martes, 28 de mayo de 2013

Capítulo 88: Cerrando un ciclo

Era un día desapacible, de esos en los que la gente prefiere no salir de casa a no ser que sea estrictamente necesario. Los pocos días que llevaban de febrero estaban siendo iguales a los últimos de enero: fríos y húmedos. Para colmo, aquel día, además, también había viento; un viento que de tan frío era amargo, un viento que te cortaba la cara nada más pisabas la calle. Era, en definitiva, un mal día.

No obstante Gwen y Mary parecían no pensar eso mientras iban de camino a Ascot. Las dos charlaban y reían animadamente en el coche, un coche, por cierto, que había sido el regalo que George le había hecho a Gwen en su último cumpleaños, poco después de que ella se sacara el carnet de conducir. Iban a visitar a Chris, a la que hacía casi un par de semanas que no veían, y el tiempo era lo que menos les importaba en esos momentos.

-Así que no te imaginas la cara que puso mi padre cuando me vio aparecer conduciendo este trasto…-rió Gwen divertida.-Siempre me decía que jamás me dejaría conducir, que eso no era para mujeres… Un machista, vamos. Y se lo tuvo que tragar.

Mary soltó una risita ante la anécdota que su amiga acababa de contar.

-¿Y dijo algo?

-No, qué va. De decir no dijo nada, pero la mirada que le soltó a George cuando le dije que me lo acababa de regalar fue mortal... Creo que si lo hubiera podido matar allí mismo, lo habría hecho.-contestó su amiga divertida.-Por cierto… Es en este cruce cuando tengo que girar a la izquierda, ¿no?

-Exacto, por aquí mismo.

Justo antes de que Gwen enfilara por el camino asfaltado que llevaba hasta Tittenhurst Park, Mary se acarició la barriga y sonrió, complacida. Su segundo embarazo, justo antes de cumplir su cuarto mes, era ya más que evidente. Se sentía bien en esos momentos y no era para menos: en lo personal, estaba pasando por momentos tan dulces que hasta le costaba creer que todo aquello era cierto.

No tardaron ni cinco minutos en plantarse delante de la casa ni en recorrer el sendero que conducía hasta la entrada. Gwen paró el coche lo más cerca que pudo de la puerta y las dos chicas bajaron del vehículo. Nada más lo hicieron, una ráfaga de viento helado como la nieve les golpeo en la cara. Mary se echó hacia arriba la bufanda intentando taparse también la nariz y metió las manos en los bolsillos de su abrigo. Parecía que hacía más frío que cuando Gwen había ido a recogerla a Sunny Heights no hacía ni media hora. De hecho, en aquellos momentos, la fina llovizna que caía se había convertido ya en aguanieve.

Apresuradas, las dos se dirigieron al porche y, justo en el momento en el que lo cruzaban, la puerta se abrió sin necesidad siquiera de que ellas llamaran al timbre. John sonrió nada más las vio. Mary no pudo evitar fijarse en el aspecto que lucía. Hacía poco más de quince días que se había cortado el pelo muy corto y la verdad era que, después de haberse acostumbrado a ver a John durante tanto tiempo con el pelo largo, se le hacía raro verle así.

-Hola, chicas.-saludó.-Joder, qué tiempo. Entrad rápido o se nos van a helar hasta las ideas.

Gwen y Mary le devolvieron el saludo casi al unísono y entraron en la casa. Dentro hacía un calorcillo de lo más agradable, nada que ver con la temperatura de afuera.

-¿Cómo está el futuro papá?-quiso saber ella.

-Atacado a más no poder.-confesó él esbozando una media sonrisa.-Vamos, pasad. Christie está en el salón.

Las dos chicas siguieron a John a través del pasillo hasta que llegaron al salón. Efectivamente, Chris estaba allí, sentada en el sofá mientras ojeaba el periódico. Nada más las escuchó llegar, la chica se puso automáticamente en pie y les dedicó una enorme sonrisa. No obstante y pese al gesto amable, su amiga no tenía muy buena cara.

-¡Hola, chicas!-las saludó efusiva.-¡Cuántas ganas tenía de veros!

-¡Chris!-exclamó Gwen.-¿Cómo estás?

-Como una vaca asquerosa, ¿no me ves?

-Oh, vamos, no seas boba. Estás de nueve meses, no querrás estar como una sílfide, ¿no?-le cortó Mary mientras se acercaba a ella.-Y ahora en serio, ¿cómo te encuentras?

-Bueno… Voy tirando.-masculló Christine sin demasiado convencimiento.-¿Y tú qué tal, futura mamá por segunda vez?

-Yo estoy perfectamente. Ya sabes; este embarazo no me está dando tantos dolores de cabeza como el de Vladis.

-Me alegro. Hablando de Vladis… Hace mucho que no veo a ese terremoto, ¿dónde está?

-Se ha quedado en casa con su padre. Está un poco resfriado y con el tiempo que hace hoy…

-Ya, un día de perros… Has hecho bien, pero a la próxima lo traes, ¿eh?

No había acabado ni de decir esto cuando una mueca de dolor cruzó por su cara. Pese a que intentó disimularla, Chris no pudo evitar que todos los que estaban allí presentes se lo notaran.

-Deberías sentarte, pequeña.-dijo John, quien de repente había aparecido al lado de la chica.

Christine obedeció sin más, incluso podría decirse que hasta algo agradecida. John, por su parte, se sentó a su lado a la vez que Gwen y ella se sentaban en el otro sofá de dos plazas que había justo al lado del de ellos.

-Son contracciones. Ya llevo así un par de días.-aclaró ella.-El ginecólogo y la matrona dicen que es normal…

-Completamente.-convino Mary, que aún se acordaba perfectamente de los días antes de tener a su primer hijo.

-Ya te debe tocar pronto, ¿no?-comentó Gwen al cabo de unos segundos.

-De un momento a otro.-respondió Christine.-Tenemos muchas ganas de verle la carita, ¿verdad, monstruo?

John sólo se limitó a asentir a la vez que esbozaba una sonrisilla soñadora y ponía la mano sobre la barriga de la chica. Ni Mary ni Gwen pudieron reprimir dibujar una sonrisa también cuando vieron aquella escena. Era bonito verlos así, la verdad.

De repente, el ruido del teléfono, interrumpió aquel momento casi mágico. John, soltando un respingo de fastidio, volvió a su posición original y descolgó el teléfono.

-¿Sí?-contestó de mala gana.-Ah, hola, Mimi, ¿qué tal? Sí, claro… Oye, espera un segundo, ahora mismo te llamo yo, ¿de acuerdo? No te muevas.-John colgó el teléfono y después, mirando a las chicas, añadió:-Mi tía. Creo que iré a la habitación para hablar con ella, así no os molesto.

-Mejor, estarás más tranquilo.-sonrió Christine antes de que John le diera un breve beso en los labios y se pusiera en pie.

-Deséame suerte, pequeña.

-No seas tonto, Johnny.

John le guiñó un ojo en un gesto divertido y, a continuación, salió del salón dejando a las tres chicas solas.

-Espero que hoy no le pinche demasiado.-dijo Chris al cabo de unos segundos.-Con lo nervioso que anda, acabarían discutiendo… de nuevo.

-Entonces es verdad eso que nos ha dicho de que está atacado cuando hemos llegado.-comentó Gwen divertida.

-Completamente cierto.-contestó Chris quien, misteriosamente, había borrado la sonrisa de su cara.-Está que se sube por las paredes. Y creo que no es sólo por todo esto…

El tono sombrío con el que la chica había dicho aquello, hizo que sus dos amigas se la quedaran mirando, sorprendidas. Christine las miró y suspiró.

-Me refiero al grupo.-aclaró.-Chicas… Sé que con George y Ringo las cosas marchan más o menos, pero… con mi hermano van a peor, ¿me equivoco?

Gwen y ella se quedaron mirándola durante unos instantes, sin saber qué responder. La verdad era que sí, que las cosas entre Paul y John estaban fatal, pero en aquellos momentos Mary no estaba segura de si debía decírselo a una persona que estaba a punto de dar a luz y, por consiguiente, con los sentimientos a flor de piel. Por lo visto, Gwen parecía estar pensando exactamente lo mismo que ella.

-Venga, joder…-insistió Christine algo molesta cuando vio que ninguna de las dos decía nada.-John no suelta prenda para que no me preocupe, pero lo único que consigue con eso es que lo haga aún más. Aunque nadie me diga nada, no soy tonta y sé ver lo que pasa delante de mis propias narices…

-Bueno…-masculló Gwen al fin.-No van muy bien, a decir verdad. Yo no es que sepa mucho de cómo está la cosa, pero por lo que me dice George…

-¿Ha ocurrido algo que deba saber?-preguntó Chris con determinación.

-No.-contestó Mary.-Sólo lo de siempre, lo mismo que viene ocurriendo desde ya hace mucho tiempo. No ha habido ninguna pelea monumental ni nada por el estilo, pero el grupo hace aguas por todas partes y es lógico que ellos no estén muy bien. A Rich se lo noto también, así que supongo que a John, que es el que más roces tiene con Paul, también se lo notarás. Ya sabes que no se llevan muy bien…

-Nada bien…-suspiró Chris antes de esbozar una sonrisita un tanto amarga.-En fin… Siempre ha de haber alguna sombra en momentos que deberían ser del todo buenos, ¿no es cierto?

-Tú sólo piensa en que en nada tendrás a tu hijo o a tu hija en brazos.-dijo Gwen decidida con ánimo tranquilizador.-Sólo limítate a disfrutar cuando llegue el momento.

-Gwendolyn.-le reprendió Mary mirándola fijamente.-Te aseguro que un parto no se “disfruta” precisamente…

El tono serio con el que había dicho aquello, hizo que Chris soltara una sonora carcajada. Gwen, por su parte, enrojeció de repente.

-Bueno, no me refería a eso…-masculló la chica avergonzada.

-Ya lo sé, boba. Sólo bromeaba.-sonrió Mary tranquilizadora y, después, viendo que Gwen seguía incómoda y cambiando de tema, añadió:- Oye, por cierto, cuéntale a Chris lo que te pasó en la exposición que montaste este fin de semana… Creo que se va a reír con la anécdota de la señora de la limpieza.

-Oh, sí, por favor, contadme algo divertido; necesito pegarme unas risas con vosotras.-contestó Chris con entusiasmo.-Adelante, soy toda oídos.

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Poco después de que las chicas se fueran, Christine no había podido más y se había echado en la cama. Necesitaba descansar. Se sentía incómoda se pusiera como se pusiera y un enorme malestar se había apoderado de ella. Por eso, cuando John le había propuesto que lo mejor sería que se tumbara un rato, ella no había puesto ninguna objeción.

No obstante, no había podido dormir ni un solo segundo. Continuaba sintiéndose mal, muy mal, aunque bien era cierto que allí tumbada el malestar parecía un poco menor. Por suerte, John no se había querido separar de ella y se había acostado a su lado. Por lo menos, con él allí mientras hablaban en susurros sobre cualquier cosa, aquello se le había hecho más llevadero.

Llevaban un ratito en silencio, relajados, ella tumbada de lado y John abrazándola por detrás, con una mano sobre su vientre mientras con la otra le acariciaba el pelo. De no ser por el intenso dolor de riñones que sentía en aquellos momentos, aquél habría sido un momento perfecto.

-Antes se movía mucho, ¿te acuerdas?-susurró John.-Cuando estábamos así, tumbados y relajados, no paraba de dar patadas.

-Y tanto que me acuerdo…-sonrió ella, recordando aquello con ternura.-Ahora, pobre, ya no tiene espacio para moverse como antes, pero cuando le hablabas siempre te respondía con golpecitos. Hay que ver lo que quiere a su padre incluso antes de nacer…

Con cuidado, John se agachó, le levantó el jersey a la chica y le dio un beso justo encima del ombligo. Christine bajó la mirada, llena de ternura y le pasó la mano por el pelo a su marido.

-Te quiero, Johnny.-susurró la chica.

-Y yo a ti más, pequeña.-sonrió John y después, volviéndose de nuevo hacia el vientre de la chica, añadió:-Y a él también.

-O a ella…-le corrigió Chris más que nada con ánimo de picarlo porque a aquellas alturas y viendo las patadas que le había pegado durante todo el embarazo, ella también estaba segura de que sería un niño.

John sólo se limitó a soltar una risita divertido y a negar con la cabeza. Después, se incorporó de nuevo y la besó en los labios, dulce y tiernamente. La chica pronto se perdió en aquel beso que parecía eterno, pero, de repente, un pinchazón en el vientre hizo que el dolor se adueñara de ella nuevamente. John se dio cuenta enseguida y se separó con cuidado.

-¿Estás bien?-quiso saber dedicándole una mirada, preocupado.

-No sé…-masculló ella intentando disimular una mueca de dolor.-Creo que… voy al baño.

John se apartó de encima de ella y la chica se puso en pie conforme pudo, ante la mirada atenta de él. Al contrario que otras veces, al cambiar de posición, el dolor no remitió en absoluto; bien al contrario, pareció intensificarse conforme iba avanzando hacia el baño. Entró adentro y dejó la puerta abierta. Desde allí aún podía ver a John sentado sobre la cama, que no le perdía el ojo. Se miró en el espejo y abrió el grifo con la intención de mojarse la cara. Pero justo antes de que lo hiciera, notó una cosa húmeda y caliente en su ropa interior. No hizo falta que mirara hacia abajo para saber lo que era. Aquello, unido a los dolores que había tenido durante todo el día, no dejaba lugar a dudas.

-John…

-¿Qué ocurre?-preguntó él. La chica vio a través del espejo como se ponía en pie de un salto.

-Creo que… he roto aguas.-susurró ella, nerviosa y asustada a la vez.-Ha llegado el momento.

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En aquellos momentos, Chris no se acordaba demasiado bien de cómo habían entrado al hospital. Sabía que Les les había llevado y que una vez allí la habían metido en la sala de partos directamente. Estaba ya bastante dilatada, había dicho el ginecólogo, así que no había tiempo que perder. John se había puesto blanco a su lado cuando había escuchado aquello. Era curioso. De eso sí que se acordaba perfectamente: de su cara de susto y del beso y el apretón de mano que le había dado antes de que se la llevaran.  Aquello, aunque pareciera mentira, le estaba dando unas fuerzas y unos ánimos inusitados, una cosa que necesitaba muchísimo en un momento como ése.

Las contracciones habían empezado a ser fuertes e incluso violentas ya desde casa, pero ahora lo eran mucho más. Ya casi no le daba tiempo a distinguir cuando acababa una y empezaba la otra y se sentía casi a punto de partirse en dos cada vez que una nueva contracción le sobrevenía. Era un dolor intenso, como nunca antes lo había sentido, pero le daba igual: el saber que su hijo estaba a punto de nacer era aliciente suficiente como para que ella aguantara todo aquello valientemente.

-Creo que esto va a alargarse más de lo que nos esperábamos…


Aquellas palabras del ginecólogo hicieron que Christine se quedara mirándolo con gesto suplicante. ¿Alargarse más de la cuenta? ¡Si ya llevaban horas ahí dentro! La matrona, al lado del doctor, le lanzó una mirada reprobatoria al médico cuando vio a Chris.

-Pero tranquila, va todo perfectamente.-se apresuró a disculparse el hombre y, después, añadió algo más que ella no alcanzó a escuchar, pues otra intensa contracción, más violenta que la anterior, se adueñó de ella.

No pudo evitar soltar un grito de dolor, desgarrador, a la vez que su mente se dirigía, sin saber por qué, hacia su madre. Ojalá estuviera allí. Ella, que tantos partos había atendido, seguro que habría sido capaz de reconfortarla. Y entonces, sintió una inmensa paz y seguridad en sí misma. Daba igual lo que se alargara aquello. Aguantaría. La recompensa valdría la pena.

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John ya no podía más. Estaba allí, solo en la sala de espera, nervioso a más no poder. Hacía ya mucho tiempo, demasiado, que se habían llevado a Chris a la sala de partos y no sabía nada de ella. ¿Qué coño pasaba? ¿Por qué mierdas tardaban tanto? Para colmo, nadie salía de allí dentro y no podía preguntar nada. Aquello era exasperante.

Ya había hecho lo que tenía que hacer nada más habían llegado: había llamado a su tía Mimi, quien le había asegurado que se pillaría un tren hacia Londres nada más pudiera, y a Mike, el hermano de Chris. A los demás, los llamaría cuando todo hubiera acabado. Sabía que si llamaba a alguno de sus amigos, alguien aparecería por allí antes de tiempo y lo cierto era que él prefería estar solo en aquellos momentos: solo con sus nervios y con sus cajetillas de tabaco.

A Paul, pese a que fuera tan hermano de Christine como Michael, también le llamaría cuando todo hubiera pasado, tal y como habían hecho Linda y él cuando el verano anterior había nacido su primera hija, Mary. Chris y él ya lo tenían hablado desde hacía meses y así, como lo habían acordado los dos, iba a hacerlo. Además, para qué mentir, tampoco le apetecía hablar con él en aquellos momentos, sobre todo teniendo en cuenta la situación en la que estaba su relación.

Y allí estaba él, esperando, desesperado. Empalmó un cigarrillo con otro, nervioso, y se levantó por enésima vez de su silla para empezar a caminar nervioso por la sala de espera. Joder, llevaban allí horas. ¿Por qué no salían? ¡Si cuando habían llegado estaba tan dilatada que el médico había dicho que no tenían tiempo que perder! De repente, un oscuro pensamiento le nubló la mente. ¿Y si las cosas no estaban saliendo bien? ¿Y si había peligro para el niño o para ella? Sólo con pensar aquello, un escalofrío le recorrió la espalda y un sudor frío se adueñó de él. Movió la cabeza, a un lado y a otro, mientras le daba otra enorme calada a su cigarrillo, intentando mantener el control. Pero entonces, de repente, un grito desgarrador, de dolor intenso, traspasó las paredes y llegó hasta la sala de espera donde estaba él. John paró de caminar, asustado, y se quedó mirando durante unos segundos hacia la puerta por la que Christine había desaparecido horas antes. Chris volvió a gritar a la vez que John le daba otra calada a su cigarrillo y perdía, ahora sí, por completo, el control sobre sí mismo. No soportaba la espera, ni muchísimo menos el oír a Christie sufrir de ese modo. Tenía miedo, miedo de que las cosas no estuvieran saliendo bien, y se sentía sumamente impotente.

Debía de hacer algo, pero… ¿el qué? Aquellos momentos se estaban convirtiendo en toda una pesadilla.

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El ladrido insistente del perrito le despertó de repente, sobresaltado. Ni siquiera era consciente de que se había dormido mientras veía la televisión, de ahí el susto que se había llevado.

Aún algo desconcertado, el hombre miró hacia la puerta que daba acceso al jardín trasero de la casa y vio allí a Monster, que raspaba con sus patas la puerta y ladraba para que le abriera. Era normal que el animal quisiera entrar ya que afuera había empezado a llover copiosamente. Pese a eso, soltó un bufido de fastidio ante de levantarse de su sillón y dirigirse hacia la puerta. Abrió con las mismas pocas ganas y el perro, trastabillando como pudo, entró en el interior de la casa y se dirigió hacia su alfombra, situada enfrente de la chimenea que crepitaba alegremente. El hombre miró al animal y negó con la cabeza. Estaba viejo y gordo, y apenas podía andar. Además, el pobre estaba sordo como tapia. Ya nada quedaba de aquel enérgico perrito que habían rescatado de la calle años atrás y que tanto les había animado. Pero bueno, pese a todo, quería a ese animal, que en esos momentos suponía su única compañía de verdad.

Sumido en todos aquellos pensamientos, el hombre se volvió a dejar caer sobre su sillón y fijó su vista en el televisor. De repente, se sintió tremendamente solo, vacío.  Con un perro viejo y él; así había quedado su casa. Vale, sus hijos iban a visitarlo de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, por cierto, pero pasaban por allí y pronto se iban y volvían a sus cosas.

Intentó volver a concentrarse en la película. Y es que, por mala que fuera y aunque no supiera ni de qué iba, cualquier cosa era mejor a estar regodeándose en sus propias miserias. Y entonces, de repente, justo cuando estaba empezando a pillarle el argumento, el teléfono de casa sonó, insistente.

Con la misma cara de pocos amigos con la que se había puesto en pie hacía unos minutos para abrirle al perro, se levantó y caminó casi arrastrando los pies hacia el teléfono. No esperaba ninguna llamada de sus hijos y tampoco quería hacerse ilusiones: la verdad era que cada vez que se las hacía siempre acababan siendo su hermana o su cuñada para decirle cualquier tontería.

-¿Sí?-masculló cuando descolgó.

No obtuvo ninguna respuesta, sólo un intenso silencio al otro lado de la línea.

-¿Sí?-volvió a insistir, empezando a enfadarse.

-¿Jim?-preguntó débilmente alguien al otro lado de la línea.

El hombre se quedó pensando durante unas milésimas de segundo. Aquella voz se le hacía vagamente familiar, pero por teléfono y con la debilidad con la que le habían contestado, era imposible distinguir de quién era.

-Sí, soy yo.-respondió él enérgicamente.-¿Quién llama?

Otro silencio.

-¿Oiga? ¿Sigue ahí?-preguntó exasperado cuando ya estaba a punto de colgar.

-Sí.-contestó aquella voz al otro lado de la línea.-Sigo aquí. Jim, soy… John.

De repente, lo reconoció. John. Por supuesto que era John, el maldito bastardo que le había arrebatado a su hija pequeña. Estuvo a punto de colgar el teléfono con un golpe seco. No quería ni oír su nombre ni, muchísimo menos, hablarle. No obstante, de repente, reflexionó. Si aquel cabrón le llamaba sería por algo, no sólo porque quisiera saludarle.

-¿Qué quieres?-preguntó al fin con malos modos.

-Es Christie, Jim.-contestó John atropelladamente haciendo que el hombre de repente sintiera como la sangre se le helaba en las venas.-Está de parto. Hace ya muchas horas que ha entrado y… nadie dice nada, no sé. Creo que…

-¿Qué le ocurre?-le cortó él entre enfadado y asustado a la vez.

-Le he dicho que no lo sé, pero no estoy seguro de que las cosas vayan bien. Nadie me dice nada y yo ya no sé lo que pensar…-respondió John. Parecía desesperado pero, a Jim le dio igual en aquellos momentos. John hizo una pausa antes de seguir.-No sabía qué hacer y he creído que tal vez usted…

Sólo cuando escuchó aquellas últimas palabras, Jim reaccionó. Entonces, cuando asimiló las palabras que John le acababa de decir, una rabia infinita se apoderó de él.

-Mira, desgraciado.-le cortó de repente haciendo que John parara de hablar en seco.-Si a mi hija le pasa algo pariendo a un bastardo tuyo, te mato.

Ni siquiera se esperó a que John le dijera nada, simplemente colgó fuertemente, furioso como pocas veces en su vida lo había estado. Y entonces, sin poderlo evitar, se puso a llorar desconsoladamente, por todo. En aquellos momentos se arrepentía de muchas cosas. Y es que, si a su hija le pasaba algo malo sin que antes hubieran por lo menos hablado y arreglado sus diferencias, él jamás se lo perdonaría. Jamás.

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Cuando Jim le colgó el teléfono, John se dio cuenta de la estupidez que acababa de cometer llamándole. ¿Por qué mierdas lo había hecho? Lo cierto era que estaba tan nervioso y fuera de sí que ni siquiera era consciente de lo que hacía y aquello era la prueba latente de todo aquello.

Cabizbajo y sintiéndose como un completo estúpido, colgó también el auricular del teléfono público de la sala de espera y volvió a su incómoda silla metálica mientras pensaba en lo que Jim le acababa de decir. ¿Y si a Chris le ocurría algo mientras daba a luz a un hijo suyo? Jim le había jurado que lo mataría, pero él, además, se sentiría el ser más despreciable de toda la tierra.

Bufó, nervioso, y bajó la cabeza hasta colocarla casi en medio de sus piernas mientras la sostenía con las dos manos. Sólo quedaba esperar y rezar para que sus negros vaticinios no se hiciesen realidad.

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-¡Venga, así! ¡Vamos, el último esfuerzo!-exclamó la matrona.

Christine, sudorosa y agotada, empujó de nuevo tanto como pudo y, sorprendiéndose a sí misma de su propia fortaleza, sintió de repente como la cabecita de su bebé se abría paso desde su interior. Otro empujón más. Y otro, más fuerte aún. Tal y como le habían dicho, sólo quedaba el último esfuerzo.

Y entonces, ocurrió. El bebé, su bebé, salió de su vientre e irrumpió en un llanto potente, atronador, pero precioso a la vez. El doctor le colocó al bebé encima, con cuidado, sobre su pecho y Christine lo miró bien, sintiéndose como en una nube, a la vez que las lágrimas empezaban a resbalarle por las mejillas.

-Enhorabuena.-sonrió el médico.-Es usted madre de un niño maravilloso.

Christine sonrió y acarició la carita de su hijo, que dejó de llorar cuando sintió aquel leve contacto lleno de amor. Y tanto que era maravilloso. Era maravilloso y precioso; el ser más bonito que había sobre la faz de la Tierra, el niño más guapo que jamás había visto. Era su hijo.

-Hola, Jack…-susurró al fin pronunciando el nombre que John y ella habían decidido ponerle, un nombre que en aquellos momentos se le antojaba el más bonito de todos los nombres.-Hola, cariño…

Y de nuevo, los ojos de Christine volvieron a anegarse en lágrimas de emoción.

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Cuando John escuchó la puerta abrirse, levantó la cabeza automáticamente y se quedó mirando asustado hacia la mujer que acababa de aparecer por allí. No tardó ni un segundo en percatarse de que llevaba en brazos un bultito envuelto, pequeñito. La mujer le dedicó una sonrisa, feliz. Y John, entonces, también sonrió a la vez que se levantaba loco de alegría.

-Enhorabuena, señor Lennon.-le dijo la comadrona mientras él se acercaba hacia ella, tembloroso.-Aquí tiene a su hijo.

John no pudo evitar esbozar una inmensa sonrisa cuando escuchó la palabra “hijo”. Lo sabía. Lo había sabido desde un primer momento: iba a ser un chico y así había sido.

Se plantó ante la comadrona con dos grandes zancadas y la mujer le enseñó al niño. John lo miró, embelesado, y sin ser muy consciente ni de lo que hacía, lo agarró en brazos con cuidado. Nada más hacerlo, una fuerte oleada de felicidad se apoderó de él. El niño tenía los ojitos abiertos y lo miraba, y John no pudo evitar sonreír con ternura.

-Ey, Jack, hola… Qué guapo eres.-le dijo con la voz entrecortada mientras le pasaba un dedo por la cara, con suavidad. No obstante, sus pensamientos enseguida volvieron hacia Christine, así que volviendo a mirar a la comadrona preocupado, preguntó:-¿Y mi esposa?

-Agotada después de un parto tan largo, pero muy bien, puede estar tranquilo.-sonrió la mujer.-Pensábamos que todo iría más rápido, pero al parecer Jack no tenía muchas ganas de salir.

John soltó una risita divertido y aliviado a la vez, contento por todo. Había salido todo bien. Chris y Jack estaban perfectos y eso era lo que más le importaba en el mundo. Después, volvió a bajar la mirada hacia el niño, que continuaba mirándole, tranquilo.

-Así que no querías salir, ¿eh, granuja?-sonrió él.

Entonces Jack, como si lo hubiera entendido, alzó su bracito y dio un pequeño golpe en el aire. John no pudo evitar que se le escapara una carcajada al ver la respuesta del niño. Sonrió de nuevo y notó como una lágrima recorría su mejilla. Era la primera vez que John lloraba de pura felicidad.

Aquel momento era, simple y llanamente, maravilloso.

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A Christine ni siquiera le dio tiempo a ver nada cuando la entraron en la habitación antes de que John prácticamente se abalanzara sobre ella y le diera un intenso beso en los labios, lleno de amor. Después, hundió su cabeza en su cuello y suspiró. Christine le acarició la nuca, con ternura.

-Menos mal que estás bien, pequeña.-susurró John tan bajo que estaba segura de que aquello sólo lo había podido escuchar ella.-Te quiero, te quiero, te quiero. Gracias.

-Y yo también te quiero muchísimo, Johnny…

El carraspeo del celador que llevaba la camilla interrumpió aquel momento mágico. John se apartó de ella de mala gana y se quedó mirando mientras el hombre la colocaba en el lugar correcto de la habitación.

-¿Me firma un autógrafo, por favor?-preguntó de repente el celador mirando a John cuando acabó con ella.

Christine sonrió divertida mientras él le echaba una firma con cara de pocos amigos en el papel que le había tendido, seguramente aún enfadado porque los había interrumpido. Después de darle las gracias a John y de darles la enhorabuena a los dos, salió de allí, dejándolos solos.

-Aún no han subido a Jack, ¿verdad?

John negó con la cabeza mientras se sentaba en el borde de la cama y le tomaba la mano en un gesto que a ella le encantó.

-No. Me han dicho que iban a hacerle las pruebas y todo eso y que no tardarían.-contestó él sin dejar de mirarla.

-Ha sido niño.-susurró ella divertida.-Tenías razón, Johnny.

-Te lo dije, peque.-sonrió él incorporándose hacia ella para darle otro beso.-¿Y tú cómo estás?

-Perfecta.

John arrugó la frente y le dedicó una mirada incrédula, lo cual hizo que Christine soltara una risita.

-No estoy para correr la maratón, pero estoy mejor que nunca en mi vida.-contestó finalmente pasándole la mano por la cara.-Ya ni me acuerdo de los dolores. ¿Lo has visto?

John asintió con la cabeza a la vez que le dedicaba una sonrisa soñadora.

-Es perfecto.-susurró.-Es el niño más guapo que hay en el mundo.

-Tuyo y mío, John. De los dos.

Los dos volvieron a fundirse en un beso aún más largo que los anteriores.

-¿Y tú qué tal lo has llevado?-preguntó Chris cuando se separaron. Lo conocía demasiado y tenía la sensación de que, con lo nervioso que era, la espera no se le habría hecho demasiado amena.-¿Se te ha hecho muy largo?

De repente, John borró su sonrisa de la cara y torció el gesto. Chris lo miró, extrañada, a la vez que John volvía a tomarle la mano con fuerza.

-Se me ha hecho eterno.-contestó él al fin.-Y he tenido miedo, mucho miedo. No sabía nada de vosotros y pensé que las cosas no iban bien…

-Pero cariño…-sonrió ella sintiendo como la ternura la embargaba.-Todo ha ido genial, pero… estas cosas a veces se alargan.

-Lo sé. Ahora ya lo sé.-sonrió él.-Pero en esos momentos no podía analizar la situación ni ponerme a pensar fríamente.

-Bueno, ahora ya está.-contestó Chris.-Y no ha pasado nada.

-Christie, pequeña… Sí que ha pasado algo…-masculló John de repente bajando la mirada.

-¿Pero qué dices, Johnny?-preguntó ella contrariada, sin saber ni qué pensar.

-Verás, pequeña… Estaba muy asustado y…-respondió John casi en un murmullo inaudible.

-¿Y qué?

-Pues que no sabía qué coño hacer y he acabado, no sé por qué, llamando a tu padre y diciéndoselo.

La chica se quedó helada, mirando a su marido estupefacta. Apenas era capaz de creerse lo que estaba escuchando, ni tampoco sabía qué pensar al respecto.

-¿Que has hecho qué?-preguntó incrédula.

-Lo siento, cariño. Sé que he hecho una gilipollez y que no… Joder, perdóname, de verdad. Soy un imbécil.

Christine sonrió cuando vio que John se había tomado su pregunta como una acusación. Por supuesto que no estaba enfadada con él, nada más lejos de la realidad, aunque sí que estaba profundamente sorprendida. A saber lo que habría pasado por su cabeza en aquellos instantes para que acabara descolgando el teléfono y llamando a su padre.

-Ey, monstruo…-susurró ella en tono tranquilizador.-No eres ningún imbécil ni te tengo que perdonar nada porque no estoy enfadada contigo.

John se volvió hacia ella y la miró sin estar demasiado convencido.

-¿Sabes? Pese a todo has hecho bien.-añadió la chica.-Es mejor que se haya enterado por ti de que somos padres a que lo haga por la prensa. Creo que has hecho lo que debías hacer.

-¿De veras?

Chris asintió con la cabeza. Ya estaba a punto de preguntarle qué tal había ido la conversación cuando, de repente, la puerta de la habitación se abrió. Los dos se giraron a la vez y vieron a una enfermera que portaba a Jack en una cunita transparente. Nada más ver a su hijo de nuevo, a Christine se le olvidaron todas las preguntas que tenía en mente.

-Un chico bien sanote.-dijo la mujer nada más entró.-Todas las pruebas están perfectas.

La mujer colocó la cunita justo al lado de la cama y, después de despedirse, salió de allí canturreando alegre una cancioncilla.

-Está despierto.-sonrió John asomándose a la cunita y agarrando al niño en brazos con mucho cuidado.-¿Qué haces, colega? ¿Quieres ir con mamá?

Christine los miró y sonrió. En aquellos momentos dudaba mucho que alguien pudiera querer más a dos personas como ella quería a sus dos chicos, a sus dos tesoros.

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-Pues Julian va a ser el mejor hermano mayor del mundo, ¿a qué sí, tesoro?-sonrió Chris pasándole la mano por el pelo al niño. Estaba sentado a su lado en la cama mientras miraba con curiosidad a Jack, a quien Mary tenía en brazos.

-Por supuesto que sí.-sonrió Mary mirando también a Jules.-Va a querer a su hermanito mucho y va a jugar un montón con él, ¿verdad?

El niño asintió con la cabeza y sonrió con autosuficiencia cuando escuchó aquello. Después, le dio un besito a su hermanito en la cabeza y saltó de la cama para irse con Vladis, que estaba en una esquina de la habitación, jugando con un coche de juguete hecho polvo de tantos golpes como le había dado, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.

Lo de Vladis había sido muy gracioso: el pobre seguramente había esperado ir allí y encontrarse a un niño como él, con quien poder jugar, y, cuando había visto que Jack sólo era un recién nacido que apenas abría los ojos, no había podido ocultar su decepción y se había ido a un rincón enfurruñado a jugar solo con su coche de policía entre las risas de todos, cosa que aún lo había enfadado más. Por fortuna, Les no había tardado en aparecer con Julian, que había ido a conocer a su hermano, con lo cual, ante la perspectiva de un verdadero compañero de juegos, a Vladis se le había pasado el enfado por completo.

-Menudo guapetón que está hecho el pequeñajo éste…-dijo Mary mirando de nuevo hacia Jack.-Dentro de unos años te va a llevar las novias a casa a pares.

Chris soltó una risita entre divertida y complacida a la vez.

-Si le parece a su padre, tal vez tengas razón.-rió.

-Ey, ey, ey, ¿qué pasa con el padre?

Las dos chicas se volvieron hacia la puerta de la habitación, por donde acababan de aparecer Ringo y John. Los dos habían salido a fumar hacía unos minutos y ya habían vuelto. Lo cierto era que no lo habían hecho muy largo.

-Tranquilo, John, no estábamos diciendo nada malo.-rió Mary.

-Más os vale. A las dos.-sonrió John acercándose a ella y, mirando al bebé, añadió:-¿Cómo está mi Jack?

-Se ha dormido.-contestó Mary pasándoselo con cuidado.-No os quejaréis, es un buenazo.

-Dentro de un par de años ya volveremos a hablar.-sonrió John con malicia mientras acomodaba con cuidado al niño en sus brazos y le daba un beso en la cabeza. Ante aquel leve contacto, el niño se movió, incómodo, y emitió una pequeña queja, aunque no llegó a despertarse. John se quedó mirándolo contrariado.-¿Qué le pasa?

-Pasa que le pinchas con la barba esa de una semana que tienes.-contestó Ringo divertido.-Debes de parecer una maldita lija, Lennon.

-Tienes razón, al pobre le debo pinchar mucho. Tendré que afeitarme entonces…-suspiró John sentándose al lado de Chris.-¿Has visto, pequeña, los sacrificios que ha de hacer un padre por sus hijos?

-Uy, sí, cuidado, un enorme sacrificio el que vas a hacer, Johnny.-sonrió Christine divertida.

Nada más se sentó John, Jack empezó a moverse en los brazos de su padre y a gemir, lastimero. No tardó ni dos segundos en ponerse a llorar de verdad, fuerte.

-¿Qué le pasa?-preguntó Julian desde la esquina de la habitación

-Sólo tiene hambre.-le sonrió Christine. Después, volviéndose hacia los demás, añadió:-No deja pasar ni una. Cada dos horas justas, ya está reclamando.

-Bueno, pues será mejor que nos vayamos y así le das el pecho tranquila.-dijo Mary.

-Además, ya es tarde y Vladis tendrá que cenar también.-añadió Ringo sonriendo.

Los dos recogieron a Vladis, se despidieron de ellos y salieron de la habitación. Jack aún lloraba, pero menos fuerte que antes. Quizá intuía de un modo u otro que no tardaría en comer y por eso no insistía tanto. Era curioso como los niños sabían todas esas cosas.

Mientras bajaban por el ascensor hacia el parking del hospital, Mary se acarició su barriga también. Pronto ella, de nuevo, volvería a pasar por eso. Sonrió, feliz, tal y como la vida le sonreía a ella en esos momentos.

*******************************

Todo estaba tranquilo y en silencio. Ya era de noche. Hacía poco más de una hora que Ringo y Mary se habían ido a casa y, poco después, Les había vuelto para recoger de nuevo a Jules y llevarlo con su madre. Chris sonrió para sus adentros al recordar el apuro que había pasado el pobre hombre cuando había entrado en la habitación y se la había encontrado dándole el pecho a su hijo. Él, que siempre había sido tan discreto, sólo había podido llevarse de allí a Julian lo antes posible tan pronto se hubo despedido el niño de ellos y esbozar unas cuantas palabras que oscilaban entre la disculpa y la despedida.

En esos momentos, todo estaba perfecto, como debía estar: Jack dormía plácidamente en su cunita y John se había hecho sitio en la cama para sentarse a su lado mientras le acariciaba el pelo, en silencio.

-Tenía ganas ya de un poco de paz.-susurró John de repente.-Los tres, solos.

Chris levantó la mirada para encontrarse con sus ojos y sonrió antes de darle un dulce beso en la mejilla.

-Es que hemos tenido muchas visitas.-contestó.-Pero bueno, ahora ya podemos descansar un poquito, ¿no crees?

-No creo que descanse de verdad hasta que estemos en casa.-sonrió John.-Creo que a estas alturas todo el personal del hospital y sus respectivas familias tienen un autógrafo mío.

La chica soltó una risita divertida. John tenía razón y entendía que estuviera cansado de que fueran el centro de atención de todo el hospital cuando lo único que querían era estar tranquilos y disfrutar de su hijo recién nacido.

-Sólo un par de días más, monstruo, y ya está.

John le dedicó una tierna sonrisa y le paso la mano por la cara, tierno.

-¿Sabes que estás más guapa que nunca?-preguntó con calidez.

Chris iba a darle un beso en los labios como respuesta cuando, de repente, unos golpecitos en la puerta los interrumpieron. John y ella se quedaron mirándose extrañados. Era ya bastante tarde y a esas horas, a no ser que se les avisara, no pasaban ni enfermeras ni médicos. Además, era muy raro recibir visitas ya pasada la hora de cenar.

-Adelante.-dijo al fin John mientras se ponía en pie.

La puerta se abrió lentamente y entonces Christine sintió como la sangre se le helaba cuando vio a Paul y a Linda acompañados por la última persona que esperaba ver en el mundo: su padre.

-¿Papá?-fue lo único capaz de balbucear.

Jim asintió lentamente con la cabeza y, sin decir nada más, se dirigió rápidamente hacia ella y la abrazó fuerte, en silencio. Y los dos, irremediablemente, se pusieron a llorar. Tal vez lo hacían por la rabia de haber estado tanto tiempo sin hablarse, tal vez lo hacían por pura resignación contenida durante tantos años o, tal vez, lo hacían de pura felicidad. Christine no lo sabía, pero lo cierto era que las lágrimas se escapaban de ella como si fueran un torrente imparable. Y es que su interior era en esos momentos una mezcolanza indescriptible se sentimientos y emociones.

-¿Te… te apetece ver a tu nieto?-susurró Chris cuando se separaron.

Su padre asintió nuevamente y Chris alargó el brazo para acercar la cuna hacia la cama. Jim se quedó mirando al bebé, embobado, pero sin atreverse a moverse de su posición.

-Se llama Jack.-añadió ella.

-Se parece a ti.-murmuró el hombre al cabo de unos segundos. Chris sintió como un estremecimiento le recorría la espalda; hacía años que no escuchaba aquella voz que tan bien conocía.

-Se parece mucho más a John.-le contestó ella, sincera. Era cierto, el niño se parecía muchísimo a su padre. De ella, a simple vista, sólo había heredado la boca.

Jim bajó la mirada, avergonzado. Chris era plenamente consciente de lo que acababa de decir y de cómo podía sentarle aquello a Jim, pero en aquellos momentos se sentía muy segura de sí misma. La chica le dedicó una mirada a John, que miraba la escena inmutable.

Un silencio de lo más incómodo se adueñó de la estancia durante unos segundos que a Chris se le hicieron eternos. No obstante, el repentino carraspeo de Paul acabó con aquella situación.

-Creo que…-dijo su hermano de repente haciendo que todos lo miraran.-Creo que Linda y yo bajaremos a la cafetería a tomar algo. Subiremos dentro de un rato.

A nadie le dio tiempo a replicarle nada pues, antes de que se pudieran dar cuenta, los dos ya habían salido de la habitación y cerrado la puerta de nuevo tras de ellos. Jim se quedó mirando hacia la puerta, desconcertado y, a continuación posó su mirada en John. A Chris no se le escapó que era una mirada llena de resentimiento y aquello la entristeció y la enfureció por partes iguales.

-Yo… iré a fumarme un cigarrillo al pasillo.-masculló John cuando se percató de la mirada que Jim le estaba dedicando.

-No, John.-se apresuró a decir Chris con determinación.-Por favor, cariño, quédate.

John le dedicó una mirada extrañado, de incredulidad, pero Chris estaba segura de aquello. Quería que su padre aceptara lo evidente de una puñetera vez y, para eso, John debía de estar con ella.

-Ven aquí, Johnny, anda.-insistió ella a la vez que daba unos golpecitos en el lado que quedaba libre de la cama para indicarle que se sentara allí.

John obedeció, dócil, aunque no demasiado convencido. Jim, por su parte, se levantó de allí nada más John se sentó al lado de Chris. La chica suspiró, molesta y, envalentonada aún más por el gesto de su padre, agarró la mano de su marido fuertemente, como queriendo demostrar así cuánto le quería.

-No esperaba que vinieras, pero me alegro mucho de que lo hayas hecho.-empezó a decir ella después de unos segundos de tensión entre los tres.

Jim suspiró.

-Debía hacerlo.-dijo al fin.-Pese a que Paul y Mike me dijeron que todo había ido bien al final, el hecho de que él me llamara me hizo pensar sobre algunas cosas.

Christine lo miró durante unos instantes. Él era John. Ni siquiera quería pronunciar su nombre. No obstante y pese a que tenía muchas ganas de decirle un montón de cosas, calló. Sabía que su padre no había terminado de hablar y lo mejor sería no interrumpirle y esperar a que dijera todo lo que tenía que decir para empezar ella.

-Christine, hija…-continuó él hombre.-Yo sólo quiero que entiendas que lo único que quería era lo mejor para ti. No soportaba ver cómo te equivocabas; no soportaba ver que insistías en tirar tu vida por la borda.

-Mira a mi hijo, papá, míralo. ¿Te parece Jack una equivocación?-le cortó ella de repente sin poder aguantarse ni un segundo más.

-Christine, no malinterpretes las cosas…

-No las malinterpreto.-le interrumpió ella intentando a toda costa evitar ponerse a llorar.-Insisto, ¿te parece nuestro hijo una equivocación? ¿Te parece que hemos tirado nuestra vida por la borda? Soy feliz, somos felices. ¿Qué hay de malo en eso?

Jim se la quedó mirando durante unos segundos sin saber qué decir, primero a ella, después a John, que se mantenía firme a su lado, sosteniéndole la mano con fuerza.

-Hija, yo…-balbuceó el hombre.-No quería decir eso, créeme. Y quiero que sepas algo: he estado enfadado todos estos años, furioso, contigo y con él. Pero lo he estado porque pensaba que te haría daño, porque de repente creí que no te conocía y porque pensaba que lo que estabais haciendo no era lo correcto. Y esto último, a decir verdad, lo sigo pensando.

-¿Vas a continuar considerándome una puta el resto de tu vida?-preguntó ella furiosa al entender perfectamente a qué se estaba refiriendo su padre.

-Haz el favor de no poner en mi boca palabras que no he dicho, Christine McCartney.

-Lennon. Soy Christine Lennon, supongo que ya lo sabrás.

Jim lanzó un bufido molesto por aquella contestación tan contundente, pero no dijo nada. De nuevo, otro silencio incómodo se hizo entre los tres. La tensión era tan grande que Chris tenía la sensación de que incluso podía llegar a palparse.

-Papá.-dijo ella al cabo de unos segundos. Ahora ya no estaba enfadada, ni furiosa; ahora, simple y llanamente, estaba tremendamente triste:-¿Es que jamás vas a aceptar que John y yo estamos juntos? ¿No piensas darnos ni una sola oportunidad?

-Quiero a Christie, Jim.-dijo de repente John detrás de ella.-Créame. La amo más que a nada en el mundo. Jamás le haría daño.

-Y yo también lo quiero a él muchísimo.-añadió Chris apretando aún más la mano de John.-Y ahora,  John es el padre de mi hijo. Él es mi vida.

Jim se quedó mirándolos a los dos, en silencio. Estaba serio, aunque Chris no podía adivinar si estaba enfadado o, como ella, estaba simplemente triste.

-Lo sé.-suspiró al fin. Chris le lanzó una mirada extrañada, una mirada a la que Jim le respondió con otra.-A estas alturas no pongo en duda que os queráis, aunque al principio me negara a creérmelo. Christine, no creas que he venido aquí para recriminarte nada. Lo único que quería era verte y hablar contigo. Eres mi hija y, aunque te cueste creerlo, te quiero muchísimo pese a que muchas veces no te lo haya sabido demostrar.

El hombre hizo una pausa. La chica lo miró bien: sus ojos habían vuelto a empañarse en lágrimas.

-Perdóname, Christine.-susurró.-Perdonadme los dos.

Entonces Jim se desmoronó por completo. El hombre fuerte, rudo y estricto al que ella conocía se esfumó como si nada. Ahora, Jim sólo era un anciano cansado, frágil y lleno de remordimientos. Con suavidad, Chris se incorporó en la cama. John, a su lado, pareció leerle la mente y la ayudó a levantarse, con cuidado. Así, poco a poco, Christine avanzó unos pasos más allá, hasta donde estaba su padre. Se quedó plantada frente a él y lo miró.

-Te quiero, papá.-dijo al fin casi en un susurro inaudible.

Jim levantó la cabeza, la miró y, entonces, padre e hija volvieron a fundirse en un abrazo cálido, sincero, un abrazo de conciliación y cargado de amor.

-Y yo a ti, mi niña.-susurró el hombre.-Y yo a ti.

*************************************

-Así que la enana tiene ahora un enano.-dijo Paul risueño mientras agarraba en brazos a Jack.

El niño pareció extrañarse al principio e hizo un puchero. No obstante, en el último momento, pareció pensárselo mejor, bostezó y volvió a cerrar los ojos plácidamente.

-Es un niño precioso.-añadió Linda a su lado.

-Gracias.-contestó Chris que los miraba desde uno de los sillones de la habitación.

-Sí que es verdad…-masculló Paul sin dejar de mirar al bebé.-John, se parece a ti muchísimo.

-No sé, eso dicen, aunque de Christie también tiene bastante.-dijo John sonriente, aunque era más que evidente que se sentía orgulloso por ello.

Antes de que nadie pudiera añadir nada más, Jack volvió a abrir los ojos, miró a Paul y, de repente, empezó a llorar.

-Oh, mira lo que has hecho, gusano.-rió Chris.-Eres tan feo que has asustado a mi hijo.

-Muy graciosa, Christine.-masculló Paul mientras le pasaba el bebé a John, que calló inmediatamente al reconocer los brazos de su padre.-Eso es simplemente porque no me conoce.

-Ya… Y porque eres feo también.-le picó ella.

-Chicos…-se quejó Jim.-Parecéis dos niños pequeños, haced el favor.

Chris soltó una risita entre dientes. No obstante, pronto se olvidó de las burlas hacia Paul cuando vio que, de repente, su padre se acercaba hacia John con la excusa de ver al niño.

-¿Quiere tenerlo un poco en brazos?-le preguntó John.

Todos callaron. Chris se quedó mirándolos, a John y a su padre y, por unos instantes, creyó que Jim se negaría. No obstante, en el último momento, el hombre sonrió.

-Claro que sí.-contestó Jim.-Por supuesto que quiero tener a mi nieto en brazos.

John sonrió y le pasó a Jack, con mucho cuidado. Jim miró al niño, feliz; a Chris incluso le dio la sensación de que no lo había visto nunca tan satisfecho. Después, John regresó al lado de la chica y ella le agarró la mano con fuerza, en un gesto de inmenso cariño. Lo amaba. Lo amaba muchísimo.

La chica volvió a mirar a su alrededor, observando la escena que tenía ante ella. Todos parecían estar bien. Tal vez, cuando salieran de la habitación, todo volviera a enrarecerse. Tal vez, Paul, John y ella continuaran llevándose a matar y tal vez siguieran discutiendo. Además, era consciente de que, por mucha reconciliación que hubiera habido, las cosas con su padre quizá jamás volverían a ser como antes. ¿Pero y qué? En aquellos instantes todos parecían felices alrededor de esa nueva personita que había traído tantas cosas buenas consigo: su Jack. Y eso, en aquel momento, era suficiente para ella.

Christine sonrió disfrutando de todo lo que la rodeaba, pletórica. Y es que, aunque sólo fuera en esos momentos, todo, absolutamente todo, era maravilloso.





Y bien, aquí estoy yo de nuevo, con este capi que es ya casi medio final, por no decir final, de este fic. Se cierra ciclo, se cierran heridas. Espero que os haya gustado, de verdad, porque lo he escrito con muchísimo cariño. Si os digo la verdad, es uno de esos capis que ya tenía diseñados en mente casi desde que empecé a escribir este fic, de esos en los que sabes exactamente qué va a pasar incluso de mucho antes... :)

Perdón, por cierto, por haber tardado tantísimo en actualizar. Lo cierto es que estas semanas últimas he tenido un montón de trabajo y no he podido dedicar mi tiempo a escribir. Además, que tampoco me apetecía escribir este capi rápido y a las carreras porque quería recrearme bastante con él, disfrutármelo. Pero bueno, pese a todo espero haber podido compensar algo este retraso con la longitud del capítulo (el más largo hasta el momento, creo).

Y bien, por mí nada más, simplemente que enviaros desde aquí un besazo y un inmenso abrazo a tod@s! Os quiero mucho! Muaaaaaaak!

3 comentarios:

  1. *Tose *Putea* *Tose mas fuerte* *Putea mas fuerte* *Estornuda*
    Hola, acá estoy yo, como vez, mis condiciones no son óptimas y menos mal que estás leyendo esto del otro lado de la pantalla, porque si no recibirías muchos, pero muchos virus y microbios jajajajja
    Bueno, llega el comentario resfriado a tu fic, pero por muuy resfriado que esté, este comentario te va a decir de vuelta todo lo que te he dicho por wasap, y todo lo que te he dicho en todos los comentarios hasta ahora. Está genial, VRUTAL, buenísimo, es-pec-ta-cu-larrrr, copadisísimo, y se me acabaron o por lo menos no me acuerdo mas adjetivos jajjaja. En serio, siempre te digo lo mismo, lo sé, pero cuando digo “Ya está, no puede haber otro capi mejor que este” NO! Venís y dejás otro, y éste la verdad estuvo IMPECABLE (Ahi me acordé de otro adjetivo jaja) Bueno, este capi para mí está en el primer puesto del ranking de capis de Cris. Y si no, está ahí ahí, aunque si fuera por mí, todos estarían en el puesto uno.
    Bueno, voy a comentar como se debe, ah no, antes dejo que hablen las masas:
    http://www.youtube.com/watch?v=lk-fPApCyRs Ehhhh todo’ lo’ pibe’ te cantamooo’
    Te falta decir “Compañeroooooss” y listo, ya te postulás para presidenta. Un voto vas a tener, el mío. Y si no, ya sabés...página de facebook jujuju


    Basta de pavadas! Voy a lo que importa.
    Ya te dije que no me esperaba la reconciliación, asi que fue emotivo para mi, bueno, en realidad me la pasé llorando jjaja. Yo pensaba que nunca se reconciliarían, o que sería recién en el último capi. Espero que ahora el padre acepte todo, es mas, ya no le queda mas remedio, ¿qué va a hacer? ¿Separar a la hija? No lo pudo hacer antes, menos ahora, asi que le conviene aceptarlo. Es como siempre pasa, cuando están viejos, y se dan cuenta de que quedaron solos por los errores que cometieron, ahi vuelven con la cola entre las patas...Pero hay que perdonarlos, después de todo, son los padres :)
    No sé porqué arranqué por ahi en vez de por el principio, pero voy a ver si me organizo.
    Ayyyyyyy otro baby? Si es que lo de poblar la patagonia va enserio jajaja. Que bunituuuu, a mí me gustan los chicos, asi que puedo tener hasta 6 con tranquilidad (según mi madre, eso lo digo porque no he parido a ninguno. Pero...mi bisabuela tuvo 12...Está bien, antes no existía la televisión XD) pero es que quiero que después todos pongan su empresa de demoliciones! Que eso nos ayudará a todos, porque viendo cómo están las cosas entre la banda...bueno, mejor ni hablar. Hijos, empiecen a laburar para mantener a sus padres! Jajajaj
    Otra cosa. Nótese que mi hijitu, no tiene el nombre en vano. El pibe, a temprana edad, DESTRUYE COCHES DE POLICÍA. Se rebela contra la autoridad. Ése es mi hijo!
    Bueno, sigo, porque ando muy dispersa jajaja
    Me hiciste poner nerviosa como John. Pobre, la verdad es que, sabiendo como es él, y en una situación asi, donde nadie te dice nada, nadie te da una información...pfff da ganas de romper todo, o matarte, qué se yo. La verdad, es que me entró hasta miedo, porque con vos nunca se sabe qué va a pasar jaja. Me sorprendió mucho que decidiera llamar a Jim, pensaba que no llamaria a nadie, o solo a Mimi y listo, pero...¿a Jim? Me quedé estupefacta. Y encima la repuesta que recibió como que no lo calmó mucho...Al contrario, mas todavía para “hacerse la cabeza”.
    Por suerte salió todo bien y nació Jack! Pero qué lindo nombre y qué lindo niño y qué travieso va a ser....Pensándolo bien, no sé si quiero que se junte con los míos XDD
    Awww vos me vas a pegar un día de estos, pero es que John es muuuu tierno, enserio, se pasa, y no puedo evitar decirlo, pero me encanta esa faceta de él, ya no todo sarcástico y mañoso, sino re dulce y comprensivo....

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  2. Otra cosa que me gustó, es que también se reconciliaron con Paul. Bueno, no se si será una reconciliación total, creo mas bien que no (¿No?) Pero por lo menos unos minutos de paz hubo entre todos ellos. Se ve que Jack ha traído un pan bajo el brazo!
    Y bueno, nada mas que decirte, salvo que...PARÁ! Me olvidé. Siempre digo que en toda novela tiene que haber un parto y un entierro. Entierro ya lo hubo y faltaba el parto. Lo describiste genial (bué, yo qué sé si nunca estuve en uno jajaj) lo que quiero decir es que...me dolió hasta a mí XDDD
    Y ahora sí me despido, sin antes decirte que menos mal que me compré un pack de 6 paquetes de pañuelos, para ir gastando entre este capi y el que viene. Ya te lo he dicho pero...Te voy a extrañar :’( Y también te dije que nunca leí algo como tu fic, de verdad, tenés una maestría increíble para escribir, me conquistaste desde el primer momento (fuertes declaraciones de Gallo XDD) Naaa en serio, fue muy hermoso leerte y comentarte todo este tiempo, y esperar a que subieras, y tratar de sacarte información y reirme y llorar, y sentirme dentro de tu fic, y ojo, no te lo digo porque sea tu amiga, te lo digo porque así lo siento. Así que bueno, gracias por todo eso, por hacerme feliiiizzzz leyéndote.
    Un gran besote, genia de la vida!!!!

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  3. P/D1: Ay...las anteúltimas post-datas....Tristeza milll.
    P/D2: Gallo no llores, no llores, no llores. Bueno, tampoco tosas.
    P/D3: Si queres te paso mas cantitos hacia tu persona. Bueno, hacia la persona esa que comparte tu nombre. (Yo le haría juicio por cagarte asi tu nombre tan lindo)
    P/D4: Dejá de babear, que te estoy viennndo!
    P/D5: Hoy no hay bendiciones Andrinísticas, porque el señor se fue. Espero que para el proximo capi esté, que él no debe faltar!
    P/D6: El proximo es el último...yo me voy a tirar abajo del tren! Naaa...es que no me hago a la idea, pensé que nunca llegaría este momento.(Já, en las novelas siempre dicen esa frase, me saqué el gusto de decirla yo también jaja)
    P/D7: Ya listo, te dejo, te mandan saludos las cabras: Beeeeeeeeee beeeeee

    XDDDD


    Chauuuu!

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