lunes, 13 de febrero de 2012

Capítulo 30: Lo que pudo haber sido

Chris miró el teléfono que sonaba de manera insistente otra vez y se tapó con la manta hasta la cabeza, como si aquello pudiera evitar que dejara de escuchar aquel horroroso sonido que le perforaba la cabeza y la hacía sentir fatal. Después de un buen rato, por fin paró. La chica volvió a destaparse y se revolvió el pelo, nerviosa.

Estaba sola en casa, agradeciendo eternamente que Paul se hubiera marchado temprano, tirada en el sofá tapada con una manta y con un aspecto horrible. El exceso de marihuana de la noche anterior se había cebado con ella aunque por lo que peor se sentía era por lo que le había pasado con John. No había dormido para nada, pensando en él, en todo. Primero estuvo pensando en cómo se había comportado, en sus celos enfermizos, en su carácter casi agresivo que muchas veces la llegaba a asustar, aunque ella eso no lo iba a admitir jamás abiertamente. Pero después no pudo y se desarmó. Acabó pensando en lo mucho que lo quería, en cómo era de dulce cuando estaban los dos solos, en sus tonterías que la hacían reír, en la manera en que la besaba, en sus caricias… Y aquello, sin lugar a dudas era una mezcla horrorosa. John parecía combinar a la perfección todo lo que ella amaba y despreciaba en una misma persona.

Por eso, cuando poco después de llegar a casa se le había pasado el colocón, se había puesto a llorar como una loca, hecha un mar de dudas, sin saber qué hacer. Y también por eso se negaba a descolgar aquel teléfono que sonaba cada cinco minutos. Sabía que era él, como también sabía que sólo era cuestión de tiempo que se presentara en Cavendish Avenue, pero no se sentía con las suficientes fuerzas como para ser capaz de mantener una conversación con él sin caer en sus brazos como una tonta o acabar peleándose de nuevo como si fueran dos leones furiosos.

Volvió a acomodarse en el sofá y se puso bien la bata. Todavía llevaba el pijama puesto, y eso que era ya más del mediodía. Justo en ese preciso momento, oyó como la puerta de casa se abría.

-Hola Chris.-saludó Paul entrando en el comedor.

-Hola.

El chico se quedó mirándola de arriba a abajo y frunció el ceño.

-Demasiada marihuana.-le aclaró Christine con voz pastosa.

Paul lanzó un suspiro y se sentó a su lado.

-Y una discusión demasiado fuerte, ¿no?-dijo fijando la vista en ella.-Me lo ha contado.

Chris se giró y lo miró confusa. Jamás hubiera imaginado que John le correría con el cuento a su hermano tan pronto.

-Está histérico.-continuó Paul.-Ha venido buscándome preguntando por ti y me lo ha contado todo.

-No me apetece hablar de ello, entiéndeme, ¿vale?-le cortó Christine en un repentino arrebato de sinceridad.

-Ya sabía yo que esto acabaría ocurriendo…-dijo Paul apoyando la espalda en el respaldo del sofá.-Sois los dos demasiado iguales como para ser compatibles y…

-No hemos roto, Paul.-le cortó Christine mirándolo con los ojos muy abiertos, sorprendida porque su hermano daba ya por hecho que no estaban juntos. ¿Acaso John le había dicho eso?

-Creo que la frase “no voy a perder ni un minuto más de mi vida contigo” no tiene otra interpretación posible… Porque tú le dijiste eso a John, ¿verdad?

Chris sintió como la sangre se le helaba en las venas. Sí, Paul tenía razón. Y  ella ni siquiera había pensado en el significado real de aquellas palabras. Simplemente lo había dicho sin pensar, como la auténtica bocazas impulsiva que en realidad era. Iba a contestar cuando de repente el teléfono volvió a sonar y Paul se levantó apresurado a responder. La chica lo miró a sabiendas de a quién se iba a encontrar al otro lado de la línea.

-¿Sí?-preguntó nada más descolgar.-Hola John… ¿Chris?... Espera un momento.

Paul tapó el micrófono del teléfono con la mano y miró a Chris.

-Quiere hablar contigo.

-Dile que no estoy, invéntate algo.-se apresuró a contestar ella, aún aturdida por la conversación que había tenido con su hermano.

Paul la miró severamente y destapó de nuevo el teléfono.

-¿John?-dijo de nuevo.-Sí que está, ahora se pone.

Christine lo miró con cara de pocos amigos, sin creerse lo que Paul acababa de hacer.

-¡Pero…!-empezó a protestar.

-No voy a meterme en esto. Arreglad las cosas o rompedlas definitivamente.-dijo él tapando de nuevo el micrófono y tendiéndoselo.-Si no hablas con él, no parará, lo conozco. Y yo, como siempre, estoy en medio…

Paul le tendió el teléfono y Chris lo agarró de mala gana mientras su hermano salía discretamente de allí y la dejaba sola.

-¿John?

-¡Chris, pequeña!-exclamó él al otro lado de la línea. Parecía desesperado.-Llevo todo el día queriendo hablar contigo… Lo de anoche…

-Lo de anoche, sí.-suspiró ella.

-Veámonos, cariño, por favor.-continuó él atropelladamente.

-No, John. Ahora no.-fue todo lo que fue capaz de articular ella.

-Chris, por favor… No soporto pensar que tú y yo… ¡Simplemente no puedo, joder! ¿Sabes lo que soy sin ti, eh? ¿Lo sabes? No soy nadie...

La chica lanzó un suspiro. Sí, él había dado por supuesto que lo había dejado la noche antes. Ahora le tocaría aclarar las cosas.

-Anoche te comportaste como un cerdo delante de todo el mundo.-dijo al fin sin saber muy bien por dónde continuar.-Pero eso no significa que… que… Mira, John, creo que tú has malinterpretado las cosas…


-No entiendo a qué te refieres, Chris…-masculló John confuso al cabo de unos segundos.-¿Qué es lo que he malinterpretado?

Chris tragó saliva. La respuesta era clara y sencilla. Con un simple “yo no he roto contigo por lo de anoche” era suficiente, pero aun así no quería pronunciar aquellas palabras. Pronunciarlas, desde su punto de vista, supondría restarle importancia a lo ocurrido la noche anterior y, a decir verdad, John se merecía un escarmiento. No podía comportarse así con ella y debía entender aquello.

-Me enfadé muchísimo, todavía lo estoy.-contestó ella.-Y me va a costar un tiempo olvidar lo ocurrido, pero…

-Cariño, no volverá a suceder, te lo juro.-le cortó John, que había adquirido un tono de voz más jovial que el de hacía unos segundos.-De todas maneras creo que te debo una disculpa en persona, pequeña.

-Quizás sí que deberíamos hablar seriamente…-respondió la chica de mala gana.-Pero seriamente, John. Sin reconciliaciones relámpago ni discusiones como la que tuvimos anoche…

John calló unos segundos. Chris ya lo conocía lo suficientemente bien como para saber que en aquellos momentos habría borrado de manera automática la sonrisa de su cara. Pero, pese a que le daba hasta algo de lástima, no iba a dejar pasar el asunto tan fácilmente…

-Está bien, Christie, está bien. Esta misma tarde me pasaré por allí y hablamos, sin discusiones. Te lo prometo.

-Mejor pásate mañana, John.-le respondió ella.-Hoy no me encuentro muy bien y la verdad es que…

-De acuerdo…-dijo él en tono derrotista.-Cuando quieras.

-Vale, John. Hasta mañana.

Chris colgó el teléfono después de escuchar el “te quiero” que le lanzó él y se dejó caer de nuevo en el sofá. Tenía todavía muchas, demasiadas cosas, en las que pensar.

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Cynthia miró detenidamente a su todavía marido bajar las escaleras. Parecía confuso e incluso algo ido, pero no dijo nada y se limitó a ver de reojo como pasaba por su lado sin decir nada en dirección al jardín. Quizás iba colocado de LSD.

Pese a que compartían casa aún, apenas se cruzaban una palabra desde que se había puesto en marcha el divorcio. Sólo lo justo y, a veces, ni eso. La verdad era que para Cyn aquello se estaba convirtiendo en una auténtica tortura. Y es que, aunque muchos días ni siquiera llegara a ver a John, notar su presencia en la casa era sumamente incómodo, sobre todo en las ocasiones en las que lo veía o lo escuchaba jugar con Julian, una cosa que de cada vez era menos frecuente. Había otra mujer, eso lo sabía a ciencia cierta. John incluso lo había admitido, pero ella aún no sabía quién era. No obstante, tenía la sensación de que el hermetismo de John en aquel sentido era una inequívoca señal de que la conocía.

Unos acordes de guitarra en el porche trasero de la casa, donde él normalmente se pasaba horas y horas, hicieron que Cynthia volviera en sí. Aquello, que siempre le había encantado, ahora la ponía histérica, como tantas y tantas cosas de él que durante años había visto con simpatía y que ahora se le antojaban, simple y llanamente, insoportables.

Jamás había pensado que llegaría a desear aquello, pero en esos momentos, Cynthia Lennon tenía unas ganas locas de que, en un par de semanas, por fin hicieran público su divorcio y John abandonara Kenwood definitivamente. Quizás había llegado el momento de reemprender una nueva vida junto con su hijo.

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-¿En serio?-preguntó Alice emocionada ante la noticia que su novio le acababa de dar.-¡Eso es fantástico! ¡Tengo muchas ganas de verte!

-Y eso que no hace ni dos semanas desde que volví a Londres…-rió Paul divertido.-Aunque si te digo la verdad… me han parecido meses.

-Paul…-murmuró Alice cariñosamente, cosa que hizo que él esbozara una sonrisa tierna.-¿Y cuándo vas a venir, viernes o sábado?

-Supongo que viernes antes de cenar ya estaré allí. No tenemos gran cosa qué hacer esta semana, así que podré salir hacia Liverpool pronto y quedarme allí una semanita o así…

-Pues prepárate, Paul McCartney.-rió Alice al otro lado del teléfono.-Porque tengo pensados un montón de planes para que hagamos juntos durante esta semana…

-A ver si me vas a cansar más que cuando estamos de gira…-bromeó Paul.

-Te cansaré, pero no cantando precisamente…

-¡Alice!-exclamó Paul divertido captando enseguida las segundas intenciones de la chica.-No me esperaba eso de ti… Te hacía por una chica más buena…

-Las apariencias engañan…-le siguió la broma Alice.

-No engañan, preciosa.-le cortó Paul.-Eres muy buena, demasiado quizás.

Alice rió con el comentario, aunque Paul lo había dicho totalmente en serio. Jamás había mantenido una relación con alguien tan estable y tan buena persona como ella. Todavía no conocía ningún defecto de Alice e incluso a veces tenía la sensación de que era completamente perfecta en todo. Sí, así era: lo suyo con Alice era demasiado bonito como para ser verdad.

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Ringo examinó bien el catálogo de muebles y accesorios de decoración que tenía delante de él. Desde que Mary le había dicho que sí que se iba a ir a Londres en menos de un mes, se había propuesto hacer de su piso en Montagu Square un lugar a la última, con todas las comodidades habidas y por haber, en el que su novia se sintiera mejor incluso que en su propia casa. Ya que no podía tenerla en Sunny Heights al menos la agasajaría con un piso que todo el mundo envidiaría.

-¿Qué te parece este sofá, George?

George, que se estaba comiendo un trozo de pizza en aquellos momentos, miró hacia el sofá que Ringo le estaba señalando con el dedo.

-¿Es cuero?-preguntó el chico con la boca llena mientras lo miraba detenidamente.

-Hari, traga antes de contestar, haz el favor…-le reprendió Ringo divertido.

-Joder, Rich, lo siento…-contestó él, ahora sí, tragando antes de contestar nada.-Es que tengo un hambre atroz y esta pizza que tienes aquí está de muerte…

-Querrás decir que “estaba de muerte”.-le corrigió Ringo mirando hacia la caja de la pizza.

-¡Qué va! Si aún queda…-dijo George mirando también hacia la caja.-…un trozo.

-Me has dejado sin cena, máquina de tragar cosas.-rió Ringo.

-Eso te pasa por no ofrecerme nada para merendar…-le contestó George divertido.-Si no fueras tan mal anfitrión, yo no tendría que comerme tu cena.

Ringo y él soltaron una inmensa carcajada al unísono.

-Bueno, vale, para ti la razón…-claudicó Ringo al fin.-Mira el sofá este y dime si te gusta.

-Está bonito.-sentenció George mirándolo.

-Sí, yo también creo que a Mary le gustará…

Nada más escucharlo pronunciar aquellas palabras, George soltó un suspiro. Ringo se volvió extrañado a mirarlo. Parecía, ya no triste, sino más bien resignado.

-¿Ocurre algo?-quiso saber.

-No, nada…-contestó George.-Que tú pronto la vas a tener aquí, ¿no?

-Sí, vendrá dentro de tres semanas.-masculló Ringo aún intrigado por la actitud de George.

-Y Chris ya está aquí en Londres también…

-Sí, bueno, a la fuerza, pero está aquí.

-Ojalá yo también pudiera traerme a Gwen…

Ringo esbozó una sonrisa. Así que era eso… George sólo se había puesto así porque echaba de menos a su novia, aquella chica tímida y simpática que lo había enamorado como un tonto por primera vez en toda su vida.

-Alice también está allí, así que no eres el único.-dijo Ringo al fin.-Además, Paul y tú siempre estáis por Liverpool y las veis bastante, así que…

-No es sólo eso, Ringo…-le cortó George antes de que pudiera siquiera terminar la frase.

-¿Entonces?

-Es Gwen, me tiene preocupado.-contestó George sinceramente.

Ringo le miró extrañado, sin llegar a entender qué era lo que podía estar pasando.

-Hablo con ella todos los días y de cada día que pasa estoy más convencido de que no es feliz allí, ¿sabes? Siempre está hablando de Londres, de lo bonito que debe ser vivir en la capital, de la cantidad de cosas que se crean aquí en todas las artes… Y de lo sombrío y poco interesante que le resulta Liverpool. He pensado muchas veces en traerla aquí, conmigo, pero la verdad es que no sé como hacerlo sin levantar un enfrentamiento abierto con sus padres…

-Entiendo… Y no quieres que eso pase…

-Por supuesto que no.-contestó él.-Pese a que Gwen tiene unas ganas inmensas de irse de allí, adora a su familia. No quiero ser la causa de que acaben peleados.

-Y no lo serás, George. Te conozco demasiado y sé que jamás harías algo así.-le sonrió Ringo.-Sólo ten un poco de paciencia y si Gwen ha de venir a Londres, ten por descontado que vendrá y la tendrás aquí contigo…

-Supongo que tienes razón…

-Pues claro que la tengo.-le contestó Ringo en tono tranquilizador y, después, mirándolo y comprendiendo que su amigo necesitaba darle un giro a la conversación después de sincerarle con él, añadió en tono divertido:-Anda, Georgie, ayúdame ahora a elegir una lámpara para el futuro comedor de Mary…

*************************

A Mary no le costó para nada localizar a Alice en cuando entró en la cafetería de la facultad. Como siempre, estaba esperándola para desayunar en la misma mesa de siempre.

-Hola.-saludó sentándose frente a ella cuando llegó hasta allí.

-Hola-le respondió su amiga risueña.

Mary la miró fijamente. Estaba muy contenta esa mañana y tenía un brillo especial en los ojos.

-Oye…-dijo al fin poniendo una sonrisa pícara.-¿Y esa felicidad?

-Bah, Mary, no digas tonterías…-rió Alice mientras hacía un gesto con la mano.

-No digo tonterías, digo lo que veo.-insistió ella sin perder aquella sonrisilla.-Eso… Eso sólo se puede deber a uno que yo me sé…

-¡Eres una cotilla!-exclamó la chica divertida.-Está bien… Paul viene el viernes y se va a quedar una semanita por aquí…

Mary amplió su sonrisa alegrándose por ella y por Paul, aunque, no obstante, no pudo evitar pensar en Ringo… No le veía desde después de Navidades.

-¿Qué te pasa, Mary?-preguntó Alice mirándola con el ceño fruncido fijamente.

La chica miró a su amiga y esbozó una sonrisa, esta vez, un tanto amarga.

-Bueno…-contestó al fin.-Es que… Me pongo bastante nostálgica con todo esto. Ya tengo ganas también de vera Rich y…

-¿Y qué?

-Pues que según él esta semana “está demasiado ocupado” para poder venir a visitarme. Y sé que George iba a venir a ver a Gwen… Y ahora me dices tú lo de Paul y… no sé qué pensar.

-¡Oh, Mary!-le cortó Alice agarrándola de la mano.-No pienses esas cosas…

-¿Y qué quieres que piense si se comporta de una forma tan extraña?

-Escúchame…-dijo Alice en tono tranquilizador.-Sé por qué Rich está tan ocupado. Me lo contó Paul y no es nada malo, te lo aseguro. Yo incluso diría que es todo lo contrario.

-Ya… Y yo, como siempre, soy la última en enterarme de todo…-masculló Mary evidentemente molesta por lo que le acababa de decir su amiga.

-Quizás es que debes ser la última en enterarte para que la cosa tenga gracia, ¿no?-le replicó Alice divertida guiñándole un ojo.-Por cierto, ¿desayunamos o qué?

Mary la miró sin estar aún demasiado convencida de todo aquello. Bien, puede que Ringo le estuviera haciendo algo por sorpresa, pero aún así, continuaba sin hacerle gracia que le ocultara cosas. No obstante, decidió dar por zanjada la conversación y desayunar. Al fin y al cabo, su amiga Alice no debía nada de todo aquello y no era justo que la martirizara con sus paranoias.

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Pese a que hacía bastante frío, el día era estupendo para ir en moto. Lo cierto era que, pese a que al principio no le hiciera ninguna gracia, ahora se había acostumbrado a ir con ella a todas partes de una manera cómoda y rápida, sin necesidad de esperar ni autobuses ni trenes.

Sin pensárselo dos veces, Alice se puso el casco, se montó en la moto y arrancó. Tenía bastante ganas de llegar a casa y llamar a Paul. Le sabía mal que siempre fuera él el que la llamara y ese día quería que fuera diferente.

Las calles del centro de Liverpool, como siempre a esas horas cualquier día laborable, estaban a tope de tráfico. No obstante, su moto era pequeña y cabía por todos los sitios, así que, aunque debía reconocer que conducir con tanto tráfico no era demasiado agradable, no tenía porqué preocuparse por atascos de hora punta.

Afortunadamente, cuando Alice llegó a la altura de Hannover Street para emprender su camino en dirección a la otra orilla del Mersey, el tráfico se había despejado bastante y pudo avanzar un poquito más, no rápido, pero sí bastante más ligera que antes. Ahora, por lo menos podía disfrutar de ella, de la moto y del viento con aroma salado golpeándole en la cara. Era una sensación fantástica. Quizás ahora empezaba a entender por qué Paul estaba tan encaprichado con su flamante moto de carretera.

Iba tan absorta en aquellos pensamientos que ni siquiera se dio cuenta hasta última hora de que el semáforo que tenía delante de sus narices se ponía en ámbar. Alice, frunció el ceño y decidió, puesto que iba demasiado rápido para frenar sin que hubiera riesgo de caerse, acelerar un poco y saltárselo antes de que se pusiera definitivamente en rojo, una cosa que hacían muchísimos conductores sin que pasara absolutamente nada. Y, efectivamente, así fue: no pasó nada.

Continuó su marcha calle abajo y ya al final de la misma, esta vez sí, vio como el semáforo que tenía a escasos metros de distancia, el que estaba en el cruce con Duke Street, se ponía de nuevo en ámbar. Pensó en las palabras de su padre cuando decía que si pillabas un semáforo en rojo los pillabas todos mientras daba un bufido de fastidio.

Sí, en aquella ocasión hubiera podido frenar perfectamente y esperar, pero en un acto nada propio de ella, volvió a acelerar la moto y saltarse aquel último semáforo de la calle en ámbar. Y justo en el momento en que la moto rebasaba la altura del semáforo, oyó el espantoso ruido de aquel claxon sonando a su lado.

Y entonces, todo, absolutamente todo, se volvió oscuro.

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Gwen había subido al autobús como siempre, a su hora. Se había sentado en la parte delantera del autobús, justo detrás del conductor y permanecía absorta pensando, de nuevo, en las clases y en lo poco a gusto que se sentía allí. Para colmo, ese día la había tenido con uno de sus profesores. No, no era propio de ella, pero no había podido aguantarse cuando aquel viejo huraño había dicho directamente que las últimas tendencias en arte no podían ser consideradas como tal.

No obstante, todas aquellas divagaciones se desvanecieron como si nada cuando el autobús salió de Duke Street y vio cruzar aquella moto por delante de ellos. Vio, con el corazón en un puño, como el conductor tocaba el claxon de manera histérica y hacía lo inevitable por esquivarla mientras todos los pasajeros del autobús miraban la escena conteniendo la respiración. Pero todos los intentos por esquivar a aquella pequeña moto fueron en vano y en cuestión de segundos todos los que estaban allí sintieron el impacto. Fue un golpe seco, horrible, que arrancó gritos de algunas de las personas que estaban dentro del autobús.

-¡Dios mío!-exclamó el conductor histérico frenando en seco.-¡La he matado!

**************************

-¿Te encuentras bien, Paul?-preguntó Chris extrañada mirando de reojo a su hermano. Estaba sentado a su lado en el sofá y de repente se había puesto blanco como la pared.

El chico tragó saliva, cerró los ojos y lanzó un largo suspiro ante la mirada preocupada de su hermana.

-No sé…-murmuró al fin.-Me han entrado unas ganas terribles de vomitar… Creo que la comida me ha sentado mal…

-Puede.-contestó Chris.-Estás sudando… Quédate ahí quieto. Te prepararé una infusión o algo…

-Gracias, enana…

Chris se levantó y lo observó detenidamente antes de dirigirse a la cocina. Parecía que se hubiera puesto tremendamente enfermo de repente, incluso tenía la sensación de que hasta estaba temblando. Sin decir nada, lo tapó con la manta que había al lado del sofá y se dirigió a la cocina. Si con aquella infusión que iba a prepararle no se le pasaba, lo mejor sería llamar al médico.

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Gwen miró atónita, como casi todos los que iban en el autobús en el momento del accidente, como llegaba hasta allí un camión de bomberos. La policía y la ambulancia, ya habían llegado hacía escasos minutos.

Habían desalojado el autobús casi en el acto pero la mayoría continuaban allí, en la acera de enfrente, mirando como intentaban sacar la moto y la chica de debajo del autobús. Pese a que la pobre Gwen hubiera sido una de las pocas que se hubiera marchado de allí enseguida, no se le permitía moverse de allí. Uno de los policías había ido cara a ella y le había ordenado que esperara a que le tomaran declaración como testigo del accidente, ya que ella era una de las pasajeras que estaban sentadas delante cuando había ocurrido todo.

-¡Bien, chicos, id con cuidado! ¡Con cuidado!-exclamó uno de los bomberos, mientras sacaban una pequeña moto hecha prácticamente pedazos por el impacto.

Gwen hizo ademán de apartar la mirada pero algo aquel montón de chatarra llamó su atención poderosamente. Aquella moto… Ella conocía aquella moto. Y justo en ese momento, antes siquiera de que le diera tiempo a apartar la mirada, la sacaron a ella de allí debajo. Y aunque estaba completamente ensangrentada, aunque estaba a unos metros de distancia, Gwen la reconoció enseguida. Su moto, su chaqueta, su casco.

-¡Alice! ¡Alice! ¡Alice!

Sin saber cómo, histérica perdida, la chica se vio de repente entre los potentes brazos de un policía que le impedía acercarse a su amiga.

-¡ALICE!-gritaba ella sin cesar, sin poder apartar la mirada de ella, ahora rodeada del personal de la ambulancia

-¡Cálmate hija!-le decía un policía.

-Los médicos la están atendiendo, tranquila.-le decía otro en un tono más pausado y tranquilizador.

Y entonces ocurrió lo peor que pudiera haber imaginado en aquellos momentos: uno de los médicos puso sus dedos en el cuello de la chica y negó con la cabeza con gesto desolado a la vez que Gwen lanzaba un grito furioso antes de ponerse a llorar frenéticamente, como nunca antes en su vida lo había hecho.

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Sin lugar a dudas, aquella infusión que le había preparado Chris, le había sentado bastante bien. Y es que, aunque aún tuviese un ligero malestar general, se encontraba mucho mejor. Sólo había sido, y aunque su hermana no le creyera, un repentino mareo, inexplicable, eso sí, pero que no le había impedido continuar en marcha aquella tarde.

Estaba concentrado tocando el piano intentando darle forma a una melodía que hacía ya tiempo tenía en la cabeza, cuando el ruido del teléfono lo echó todo al traste. Con un bufido de fastidio, se puso en pie jurándose que la próxima vez desconectaría aquel aparato infernal antes de ponerse a componer.

-¿Sí?-contestó.

-Paul, hijo…

Paul frunció el ceño. No era habitual que su padre le llamara a esas horas de la tarde. Él, mejor que nadie, sabía que a esas horas solía molestarle más que alegrarle con la llamada. No obstante, el tono de voz grave del hombre hizo que olvidara de repente aquel repentino enfado y lo sustituyera por una intensa preocupación. Algo pasaba.

-¿Ocurre algo, papá?-preguntó a bocajarro, sin rodeos.

Su padre soltó un suspiro.

-¿Está tu hermana en casa?

Paul entrecerró los ojos antes de contestar.

-Ya entiendo… Por fin vais a arreglar esto, ¿no?

-No hay nada que arreglar, Paul.-le cortó su padre.-Es mi hija, aunque esté aún muy enfadado con ella por haber arruinado su vida.

-¿Y entonces?-preguntó él intrigado. Aquello le parecía cada vez más extraño.

-Llámala, Paul, por favor.

-Un segundo…

Paul dejó el auricular del teléfono sobre la mesa y salió del salón con paso firme en dirección a la cocina, donde ella estaba leyendo el periódico mientras se tomaba un té.

-Chris.-la llamó.

La chica levantó la cabeza y lo miró.

-¿Qué?-preguntó extrañada.

-Ven un momento.-dijo Paul omitiendo deliberadamente el detalle de que su padre había llamado. Sabía que si se lo decía, lo más seguro era que se negara a ir.

Chris se levantó y lo siguió al salón.

-Bien.-le dijo a su padre volviendo a descolgar el teléfono ante la mirada confusa de la chica.-Aquí está. ¿Qué pasa?

-Antes, mejor que te sientes.-le instó su padre.

-¿Y por qué iba a sentarme?-preguntó él empezando a perder los nervios.

-Hijo, siéntate, por favor. Es importante.

Con cara de pocos amigos, Paul se dejó caer pesadamente sobre el sillón que había al lado del teléfono. Debía de reconocer que todo aquello estaba empezando a asustarle más que otra cosa.

-Ya está.-dijo.

-De acuerdo, Paul…-empezó a decir Jim.-Yo… Yo no sé como decirte esto, la verdad. Y no sé como… En el fondo me alegro de que Christine esté ahí para que no estés solo y…

-¡Papá, por favor!-exclamó Paul exasperado.-¡Dime lo que me tengas que decir!

Un silencio sepulcral se hizo al otro lado de la línea.

-Es Alice. Ha tenido un accidente de moto.

Paul sintió como se le paraba el corazón de repente.

-¿A…A…Alice?-titubeó con un hilillo de voz.-¿Está bien?

Otro silencio.

-¡Papá! ¡Alice! ¡¿Está bien?!-bramó histérico ante la mirada atónita de Chris, que se acercó hacia él instintivamente, intuyendo de qué iba todo aquello.

-Paul… Alice ha muerto.


********************************************

Les entró el Rolls al patio delantero de casa de Paul y John bajó con semblante serio. No quería volver a meter la pata con ella, no podía arriesgarse a perderla por sus estúpidos ataques de celos y cólera, por muy complicado que le resultase controlarse.


Con paso decidido, se dirigió hacia la puerta, llamó al timbre y esperó impaciente a que Chris le abriera.

-Pequeña, yo…-empezó a decir cuando la  vio. No obstante, las palabras se le congelaron en la boca cuando reparó en su aspecto. Tenía los ojos rojos e hinchados y un semblante tan serio como el que le había visto cuando su padre la había echado de casa unas semanas antes.-¿Qué ocurre?

La chica se hizo a un lado y lo dejó pasar. John la miró de nuevo y ella no pudo evitar soltar un par de lágrimas, angustiada. Al parecer él no era el único que lo estaba pasando fatal con todo aquello. Lo malo era que se sentía tremendamente culpable por verla así.

-Cariño… Por favor, no llores…-le dijo él acercándose a ella y limpiándole las lágrimas con los pulgares.-Puedo cambiar, te lo prometo. A partir de ahora…

-No, John, ahora eso no, por favor.-le cortó ella con un hilillo de voz.-Ahora no.

-¿Qué?-se extrañó él.-¿Qué ocurre?

-Es Alice, John. Es Alice… Ella se… se ha matado en un accidente.

John abrió los ojos como platos y se quedó mirando a Chris, asimilando aún aquella noticia.

-Y Paul…-continuó ella en un sollozo.-Paul está destrozado. Jamás lo he visto así, ni cuando murió mamá… Y tengo miedo, John, ¡tengo miedo!

John se quedó callado y la abrazó. Chris, pese a que en un primer momento opuso resistencia, se dejó hacer.

-Tranquila, pequeña, tranquila… No tengas miedo…. Tu hermano no hará ninguna tontería… Vamos a verle, ¿vale?

La chica asintió todavía con los ojos repletos de lágrimas y John le dio un beso en la frente antes de entrar los dos juntos en el salón, donde, efectivamente, Paul estaba sollozando en un sillón.

-Paul…-murmuró él acercándosele.

-John…-le respondió Paul levantando la cabeza. Sí, Chris tenía razón cuando decía que jamás lo había visto así: en aquellos momentos, parecía el ser más desgraciado sobre la faz de la tierra.-John, joder… Me quiero morir. ¡Me quiero morir!


 Bueno, chicas, aquí volví yo de nuevo, con este capi, ya lo avisé, retriste y retrágico, que incluso a mí me dio muchísima pena al escribirlo.
 Pero pese a esto, espero que hayáis empezado la semana con muy buen pie. ¡Cómo no empezarla bien con el espéctaculo que nos ofreció ayer Paul en los Grammy!
Un montón de besos y gracias por leer y comentar el capi anterior, anónimos y no anónimos, de verdad ;)

 μέχρι την επόμενη  (Hasta la próxima!)
 

6 comentarios:

  1. :O OMFG N LO PUEDO CREER!!! la cara qe puss cuando lei esto asusto a todos Los presentes.... Ojala qe sea un error o algo asi POBRE DE PAUL!!! bueno de todos ya qe era su amiga..... Nononononononi QE COSAS!!!! sigo en shock... bueno el hecho de que hayas subido cap me inspiro y ahora ire a subir el mio qe no he querido subir ya qe he estado desmotivada :S SUBE PRONTO PORFAVOR!!! AMO TU FIC!

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    1. Mucho me temo que no es un error... :( El pobre Paul ahora... En fin... Ahora me paso por tu fic a leer. Me alegro que te hayas motivado para publicar, jejeje. Por cierto, muchas gracias por el comment! Muaks!

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  2. Mil gracias por seguir con el fic!! De verdad estoy super picada!!! Me encanta ya sabes que tienes una seguidora en México :)!! Soy súper fan de los Beatles y me he quedado picada con muuuuuuy pocos fics sobre ellos, pero este fic me parece increíble!!

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    1. No sabes lo que me alaga oírte (bueno, leerte) decir eso... En serio, mil gracias! ;)

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  3. mierda cris, justo estoy escichando Someone like you de Adele, no ayuda mucho un tema ai con un capi tan triste! te juro que se me empañaron los ojos, encima hoy que me llore todo bajo un arbol en el bosquecito de la uni! que dia de mierda!
    bueno, vamos a ver: John esta super arrepentido, pobrecito, me da penita! ojala se arregle todo y recapacite y se saqe esos celos de mierda!
    Y Ringo...ayyy mi amorrr...no si yo cada vez me enamoro mas! espero que elija un sofa comodo porque me gusta tirarme y pasarme horas ahi, vegetando, sin hacer nada jajaja
    Y bueno, volvemos a lo triste, debo decir que te quedo genial, como siempre, me imagine todo y...uffff...tremendo!

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    1. Jajaja, no, no esa cancioncilla no ayuda mucho a mejorar los ánimos... Y bueno, espero que hoy haya sido un día mucho menos mierda... :S
      Sobre John, que se joda y que sufra ahora un poco, a ver si aprende (qué mala, pobrecico mío con la pena que me da...) Y a Ringo, no te quejarás que te está montando un pisito que ni al Aristoteles Onasis, jajaja. Gracias por el comment, como siempre. Yo no, pero Ringo te lo pagará en "intentos" de hijos XD

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