona viviera Paul o quien fuera. Al fin y al cabo, Paul McCartney también era demasiado estirado como para frecuentar un pub "de gente normal" en su barrio.

De este modo, Penny se puso en pie de nuevo de un salto y se apresuró a salir de Hyde Park: necesitaba hacer una llamada de teléfono urgente desde la primera cabina que encontrara en la calle.

***************************************

-¡Perfecto!-exclamó George alegre a la vez que colgaba el auricular del teléfono con un fuerte golpe.

-¿Te ha dicho que sí?-preguntó Gwen, también nerviosa.

-¡Por supuesto que me ha dicho que sí! ¡Tengo clases de sitar en Londres!-exclamó George.-Aunque me ha hecho prometerle que iremos a la India alguna vez.

-Eso está hecho.-contestó la chica.-Quizás por vacaciones...

-Bueno, eso ya lo veremos.-la interrumpió George, fuera de sí mismo y sin apenas poder disimular su alegría.-Y hay una cosa más, ¿a qué no adivinas cuál es?

-Sorpréndeme.

-Pues que conoce a un tipo, un amigo suyo, que da clases de yoga y meditación...-contestó George.-Vive en la India normalmente, pero está pasando una temporada aquí en Londres... Me ha comentado que si nos interesa, podría venir también a casa para darnos unas clases, a los dos.

-¡Eso sería perfecto!-exclamó Gwen entusiasmada sólo con pensarlo.

-Entonces, ¿te gusta la idea?

-Por supuesto que me gusta.-respondió la chica antes de darle un beso en los labios.-Y por mí, cuanto antes empecemos, mejor.

***********************************

Paul le dio una última calada a su porro antes de aplastarlo con rabia en el cenicero que tenía junto a él, en el reposabrazos de su sillón. No le apetecía hacer absolutamente nada, sólo permanecer allí sentado, mirando el jardín de su casa y acariciando de cuando en cuando a Martha, que se solía acercar a él moviendo el rabo y con la cabeza gacha para lamerle la mano, como si supiera que algo no iba bien e intentara animarle. No obstante, al contrario que la otra vez, con la pérdida de Alice, Paul era consciente de que el perderse en el alcohol o en las drogas, incluso en las mujeres, no le haría ningún bien. Más bien sería al contrario: si volvía a caer en aquel agujero no estaba seguro de que pudiera volver a salir y él, en aquellos momentos, no estaba dispuesto a eso. Había mil y un motivos para vivir y para seguir adelante y él estaba empeñado en encontrarlos. Si Penny no quería ser uno de esos motivos, él debería de respetar su decisión y aceptarla, algo que ya creía que había empezado a hacer. No había vuelto a llamar ni una sola vez a su casa, no preguntado por ella ni a Mary ni a Gwen, ni intentado contactar con ella de una manera u otra. Quizás aquello significaba algo. Quizás había empezado a asimilar las cosas tal y como eran.

De repente, se puso en pie de golpe, tan bruscamente que la pobre Martha no pudo evitar soltar un ladrido agudo, asustada.

-Tranquila, chica...-le dijo Paul esbozando una sonrisa.-Todo va bien, no te preocupes. Es más, todo va perfecto.

La perrita lo miró durante unos segundos y, después, como si hubiera entendido a la perfección las palabras de su dueño, volvió a bajar la cabeza y continuó durmiendo sobre su alfombra, como había estado haciendo hasta el momento. Paul sonrió nuevamente y salió del salón decidido, en dirección a su habitación. Entró allí como una exhalación y, casi como un loco, se puso a hurgar por los cajones, revolviéndolo todo como si le fuera la vida en ello. A lo mejor era por el efecto de la marihuana, pero la verdad es que tenía la sensación de que si no encontraba aquel cuadernillo cuanto antes, estaba perdido. Después de maldecirse a sí mismo por tenerlo todo tan desorganizado, por fin lo encontró. Sacó la libretita que usaba para anotar algunas de sus ideas con aire triunfal y bajó de nuevo hacia el salón, apresurado. Ante la mirada atónita de Martha, que otra vez lo miraba como si se hubiera vuelto loco, se sentó ante la mesa, abrió la libreta y empezó a anotar todas aquellas ideas que le rondaban en la cabeza desde hacía tantas semanas, ideas todas para ser usadas de cara al nuevo trabajo con los chicos. Quizás era una historia rara, sonada tal vez, pero el estar concentrado en aquello le ayudaba a evadirse del mundo. Y es que, para Paul McCartney no había ninguna sensación en el mundo tan fascinante como la provocada por la ilusión de emprender un nuevo proyecto, un nuevo proyecto que estaba seguro de que a los otros tres les iba a encantar. Y si no, ya se encargaría él de eso...

********************************

Penny agarró aire profundamente antes de entrar en el pub. Sí, efectivamente estaba cerca de la casa de Paul, tan sólo un par de calles más arriba. Demasiado cerca, tal vez. No obstante, eso a ella no le importaba lo más mínimo: se había autoconvencido de que iba a superar esa entrevista, costara lo que le costara. Aquella vez, Penny no iba a aceptar un "no" por respuesta. Empujó la puerta del pub suavemente, intentando a toda costa mantener sus nervios a raya, y entró sintiendo como enseguida el olor de cerveza y la comida la invadía por completo.

-Buenos días.-saludó acercándose a la barra con la mejor de sus sonrisas.-Vengo a por lo de la entrevista de trabajo. El dueño del local me había dicho que viniera a esta hora.

El hombre de la barra, que en aquellos momentos parecía enormemente concentrado mientras secaba unos vasos con un paño, ni siquiera levantó la cabeza para mirarla.

-El dueño del local soy yo.-se limitó a decir al cabo de unos instantes.-Tú eres la que llamó ayer, ¿no?

-Sí.

-Bien... Ya lo sabes, necesito una camarera. Yo sólo no me puedo hacer cargo de esto y los clientes están hartos de reclamarme que quieren que les atienda una mujer, como en la mayoría de sitios.-le dijo el hombre, ahora ya sí, mirándola.-Espero que tengas el carácter fuerte para que no se pasen contigo.

-No lo dude.-respondió ella sorprendida ante la actitud del hombre.

-A mí me da igual, no te equivoques.-le cortó él.-Sólo te advierto. Si alguien se pasa contigo, la que va a salir perdiendo vas a ser tú porque te voy a despedir. No quiero problemas con mis clientes ni con la poli, ¿me entiendes?

Penny asintió, desconcertada.

-El salario no va a ser alto, te lo advierto.-continuó él.-Pero ya hablaremos de eso más adelante. En todo caso, te pagaré a la semana, como en todos los sitios, y trabajarás desde la cuatro de la tarde hasta que cerremos, normalmente hacia las doce de la noche. ¿Qué me dices?

-Es un mal horario, la verdad.-se atrevió a decir ella.-A las doce el metro ha dejado de funcionar y...

-Lo sé, lo sé...-le interrumpió el hombre.-Muchas de las que han venido antes que tú han rechazado el trabajo precisamente por eso, pero es lo que hay. ¿Hay trato o no?

Penny lo miró durante unos instantes, sopesando su respuesta. El trabajo parecía una mierda, pero lo necesitaba más que el aire que respiraba.

-Hecho.-contestó al fin.-Ya me las apañaré para regresar a casa como pueda.

-Perfecto.-contestó el hombre mostrando una horrible sonrisa.-Por cierto, no nos hemos presentado. Yo soy Albert, Albert Robins. ¿Y tú?

-Penny Rogers.-se presentó tendiéndole la mano.-Encantada.

-Creo que he oído tu nombre por algún lugar....-masculló él haciendo que Penny se quedara sin respeiración durante unos instantes: si aquel hombre la reconocía, estaba perdida, seguro que no le iba a dar el trabajo. No obstante, Albert pareció desechar sus dudas y añadió:-Un placer, igualmente. Ve preparándote. Mañana te quiero a ti a las cuatro de la tarde, sin un solo minuto de retraso, ¿entendido?

-Descuide. A las cuatro en punto me tendrá aquí.

Y dicho esto, Penny salió de allí sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción: por primera vez en toda su vida se sentía realizada.

***************************************

La habitación, como siempre que él estaba con la única compañía de su guitarra y de sus pensamientos, estaba entrecerrada. Christine sabía que podía franquear aquella especie de barrera de separación en cualquier momento sin que a él le importara pero, aun así, prefería no hacerlo de no ser que fuera él mismo el que se lo pidiera expresamente o fuera absolutamente necesario. Era, por así decirlo, el momento en el que John se encontraba a sí mismo de todo, el momento en el que sacaba al genio que llevaba dentro. Y era curioso: desde que habían llegado a España, John parecía tener, más que nunca, momentos como aquél. Aquel pequeño detalle no se le había escapado a Chris: sabía que algo estaba pasando, que algo estaba cambiando en su interior y eso, la verdad, era que no le desagradaba en absoluto, más bien todo lo contrario. Y es que las composiciones de John, que se dejaban asomar a través de la puerta entreabierta, y las conversaciones que tenían los dos, que eran cada vez más intimistas, menos frívolas y más intensas, dejaban en evidencia que John estaba madurando. Y ella sentía que también lo estaba haciendo junto a él. Sin lugar a dudas, los dos estaban creciendo juntos y parecía que lo hacían por el mismo camino.

-Hola, pequeña.

Chris se dio la vuelta, casi sobresaltada. Había estado tan metida en sus propias reflexiones que ni siquiera se había dado cuenta de que John había dejado de tocar en la habitación.

-Hola.-le saludó con una sonrisa.-¿Qué tal? Tienes cara de cansado...

-Es que lo estoy.-contestó él mientras se encogía de hombros.-Intentaba sacar algo que tengo en la cabeza, pero...

-Pero no puedes.-terminó Chris por él.

-Exactamente. No puedo sacarlo de dentro... No entre estas cuatro paredes.

-Puede que necesites un pequeño descanso.-le respondió ella.-Ya es de noche, tarde, pero... ¿te apetece que demos un paseo por la playa? Quizás eso te despeje y después puedas continuar con más calma.

-Es una idea genial.-sonrió John.-Creo que es justo lo que necesito, ¿vamos?

-Claro.

Con un golpe seco, Chris cerró el libro que había estado leyendo y se levantó del sofá.

-Demos ese paseo, monstruo.-bromeó ella antes de darle un breve pero dulce beso en los labios.-A ver si así se te quita esa cara de muerto que tienes...

John esbozó una sonrisilla y le devolvió el beso.

-De acuerdo.-contestó después.-Pero antes tengo que pillar algo...

La chica se quedó observando, perpleja, como John se metía de nuevo en la habitación y salía al cabo de unos instantes con la guitarra colgando de la espalda.

-¿Qué haces con eso?-se extrañó.

-Nunca se sabe dónde te puede venir la inspiración, Christie.-contestó él sonriendo.-Y me parece que un paseo solitario por la playa bajo la luz de la luna es una ocasión perfecta para inspirarse, ¿no crees?

-Bueno, supongo que tienes razón.-respondió ella acercándose hacia él.-Y si no te llega la inspiración siempre puedes aprovechar que llevas la guitarra y darme un concierto privado...

-Eso tenlo por seguro, peque.-rió él.-Y ahora, larguémonos o a este paso se nos va a hacer de día antes de que salgamos de aquí.

Salieron del apartamento mientras hablaban de las últimas anécdotas del rodaje y se encaminaron hacia el Paseo Marítimo, a unos escasos cincuenta metros de donde se alojaban ellos. Pese a que la temperatura era agradable, no había ni un alma por la calle. Era normal: un lunes de octubre, entre semana y casi a las doce de la noche, no parecía ser el momento más idóneo para que la gente se dedicara a dar paseos. No obstante, la ausencia de gente era buena. Aquello les permitiría pasar un rato más íntimo los dos, sin interrupciones ni miradas indiscretas.

Después de quitarse los zapatos, se metieron en la playa. El contacto fresco de la arena en sus pies les hizo sentir enormemente bien. Era una sensación muy gratificante y liberadora a la vez. Sin decirse nada y agarrados de la mano, se adentraron en dirección a la orilla, donde todo, absolutamente todo, estaba oscuro. Caminaron así un buen raro, sin decir ni una palabra, limitándose a sentirse el uno al lado del otro, limitándose a notar el contacto de sus manos entrelazadas con firmeza. Parecía mentira que ella, que siempre había detestado tanto los momentos de silencio, estuviera tan a gusto en esos instantes, sin mediar palabra. Pero claro, aquella vez no era como las otras ocasiones, con otra gente con la que no tenía nada que decir. No. En esa ocasión, simplemente, sobraban las palabras. Y es que en la mayoría de las ocasiones no hace falta despegar los labios para decir "Te quiero". Aquello, el estar en silencio con John sin sentirse incómoda sino a gusto, era una de las cosas que más adoraba de estar con él.

-¿Sabes?-dijo John de repente cuando ya llevaban más de diez minutos caminando por la orilla.-Estas semanas aquí he estado pensando mucho.

-Lo sé.-se limitó a decie ella. Sabía que era verdad, que él había estado analizando su vida, su pasado, su presente y su futuro, y sabía perfectamente a qué se refería.-Pero no debes preocuparte por eso ahora.

-No me preocupo, simplemente me pregunto qué va a pasar.-respondió él, ausente.-El único valor seguro que tengo en mi vida en estos instantes eres tú. Respecto a lo demás, todo son dudas.

Christine soltó un suspiro, pero no contestó nada. Al menos, no por el momento. Simplemente se dedicó a tironear de su mano y a indicarle, con aquel gesto sutil, que se sentaran allí, sobre la arena y frente al mar. John obedeció sin decir una palabra y se limitó a sentarse a su lado y a rodearla con sus brazos. Chris se dejó hacer y acomodó su cabeza contra su pecho, sintiéndose a gusto como muy pocas veces lo había estado en su vida. Y es que, pese a que John parecía preocupado, el tenerlo allí, abierto a ella como seguramente jamás se había abierto a nadie, le daba una sensación de bienestar increíble. Los dos estaban conectados como jamás lo podrían estar con ninguna otra persona y eso era algo que ambos sabían.

-Dime una cosa, John...-dijo la chica finalmente.-¿Te sientes a gusto siendo lo que eres?

-¿Y qué es lo que soy?-preguntó él con un deje de amargura en su voz.

-Pese a que para mí eres de todo menos eso, para la mayoría eres un Beatle.-respondió Christine con una sinceridad aplastante.

-Es que tampoco sé lo que es ser un Beatle en estos momentos...-dijo John.-Verás... Antes ser un Beatle suponía hacer giras, conciertos, actuar, todo eso. Pasarlo bien, supongo. Pero ya hace tiempo que todo dejó de ser como debía ser... Más ahora que sabemos que no habrá más giras ni más locura... Ahora, lo único que hay es un espacio en blanco en el futuro.

Chris levantó la cabeza y lo miró fijamente, pensativa ante aquella repentina confesión e intenando averiguar qué era lo que le pasaba a John por la cabeza en aquellos momentos.

-Como ya te he dicho, lo único que sé en estos momentos es que mi futuro está junto a ti, pero nada más.-continuó él.

-Aunque no lo creas, no todo se acaba con las giras.-concluyó Christine.-Ya oíste a George... Podéis hacer un montón de cosas geniales en el estudio.

-Estudió...-repitió él como si aquella palabra fuera la más graciosa del mundo.-Eso tiene los días contados, tú también lo sabes.

Christine calló. Por supuesto que lo sabía, aunque jamás se había atrevido a decirlo en voz alta.

-Ser un Beatle, pequeña, ya no tiene sentido.-sentenció él.-En realidad dejó de tenerlo ya hace algún tiempo, pero continuábamos tirando del carro sin saber muy bien por qué. Ahora creo que debería empezar a ser más "John" y menos "Beatle".

-Habrías tenido que empezar antes a ser más tú.-le contestó ella mirándolo a los ojos.-Haz algo, John. Limítate a ser tú mismo, dentro del grupo si hace falta, pero tú mismo. Y todo lo demás, créeme, ta vendrá. El tiempo lo pone todo en su sitio.

-Supongo que tienes razón.-contestó él mientras le acariciaba el pelo.-El futuro ya vendrá.

-Exacto. Por ahora aprende a disfrutar del momento.

Antes incluso de que pudiera acabar de pronunciar la última palabra, John le dio un intenso beso en los labios.

-A disfrutar de ti, pequeña, a disfrutar de ti...-sonrió.-Oye... ¿te apetece escuchar lo que estaba tocando en casa?

-Por supuesto que sí.-le contestó ella feliz a la vez que miraba a John sacar la guitarra de la funda y  se la acomodaba encima de él.

-Creo que quizás ahora pueda sacar eso que tengo aquí en la cabeza...-masculló él empezando a rasgar las cuerdas de su guitarra distraído.-Intento decir muchas cosas en esta canción, ahora lo verás.

-¿Tiene título ya?

-Sí, sí que lo tiene.-contestó él sonriente.-Se llama Strawberry Fields Forever.

-¡Como...!

-Sí, como el orfanato. Me marcó la infancia, ¿sabes? Sus fiestas anuales son quizás el mejor recuerdo que guardo de cuando era niño. Pero hay más, mucho más...

Y entonces, sin decir una palabra más, John empezó a tocar aquellos acordes que a Christine, bajo la luz de la luna y en aquella playa solitaria, se le antojaron realmente mágicos... Pero más mágico fue aún cuando John empezó a cantar, con voz débil y quizás algo tímida, las primeras palabras de aquella canción. "Let me take you down 'cause I'm going to Strawberry Fields. Nothing is real..." . Porque aquella canción, más que una canción, era una declaración en toda regla. Definitivamente, tal y como le acababa de decir, John estaba empezando a ser mucho más "John" y mucho menos "Beatle". Y eso, a ojos de Christine, era algo tremendamente bueno.




Preciosidades! Ya volví yo aquí con este capi. Iba a meter alguna cosilla más, pero no me pareció bueno abusar de vuestra paciencia al volver a escribir un capi megalargo, así que me lo reservo para el que viene. Ya véis. Aquí sí que he empezado a tomarme licencias y a saltarme algunas cosas que pasaron, pero bueno, ya sabéis. Es un fic y necesito acoplar todo esto a mi historia, no? jejeje. En fin, espero que os haya gustado. 
 Y bueno, por cierto, aquí os dejo la canción que ha inspirado el título del capi... Se llama "Al país de l'olivera" (exactamente igual que el capi) y es de mis queridos Obrint Pas. Vale, no se refiere a Andalucía ni muchísimo menos, ni la música que suena es andaluza, pero justo escribiendo la parte final del capi ha empezado a sonar y me he dicho... Una buena canción precisamente para esta parte del capítulo y quizás un buen título... Y así se ha quedado... 



Besos y pasadlo bien!