jueves, 13 de septiembre de 2012

Capítulo 59: En el país del olivo

Con un bufido de puro agobio, Christine se arremangó las mangas de su camisa, acalorada. Parecía mentira que estuvieran casi en octubre. Estaba segura de que en Inglaterra ya estarían todos con chaquetas y jerséis abrigados mientras ellos, allí en España, estaban pasando más calor que en Londres en pleno agosto. No obstante, aquello no le desagradaba del todo. El clima, claro. Todo lo demás se le antojaba un poco surrealista… Parecía imposible que un país tan relativamente cercano al suyo fuera tan radicalmente diferente. Mujeres vestidas de negro de arriba abajo que guardaban un luto permanente por el marido muerto veinte años antes, policías o Guardia Civiles que eran capaces de hacer enmudecer a toda una plaza repleta de gente que se atemorizaba con sólo verles… Era, por así decirlo, como si de repente, al atravesar la frontera con los Pirineos, uno hubiera diera un salto de cincuenta años atrás en el tiempo. “Deben de ser cosas de la dictadura”, pensó cuando lo vio. Y no se equivocaba. Todo aquello era fruto, sin duda, de una dictadura que se negaba a golpe de garrotazo a que la gente de allí avanzara en el tiempo. Claro, si avanzaban en el tiempo, aquello podía suponer el fin del régimen, ¿no?


-¡Corten!

El grito de Dick la sacó inmediatamente de sus pensamientos. Al parecer, habían acabado por ese día.

-¡Joder, creí que no ibas a decir eso nunca!-escuchó como le decía John a Dick mientras cuando pasó por su lado.

-No te quejes, Lennon… Hoy no has tenido muchas tomas…-le reprendió el director, aunque parecía divertido.

-Si no me quejara no sería yo.-rió John justo antes de plantarse delante de ella.-Hola, pequeña. ¿Te has aburrido mucho?

-No.-contestó ella sonriente, mirándolo. Jamás hubiera pensado que estaría tan tremendamente guapo lleno de polvo, con el pelo corto, aquellas gafas y ese uniforme militar sucio.-Estaba entretenida mirando el mar.

-Vaya, que bucólica…-dijo él con una sonrisa burlona a la vez que hurgaba en el interior de los bolsillos de su pantalón.

-¿Qué buscas?

-Esto.-contestó él sacando un par de Chupa Chups de allí dentro.-¿Quieres uno?

-Jamás le diría que no a eso.
-Sin duda esto es lo mejor que tiene España: los caramelos estos. No sé a qué esperan para comercializarlos en Inglaterra…
-Ni yo.-respondió Chris poniéndose en pie y arrebatándole uno de los caramelos de la mano con un movimiento rápido.-El de fresa es para mí, listo.

-¡Pequeña ladrona!-rió John, aunque se limitó a conformarse con el Chupa Chups de manzana que le había quedado.
-De ladrona nada, sólo tengo claras mis preferencias.-le contestó ella esbozando una sonrisilla burlona.-Bueno… ¿Vas a cambiarte aquí o prefieres que vayamos a casa?
-A casa, dice… Como si nos tuviéramos que ir a Londres…
-Ese apartamento es nuestra casa mientras estemos aquí, ¿o no?-le replicó la chica.
-Bueno… Si tú lo dices…-masculló John divertido.-Venga, larguémonos a casa, pequeña.
Después de despedirse de todos, los dos se dirigieron hacia el Rolls de John, donde, como siempre, el paciente Les les estaba esperando, sudoroso y agobiado estando como estaba embutido en su uniforme de chófer con aquellas temperaturas.
-Creo que deberías quitarte por lo menos la chaqueta…-le dijo Chris sonriendo cuando se acercaron.-Demasiado calor como para ir vestido así a pleno mediodía, ¿no crees?
Por toda respuesta, el hombre le dedicó una sonrisa, pero no hizo el menor ademán de quitarse ropa. Después, sin más, les abrió la puerta trasera antes de ocupar él también su sitio en el asiento del conductor. La chica sonrió. Quizás su carácter introvertido había hecho que John acabara contratándole a él y no a otro. Eso y que nunca se quejara de nada. Y es que Les ni siquiera había abierto la boca cuando John le había llamado a Londres y le había dicho que quería su Rolls en España, aunque eso supusiera que el hombre debía abandonar a su familia durante bastantes semanas.
Llegaron a la Playa del Zapillo al cabo de un rato que a los dos se les hizo corto y bajaron del coche. Inmediatamente, un grupillo de niños de no más de doce años se aproximó hacia ellos. La chica los miró divertida. Conocían ya a la mayoría: se les acercaban casi todos los días y, pese a que no tenían ni idea de inglés, John y ella incluso les habían tomado cierto cariño. Al fin y al cabo parecían ser los únicos que eran conscientes de que alguien verdaderamente famoso estaba viviendo en aquel apartamento frente a la playa de la ciudad de Almería.
-Tendréis ya cuarenta mil autógrafos...-rió John cuando el grupillo se le aproximó y empezaron a tenderle, de nuevo, bolígrafos y cuadernos.
-No te quejes, hay fans tuyas que tendrán muchísimos más…-le dijo Chris, que miraba aquella escena de lo más entretenida.
Después de que los chiquillos y John intentaran mantener una conversación totalmente en vano (ni él sabía español, ni ellos inglés), los dos pudieron escabullirse del grupito y subir, por fin, al apartamento.
-Voy a darme un baño, ¿de acuerdo?-le dijo John cuando entraron y dejaron las cosas sobre el sofá del salón.
-Perfecto.-le contestó ella.
-Vuelvo enseguida. Después si quieres salimos un rato antes de la cena, ¿vale?
-Hecho. Anda, ve y báñate, guarro.-bromeó la chica.
Entre risas, John salió del salón. Instintivamente, Chris puso la televisión, aunque, como siempre la apagó cuando apenas llevaba dos minutos encendida. No entendía nada, ¿qué sentido tenía estar ahí perdiendo el tiempo? Se mantuvo quieta durante unos minutos, pensando en qué podía hacer para no aburrirse mientras escuchaba el ruido del grifo del agua del baño. John estaría a punto de meterse dentro… Quizás iría allí, a hacerle compañía y a hablar con él un rato… Y ya estaba a punto de ponerse en pie e ir con él cuando sus ojos, de repente, se posaron en el teléfono y una idea le cruzó la mente.
Sin pensárselo dos veces, descolgó el teléfono y marcó el número que ya se sabía incluso mejor que el de su hermano en Cavendish Avenue, con el que no había hablado más que unas tres o cuatro veces desde que se habían ido de Londres. Lo cierto era que le sabía mal hablar más con cualquiera de sus amigas que con su propio hermano, pero… ¿qué podía hacer ella? Cuando se llamaban apenas sabían que decirse: conversaciones plagadas de silencios incómodos y de preguntas tontas e insustanciales. Simplemente, ya no había prácticamente nada de lo que los dos pudieran hablar como antes.
-¿Sí?
El sonido de la voz de Mary al otro lado del teléfono la sacó de esos odiosos pensamientos e hizo que inmediatamente dibujara una media sonrisa en su cara.
-Hola, Hall.-saludó.-¿O debería llamarte Starkey?
-¡Chris!-exclamó su amiga.-¿Cómo os va por el sur? ¿Ya te has quemado con el sol lo suficiente o qué?
-No me hables del sol, hace un calor para morirse… Y bueno… aparte de aburrirme como una ostra mientras John está rodando, por lo demás todo bien. Esto no está del todo mal.
-No te quejes, que más me aburro yo…-le contestó su amiga divertida.-¿Sabes? Las clases son infinitamente más pesadas que el año pasado…
-¿Más aún? Joder… Si me lo pintas así, creo que ni vuelvo a la universidad cuando regresemos…-bromeó ella.
-¡Y una mierda me dejas tú a mí sola con la panda de eruditos estirados que tenemos por compañeros!-exclamó Mary.-Ni se te ocurra. Pero tienes razón… Esto es para morirse. Aún no llevamos ni un mes de clase y ya estoy pensando en unas vacaciones…
-¿Vacaciones? Pues haz como yo y tómatelas.-contestó Christine con determinación medio en serio y medio en broma.
-Pues no creas, lo necesito después del verano de locos que hemos tenido… Y encima está todo lo de la boda.
-Vas a acabar de los nervios.
-Lo sé, y Rich también… El otro día nos estuvimos planteando largarnos a algún sitio, para desconectar un poco de todo, pero el caso es… ¿dónde?
-Oye, Mary…-masculló Chris. Se le acababa de ocurrir una cosa que quizás pudiera funcionar.
-¿Qué?
-Mira, voy a proponerte algo.-contestó.-No me digas ni que sí ni que no, háblalo con Ringo y mañana me devuelves la respuesta, ¿vale? Verás… Es el cumpleaños de John dentro de poco. Él no ha dicho nada, pero sé que no le hace ni puta gracia celebrarlo sin ninguno de sus amigos…  ¿Por qué no os venís? Podéis aprovechar, él seguro que se alegra un montón y aquí aún hace buen tiempo. Incluso podríais ir a la playa, ya te he dicho que hace un calor para morirse…
-¿Y por qué no puedo contestarte ahora?-preguntó de repente Mary.
-No sé, porque supongo que os lo querréis pensar y…
-¿Pensar?-le cortó su amiga.-¿Qué es lo que tenemos que pensar? Mira, se lo diré a Ringo, pero te aseguro que la respuesta es que sí.
-¿En serio?-preguntó ella, incrédula y feliz a la vez.
-¿Tengo pinta de estar bromeando?-rió Mary.-De verdad, Chris, necesitamos eso… ¿Y qué mejor que aprovechar y haceros una visita?
-Bueno, pero tú háblalo con él, ¿vale? Y si no podéis o no os apetece por lo que sea, no…
-Que sí, McCartney, no seas pesada.-la interrumpió Mary divertida.-Y ahora, déjate de historias y siéntate, porque te voy a contar las últimas novedades de la boda…
-Oh, no me tortures…
-Calla y escucha, o no iré a verte. ¿Sabes? Al final decidí hacerle caso a Rich y vamos a celebrarla aquí mismo, en Sunny Heights.
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Gwen no podía creerse que todo le estuviera yendo tan tremedanmente en bien en la universidad. Toda su vida había soñado con estudiar Bellas Artes, pero nunca se había imaginado que aquello le llegaría a gustar tantísimo. Y es que, comparado con sus años de instituto donde obviamente se había visto obligada a cursar materias que no le gustaban, aquello era fantástico. El poder dedicarse a estudiar única y exclusivamente arte, poniendo en práctica todo lo que sabía y aprendiendo infinidad de cosas nuevas, era fabuloso. Además, el ambiente de la facultad le estaba gustando muchísimo. Pese a que algunas compañeras la habían reconocido enseguida y la trataban como a una especie de diosa por ello, la mayoría parecía ignorar el hecho de que fuera pareja del archiconocido George Harrison y eso, para ella, suponía un inmenso alivio. Allí era simplemente Gwen. una más, y sus compañeros y compañeras, a excepción del grupito de turno, estaban infinitamente más preocupados por el arte y las vanguardias que estaban surgiendo en aquellos momentos, que por su romance con un famoso.

Como siempre, aquel día salió de la universidad cerca del mediodía, cargada con sus cosas: pinturas, pinceles, lápices, cuadernos y algún que otro libro; en definitiva, todo lo que le hacía falta para ser estudiante de Arte. Aquella había sido una jornada productiva. Habían tenido un intenso debate sobre "dadá", sobre el "no-arte" y el concepto de acabar con él y, después, en la clase práctica, se habían dedicado a hacer ensayos y pruebas con el color, algo que a ella le fascinaba. Color... El color lo era todo: era el canalizador de los sentimientos de un artista, el nexo de unión entre el que hace la obra y el que acaba observándola. Un pintor que dominara el color estaba destinado a ser uno de los grandes, cosa que, aunque pareciera muy fácil, era infinitamente más complicada que lo que la gente creía.

Se dirigía ya hacia la estación de metro cuando, de repente, el bocinazo de un cocge cerca de ella le llamó la atención. La chica se giró en la dirección de la que provenía le ruído y comprobó con una sonrisa que el origen del pitido no había sido otro que el coche de George, que estaba parado justo delante de ella.

-¿Te llevo a alguna parte, preciosidad?-le preguntó el chico mientras bajaba la ventanilla del coche.

Por toda respuesta, Gwen soltó una risita divertida y corrió para entrar en el vehículo.

-Hola cariño.-le dijo cuando entró, justo después de darle un beso en la mejilla.-No esperaba que vinieras a recogerme.

-¿Y dejar que fueras en metro?-preguntó él divertido.-No, ni pensarlo...

-Como si fuera la primera vez que regreso a casa en metro...-rió ella.-Venga, en serio, ¿a qué se debe este honor?

-Se debe a que tenía ganas de pasar por ti, nada más.-contestó George encogiéndose de hombros. Después, lanzando un suspiro, añadió:-Bueno... y me venía de paso también.

-¿De paso? ¿Adónde has ido?

-Había quedado con alguien.

La respuesta de George dejó a Gwen casi sin palabras. ¿Con alguien? Lo primero que se le pasó por la mente fue que había quedado con otra. No obstante, desechó la idea enseguida: no tenía sentido que si habia quedado con otra chica, se lo contara a ella. Pero aun así, la expresión meditabunda del chico hizo que se le encendieran todas las alarmas. Era evidente que algo no iba bien.

-¿Con quién?-quiso saber al cabo de unos segundos.

George lanzó un intenso suspiro mientras ponía de nuevo el motor del coche en marcha.

-Con un tipo al que conocí el año pasado.-contestó incorporándose ya al tráfico de la concurrida calle.-Es indio, pero bueno, eso es lo de menos. Lo importante es que es el tío que mejor sabe tocar el sitar que he conocido nunca. Le conocen como Ravi Shankar, puede que te suene...

-Ni idea de quién es.-contestó Gwen algo avergonzada.-Pero... ¿por qué has quedado con él?

-Pues porque está en Londres unos días y se puso en contacto conmigo. Sabe que estoy interesado en el sitar.

-Ah...¿Y qué tal el encuentro?

-Pues verás, de eso precisamente quería hablarte.-masculló George.-Me ha propuesto algo.

-¿Que te ha propuesto algo? ¿Y qué es?

George calló durante unos segundos. Gwen lo miró y, a juzgar por su expresión , era obvio que la respuesta no iba a gustarle.

-Me ha propuesto tomar unas clases de sitar, de perfeccionamiento, ya sabes.-contestó el chico al fin a la vez que lanzaba un profundo suspiro.-Durante seis semanas. Las combinaría con lecciones de yoga.

-¿Y qué problema hay con eso? Hazlo, a ti te gusta todo eso, ¿no?

-El problema, Gwen...-respondió él.-Es que las clases son en la India.

-¡¿Qué?!-exclamó ella.-¡¿En India?!

-Sí, en la India, eso he dicho.

-¿Te vas a ir a la India durante seis semanas?-preguntó la chica, incrédula ante las palabras que George acababa de decir.

-Bueno, no...-se apresuró a responder él.-Sólo si tú quieres, claro. Sólo me iré a la India si tú me acompañas, ¿sabes?

-¡Pero yo no puedo irme seis semanas a la India, George!

-Pensé que igual la idea podía resultarte atractiva...-masculló él.-Al fin y al cabo, el libro que te presté de iniciación a la meditación te gustó mucho y allí, al haber yoga y tal...

-Pero George...-le interrumpió la chica.-Que el libro me gustara no significa que vaya a dejarlo todo durante seis semanas para ir a la India a hacer yoga. He empezado en la universidad, me gusta muchísimo y... joder, que no. No voy a irme. Lo siento, George, si quieres ve tú, pero yo no puedo acompañarte.

El chico se encogió de hombros, resignado, antes de contestar.

-Sabía que dirías eso, pero tenía que intentarlo, ¿no?-contestó esbozando una sonrisilla que a Gwen se le antojó tranquilizadora.-Y tranquila, no me iré sin ti.

-Pero si te apetece...

-Que no me voy a ir sin ti.-dijo él con contundencia, pero sin brusquedades.-Además, tu padre me mataría si se enterara de que te he dejado sola en casa...

-En eso tienes razón.-rió Gwen.-Y oye, George...

-¿Qué?

-¿No hay posibilidad de que hagas esas clases de sitar aquí en Londres?

El chico se giró y la miró con los ojos abiertos como platos.

-¿En Londres?-repitió.

-Sí, en Londres.-contestó ella con naturalidad, extrañada por la reacción de su novio.-No sé, igual al Ravi Shankar ése no le importa...

-¡Gwen!-exclamó George, interrumpiéndola.-¡Eres una genia! ¡Una genia! ¿Cómo no se me había ocurrido a mí antes?

-¿El qué?- preguntó ella mirándolo como si de repente se hubiera vuelto loco.

-¡El proponerle que se quede en Londres para darme clases! ¡Le pagaré lo que sea! ¡Es perfecto!

-Bueno, supongo que todo será proponérselo...-sonrió ella.

-Por supuesto que sí.-contestó él, feliz.-Pero estoy seguro de que aceptará. Y así los dos podremos hacer lo que más nos gusta sin tener que separarnos: yo podré perfeccionar el sitar y tú continuar con tus clases... ¿Verdad que es genial?

-Claro que es genial, George, claro que lo es...

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Penny salió enfadada de aquella pequeña tienda de ropa. Aquello era horroroso. Era la quinta entrevista de trabajo que llevaba y había recibido exactamente la misma respuesta que en las demás: "lo sentimos, señorita Rogers, pero es usted una persona demasiado conocida para que la podamos contratar. No dudamos de sus aptitudes, pero entienda que nos podría ocasionar problemas". Caminando acera abajo, soltó una risa exasperada, casi histérica. ¿Aptitudes? ¿Qué aptitudes hacían falta para hacer un trabajo de mierda que no exigía ninguna responsabilidad como dependiente de una tienda o camarera? Y lo peor era que no le daban ni un maldito trabajo por culpa del Innombrable, que parecía empeñarlo en continuar ocasianándole problemas incluso después de haber terminado con él. Definitivamente, Paul McCartney se encontraba en el puesto número uno en la lista de mayores errores de su vida.

Casi sin darse cuenta, se encontró de repente dentro del enorme Hyde Park. Miró a su alrededor: había tanta gente que parecía feliz.... Era, por así decirlo, como si todos tuvieran una vida infinitamente más plena que la suya y aquella era una sensación que la hacía sentir enormemente mal. Aminoró la marcha y se dirigió, cabizbaja, en dirección a los árboles, lejos del camino. Esquivó a varios grupitos de niños que jugaban al fútbol o corrían unos detrás de otros, a un par de parejitas acarameladas y a grupos de ancianos que charlaban tranquilamente sentados en los bancos y, finalmente, se sentó bajo un inmenso sauce que estaba lo suficientemente alejado de todo. Después, haciéndose una coraza para intentar obviar los gritos de los niños al jugar y las voces del resto de la gente, sacó un periódico arrugado de su bolso y lo abrió por la sección de Anuncios Clasificados.

-Dependienta para tienda de ropa alternativa en el centro...-masculló cuando localizó el anuncio que la había llevado a la última entrevista de trabajo que había tenido.-A la mierda, como todo lo demás.

Y, a la vez que decía esto, sacó un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta y tachó el anuncio con rabia, con tanta, que incluso agujereó el papel frágil del diario.

-Y ahora...-continuó diciendo para sí misma con cierta amargura en su voz.-Veamos en qué trabajos más me pueden rechazar.

Continuó, sin más, mirando los anuncios de ofertas de empleo que había por detrás de aquella, intentando encontrar algo que se adaptara a sus capacidades. Después de descartar varios anuncios en los que se requerían niñeras para cuidar a niños de casas adineradas (Penny no soportaba a los críos y aquello, obviamente, iba a ser su último recurso), se fijó en un anuncio corto, casi al final de la columna de Ofertas de Trabajo.

-Se necesita camarera para pub en la zona de St. John's Wood. -leyó a media voz.-No se requiere experiencia en el sector.

Aquello era, sin duda, el único puesto de trabajo factible que había en toda la columna a excepción, claro, de en los que ya la habían rechazado con anterioridad. No obstante había un gran incoveniente: el puesto de trabajo era en la zona de St. John's Wood, una zona que no le hacía ni la más mínima gracia. Y no. No era porque le quedara lejos del centro, donde vivía en esos momentos, ni porque fuera una zona conflictiva, cosa que no era en absoluto, sino porque en St. John's Wood vivía la persona de la que más lejos se quería mantener en aquellos momentos: Paul.

¿Qué hacer entonces? ¿Obviar aquella oferta y continuar buscando? Era una posibilidad, aunque lo cierto era que necesitaba encontrar un trabajo urgentemente. Y es que, pese a que Ringo no le había pedido aún ni un solo penique por el alquiler de su piso, ella tampoco quería abusar de su confianza. Además, que también necesitaba el dinero para subsistir: sus escasos fondos ya estaban llegando a su fin  y en breve, si no se apresuraba a encontrar algo, ni siquiera tendría para comer... Y de una cosa estaba segura: no iba a volver ante sus padres con el rabo entre las piernas suplicándoles que le dieran dinero. No. Aquella vez estaba dispuesta a demostrar que Penny Rogers ere muchísimo más que una niñata malcriada con aires de bohemia que a lo único que aspiraba en su vida era a vivir del cuento.

Y entonces tomó una determinación: no iba a dejar pasar la oportunidad de perder un trabajo por ni siquiera llamar para concertar una entrevista. Lo necesitaba y le daba igual que en aquella zona viviera Paul o quien fuera. Al fin y al cabo, Paul McCartney también era demasiado estirado como para frecuentar un pub "de gente normal" en su barrio.

De este modo, Penny se puso en pie de nuevo de un salto y se apresuró a salir de Hyde Park: necesitaba hacer una llamada de teléfono urgente desde la primera cabina que encontrara en la calle.

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-¡Perfecto!-exclamó George alegre a la vez que colgaba el auricular del teléfono con un fuerte golpe.

-¿Te ha dicho que sí?-preguntó Gwen, también nerviosa.

-¡Por supuesto que me ha dicho que sí! ¡Tengo clases de sitar en Londres!-exclamó George.-Aunque me ha hecho prometerle que iremos a la India alguna vez.

-Eso está hecho.-contestó la chica.-Quizás por vacaciones...

-Bueno, eso ya lo veremos.-la interrumpió George, fuera de sí mismo y sin apenas poder disimular su alegría.-Y hay una cosa más, ¿a qué no adivinas cuál es?

-Sorpréndeme.

-Pues que conoce a un tipo, un amigo suyo, que da clases de yoga y meditación...-contestó George.-Vive en la India normalmente, pero está pasando una temporada aquí en Londres... Me ha comentado que si nos interesa, podría venir también a casa para darnos unas clases, a los dos.

-¡Eso sería perfecto!-exclamó Gwen entusiasmada sólo con pensarlo.

-Entonces, ¿te gusta la idea?

-Por supuesto que me gusta.-respondió la chica antes de darle un beso en los labios.-Y por mí, cuanto antes empecemos, mejor.

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Paul le dio una última calada a su porro antes de aplastarlo con rabia en el cenicero que tenía junto a él, en el reposabrazos de su sillón. No le apetecía hacer absolutamente nada, sólo permanecer allí sentado, mirando el jardín de su casa y acariciando de cuando en cuando a Martha, que se solía acercar a él moviendo el rabo y con la cabeza gacha para lamerle la mano, como si supiera que algo no iba bien e intentara animarle. No obstante, al contrario que la otra vez, con la pérdida de Alice, Paul era consciente de que el perderse en el alcohol o en las drogas, incluso en las mujeres, no le haría ningún bien. Más bien sería al contrario: si volvía a caer en aquel agujero no estaba seguro de que pudiera volver a salir y él, en aquellos momentos, no estaba dispuesto a eso. Había mil y un motivos para vivir y para seguir adelante y él estaba empeñado en encontrarlos. Si Penny no quería ser uno de esos motivos, él debería de respetar su decisión y aceptarla, algo que ya creía que había empezado a hacer. No había vuelto a llamar ni una sola vez a su casa, no preguntado por ella ni a Mary ni a Gwen, ni intentado contactar con ella de una manera u otra. Quizás aquello significaba algo. Quizás había empezado a asimilar las cosas tal y como eran.

De repente, se puso en pie de golpe, tan bruscamente que la pobre Martha no pudo evitar soltar un ladrido agudo, asustada.

-Tranquila, chica...-le dijo Paul esbozando una sonrisa.-Todo va bien, no te preocupes. Es más, todo va perfecto.

La perrita lo miró durante unos segundos y, después, como si hubiera entendido a la perfección las palabras de su dueño, volvió a bajar la cabeza y continuó durmiendo sobre su alfombra, como había estado haciendo hasta el momento. Paul sonrió nuevamente y salió del salón decidido, en dirección a su habitación. Entró allí como una exhalación y, casi como un loco, se puso a hurgar por los cajones, revolviéndolo todo como si le fuera la vida en ello. A lo mejor era por el efecto de la marihuana, pero la verdad es que tenía la sensación de que si no encontraba aquel cuadernillo cuanto antes, estaba perdido. Después de maldecirse a sí mismo por tenerlo todo tan desorganizado, por fin lo encontró. Sacó la libretita que usaba para anotar algunas de sus ideas con aire triunfal y bajó de nuevo hacia el salón, apresurado. Ante la mirada atónita de Martha, que otra vez lo miraba como si se hubiera vuelto loco, se sentó ante la mesa, abrió la libreta y empezó a anotar todas aquellas ideas que le rondaban en la cabeza desde hacía tantas semanas, ideas todas para ser usadas de cara al nuevo trabajo con los chicos. Quizás era una historia rara, sonada tal vez, pero el estar concentrado en aquello le ayudaba a evadirse del mundo. Y es que, para Paul McCartney no había ninguna sensación en el mundo tan fascinante como la provocada por la ilusión de emprender un nuevo proyecto, un nuevo proyecto que estaba seguro de que a los otros tres les iba a encantar. Y si no, ya se encargaría él de eso...

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Penny agarró aire profundamente antes de entrar en el pub. Sí, efectivamente estaba cerca de la casa de Paul, tan sólo un par de calles más arriba. Demasiado cerca, tal vez. No obstante, eso a ella no le importaba lo más mínimo: se había autoconvencido de que iba a superar esa entrevista, costara lo que le costara. Aquella vez, Penny no iba a aceptar un "no" por respuesta. Empujó la puerta del pub suavemente, intentando a toda costa mantener sus nervios a raya, y entró sintiendo como enseguida el olor de cerveza y la comida la invadía por completo.

-Buenos días.-saludó acercándose a la barra con la mejor de sus sonrisas.-Vengo a por lo de la entrevista de trabajo. El dueño del local me había dicho que viniera a esta hora.

El hombre de la barra, que en aquellos momentos parecía enormemente concentrado mientras secaba unos vasos con un paño, ni siquiera levantó la cabeza para mirarla.

-El dueño del local soy yo.-se limitó a decir al cabo de unos instantes.-Tú eres la que llamó ayer, ¿no?

-Sí.

-Bien... Ya lo sabes, necesito una camarera. Yo sólo no me puedo hacer cargo de esto y los clientes están hartos de reclamarme que quieren que les atienda una mujer, como en la mayoría de sitios.-le dijo el hombre, ahora ya sí, mirándola.-Espero que tengas el carácter fuerte para que no se pasen contigo.

-No lo dude.-respondió ella sorprendida ante la actitud del hombre.

-A mí me da igual, no te equivoques.-le cortó él.-Sólo te advierto. Si alguien se pasa contigo, la que va a salir perdiendo vas a ser tú porque te voy a despedir. No quiero problemas con mis clientes ni con la poli, ¿me entiendes?

Penny asintió, desconcertada.

-El salario no va a ser alto, te lo advierto.-continuó él.-Pero ya hablaremos de eso más adelante. En todo caso, te pagaré a la semana, como en todos los sitios, y trabajarás desde la cuatro de la tarde hasta que cerremos, normalmente hacia las doce de la noche. ¿Qué me dices?

-Es un mal horario, la verdad.-se atrevió a decir ella.-A las doce el metro ha dejado de funcionar y...

-Lo sé, lo sé...-le interrumpió el hombre.-Muchas de las que han venido antes que tú han rechazado el trabajo precisamente por eso, pero es lo que hay. ¿Hay trato o no?

Penny lo miró durante unos instantes, sopesando su respuesta. El trabajo parecía una mierda, pero lo necesitaba más que el aire que respiraba.

-Hecho.-contestó al fin.-Ya me las apañaré para regresar a casa como pueda.

-Perfecto.-contestó el hombre mostrando una horrible sonrisa.-Por cierto, no nos hemos presentado. Yo soy Albert, Albert Robins. ¿Y tú?

-Penny Rogers.-se presentó tendiéndole la mano.-Encantada.

-Creo que he oído tu nombre por algún lugar....-masculló él haciendo que Penny se quedara sin respeiración durante unos instantes: si aquel hombre la reconocía, estaba perdida, seguro que no le iba a dar el trabajo. No obstante, Albert pareció desechar sus dudas y añadió:-Un placer, igualmente. Ve preparándote. Mañana te quiero a ti a las cuatro de la tarde, sin un solo minuto de retraso, ¿entendido?

-Descuide. A las cuatro en punto me tendrá aquí.

Y dicho esto, Penny salió de allí sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción: por primera vez en toda su vida se sentía realizada.

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La habitación, como siempre que él estaba con la única compañía de su guitarra y de sus pensamientos, estaba entrecerrada. Christine sabía que podía franquear aquella especie de barrera de separación en cualquier momento sin que a él le importara pero, aun así, prefería no hacerlo de no ser que fuera él mismo el que se lo pidiera expresamente o fuera absolutamente necesario. Era, por así decirlo, el momento en el que John se encontraba a sí mismo de todo, el momento en el que sacaba al genio que llevaba dentro. Y era curioso: desde que habían llegado a España, John parecía tener, más que nunca, momentos como aquél. Aquel pequeño detalle no se le había escapado a Chris: sabía que algo estaba pasando, que algo estaba cambiando en su interior y eso, la verdad, era que no le desagradaba en absoluto, más bien todo lo contrario. Y es que las composiciones de John, que se dejaban asomar a través de la puerta entreabierta, y las conversaciones que tenían los dos, que eran cada vez más intimistas, menos frívolas y más intensas, dejaban en evidencia que John estaba madurando. Y ella sentía que también lo estaba haciendo junto a él. Sin lugar a dudas, los dos estaban creciendo juntos y parecía que lo hacían por el mismo camino.

-Hola, pequeña.

Chris se dio la vuelta, casi sobresaltada. Había estado tan metida en sus propias reflexiones que ni siquiera se había dado cuenta de que John había dejado de tocar en la habitación.

-Hola.-le saludó con una sonrisa.-¿Qué tal? Tienes cara de cansado...

-Es que lo estoy.-contestó él mientras se encogía de hombros.-Intentaba sacar algo que tengo en la cabeza, pero...

-Pero no puedes.-terminó Chris por él.

-Exactamente. No puedo sacarlo de dentro... No entre estas cuatro paredes.

-Puede que necesites un pequeño descanso.-le respondió ella.-Ya es de noche, tarde, pero... ¿te apetece que demos un paseo por la playa? Quizás eso te despeje y después puedas continuar con más calma.

-Es una idea genial.-sonrió John.-Creo que es justo lo que necesito, ¿vamos?

-Claro.

Con un golpe seco, Chris cerró el libro que había estado leyendo y se levantó del sofá.

-Demos ese paseo, monstruo.-bromeó ella antes de darle un breve pero dulce beso en los labios.-A ver si así se te quita esa cara de muerto que tienes...

John esbozó una sonrisilla y le devolvió el beso.

-De acuerdo.-contestó después.-Pero antes tengo que pillar algo...

La chica se quedó observando, perpleja, como John se metía de nuevo en la habitación y salía al cabo de unos instantes con la guitarra colgando de la espalda.

-¿Qué haces con eso?-se extrañó.

-Nunca se sabe dónde te puede venir la inspiración, Christie.-contestó él sonriendo.-Y me parece que un paseo solitario por la playa bajo la luz de la luna es una ocasión perfecta para inspirarse, ¿no crees?

-Bueno, supongo que tienes razón.-respondió ella acercándose hacia él.-Y si no te llega la inspiración siempre puedes aprovechar que llevas la guitarra y darme un concierto privado...

-Eso tenlo por seguro, peque.-rió él.-Y ahora, larguémonos o a este paso se nos va a hacer de día antes de que salgamos de aquí.

Salieron del apartamento mientras hablaban de las últimas anécdotas del rodaje y se encaminaron hacia el Paseo Marítimo, a unos escasos cincuenta metros de donde se alojaban ellos. Pese a que la temperatura era agradable, no había ni un alma por la calle. Era normal: un lunes de octubre, entre semana y casi a las doce de la noche, no parecía ser el momento más idóneo para que la gente se dedicara a dar paseos. No obstante, la ausencia de gente era buena. Aquello les permitiría pasar un rato más íntimo los dos, sin interrupciones ni miradas indiscretas.

Después de quitarse los zapatos, se metieron en la playa. El contacto fresco de la arena en sus pies les hizo sentir enormemente bien. Era una sensación muy gratificante y liberadora a la vez. Sin decirse nada y agarrados de la mano, se adentraron en dirección a la orilla, donde todo, absolutamente todo, estaba oscuro. Caminaron así un buen raro, sin decir ni una palabra, limitándose a sentirse el uno al lado del otro, limitándose a notar el contacto de sus manos entrelazadas con firmeza. Parecía mentira que ella, que siempre había detestado tanto los momentos de silencio, estuviera tan a gusto en esos instantes, sin mediar palabra. Pero claro, aquella vez no era como las otras ocasiones, con otra gente con la que no tenía nada que decir. No. En esa ocasión, simplemente, sobraban las palabras. Y es que en la mayoría de las ocasiones no hace falta despegar los labios para decir "Te quiero". Aquello, el estar en silencio con John sin sentirse incómoda sino a gusto, era una de las cosas que más adoraba de estar con él.

-¿Sabes?-dijo John de repente cuando ya llevaban más de diez minutos caminando por la orilla.-Estas semanas aquí he estado pensando mucho.

-Lo sé.-se limitó a decie ella. Sabía que era verdad, que él había estado analizando su vida, su pasado, su presente y su futuro, y sabía perfectamente a qué se refería.-Pero no debes preocuparte por eso ahora.

-No me preocupo, simplemente me pregunto qué va a pasar.-respondió él, ausente.-El único valor seguro que tengo en mi vida en estos instantes eres tú. Respecto a lo demás, todo son dudas.

Christine soltó un suspiro, pero no contestó nada. Al menos, no por el momento. Simplemente se dedicó a tironear de su mano y a indicarle, con aquel gesto sutil, que se sentaran allí, sobre la arena y frente al mar. John obedeció sin decir una palabra y se limitó a sentarse a su lado y a rodearla con sus brazos. Chris se dejó hacer y acomodó su cabeza contra su pecho, sintiéndose a gusto como muy pocas veces lo había estado en su vida. Y es que, pese a que John parecía preocupado, el tenerlo allí, abierto a ella como seguramente jamás se había abierto a nadie, le daba una sensación de bienestar increíble. Los dos estaban conectados como jamás lo podrían estar con ninguna otra persona y eso era algo que ambos sabían.

-Dime una cosa, John...-dijo la chica finalmente.-¿Te sientes a gusto siendo lo que eres?

-¿Y qué es lo que soy?-preguntó él con un deje de amargura en su voz.

-Pese a que para mí eres de todo menos eso, para la mayoría eres un Beatle.-respondió Christine con una sinceridad aplastante.

-Es que tampoco sé lo que es ser un Beatle en estos momentos...-dijo John.-Verás... Antes ser un Beatle suponía hacer giras, conciertos, actuar, todo eso. Pasarlo bien, supongo. Pero ya hace tiempo que todo dejó de ser como debía ser... Más ahora que sabemos que no habrá más giras ni más locura... Ahora, lo único que hay es un espacio en blanco en el futuro.

Chris levantó la cabeza y lo miró fijamente, pensativa ante aquella repentina confesión e intenando averiguar qué era lo que le pasaba a John por la cabeza en aquellos momentos.

-Como ya te he dicho, lo único que sé en estos momentos es que mi futuro está junto a ti, pero nada más.-continuó él.

-Aunque no lo creas, no todo se acaba con las giras.-concluyó Christine.-Ya oíste a George... Podéis hacer un montón de cosas geniales en el estudio.

-Estudió...-repitió él como si aquella palabra fuera la más graciosa del mundo.-Eso tiene los días contados, tú también lo sabes.

Christine calló. Por supuesto que lo sabía, aunque jamás se había atrevido a decirlo en voz alta.

-Ser un Beatle, pequeña, ya no tiene sentido.-sentenció él.-En realidad dejó de tenerlo ya hace algún tiempo, pero continuábamos tirando del carro sin saber muy bien por qué. Ahora creo que debería empezar a ser más "John" y menos "Beatle".

-Habrías tenido que empezar antes a ser más tú.-le contestó ella mirándolo a los ojos.-Haz algo, John. Limítate a ser tú mismo, dentro del grupo si hace falta, pero tú mismo. Y todo lo demás, créeme, ta vendrá. El tiempo lo pone todo en su sitio.

-Supongo que tienes razón.-contestó él mientras le acariciaba el pelo.-El futuro ya vendrá.

-Exacto. Por ahora aprende a disfrutar del momento.

Antes incluso de que pudiera acabar de pronunciar la última palabra, John le dio un intenso beso en los labios.

-A disfrutar de ti, pequeña, a disfrutar de ti...-sonrió.-Oye... ¿te apetece escuchar lo que estaba tocando en casa?

-Por supuesto que sí.-le contestó ella feliz a la vez que miraba a John sacar la guitarra de la funda y  se la acomodaba encima de él.

-Creo que quizás ahora pueda sacar eso que tengo aquí en la cabeza...-masculló él empezando a rasgar las cuerdas de su guitarra distraído.-Intento decir muchas cosas en esta canción, ahora lo verás.

-¿Tiene título ya?

-Sí, sí que lo tiene.-contestó él sonriente.-Se llama Strawberry Fields Forever.

-¡Como...!

-Sí, como el orfanato. Me marcó la infancia, ¿sabes? Sus fiestas anuales son quizás el mejor recuerdo que guardo de cuando era niño. Pero hay más, mucho más...

Y entonces, sin decir una palabra más, John empezó a tocar aquellos acordes que a Christine, bajo la luz de la luna y en aquella playa solitaria, se le antojaron realmente mágicos... Pero más mágico fue aún cuando John empezó a cantar, con voz débil y quizás algo tímida, las primeras palabras de aquella canción. "Let me take you down 'cause I'm going to Strawberry Fields. Nothing is real..." . Porque aquella canción, más que una canción, era una declaración en toda regla. Definitivamente, tal y como le acababa de decir, John estaba empezando a ser mucho más "John" y mucho menos "Beatle". Y eso, a ojos de Christine, era algo tremendamente bueno.




Preciosidades! Ya volví yo aquí con este capi. Iba a meter alguna cosilla más, pero no me pareció bueno abusar de vuestra paciencia al volver a escribir un capi megalargo, así que me lo reservo para el que viene. Ya véis. Aquí sí que he empezado a tomarme licencias y a saltarme algunas cosas que pasaron, pero bueno, ya sabéis. Es un fic y necesito acoplar todo esto a mi historia, no? jejeje. En fin, espero que os haya gustado. 
 Y bueno, por cierto, aquí os dejo la canción que ha inspirado el título del capi... Se llama "Al país de l'olivera" (exactamente igual que el capi) y es de mis queridos Obrint Pas. Vale, no se refiere a Andalucía ni muchísimo menos, ni la música que suena es andaluza, pero justo escribiendo la parte final del capi ha empezado a sonar y me he dicho... Una buena canción precisamente para esta parte del capítulo y quizás un buen título... Y así se ha quedado... 



Besos y pasadlo bien!

2 comentarios:

  1. XD soy una preciosidad? XD hahahahahaha!! Okey ahora estoy en un horario más decente, 1:16 de la mañana, muy buen horario aunque ya me han amenazado y tengo que irme dormir. OMFG Yo siento que Penny se va a encontrar con Paul, lo presiento! OMFG hahahaha y Chris y John todos lindos :3 MUY lindos...yo nunca dejo de hacer suposiciones, me da mucha cosa que estén tan bien...que siento que cuando las cosas se pongan feas, va a ser de forma muy abrupta T________T porque, ya pronto viene la incursión de cierto personaje japónes, cierto? ¬¬ Uy! bueno, y Gwen y George :3 que lindos, muy lindos, extralindos...debierón de haberse ido a India ¬¬ hubiera sido mejor, pero bueno, y ya quiero y muero por ver la boda de Mary y Ringo c: algo me dice que estará súperarchirecontrahiper bella! (: y bueno ojala y si vayan a visitar a John para su cumpleaños, que justamente, también ya esta cerca x) hahaha!Pobre Paul...haces que me de un poquito de lástima, pero solo un poquito...solo un poquito, es que mencionaste a Alice y ya me pusiste mal T_T no supero su muerte...has sido la única que me ha tocado ver, que mate a un personaje T_T pero bueno... yo creo que es bueno que te salgas un poco del margen histórico que tu historia ofrece, en verdad, es digno de admirarse por tu sincronización con las fechas, es realmente genial, pero jugar con el espacio y el tiempo {que científico sonó eso xD}es mas divertido :D haha le ofrece algo extra c: y creo que hasta "respiras" más c: Bueno, Cris, que bello capítulo, ya sabes que todo lo que salga de tu mente, para mí, es una genialidad. Nos vemos (:

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  2. Acá estoy yo!!!!! Ya te dije que lo leí mientras tomaba la leche pero se la pasaron interrumpiendome. Parece que supieran cuando estoy leyendo un capi tuyo, todo el mundo cae para romperrrrrme los quinotos! jajajajaja
    ya te dije que me encantó, como todo lo que hacés, sinceramente se me acabaron los adjetivos para describir tu fic, creo que estoy enamorada de él. Me das tu permiso para casarme con él? Si? Bueno, ya iré poniendo fecha jajajaja
    Ay....yo quiero playita! Mirá que soy de esas que llega al lugar de destino y ya se baja del auto descalza, con la palita y el baldecito (como los chicos jajaja) y corre a meter sus patitas en el agua. Con este calorcito que está haciendo por acá, se me antoja!
    Que bueno que a Gwen le esté llendo tan pero tan bien en la carrera! Esa chica llegará lejos! Y mas, mucho mas, con el bombón que tiene al lado (ejem, ejem) Pero es la verdad, ese chico la re comprende, y ahora que ella también está interesada en el Ravi Shankarlos (como dicen los locos que miro los domingos jaja) creo que nuestro Jorge se enamorará mas de ella, no? Aparte de que estará todo el día tocando el sitar. Hablando de eso, quiero comprarme uno jajajaja.
    Que bueno que Paul se dedique a otras cosas que no sea romper la paciencia de todo el mundo XD. Pobre perra, la comprendo, debe ser feo ser perro y tener un dueño tan maníaco como Macca jajajjajaja. (Bueno, mi gato deber pensar lo mismo de mi)
    Auch, se me hace que el trabajo de Penny será un dolor de cabeza, aunque siempre está la posibilidad de que les dé un bandejazo en la cabeza a alguno de los parroquianos, aunque eso le costará el puesto.
    Yo ya te dije por el guazap (mirá cómo lo escribo, soy bien animal) que qué lindo haber sido guitarra! Aunque....no, mejor no, porque pa mi que las guitarras no se daban cuenta de sus dueños. O si? Bueno, no sé, habrá que preguntarselos. El tema es que....QUÉ ROMANTICO POR ZEUS! (Y Eros). Estar en la playa, de noche y que John te cante su nueva genialidad, Strawberry Fields, debe ser lo mas hermoso. Y sobre todo, esa sinceridad que usa para hablar sin vueltas con Chris. Era hora de que dijera que está re podrido de ser beatle, que quiere ser de una vez por todas quien es,John Lennon, sin ningún agregado mas.
    Bueno amiga mía, me voy con la satisfacción del deber cumplido, o sea comentarte esta belleza (para mi no es un deber, es un gran gusto)

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