lunes, 18 de junio de 2012

Capítulo 47: Recuerdos


Sólo les quedaba una nota por saber y la tensión era prácticamente insoportable. Sorprendentemente, hasta ese momento tanto Chris como ella llevaban todas las asignaturas aprobadas. Lo cierto era que no había sido en absoluto tan difícil como todo eso; los exámenes habían sido bastante asequibles y sus notas, además, bastante altas. No obstante, les quedaba por saber la nota de la asignatura más difícil que habían tenido ese curso, una sobre Historiografía y Métodos de Investigación que incluía, además, una parte de estadística y otra de filosofía bastante importante. Para colmo, aquel había sido el examen que habían hecho el día después de su encontronazo con Mel, por lo que no había estado tampoco en plena forma a la hora de afrontarlo. Aún recordaba la cara de fastidio con la que tanto Chris como ella (y muchísimos alumnos más, por cierto) habían salido del examen. Y es que tenían la sensación de aquello les había salido fatal y que seguramente les quedaría para septiembre.

Y allí estaban en esos momentos, esperando junto con un mogollón de gente de su clase a que el profesor saliera de su despacho y colgara la lista con las notas en el tablón de anuncios. Ni siquiera estaban esforzándose por mantener una conversación banal: estaban demasiado nerviosas como para hablar de cualquier cosa como si no pasara nada. De pronto, la puerta del despacho del profesor se abrió y apareció él, parsimonioso y arrastrando los pies, con un par de folios en la mano. Los alumnos le dejaron paso en el acto y el hombre pasó entre ellos con una sonrisilla de autosuficiencia que a Mary no le auguró nada bueno. Conociéndolo, aquel maldito cabrón se estaba regocijando al ver la cantidad de gente que había suspendido.

El profesor colgó con deliberada lentitud las hojas con los resultados de los exámenes y se fue tal y como había y con la misma sonrisa pedante. Nada más entró de nuevo en su despacho, una marabunta de estudiantes se apelotonó en torno al tablón de anuncios. Chris y ella intentaron acercarse, pero era imposible ver absolutamente nada con la cantidad de gente que tenían delante. Puesto que era imposible saber todavía sus notas, Mary se dedicó a observar a los que iban alejándose de allí una vez habían conocido su calificación: casi ninguno tenía buena cara, sólo los empollones de la clase, los ratones de biblioteca y muy pocos más tenían una sonrisita satisfecha. Eso,  unido a los comentarios como “mierda” y “a septiembre” que escuchaba por delante de ella, hizo que aún se pusiera más nerviosa de lo que estaba. Y es que, si hasta entonces aún había albergado una mínima esperanza de aprobar aquello, en aquellos momentos se estaba desvaneciendo como si nada.

Poco a poco, la cantidad de gente que había delante de ellas fue desperdigándose. Había llegado la hora de la verdad: sólo unos pasos y conocerían sus notas. Mary le dedicó una mirada significativa a Christine, que tenía una cara de susto increíble, seguramente la misma que ella debía estar luciendo en aquellos momentos.

-¿Vamos a ver?-le preguntó su amiga intentando articular una sonrisa despreocupada sin éxito.

-Vamos.-contestó ella.

Las dos chicas se acercaron hacia el tablón y empezaron a mirar las listas. Mary sintió como se le caía el mundo a los pies. Con aquellas notas, decenas de suspensos antes de llegar a la mitad de la lista, empezaba a entender las caras que habían puesto la mayoría de sus compañeros al ver sus notas.

-¡Maryyyy!-exclamó Chris de repente mientras señalaba con el dedo su nombre, hacia la mitad de la primera hoja.

La chica miró hacia allí y lo que vio la dejó pasmada. Un 8. Ni ella misma se lo creía. Incrédula, volvió a mirar. Estaba completamente segura de que lo había visto mal, de que aquella no era su nota, de que era la del de arriba de la lista o la del de abajo.

-¡Enhorabuena, máquina!

El grito de Chris le hizo reaccionar de repente. No, aquella nota no estaba mal, era la suya y la de nadie más.

-No me lo puedo creer…-dijo aún sin asimilar aquella buena noticia.-¡Es increíble!

No obstante, interrumpió de repente su grito de alegría nada más dijo la última frase. Y es que no sabía aún la nota que su amiga había sacado. ¿Y si había suspendido? Tampoco quería restregarle por la cara que ella había sacado una buena nota…

-¿Y tú?-preguntó escuetamente mirándola.

-Me estoy buscando…-masculló Christine mirando la lista con el ceño fruncido.-¡Puta madre!

Mary miró inmediatamente hacia donde estaba mirando su amiga, intentando adivinar si aquel grito lo había lanzado por alegría o por rabia al ver su nota. Y allí estaba, unos cuantos sitios por detrás de ella, McCartney, Christine, tenía un nada despreciable 7,3.

-¡Es genial!-la felicitó ella.

-¿Genial? Esto es alucinante.-la corrigió Chris con una sonrisa en la cara.-¡Pues si me había salido desastroso!

-Y a mí igual, aún no me lo explico…

-¿Sabes, Mary?-dijo Christine sonriendo.-Creo que deberíamos largarnos de aquí antes de que este hombre se lo repiense de nuevo y nos cambie la nota.

Mary soltó una risita a la vez que las dos se alejaban de allí con una sensación de alivio tremenda.

-Oye, Chris…-dijo Mary mientras salían por la puerta de la facultad.-¿No tenía Gwen que saber ahora también las notas de las pruebas de acceso?

-Sí, tienes razón, salían a estas horas.-contestó su amiga mirando su reloj de pulsera.-Y creo que dijo que era en el edificio este de aquí al lado donde hicieron los exámenes, ¿no?

-Eso dijo.

-¿Y por qué no vamos a ver qué tal le ha salido?-preguntó Christine resuelta.

Mary asintió con la cabeza. Le parecía una idea estupenda. La pobre Gwen había estado agobiadísima con todo aquel asunto y le pareció un detalle bonito el ir a hacerle compañía en el que posiblemente iba a ser el momento de más tensión de todos. Conociendo a Gwen, seguro que se lo agradecía.

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-¿Un 7,5 de media?-preguntó Chris abrazando a Gwen satisfecha.-¡Eso es una nota buenísima!

-¡Sí! ¡Y con ella entro seguro en Bellas Artes y no tendré que regresar a Liverpool!-respondió Gwen que apenas podía disimular su emoción.

-Y además este verano estaremos todos juntos dando tumbos por el mundo.-añadió Mary abrazándola también.-¡Enhorabuena, Gwen!

-¡Gracias chicas!-respondió la chica risueña.-Ahora vayámonos, creo que esto lo tenemos que celebrar, ¿no?

-¡Que corra el alcohol!-exclamó Chris divertida mientras ya se dirigían hacia la salida del edificio.-¡El alcohol y lo que no es alcohol!

-¡Christine!-la riñó Mary medio en serio medio en broma, aunque sin poder ocultar su risa.-¡Qué bestia eres!

-Todo lo bestia que quieras, Hall, pero después tú bien que te fumas los porros que te damos, ¿eh?

Gwen no pudo reprimir una sonora carcajada a la vez que Mary le dedicaba una mirada asesina a Chris.

-Bueno, chicas…-intervino Gwen antes de que Mary le lanzara el bolso a la cabeza de Christine.-¿Qué os parece si llamamos a los chicos al estudio y les decimos que vengan a casa de George cuando acaben para celebrarlo?

-¡Es una idea genial! ¡Vamos!

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La sensación que daba el haber terminado los exámenes era simplemente fantástica. No obstante, lo mejor de todo aquello había sido el ver la cara que se les había quedado a sus padres cuando había ido a Heswall ese fin de semana para enseñarles la nota y su flamante solicitud de preinscripción para Bellas Artes ya cumplimentada. Un 7,5 le aseguraba una plaza directa en la carrera y, por tanto, ni su padre ni su madre habían podido objetar nada al hecho de que se fuera ese verano con George y los demás de gira, aunque se notaba a la legua que no la idea no les hacía ni pizca de gracia.

-¡Por fin! ¡Ya hemos terminado del todo!

El grito de George nada más entrar en casa le llegó a Gwen hasta el salón, donde hasta ese momento había estado viendo una película por televisión. La chica no pudo evitar esbozar una sonrisa satisfecha y se puso en pie inmediatamente.

-¿Del todo?-preguntó asomando la cabeza por la puerta mientras miraba a George con una mezcla de felicidad y ansiedad.

George le dedicó una inmensa sonrisa, una de esas sonrisas que hacía que Gwen perdiera casi por completo la cabeza.

-Del todo.-confirmó él a la vez que asentía y se dirigía hacia donde estaba ella.

-Pensé que no ibais a terminar nunca con ese disco…-dijo ella antes de que George le plantara un intenso beso en los labios.

-Pues ya ves que al final todo llega, ¿no?-dijo él esbozando una sonrisa pícara antes de volverla a besar.

Gwen soltó una risa entre dientes ante aquella muestra de cariño.

-Estás muy cariñoso tú hoy, ¿no?

-¿Acaso los otros días no soy cariñoso contigo?-preguntó él casi entre susurros.

-Sí, pero hoy bastante más, reconócelo.-respondió Gwen mirándolo a los ojos.

George sonrió nuevamente antes de decir nada.

-Es que hoy, Gwen, todo es maravilloso.-dijo.-Ya estamos libres los dos por fin. Supongo que es un motivo más que suficiente para que esté contento y quiera celebrarlo con la persona más fantástica del mundo…

A Gwen ni siquiera le dio tiempo a decir nada más ya que George volvió a pegar sus labios a los suyos, ahora con mucha más pasión que antes. Cuando se separaron, la chica le lanzó una mirada penetrante a George. Estaba radiante y sí, debía darle la razón: tenía al chico más maravilloso del mundo para ella y estaban a punto de pasar todo el verano juntos, sin separarse para nada. ¿Acaso podía desear algo más? Y es que nunca en toda su vida, Gwendolyn Delilah Montrose hubiera pensado que acabaría con aquel chico que un día del 64, sin quererlo, le había llamado la atención de una manera especial mientras actuaban por la televisión, como si aquello hubiera sido una señal de que los dos, sin duda, estaban predestinados a estar juntos.

Era sábado por la noche y su hermano y ella estaban discutiendo acaloradamente, para variar. Su madre ya les había reñido desde la cocina, mientras que su padre simplemente se había limitado a subirle el volumen al televisor para mitigar sus gritos.

-¡Mirad, chicos!-dijo de repente el hombre haciendo que los dos hermanos pararan en seco de gritarse.-¡Van a salir esos que os gustan a vosotros!

Gwen fijó su vista en la pantalla y vio como, efectivamente, The Beatles se estaban situando en el escenario. Casi por arte de magia, la chica olvidó repentinamente su discusión con Josh y calló inmediatamente.

-¿Qué? ¿Estás viendo a tu novio Paul?-le preguntó el niño por detrás con el firme propósito de fastidiarla.

-¡Cállate, Josh!-le gritó ella antes de volver a fijar la vista en la televisión, justo en el momento en que ellos empezaban a cantar Cant’ Buy Me Love.

Era cierto. A Gwen le gustaba Paul. No es que se considerara una fan de las de verdad, como las chicas que gritaban su nombre en el plató de televisión, pero lo cierto es que, de los cuatro, era el que más le atraía. John le asustaba un poco,  Ringo le caía simpático aunque nada más y George le parecía demasiado misterioso. Así que, si le pedían elegir a un favorito, Gwen optaba siempre por Paul McCartney. Cantaba bien, era guapo, se veía agradable, correcto…

Pese a las burlas de su hermano, que no paraba de decir chorradas sobre Paul, Gwen disfrutó de la canción como la que más hasta que se terminó.

Y fue justo entonces cuando sucedió. El presentador, anunció que George iba a cantar uno de sus temas, I’m So Happy When I Dance With You, e, irremediablemente, la chica posó su mirada sobre el “Beatle callado”. Lo primero que le llamó la atención fue su sonrisa. Así, mostrando sus colmillos, tenía un aire gracioso pero a la vez atractivo que ninguno de los otros tenía, ni siquiera Paul con su sonrisa perfecta. Después, vino la canción. A decir verdad Gwen jamás había prestado demasiada atención a ninguna canción suya, pero esa vez, eso cambió por completo. Sin saber cómo se encontró mirando a George todavía más embelesada que cuando Paul había cantado y sin saber cómo tampoco, quedó cautivada por aquel guitarrista con fama de callado y que, sin saberlo, a Gwen le parecía que no lo era tanto en realidad a juzgar por la sonrisa pícara que de cuando en cuando esbozaba.

La canción terminó y los chicos se despidieron de su público entre gritos histéricos de las fans que los habían visto en directo y Gwen siguió con la mirada a George mientras salían del escenario.

-Tu novio Paul no te ha dedicado ninguna canción…-se burló Josh por detrás.

-Haz el favor de cerrar tu bocaza, Joseph.-le espetó la chica.-No tienes ni idea de nada… Por no saber, no sabes ni cuál de los Beatles me gusta más.

El niño le dedicó una mirada de interrogación y se calló a la vez que Gwen se levantaba del sofá y se dirigía hacia la cocina para ayudar a su madre con la cena mientras pensaba en las palabras que le había dicho a su hermano. Vale, se lo había dicho más que nada para que cerrara ya el pico y parara ya con las bromitas de Paul, pero quizás… Quizás hubiera algo de verdad en ellas y ni ella misma sabía, en esos momentos, cuál de los miembros de The Beatles era su favorito. Y es que debía de reconocer que no le había quitado el ojo de encima a George Harrison al que, de repente, parecía que conociera hasta personalmente. Sí, de acuerdo, era una idea tonta, pero algo le decía que ella era igual a ese chico, no sabía el porqué, pero estaba segura de eso…




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-Estoy seguro de que te gustará muchísimo.-dijo Paul a la desesperada.

Penny levantó su cabeza de su pecho desnudo y le lanzó una mirada incrédula. Paul no pudo evitar que de su boca saliera un inmenso suspiro de frustración. Aquel era su último argumento para convencer a Penny de que se fueran a pasar los días de antes de la gira a su granja en Escocia, para desconectar del mundo y disfrutar el uno del otro a solas antes de que todo el mogollón de la gira los absorbiera  por completo.

-Oh, Paul, venga, no seas así…-le dijo ella cuando vio la cara que él tenía.-Ya sabes que precisamente esta semana mis padres vienen a Londres… Hace un montón de tiempo que no les veo y si me voy se enfadarán muchísimo.

-Pero tú misma has dicho un montón de veces que no soportas estar junto a ellos…-insistió Paul dejándose acercando su cabeza a la suya.

-Y no lo soporto, esa es la verdad.-respondió Penny.-Pero ya están bastante cabreados conmigo porque se enteraron por la prensa de que estaba contigo, como para que ahora me largue precisamente en los únicos días que ellos van a pasar aquí en todo el año…

-Ya.-masculló Paul de mala gana viendo que no podía hacer nada por convencerla. Penny tenía razón: aunque no le gustara la idea, estaría muy mal que se fuera en ese momento.

-Además, hoy es martes y el viernes tenemos ya el vuelo hacia Alemania… Dos días es muy poco tiempo como para ir a Escocia y volver.-añadió Penny en un claro intento por consolarle.

-De todas maneras hubiéramos descansado mucho.-respondió Paul enfurruñado por no haberse podido salir con la suya.

-Paul…

-¿Qué? Es verdad, nos hubiera venido genial a los dos.-dijo él.-Los dos completamente solos… Algo que no vamos a poder tener de aquí a que se acabe la gira.

Penny lanzó un suspiro resignada y abrió la boca para contestar. No obstante, justo en ese momento, el teléfono de casa sonó insistentemente interrumpiendo aquel momento.

-Voy a ver quien es.-dijo levantándose de la cama.-Ahora vuelvo, ¿vale?

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Penny se apresuró a ir hacia el comedor y descolgó el teléfono rápidamente.

-¿Sí?

-Casi contestas, Penelope.- contestó la voz de su madre al otro lado de la línea telefónica.-Iba a colgar ya.

-No estaba al lado del teléfono, ¿sabes?-le respondió ella secamente.

-Esa no es manera de contestarme.-la riñó su madre en tono autoritario.

Penny soltó un suspiró exasperada. Siempre era igual con sus padres: apenas habían cruzado dos palabras seguidas y ya estaban discutiendo.

-¿Qué quieres?-preguntó ella con impaciencia al cabo de unos segundos haciendo caso omiso a lo que su madre le acababa de decir.

-Pues quería comentarte que mañana habíamos quedado con los Giles, ¿te acuerdas de ellos?

Y tanto que se acordaba de los Giles, como para no hacerlo. Y es que, desde siempre, sus padres habían estado obsesionados con emparejarla con el hijo mediano de aquel matrimonio rancio y rico que lo único que hacía era despreciarla por su manera de ser y de actuar desde que tan sólo era una niña.

-¿Y a mí qué más me da que hayáis quedado con los Giles?-preguntó ella con acritud.

-Pues te importa bastante porque tú te vienes con nosotros.-le contestó la mujer.-Mañana por la mañana estate a punto. Arréglate bien, nada de las cosas esas que te sueles poner tú desde que vives sola, y cuando lleguemos a Londres pasaremos por ti para ir a almorzar con ellos y con su hijo…

Penny se quedó sin palabras al oír aquello. No podía ser cierto. ¿Iban a obligarla a almorzar con esos impresentables que la odiaban? Y lo que era peor… Aún a sabiendas de que ella estaba con Paul, sus padres aún insistían de manera descarada en emparejarla con aquel idiota del hijo mediano de los Giles. Aquello, simple y llanamente, era inadmisible, la gota que colmaba el vaso.

-Pues mira…-respondió ella al cabo de unos segundos.-Creo que no va a ser posible.

-¿Cómo?-preguntó su madre incrédula.-¿Me puedes explicar el porqué?

-Pues porque esta noche me voy a Escocia, mamá.-contestó la chica sin casi pensárselo.-Hasta el viernes. Así que no creo ni que os vea a vosotros ni mucho menos a los Giles.

-¡Penelope!

-Lo siento mamá, nos veremos después del verano.

Y dicho esto, la chica colgó sin más, sin prestar ni siquiera atención a los gritos que había empezado a lanzar su madre al otro lado de la línea., y se dirigió de nuevo hacia el dormitorio con cara de pocos amigos.

-¿Qué pasa?-preguntó Paul preocupado nada más la vio aparecer por allí con esa cara.

-Nada.-le respondió ella aún algo enfadada.-Levántate y ayúdame a prepararme la maleta porque nos vamos a Escocia, Paul.

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A Mary le encantaba Sunny Heights. En realidad, la casa en sí, aunque preciosa, era lo de menos. Y es que, lo que más le gustaba a ella, eran la inmensa cantidad de terreno que tenía, tantos que era posible estar paseando por allí y cansarse sin tan siquiera salir de la propiedad. Era, sin duda, lo ideal para pasar aquellos dos días que tenían antes de irse de gira.

-¿En qué piensas?-le preguntó Ringo apretándole la mano levemente.

Mary se volvió hacia él con una sonrisa.

-En que me encanta todo esto…-respondió ella parándose de repente junto a un árbol inmenso.

Tiger, el perro de Ringo, que hasta entonces había estado caminando junto a ellos, también se paró en seco y los miró, haciendo que Ringo y Mary soltaran una pequeña risita.

-Es bonita.-dijo al fin Ringo encogiéndose de hombros.-Pero…

-No hay peros que valgan, Ritchie.-le replicó ella echando un vistazo a su alrededor.-Esta casa es perfecta.

-No lo es.

La determinación con la que Ringo acababa de decir aquellas palabras hizo que Mary le dedicara una mirada interrogativa.

-Le falta algo muy importante para que sea perfecta.-continuó él.

-¿Y qué es lo que le falta?

-Pues le faltas… tú.

Aquellas palabras pillaron completamente por sorpresa a Mary, que no se esperaba para nada una respuesta como aquella.

-¿Te gustaría venirte aquí después de la gira?-preguntó el chico al ver que ella no pensaba decir nada.

Mary lo miró detenidamente antes de decir nada. La verdad era que Ringo tenía razón. Aunque no llevaran toda la vida juntos, los dos se conocían ya muy bien y tanto uno como el otro querían estar juntos todo el tiempo que les fuera posible. ¿Qué sentido tenía el continuar alargando aquel momento?

-Me encantaría.-contestó ella esbozando una amplia sonrisa.

Antes de que ni siquiera pudiera reaccionar, Ringo la agarró de la cintura, la acercó hacia sí y le plantó un beso en los labios.

-Gracias, princesa, gracias…-susurró él separándose unos milímetros de sus labios y clavándole una intensa mirada.

Y entonces, al ver aquellos ojos color mar clavados en ella, Mary lo recordó de repente…

Era septiembre y todavía hacía bastante calor en Liverpool, más aún dentro de la estación de Lime Street. Sentada en uno de los bancos que había allí dentro, rodeada de paquetes y de maletas, Mary esperaba pacientemente a que su madre comprara los dos billetes de tren que iban a llevarlas a Preston para ver a su abuela enferma. Los primeros quince minutos de espera los había llevado bastante bien, absorta como estaba mirando a los numerosos pasajeros que iban y venían por delante de ella. No obstante, cuando ya llevaba unos veinte minutos de espera, Mary empezó a impacientarse de verdad. Dirigió una mirada hacia el punto de venta de billetes y comprobó con desespero que a su madre aún le quedaban por lo menos otros diez minutos de espera.

La chica lanzó un suspiro enfadada y volvió a desviar la mirada hacia el frente, donde estaba el panel con los horarios de los trenes y los andenes de los que salían. Si su madre no compraba pronto esos billetes, perderían el tren.

De repente, el movimiento del banco donde estaba sentada la sobresaltó. Mary miró de reojo hacia su izquierda y comprobó cuál era la causa de aquel movimiento brusco: un par de chicos de unos veinte años más o menos se habían dejado caer pesadamente sobre el trozo de banco que quedaba libre a su lado. Les lanzó una mirada asesina: no le gustaba que ningún desconocido se sentara tan cerca de ella y de sus cosas y mucho menos que lo hiciera de la manera en que lo habían hecho aquellos dos, poco menos que tirándose encima del asiento.

-Ya verás como les gustas, hombre.-dijo el más alto mientras dejaba un estuche de guitarra en el suelo.-Al fin y al cabo eres el mejor batería de Liverpool, ¿no? Mucho mejor que Pete y lo que has tocado con nosotros ha funcionado bien.

-No sé…-masculló el otro chico con un tono de voz grave que sin quererlo encandiló a Mary.

-Bah, no te preocupes.-le respondió el otro resuelto.-Te hemos elegido a ti, ¿no? Eres parte del grupo, así que es lo que hay.

El aludido se limitó a encogerse de hombros y a apoyar la espalda sobre el respaldo del banco.

No sabía por qué, pero por alguna razón, aquellos dos desconocidos que hasta hacía unos segundos había querido matar, estaban empezando a caerle bien. Quizás era por el hecho de que evidentemente fueran músicos o quizás por la forma en la que hablaban, pero lo cierto era que le habían llamado poderosamente la atención.

-¡Ey, cabrones!

Pese al insulto, Mary pudo ver como los dos chicos que estaban sentados a su lado le dirigían una sonrisa al tipo que se aproximaba.

-¿Qué hay, John?-preguntó el supuesto batería.-¿Ya tenéis los billetes?

-¡Qué va!-contestó el tal John dejándose caer aún más fuerte que los otros dos sobre el banco y moviéndolo todo, aunque aquella vez a Mary no le importó. Estaba demasiado intrigada con aquellos chicos como para preocuparse por algo así.

-¿Y entonces qué puñetas haces aquí?-preguntó el chico de la guitarra.

-He dejado a Macca en la cola, que los compre él.-contestó el aludido con indiferencia.-Aquí se está mejor… Ves a todas las tías buenas pasar, ¿no?

Los otros dos lanzaron una carcajada a la vez que Mary no podía reprimir un suspiro. Por cosas como aquella no quería tener novio pese a que la mayoría de sus amigas, con quince años, ya estuvieran todas obsesionadas con ello. Aún así, no podía negar que el tono con el que el chico había dicho aquello resultaba bastante gracioso.

-Oye, John, creo que Paul te llama…-dijo el chico de la guitarra.

-Joder, ¡tengo yo el dinero para el viaje!-exclamó él poniéndose en pie de golpe y empezando a correr hacia la cola.

Mary lo miró divertida y no pudo evitar soltar una risita cuando el chico chocó precisamente con su madre, que acababa de comprar sus billetes y se dirigía hacía donde estaba su hija. La chica vio divertida como el tal John articulaba unos breves gestos de disculpa ante su madre, que lo miraba con cara de quererlo asesinar allí mismo, y salía de nuevo corriendo hacia la cola, no sin antes tropezar de nuevo con una maleta que había en medio del pasillo.

-¿Por qué coño no se pone las gafas?-preguntó el batería entre risas.

Mary volvió a quedarse colgada de aquella voz, tanto que ni siquiera se dio cuenta de que su madre ya había llegado hasta donde estaba ella.

-Mary… ¡Mary!

La chica levantó la mirada sobresaltada y miró a su madre fijamente.

-Recojamos todo esto, el tren no tardará en salir.-dijo la mujer empezando a agarrar las bolsas que hasta hacía escasos segundos Mary había estado vigilando.

La chica se puso en pie, ayudó a su madre a recoger todas sus cosas y las dos empezaron a andar rápidamente hacia los andenes.

-¡Ey, pedona!

¿Se lo estaba imaginando o el chico de voz grave la estaba llamando a ella? Pese a riesgo de quedar mal, Mary se volvió lentamente y vio que sí, que efectivamente, el batería desconocido se estaba dirigiendo a ella.

-Te dejabas esto.-dijo el chico aproximándose hacia ella con una de sus bolsas en la mano.

Mary notó como se ponía roja cuando el chico se la tendió y le dedicaba una inmensa sonrisa.

-Gracias.-balbuceó ella agarrando la bolsa.

-De nada.-respondió él sin perder la sonrisa y clavando su mirada en ella, la mirada más bonita, de un color mar  intenso, que la chica había visto en toda su vida.

-Igualmente.-dijo ella tímidamente.

-¡Mary, venga! ¡Vamos a perder el tren!-le gritó su madre que iba unos cuantos pasos por delante.

La chica le dedicó una sonrisa al chico que tenía delante antes de volverse para salir apresurada hacia donde estaba su madre.

-¡Y buen viaje!-alcanzó a escuchar todavía.

Mary esbozó una sonrisa para sus adentros. No sabía a quiénes tenía que gustar aquel chico tan agradable y de una voz y una mirada tan intensas, pero ojalá todo le saliera bien. Ojalá.

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El viaje hasta la granja de Paul en el coche, con las dos perras detrás, había sido agotador. No obstante, había valido completamente la pena. Y es que en aquellos momentos empezaba a entender por qué Paul había insistido tanto en ir allí a pasar esos dos días que tenían libres. Lo único que se respiraba allí era paz y para una amante de la naturaleza como ella, aquello era poco menos que el Paraíso. En esos momentos, sentada debajo de un árbol mientras miraba el lago que tenía delante con Bonnie a su lado, Penny era completamente feliz, muchísimo más que si se hubiera quedado en Londres a aguantar las paranoias de sus padres.

De repente, el ladrido aún agudo de Martha por detrás de ella la sacó de sus pensamientos. La chica se giró sonriente y vio como Paul y la perrita se aproximaban a ella.

-Hola.-la saludó él mientras se sentaba a su lado.

-Hola.

-Se está bien aquí, ¿no?-dijo Paul rodeándole los hombros con su brazo y acercándola cariñosamente hacia él.

-Es un sitio fabuloso…

-Ojalá en un futuro pueda pasar más tiempo aquí… Me encanta todo esto.

-Y a mí.-respondió ella apoyando su cabeza sobre el hombro del chico.-¿Sabes lo que me gustaría?

-¿Qué?

-Que en lugar de irse a esa gira nos viniéramos aquí a pasar el verano.

Paul soltó una risita divertido.

-Supongo que el hecho de pasarte un verano de gira con tus amados Beatles no te emociona demasiado…-dijo finalmente él medio en serio medio en broma.

-Pues no demasiado, la verdad…-le siguió la corriente ella.-Piensa que hasta hace unos meses os odiaba con todas mis fuerzas y…

-Ahora te vienes de gira con nosotros.-terminó la frase Paul.-Un cambio bastante grande, sin duda.

La chica esbozó una sonrisa.

-Supongo.-se limitó a decir.

-Oye, Penny…-dijo Paul de repente.-¿Puedo preguntarte algo?

La chica levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Se había puesto serio de repente.

-Claro.-contestó extrañada.

-¿Por qué nos odiabas?-preguntó él.

Penny no pudo evitar soltar una carcajada. El tono tan serio que é acababa de utilizar le confería un aire bastante gracioso.

-Hablo en serio…-insistió él contrariado.-¿Por qué te caíamos tan mal?

-Pues…-empezó a decir ella cuando paró de reír.-¿En serio quieres que te lo cuente?

-Claro que quiero.-le respondió él con determinación.

Penny esbozó una sonrisa divertida y agarró aire antes de contestar.

-Pues porque me arruinasteis mis vacaciones.-dijo al fin resuelta.

Paul la miró extrañado, era evidente que no tenía ni idea a qué se estaba refiriendo ella.

-¿Cómo que te arruinamos las vacaciones?-preguntó al cabo de unos segundos.

Penny volvió a soltar una risita.

-Vamos a ver, Paul McCartney, ¿es que no te acuerdas de mí?-preguntó ella divertida.

-¿Cómo…?

-Nueva York, ascensor del Hotel Plaza, 1964.-le cortó ella.

De repente, la expresión de Paul cambió.

-¿Eras tú?-preguntó él casi a gritos, sorprendido.-¡Joder!

-No me jodas que te acuerdas de eso…-rió Penny algo sorprendida por aquello.

-¡Por supuesto que me acuerdo!-le contestó él.-Creo que fuiste la única que en lugar de gritarme “guapo” me gritó otras cosas en aquel viaje.

Penny no pudo evitar soltar una inmensa risotada al escuchar la contestación de Paul.

-Por eso te quiero tanto…-le dijo él.-Tú, siempre tan diferente a todas las demás, siempre tan especial…

Siempre había deseado ir a Nueva York. Aquella ciudad la fascinaba desde que era pequeña. Era tan cosmopolita, tan abierta al mundo, tan diferente a la agobiante campiña inglesa donde ella vivía… Y por fin, después de mucho insistir, sus padres habían decidido llevarla, aunque sólo fuera de acompañante de su padre en un viaje de negocios. No obstante, eso para ella ya era más que suficiente. Y es que, mientras su padre estaba resolviendo sus asuntos, su madre y ella podrían visitar la ciudad tranquilamente, recorrer sus calles y su bullicio y ver en primera persona el cruce de culturas neoyorquino que tanto fascinaba a Penny y tanto escandalizaba a su madre.

Pero todo aquello, que en principio iba a ser tan fantástico, se había echado a perder. Y es que, el simple hecho de intentar salir del hotel, era una odisea en toda regla. ¿La causa? Cientos de adolescentes gritonas, escandalosas e histéricas que se agolpaban en la puerta del Hotel Plaza, donde ella y sus padres se habían alojado y, para desgracia suya, también The Beatles en lo que al parecer era su primera visita a los Estados Unidos.

Hasta ese momento, The Beatles ni le gustaban ni le disgustaban, le eran, simple y llanamente, indiferentes.  No obstante, desde que aquella histeria colectiva por ellos había empezado, Penny no podía negar que les estaba pillando mucha manía, tanta que el simple hecho de poner la radio y escuchar una de sus canciones (que por cierto, no paraban de sonar en todo el día), hacía que se pusiera de mal humor en el acto.

Además, para colmo, aquel día en el que supuestamente iba a ir con su madre a visitar Central Park, parecía, encima que hubiera más fans en la puerta del hotel. Su madre, cuando de buena mañana se asomó por la ventana y vio tal despropósito, le había dicho secamente que ella se negaba a salir del hotel y cruzarse con “toda esa panda de locas”.

Aquella noticia le cayó a Penny como un jarro de agua fría encima. Y es que, de todo Nueva York, de las cosas que más ilusión le hacía visitar era precisamente Central Park. Después de mucho insistirle, consiguió, por lo menos, que su madre le diera permiso para ir a pasear por aquel parque ella sola. Al fin y al cabo, Penny iba a cumplir ese mismo año los diecinueve y era el último día que iban a estar en la ciudad, por lo que aquella era la última oportunidad que tenía de ir allí.

Se vistió rápidamente y salió de la habitación aún enfadada con aquellos malditos Beatles. ¿Por qué narices, de todos los hoteles que había en Nueva York, habían tenido que alojarse en el mismo que ellos? Por culpa de eso, a ella le habían fastidiado la visita a la ciudad de sus sueños.

Llamó al ascensor y esperó pacientemente, aún inmersa en sus pensamientos de odio hacia The Beatles, a que el ascensor llegara a su planta. Nada más abrirse la puerta, la chica subió tranquilamente con la cabeza gacha en el suelo, sin mirar si había alguien dentro.

-Quizás sería mejor que bajaras después.-dijo de repente una voz masculina.-O por las escaleras.

Perpleja ante aquellas palabras, Penny levantó la cabeza y lo vio. Perfecto, uno de ellos. Y ni más ni menos que el “perfecto” Paul McCartney, el favorito de la mayoría de aquellas locas que le habían amargado su estancia en Nueva York.

-¿Cómo dices?-preguntó ella aún sin haber asimilado del todo lo que le acababa de decir.

-Pues lo que has oído.-respondió él secamente.-Que mejor que bajes por las escaleras.

La chica le dedicó una mirada de odio. Si ya les tenía manía a esos jodidos Beatles desde antes, aquello era la gota que colmaba el vaso. ¿Quién se creía que era él para echarla del ascensor?

-No me da la gana bajar por las escaleras.-le respondió ella en tono desafiante mientras entraba en el ascensor.

Paul le lanzó una mirada de reprobación.

-Mira…-dijo el chico.-Si eres amiga de las que han intentado colarse en mi habitación hace nada, te aseguro que no estoy de humor para más tonterías.

Penny volvió a mirarlo con una mezcla de sorpresa e indignación.

-Estoy alojada aquí, por si quieres saberlo.-le respondió a la defensiva.-Como ves, no todas estamos aquí babeando por vosotros.

-Uh, no sabes cuánto me alegro de que no babees por nosotros.-le respondió él con sarcasmo.

-Maldito egocéntrico de mierda…-masculló ella entre dientes, furiosa por el comportamiento del chico.

-¿Cómo?-exclamó más que preguntó Paul cuando la escuchó.

Afortunadamente, justo en ese momento, las puertas del ascensor se abrieron, aunque Penny se permitió el lujo de girarse de nuevo hacia Paul McCartney, mirarlo con rabia y despedirse de él con un seco “lo que has oído” antes de salir de allí con paso decidido y con la cabeza bien alta..

La cara de sorpresa que puso él cuando oyó eso, llenó de satisfacción a Penny. Si aquel engreído estaba acostumbrado a que todas babearan en su presencia, con ella la llevaba clara. No señor, Penelope Rogers jamás iba a agachar la cabeza ante nadie, por muy Beatle que fuera.

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Chris abrió los ojos de repente con la sensación de que ya había dormido lo suficiente. No obstante, todo continuaba igual de oscuro que cuando se había dormido y John seguía en la misma posición que entonces, acostado cara a ella con uno de sus brazos encima de su cintura mientras dormía plácidamente, con la respiración pausada y relajada. Entre las penumbras de la habitación, la chica lo miró fijamente y sonrió. Dormido era aún más guapo que despierto, con ese aire de fragilidad que hacía que ella sólo tuviera ganas de abrazarle y de pegarse contra su cuerpo. Con cuidado de no despertarlo, la chica le acarició levemente la mejilla.

-Johnny, Johnny…-susurró.-No tienes ni idea de cuánto te quiero…

Y era cierto. John lo era todo para ella en esos momentos, la única persona en el mundo por la que sería capaz de hacer cualquier cosa sin dudarlo, el único que realmente la entendía como si estuviera metido dentro de su mente, el único que era capaz de hacerla feliz realmente.

John Lennon y Christine McCartney. Hacía sólo un par de años, si alguien le hubiera dicho que los dos iban a acabar juntos, Chris le habría tomado por loco. Vale, John siempre había estado ahí, debía de reconocerlo, pero para ella era como una especie de amor inalcanzable al que no podría optar jamás. Un amor, además, que ni ella misma quería reconocer.

Y es que John para ella siempre había sido algo más que “el mejor amigo de Paul” ya incluso desde el primer día que había entrado por la puerta de su casa en Forthlin Road. Sus bromas, sus comentarios, su personalidad tan potente, habían encandilado a aquella niña de diez años y medio que vio en John Lennon al adolescente guapo y gamberro que encarnaba para ella al chico ideal, sobre todo después de aquella tarde de febrero que ella aún recordaba a la perfección…

Hacía mucho frío, aunque aquello a Chris le daba absolutamente igual. Estaba demasiado enfadada con todos, sobre todo con Paul, como para reparar en aquello.

-¿Christie?

La niña se volvió hacia atrás y miró a quien la había llamado. No pudo evitar esbozar una sonrisa al reconocer a John, el amigo de Paul, allí detrás de ella mirándola con curiosidad.

-¿Qué haces aquí sola?-preguntó él.-Está a punto de anochecer y este parque se llena de teddy boys… Deberías volver a casa.

La niña apoyó la cabeza entre sus manos y fijó la vista al frente, enfurruñada al recordar de repente que estaba enfadada con el mundo.

-No pienso volver a casa.-contestó con determinación.

John soltó una risita que a Christine le sentó bastante mal. ¿Acaso se estaba riendo de ella?

-Tú tampoco me tomas en serio.-añadió la niña con un deje de angustia en su voz.

John paró de repente de reír y se sentó a su lado, sobre la hierba mojada.

-¿Qué te hace pensar que no te tomo en serio?-preguntó esbozando una sonrisa.

-Te ríes de mí.-respondió ella aún mirando al frente.

-Me río porque eres graciosa, nada más.-contestó John revolviéndole el pelo cariñosamente.-¿Qué te pasa para que no quieras volver a casa?

-Paul es tonto.

-Menuda novedad…-bromeó John haciendo que ella soltara una risita tímida.-¿Qué te ha hecho?

-No quiero ir a las clases de ballet a las que me ha apuntado mi padre, las odio. Y Paul quiere obligarme a que vaya… Me ha gritado y todo…-le contestó ella con indignación

-¿Sólo te ha gritado por eso?-se extrañó John.

-Bueno… Es que yo les decía que iba a clases y no iba…-respondió la niña con timidez agachando la mirada.-Pero aún así… ¡me ha gritado!

El sonido de la carcajada de John cuando pronunció aquellas palabras la pilló completamente por sorpresa. Volvió a mirarlo con una mezcla de enfado y desilusión a la vez.

-Deberías decirles a todos que odias esas clases y que no piensas ir.-contestó John finalmente cuando acabó de reír.-Y tranquila, ya me encargaré yo de que tu hermano no te vuelva a gritar…

-¿Cómo?-preguntó la niña con curiosidad.

-Si lo hace, dímelo y no volverá a tocar en mi grupo nunca más.-le respondió él a la vez que le guiñaba el ojo.-Ahora venga, levanta de ahí y larguémonos.

-¿Adónde?

-A casa.

-No quiero volver.

-Bueno, pues ahí te quedas con los teddy boys…-le respondió John poniéndose en pie de nuevo y haciendo ademán de irse.

Christine lo miró mientras se alejaba de allí. Al principio se mantuvo firme en su decisión, pero cuando vio que John ya estaba bastante lejos de ella, un miedo repentino la invadió por completo y se levantó de allí de un saltó, echando a correr detrás de él.

-¡John!

-¡Vaya!-exclamó John entre risas cuando la niña le alcanzó.-Pensé que querías quedarte ahí y convertirte en una teddy girl…

Christine bajó la mirada avergonzada y continuó caminando a su lado, en silencio.

-Papá dice que tú eres un teddy boy…-dijo ella al cabo de unos segundos.

-¿En serio?-rió John.-Mi tía también lo dice…

-Pero tú no vas pegando palizas a la gente… ¿o sí?

-Sólo cuando se lo merecen…-contestó John volviéndose hacia ella y dedicándole una mueca divertida.-Por ejemplo, si alguien te toca a ti, se la doy, ¿vale?

-Vale.-rió la niña.

-Y cuando lleguemos a tu casa, a Paul también se la doy, por gritarte.-bromeó él nuevamente sacándole la lengua.

Christine rió con la tontería de John y continuaron caminando entre bromas por parte del chico hasta llegar a casa de los McCartney.

John llamó a la puerta y Christine volvió a ponerse seria de repente. Si no fuera porque aquello le daba muchísima vergüenza, se hubiera escondido de buena gana detrás de su acompañante.

-Me he encontrado algo que os pertenece.-dijo John cuando Paul abrió la puerta.

-¡Oh, mierda! ¡Chris!-gritó Paul cuando vio a su hermana pequeña allí plantada al lado de su amigo.- ¡¿Se puede saber dónde te habías metido?! ¡Te hemos buscado por todas partes y…!

-Shhh, Macca, no le grites.-le interrumpió John con parsimonia haciendo que Paul le dedicara una mirada confusa.-Creo que os tiene algo que decir sobre unas clases de ballet y eso…

Chris le dedicó una mirada agradecida a John. Era la primera vez que alguien se atrevía a defenderla delante de las regañinas de algún familiar. Podría ser un teddy boy como decía su padre, pero en aquellos momentos, John se acababa de convertir en su ídolo, por eso y por el rato tan divertido que le había hecho pasar en el camino de regreso a casa.

-Y si me gritas, John no te dejará tocar en su banda.-añadió ella envalentonada al verse respaldada por alguien.

-Eso mismo, que te quede claro.-confirmó John intentando contenerse la risa.

-No sé que historia os habéis montado entre los dos, ni me interesa saberlo tampoco.-les contestó Paul contrariado.-Christie, entra en casa. Ahora.

La niña miró a John una vez más, como buscando de nuevo su apoyo, y el chico le respondió con una breve afirmación con la cabeza. Así pues, Christine entró en casa y empezó a subir las escaleras, con la firme intención de encerrarse en su habitación y no salir por nada del mundo hasta que la tormenta pasara del todo.

-No te pases con ella.-oyó como le decía John a Paul.

-Tranquilo…-masculló Paul.-En el fondo creo que hasta la entiendo… Obligarte a hacer algo que no te gusta es bastante jodido…

-Ya ves.-respondió John.-Bueno, Paul, yo me voy, que llego tarde y mi novia me matará.

Las últimas palabras pronunciadas por John le cayeron a Chris como un cubo de agua fría. De repente, volvió a estar enfadada de nuevo con todo el mundo, incluido John. Aún no sabía que lo que sentía eran, simplemente, celos.

Sí, aquella tarde fría de febrero que le había costado después una buena gripe, era, quizás, el inicio de “lo suyo” con John, aunque en aquel preciso momento ni ella misma había sido consciente de eso. Simplemente, empezó a adorarlo, a tenerlo en un altar y a admirarlo secretamente para, más tarde, unos tres años después, reconocer abiertamente que John le gustaba, aunque sabía también que no tenía ni la más mínima posibilidad con él, sobre todo desde que se había puesto a salir con Cynthia. Tanto llegó a asimilarlo que ni siquiera hizo el más mínimo movimiento cuando Cyn se quedó embarazada y John se casó con ella, aunque en lo más profundo de su ser, sí debía de reconocer que aquello no le había sentado demasiado bien.

Después, cuando ella abandonó su niñez definitivamente, en las pocas veces que coincidían, John parecía empeñado en convertirla el blanco de sus bromas, aunque Chris sabía que no lo hacía con mala intención. Sabía lo cruel que podía ser John y con ella no lo era; de hecho, con sus bromas y comentarios hacia ella, era más bien gracioso. Y ella, para no ser menos, decidía devolvérselas una por una, comentario tras comentario, cosa que parecía que a John aún le divirtiera más y lo motivara para seguir fastidiándola cada vez que la veía.

Y justo en el momento en el que Chris había empezado a ver a John como un amigo gracioso y nada más, todo había cambiado de repente. Él le había dicho que la quería y ella, pese a todo, no se había podido negar. ¿Cómo iba a hacerlo si llevaba queriéndolo desde que tan sólo era una niña?

Christine volvió a acariciar la mejilla de John mientras lo miraba con dulzura, aunque esta vez, él abrió los ojos lentamente.

-¿Qué pasa?-preguntó con voz pastosa.

-Pasa que te quiero, John. Te he querido siempre…-dijo ella pegándose a él y abrazándolo.

-Yo también te quiero, pequeña.-respondió él medio dormido todavía mientras le daba un beso en el pelo.-Eres mi vida…



Hola chic@s! Qué tal? Pues yo aquí, con el capi más largo que creo qiue he escrito hasta ahora. Pese a que el resultado final tampoco es que sea como para pegarse un tiro, la verdad es que tampoco ha quedado como yo pensaba, pero bueno, es lo que hay: tengo ciertas limitaciones y no soy un Shakespeare, la verdad sea dicha, jaja. En fin, espero que os haya gustado pese a todo, jeje.
Un montón de besos y gracias por leer! Os quiero!!!!

3 comentarios:

  1. awwwwwww viste viste que al final te quedo genial , los flashbacks una pasada estan y toda la trama en si , cada vez estoy mas enamorada de tu fic , saber ahora que ya todos se habian encontrado antes y habian tenido encuentros cercanos (excepto gwen) pero igual sintio una conexion con George cuando lo vio en la tele , la parte de John y Chris me puso sensible , fue demasiado tiernooooooooo y la parte de Penny y Paul lo que me dio fue risa porque casualmente mi sueño es conocer Nueva York y se que si el dia que vaya hay algo de eso en la ciudad me enojare bastante tambien.

    A pesar del super capitulo que escribiste , no me esperaba que publicaras hoy y por eso estoy super feliz , gracias gracias gracias por hacerlo jajajajajajaja ya espero el proximo que se que es donde va a comenzar ahora si la montaña rusa aquella llamada "ultima gira".besos

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  2. DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSS!!! corri hasta aca cuando me dijiste que habias subido.... buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah pasaron! todas pasaron que felicidad!!!!! te juro que me emociono muchisisimo con las escenas donde salgo con george. es que tu forma de narrar y describir...me hace sentir como si en verdad lo estuviera viviendo (que mas quisiera yo!)y bueno. eso de que lo vi en la tele y asi es casi como me enamore de el. investigue, vi que paul nob era el galan perfecto y cuando vi un concierto me enfoque mas en george y SAS! fue amor al instante XDDD me gusto mucho los "acercamientos" ajajajajjjjjaaajajajaja mori de risa con penny y paul. creo que en una situacion igual hubiera dicho lo mismo porque me caga la gente que se cree superior siendo un simple mrtal XDD me encanto el encuentro de mary con ringo. en la estacion de trenes, con john atropellando a su madre y todo XDD pero el que fue mucho mas dulce fue el de cris con john. me encantan las diferentes facetas de john y me encanta como las manejas. johnny... portandose tan dulce con la pequeña cris... en fin... ME ENCANTO TODO EL CAP! ME ENCANTA TODA TU FIC! te juro que no se que seria de mi fic sin la tuya. bueno. espero y subas pronto. si ya quiero otro porfavor XD me retiro... sigo con los analisis y como ven la concentracion me sacaran un rato XDD cuidate! besos!

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  3. "Honor y gloria, a la gran Criisss, honor y gloria, y gratitud" (te estoy cantando un himno a un prócer de acá jajaja)
    Ya te lo dije, pero te lo vuelvo a decir: cuando pensaba que ya estabas en tu cima, que ya era tan bueno todo lo que habias hecho que no quedaba mas, me tirás por la cabeza esto. Otro capitulo mas para la antología: "The best of Cris"
    Es que enserio loca, vos te vas al carajo, esto es de lo mejor, meta flashback, pero qué genial! Fue hermoso saber que todos se "conocían" desde antes, ya era cosa del destino ,estaban predestinados!
    Me decis que no estas acostumbrada a los halagos, te vas a tener que ir acostumbrando, yo, después de leer lo que escribis, no entiendo cómo te puede gustar lo que hago yo, que al lado de lo que haces vos, es algo escrito por una laucha! Enserio Cris,tendrias que ponerte y escribir un libro, sos un talento desperdiciado jajjajaajjaja
    Ya no sé queé adjetivos o insultos decirte, porque con este capi superaste mi vocabulario XD
    Pero ahora te voy a bardear. Me saqué mas nota que vo-oss lero lero!!! jajaja ojalá me saque algún dia un 8 en historiografia, si eso pasa te hago un monumento!
    Y que bueno que Gwen entró! Al fin puede estar tranquila! Y Penny se sacó de encima a los pesados de los viejos, y de paso le dio el gusto a Paul.
    De mas está decir, que me morí bien muerta con lo de Mary y Ringo...como dijo la chica de arriba, me haces vivir todo, hasta me imaginé a mi madre siendo chocada por John XD
    Y lo de Chris....me morí, otra vez bien muerta, de ternura! Esos sí que son amores!
    Bueno, ya está, me voy antes deque siga diciendote lo grosa que sos jajajjajajaaj

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