lunes, 28 de enero de 2013

Capítulo 74: Meditación y pérdidas

Pese a que no llevaba mucho tiempo ingresado, Brian sentía que ya no podía más. No aguantaba estar encerrado entre aquellas cuatro paredes. No era que lo trataran mal, nada más lejos de la realidad, pero era como estar encerrado en una inmensa jaula. Una jaula de oro, quizá, pero una jaula al fin y al cabo. Y él, después de haber llevado una vida tan ajetreada en los últimos años, no podía hacerse el ánimo de pasarse allí las horas, sin hacer nada más que pensar. No obstante, debía de reconocer que aquel ingreso, aunque no muy largo, le había hecho mucho bien: apenas se acordaba del alcohol y de sus pastillas y estaba completamente convencido de que sería capaz de reemprender su vida anterior sin caer de nuevo en ese infierno. Pero, por desgracia, el médico que lo trataba no parecía tan seguro de ello.

-¿Está seguro que quiere solicitar el alta voluntaria?-le preguntó por enésima vez el doctor sin esforzarse por ocultar su escepticismo.

-Ya se lo he dicho.-le respondió él. Estaba empezando a cansarse de aquella infructuosa insistencia.

-¿Es consciente de que no es recomendable que abandone la clínica hasta pasado cierto tiempo?Verá, las posibilidades de recaer en sus adicciones todavía con más fuerza son elevadas si el proceso de desintoxicación no ha sido completo...

-Da por hecho que mi proceso aún no ha terminado.-le replicó Brian educadamente.-Sin embargo, apenas me acuerdo ni del alcohol ni de las pastillas. Lo pasé muy mal los primeros días, pero ahora le aseguro que estoy bien.

-No es lo mismo estar en la clínica que ahí fuera., donde va a tener todas las sustancias que quiera al alcance de la mano.  Incluso podrían llegar a ofrecérselas directamente.-dijo el doctor.-Creemos que el paciente está completamente preparado para volver a su vida normal cuando no sólo no se acuerda de consumir sustancias sino que además es capaz de decir que no en el caso de que se lo pongan delante. Y, disculpe mi atrevimiento señor Epstein, pero desde mi punto de vista dudo mucho que usted pueda hacer eso todavía.

Pese a que aquellas últimas palabras poniendo en duda su fuerza de voluntad le habían molestado muchísimo, Brian esbozó una sonrisa diplomática, de esas que tantas y tantas veces había tenido que dedicar a los medios de comunicación y a infinidad de gente más.

-Pues permítame decirle, doctor, que yo no comparto su punto de vista.-contestó al fin intentando parecer lo más educado posible.-Sinceramente creo que sé que sería capaz de renunciar a todo lo que sé que me hace daño, aunque me lo pusieran delante. Confío en tener el suficiente sentido común para ello.

-No dudo de su sentido común, señor Epstein. Sólo pretendía decirle que en tan poco tiempo dudo mucho que esté curado del todo.-se apresuró a disculparse el médico.-Pero... En fin, si quiere firmar el alta voluntaria, es su decisión. Aquí no pretendemos retener a nadie contra su voluntad.

-Me alegro de que lo haya entendido.-sonrió él.-Y confíe en mí: no recaeré.

El doctor le dedicó una mirada llena de dudas pero no dijo nada. Simplemente se limitó a tenderle el papel del alta para que Brian firmara. Él firmó, satisfecho, sintiéndose como un preso que se estaba firmando a sí mismo la libertad. A continuación, le tendió de nuevo la hoja al médico, que seguía mirándolo escéptico.

-Aquí tiene.

-Gracias.-masculló el doctor cuando agarró el papel.-Cuando usted lo desee, puede recoger sus cosas e irse a casa. Ha sido un placer tenerlo con nosotros. Le deseo la mejor suerte del mundo.

Los dos se pusieron de pie y se estrecharon la mano con firmeza.

-El placer ha sido mío.-le contestó Brian.-Me han ayudado mucho, se lo aseguro.

-Sólo hacemos nuestro trabajo.-le sonrió el doctor.-Adiós, señor Epstein.

El joven médico se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta de la habitación. No obstante, antes de salir, volvió a girarse y miró a Brian.

-Señor Epstein...-dijo.-Espero que no sea el caso, pero no dude en ponerse en contacto con nosotros para cualquier problema que le surja. Ya sabe que estamos aquí para ayudarle en lo que necesite.

Brian esbozó una sonrisa sincera. En el fondo, aquel tipo le había caído muy bien.

-Descuide, lo tendré en cuenta.-contestó.-Pero le aseguro que nunca más me volverán a ver por aquí.

Y tenía razón. Mucha. Aquel joven doctor jamás volvería  a ver a Brian Epstein por allí.

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-Deje que le ayude...

Chris sonrió complaciente, pero apartó levemente la maleta parta evitar que el chófer se la agarrara.

-Tranquilo, Les.-le respondió.-No pesa, ya la pongo yo en el maletero.

-Como quiera...-masculló el hombre, aunque quedaba en evidencia que no estaba convencido para nada.

La chica soltó una risita por lo bajo a la vez que colocaba la maleta en el maletero del coche. Le hacía mucha gracia ver como Les se desquiciaba cada vez que insistía en hacer ella misma las cosas. Pero era cierto, se sentía muy incómoda comportándose como una especie de marquesita malcriada que ni siquiera podía abrirse por sí misma la puerta del coche.

-Joder, pequeña, ¿dónde te habías metido?-preguntó de repente John, que acababa de aparecer en el garaje con su maleta.-Me descuido un rato y cuando me doy la vuelta ya has desaparecido... Con tu maleta.

-Tenía que bajarla, ¿no?-sonrió ella.

-Ya... Si me hubieras esperado, te habría podido ayudar.

Chris soltó un bufido, entre molesta y cansada.

-Tengo manos. Míralas.-contestó levantando sus manos en dirección a John.-Puedo bajarme una mísera maleta yo misma sin ayuda.

-No te va eso de ser una princesita mimada, ¿verdad?-sonrió John acercándose.

Les agarró la maleta del chico, que al contrario que su novia, no se negó a ello. Después, John le dio un breve beso a la chica.

-Sé que no te van mucho estas cosas.-dijo en voz baja de repente.-Pero aun así, quieres que vayamos a Bangor...

Chris sintió como el corazón paraba de latirle durante unos segundos. Al parecer, la que ella creía que había sido su genial actuación para hacerle ver a John que estaba realmente interesada por el Maharishi no había sido tan buena.

-¿Cómo?

Él se limitó a soltar una risita y le acarició la mejilla suavemente.

-Que sé que todo esto no te ha gustado nunca ni te gusta...-dijo al fin.-Nadie cambia tan de repente de parecer, y mucho menos tú, que eres de ideas fijas.

Aquello era imposible de rebatir, así que Chris se limitó a sonreír, avergonzada.

-Así que gracias.-continuó John.-Sé que lo haces por mí, porque sabes que yo sí que estoy interesado en estas cosas.

-De nada.-masculló ella con un hilillo de voz.

John le dio otro beso, dulce, y se metieron en la parte trasera del coche sin mediar ni una palabra más. Una vez allí, Chris se recostó contra el pecho de John. Justo cuando Les arrancó el Rolls, suspiró pensando en lo último que él le había dicho. Tenía razón, pero sólo a medias. Sí, iba a Bangor por él, pero no porque supiera que estaba interesado por esas cosas. En realidad, Christine iba a Bangor porque guardaba la esperanza de que John dejara, de una maldita vez por todas, aquella adicción suya que estaba poniendo todo lo que habían construido en peligro. Y ojalá lo hiciera.

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Lo primero que hizo Brian cuando entró en casa fue descolgar el teléfono. Tenía unas ganas locas de hablar con él, de decirle que por fin había regresado, que sentía no haber avisado antes de irse, pero que aquel ingreso le había hecho mucho bien y que le había convertido en un hombre nuevo. O al menos, eso creía.

Con las manos temblorosas, marcó el número de teléfono que ya se sabía de memoria. No es que hubiera llamado infinidad de veces, mucho menos desde que ella vivía con él, pero aun así lo tenía grabado en su mente como si fuera el suyo propio.

Esperó pacientemente a que contestara. Un tono. Dos. Tres. Cuatro. Lanzó un bufido fastidiado; era raro que tardaran tanto a responder. Cinco. Seis. Miró su reloj de pulsera; a esas horas debería estar en casa. Siete. Ocho. Definitivamente parecía que no iban a contestar. Nueve. Diez. Otro bufido; ¿dónde se había metido?. Once. Doce. El teléfono dejó de sonar automáticamente a la vez que Brian colgaba con un golpe seco el auricular del teléfono.

Se quedó allí plantado, mirando hacia la pared durante unos segundos. Seguramente John habría salido a hacer cualquier cosa con Chris. De todas maneras, no obstante, le extrañaba que estuvieran haciendo algo cuando apenas era poco más de media mañana. Sabía que tanto al uno como al otro les encantaba dormir y tenía constancia de que ese día no tenían nada qué hacer, ningún compromiso que atender.

Entonces, casi sin pensárselo, descolgó de nuevo el teléfono de manera automática y marcó el siguiente número que le vino a la cabeza, el de Paul. A lo mejor, estaban allí, en su casa. Al fin y al cabo, Paul era el hermano de Christine aparte del amigo de John y no sería nada raro que estuvieran en su casa, incluso que se hubieran quedado a pasar la noche allí. Pero de nuevo, nadie contestó.

Frunció el ceño. John no estaba; Paul, tampoco. ¿Dónde se habían metido? Volvió a colgar intrigado y más por curiosidad que por otra cosa llamó, primero a casa de Ringo y después a casa de George. Ninguno contestó. Parecía que los cuatro se hubieran evaporado. No sabía qué podían andar haciendo y, al parecer, la única que podía darle alguna información era la secretaria de su oficina. Debería llamar. De todas maneras, allí más que en ningún otro sitio necesitaban saber que ya había salido de la clínica.

-NEMS Enterprises, buenos días. ¿En qué puedo ayudarle?

Brian no pudo evitar dibujar una sonrisa ante la pregunta automática de Amy, la secretaria. Por un momento se olvidó de la ausencia de los chicos y se regocijó en la idea de que por fin había vuelto a la vida normal que había dejado atrás.

-Buenos días, Amy. Soy Brian.

-¡Brian!-exclamó la chica sorprendida.-¿Cómo te va?

-Estupendamente.-contestó él.-Tanto que pensaba pasar a haceros una visita.

-¿Una visita? Pensaba que en la clínica esa no os dejaban salir...

-El caso está en que ya no estoy en esa clínica, Amy.-le respondió Brian ufano.-Ya estoy en casa.

-¡Vaya! ¡Menuda alegría! ¿Te han dado ya el alta?

-En realidad he solicitado yo el alta voluntaria, pero es lo mismo.-contestó.-Creo que ya estoy bien. A punto para volver a la batalla.

-Me alegro de que digas eso.-dijo la chica. Su voz sonaba sincera y eso reconfortó a Brian.

-Sí, yo también.-respondió.-Por cierto, Amy... Quería preguntarte una cosa... He llamado a los chicos y no contesta nadie. ¿Tienes idea de dónde están?

-Oh, sí. Por supuesto que tengo idea de dónde están, yo y media Inglaterra, por cierto.-contestó ella con desgana.

Aquello le chocó muchísimo a Brian, pero no dijo nada, a la espera de que Amy continuara hablando y le aclarara su duda.

-No me extraña que no lo sepas.-continuó la chica.-Ya sé que en esa clínica estabais por así decirlo aislados del mundo, por así decirlo, me lo dijiste antes de irte. Por eso precisamente yo no te había querido comentar nada de todo esto mientras estabas allí...

-¿Pero qué es lo que ocurre?-preguntó Brian, que iba intrigándose más y más por momentos.

-Bien... ¿Sabes lo que ha pasado con ellos? Creo que...-inmediatamente Amy bajó el tono de voz, como si fuera a contar un gran secreto.-Creo que se han unido a una secta o algo por el estilo.

-¿QUÉ?-se asustó él.-¿Cómo que...?

-Lo siento, lo siento, no quería decir eso...-se apresuro a disculparse Amy cuando vio la reacción de Brian.-Lo que quería decir es que se han unido a ese... Mashariji o como se llame.

-¿El Maharashi?-preguntó Brian sorprendido ante esa noticia.

-Sí, eso, como se llame... ¿Sabes quién es?

-Por supuesto que sé quién es.-le cortó Brian.-Pero no tenía ni idea de que los chicos hubieran entablado contacto con ese tipo...

-Al parecer fueron a una reunión con él y se convencieron. No sé qué diría, pero la verdad es que pareció impresionarlos, a los cuatro.-continuó Amy.-Y ahora han ido con él a Bangor, en Gales.

-¿A Gales? ¿Y qué han ido a hacer allí?-preguntó Brian, que estaba más y más descolocado por momentos. Jamás habría imaginado aquello.

-Según dicen una especie de cursillo o jornadas espirituales o algo por el estilo.-respondió Amy.-Van a estar unos días allí con él. Las chicas han ido también con ellos.

-Entiendo...-masculló Brian.

-Brian, oye...-le dijo Amy.-Estoy segura de que esto no es más que otro de sus caprichos. Ya los conoces, tú mejor que nadie.

-Lo sé, Amy.-sonrió él al ver la preocupación de la chica. Estaba claro que había notado que aquella noticia le había caído encima como un cubo de agua fría.-No te preocupes... Escucha... Quizá no me pase hoy por la oficina. Ya sabes, mientras me instalo y descanso un poco...

Aquella extraña noticia le había hecho cambiar de parecer en cuestión de segundos. Ya no tenía unas ganas locas de incorporarse a su trabajo. Ahora, sólo tenía ganas de estar solo y meditar.

-Tranquilo, Brian. Nosotros nos encargamos de todo.

-Sabía que podía confiar en vosotros.-respondió él.-Nos vemos el lunes, pues.

-Hasta el lunes.

Brian colgó el teléfono nuevamente y se quedó mirando a la pared, reflexivo. Ahora, al parecer, los chicos se habían colgado por aquel Maharishi... Lo que le faltaba.

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Mary miró a Gwen una vez más intentando no aguarle la fiesta con su cara larga. Lo cierto era que el entusiasmo de su amiga contrastaba con su fastidio y con el escepticismo latente de Chris, que pese a que había decidido adoptar una misteriosa actitud diplomática nada común en ella, no podía ocultar que preferiría haber estado en cualquier otro sitio antes que allí.

-Yo creo que esto de la meditación es algo muy importante.-dijo Gwen antes de seguir mordisqueando la manzana que tenía entre manos.-Sobre todo para nosotros, que llevamos esa vida tan ajetreada lidiando con los medios de comunicación y todo eso...

-Sí, tienes razón.-contestó Chris esbozando una sonrisilla malévola mientras le dirigía una mirada suspicaz a Mary.-Sobre todo le vendrá bien a nuestra señora Starkey. A ver si así es capaz de contenerse cuando los periodistas la acosan sobre el tema del embarazo y no acaba matando a alguno...

-Ja, ja, ja.-fingió reírse ella, aunque debía de reconocer que en el fondo la broma de su amiga le había hecho gracia.-Eres lo más gracioso del mundo, Christine.

-Por supuesto que lo soy.-le sacó la lengua la chica.

-Oh, chicas, venga...-les dijo Gwen intentando parecer seria, aunque era evidente que también se lo estaba pasando en grande.-Tomaros esto un poco más en serio, ¿queréis?

-John ya se lo toma en serio por los dos.-masculló Christine poniéndose repentinamente seria.-Al menos espero que todo esto le haga algún bien...

-Ya verás como sí.-se apresuró a contestarle Gwen.-La meditación puede ayudarle mucho, ¿sabes?

-Eso espero... -murmuró ella.

Fue al decir esto cuando Mary se dio cuenta de por qué Chris había decidido ir a Bangor con John. En aquellos momentos quedaba claro que Chris sería capaz de aferrarse a un clavo ardiendo con tal de que John dejara de lado todas sus mierdas. Pero, sinceramente, ella dudaba de los resultados. Aunque John consiguiera olvidarse del ácido y del resto de drogas, meterlo de cabeza en todo aquello a lo mejor no era lo más conveniente. Y es que, podía dejar la droga para obsesionarse con todas esas cosas. Era como si del fuego, saltara a las brasas. Pero, obviamente, ella no iba a decírselo a Christine así, tal cual.

-Bueno, chicas.-dijo de repente Gwen mirando su reloj de pulsera.-Última reunión del día. Vayámonos o llegaremos tarde.

-No creo que lleguemos tarde...-masculló Mary de mala gana mientras se ponía en pie.-Al fin y al cabo creo que el Maharishi está muy ocupado haciéndose fotos con ellos...

Tanto Gwen como Chris le lanzaron a Mary sendas miradas, una de desaprobación, la otra de comprensión. No obstante, a Mary aquello no le importaba. Estaba cansada, empezaba a sentirse pesada, estaba irascible y lo único que quería era irse a la cama o estar un rato con Ringo. Y el hecho de que en aquellos momentos tuviera que renunciar a aquel deseo para ir a ver a ese maldito Maharishi que no le hacía ni pizca de gracia sólo hacía que se pusiera de peor humor.

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No tenía ni idea de por qué había salido esa noche, pero lo había hecho. Lo había hecho y había cometido el peor de los errores posibles. Y es que, pese a que no había probado ni una gota de alcohol, Brian podía afirmar que había pasado una de las peores noches de su vida. Es más, hubiera preferido estar completamente borracho para poder soportar la vergüenza, el bochorno y el dolor que sentía en aquellos momentos, mientras intentaba salir de su coche cojeando.

A duras penas consiguió ponerse en pie y entró en su casa. Nada más encendió la luz de la entrada, el espejo que tenía encima del mueble del hall le devolvió una imagen patética. Brian se miró detenidamente durante unos segundos. Tenía el labio partido, la nariz hinchada y el cuello de la camisa lleno de sangre. Suspiró y soltó una risotada amarga al recordar que él mismo, esa misma mañana, había pensado que era un hombre nuevo. ¿Nuevo? ¡Y una mierda! Era el mismo de siempre, sólo que menos borracho. Era el mismo fracasado al que uno de sus ligues de una noche, un tipo que no parecía ser el mala cabra que había resultado ser, le había dado otra monumental paliza después de pasar un rato con él. El mismo fracasado que a nadie le importaba. El mismo fracasado que jamás lograría ser feliz. El fracasado que no tenía ni idea de por qué había nacido.

Entró en el comedor arrastrando los pies y se dejó caer sobre el sofá. Cerró los ojos intentando no pensar en los pinchazos que le daba la sien, pero acabó por abrirlos al cabo de un rato atormentado por sus propios pensamientos. Se levantó casi de un salto y movió la cabeza enérgicamente a un lado y a otro, intentando apartar de sí aquellas lúgubres imágenes que su mente se empeñaba en ofrecerle. Imágenes de sus fracasos. Imágenes que le recordaban lo mierda que era...

Caminó nervioso, de un lado a otro y cojeando, durante unos instantes y, de repente, sus ojos se posaron en el mueble bar del comedor. Sabía que no debía hacerlo. Sabía que no debía abrirlo y volver a caer pero... ¿qué sentido tenía todo en aquellos instantes? ¿Qué sentido tenía el hecho de que él se mantuviera sobrio? ¿Acaso aquello había cambiado en algo su suerte? No, la respuesta era no. De hecho, el mantenerse sobrio sólo le había hecho darse cuenta de la mierda de realidad que le rodeaba de una manera más cruel. Necesitaba aquello. Necesitaba un trago para aliviar aquel dolor...

Se dirigió casi desesperado hacia el mueble bar y lo abrió, agarrando la primera botella que parecía lo suficientemente llena como para poder pillar una buena borrachera. La destapó y dio un gran sorbo de ella, directamente. Era whisky. Whisky del bueno. Agarró la botella y siguió bebiendo mientras caminaba nervioso, casi histérico, de un lado a otro, esperando a que pronto los efectos del alcohol mitigaran sus sentimientos. No obstante, a cada trago que daba, la realidad adoptaba ante él una forma mucho más amarga. Su vida era una mierda y no podía hacer nada por evitarlo.

Dio una patada furioso a una de las sillas, que cayó al suelo con un ruido seco. Y entonces, casi en un impulso, Brian, sin pensar nada más, se dirigió hacia su habitación en busca de sus pastillas. Necesitaba dormir. Necesitaba dormir mucho y olvidar por unos instantes todo aquello. Con las manos temblorosas, abrió los cajones de su mesita de noche. No le costó encontrar el tarro que contenía los somníferos que tantas veces le habían evadido de la realidad. Lo abrió casi con brusquedad y se echó unas cuantas pastillas en la palma de la mano. Ni siquiera contó cuántas eran antes de llevarse la mano a la boca y tragárselas. Él sólo quería dormir. Dormir y no pensar nada más.

Después, arrastrando los pies, volvió al comedor, agarró la botella de whisky que se había dejado sobre la mesa y se dejó caer sobre el sofá. Volvió a beber y cerró los ojos, sin dejar de darle pequeños sorbos a aquel whisky que en aquellos momentos le sabía a gloria. Poco a poco la realidad fue perdiendo su forma amarga mientras él iba sumiéndose más y más en un profundo sueño. Su mente parecía haberse relajado y ahora, en lugar de ofrecerle una película llena de horrores sobre su propia vida, había empezado a vagar sobre un montón de buenos recuerdos. Su madre, los chicos, la fama, los triunfos con ellos...

A Brian aún le dio tiempo a sonreír antes de quedarse profundamente dormido. Antes de despedirse, por siempre, de todos los fracasos y de todos los triunfos que había tenido en este mundo.

*******************************

Acababan de salir de otra sesión con el Maharishi y en aquellos momentos todos estaban sentados en la habitación de Paul junto con las chicas, relajándose y charlando tranquilamente en voz baja, como en aquel pasado de giras y conciertos no tan lejano pero del que parecía que había pasado una eternidad. Aquello reconfortaba a John. Le hacía sentir de nuevo en su elemento. Y es que, pese a que no estuvieran en medio de una gira, ni tuvieran una apretada agenda que cumplir, el hecho de estar allí todos juntos, en la habitación de un hotel, le traía tantos buenos recuerdos que no podía dejar de sentirse tremendamente bien.

Y justo cuando estaban en el momento de mayor relax, justo cuando John pensaba que había recuperado algo que había estado añorando en secreto, el teléfono sonó.

-Joder...-masculló Paul mientras alargaba la mano para descolgar el auricular.-A ver quién es a estas horas...

Todos los que estaban allí sonrieron al ver la desgana con que Paul se ponía el teléfono en la oreja.

-¿Sí?-contestó.-Ah, hola Peter... Un segundo, ahora te atiendo...-tapó con la manó el micrófono del teléfono y susurró a los demás.-Es Peter Brown.

-¿Peter? -preguntó Ringo extrañado.-¿El socio de Brian, dices?

-El mismo.-susurró Paul.

-¿Y qué quiere? ¿Mandarnos trabajo incluso a distancia?-bromeó John

Paul se encogió de hombros.

-Ni idea. Ahora veré lo que dice...-dijo mientras volvía a destapar el teléfono y contestaba nuevamente:-¿Peter? ¿Sigues ahí? Siento haberte hecho esperar. Dime.

Paul calló durante unos instantes mientras Peter le hablaba. Durante unos segundos sólo se oía el murmurllo ininteligible de Peter al otro lado del teléfono. No obstante, John se dio cuenta enseguida de que aquella llamada no era una llamada normal y corriente. Y es que el rostro de Paul había pasado en cuestión de segundos de la normalidad más absoluta a estar completamente desencajado.

-Peter...-susurró su amigo al cabo de unos segundos. Apenas tenía voz.-¿Me estás jodiendo? No... No... No puede ser cierto...

Todos se miraron entre sí, desconcertados. No tenían ni idea de lo que ocurría, pero estaban seguros de que no era nada bueno.

-Entiendo...-susurró Paul.-Pero.... ¿cómo ha sido?... Ya... ¿Quieres decir que...?... No... Yo tampoco creo que... Joder... Sí, claro... Yo me encargo... Nos vemos, sí.

Paul colgó el teléfono ante la mirada atónita de todos. Estaba mortalmente pálido. Se quedó unos segundos en silencio, mirándolos a todos, uno por uno. A continuación, se pasó la mano por la cara sin decir una palabra.

-¿Qué pasa, Paul?-Chris fue la primera que osó preguntarle algo, rompiendo aquel mortal silencio.

El chico miró a su hermana, negó con la cabeza un par de veces y suspiró antes de hablar.

-Era Peter...-empezó a decir al fin casi en un susurro inaudible.-Me ha dicho que... Brian... Brian...

Paró de nuevo y agarró aire. Nadie, ni siquiera John, se atrevió a interrumpirle. A aquellas alturas todos se olían lo que podía haber pasado.

-Brian ha muerto.-soltó de repente Paul con un hilillo de voz.

John sintió como la sangre se le helaba en las venas. No podía ser cierto. Aquello era una cosa demasiado fuerte como para poder ser verdad. Lanzó un suspiro y, a continuación, lanzó una risita por lo bajo, incrédulo. No era una risa divertida, no era una risa al uso. Era una risa de incredulidad. Era como exclamar el "¿me estás jodiendo?" de Paul sin palabras. Era una risa de "esto no me puede estar sucediendo a mí". 

-¿Pero qué...?-consiguió balbucear al fin.

Paul lo miró a los ojos y asintió con la cabeza, como confirmándole que todo aquello no era una maldita broma macabra. John se puso serio de repente. Apenas sabía cómo reaccionar.

-Dice que lo han encontrado esta mañana en su casa.-continuó.-Al parecer se pasó con las pastillas y con el whisky y...

Paul se interrumpió a sí mismo antes de acabar de decir la última frase.

-Deberíamos volver a Londres cuanto antes.-dijo de repente Ringo.

John se volvió hacia él. Parecía igual de conmocionado que los demás, pero tenía toda la razón del mundo. Aquel golpe había sido demasiado fuerte como para quedarse por más tiempo en Bangor como si nada hubiera pasado.

-Tienes razón.-convino poniéndose en pie.-Voy a recoger las cosas. Volvamos cuanto antes.

Sin esperarse a que nadie dijera nada más, salió de la habitación de Paul seguido por Chris. Sólo cuando ella le puso la mano en el brazo, ya de camino a su habitación, John fue consciente de lo que había ocurrido. Y entonces, irremediablemente, no pudo contenerse por más tiempo y unas lágrimas silenciosas, dolorosas, rodaron por sus mejillas.

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Apenas había sido consciente de nada de lo que había pasado. Había ocurrido todo de una manera tan vertiginosa que sólo recordaba algunos trozos sueltos de todo el mogollón que se les había venido encima después de enterarse de la muerte de Brian. La prensa y sus declaraciones; la conversación al respecto que había tenido con el Maharishi; la visita a la madre de Brian, Queenie... Todo había pasado por delante de él como una película de la que él no era consciente que era partícipe.

No habían ido al funeral por culpa de la prensa. Sabían que aquello después se convertiría en un infierno repleto de preguntas y tanto la familia como Peter Brown habían convenido en que lo mejor sería que no acudieran. Al fin y al cabo, ya habían ido a presentar sus condolencias a la madre, que era lo que realmente importaba en aquellos momentos.

Y allí estaba él. Tumbado sobre la cama con los ojos abiertos y mirando hacia el techo, aunque la habitación estaba completamente a oscuras. Perdido de nuevo después de otra pérdida... Todos los que parecían haberle ayudado en algún momento de su vida parecían esfumarse de ella como si nada. Era su particular maldición y se sentía tan mal y tan impotente ante ello que apenas era capaz de pensar con claridad.

A su lado, Christine se movió inquieta y se acomodó contra él. John la rodeó suavemente con los brazos, procurando no despertarla de aquel sueño tan apacible, de aquel sueño que ojalá él pudiera tener. La chica respondió con un breve suspiro y él no pudo reprimir una sonrisa dulce. Y entonces, de repente, aquel pensamiento le cruzó de repente por la mente y borró inmediatamente la sonrisa de la cara. Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero al pensar detenidamente en aquello... Ella, Chris, le había ayudado en muchas cosas y... ¿y si ella también acababa abandonándole con el tiempo? ¿Y si ella lo dejaba solo?

Asustado por aquel terrible pensamiento, John la apartó con cuidado y se levantó de la cama, ansioso. Se quedó sentado sobre la cama durante unos instantes, mientras se tapaba la cara con las manos, entre desesperado y asustado. Después, se puso en pie de un salto.

De nuevo, la maraña de sus pensamientos mezclada con la realidad estaban haciendo que se sintiera tan abrumado que de nuevo sintiera que no tenía escapatoria... ¿O quizá sí?

**********************************

Chris se despertó con la sensación de haber estado durmiendo un montón de horas más de las que realmente necesitaba. Todavía con los ojos cerrados, se movió en la cama, buscando el contacto de John. No obstante, se sorprendió cuando no lo encontró a su lado. Abrió los ojos lentamente y comprobó que John no estaba, confundida. Muy pocas veces él se levantaba antes que ella y aquello le resultaba extraño.

Se levantó de la cama y se puso las zapatillas de andar por casa en cuestión de segundos y se encaminó hacia el comedor. Desde antes de entrar ya supo que John estaba allí. Desde el pasillo le llegaba un intenso olor a tabaco y podía escuchar la tele, a un volumen muy muy bajo, como él solía ponérsela.

-Buenos días, Johnny.-saludó a la vez que entraba por fin en el salón.

El chico, que efectivamente estaba allí, en el sofá, sólo con unos calzoncillos puestos pese a que hacía bastante frío, simplemente se limitó a levantarle una mano a modo de saludo. Christine frunció el ceño y se acercó más a él. Fue entonces cuando vio su mirada perdida, su expresión, y comprendió lo que estaba pasando.

-Mierda, joder.-susurró cuando lo vio, nerviosa.

John se volvió hacia ella y la miró durante largos segundos antes de decir nada.

-¿Qué?-preguntó al fin.

Aquella pregunta enfureció a Chris, que apenas pudo controlarse cuando notó como la sangre empezaba a hervirle.

-¿Que qué?-casi gritó.-¡Estás colocado, joder!

-Eso ya lo sé.-contestó él como si aquello fuera lo más normal del mundo.

-¿Pero qué mierdas te pasa, John?-preguntó ella desesperada.-¿Qué te pasa? ¿Acaso quieres acabar como...?

Justo en el momento justo, Christine se detuvo. John le dedicó una dura mirada.

-¿Cómo quién?-preguntó él secamente.-Anda, dilo.

-Déjalo. Olvida lo que he dicho.

-No.-le cortó John.-Dilo.

-John. He dicho que lo dejes estar, ¿de acuerdo?

Pero él no parecía tan dispuesto a hacerle caso.

-¿Querías decir "como Brian", me equivoco?-preguntó casi escupiendo las palabras.-¿Cómo? ¿Ingresado en una clínica o muerto?

-John...

-¿O tal vez las dos cosas?

-¡John!-gritó ella exasperada sintiendo como cada una de las palabras que estaba diciendo John la traspasaban como un cuchillo afilado.-¡Cállate!

-No voy a callarme, Christie. No lo voy a hacer. Tú misma estás pensando todas esas cosas, ¿por qué iba a callarme yo?-le respondió él con amargura.-¿Sabes? Quizá acabe como él, quién sabe... Pero por ahora, haz el favor de no ponerte histérica y no joderme el viaje...

Chris le dedicó una mirada furibunda. A duras penas se contuvo las ganas de darle una bofetada con todas sus fuerzas. Después, salió del comedor dando un fuerte portazo y notando como una vez más las lágrimas afloraban en sus ojos. No podía ser tan estúpido. Pero, sobre todo, no podía estar jugando con ella de aquella manera. La estaba volviendo loca, y estaba segura de que él lo sabía e incluso parecía disfrutar con ello.

Y es que, por mucho que lo quisiera, John no tenía ningún derecho a hacerle el daño que le estaba haciendo.



Hola! Pues bien, hasta aquí llegó este capi! Siento que haya sido así de deprimente, pero bueno, la muerte de Brian la tenía que tratar y aquí esta mi humilde visión fiquera de los hechos... En realidad siempre ha sido un tipo que me ha dado muchísima lástima, el pobre Eppie. :(

Por cierto, en los siguientes capis todo esto va a dar un giro, así que avisadas quedáis, eh? Jejeje.

Y bueno, por mí nada más, simplemente que muchas gracias por leer y por comentar. Sabéis que me alegro mucho de ver que os molestáis en comentar esto que yo escribo, así que os mando un súper beso a todas (esta vez, el beso especial le toca a Carla y a Yaneth... Bienvenidas al fic! Espero no decepcionaros! :D )

Por mí, nada más. Un súper besazo y abrazos enormes!

Muaaaak!







miércoles, 23 de enero de 2013

Capítulo 73: Desintoxicación

-Un segundo, un segundo...-murmuró Ringo confundido.-A ver que me aclare... ¿Nos estás pidiendo que te acompañemos a ti y a tu novia a ver a un tipo que no sabemos ni de dónde ha salido?

-Parece una idea muy sensata...-añadió Paul con sarcasmo antes de darle un sorbo a su botellín de cerveza.

-Vamos a ver, chicos...-intentó aclarar George haciendo un esfuerzo colosal por mantener la paciencia.-Sí que sabemos de dónde ha salido. Ese Maharishi es un un tipo de prestigio dentro de ese movimiento y está ganando muchos adeptos. Lo que propone me parece interesante, la verdad. Y bueno, no os he pedido que me acompañéis a ningún sitio, sólo os he dicho si os apetecía venir, nada más. 

-Tampoco hace falta que te pongas en plan defensivo, George.-respondió Paul con parsimonia, cosa que a él todavía lo irritó más.-Te agradezco la invitación de todos modos.

-Pues de nada..-refunfuñó él.

-Joder, tíos...-dijo de repente John, que hasta el momento había permanecido callado mientras fumaba y los observaba con los ojos entrecerrados. George le dirigió una mirada un tanto angustiada. De todos los que estaban allí, John era el que más le asustaba. Era impredecible e igual podía podía considerar tus proposiciones una genialidad o reírse en tu cara de ellas. John esbozó una sonrisilla pícara antes de continuar:-A mí lo que dice George no me parece mal. Yo ya había oído hablar de ese tipo. Chris me contó un par de cosas sobre él, cosas que le habían dicho en el periódico. Me pareció interesante entonces y si ahora encima Gwen dice que es tan bueno como parece... Yo te acompaño, Hari.

Un enorme silencio se hizo en la habitación. Todos miraban a John; Paul y Ringo sorprendidos y George con una mezcla de sorpresa y agradecimiento.

-¿Qué?-preguntó John divertido cuando se dio cuenta de eso.-¿Es que tengo monos en la cara?

-No, para nada.-sonrió George.-Bueno... Gwen y yo pensábamos en concretar una cita para hablar con él nosotros solos. Ya sabes, para estar más tranquilos y todo eso. Supongo que podríamos quedar un día en el que a los dos nos venga bien. Por cierto... ¿Chris va a venir?

-¿Chris? Por supuesto que va a venir.-contestó John mientras exhalaba el humo de su cigarrillo como si aquello fuera la obviedad más grande del mundo.

-Perfecto.

-Oye, oye, oye...-les interrumpió Ringo de repente.-No es tan perfecto.

George se volvió hacia él, incrédulo. No tenía ni idea de qué le pasaba a su amigo.

-¿Cómo has dicho.-balbuceó al cabo de unos segundos.

-Que no todo es tan perfecto. O sea, ¿que estáis quedando vosotros dos solos? ¿Es que los demás no contamos para nada o qué?

George le dedicó una sonrisa de alivio.

-¿Vas a venir tú también?

-Pues claro que voy a ir.-contestó Ringo.-Aunque sólo sea por ir y ver qué coño dice ese Maharishi en primera persona y que después no me deis la tabarra con lo bueno y maravilloso que es...

-Joder...-murmuró Paul por lo bajo, cosa que hizo que inmediatamente todos posaran sus miradas en él.-Venga, va... Contad conmigo también para esa cita que estáis organizando.

-¿En serio?

-No sé si es muy en serio o qué.-sonrió él.-Pero bueno... Iré. Al y al cabo siempre me ha atraído eso de conocer a personajillos.

-Si quieres ver un personajillo, sólo tienes que mirarte al espejo, Macca.-bromeó John, mordaz.

-O si lo prefiero siempre puedo mirarte a ti, ¿no?-le replicó Paul sin poder ocultar que el comentario de John no le había sentado del todo bien.

John, sin embargo, no pareció notar esta acritud y se limitó a soltar una pequeña carcajada.

-Está bien chicos...-dijo George de repente cuando John acabó de reír.-Entences, ¿acordamos un día para ir a ver al Maharishi?

-Por supuesto...-le contestó Paul.-Así ya tenemos otro personaje pintoresco más que añadir a nuestra lista de conocidos.

**************************************

Chris estaba sentada en el sofá leyendo cuando escuchó la puerta de la casa. No levantó la vista hasta que terminó de leer el párrafo que le quedaba, haciéndolo casi a la vez que John entraba en el salón.

-Hola, pequeña.-la saludó él sonriente.

La chica lo observó detenidamente durante unos segundos. No parecía colocado ni nada por el estilo, así que le dedicó una sonrisa sincera. Pese a que se había pasado la mayor parte del verano tonteando con el ácido y a saber qué cosas más con su recién inseparable amigo Magic Alex, aquellas dos últimas semanas parecía que se estuviera portando bastante bien en ese sentido.

-Hola, guapo. ¿Qué tal esa cerveza "sólo para chicos"?

-Bueno... La verdad es que bien.-contestó él sentándose a su lado.-Hemos estado hablando.

-Eso espero.-rió ella a la vez que le plantaba un beso en la mejilla.-Por un momento os he imaginado allí a los cuatro, bebiendo cerveza como unos autómatas sin soltar ni una palabra.

-Calla, tonta.-bromeó él revolviéndole el pelo y provocando que Chris soltara otra carcajada.-Ya sabes a lo que me refiero...

-Vale, vale... No te me vayas a enfadar ahora por eso. ¿De qué habéis estado hablando?

-De ti. De lo boba que eres y de la inmensa paciencia que tengo contigo...

-¿Y ahora quien es el tonto?

-¿Tú? Y querrás decir tonta, no tonto.

-¡Lennon!

-No me llames por mi apellido, peque...-rió él rodeándola con el brazo y acercándola a él.-Venga, en serio... Te cuento... George nos ha hablado del tipo ese que comentaste el otro día...

-¿Quién?

-El Maharishi ése...

-¿En serio?-preguntó ella levantando la vista para mirarlo a los ojos.-No sé por qué no me extraña que George ya lo conozca... A él le van mucho todas esas cosas.

-No, no, al parecer él todavía no lo conoce.-respondió John.-La que lo ha conocido es Gwen. Ha ido a unas cuantas reuniones suyas y...

-¿Gwen?-se extrañó Chris.-No sabía nada. Primera noticia de esto.

-Hace bastante que no la vemos, ¿no?-dijo él encogiéndose de hombros.

-Así que habéis estado hablando de ese santurrón o lo que sea...-sonrió ella.-Pensaba que en los encuentros sólo para chicos hablabais de otras cosas menos espirituales y más... ¿carnales?

John soltó una risotada.

-Hay que ver que bestia que eres, Christie... Bueno, de todo se tiene que hablar en esta vida, ¿no?

-Supongo que sí... Sólo que me extraña. Estáis cambiando mucho, Johnny.

-No tanto como aparentamos.-sonrió.-En realidad continuamos siendo igual de básicos los cuatro.

Chris se acurrucó un poco más contra él. Hacía mucho que no estaba así con él y la verdad era que aquella sensación la reconfortaba. Era como volver a estar como siempre habían estado.

-¿Sabes, peque?-añadió John al cabo de un rato.-Nos ha propuesto que vayamos a verlo, al Maharishi.

-¿En serio?

-Sí.-respondió él.-Vamos a ir. Un día que nos venga bien a todos, ¿qué te parece?

Chris levantó la mirada y la clavó en sus ojos, confundida. No sabía qué pensar.  De todas las cosas que esperaba que John le dijera, aquella era la última que había esperado escuchar.

-¿No es buena idea?-preguntó él. A la chica no le costó adivinar una nota de decepción en su voz.

-No, no, no es eso.-se apresuró a contestar ella.-Sólo que... No me esperaba que dijeras eso.

John sonrió, aliviado.

-Bueno, insisto... ¿y qué te parece?

-No sé... Jamás me había planteado ir a ver a un tipo así...-masculló ella con sinceridad.-Ya sabes que los temas espirituales y yo no estamos muy...

-Quizá sea porque no nos hayan enfocado bien esa... espiritualidad, ¿no crees?

Chris calló durante unos instantes, meditando la respuesta que le acababa de dar John. Tal vez tuviera razón y las reticencias de ambos hacia esos temas se debieran a ese hastío por la religión tradicional, pero sinceramente, dudaba que en su caso fuera así. Ella de cada día se sentía más desvinculada de todo eso, pero, por el contrario, John parecía no estarlo. Lo miró a los ojos, intentando adivinar qué era lo que pasaba por aquella cabeza que no paraba nunca. Entonces lo entendió. John tenía ganas de probar, de sentir algo nuevo, algo que le diera "respuestas" o por lo menos que le ayudara a evadirse, como hacía con el ácido, del universo Beatle del que cada día estaba más asqueado. Entonces sonrió. ¿Y por qué no? No perdía nada por saciar la curiosidad de John y, además, quizá aquel tipo del que todos parecían enamorados tuviera algo interesante que decir...

-Puede que tengas razón.-afirmó al fin.-A lo mejor lo que necesitamos es una nueva visión.

En otras circunstancias, Christine jamás habría dicho eso o, de haberlo hecho, se habría arrepentido en el acto. No obstante, la cálida sonrisa que le dedicó John hizo que olvidara todos aquellos prejuicios. Eran aquellos pequeños gestos los que le recordaban de vez en cuando por qué lo quería tanto, por qué lo había dejado todo atrás por él. Y por qué volvería a dejarlo todo atrás mil veces si él se lo pidiera.

**************************************

Paul miró hacia arriba. El Hotel Hilton, uno de los mejores de Londres, se alzaba ante ellos. Era una mañana agradable, como la mayoría de las mañanas de agosto, aunque algo le decía que aquella iba a ser bastante especial. Y es que, pese a que al principio había manifestado sus reticencias hacia el hecho de ir a ver a ese tal Maharishi, en esos momentos, minutos antes de encontrarse con él, se sentía tremendamente atraído por la idea. ¿Mera curiosidad o verdadero interés por el tema? No tenía ni idea, todavía, pero esperaba tener pronto una respuesta a aquella pregunta.

-Jamás pensé que la incrédula de mi hermanita estaría aquí también con nosotros...-bromeó mirando hacia Christine, que estaba justo a su lado, con John.-No conocía de esta faceta espiritual tuya...

-Vete a la mierda, gusano.-le contestó ella con una sonrisa significativa.

Paul la miró y dibujó una sonrisilla forzada en su cara. Sabía de sobras que ella no estaría demasiado convencida con aquello, pero, sin embargo, allí estaba, con ellos y seguramente a instancias de John. Aquella última idea no le hacía demasiada gracia.  De nuevo, volvía a tener la sensación de que ella cedía más de la cuenta en aquella relación.

-Bueno, chicos, ¿entramos?-preguntó de repente Gwen por detrás de ellos sin poder disimular su entusiasmo.

No hizo falta que nadie contestara ya que casi antes de que Gwen acabara de pronunciar aquellas palabras ya estaban todos de camino al interior del hotel. No hicieron falta presentaciones. De hecho, los empleados del hotel ya estaban sobreaviso de aquella visita y se apresuraron a ir a recibirlos para, a continuación, conducirlos a  uno de las suite del hotel.

-Muy apropiado para un líder espiritual que no se preocupa por lo material esto de recibirnos en una suite, ¿eh?-le preguntó de repente Chris en voz baja, con la clara intención de que sólo él fuera capaz de escucharla.

Paul se volvió hacia ella y sonrió. Evidentemente, Chris no estaba allí por interés propio.

-Ya me extrañaba a mí que no me salieras con nada de eso...-rió Paul por lo bajo.-No la líes.

-No iba a hacerlo de todas maneras.-contestó la chica lanzando una mirada furtiva a John.

Paul asintió. No le dio tiempo a añadir nada más antes de que les hicieran pasar a la suite. Un fuerte olor a inciensos los golpeó nada más entrar. Y entonces, lo vio por primera vez. Allí, sobre una especie de sillón blanco, había un hombre menudo, moreno, de barba y pelo largos y completamente vestido de blanco. Paul le lanzó una mirada, analizándolo. Parecía risueño, feliz con todo.

-Buenos días, amigos.-dijo con voz aguda.-Os estaba esperando. Sentaos.

Todos miraron a su alrededor, un poco confundidos. Allí no había ningún asiento más que el que ocupaba aquel Maharishi. Sólo Gwen, que ya lo conocía de antes, actúo con total naturalidad y se sentó sobre la inmensa alfombra que había a sus pies. Inmediatamente, todos la imitaron, incluido Paul. Por fin había llegado el momento de saber si lo que decía aquel tipo era tan interesante como decían algunos.

************************************

Pese a sus numerosos prejuicios contra aquel tipo de personas que ostentaban ante todos el hecho de poseer la verdad universal y la clave de la felicidad, Chris debía de reconocer que la reunión no estaba decepcionándola. De hecho, aquel Maharishi no la disgustaba del todo, no sólo por la sencillez de lo que pregonaba, sino también por el contenido del mensaje. Realmente, el hecho de que aquel tipo afirmara que para encontrar la paz interior sólo se necesitaba media hora de meditación al día y alejarse de cualquier elemento o sustancia que nublara el juicio, le gustaba mucho y, además, le venía como anillo al dedo. Alejarse de cualquier sustancia que nublara el juicio. Aquello incluía drogas y demás mierdas que en los últimos meses habían mermado su relación con John. Sólo por eso, las palabras de aquella especie de santurrón indio ya merecían su respeto.

Miró a John de nuevo. De hecho, no le había perdido el ojo en todo lo que llevaban de reunión. Parecía muy interesado en todo lo que el Maharishi estaba diciendo e incluso convencido de que lo que decía era verdad. Sonrió. Ojalá demostrara ese convencimiento...

Estaba tan absorta en sus propios pensamientos que cuando notó el movimiento de los demás, se sorprendió. Los miró. Obviamente aquella reunión había terminado y ella ni siquiera se había enterado de lo último que habían dicho. Bueno, en realidad aquello no le importaba demasiado. Creía haber captado con suficiente claridad la esencia del mensaje, así que...

-Antes de iros, me gustaría comentaros algo.-dijo de repente el Maharishi con su voz aflautada.

Todos se lo quedaron mirando, expectantes. Él sonrió, complacido. Se notaba que disfrutaba siendo el centro de atención.

-Dentro de poco voy a hacer un curso espiritual intensivo de varios días en Bangor, en Gales.-anunció.-No hace falta decir que estáis invitados. Es más, me encantaría que vinierais.

Durante unos segundos, todos permanecieron callados. Nadie se esperaba aquella proposición, ni tan siquiera Gwen, que tanto parecía conocer al Maharishi.

-A mí me gustaría ir...-dijo Gwen rompiendo el silencio, tímida.

No obstante, George pronto le salió al paso, convencido.

-Sí, iremos.

Otro silencio. Chris miró a John. No le hizo falta mucho para averiguar que él también estaba deseando ir. Y para qué negarlo, si aquellos días servían para que se le metería en aquella cabeza que tenía que debía de dejar todas las mierdas, a ella también le apetecía.

-Nosotros también podríamos ir, ¿no crees, John?-dijo de repente.

-Por supuesto que sí, pequeña.-contestó John contento.-Iremos a ese curso.

A Christine no se le escapó la mirada sorprendida que le lanzó su hermano, pero lo ignoró por completo.

-¿Alguien más?-insistió el Maharishi. Al parecer no iba a parar hasta que todos los que estaban allí aceptaran ir a ese curso.

-Yo.-contestó Paul de repente.-Iré.

El Maharishi asintió y se quedó mirando a la última pareja, a Mary y a Ringo. Chris tuvo que hacer un esfuerzo colosal por no estallar en carcajadas allí mismo. Y es que, la cara de Mary era un poema. Se notaba a la legua que le apetecía más clavarse un lápiz en el ojo que ir a aquel cursillo espiritual, pero, obviamente, pasaba de decirlo en voz alta. Ringo, por su parte, sí que parecía más convencido, como el resto de chicos.

-Mmmm...-vaciló él al cabo de unos segundos.-¿Qué te parece, princesa?

Mary le lanzó una mirada significativa. Era lo más parecido que podía hacer a gritar un contundente "¡No lo vayamos!", pero, sin embargo, se limitó a decir:

-¿A ti te apetece?

Ringo sonrió y asintió, animado. Si en aquellos momentos le hubiera podido dar un barrazo en la cabeza al esposo de su amiga, Christine lo hubiera hecho gustosa y, a juzgar por la expresión de Mary, ella también estaba deseando hacerlo.

-Pues sí, iremos.-confirmó Ringo volviéndose hacia el Maharishi.

-Me haréis un gran honor.-contestó él.-Y sé que ese curso os ayudará muchísimo en vuestros problemas. Os doy mi palabra. Vosotros sólo limitaos a seguir mis instrucciones y ya veréis como la verdad es mucho más sencilla de alcanzar de lo que parece.

**************************************

-¿Pero por qué no me has dicho que no te apetecía ir directamente?-preguntó Ringo desesperado.

Mary le lanzó una mirada furibunda. No obstante, inspiró fuertemente antes de contestarle. Pese a todo, le apetecía mantener la calma.

-Vamos a ver...-contestó pacientemente, como si le estuviera explicando una obviedad a un niño pequeño.-Estábamos delante de él y todos los demás habían confirmado que irías. No iba a decir yo que pasaba de ir así directamente, ¿no?

-Pues deberías haberlo hecho.

-¿Es que no has visto la mirada que te he lanzado?-preguntó ella empezando a exasperarse.

-De verdad que no hay quien os entienda a las mujeres.-le replicó él, más que enfadado, cansado.-Cuando decís una cosa, en realidad queréis decir lo contrario. Yo no me aclaro.

-¡Hombres!-bufó ella.-¿Se puede ser más básico?

-Bueno, si no quieres ir, no vamos y ya está...

-Ya hemos dicho que iríamos, Rich. Ahora vamos.

-¿Pero no has dicho que no querías ir?-preguntó él confundido.

Mary soltó un bufido de resignación. En aquellos momentos no sabía si echarse a reír o ahogar a Ringo con la almohada del sofá, pero lo cierto era que no le apetecía continuar con aquella discusión, así que se levantó del sofá y encendió la televisión.

-Mira, princesa.-le dijo Ringo.-Creo que están hablando de nosotros.

Mary se sentó de nuevo en el sofá y miró la pantalla, esperando encontrarse cualquier noticia sobre los chicos. No obstante, lo que allí se encontró fue una especie de tertulia en la que los protagonistas eran, ni más ni menos, que Ringo... y ella.

-...así que supongo que la confirmación del embarazo será sólo cuestión de tiempo.-alcanzó a escuchar lo que decía una de las tertulianas.

Ringo largó una sonora carcajada cuando escuchó eso. Ella, sin embargo, se quedó mirando la pantalla con cara de asco.

-¿Siguen especulando sobre lo del embarazo?-preguntó incrédula.-¿Es que no tienen otra cosa más interesante de la que hablar que de nuestras vidas?

-Trabajan en eso.-contestó él divertido encogiéndose de hombros.-Además, que creo que esa mujer tiene razón: la confirmación del embarazo sólo es cuestión de tiempo.

-O sea, que hasta que no lo digamos, éstos no van a parar...-concluyó de mala gana.

-Más o menos, así es.-rió él.-Ni te van a dejar salir de casa sin preguntarte, ni van a parar de hablar del rumor ni nada de eso...

La chica lanzó un bufido y apoyó la cabeza entre sus manos, reflexiva.

-Y...-susurró ella al cabo de unos segundos.-¿Y si lo confirmamos para que nos dejen en paz?

Ringo la miró antes de contestar.

-Me parece genial.-sonrió al fin.-¿Qué te parece si llamo a Brian para que nos prepare un comunicado o algo parecido?

-¿A Brian? Podríamos decírselo a Chris directamente para que lo redacte y...

-Déjalo.-le cortó él con suavidad.- Si él se lo quiere decir a ella para que lo redacte, es cosa suya. Pero mejor que sea él el primero en saber que lo vamos a hacer oficial... Ya sabes, no me apetece escuchar otro de sus largos y cansinos sermones...

Mary soltó una risita por lo bajo. La verdad era que Ringo tenía razón. Mejor sería decírselo a él primero y que él hiciera lo que le pareciera más pertinente. Y bueno, pese a que no le gustaba demasiado todo aquello, al menos, por fin, ya podrían dejar de fingir. Al fin y al cabo, tarde o temprano, debería saberse.

********************************

Pese a que Brian le había sorprendido la llamada de Ringo la noche anterior le parecía bien su decisión. Un comunicado de prensa oficial a los medios haría que los medios dejaran de acosarlos de mala manera y que centraran su atención en otras cosas hasta el nacimiento del bebé.

Ni siquiera se había molestado en llamar a Christine ni a nadie. No creía que fuera necesario molestarla por eso y, además, tampoco tenía ánimos como para soportar una posible conversación cáustica con John si el que respondía al teléfono era él. De este modo, él mismo había redactado la nota y la había enviado a los medios aquella misma mañana, a primera hora. No obstante, ya no se había preocupado más por el tema, pese a que sabía que a aquellas alturas la noticia ya correría como la pólvora por la prensa.

No. No se había preocupado. Ni se iba a preocupar ya por nada que no fuera él mismo. Aquellos últimos meses habían sido un verdadero infierno para él, pese a que nadie parecía haber reparado en ello. Sonrió amargamente mientras pensaba en ello. Así era él. El pobre idiota que siempre había quedado a la sombra. El pobre idiota del que nadie se preocupaba. Y por eso precisamente había tomado aquella decisión de manera unilateral, sin decírselo a nadie excepto a su madre, porque ya era hora de que alguien empezara a preocuparse por él, aunque fuera él mismo. Por eso estaba en aquellos momentos haciendo su equipaje. Por eso había decidido solucionar él solo su problema. Por eso iba a ingresar en aquella clínica de desintoxicación.

No tardó demasiado en meter las pocas cosas que él consideraba necesarias en la maleta, como tampoco tardó demasiado en agarrar los trastos y entrar en su coche. Su viaje hacia una vida quizá mejor había empezado, pero antes debía pasar por su oficina para darle a sus secretarias algunas instrucciones para que pudieran trabajar en su ausencia. Después de eso, por fin, pondría rumbo hacia aquella clínica. Y es que, en aquellos momentos, Brian necesitaba aquel tratamiento tanto como el aire que respiraba.

***********************************

John colgó el teléfono suavemente, casi con miedo. Christine lo miró con el ceño fruncido. Se había puesto mortalmente pálido y aquello no le gustaba nada. Aquella actitud por su parte sólo podía significar una cosa: malas noticias.

-¿Qué ocurre?-preguntó temerosa ella también, intentando prepararse mentalmente para recibir una mala noticia.

John se volvió hacia ella y la miró, serio.

-Era la secretaria de Brian.-contestó.

-¿Y?

-Pues que...-vaciló él.-Se ha ido. Brian se ha ido.

-¿Cómo?-preguntó ella, incrédula.

-Pues que ha ingresado a una clínica de desintoxicación.-dijo John.

-¿A una clínica?-repitió ella todavía más sorprendida de lo que estaba.

John asintió con la cabeza y se sentó en el sofá, silencioso. Ella lo imitó y se sentó a su lado, sin decirle nada. En aquellos momentos su cabeza debería estar trabajando a toda pastilla y ella sabía que era mejor no interrumpirlo. Al fin y al cabo, tarde o temprano acabaría diciendo todo lo que sentía.

-Ni siquiera me había dado cuenta de que tuviera problemas.-masculló al cabo de unos minutos con la mirada perdida.-No sabía que estaba tan jodidamente enganchado como para necesitar ingresar en una maldita clínica.

-Hacía mucho que no lo veíamos.-susurró ella poniéndole una mano sobre el brazo en un gesto tranquilizador.-Es normal que no te dieras cuenta...

-No, no es normal.-negó él.-Él siempre se ha dado cuenta de lo que nos pasaba, siempre pendiente de nosotros. ¿Y nosotros qué? Por poco más se muere y ni siquiera nos enteramos... Es injusto. Muy injusto, Christie.

Chris calló. Al fin y al cabo, John tenía razón. Habían estado demasiado ocupado en sus cosas y todos habían acabado viendo a Brian como una especie de hombre de hielo, impasible y sin más problemas que los que ellos mismos le pudieran acarrear. Y si ella, que apenas había tenido relación con él y la poca que habían tenido había sido bastante turbulenta, ya se sentía culpable, ni siquiera quería imaginarse cómo debía de sentirse John, quien pese a que siempre le había estado haciendo desplantes e incluso maltratándolo, lo apreciaba, y mucho.

-Deberíamos ir a visitarle...-musitó la chica.

John negó con la cabeza.

-No admiten visitas, me han dicho.

-Entiendo...

-Joder...

-¿Y llamarle o enviarle una nota o algo por el estilo?

Él pareció meditarlo por unos segundos y después, asintió.

-Es una buena idea.-convino al fin.-Le mandaré algo.

Chris asintió también y apoyó su cabeza en el pecho de John. Él se limitó a acariciarle el pelo, distraído. La chica lanzó un breve suspiro. No se alegraba de lo que le había pasado a Brian, pero confiaba que aquello impulsara a John a reflexionar sobre su excesivo tonteo con las drogas. Si no paraba, en un futuró quizá no muy lejano, él también acabaría igual que su manager.

************************************

Monotonía y hastío. Con esas dos simples palabras Brian hubiera podido definir su estancia en la clínica. Todos los días igual. Todos los días luchando con sus monstruos internos. Todos los días sintiéndose mal, intentando no caer de nuevo en el infierno en el que había estado metido. Sin noticias de nadie ni de nada. Solo él, los médicos y su adicción.

Era por la mañana y todavía se encontraba bastante bien. Siempre era así. Las mañanas eran relativamente soportables, las tardes ya eran otra cosa muy distinta. Incluso podría decirse que precisamente aquella mañana estaba disfrutando y todo mientras miraba el paisaje por la ventana, inmerso en sus cosas, concentrado en la idea de que podía, y debía, convertirse en una persona nueva.

-Buenos días, señor Epstein.

Brian se dio la vuelta y le devolvió el saludo a Emma, la sufrida enfermera que se encargaba de él con una paciencia infinita. Se sorprendió al ver que no iba con las manos vacías sino que llevaba un inmenso ramo de flores en las manos.

-Creo que le ha llegado esto.-le dijo la chica tendiéndole el ramo.

-Será de mi madre.-contestó Brian sonriente y sorprendido por aquello.

-No lo sé. Pero trae una nota. Si la lee, seguro que sale de dudas.-respondió la enfermera.-Le traeré un jarrón para

Con el sigilo que la caracterizaba, Emma salió de nuevo de la habitación y lo dejó solo. Entonces, Brian abrió el pequeño sobre que traía el ramo. Nada más ver la letra, la reconoció. De hecho, estaba convencido de que la reconocería entre un millón de caligrafías distintas. No. No era de su madre ni nada por el estilo. Era, quizá, de alguien incluso más importante. De alguien que siempre se había empeñado en despreciarlo y apreciarlo a partes iguales. De la persona que le había traído de cabeza desde casi el primer momento en el que lo había conocido. Era de John.

Con las manos temblorosas, se acercó el papelito a los ojos y leyó.

"Sabes que te quiero... Y lo digo de verdad. John."

Y entonces, sin poderlo remediar, Brian se puso a llorar desesperadamente.




Hola gente querida! Pues aquí estoy yo de nuevo con otro capi para vosotr@s! Espero que hayáis pasado un buen rato leyéndolo o, al menos, que os haya entretenido un poco, que ése es el objetivo, jejeje.
Bueno, antes de que los puristas se echen encima (sé que no hay y que todas sois geniales, pero yo es que soy una maniática y me gusta aclararlo, jajaja), decir que el ingreso de nuestro querido Eppie en la clínica se produjo un poco antes en el tiempo y todo eso, pero bueno,  a mí me venía bien ponerlo ahora, así que puesto queda. :)
Por cierto, este capi se lo dedico a mi María, que hoy estoy contenta y ella ya sabe por qué. Me hubiera gustado dedicarte otro capi, pero tenía que publicar éste. Ya te dedicaré más adelante uno un poco más "Mary-Ringouuuu", jajajaja.
Y a las demás, gracias por leer y por comentar. Ya sabéis que os lo agradezco mucho porque me hace mucha ilusión que sigáis ahí después de tanto tiempo. :)
Saludos y hasta el capi 74!

jueves, 17 de enero de 2013

Capítulo 72: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band

Gwen no estaba demasiado convencida de lo que estaba a punto de hacer . Acababa prácticamente de conocer a aquella chica, a July, la amiga de su compañera Dorothy, y ya la estaba siguiendo a una de esas reuniones que daba aquel tipo. No obstante, no había podido evitarlo: sentía demasiada curiosidad por aquel Maharishi del que tanto le había hablado como para rechazar la invitación de acompañarla que le había hecho. Además, se sentía bastante conectada con ella por el interés que ambas sentían por la meditación y por todo aquello, fuera lo que fuera, que viniera de la exótica y fabulosa India. Quizá aquella extraña similitud en sus gustos había hecho que allí estuviera ella en aquellos momentos, a punto de entrar en el Salón de Actos de aquel lujoso hotel del centro para escuchar por primera vez a aquel hombre del que July hablaba maravillas. 

-¿Preparada?-le preguntó la chica cuando estaban a escasos pasos de la puerta.

Gween inspiró profundamente intentando apartar de su mente todos aquellos pensamientos negativos que le instaban a salir corriendo de allí, aquellos pensamientos que le decían que quizá aquello sólo fuera un ardid de su nueva conocida para aprovecharse de la incauta novia de George Harrison, y asintió con la cabeza a la vez que dibujaba una sonrisilla forzada en su cara.

-Por supuesto que sí.-contestó.

-Pues allá vamos. Te juro que no te arrepentirás de haberme acompañado, ya lo verás.

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Mary colgó el teléfono y se volvió hacia Ringo con una inmensa sonrisa en los labios.

-¿Qué? ¿Cuándo tenemos que ir?-preguntó él sin poder disimular su ansiedad.

-Tengo cita para pasado mañana a las once.

Ringo soltó un inmenso bufido que a ella se le antojó cómico.

-Joder, qué nervios...-masculló al fin más para sí mismo que otra cosa.

-¿Por qué? ¿Por una visita al ginecólogo?-preguntó ella con la simple intención de chincharlo.

-No por eso, boba..le replicó Ringo fingiendo molestarse.-Porque voy a ser padre. ¿Te imaginas? Yo, con un bebé. Mío... Nuestro. Princesa... Te tocará tener mucha paciencia: vas a tener que educar a la vez al hijo y al padre.

-O a la hija...

Él clavó su mirada en ella.

-¿Qué crees que será?-preguntó de repente.-¿Niño o niña?

-No lo sé.-sonrió ella.-¿Tú que crees?

-Ni idea...-respondió él encogiéndose de hombros.-Pero... sea lo que sea estará genial.

-Por supuesto...-susurró él acercándose hacia ella y pasándole el brazo por la cintura.-Será tuyo y mío. Y sólo por eso este bebé ya es la cosa más bonita que me ha pasado nunca.

Y entonces, los dos se fundieron en un beso dulce, interminable, que hizo que Mary se riera internamente de los temores que había albergado sobre la reacción de Ringo respecto al embarazo. Sí, iba a ser el mejor padre del mundo. De eso, estaba segura.

**********************************

-¿Pero tan bueno es?-preguntó George con escepticismo mirando a Gwen, quien no había parado de parlotear emocionada durante toda la cena sobre aquel tal Maharishi.

-¡Sí!-se apresuró a contestar ella.-¡Es mucho mejor de lo que me habían contado y tiene mucha razón en todo!

George esbozó una sonrisa por el entusiasmo de su novia. Aquella vitalidad, aquella ilusión, era lo que más le gustaba de ella. Le hacía recordar tremendamente a la casi una niña inocente que había conocido en Heswall   hacía año y medio.

-Entonces te ha gustado escucharle.-comentó en tono casual antes de ponerse un trozo de filete en la boca.

-¿Que no te lo estoy diciendo todo el tiempo?-exclamó ella fingiendo enfadarse.-¡Pues claro que me ha gustado! De hecho...

Antes de terminar la frase, la chica se interrumpió a sí misma.

-¿De hecho, qué?-quiso saber George.

-Pues que... Quizá...

-Vamos, Gwen, no me como a nadie... A no ser que seas un trozo de este genial filete que tengo delante...

Ante aquella broma, la chica soltó una risita que a George se le antojó nerviosa.

-Creo que deberías verle tú también.-dijo al fin ella atropelladamente.

-Pues...-empezó a contestar él haciendo un monumental esfuerzo por parecer serio.-Creo que... Que, bueno, visto que a ti también te gustan tanto todas esas cosas, a lo mejor te gustaría conocerlo.

George soltó una sonora risotada que, obviamente, desconcertó a Gwen, que se lo quedó mirando podría decirse que incluso algo avergonzada.

-¿Sabes?-dijo él en tono tranquilizador cuando la vio así.-Creo que tienes razón. De hecho, antes de que me lo pidieras, había empezado a pensar que lo que dice ese tipo suena bastante interesante...

-¿En serio me vas a acompañar a verlo a la próxima reunión?-preguntó ella sin poder contenerse la emoción.

-Bueno, siempre que no me coincida con otra cosa, sí. Quiero ver quién es ese tipo que ha dejado fascinada a mi novia...

-¡Gracias!

A George apenas le dio tiempo a abrir la boca para contestar ya que, de repente, Gwen se abalanzó sobre él para abrazarlo fuertemente. Volvió a reír divertido. Sí, definitivamente lo que más le gustaba de aquella chica era su espontaneidad.

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John abrió los ojos lentamente y alargó el brazo hacia el lado de la cama de Christine. No encontró a nadie. La chica debía de haberse levantado ya y haberse largado hacia esa mierda de trabajo que tenía. Soltó un bufido un poco molesto por aquello. No le gustaba despertarse solo, para nada, aunque quizá el hecho de que Chris hubiera estado allí tampoco hubiera cambiado gran cosa. Sin poderlo evitar, soltó una risita amarga. Desde su última discusión, ella había estado tremendamente ausente. En realidad, John sabía a qué se debía aquella actitud. La verdad era que él no estaba actuando de la manera más correcta posible y sabía que ella estaba muy disgustada con él, tal vez incluso decepcionada. Pero... ¿Qué podía hacer él por evitarlo? Vale, sí, podría dejar el maldito ácido, pero no se sentía con las fuerzas suficientes como para hacerlo. En aquellos momentos, el ácido le ofrecía una vía de escape demasiado necesaria. Pero... ¿realmente necesitaba esa vía de escape? Tal vez. No por ella, la verdad, si no por todas las circunstancias que lo rodeaban todo. Desde que habían dejado de hacer giras, John pasaba demasiados ratos muertos sin hacer nada. Eso, unido a que Christine estaba demasiadas horas afuera y a que él mismo había estado acostumbrado desde hacía años a un ritmo de vida trepidante, hacía que a veces necesitara edulcorar un poco su tediosa rutina mediante el ácido. Además, estaban la sensación de que las cosas con los demás no iban tan bien como deseaba, sobre todo con Paul. No sabía por qué, pero de cada día se sentía menos a gusto con él. Había algo que no le acababa de encajar, algo que quizá se había mantenido oculto todos esos años de estrecha colaboración pero que en esos momentos empezaba a aflorar, algo que hacía que ahora prefiriera con creces la compañía de George o Ringo a la suya...

Lanzando un fuerte suspiro, se destapó, se sentó sobre la cama y buscó a tientas sus gafas encima de la mesita de noche. No tenía ganas de hacer nada, sólo quería tirarse en el sofá, leer el periódico y aguantarse sobrio hasta que llegara ella y entonces, quizá, probar acercarse a Chris de nuevo de algún modo. Prometerle la luna, si era preciso; pero la cuestión era hacer algo que volviera a hacer que los dos volvieran a estar igual que hacía unos meses.

Pero entonces, de repente, lo recordó. No. Aquel día no podía hacer nada de todo aquello. Aquel día tenía la mierda de presentación del nuevo álbum y nada más Christine volviera a casa, deberían salir pitando hacia allí. Rabioso, dio una patada a la cama. Siempre, siempre que quería hacer algo para solucionar las cosas, había algo que se interponía en su camino. A veces tenía la sensación de que el destino se divertía jugando con él de aquel modo. Y tal vez, en aquello, John tuviera toda la razón del mundo.

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Chris miró detenidamente mientras una horda de fotógrafos se apelotonaban delante de ellos para tomarles fotos. En aquellos momentos hubiera querido sonreír, pero no podía hacerlo teniendo en cuenta el estado del chico. Tal vez, los que no lo conocían no se lo notaran, pero ella sabía demasiado bien cuál era la explicación de aquella extraña felicidad, de aquella mirada un poco ida y de que todo lo que ocurriera a su alrededor no le importara absolutamente nada. Estaba puesto de LSD hasta las cejas, como casi siempre. En realidad, raro era el día en que no lo hacía, pero esa tarde precisamente, Chris había albergado la esperanza de que no lo hiciera aunque sólo fuera por el hecho de que se tenía que presentar antes decenas de periodistas. Pero al parecer a John aquello ya no le importaba en absoluto. Era como si todo y todos le dieran igual, incluida ella, y aquello la exasperaba. Pero ya hacía tiempo que ella pasaba de discutir con él por eso... No podía hacer nada y era como predicar en un desierto. De hecho, ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había dicho que ésa sería la última vez que probaba el ácido y ya se había cansado de escuchar excusas y mentiras.

-¿Qué te pasa?

La pregunta de Mary, casi un susurro a su lado, la pilló por sorpresa.

-¿Lo ves?-preguntó ella dando un leve bufido.-Míralo, Mary.

-¿A John?

Chris asintió con la cabeza.

-¿Qué le pasa?

-¿No lo ves?

Mary fijó nuevamente su mirada en el chico.

-¿Está...?-empezó a preguntar su amiga con expresión preocupada. No hizo falta que acabara de pronunciar la frase para que Chris supiera que la palabra que iba a continuación era "colocado".

-Hasta las cejas.

Durante unos segundos sólo se escuchó el parloteo incesante de los periodistas y el ruido de los obturadores de las cámaras.

-¿Qué pasa, chicas?

Chris miró a Gwen aliviada que en aquellos momentos se estaba acercando hacia ellas con paso jovial. Su aparición las había salvado de una situación extremadamente incómoda que ella se veía incapaz de romper y, por lo visto, Mary también.

-Hola, Gwen.-contestaron las dos casi al unísino.

-¿Dónde te habías metido?-preguntó Mary.

-Me he entretenido hablando con aquella chica de allí...-contestó ella como si la cosa no fuera con ella, a la vez que señalaba con la cabeza hacia el lugar de donde venía.

-¿Has estado hablando con aquella periodista?-preguntó Chris mirando hacia la chica a la que se refería Gwen.

-Sí, con ella. Es simpática.-respondió Gwen sonriente. Tanto Mary como Chris no pudieron reprimir la cara de sorpresa.-Tranquilas... No le he contado nada de mi vida privada, malpensadas...

-Ah, pensaba que...

-No pienses tanto, Christine.-le cortó Gwen medio en serio medio en broma.-Tú también eres periodista, hablo contigo y no pasa nada...

-Bueno, eso de que es periodista dejémoslo estar...-rió Mary.

-Cállate, Hall.-le replicó ella pero sin poder contenerse la risa.

De repente, el grupo de fotógrafos se deshizo. Las tres miraron hacia allí: al parecer, la improvisada sesión de fotos había terminado. Ahora sólo quedaba pulular por allí y disfrutar, si se podía, de la fiesta. Los chicos se acercaron hacia ellas. Todos excepto Paul, que se quedó retrasado charlando con una fotógrafa rubia a la que Christine no había visto nunca antes en toda su vida. Observó a su hermano justo antes de que John se acercara a ella y la agarrara por la cintura.

-Hola pequeña, ¿aburrida?

Ella sólo pudo dibujar una sonrisa falsa. Tal vez los efectos del ácido se le estaban pasando, pero aún así seguía colocado. No obstante, ella sabía que no era el momento ni el lugar para comportarse de otro modo que no fuera el interpretar su papel de novia feliz.

-Hola, guapo.-saludó forzadamente.

Se dejó besar por él, que al parecer no notó para nada cómo se sentía en realidad. Mejor así. No era el momento de montar un espectáculo y, con John, nunca se sabía.

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Paul se había llevado la sorpresa más grata que podía haberse llevado aquella noche cuando vio allí, plantada delante de ellos y con la cámara de fotos en la mano, a Linda. No tenía ni idea de que iba a ir a la presentación y aquello había hecho que aún se alegrara más, si cabía, de verla. Tan sólo hacía un par de días desde aquel primer encuentro, pero, aún así, tenía unas ganas terribles de volverla a ver. Era algo... raro. Muy raro en él.

-¿Por qué no me dijiste que ibas a venir a la presentación?-le preguntó él.

Ella rió y miró a su alrededor antes de contestar. El resto del grupo estaban tan sólo a unos pasos, con las chicas, y los periodistas y los fotógrafos charlaban entre ellos, distraídos. A vistas de los demás, la charla entre Paul y Linda podía pasar como una charla inocente y casual.

-No me preguntaste.

Paul soltó una carcajada.

-Buena contestación... Y... ¿qué te ha parecido todo esto?

-¿El disco o la presentación en sí?

-Digamos que las dos cosas.

-Sinceramente creo que el disco va a dar mucho de qué hablar...-contestó Linda-Es... muy original. Jamás había visto algo así. ¿Se puede saber de dónde salió la idea de los trajes y todo eso del Sgt. Pepper?

Paul sonrió, complacido.

-Si te digo la verdad, creerás que soy un fanfarrón...

-Si te digo la verdad ya de por sí creo que lo eres, así que dilo.-bromeó ella.

-Está bien, está bien...-rió Paul que muy lejos de estar molesto por el comentario de Linda se lo estaba pasando en grande.-La idea se me ocurrió a mí.

-Tenías razón. Después de decir eso, pareces más fanfarrón de lo que creía.

Paul volvió a soltar otra carcajada.

-Espero que no te moleste ese pequeño aspecto...

-Para nada. Todos somos fanfarrones de vez en cuando. Y quien diga que no, miente.

-En eso tienes razón...

De repente, la voz de Brian anunciando que los periodistas y los fotógrafos debían irse interrumpió aquella conversación. Paul se volvió hacia su manager y le dedicó una mirada penetrante, molesto. Acababa de estropear su conversación con Linda.

-Debo irme ya.-dijo Linda.

-Si quieres puedes quedarte...-se apresuró a decir él deseando con todas sus fuerzas que ella aceptara su propuesta.- Puedo decirle a  Brian que haga una excepción y te presentaría a los chicos...

-Te lo agradezco, pero tengo que irme.-le respondió ella.-Debo llamar a mi hija y...

-¿A tu hija? ¿Estás casada?-preguntó él nervioso ante aquel repentino descubrimiento.

-Divorciada.-puntualizó ella.-Tengo una niña de cuatro años.

-Seguro que es encantadora.-contestó él poniendo una de sus mejores sonrisas.-Como la madre.

-Debo irme.-insistió ella.-Un placer haber estado contigo un rato, Paul.

-Lo mismo digo.-le respondió sin poder ocultar un deje de decepción en su voz.-Supongo que nos volveremos a ver, ¿no?

-Tal vez coincidamos algún día. ¡Adiós!

-Espero que así sea...

Pero Linda no alcanzó a escuchar esa última frase. Ya estaba demasiado alejada de él como para poderlo escuchar. Paul suspiró. Se sentía un poco decepcionado por aquella abrupta despedida, pero a la vez, se sentía enormemente feliz por el reencuentro. Además, aquel breve cruce de palabras entre los dos le había servido para conocer nuevas cosas sobre ella. Divorciada y con una hija... Aquello, lejos de molestarle, le había provocado aún más curiosidad por ella. Sonrió. Sólo la había visto un par de veces y Linda ya le estaba sorprendiendo...

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Christine consiguió zafarse de John segundos después de que los periodistas salieran de allí. No le costó demasiado, a decir verdad. Él estaba bastante entretenido hablando con Mal y quedó satisfecho con el "Voy a ver a mi hermano" que le había contestado cuando él le había preguntado adónde iba. No le había mentido. Iba a ver a Paul. Lo había estado observando durante un buen rato, mientras hablaba con la fotógrafa y había notado algo en él. Sentía curiosidad por abordarle y preguntarle por el tema, pero, además, también tenía ganas de charlar un poco con él, de intentar recuperar la vieja camaradería que había existido entre los dos y que hacía tiempo que se había perdido en el olvido.

-Hola, gusano.-lo saludó cuando estuvo lo suficientemente cerca de él como para que le pudiera escuchar.

-¡Enana!-exclamó él girándose hacia ella.-¿Qué tal está mi hermana pequeña? ¿Aún vive?

-Eso creo.-sonrió ella.-¿Qué tal estás?

-Bien, pero agobiado. Hace mucho calor aquí dentro, ¿no?

-La verdad es que sí.-respondió ella.-¿Te parece si vamos un rato afuera y tomamos el aire?

-¿No se pondrá celoso tu novio?

Pese a que la broma de Paul no le hizo ni pizca de gracia, Chris se obligó a sonreír.

-Eres mi hermano, gusano. Creo que de todos los hombres que hay en el mundo, del único que no se pondría celoso es de ti...

-De acuerdo, vale...-rió él.-Vamos y que nos dé un poco el aire.

Los dos hermanos salieron al jardín, en silencio. A Chris, el breve trayecto desde el interior de la casa hasta allí, le recordó a los viejos tiempos, en Liverpool. Sonrió nostálgica.

-Paul... ¿puedo preguntarte algo?-preguntó ella de repente cuando se sentaron en las escaleras que bajaban al jardín.

Paul tardó unos segundos en contestar ocupado como estaba en hurgar sus bolsillos.

-Claro.-contestó al fin a la vez que sacaba una pequeña bolsita con marihuana y papel de fumar.-Por cierto... ¿quieres?

-Estoy empezando a hartarme de esta mierda...-masculló ella.-Pero vale, fumemos un poco.

Paul sonrió e inmediatamente se puso a liar un porro a una velocidad pasmosa. Se notaba que había hecho aquello cientos de veces.

-¿Qué era eso que querías preguntarme?-quiso saber él mientras se encendía el porro y le daba la primera calada.

-Bueno... Sabes que soy una cotilla, ¿no?

-Eso no es novedad....

Chris soltó una risita y agarró el porro.

-Te he visto hablando con esa fotógrafa, la rubia...

-¿Linda?

-¿La conoces?

-Sí.-sonrió él.-¿Algún problema, hermanita?

-No, ninguno... Sólo me preguntaba si...

-Pues no te preguntes tanto...

-Por eso te pregunto a ti... ¿Hay algo?

-¿Algo cómo qué?

-¡Joder, Paul!-exclamó ella riendo.-¿Te gusta o no?

Paul rió entre dientes antes de contestar.

-¿Tanto se nota?

-Un poco... Pero bueno, yo te lo noto porque soy tu hermana y te conozco desde que eras una cosa pequeña y fea... No creas que has cambiado tanto: sigues siendo feo, sólo que un poco más grande.

-Enana...-rió Paul.-Te la vas a ganar... Bueno... Me gusta, sí. Pero no tengo nada con ella si es eso lo que quieres saber, pedazo de cotilla.

-Me decepcionas. Creí que en esta nueva etapa de Don Juan tuya tenías algo con medio Reino Unido...

-Guárdate tus chistes Lennon para cuando estés con él, ¿vale?

Pese a que Paul había dicho aquello en broma, Chris no pudo evitar ponerse seria cuando su hermano pronunció la palabra Lennon. Su hermano pareció darse cuenta e inmediatamente borró la sonrisilla burlona que tenía en la cara.

-Chris...-masculló.-¿Ocurre algo?

-No.-mintió ella.

-Christie...

La chica calló. Sabía que Paul la había pillado. Jamás le había podido mentir sin que le pillara y aquello, por mucho que su relación se hubiera visto menguada en los últimos meses, no había cambiado.

-¿Va todo bien con John?-preguntó él a bocajarro.

-Como siempre.-se apresuró a contestar ella sin mirarle a los ojos.-¿Por qué preguntas eso?

-Porque...

-¡Ey! ¿Dónde os habíais metido? Os estaba buscando.

Los dos hermanos se volvieron para mirar a John, que acababa de aparecer por detrás de ellos.

-Hola, monstruo.-sonrió Chris, casi hasta aliviada porque aquella aparición le había librado del inevitable interrogatorio de su hermano.-Fumábamos un poco.

-Ya lo veo...-sonrió él sentándose a su lado y dándole un beso en la mejilla. Al parecer, los efectos del ácido se habían desvanecido por completo. Aquella vez el viaje había sido corto, sólo de unas cinco horas.-¿No me queríais invitar o qué?

-No creo que a ti te haga falta que te inviten a colocarte, Lennon.

Chris se volvió para mirar a Paul. La acritud con la que su hermano acababa de pronunciar esa frase la había sorprendido.

-Me voy adentro. Me estoy congelando.-dijo Paul de repente poniéndose en pie.-Os dejo esto. Acabároslo vosotros, a mí no me apetece.

Chris agarró el porro encendido a medio fumar que le tendió su mano sin decir una palabra.

-¿Y a éste qué mosca le ha picado?-preguntó John cuando Paul entró dentro del edificio nuevamente.

-Ni idea.

Pero Christine estaba mintiendo de nuevo. Y es que tenía la sensación de que sí que sabía lo que le pasaba a Paul exactamente. No sabía cómo, pero estaba segura de que su hermano se había enterado de los problemas que ella estaba teniendo con John por culpa del ácido...

-Venga, pequeña.-dijo John de repente rodeándole los hombros con su brazo y pegándola él.-No desperdiciemos hierba y acabemos ese porro. Invita Paul.

Chris sólo pudo esbozar una sonrisilla forzada a la vez que le ponía el porro en la boca a John. A ella, como a su hermano instantes antes, también se le habían ido por completo las ganas de fumar.

********************************

Ringo y ella fueron los primeros en irse de allí. Pese a que tanto el uno como el otro siempre eran de los que les gustaba estar en cualquier sitio hasta el final, Mary se sentía demasiado cansada como para continuar allí. Y de este modo, después de soportar divertida unas cuantas bromas sobre el embarazo de los chicos y de despedirse de todos, los dos salieron a la calle dispuestos a volver a casa lo antes posible.

Pese a que ya era mayo y no llovía, la noche era bastante fría. Precisamente por eso, a Mary le extrañó ver todavía a aquellas horas a un par de tipos que enseguida reconoció como a periodistas que horas antes habían estado en la fiesta montando guardia cerca de su coche.

-¿Qué quieren esos ahora?-preguntó Ringo en voz baja frunciendo el ceño.

Casi como si lo hubieran escuchado, los dos tipos se acercaron hacia ellos, con paso decidido.

-Buenas noches, señor Starkey.-preguntó el que aparentaba ser más mayor.

-Buenas noches.-contestó Ringo.-¿Puedo ayudarles en algo?

-¿Podrían respondernos a unas preguntas?-preguntó el otro tipo.

-Han tenido tiempo a hacer preguntas allí dentro...-respondió él en tono cansado mientras abría la puerta del coche.-Ahora no, lo siento. Es ya muy tarde y...

No obstante, el tipo que acababa de preguntar aquello, hizo caso omiso de lo que Ringo había dicho.

-Se les ha visto entrar en la consulta de uno de los ginecólogos más prestigiosos de Londres.-dijo.-Algunos empiezan a hablar sobre un posible embarazo, ¿tienen algo que decir al respecto?

-Lo único que tengo que decir en estos momentos es que es muy tarde y mi mujer y yo tenemos sueño.-contestó Ringo con naturalidad antes de que él y Mary entraran en el coche.

Nada más cerrar la puerta del coche, la chica lanzó un fuerte resoplido. En aquellos momentos agradecía con toda su alma que Ringo hubiera estado allí para responder a aquello. Ella no hubiera sabido qué decir. Solamente con intentar controlar los temblores que le había dado el escuchar aquella pregunta tenía bastante.

Ringo puso en marcha el coche y dejó atrás a los periodistas.

-Creo que nos han pillado...-susurró ella con un hilillo de voz.

Ringo rió sin desviar la vista de la carretera.

-Creo que sí... Pero déjalos que sigan con sus conjeturas, que se entretengan con sus rumores...

-¿Sabes qué dice mi madre, Ritchie?

-¿Qué?

-Pues que el dinero y las embarazadas no se pueden ocultar por mucho tiempo.-le respondió ella divertida.

-Bueno...Pues si no se puede ocultar... No me quedará otra que gritar a los cuatro vientos que soy el tipo más feliz de la tierra cuando me vuelvan a preguntar, ¿no crees?

Mary no pudo evitar dibujar una enorme sonrisa en su cara cuando escuchó aquella contestación. Dudaba que alguien pudiera querer más a alguien de lo que ella quería a Ringo. Lo dudaba. Y mucho.




Holaaaaaaaa! Qué hay? Aquí estoy yo con este capi que, admito, me ha costado sacar de adentro... Pero bueno, aquí lo tenéis, listo y sin retrasos demasiado excesivos como las otras veces, jejeje. Pues eso, que muchas, muchas, muchas gracias por leer, por comentar y por vuestro apoyo.

Os quiero un montón a todas! Besazos! :)


martes, 8 de enero de 2013

Capítulo 71: Sueños que nacen, sueños que caen

Jamás había pensado que decir aquello iba a ser tan difícil. Pese a que habían pasado días y días desde que Mary había sabido de su embarazo, aún no había encontrado el momento de comentárselo a Richard. Y eso que ya había contado con más de una ocasión que le hubiera venido que ni pintada, ocasiones en las que él, nervioso, había hecho comentarios preocupados acerca de la tardanza en los resultados de los análisis que le había hecho el Doctor Thompson. Pero a ella, como siempre, le entraba el ataque de pánico cada vez que se hacía el ánimo de abrir la boca.

-Hola, princesa.

Mary levantó la cabeza de la novela que estaba leyendo sobresaltada y miró a Ringo obligándose a esbozar una sonrisilla. Ni siquiera lo había escuchado llegar de tan absorta como estaba en sus propios pensamientos.

-¿Ya has llegado?-preguntó diciendo lo primero que se le vino a la mente.

-No, soy un espejismo.-bromeó él.

Ella le rió la broma mientras se maldecía a sí misma por haber hecho aquella pregunta tan tonta. Ringo, por su parte, se acercó hacia ella y le plató un suave beso en los labios, cariñoso.

-¿Cómo estás hoy?-susurró.-Pareces preocupada...

-No es nada.-contestó ella de manera automática.-Sólo es que estaba concentrada en la lectura y...

-Entiendo. Pero hace días que estás un poco como... taciturna... Es por lo que tardan esos malditos análisis, ¿verdad?

Mary tragó saliva nada más le escuchó pronunciar la palabra "análisis", pero intentó mantener la compostura.

-Sí, puede que sí...-susurró al cabo de unos segundos.

-Bueno, si no están esta semana llamaré para meter prisa, ¿te parece?

-No creo que haga falta.-se apresuró a contestarle.-Ya sabes que esas cosas toman su tiempo y... Seguro que llaman pronto, ya lo verás.

-Bueno, de todas maneras si para el viernes no están, llamaré. No perdemos nada por hacerlo, ¿no?

Ringo dibujó una inmensa sonrisa en la cara, una sonrisa que a Mary le hizo sentir fatal. Le estaba mintiendo al no decirle que ya sabía los resultados y, además, lo estaba haciendo descaradamente.

-¿Cómo ha ido hoy?-preguntó intentando cambiar de tema radicalmente.

-De eso precisamente quería hablarte.-contestó él sonriente sentándose a su lado en el sofá.-Hoy por fin hemos puesto punto final al nuevo disco. Ya lo tenemos todo a punto para el lanzamiento.

-¿En serio?

-Pues claro que en serio. Ya iba siendo hora, ¿no crees?

-Pues sí...-sonrió ella.-Os ha llevado más tiempo del que esperabais.

-Dímelo a mí...-suspiró Ringo.-Pero la verdad es que ha quedado bárbaro. Yo creo que funcionará bien.

-Seguro que sí. Además, ¿qué de lo que hacéis vosotros no funciona?

Ringo soltó una risa divertido.

-Supongo que tienes razón.-contestó al fin.-Por cierto... Mañana para celebrarlo he invitado a John a comer a casa, supongo que no te parecerá mal, ¿no?

-¡Cómo me va a parecer mal! Tengo ganas de verlos ya. Hace ya demasiado que no veo a Chris.

-Sabía que te gustaría la idea.-dijo Ringo pasándole la mano por el pelo.-¿Sabes? Hace algunas semanas que veo a John así como... ido... Y es nombrarle a Chris y... no es que se ponga raro, pero... no sé...

-¿Qué quieres decir?-preguntó ella extrañada. Era la primera noticia que tenía acerca de que las cosas entre esos dos no podían ir del todo bien.

-No sé, Mary.-contestó el chico.-Pero me parece muy raro todo esto... Por eso quizá he decidido invitarlos. Quizá les haga bien airearse un poco.

-Me parece una idea estupenda.-respondió Mary sin poder ocultar una nota de preocupación en su voz.-Además, esos dos últimamente han estado demasiado cerrados en ellos mismos y conociéndolos estarán todo el día peleándose por tonterías. Lo mejor que pueden hacer es venirse aquí aunque sólo sea para una comida y desconectar un poco...

-Así es.

-En fin...-suspiró ella.-Espero que no sea nada...

-Sea como sea,-sentenció Ringo.-mañana lo veremos.


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Paul le dio una última calada a su cigarrillo y lo aplastó contra el cenicero que había sobre la mesa. Después, dio un sorbo a su whisky y miró de nuevo hacia el escenario del Bag O'Nails. Pero sus ojos no se posaron en Georgie Fame ni en ninguno de los músicos. Y es que, pese a que estaban haciendo una actuación genial, a Paul en aquellos momentos no le interesaba demasiado la música. No. Él estaba demasiado ocupado fijándose en aquella chica rubia que estaba a los pies del escenario como para prestar atención a lo que Fame estaba haciendo. No es que fuera de una belleza despampanante, de esas que le llamaban la atención a primera vista, pero lo cierto era que aquella chica tenía algo...

Lo primero que le había llamado la atención de ella era el hecho de que no la conocía de nada. Y sin embargo, allí estaba ella, con The Animals, charlando animadamente con ellos y disfrutando de la actuación. Casi sin darse cuenta, la curiosidad por aquella rubia había ido en aumento y allí estaba él, a pocos metros de ella y sin perderle el ojo ni un solo instante.

-¿Qué te pasa, Paul?

Por toda respuesta, Paul miró a su amigo Dudley y sonrió a la vez que negaba con la cabeza.

-Nada...-contestó él sin más.

No obstante, a Dudley no le valió aquella respuesta y largó una sonora carcajada.

-Para mí que lo que te pasa tiene una melena rubia...

-Podría ser.-sonrió Paul pícaramente a la vez que miraba de reojo hacia el lugar donde estaba la chica.

De repente, la música dejó de sonar y Georgie Fame se despidió de los asistentes.

-¿Vas a ir a saludarle?-preguntó de pronto Dudley.

-Supongo... Por lo menos presentarme, no me gustaría que se fuera así, sin más.

-¡No me refería a la chica!-exclamó su amigo empezando a reír de nuevo con ganas.-Me refería a Georgie.

-Ahm.-masculló Paul sin poder dejar de sentirse algo avergonzado.-A Georgie como que paso... Ya lo saludé la otra vez y...

-Y ahora tu lista de prioridades está centrada en otra cosa.

Paul simplemente le dedicó una sonrisa y se puso en pie.

-¿Adónde vas?-preguntó su amigo extrañado.

-A saludar a la chica. Míralos... Están levantándose y no quiero que se vayan sin por lo menos saber su nombre.

Efectivamente, el grupo de gente con el que se encontraba la misteriosa chica se estaba empezando a levantar de sus asientos. Con paso decidido, Paul se acercó hacia ellos haciendo caso omiso del comentario sarcástico que le lanzó Dudley, comentario que ni siquiera logró llegar a entender.

-Hola.-saludó como si aquello fuera lo más normal del mundo plantándose justo detrás de la rubia.-¿Cómo estás?

La chica se volvió lentamente hacia él y, pese a que pareció reconocerlo al instante, no hizo el menor aspaviento. Sonreía.

-Bien, supongo.

-Me alegro.-dijo él sintiéndose poniendo una de sus mejores sonrisas.-Soy Paul.

-Yo Linda.-se presentó ella.

-¿Qué estás haciendo?

Nada más decir aquello, Paul se sintió como el tío más imbécil del planeta. ¿Qué le pasaba? Se estaba comportando como un adolescente tonto que no sabe qué hacer ante la chica que le gusta... Jamás, ni cuando era un chavalín, había hecho un intento tan burdo para entablar conversación con nadie. Afortunadamente, ella pareció no tomarse a mal el comentario y, lejos de huir de allí, lanzó una risita divertida.

-Supongo que lo mismo que tú.-rió finalmente.-Ver la actuación con unos amigos, ¿no?

-Sí, supongo...-masculló él sintiéndose más y más tonto por momentos.-Y... ¿os marcháis ya?

-Sí. Los chicos han comentado de seguir la fiesta en otro lugar, así que

-Nosotros nos íbamos al Speakeasy.-se apresuró a decir Paul antes de que Linda diera por zanjada la conversación y se largara de allí sin más.-Si os apetece venir... El local está muy bien y estoy seguro de que tus amigos lo conocen y de que, además, les gusta.

-La idea no suena mal.-sonrió la chica.-Además, no he ido nunca a ese sitio y...

-Es un lugar genial.-la interrumpió de repente Eric Burdon por detrás. Paul le lanzó una mirada entre asesina y agradecida. Y es que no sabía si agradacerle el hecho de que se mostrara de acuerdo con ir con ellos o querer ahorcarle por aquella interrupción.-Nos apuntamos. Por cierto, Paul, ¿qué tal?

-Bien.

-Genial.-dijo Linda.-¿Y cómo hacemos para ir? Los coches y todo eso, ya sabéis...

-Si quieres tú te puedes venir en nuestro coche.-se apresuró a contestar Paul antes de que a Eric ni siquiera le diera tiempo a abrir la boca.-Nosotros somos sólo dos y ellos son más... Supongo que así estaremos todos más cómodos.

La sonrisilla picarona que le lanzó Eric por detrás dejó en evidencia que sabía qué tramaba Paul. Aquel gesto, inconscientemente, le hizo sentirse más aliviado; si sonreía, significaba que tenía el camino completamente libre para con ella.

-Me parece bien.-convino Linda.-Vamos a ver si ese sitio del que habláis vale tanto la pena o no.

-Te aseguro que sí.-sonrió Paul volviendo a recuperar la compostura de seductor que parecía haber olvidado desde que había cruzado las primeras palabras con ella.-Ya verás como te gusta. Palabra.

****************************************

-¿Y cómo puede ser que siendo fotógrafa como eres jamás te haya visto?-preguntó Paul acercándose disimuladamente hacia ella.

Linda no se movió ni un centímetro.

-No es fácil acercarse a los archiconocidos Beatles...

-¿Cómo que no lo es?

-Al menos en Estados Unidos no lo era mucho.

-Pero ya ves que Londres es distinto... Aquí me tienes, a uno de esos archiconocidos Beatles.

-Me faltan todavía tres más.

-¿Y a ti te importan los otros tres?-preguntó él en tono seductor.

-Puede.

Paul soltó una risita por el tono en que ella había dicho aquello último. A aquellas alturas de la noche, no podía negar que Linda había empezado a gustarle, y mucho. Era bonita, interesante y se sentía tremendamente cómodo hablando con ella. Además, aquel coqueteo constante en el que habían caído ya los dos desde hacía un buen rato lo envalentonaba y lo decidía todavía más.

De pronto, una canción que jamás había escuchado empezó a sonar en el Speakeasy. Linda levantó la mirada y entrecerró los ojos.

-Es bonita.-dijo ella en voz baja.-¿Sabes qué es?

Paul negó con la cabeza.

-Jamás la he escuchado... Debe ser un nuevo lanzamiento o algo así. Pero sí, es muy bonita.

-Excusas.-sonrió ella.-Tú como súper músico deberías conocerla...

-Quizá sea algo nuevo de Steve Winwood que acaba de salir al mercado... Aquí siempre están a la última con todo esto.

-Sea como sea, es genial.-susurró ella cerrando los ojos.

Él la miró y esbozó una sonrisa tierna. Estaba muy bonita así, con los ojos cerrados y dejándose llevar por las notas de aquella suave melodía. La canción terminó justo cuando él estaba empezando a embelesarse más de la cuenta. Linda, casi de repente abrió los ojos y lo miró de menara penetrante.

-Estoy cansado de andar por ahí...-susurró Paul de repente sin saber ni por qué lo decía.-¿Te apetece que vayamos a un sitio más tranquilo?

La chica frunció ligeramente el ceño antes de decir nada.

-¿Un sitio más tranquilo como cuál?

-Por ejemplo... Mi casa.

La expresión seria que le dedicó Linda hizo que por poco Paul se arrepintiera de la invitación. No obstante, casi de manera inmediata, la chica volvió a dibujar una sonrisa en su cara.

-Sólo si después me llevas de regreso a mi hotel.

-Hecho.-contestó él sin poder evitar sonreír de manera triunfal.-Cuando tú quieras te llevaré adónde quieras.

Ella sólo asintió con la cabeza y, entonces, sin decir nada a nadie, agarró la mano de Linda de manera delicada y los dos salieron del Speakeasy. Era hora de continuar con todo aquello de una manera más relajada.

***********************************

Hacía un día estupendo. Por fin, después de días y días en los que la lluvia no había dado tregua alguna, el sol se había dignado a salir y brillaba con todo su esplendor en el cielo primaveral. Ringo no había podido escoger un día mejor para invitar a John y a Chris a comer a su casa. Casi como si aquel pensamiento los hubiera invocado el Rolls negro de John apareció por el camino de entrada de Sunny Heights.

-¿Ya han llegado?

La preguntó Ringo que había salido justo en esos momentos del interior de la casa.

-Sí.-contestó ella.-Con una extraña puntualidad muy poco propia de estos dos.

John y Chris bajaron del coche casi a la vez que Mary acababa de pronunciar estas últimas palabras. La chica los miró intentando vislumbrar algo de la "rareza" a la que había hecho referencia Ringo el día antes. Los dos avanzaban hacia ellos, agarrados de la mano, sonrientes, y aparentemente felices. No obstante, había algo que no encajaba... Algo en sus miradas, o quizá en su forma de caminar, hacía que algo chirriara a ojos de Mary.

-Hola, pareja.-saludó Ringo cuando se acercaron.

-Hola.-le respondieron los dos casi al unísono.

-A ver estos dos desagradecidos de los que hace días que no sé nada.-bromeó Mary medio en serio medio en broma.

-Lo mismo digo, señora casada.-contestó Chris acercándose hacia ella y dándole un fuerte abrazo.-Espero que ya estés recuperada del todo.

-Sí, ya estoy mucho mejor.-respondió ella intentando mantener la compostura. Se encontraba mejor, sí, pero eso de recuperarse del todo no lo haría hasta dentro de nueve meses.

-Espero que este te haya cuidado bien.-sonrió Chris mirando hacia Ringo.

-No te imaginas lo bien que cuido a mi princesa, Christie.-le respondió el chico guiñando un ojo.-Normal que ya esté recuperada.

-Me alegro yo también de escuchar eso.-intervino John, que hasta el momento se había mantenido callado.-Rich estaba preocupado.

-¿Lo estabas?-bromeó Mary mirando hacia su marido.

Aquel comentario hizo que todos arrancaran en una carcajada.

-Bien, chicos.-dijo Ringo al cabo de unos segundos.-Espero que hayáis venido con hambre... Mary ha hecho comida para un regimiento.

-Tranquilos. No dejaré que sobre nada.

-Sabía que podía contar contigo, Lennon.

Dicho esto, los cuatro entraron en la casa mientras hablaban sin parar sobre la inminente comida. Mary volvió a mirar a sus dos amigos. Parecía que aquella cosa extraña que había percibido entre los dos había desaparecido por completo.

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La comida transcurrió increíblemente rápida para Chris. Era increíble comprobar el efecto balsámico que tenía el hecho de estar con sus amigos; incluso con John las cosas parecían menos tensas. Ya hacía días que necesitaba aquello: respirar, salir de la atmósfera agobiante que reinaba en su casa, con él.

Después de la inmensa discusión que habían mantenido y de que John volviese a casa colocado hasta las cejas con ácido, las cosas no habían vuelto a ser igual. No es que hubieran discutido nuevamente, que hubierahabido gritos ni reproches, ni nada por el estilo, al día siguiente. Sólo había habido silencio y aquello había sido infinitamente peor que las grandes discusiones. Un silencio medio arrepentido por parte de él; un silencio de decepción por parte de ella. Y después, cuando aquel silencio se había convertido en una cargante rutina, John había vuelto a hacerlo. Dos días después, al volver a casa del trabajo, Chris lo había pillado de nuevo en pleno viaje con LSD. Lejos de montarle un número se retiró a la habitación a leer, aunque acabó llorando. Y al día siguiente, cuando volvió a encontrarlo así de nuevo, volvió a llorar. Y al siguiente, y al siguiente... Y después, cuando se le pasaba el colocón, siempre lo mismo: John se disculpaba, la colmaba de frases bonitas, incluso le hacía el amor con cuidado, regocijándose en sus besos y en sus caricias a la vez que le pedía una y otra vez perdón. Pero, pese a todo aquello, Chris tenía la sensación de que todo, todo lo que habían construido los dos juntos, todo lo que había hecho con la persona a la que más quería en el mundo, se estaba empezando a derrumbar de una manera lenta, sí, pero imparable. Y sin lugar a dudas, esa impotencia, ese no saber qué hacer para volver a hacer que todo fuera como antes, era la sensación más odiosa del mundo.

Casi sin que ella se diera cuenta, John y Ringo salieron al jardín y se las dejaron a Mary y a ella solas.

-¿Qué pasa, Chris?

La pregunta de su amiga la pilló por sorpresa, aunque pronto reaccionó.

-¿A mí?-preguntó sonriendo.-Nada.

-No te lo crees ni tú, Christine.-suspiró Mary.-Estás preocupada, se te nota. ¿Ocurre algo?

-No pasa nada, Mary.

-Llámame insistente si quieres... Pero sólo te he visto una vez con esa expresión sombría en el rostro desde que te conozco. Fue hace más de un año, cuando te diste cuenta de que querías a John pero no querías nada con él porque estaba casado.

-Menos mal que no quería nada con él, ¿eh?-comentó ella en tono amargo.-Míranos ahora.

Mary guardó silencio durante unos segundos en los cuales la escrutó con la mirada. Chris, incómoda, apartó la vista  de su amiga y miró por la ventana. Afuera, John y Ringo miraban el Rolls de John con curiosidad.

-¿Es John, verdad?

Christine apretó la mandíbula con fuerza, intentando mantener a raya las lágrimas que tenía ganas de derramar, y asintió con la cabeza lentamente.

-Todo se va a la mierda.-susurró al cabo de unos segundos.-Todo. Y yo no sé qué hacer, no tengo ni idea.

-¿Ha ocurrido algo?

-Sus celos y la mierda del puto ácido.-respondió ella con dolor.-Por culpa del maldito LSD se está convirtiendo en otra persona, no es John.

-¿Pero lo has hablado con él?

-¿Y de qué serviría?

-Chris...-masculló Mary acercándose hacia ella.-Tranquilízate. Los dos os queréis, no he visto nunca a una pareja que lo haga tanto como lo hacéis vosotros. Sólo es una mala época que pasará, ya lo verás.

-Esta mala época se está alargando demasiado...-susurró ella.

-Ten confianza.-la intentó consolar su amigo.-Seguro que en poco tiempo las cosas vuelven a ser como antes.

-Ojalá tengas razón.

-La tengo.-afirmó Mary.-Y... Si te sirve de consuelo no eres la única que tiene la cabeza hecha un lío.

-¿Qué pasa?-preguntó Chris mirándola, intrigada.

Mary lanzó un suspiro antes de continuar.

-Te acuerdas de que no me encontraba bien, ¿no?

-Por supuesto que me acuerdo.-respondió ella empezando a temerse lo peor.-¿Te pasa algo... malo?

-No, no es nada malo.-contestó Mary dibujando una sonrisa distante en la cara.-Pero sí impactante. La verdad es que ni yo misma me hago a la idea...

-¿Pero qué...?

-Chris... Estoy embarazada.

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-Joder... Un coche así y tiene la carrocería hecha una piltrafa...-masculló Ringo mirando el Rolls de John con detenimiento.-¿Cómo se te ha hecho así?

-Está así desde que vinimos de España.-contestó John.-Les dice que se quemó, por la arena caliente y todo eso...

-Pues menuda putada. ¿Has pensado en pintarlo de nuevo?

-Por supuesto que lo he pensado... El día menos pensado lo envío a la fábrica y listo. Pero...

-¿Pero qué?

-He pensado en cambiarle el color.-respondió él.-Creo que me he cansado ya de este negro. A veces Chris bromea diciendo que es el coche de la funeraria, pero en el fondo tiene razón.

Ringo soltó una sonora carcajada cuando escuchó aquello.

-Supongo que sí. Un aire a los coches fúnebres sí que tiene. ¿Ya has elegido el nuevo color?

-Ni idea. Pero negro, no.

-Y...-empezó a decir Ringo pero, después, pareció pensárselo mejor y dijo:-No, déjalo, es una tontería.

John le dedicó una mirada interrogativa.

-¿Qué?

-Te he dicho que es una chorrada... Era sólo una idea que se me ha pasado, pero es una tontería...

-Tontería o no, dila.-sonrió John.-No sería la primera vez que dices una, así que no me asustaría.

-Gracias, capullo.-rió Ringo.-Está bien... Verás, iba a proponerte que hicieras... No sé, algo parecido a lo que ha hecho Paul con su piano.

-¿Cómo?-se extrañó él, que no tenía ni idea de adónde quería ir a llegar su amigo.

-Sí, hombre. El piano. Se lo pintó Dudley, con motivos psicodélicos.

-¿Me estás proponiendo que pinte mi puto Rolls Royce con motivos psicodélicos?-preguntó John a la vez que lanzaba una risotada.

-Te dije que era una tontería...-masculló Ringo, a todas luces avergonzado.

-¡No!-exclamó John de repente.-¡No es ninguna tontería!

-¿Qué?

-Lo que has oído, que no es ninguna tontería. De hecho, es la mejor idea que he oído en los últimos meses.-contestó John.-Un Rolls psicodélico... ¡Me gusta!

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-¿Me estás diciendo que estás embarazada y que Ringo no lo sabe?-casi gritó Chris.

-Mmmm... Sí.-contestó ella sin poder evitar sentirse avergonzada.

-¿Y a qué esperas para decírselo? ¿A que nazca?

-Sólo esperaba el momento adecuado para...

-Mary. Estás casi de dos meses y hace muchos días que lo sabes. Creo que el momento adecuado es éste.

-No me agobies.-se quejó ella que, aunque supiera de sobras que su amiga tenía razón, no podía dejar de sentir ese nudo en la garganta cada vez que pensaba en cómo debía decírselo a él.-Sólo que... No sé. Ni yo misma me hago a la idea... ¿Cómo va a hacérsela él? Llevamos muy poco tiempo casados y esto no entraba en nuestros planes aún. ¿Y si se lo toma a mal?

-¿Pero cómo se lo va a tomar a mal? ¡Estamos hablando de Ringo! Seguro que se lo toma genial. Es más, apuesto a que la noticia le hace muchísima ilusión.

Mary soltó un suspiro nerviosa y miró a su amiga. Quizá tuviera razón...

-¿Tú crees?

-Si no lo creyera no te lo diría.-contestó Chris dibujando una inmensa sonrisa en su cara.-Díselo, ya verás como...

Pero Chris no pudo acabar de decir las últimas palabras de la frase porque, de pronto, John y Ringo entraron en el salón. Aquello hizo que las dos chicas pararan de repente con su conversación.

-¿A qué no sabes la idea que ha tenido este figura?-preguntó John dirigiéndose hacia Chris.

Mary los miró y por un momento olvidó la conversación pendiente que tenía con Ringo. En aquellos momentos parecía que aquellos dos no estuvieran atravesando por ningún tipo de problema.

-No.-respondió ella.-A ver, sorprendedme.

-Ha propuesto que pintemos el Rolls con motivos psicodélicos.

Las dos chicas soltaron una sonora carcajada.

-Y tú vas a hacerlo, ¿me equivoco?-preguntó Chris divertida cuando acabaron de reír.

-Si a ti te gusta la idea...

-Parecerá un coche de funeraria de colores.-bromeó ella.-Pero... me gusta esa locura.

-Y yo que pensaba que había dicho una tontería...-rió Ringo.-Y estos dos van y se lo toman en serio.

-Por supuesto que sí, Starkey.-respondió John.-Aunque parezca que no, siempre tenemos en cuenta tus opiniones.

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Chris y John aún habían tardado más de una hora en irse pero, al fin, los habían dejado solos. Allí estaban los dos, sentados en el salón y viendo una película mala del Oeste que estaban dando por la tele. Mary sabía que había llegado el momento de decírselo, que debía hacerlo. Al fin y al cabo, Chris tenía razón: lo más probable era que se lo tomara a bien, así que... ¿para qué preocuparse?

Haciendo de tripas corazón, la chica agarró aire.

-Rich...-empezó a decir con un hilillo de voz.

Él se volvió hacia ella y la miró, extrañado.

-¿Pasa algo, princesa?

-En realidad... sí.-respondió ella notando como el tono le empezaba a temblar.-Tengo que decirte algo.

Con un gesto rápido, Ringo apagó la televisión y clavó sus ojos azules en ella.

-¿Qué quieres contarme?

-Verás....-susurró.-Te... te... te... mentí.

-¿Me mentiste?

-Sí... Lo hice. Es sobre los análisis que me hizo el doctor Thompson... En realidad ya sé los resultados, me llamó a consulta un día que tu estabas en el estudio y...

-¿Me has ocultado los resultados de los análisis?-preguntó él entre sorprendido y enfadado.

-En realidad tenía miedo a decírtelo...

-Mary... Me estás asustando.-dijo él en tono grave.-¿Qué ocurre con esos análisis? ¿Qué te dijo el médico?

-Pues que... que...

-¡¿Qué?!

La chica agarró aire y cerró los ojos. Fuera como fuera no quería ver la reacción de Ringo.

-Estoy embarazada. Estaré de unos dos meses.

Un silencio sepulcral se hizo en la estancia. Mary se mantuvo así, con los ojos cerrados, durante unos segundos más hasta que la angustia por saber cómo se lo había tomado él pudo con ella y los abrió, temiendo encontrarse ante ella a un pobre Rich fuera de lugar. Pero, una vez más, Mary se equivocó. Allí, delante de ella, tenía al chico más feliz del mundo. Ringo sonreía, sonreía abiertamente y sus ojos brillaban de una manera exagerada... ¿lágrimas, tal vez?

Antes de que ella pudiera decir nada, el chico la agarró por la cintura y le dio el beso más largo y dulce que jamás le había dado.

-Joder... Vamos a ser padres.-susurró él cuando se separó de ella.-Vamos a ser padres. ¡Es fabuloso!

Y entonces Mary sintió como ese mar de dudas que había tenido dentro hasta hacía tan sólo unos segundos, se disolvía por completo. Iban a ser padres y aquello era motivo de felicidad. De mucha felicidad. Miró a Ringo a los ojos, feliz. Era la primera vez que lo veía llorar. Y lo mejor de todo era que lo estaba haciendo de pura alegría.

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Gwen caminaba alegremente junto con una sus compañeras de facultad hacia la siguiente clase. Sin saber cómo, la conversación había derivado hacia las clases de sitar de George y hacia las clases de meditación que ella había tomado hacía tan sólo unos meses.

-¿Te va todo ese rollo?-preguntó su amiga Donna.

-Bueno... Es interesante.-respondió ella sin saber muy bien si su amiga consideraba todo aquello como una chorrada.

-Yo jamás he probado nada de eso, pero dicen que está genial, que te ayuda a ser tú misma.-concluyó la chica para alivio de Gwen.

-Sí... Yo no es que tampoco esté muy iniciado, pero... sí, va bien.

-Pues dicen que ahora ha venido a Londres un tipo que sabe un montón de todo eso...

-¿En serio?

-Sí... Lidera una especie de movimiento espiritual o algo así, hindú, ya sabes.-continuó Donna.-Un par de amigos míos han ido a sus reuniones y dicen que no está mal. No te exige nada del otro mundo, excepto meditar media hora al día o algo así.

-Vaya... No tenía ni idea... ¿Sabes cómo se llama?

-Algo de Yogi... Como el oso de los dibujos animados.

Gwen no pudo evitar soltar una carcajada cuando su amiga hizo aquel comentario.

-No sé si me inspira mucha confianza un tipo que se llame como un personaje de dibujos animados...-bromeó.-Pero bueno... Todo es cuestión de ver qué dice...

-Sí, en eso tienes razón, si no lo escuchas no sabes si... ¡Mierda! ¡Ya han cerrado la puerta de clase!

Y sin ni siquiera acordarse de lo que acababan de hablar, las dos chicas empezaron a correr por el pasillo para llegar a su clase de pintura. En aquellos momentos, el evitarse el discurso sobre la irresponsabilidad que conllevaban los retrasos a clase del profesor, era su principal prioridad.






Hola, nenas! Aquí vengo yo con un capi que me ha costado sangre escribir y por el que medio pido disculpas por si es así como una... ¿mierda? Lo primero que os quería decir a todas es que muchas gracias, muchas gracias por vuestros comentarios en el capi anterior y por vuestras muestras de apoyo en las notas. De verdad, me alegró mucho ver como hay lectores nuevos, que les gusta esto, como Zingara (Un súper beso desde aquí) y que el resto ahí estáis, apoyando aunque, por fortuna, no supierais mucho a qué santo venía todo aquel discurso que os solté. Digamos que con aquello sólo quise dejar las cosas claras y que creo (y espero) haberlo dejado todo con una claridad meridiana para quien se lo tenía que dejar. También quería hacer una mención especial a Patricia, una mención para tranquilizarla más que nada, jajaja. Pobrecita, no te apures. No me sentí mal por tu pregunta del capítulo anterior, nada más lejos de la realidad. De hecho, me alegró el leerla porque bien saben algunas personas de las que leen esto que esa nota iba a publicarla de antes de Navidad, diciendo exactamente lo mismo. Tu pregunta sólo hizo que por fin me decidiera a hacerlo, así que supongo que hasta debo darte las gracias ;)

Y en fin, yo ya me despido. Un saludo y hasta pronto! :D