viernes, 2 de marzo de 2012

Capítulo 33: Londres, Soledad y Divorcio

No hacía ni un par de minutos desde que se había metido la tableta de LSD que le había dado John en la boca y todo había empezado a cambiar a su alrededor. Primero sintió como las extremidades se le dormían ligeramente y después tuvo aquella sensación de estar flotando. No iba a negarlo: había tenido mucho miedo al principio, cuando notó todo aquello y, sobre todo, cuando notó como todo lo que había a su alrededor cambiaba repentinamente de color, convirtiéndose automáticamente en cuerpos brillantes y de colores chillones que empezaban a adquirir formas extrañas, formas maravillosas. Pero entonces, cuando estaba a punto del ataque de histeria, su voz la había tranquilizado. No sabía cómo lo hacía, pero John tenía ese inmenso poder sobre ella: con tan solo articular un par de palabras era capaz de dominar sus emociones, incluso era capaz de dominar sus miedos y darle una extraña y a la vez confortable sensación de seguridad.

Ni siquiera entendió lo que le dijo, pero aquello bastó para que todo lo que al principio la había asustado ahora tomara otra dimensión. Simplemente todo se volvió… bonito.

-John…-susurró ella volviéndose hacia él.

El chico le dedicó una sonrisa y una suave caricia en la cara. Chris lo miró. Estaba extraordinariamente guapo, incluso más de lo que lo estaba normalmente. El LSD y el amor que sentía hacia él hacía que lo viera poco menos que como al ser más perfecto sobre la faz de la tierra.

-Eres preciosa…-dijo él al fin mirándola fijamente.

Chris sonrió al entender que él estaba sufriendo unos efectos similares a los de ella con aquella tableta de LSD.

-Míralo todo ahora, pequeña…-continuó John casi en un susurro.-¿A qué es todo maravilloso? Fíjate en las gotas de lluvia contra el cristal… Como se dividen, como bajan en una multitud de colores…

La chica se volvió hacia la ventana tal y como le indicaba John aunque sin zafarse ni un segundo de su abrazo. Tenía razón. La simple lluvia vista desde aquella nueva perspectiva dejaba de ser algo gris y monótono para pasar a convertirse en todo un verdadero espectáculo de colores, formas y sonidos.

-Es alucinante… La lluvia es… preciosa.

-Cuando la ves así, tan bonita, tan pura, no entiendes por qué razón la gente se esconde cuando llueve…-sentenció John de repente, contrariado.

Por primera vez desde que se había tomado la tableta, ella osó a moverse y a soltarse del abrazo protector de John. Él se la quedó mirando con una sonrisa soñadora mientras Chris se ponía en pie lentamente y se dirigía a la ventana.

-Míralos…-dijo mirando por la ventana a los viandantes apresurados que pasaban por la calle.-Corren como si la lluvia les quemara. Se quejan si llueve, se quejan si hace sol... No saben apreciar la belleza del momento.

La chica sintió como John se le acercaba y se pegaba detrás de ella, mientras la abrazaba de nuevo.

-No como nosotros.-le susurró al oído.-Tú y yo siempre sabremos apreciarla, sobre todo si estamos juntos.

-Aunque la tierra se hunda bajo nuestros pies, todo será bonito si tú estás aquí.-dijo ella de repente volviéndose y mirándolo a los ojos.

John sonrió. Una sonrisa tan dulce que hizo que aún se viera más perfecto de lo que estaba, con una mirada tan tierna y a la vez pícara que hizo que ella perdiera el control por completo y se lanzara sobre él para darle el beso más intenso que en su vida había dado.

Debía reconocerlo, besarle en aquellas condiciones era, simple y llanamente, mágico.

********************************

Gwen se levantó de la cama sobresaltada, como siempre le ocurría últimamente. Si hubiera sabido que iba a tener de nuevo aquella pesadilla recurrente en la que se le aparecía el cuerpo de Alice sin vida sobre el asfalto, no le habría hecho caso a su madre y no se habría acostado un rato después de comer, por muy poco que hubiese dormido aquella noche.

Bajó las escaleras como una autómata y entró en el comedor, aún con la respiración agitada y el corazón latiéndole más deprisa de lo normal, sin poder quitarse aquella imagen de la mente. Necesitaba hablar con alguien, aunque fuera con Josh, para despejarse y apartar todos aquellos pensamientos horribles de su cabeza. No obstante, se encontró con una desagradable sorpresa: estaba sola en casa. Una nota sobre la mesita del teléfono con la letra inconfundible de su madre le advertía que no iban a volver hasta la hora de la cena, que habían ido a visitar a una de sus tías y que les había sabido mal despertarla por una vez que la veían durmiendo tan a gusto.

La chica lanzó un bufido de fastidio mientras arrugaba la nota con su mano. “A gusto”, decía su madre. Si supiera como de  “a gusto” había dormido con aquella terrible pesadilla una vez más…

Gwen se dejó caer pesadamente sobre el sofá, culpándolos a todos por haberla dejado allí sola entre aquellas cuatro paredes aunque en realidad supiera que no lo habían hecho con mala intención. Pero aquello, en esos momentos, no le importaba lo más mínimo. Sólo importaba que necesitaba desahogarse con alguien y que, una vez más, su familia no estaba allí para ello. No obstante, de repente, una lucecilla se encendió en su mente. Llamaría a George. Sí, él era la persona que mejor la entendía en el mundo y el único que sabía que siempre iba a estar ahí para escucharla y ayudarla si le hacía falta. Así pues, sin pensárselo dos veces, Gwen alargó el brazo, descolgó el teléfono y marcó aquel número que ya se sabía perfectamente de memoria.

-¿Sí?-contestó George al otro lado de la línea al cabo de unos segundos.

-Hola.-saludó ella sin poder evitar articular una sonrisa. En aquellos momentos ya casi había olvidado su pesadilla por completo. Ahora sólo estaban George y ella.

-¡Gwen!-exclamó el chico con alegría.-¿Cómo estás? Iba a llamarte esta noche, como siempre…

-Ahora es mejor.-le contestó ella.-Me han dejado sola en casa y no tengo a ningún espía pendiente de lo que nos decimos…

-Bien. Así podré decirte lo mucho que te quiero y lo muchísimo que pienso en aquella noche un millón de veces sin que nadie nos escuche…-susurró George en tono seductor.

Gwen no pudo evitar volver a sonreír al recordar aquella noche a la que se estaba refiriendo George. Sólo habían estado juntos, del todo, una vez, aquella, y no hacía mucho, por cierto. Lo recordaba todo a la perfección: su miedo, el verse desnudos por primera vez, lo cariñoso que estuvo él en todo momento… Había sido maravilloso y en el fondo le dolía muchísimo que aquella noche no se hubiera vuelto a repetir.

-Yo también te echo de menos…-respondió ella al fin.

-Pronto iré a verte de nuevo, cariño.-dijo George.-Y entonces podremos estar juntos de nuevo y…

Aún no había acabado él de pronunciar aquella frase cuando a Gwen le vino a la mente la última vez que se habían visto. Había sido el día del funeral de Alice y eso, a la chica, le provocó un repentino e inexplicable sentimiento de culpa. ¿Cómo podía estar ella allí tan tranquila planeando un encuentro con su novio cuando una de sus mejores amigas estaba en el cementerio?

-¿Gwen?

La voz de George, un tanto asustada, al otro lado de la línea interrumpió de repente todos aquellos pensamientos.

-¿Qué?-preguntó ella secamente, molesta por aquella interrupción.

-¿Estás bien?-se apresuró a preguntar el chico.

Gwen calló. Odiaba mentirle y si le decía que todo estaba bien lo estaría haciendo. No obstante, si le confesaba abiertamente cómo se sentía, preocuparía muchísimo a George y ya empezaba a conocerlo lo suficiente como para saber que era incluso capaz de abandonarlo todo y plantarse en Liverpool en cuestión de horas para estar con ella. Y eso a Gwen, en realidad, tampoco le hacía mucha gracia. Lo cierto era que no quería suponer ni una carga ni un problema añadido a la ya de por sí ajetreada vida de George.

-Cariño…-continuó él al ver que la chica no iba a contestarle.-Me tienes muy preocupado, de verdad. Dime qué te ocurre.

La chica bufó. Al final iba a tener que claudicar ante él y confesárselo todo a no ser que lo quisiera preocupar aún más de lo que estaba.

-Es todo, George, es todo…-dijo ella finalmente casi en un susurro, con toda la sinceridad del mundo.

-¿Cómo que todo?

-Pues eso, ¡todo! Lo de Alice, el instituto, mis padres que aunque no lo pretendan me agobian muchísimo y encima el hecho de que…-Gwen se detuvo justo a punto de acabar la frase. No sabía si debía o no pronunciar aquellas últimas palabras.

-¿Y qué, Gwen? ¿Qué más?-quiso saber George empezando a ponerse nervioso.

-Pues el hecho de que…-la chica pilló aire antes de acabar.-… de que tú no estés aquí, de que estés en Londres y casi ni nos veamos.

Un silencio abismal se hizo al otro lado de la línea, tanto que Gwen temió que George se hubiera enfadado al escuchar aquello último y le hubiera colgado.

-A decir verdad yo también me siento igual.-contestó George de repente, con seriedad.- Es horrible ver que estás mal y que yo no pueda estar a tu lado para darte un abrazo y decirte que todo va a salir bien.

-Odio esto, George.-soltó ella de repente con decisión.-Odio este sitio que me trae recuerdos dolorosos, odio mi instituto, odio a los lerdos de mis compañeros, odio que mis padres no me entiendan y traten de sobreprotegerme como  si fuera una niña de cinco años. Necesito salir de aquí ya  o voy a volverme loca.

-Tranquila, Gwen, te sacaré de ahí, eso tenlo por seguro.

*****************************

Las cosas no iban demasiado bien en Campbeltown. La granja era estupenda y el entorno, perfecto,  tal y como él lo había imaginado. Tenía unos inmensos terrenos alrededor por donde poder pasear durante horas y, además, el interior de la vivienda estaba bastante bien y respondía a la perfección a sus necesidades. No obstante, la vida de ermitaño a Paul no le estaba haciendo demasiado bien. De hecho, lo único que hacía era, tal y como le había dicho Chris, comerse la cabeza y hundirse aún más en la miseria y en la depresión más absoluta. Había creído que el estar allí solo le habría ayudado a encontrarse a sí mismo, a reencontrar esa paz interior que había perdido de repente, pero se había equivocado de plano.

Ni siquiera había salido a dar ni un solo paseo en los días que se había pasado allí. Sólo se había limitado a encerrarse en la casa o a sentarse en las escaleras del porche por las mañanas y empezar a beber y a fumar marihuana como si se acabara el mundo. De hecho, hubiera probado de buen grado alguna otra sustancia más fuerte de no haber estado aislado en medio de la nada. Pero claro, conseguir heroína o LSD en medio de los campos de Escocia era bastante complicado y tampoco le apetecía empezar a mover hilos para conseguirlo. Por ahora, el alcohol y la marihuana que consumía en cantidades ingentes estaban siendo suficientes.

Se pasaba el día borracho, vaciando una botella tras otra sin importarle ni el contenido ni las mezclas, tan borracho que ni siquiera se preocupaba por ducharse o afeitarse y, a veces, ni de comer en todo el día. La única hora del día en la que intentaba estar más o menos sobrio era al atardecer, cuando sabía que su hermana lo llamaría para hacerle aquel control rutinario que parecía más un interrogatorio en un cuartel de la policía que una conversación entre hermanos. “¿Cómo estás?”, “¿Qué has hecho hoy?”, “¿Qué has comido?”, ¿”A qué hora te has levantado?”, eran preguntas que se repetían día tras día y a las que él casi siempre respondía con mentiras. Le sabía mal mentirle a Chris, pero no le gustaba para nada aquella faceta de madre preocupada y controladora que había adquirido su hermana pequeña y sabía que si le decía que no había comido nada en todo el día o que se había levantado a las cuatro de la tarde después de pasarse toda la madrugada borracho y colocado, sólo era cuestión de horas que la chica se plantara allí y se lo llevara de vuelta a Londres sin miramientos. Y lo cierto es que aquello no le apetecía para nada. Y es que, pese a que no todo estaba yendo tal y como esperaba en Campbeltown, lo último que quería Paul era volver a Londres y retomar su vida como si nada hubiera pasado. No, para eso no estaba preparado todavía.

El odioso ruido del teléfono a su lado interrumpió todos aquellos pensamientos y Paul se levantó malhumorado para responder. Aún le dio tiempo a mirar el reloj que colgaba sobre la chimenea. Las cinco y media. Christine.

-Hola enana.-saludó directamente nada más descolgó con la voz pastosa.

-¿Cómo sabías que era yo?-preguntó la chica al otro lado del teléfono, extrañada.

-¿Y quién me va a llamar a mí a estas horas? Además, tú eres la única que no respeta mi orden de “no me molestéis”.-contestó Paul en tono cansado.

-Eres un idiota.-le cortó ella, aunque en realidad no lo había dicho enfadada para nada.-Pero te vas a quedar con las ganas de que te haga caso. De mí no te libras tan fácilmente. Y bien, dime… ¿cómo…?

-A la pregunta de cómo estoy, estoy bien. Me he levantado a las nueve y media de la mañana, he desayunado, me he largado a dar un largo paseo, he vuelto a casa, he comido y me he pasado la tarde leyendo y viendo la tele. ¿Quieres que te diga también qué he comido y qué película he visto o no hace falta?

-Estás imposible, de verdad.-le contestó la chica molesta.-Encima que me preocupo por ti y que…

-Preocúpate por John, yo estoy bien.-le cortó él con sorna.

-Deja estar a John, él no pinta nada aquí.

-Mira como le defiende…-rió Paul relajándose un poco. Había conseguido picarla y no podía negar que aquello siempre lo ponía de mejor humor.-¿Y tú cómo estás? ¿Se porta bien contigo ese engendro que tengo de amigo?

-¿Le digo lo de “engendro” cuando vuelva de la cocina?-rió la chica.

-¡Ah! ¿Que encima, y aparte de quitarme a mi hermana, se ha adueñado de mi casa?-dijo Paul divertido.-Lo voy a matar, díselo de mi parte.

-No se ha adueñado de la casa de nadie, malpensado.-contestó Chris risueña.-En realidad llamaba también para contártelo… Estoy en su casa.

Paul se quedó boquiabierto. No podía creer lo que Chris le estaba diciendo. Porque si estaba en casa de John… ¿y Cynthia y Julian? ¿Los había echado? Conociendo a Lennon, aquello no le extrañaba lo más mínimo. Lo peor era que su hermana hubiera aceptado tal cosa.

-¿Cómo?-exclamó más que preguntó.

Chris volvió a reír.

-Tranquilo, loco, no pienses barbaridades, que nos conocemos…-contestó la chica al fin.-John ya no vive en Kenwood. Se ha trasladado esta misma semana a un piso que tenía Brian aquí en el centro mientras se aclara todo lo del divorcio…

-¿Ya ha salido lo del divorcio?-se extrañó Paul. Creía que todo aquello tardaría bastante más tiempo.

-Sí.-confirmó la chica.-De hecho, la semana que viene están citados en el juzgado y….

-¿Y qué?

-Que si tienes una tele por ahí, la veas esta noche.-continuó Chris.-Brian acaba de llamarle hace un cuarto de hora y le ha dicho que se ha filtrado a la prensa lo de la demanda de divorcio.

-¡Oh, mierda!-se le escapó a Paul.

-¿Por qué?-preguntó la chica.-Tarde o temprano tenía que salir a la luz y casi mejor que sea ahora y no que los pillen la semana que viene en los juzgados con todo el jaleo.

-¿Que por qué?-exclamó Paul- Ahora es cuando a ti te toca no dejarte ver con él por nada del mundo. ¿Sabes cómo se cebarían contigo? Te acusarían de romper un matrimonio y de…

-Macca, cierra tu sucia bocaza, cabrón.-le cortó de repente la voz de John al otro lado de la línea.-Y no te alteres tanto, hombre, no es para tanto.

John soltó una pequeña carcajada mientras Paul se recuperaba del susto que se había llevado al oír a John en lugar de a Chris.

-Lennon, sabes que tengo razón.-le dijo al cabo de unos segundos en tono cortante.-Guárdate tus numeritos para la intimidad porque de puertas para afuera no os tienen que ver juntos para nada.

-¿Y crees que no sé ya eso?-preguntó John como si la cosa no fuera con él.-Tranquilo, colega, a mi pequeña la cuido yo. Y nadie se va a enterar de nada hasta que sea el momento. De quien más me preocupo en este mundo es por ella, así que no tienes motivos para calentarte la cabeza, tío.

-Eso espero, John.-bufó Paul.

-Bien, chaval, te la paso de nuevo, que creo que aún tiene que controlar si has ido hoy a cagar o no…-rió John.

Paul no pudo evitar soltar una risita cuando escuchó aquello y a continuación un sonoro “imbécil” por parte de Chris, quien seguramente le habría dado una colleja a John a juzgar por el gritito que acababa de dar su amigo.

-Estoy rodeada de idiotas.-masculló la chica divertida cuando se puso de nuevo.

-Pero en el fondo a ti te gusta eso…-le contestó Paul.

-Bueno, en realidad un poco sí.-rió ella.-Y ahora, vamos a ponernos serios. ¿Has ido hoy a cagar o no?

-Y después me llamas idiota a mí…-rió Paul.-Se te está pegando el “humor Lennon”, hermanita, pronto te vas a volver insoportable del todo.

La chica le rió la broma y los dos continuaron hablando un rato más, ahora ya más calmados. Sólo cuando ella le preguntó a bocajarro cuando pensaba regresar a Londres, Paul se las ingenió para cortar la conversación, despedirse de ella apresuradamente y colgar el teléfono antes de que a Chris le diese tiempo a replicarle nada. No obstante, cuando colgó se sintió extrañamente más calmado. El saber que por lo menos a John y a su hermana las cosas parecían estar yéndoles bastante bien era un gran alivio para él.

Y, después de esto, Paul encendió la televisión y se dejó caer en el sofá, dispuesto a ver cómo se hacía oficial una cosa que él ya sabía desde hacía meses y olvidándose, curiosamente, de pillar el vaso de vodka que se había dejado en la cocina antes de la llamada.

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El tren se detuvo en la estación de Victoria con una fuerte sacudida y Mary, que se había quedado dormida durante el largo viaje que la había traído desde la estación de Lime Street hasta Londres, abrió los ojos de repente. La chica se quedó mirando la gran estación que se erigía en pleno centro de aquella gran ciudad que, le daba vergüenza admitir, no había pisado nunca todavía.

Agarró su equipaje y se las apañó como pudo con las dos maletas y la bolsa colgando en bandolera que llevaba para bajar del tren. Ahora sólo tenía que encintrar un taxi y darle la dirección de la que sería su casa durante los próximos meses.

-¿Es usted la señorita Hall?

Mary se giró sobresaltada cuando escuchó a una voz masculina hablarle detrás de ella. No esperaba a nadie. De hecho, le había insistido muchísimo a Ringo en que no fuera a recogerla a la estación pues si lo reconocían, podría montarse un escándalo bastante importante, un escándalo que Mary no tenía ganas de protagonizar nada más poner el pie en Londres.

-Sí, señor.-contestó la chica tímidamente fijando su mirada en aquel hombre de aspecto afable y vestido de chófer que le hablaba.

-Soy Les Anthony.-se presentó el hombre con una sonrisa.-El señor Starkey me ha enviado a recogerla.

Mary le dedicó otra mirada extrañada. Si aquel hombre era el famoso Les, era el chófer de John y no de Ringo.

-Es un favor personal del señor Lennon a su amigo.-se apresuró a aclarar el hombre con tanta rapidez que a Mary le dio la impresión de que le había leído la mente.-Permítame que le ayude con su equipaje…

Mary dejó que Les cargara con sus maletas y le siguió hacia el exterior de la estación, donde un enorme Rolls Royce negro estaba aparcado. El hombre cargó el equipaje en el maletero rápidamente y se apresuró a abrirle la puerta a la chica.

-¡Bienvenida a Londres, princesa!

A Mary apenas le dio tiempo a sentarse en el asiento antes de que un muy sonriente Ringo se abalanzara sobre ella y empezara a cubrirle la cara de besos.

-Hola…-susurró ella cuando él se separó unos segundos de ella.

-Te he echado tremendamente de menos.-le dijo Ringo.

Mary le dedicó una tierna sonrisa. Ella también lo había echado de menos, muchísimo, y estaba realmente contenta por encontrarse allí, en una ciudad que se le antojaba espectacular y con él.

-Y ahora…-dijo Ringo dedicándole una intensa mirada.-¿Preparada para ver tu nueva casa?

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-¿Y no hay ninguna manera de que admitan a alguien a estas alturas del curso?-preguntó George exasperado agarrando el teléfono con fuerza.

-En esa escuela de Arte, no.-contestó la secretaria de Brian pacientemente.

-¿Pero has hablado de que podría hacer una buena donación y toda esa mierda?

-He utilizado todos los argumentos posibles, George, y me han dicho que no. La normativa del Saint Paul es muy estricta al respecto. Los grupos se cierran en septiembre y no se admite a nadie más.-le explicó la chica.

-Joder…-murmuró George más para sí mismo que otra cosa.-Necesito tener la seguridad de que si Gwen viene aquí podrá acabar el curso sin problemas… Y además, saber que lo hará en una de las mejores escuelas de arte de todo el país, a ver si por ahí conseguimos convencer a sus padres.

-Lo sé, lo sé… Y te aseguro que continuaré buscando.-respondió la secretaria en tono tranquilizador.-Quedan aún decenas de Escuelas de Arte importantes en Londres, ya lo sabes… Seguro que puedo conseguirte el compromiso de que la admitirán en alguna.

-Gracias, Amy, de verdad, gracias.-contestó George antes de colgar y de dejarse caer sobre la silla, pensativo.

No estaba muy seguro de si estaba actuando bien o no al remover cielo y tierra intentando aquello, pero aun así se sentía bien al hacer aquello, mucho mejor que días antes, cuando había permanecido de brazos cruzados mientras sabía que su Gwen estaba pasándolo fatal en Liverpool y que la única manera de que fuera feliz era trayéndola allí con él. Tampoco sabía si los padres de Gwen acabarían odiándolo por ello, como tampoco sabía si la propia chica se enfadaría cuando se enterara de que estaba haciendo todo aquello sin ni siquiera consultárselo. No obstante, George estaba completamente decidido a llegar hasta el final, costara lo que costara y pesase a quien pesase.

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Mary estaba literalmente sin habla mientras Ringo le enseñaba el piso. Jamás había visto tanto lujo junto. Parecía una de esas casas modelo, de las que salían en las revistas.

-¿Y esta cocina?-preguntó la chica divertida mirando hacia la ultramoderna encimera.-Esto parece una nave especial… Creo que no sabré ni utilizarla.

Ringo soltó una carcajada.

-De eso no te preocupes, boba.-contestó acercándose a ella.-El tipo que la ha instalado me lo explicó a mí todo, así que ya te enseñaré yo a ti. Ahora sígueme porque queda lo mejor de lo mejor…

-¿Y qué es eso si puede saberse?-preguntó la chica.

Ringo le sonrió mientras la agarraba firmemente de la mano y la conducía hacia la última estancia que quedaba por ver.

-Aquí lo tienes.-anunció él abriendo la puerta y haciéndose a un lado para que pudiera verlo todo bien.-Tu dormitorio.

Si todo lo anterior ya la había dejado boquiabierta, aquello fue lo máximo. Allí, ante ella, tenía una enorme habitación, decorada delicadamente de una manera tan exquisita y acertada que ni ella misma en persona se la hubiera decorado tan a su gusto. Y en el centro, una enorme cama, mucho más grande que cualquier cama de matrimonio que hubiera visto antes.

-Es perfecto.-sentenció ella mirándolo todo con los ojos muy abiertos.

Ringo la abrazó fuertemente y le dio un intenso beso.

-Creo que este dormitorio se merece una inauguración como Dios manda.-dijo separándose unos milímetros de ella sonriendo de manera pícara.

Por toda respuesta, Mary le devolvió aquel beso mientras le rodeaba el cuello con los brazos. Sí, era cierto. Aquel dormitorio merecía ser estrenado por todo lo alto.

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-¡Mary!-exclamó Chris nada más abrió la puerta su amiga mientras se le abrazaba como una loca.-¡Te he echado de menos!

-¡Joder, Chris! ¡Yo también te he echado de menos!

John y George miraron la escena divertidos aún desde el portal de casa.

-¿Dispuesta a que te destrocemos la casa, Hall?-preguntó John cuando las chicas se separaron.

Mary le dedicó una sonrisa.

-No creo que con cinco cenando podamos hacer grandes destrozos.-sonrió la chica finalmente.-Por cierto, chicos, hola.

-Hola, señora Starkey.-contestó George con sorna, haciendo que a Mary se le escapara un bufido de fastidio, aunque divertido a la vez.

Después de saludarse como era debido y de que Mary y Ringo les enseñaran cómo había quedado el piso después de la reforma total que le habían hecho, se sentaron en la mesa y empezaron a cenar mientras charlaban animadamente, sobre todo de la noticia del día que Mary, por las horas a las que había llegado, desconocía todavía: el comunicado oficial emitido por Brian Epstein confirmando que, por falta de afinidad en la pareja, John y Cynthia Lennon habían decidido divorciarse de manera amistosa y pactada. Todo aquello era una enorme mentira pero, al fin y al cabo, era necesaria para acallar posibles rumores acerca de las causas reales de todo aquello.

-Bien, chicos, decidme que queréis beber.-quiso saber Ringo cuando acabaron de cenar mientras se ponía en pie y empezaba a hurgar en el mueble bar que había en el comedor.

-Saca todo lo que tengas que las mezclas ya las hago yo.-rió John.

-Iré a por hielo y vasos limpios.-dijo Mary con una sonrisa levantándose también.

-Te ayudo.-dijo Chris.

John miró de reojo a las dos chicas mientras salían del comedor.

-Tíos, esto es fabuloso.-soltó de repente en voz baja al cabo de unos segundos, como si se hubiera esperado deliberadamente para asegurarse de que ellas ya estaban en la cocina.

-¿El qué?-se extrañó George a su lado.

-¿El qué? ¡Lo que tengo con Chris!-contestó John.

-Parece ser que se nos ha enamorado el chico…-rió Ringo poniendo una botella de ron añejo sobre la mesa.

-Por supuesto que me he enamorado.-sentenció John.-Pero no es eso, joder. Es que es perfecta. Me entiende como nadie y me acepta como soy. Mirad, ayer le dije que me colocaba de LSD muchas veces, ¿vale? ¿Y sabéis lo que hizo?

-¿Darte una hostia?-rió George.

-Vete a la mierda, Harrison.-le cortó John divertido.-Lo probamos juntos. Todo fue genial, incluso se me ocurrieron un montón de ideas para un nuevo tema… El mejor viaje de mi vida, os lo aseguro.

-¡Joder! ¡Si Paul se entera de que su hermana ha probado el LSD antes que él la mata a ella y a ti por habérselo dado!-exclamó Ringo en una sonora carcajada.

-Pues ya ves…-le dio la razón George.-Es más valiente ella que su hermano mayor.

-Bah, ya conocéis a Paul.-dijo Ringo.-A veces se acojona por nada. Ni que el LSD fuera tan malo… Yo las veces que me he puesto jamás he tenido un mal viaje…

Justo cuando acabó de decir aquello, las dos chicas volvieron a entrar de nuevo en el comedor con el hielo y con los vasos. Ringo se llevó un buen susto por aquello pues, por escasos segundos, Mary no había aparecido en el preciso instante en el que él estaba admitiendo que consumía ácido. No obstante, las chicas no dieron señal alguna de haberse enterado de nada y se sentaron otra vez con ellos.

La velada acabó tal y como había empezado, aunque, a diferencia de al principio de la noche, George, John y Chris se fueron bastante borrachos y algo colocados por los porros que había traído John “para celebrar que Mary ya estaba en la capi”.

No hacía ni cinco minutos que se habían ido cuando Ringo no pudo resistirse más y se acercó a Mary, dispuesto a darle un enorme beso. Estaba guapísima. No obstante, y pese a que se dejó abrazar, Mary no le respondió como era habitual en ella. Ringo se separó unos milímetros de ella y la miró.

-¿Qué pasa, princesa?-preguntó en un susurro.-Pareces…

-Disgustada.-sentenció la chica de repente.-Parezco disgustada porque lo estoy.

Ringo frunció el ceño. No sabía qué había podido pasar en el transcurso de la noche que hubiera podido molestar a Mary. Quizás era a causa de alguna de las barbaridades de John, que cuando bebía, había que reconocerlo, se ponía bastante insoportable. Aun así, aquella noche no se había portado como un energúmeno. Simplemente, le había dado por decir obscenidades y reírse como un bobo de todo.

-¿Y eso?-quiso saber el chico, confundido.

Mary se zafó de su abrazo y se sentó sobre la cama y fijó su vista en el suelo.

-No sabía que consumieras LSD.-soltó al fin dando un fuerte suspiro.

Ringo sintió como empalidecía de repente.

-Os he escuchado antes.-continuó la chica.

-Oh, Mary, preciosa…-masculló Ringo apresurándose a sentarse a su lado.-No quería que…

-¿Que me enterara?-le cortó ella mirándole a los ojos.-¿Hasta cuánto tiempo hubieras estado ocultándomelo?

-No, no, no… No es eso… Simplemente no quería que te enteraras así. Querría habértelo dicho yo, eso es todo.

La chica volvió a fijar la vista en el suelo.

-No estamos hablando de cuatro porros… El ácido puede ser peligroso...-murmuró la chica.

-Mary…

-No quiero que te conviertas en un yonki, Ritchie.

Ringo la miró durante unos segundos. Parecía más preocupada por él que enfadada y eso le enterneció.

-Princesa, mírame.-le dijo poniéndole el dedo en la barbilla y obligándola a levantar la cabeza.-Mírame y dime si te parezco un yonki.

La chica pareció quedarse confusa ante aquella petición y no contestó absolutamente nada.

-El ácido no es como la heroína u otras cosas así.-continuó él.-Lo único que hace es abrirte la mente hacia una nueva dimensión.

-Pero…

-Mira, tampoco creas que lo consumimos así como así.-le cortó él.- Un viaje con LSD te dura unas doce horas y por tanto son cosas que se hacen muy a la larga, cuando quieres desconectar de todo y ver como un mundo nuevo se abre ante ti…

-Lo único que quiero es que no te hagas daño a ti mismo.-sentenció la chica mirándolo a los ojos.

-Y no me hago ningún daño, te lo aseguro…-le contestó él sonriendo tiernamente.

La chica le devolvió la sonrisa. Al parecer la había dejado medio convencida y aquello le gustó. Una vez más, Mary hacía gala de una comprensión tan absoluta que era capaz de sorprenderlo. Ringo se inclinó sobre ella y volvió a besarla y, ahora sí, Mary le devolvió aquel beso que poco a poco fue ganando en intensidad, tanta que los dos acabaron pronto tumbados sobre aquella cama sin ser capaces de parar, dispuestos a aprovechar todo el tiempo que habían estado separados y que a los dos se les había hecho interminable.


Chicas! Tardó pero llegó! Al fin puedo sentarme tranquilamente a actualizar. Sé que la espera igual no ha valido la pena, pero en fin, este capi era un mal necesario. Prometo solemnemente que el próximo será mejor, jajaja. Bien, de hecho lo único que me gusta es el título del capi, emulando la leyenda urbana de Johnny en la que se dice que las siglas de cierta cancioncilla suya (que a mí me chifla, por cierto) hacían referencia a la famosa sustancia que los chavales estos se metían de cuando en cuando. Obviamente, yo tengo muchísima menos gracia que él haciendo esas cosas y se ha quedado bastante chungo, pero como madre de este título le tengo cariño aunque sea feo, jajajaja. 
Muchísimos besos a todas porque os quiero montones! ;) 

6 comentarios:

  1. Jajajajaja me regrese a ver Como se llamaba el capitulo xD solo vi que habias subido y me puse a leerlo rapidisimo, ahora lamento que no lo haya hecho con calma :S espero y subas pronto, realmente quiero saber lo que pass con Gwen y George (son mi parejita favorita pq amo a George). Bueno, mas quien quiero saber que va a pasar en general y mas con el pobre de Paul! No te olvides de nosotras y sube pronto!

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    1. Bien! Por fin puedo responder! Tranqui, en breve sabrás que pasa con Gwen y George... Porque ya te digo que esta pareja va a dar muchísimo de sí, jejeje. Siento tardar tanto en actualizar, pero la crisis de inspiración unida al trabajo han hecho que tenga un retraso importante. A ver si este finde actualizo... Gracias por tus comentarios! ;)

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  2. vos...si, si, a vos te hablo! vos queres que yo termine loca de amor por Ringo, no? LO ESTAS CONSIGUIENDO!!! jajjajajajajjajajajajja aunque yo no hubiera hecho tanto lio por el LSD....mas bien me habria enojado porque no me convidó jajaja, porque quiero tener un viaje asi, como el de Chris y John....faaaaaaa eso es bueno!!!! me encantó! ahora me voy a drogar un rato con el I-doser jaja, algo es algo XD, tu capitulo me hizo entrar ganas.
    Che poobre Paul, mas hecho pelota no puede estar, le va a dar un coma alcohólico, mas vale que se deje de joder o termina mal, y lo digo muy seria, eh! Por suerte la converesacion con su hermana y su amigo-cuñado lo sacó un poco de sus pensamientos depresivos.
    Y tambien pobre Gwen, mas vale que salga pronto de allí porque termina loca de verdad, es inaguantable eso, mas si no tiene ayuda de los padres....confio en que George la sacara y que los padres no se enojarán...o si XD
    Y bueno, me alegro que haya salido el divorcio, ya está, a ahora a vivir el amor!!!!
    Que ingeniosa con el titulo, si no lo decias no me daba cuenta, soy muuy turuleca jajajaja
    Bueno, me voy no sin antes tirarte unos besos porque este capitulo me parecio genial (ya adivinaras porqué 1313) y no se porque decis que es feo, y confio en que mi presidenta dejara de gritar LCD PARA TODOS! y los cambiará por LSD PARA TODOS....ahí si la votaría jajajaja

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    1. Tú es que eres una viciosilla, que ya quieres que te inviten a LSD y todo... Nada más llegar a Londres y ya vas pidiendo que te coloquen, ya te vale, ya... jajajaja.
      Paul es que eso de la depresión como no lo lleva muy bien, y si encima le añades que el chaval está por las tierras perdidas de Escocia más solo que la una... Pues normal que esté más chafado que una mierda... :S
      Gwen y George darán que hablar! Bfff, ya verás ya!
      LSD PARA TODOS YA! XD

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  3. Me identifico mucho con Gwen y cómo se siente :(
    Me gusta mucho escribes muy bien!!

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    1. Pues como Gwen espero que te poco a poco vayas sintiéndote mejor ;) Gracias por leer y por el comentario, me alegro muchísimo de que te guste!

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