miércoles, 13 de marzo de 2013

Capítulo 79: India

Estar en la India estaba siendo como unas verdaderas vacaciones para Gwen. Aquello era lo mejor que le podía estar pasando. Estaban allí, en Rishikesh, un lugar precioso al norte de la India, con vistas al Himalaya,    meditando y entiendo el sentido real de las cosas. Los más entusiasmados con todo aquello eran, sin duda, George y ella, aunque John también parecía bastante interesado con todo aquello, curioso, podría decirse, ante aquel nuevo mundo que le rodeaba y que les brindaba una vida tan diferente a la que ellos habían llevado hasta hacía poco. Paul, por su parte, pese a que también parecía bastante atraído, estaba más pendiente de otras cosas que de meditar, como, por ejemplo, estar al día pese a que estuvieran a miles de kilómetros de distancia, de los asuntos de Apple, aquella corporación que había convertido a los chicos en inminentes hombres de negocios. Parecía mentira que un proyecto que al principio sólo había abarcado una simple tienda de ropa, ahora estuviera intentando englobar en su seno otros negocios mucho más diversos. 

Por lo demás, Rishikesh les ofrecía una vida cómoda, con pequeños lujos que hacían que su vida allí fuera extremadamente apacible. La comida, pese a estar fuertemente especiada al estilo de la India, no estaba mal del todo y no tenían más preocupaciones que levantarse todas las mañanas y meditar. Además, los incombustibles Neil Aspinall y Mal Evans habían ido con ellos y se encargaban, como siempre, de intentar cubrir todas las necesidades que les fueran surgiendo. De hecho, lo único molesto que parecía ofrecerles Rishikesh eran los monos, que de cuando en cuando aparecían para robar, sobre todo comida. Pero incluso aquello dotaba a aquella experiencia de cierta gracia.

Como venía siendo habitual desde que habían llegado, el tiempo aquella mañana estaba siendo estupendo. El sol brillaba y hacía un día ideal para pasarlo afuera, con los chicos, quienes estaban disfrutando de un rato agradable mientras rasgueaban las cuerdas de sus guitarras. Aquello hacía sentir a Gwen inmensamente bien.

-¿Sabéis qué?-preguntó John de repente hablando por primera vez desde hacía un buen rato. Todos habían estado demasiado concentrados en su música y disfrutando de aquel cómodo silencio entre los cuatro como para hablar.

-¿Qué ocurre?-quiso saber George levantando la cabeza y mirando a su amigo.

-Creo que tengo nuevos temas a punto.-respondió John distraído mientras rasgaba las cuerdas de la guitarra en un acorde al azar.-Estar aquí... Digamos que me ha hecho pensar en muchas cosas y tenía, no sé, la necesidad de plasmarlo de alguna manera.

-Entonces creo que quizá deberías enseñarnos esos nuevos temas que tienes.-dijo Paul sonriente.-Yo también tengo muchas cosas en mente, pero no tanto como para considerarlas "a punto".

-Bueno, en realidad les faltan algunos toques, pero...-masculló John.

-Después les podemos dar esos toques entre todos.-le cortó Paul, ansioso.

-Supongo.-dijo John de mala gana.-En fin, os mostraré lo que he hecho...

Y sin esperarse a que nadie añadiera nada más, John se volvió a colocar la guitarra en el sitio y empezó a tocar. Gwen lo miró: estaba muy concentrado mientras sonaban aquellas primeras notas que se le antojaban de blues. Jamás había escuchado hacer a John ni a ninguno de los chicos nada por el estilo, por lo que aquello aún llamó más su atención. Y de repente, John, empezó a cantar. Sólo bastó que escuchara la primera frase para que se le cayera el alma a los pies. Gwen miró a George y a Paul mientras John seguía concentrado en su canción: los dos parecían igual de contrariados que ella, pero, sin lugar a dudas, pese a que contrariados, a ninguno de los tres les extrañaba el contenido de esa letra. Y es que, pese a que John no lo expresara en voz alta, era evidente que se sentía tremendamente solo, tremendamente mal.

-Yes, I'm lonely, wanna die. If I ain't dead already... Oh, girl, you know the reason why...

La chica lanzó un suspiro disimulado y volvió a fijar su vista en John. Por primera vez en toda su vida, Gwen sintió lástima por él. Ojalá aquella estancia en la India consiguiera mitigar un poco todo aquello que tenía adentro.

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Pese a que pareciera prácticamente imposible, aquella era la primera vez que Ringo se quedaba solo en casa con su hijo. Mary, después de estar un par de meses sin separarse de ellos, había salido un momento para ir a recoger los apuntes de la universidad que le estaba prestando una compañera. Y es que, pese a que con todo el jaleo del niño apenas tuviera tiempo para nada y de que no estuviera yendo a clase desde poco antes de tener a Vladis, lo último que quería ella en esos momentos era dejar de lado la carrera. Él sabía aquello y apoyaba y respetaba su decisión por completo. Si aquello la hacía feliz, debía seguir haciéndolo.

Dejando de lado todo aquello, la verdad era que en aquellos momentos Ringo se sentía aterrado pese al batallón de instrucciones que le había dado Mary sobre qué hacer en el caso de que Vladis, quien dormía plácidamente en su moisés a su lado, se despertara. En realidad sabía preparar biberones a la perfección y había cambiado ya unos cuantos pañales, pero todo bajo la atenta mirada de Mary, que en más de una ocasión había acabado muerta de risa viendo su poca maña en todo aquello. Así pues, sólo cabía esperar que su hijo no se despertara hasta que Mary hubiera llegado de nuevo a casa.

Estaba tan metido en sus propios pensamientos, que Ringo ni siquiera se dio cuenta de que estaba empezando a adormecerse en el sofá. Pero es que se estaba tan bien... Allí en casa, calentito, sin ruidos que le molestaran, era casi imposible no quedarse dormido, mucho menos cuando hacía mucho tiempo que no dormía toda una noche de tirón. Y es que todas las noches, Vladis, como si tuviera un reloj en el cuerpo, se despertaba cada tres horas exactas para reclamar su comida.

Fue por eso por lo que cuando escuchó al niño ponerse a llorar de repente, se despertó de golpe dando un salto en el sofá. Abrió los ojos nervioso y miró hacia Vladis, que estaba empezando a ponerse rojo de llorar con tanta insistencia. Automáticamente, su mirada se desvió de hacia el reloj de la pared; le parecía que era muy pronto como para que el niño reclamara ya su biberón, pero quién sabía el tiempo que había estado durmiendo en el sofá. No obstante, aún no era la hora. Extrañado y un poco asustado a la vez, Ringo se puso en pie y se dirigió hacia Vladis para agarrarlo. No hizo falta que lo agarrara en brazos siquiera para saber qué era lo que le ocurría al bebé. El chico lanzó un suspiro y arrugó la nariz a la vez que, ahora sí, levantaba al niño del moisés.

-Vladis, Vladis...-susurró.-Creo que vas a tener que sufrir un poco mientras papá te cambia ese apestoso pañal que tienes ahí...

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Le había costado muchísimo decidirse a hacer aquello, pero al final, armándose de valor, por fin lo había hecho. Sin saber si sentirse satisfecho o idiota por aquello, John puso el punto final a aquella carta que tanto le había costado escribir. Sabía que había quedado patética, lamentable, pero era lo único que había sido capaz de decir porque era lo único que sentía. Además, la verdad era que ya le daba bastante igual quedar como un completo imbécil delante de ella: al y al cabo ya había estropeado bastante las cosas él solito mientras estaban juntos todavía como para preocuparse por aquellas nimiedades.

Lo pero, sin embargo, estaba por llegar. Debía de enviar esa carta, fuera como fuera, pero, obviamente, no tenía ni idea de la dirección. El hermetismo con el que todos tapaban el paradero de Christine lo exasperaba y lo llenaba de rabia e impotencia pero, al fin y al cabo, lo entendía.

Así pues, para hacer llegar esa carta a Chris, le quedaban varias opciones: o enviarla directamente al periódico, cosa que no era demasiado recomendable porque no sabía en qué manos podía caer aquello, o, por contra, apelar a la compasión de alguien para que enviara la carta por él, opción mucho más segura, por cierto.

John dobló la carta con cuidado y la metió en un sobre. Después, lo cerró, agarró el bolígrafo de nuevo y escribió en él "Christie". No se molestó ni siquiera en poner el remitente; a fin de cuentas, sabía que la chica conocía su letra demasiado bien como para saber quién había escrito aquello en el acto.

Agarrando aire profundamente, John se puso en pie y agarró la carta fuertemente, como si tuviera miedo a que se le escapara de las manos. Después, nervioso, salió de su cabaña y se encaminó a la de George y Gwen. Confiaba en encontrarlos allí a aquellas horas y, además, consideraba mucho más probable convencer a Gwen de que enviara aquella carta que a Paul, con quien pese a haber normalizado bastante las cosas. se mostraba siempre inamovible a la hora de hablar de cualquier tema relacionado con su hermana.

No tardó ni dos minutos en plantarse delante de la cabaña de sus amigos. Aquello también era una de las ventajas de estar allí en Rishikesh: todos estaban muy cerca unos de otros y la comunicación entre ellos era muy fácil.

Llamó a la puerta con los nudillos y esperó a que abrieran. No tardó demasiado en aparecer un somnoliento George delante de él.

-Buenos días, tío.-le saludó John con una sonrisilla.

-Buenos días.-le respondió George un poco descolocado por verlo allí tan temprano.-Has madrugado hoy, ¿no?

-No podía dormir más.-contestó él con sinceridad. En realidad hacía muchas horas que estaba en pie.

-Ya veo...

-Oye, George... ¿Puedo pasar un segundo?-inquirió él.-Me gustaría hablar con Gwen un momento.

¿Con Gwen? ¿Qué pasa?-preguntó George sorprendido.

-Necesito que me haga un favor.-se limitó a decir.-Déjame pasar y os lo explicaré.

George, todavía con cara de no entender lo que estaba pasando, se hizo a un lado y lo dejó pasar.

-Está adentro, ven.

Los dos amigos entraron. Tal y como había dicho George, Gwen estaba adentro, sentada en una cómoda hamaca mientras mordisqueaba distraída una manzana con la mirada perdida fija en la ventana.

-Buenos días, Gwen.-saludó John cuando la vio.

La chica giró su cabeza lentamente y lo miró. No pudo ocultar su sorpresa al verlo allí tan temprano.

-Buenos días, John. ¿Qué tal?

-Bien.

-John dice que quiere hablar contigo.-intervino George.

-¿Conmigo?

-Sí... Quiero pedirte algo.-aclaró él.-Si no te supone ningún problema, claro.

-Pues...-murmuró la chica mirándolo de hito en hito.-Tú dirás.

-Verás...-murmuró John agarrando aire a la vez que sacaba el sobre de su bolsillo.-He escrito esto y... no sé dónde enviarlo.

Tanto George como Gwen se quedaron mirando aquel trozo de papel fijamente, sin decir nada.

-Supongo que sé para quién es esa carta, ¿no?-dijo Gwen rompiendo aquel silencio que se había hecho entre los tres.

John simplemente se limitó a asentir con la cabeza. Gwen, por su parte, lanzó un suspiro antes de contestar.

-John...-masculló al fin.-Ella... Nos dijo que no te dijéramos la dirección y...

-No te estoy pidiendo que me digas donde vive.-se apresuró a aclarar John.-No quiero que... traiciones su confianza ni nada por el estilo.

-¿Y entonces?-preguntó la chica confusa.

-Me preguntaba si podrías meterla dentro de la próxima carta que le envíes tú, nada más.

-¿Y quién te ha dicho que yo le escribo cartas a Chris?

John bufó exasperado.

-Vamos, Gwendolyn...-dijo.-Es tu amiga. Sé que le mandas cartas y todo eso.

-Podría enfadarse conmigo.-se limitó a contestar Gwen encogiéndose de hombros.-Y la verdad es que no me gustaría meterme en un asunto que es sólo entre vosotros dos.

-Debí suponerlo...-masculló John intentando mantener a ralla sus nervios. Se sentía profundamente decepcionado pero sabía que un ataque de cólera sólo empeoraría las cosas.-Está bien, no pasa nada. Iré a pedírselo a Paul.

-¡¿A Paul?!-casi exclamó George.-¡Estás loco! Se va a negar en redondo.

John simplemente se encogió de encogió de hombros.

-El no ya lo tengo.-dijo desapasionado.-Y por probar no pierdo nada. Mandaré esa carta sí o sí.

Nada más hubo acabado de decir aquello, Gwen se puso en pie de un salto y se dirigió hacia él.

-Está bien.-masculló la chica de mala gana poniéndole la mano delante para que le diera la carta.-Dame eso. Yo lo mandaré.

-¿De veras?

-No insistas mucho, John, no vaya a ser que me lo piense mejor...-bufó la chica.

Contento, John le tendió el sobre.

-Muchas gracias, Gwen.-dijo.-Te debo una.

-Y de las gordas. Como se monte un lío por tu culpa te vas a...

No obstante, las palabras de Gwen quedaron interrumpidas por unos golpes insistentes en la puerta.

-Iré a ver quién es.-dijo George ya empezando a encaminarse hacia la entrada.

Gwen y John se quedaron allí, plantados cara a cara durante unos segundos, hasta que, de repente, George apareció, seguido por Paul. Nada más verlo, a John se le hizo un nudo en el estómago: si veía la cata y reconocía su letra en el sobre posiblemente no le iba a sentar nada bien. Afortunadamente, Gwen captó el mensaje inmediatamente y se escondió la carta rápidamente tras la espalda, en un gesto casi imperceptible de tan disimulado como lo había hecho.

-Vaya...-dijo la chica risueña mirando al recién llegado.-Hoy estabais todos madrugadores, ¿no?

-Por lo visto, sí...-contestó Paul lanzándole una mirada suspicaz a John.-He ido a buscarte a tu cabaña. No tenía ni idea de dónde te habías metido.

-Pues ya lo sabes.-respondió él esbozando una sonrisilla inocente.-Había venido a charlar un poco con George y Gwen.

-Ya veo...

-¿Y a qué se debe el honor de tu visita, Macca?-preguntó George rompiendo así de pronto la tensión que se había hecho entre los allí presentes.

-Tenemos un nuevo huésped en Rishikesh.-dijo Paul, quien volviéndose a mirar nuevamente a John añadió:-Tu amigo Alexis acaba de llegar.

John se quedó mirándolo durante unos instantes, intentando asimilar la noticia. Sabía que iba a llegar allí tarde o temprano, pero no pensaba que fuera tan pronto.

-¿En serio? ¿Ya?-preguntó alegre.

Paul asintió con la cabeza.

-Allí tienes a tu Magic Alex y a su súperproyecto.

-Bueno...-sonrió John.-Por lo menos ya somos uno más. Ya sabéis, cuantos más seamos, mejor lo pasaremos.

-No hemos venido aquí a pasarlo bien, John, sino a meditar.-le reprendió Gwen evidentemente algo molesta.

-Gracias por la aclaración, Gwendolyn.-le contestó John irónico a la vez que le guiñaba el ojo.-En fin, chicos, ¿os venís a ver qué tal le ha ido el viaje a ese griego cabrón?

-Qué remedio...-sonrió Paul.-Venga, vamos.

Los cuatro salieron de la cabaña de George mientras John saboreaba la deliciosa sensación de sentirse infinitamente mejor que hacía tan sólo una hora. El haber conseguido convencer a Gwen de que enviara aquella carta y el hecho de que su amigo acabara de llegar a Rishikesh le auspiciaba, sin lugar a dudas, un buen día.

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Mary entró en casa satisfecha. Le había venido tremendamente bien el salir a tomar el aire un rato y despejarse. Además, el contacto con sus compañeras de clase le había sentado muy bien. Se había puesto al día de todo y, además, había podido recoger aquellos malditos apuntes aunque supiera casi a ciencia cierta que no podría presentarse a los exámenes de final de curso en junio.

Contenta y pensando ya en contárselo a Ringo, la chica entró en el salón. No obstante, su sorpresa fue mayúscula cuando vio que allí no estaban ni él ni el niño. Salió de allí de nuevo, extrañada. Hacía un día demasiado frío como salir a pasearse por ahí con Vladis y, si Richard había sido capaz de hacer aquello, lo mataría. Lo último que quería en aquellos momentos era que el niño se les pusiera enfermo.

Justo cuando estaba a punto de empezar a creer que sí, que Ringo había sido capaz de salir con Vladis, unos leves ruiditos procedentes del interior de la habitación que usaban como cambiador del bebé en la planta baja, le llamaron la atención. La chica miró hacia allí y sonrió para sí misma. La puerta estaba entornada y era evidente que estaban allí. Con cuidado de no hacer ruido, Mary se aproximó y entreabrió levemente la puerta para mirar adentro. Apenas pudo reprimirse de soltar una carcajada allí mismo cuando vio el cuadro que estaba teniendo lugar allí dentro: Richard, con una torpeza inusitada, estaba intentando cambiarle el pañal a Vladis, que estaba de lo más satisfecho en su cambiador mirando con los ojos muy abiertos a su padre.

-Quédate quieto, ¿vale?-le dijo Ringo al niño, atolondrado.-Papá va a agacharse para agarrar un pañal limpio y...

-Y eso se prepara antes, Ritchie.-rió ella sin poderse contener por un segundo más.-Pero adelante, sigue. Lo estás haciendo muy bien.

Ringo se volvió hacia ella y le lanzó una mirada de alivio. A juzgar por su expresión, parecía que estuviera viendo a la salvadora del mundo allí plantada delante de él.

-Menos mal que has venido, princesa.-dijo.-Iba a cambiarle el pañal a Vladis y... por cierto, ¿se puede saber qué le damos de comer a este niño para que haga lo que acaba de hacer?

Mary soltó una inmensa risotada cuando escuchó aquello y entró en la habitación.

-Vamos, no te quejes tanto.-rió ella.-Son cosas... naturales.

-Y tan naturales...-masculló Ringo de mala gana a la vez que ella le daba un tierno beso en los labios.

-¿Lo acabas de cambiar tú o te pillo el relevo?

El chico dudó durante unos instantes.

-No, lo acabo de cambiar yo.-contestó al fin con determinación.-No quiero que nuestro Vladis piense que tiene un padre inútil ni nada de eso que, por cierto, creo que lo piensa.

-¿Cómo?

-Mírale la sonrisilla que tiene pintada en la cara...-dijo Ringo mirando hacia el bebé.-Creo que se está cachondeando de mi.

Pese a que lo primero en que se había fijado Mary era en el niño, no había reparado hasta ese momento en la inmensa sonrisa, podría decirse que incluso algo pícara, que lucía Vladis mientras miraba como su padre se las ingeniaba como podía para poderlo cambiar. Aquello le produjo a Mary una maravillosa mezcla de ternura y diversión.

-Pues... Creo que sí, que mi pequeño se está burlando de su papá abiertamente.-sonrió ella.-Pero Ritchie, entiéndelo, es completamente normal. Haces que cambiar un pañal parezca lo más complicado del mundo.

-Pues no es tan fácil como parece.-le replicó él fingiendo indignarse.-Y ahora, sólo para fastidiaros a los dos, voy a terminar de cambiar ese pañal... aunque sea lo último que haga.

Mary volvió a soltar otra risa divertida a la vez que Ringo les sacaba la lengua a los dos. Entonces, cuando él hizo eso, una risa nueva que jamás habían escuchado antes inundó la habitación. Mary y Ringo se quedaron mirándose estupefactos y, a continuación, miraron a Vladis. El niño lucía una inmensa sonrisa y, al ver como sus padres lo miraban alucinados, volvió a soltar otra carcajada.

Y entonces, tanto Ringo como ello, prorrumpieron en una inmensa risa ellos también, una risa a la que el bebé se les unió también, gustoso. Mary no pudo contenerse y se inclinó a besar a Vladis con ternura. Jamás había escuchado a un bebé reírse así con tan sólo dos meses y aquello la llenaba de alegría. En aquellos momentos todo, absolutamente todo, era fantástico.

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Paul miraba  a los demás como parloteaban sin cesar después de escuchar en qué consistía exactamente el titánico proyecto de Magic Alex. Al parecer, el griego estaba decidido a instalar un ambicioso sistema de telecomunicaciones en Rishikesh para que el Maharishi  pudiera retransmitir desde allí su mensaje al mundo entero. La verdad era que escuchándolo hablar, aquello parecía una tarea tan fácil de llevar a cabo que hasta un niño podría hacerla. No obstante, Paul tenía la sensación de que aquello no iba a ser tan extremadamente sencillo como lo pintaba.

Pero Magic Alex no había ido allí sólo con fines laborales. En realidad había ido también a Rishikesh porque se sentía sumamente atraído por el Maharishi y la meditación trascendental. Al parecer, John le había estado dando tanto la brasa con todo aquello que al final había conseguido despertar en él una curiosidad enorme hacia todo aquello.

El hecho de estar escuchando en aquellos momentos a sus tres amigos y a Magic Alex hablar tantas maravillas sobre la meditación, estaba haciendo sentir a Paul un poco fuera de lugar en todo aquello. La verdad era que él no creía con tanto fervor en todas esas cosas. Es más, estaba en la India como quien está en una especie de vacaciones para desconectar del mundo durante un tiempo. La meditación sólo era algo secundario, algo que hacía para matar el tiempo y, para nada, le estaba proporcionando la verdad absoluta de las cosas o le estaba mostrando un nuevo camino a seguir en la vida, tal y como sostenían sus amigos.

-Ya verás como te encanta estar aquí.-estaba diciendo Gwen en aquellos momentos.-Nosotros aún estamos descubriendo los entresijos de la meditación, pero te aseguro que es maravilloso.

-Sí.-sostuvo George.-Ojalá hubiéramos descubierto todo esto mucho antes. Nos hubiera venido muy bien a la hora de sobrellevar mejor todo el mogollón de la fama y el agobio que hemos vivido estos años, ¿verdad Paul?

Aquel llamamiento de su amigo le pilló completamente por sorpresa. Poniendo los pies en el suelo de repente, Paul miró a George y asintió con la cabeza torpemente, intentando a toda costa disimular que no había estado para nada atento a lo que decían.

-Sí, supongo...-masculló al fin sin ocurrírsele nada mejor que decir.

-Supone, dice.-rió John.- No lo supongas solamente, tenlo por cierto. Nos hubiéramos ahorrado muchas cosas de haber conocido todo esto antes.

Paul le dedicó una mirada glacial a su amigo. Él no estaba tan convencido a la hora de hacer aquellas afirmaciones tan rotundas y, por eso, no estaba dispuesto a seguirles la corriente sólo porque sí.

-Supongo.-insistió él. No pretendió sonar desafiante pero, sin embargo, lo hizo.-Nunca se sabe cómo hubieran sido las cosas. Además, hemos vivido tantas experiencias raras que dudo que la meditación nis hubiera ayudado tanto como creéis.

Los demás se le quedaron mirando como si de repente no le conocieran, como si fuera poco menos que un hereje por haberse atrevido a decir aquello en voz alta.

-Lo siento.-dijo poniéndose en pie de repente.-Creo que... me voy a dar una vuelta. Necesito despejarme un poco.

Paul salió de allí sin ni siquiera esperarse a que los demás le contestaran. Nada más estuvo afuera, inspiró fuertemente, intentando que el frescor de la mañana le despejara y le relajara. Después, se puso a caminar sin rumbo fijo, pensativo. Si antes de que sus amigos le dedicaran aquella mirada reprobatoria ya se sentía bastante excluido, ahora se sentía completamente fuera de lugar. Tenía la sensación de que no encajaba allí. Todos estaban muy convencidos y él simplemente estaba allí para pasar el rato. Sabía que aquello a larga le ocasionaría problemas, más sabiendo que sus amigos estaban completamente cegados con todo aquel tema. Lo acababa de ver con sus propios ojos: para ellos, el cuestionar al Maharishi o lo que enseñaba, era algo inconcebible.

Soltó un sonoro bufido, molesto consigo mismo pero también con los demás, y le dio una fuerte patada a una piedra del camino. La observó estamparse contra la pared de una de las cabañas circulares de Rishikesh con la mirada perdida. Y entonces fue cuando Paul tomó una decisión: si él no encajaba allí no tenía que permanecer en aquel lugar durante más tiempo.

Sí. Lo mejor sería eso. Se iría, volvería a Londres. Para Paul McCartney aquellas vacaciones habían llegado a su fin.

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-¿Qué?-casi exclamó John, que lo miraba con los ojos muy abiertos como todos los demás.

Paul ni siquiera se inmutó. Estaba completamente decidido a hacerlo. Es más, se alegraba de haber tomado por fin aquella decisión. Era como haberse quitado una pesadísima carga de encima.

-Pues lo que habéis oído.-dijo con parsimonia al cabo de unos segundos.-Que voy de Rishikesh. Vuelvo a Londres.

-Pero...-empezó a decir un contrariado George que parecía no haber asumido la noticia todavía.-¿Por qué?

El chico lanzó un suspiro. No sabía exactamente cómo contestar a aquella pregunta. No quería herirles ni que le miraran mal si era completamente sincero con ellos.

-Pues... Lo he pensado bastante. No estoy como debo estar.-contestó al fin intentando escoger bien las palabras.-De hecho, estoy más pendiente de lo que pasa en Inglaterra que de meditar, con lo que... digamos que considero esto una pérdida de tiempo. Para estar como vosotros, se supone que debería estar completamente centrado en la meditación y no pensar en nada más.

-Vamos, Paul, no digas chorradas.-le cortó John con desdén.-Todos pensamos en cosas que hemos dejado atrás, en Inglaterra.

Paul le lanzó una mirada significativa. No era tan tonto como para no captar las segundas intenciones con las que John había dicho eso. No obstante, antes de que pudiera replicarle nada, Gwen dijo:

-Quizá Paul tenga razón.

Todos, incluido él mismo, se quedaron mirando a  a la chica estupefactos. Con creces, ella era la mayor defensora del Maharishi del grupo, por eso les extrañaba tanto.

-Vamos, no me miréis así.-les dijo la chica.-Paul tiene razón. Aquí uno debe de estar concentrado y estar a lo que está. Si como dice él se está más pendiente de otras cosas que de meditar, se está perdiendo el tiempo.

-Bueno... Visto así...-masculló George a la vez que asentía con la cabeza-

-A eso mismo me refería yo.-dijo Paul.-Gracias por entenderme, Gwen.

-Aun así creo que es una lástima que desaproveches esta oportunidad yéndote.-le replicó la chica.-Pero... allá cada cual con sus decisiones.

-Así que te largas...-dijo John mirándolo fijamente.

Paul asintió.

-¿Cuándo?

-Recoger mis cosas e irme.-contestó.-He hablado con Neil y supongo que ya tendré un taxi pedido y un billete de avión.

-Sí que te lo tenías callado...-le dijo John con cierto tono recriminatorio.-Ya hacía que lo tenías pensado, ¿eh?

-No creas, lo decidí ayer mismo.-contestó Paul haciendo caso omiso a los reproches de John.-Pero ya sabéis que cuando tomo una decisión me gusta actuar rápido. Sois los primeros en saberlo. Ahora mismo iré a hablar con el Maharishi y le diré que me voy.

John le dedicó una mirada penetrante.

-En fin...-suspiró finalmente.-Buena suerte, amigo.

-Gracias, John.

-Nos vemos en Londres, ¿no?

-Por supuesto.-sonrió Paul.-Nos veremos en nada. Hasta pronto, chicos.

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Nada más abrió la puerta de su apartamento, el teléfono empezó a sonar de manera insistente. Sin ni siquiera pararse a quitarse el abrigo, Chris entró corriendo en el comedor. Tiró el bolso sobre el sofá de una manera tan brusca que si hubiera llevado algo delicado entro seguro que se le hubiera roto y descolgó el teléfono apresurada.

-¿Sí?-respondió con la respiración un poco agitada por la carrera.

-¿Enana? ¿Qué vienes? ¿De una carrera?

A Chris no le costó para nada reconocer la voz de su hermano Paul al otro lado de la línea. Inmediatamente una sonrisa se le dibujó en la cara. Ya hacía algunos días que no sabía nada de él y se alegraba de volver a oírlo.

-Casi.-contestó.-He tenido que correr para contestar, me has pillado entrando por la puerta de casa. Como siempre, gusano, tú siempre tan oportuno.

Paul soltó una carcajada antes de contestar.

-¿Cómo te va todo?

-Bien, con mucho trabajo.-respondió ella, que, de repente, se dio cuenta de un pequeño detalle.-Oye, una cosa... Te escucho muy bien. ¿Acaso Magic Alez ya ha empezado a mejorar las comunicaciones por Rinki-como-se-llame?

-Frío, frío, hermanita.-le contestó Paul en tono divertido.-Te equivocas de plano. Alex aún no ha hecho nada en Rishikesh que, por cierto, es así como se llama.

-Pues te escucho mucho mejor. O ha mejorado el teléfono o...

-O puede que tu querido hermano mayor no te esté llamando desde la lejana India.-le interrumpió Paul haciéndose el misterioso.

-¿Cómo?-se extrañó Chris.-¿Que no estás en la India ya?

-Pues... ¡No!

-¿Y dónde...?

-¿Dónde voy a estar?-rió Paul.-¡Pues en casa!

-¿Habéis regresado ya? ¡No me habías dicho nada! ¡Pensaba que estaríais más tiempo con eso de la meditación!

-En realidad sólo he vuelto yo.-le aclaró Paul. Sin quererlo, aquellas palabras decepcionaron un poco a Christine sin saber por qué.-Los demás se han quedado para terminar el curso. Yo me he cansado... En realidad, soy un poco como tú: jamás me llegué a creer del todo ese cuento de la meditación y allí me sentía como un bicho raro.

-Entiendo...

-Era todo tan trascendental y tan místico que... Una mierda, la verdad. No sabes lo que he respirado cuando he puesto los pies en Londres de nuevo.

-Lo que no me explico es cómo has aguantado tanto tiempo allí.-masculló Chris.

-Ni yo mismo lo sé.-convino Paul.-Pero bueno, lo importante es que ahora ya estoy aquí, ¿no?

-Dando por saco de nuevo...-le chinchó ella divertida.

-No seas así, enana.-rió Paul.-Me preguntaba si la fea de mi hermana querría venir a comer conmigo mañana para charlar con ella. Te invitaría a cenar hoy mismo, pero estoy molido del viaje. Como mucho. creo que picaré algo y me iré a dormir hasta que tú vengas mañana, ¿qué te parece?

-Está bien, gusano.-sonrió ella, contenta por la invitación. Lo cierto era que ella también tenía ganas de verlo.-Encima estás de suerte. Mañana tengo la tarde libre, así que podremos estar más tiempo juntos.

-Perfecto pues. ¿A qué hora vendrás?

-No antes de la una y media, cuando acabe de trabajar.

-De acuerdo.-dijo Paul.-En fin, Chris, nos vemos mañana.

-Hasta mañana, Paul.-le respondió ella.-Y descansa mucho. Te hará falta.

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La comida entre los dos hermanos había transcurrido con total normalidad. Habían charlado de todo un poco. Paul le había contado como era la vida en Rishikesh y ella, por su parte, le había hablado de su trabajo en el periódico, que le iba bastante bien pese a todo.

No obstante, había algo que no acababa de encajar del todo. Y es que a Chris no se le había escapado que Paul había evitado a toda costa nombrar a John en todo el rato que habían estado hablando, una cosa que en condiciones normales jamás hubiera ocurrido. Aquello, pese a que comprensible en cierta medida  pues ella misma había dejado dicho que evitaran hablarle de él meses antes, estaba poniendo de los nervios a Christine. No sabía explicar por qué, pero desde que hacía un par de meses se había cruzado con él en el hospital cuando habían ido a ver al recién nacido Vladis, Chris había vuelto a desarrollar una insana curiosidad por John. Tal vez era porque lo había visto mucho más centrado, tal vez porque ella misma se había cansado de fingir que John no existía delante de los demás, o  tal vez porque pese a que le doliera admitirlo con toda su alma, sentía algo muy fuerte por él. Lo cierto, pese a todo, era ye Chris deseaba, mejor dicho, necesitaba,  saber qué ocurría con su vida, qué le pasaba, cómo estaba. Durante ese tiempo había guardado la esperanza de que, al tener tantos amigos en común, alguno le acabara hablando de él directa o indirectamente pero, al parecer, sus amigos no iban a soltar prenda a no ser que ella misma lo preguntara y muchísimo menos iba a hacerlo su hermano.

Justo en aquel momento, Paul acabó de contar una anécdota que había tenido con una de las seguidoras del Maharishi de las que estaban en Rishikesh junto con ellos. Casi más por educación que porque realmente se hubiera enterado de lo que su hermano acababa de contar, Chris soltó una risita fingida a modo de respuesta antes de que un silencio un poco tenso se hiciera entre los dos. Fue entonces cuando la chica entendió que, si quería preguntar algo, aquel era el momento oportuno. De este modo, armándose de valor, agarró aire profundamente y dijo titubeando:

-Paul... Quería... Quería preguntarte una cosa.

Su hermano se quedó mirándola algo sorprendido, pero no contestó. Simplemente se limitó a asentir con la cabeza animándola así a formular aquella pregunta. De nuevo, Chris volvió a inspirar. Aquello que iba  a preguntar era tan sencillo como doloroso para ella.

-¿Cómo... cómo ves a... John?-preguntó al fin.

Paul le dedicó una mirada severa. Se había puesto mortalmente serio de repente y Chris no pudo evitar tragar saliva, nerviosa. Quizá hubiera sido un tremendo error el preguntarle eso a Paul.

-¿Por qué quieres saber eso?-inquirió Paul a bocajarro.

-Pues porque...-dudó ella.-Me he cansado de que todos finjáis que no existe en mi presencia. Sé que yo os lo dije, pero... No sé, me parece que esta situación es bastante inmadura. Además, he de superarlo ya de una vez, no puedo estar evitándole toda la vida.

Nada más escuchó aquellas palabras, Paul soltó una risa amarga que desconcertó a Chris.

-Porque te parece inmaduro, dices...-murmuró.-Yo creo que... Bah, es igual. Christine, escúchame bien: John te hizo mucho daño, ¿lo recuerdas?

-No hace falta que me hagas memoria.-le replicó ella desafiante.-Yo sé como están las cosas y no sé a que viene esto, Paul. Sólo te he preguntado por él. Si no quieres contestarme, dímelo directamente y ya está. Pero, por favor, no me vengas con sermones baratos que no vienen a cuento, ¿vale?

Durante unos segundos, Paul se quedó mirándola sin saber qué decir. No obstante, el chico reaccionó pronto.

-Lo siento, Chris.-dijo al fin, aunque aquello no le sonó a la chica demasiado convincente.-Yo lo único que quiero es que no vuelvas a sufrir más por su culpa, sólo espero que entiendas eso.

-Un gesto muy bonito por tu parte.-contestó Christine con sarcasmo.-Pero sigues sin contestarme.

Paul soltó un bufido exasperado.

-¿Y qué quieres que te cuente?-preguntó al fin.

-Simplemente con que me digas cómo está me conformo. Pero sé sincero, por favor.

-De acuerdo... Allí en la India se le ve curioso sobre todo eso de la meditación y está componiendo nuevas canciones.

-¿En serio?-sonrió ella.-Eso es genial. Lo de las canciones, digo.

Paul volvió a dedicarle una mirada sombría cuando Chris dijo eso.

-¿Qué ocurre?-preguntó ella contrariada.-¿He dicho algo?

-Las canciones.-le aclaró Paul.-Son buenas, pero...

-¿Pero qué?

-Cuando las escuches lo entenderás.-se limitó a decir él.

-Paul.-le espetó ella.-¿Qué quieres decir con eso?

-Nada, Christine., simplemente eso mismo, que cuando escuches las letras lo entenderás.-respondió Paul.-Digamos que no son las más alegres que John ha escrito en su vida.

-¿Pero qué...?

-Creo que no ha sido una buena idea el contarte esto...-le  interrumpió Paul poniéndose en pie de repente.-Me voy a pasear un rato a Martha, ¿me acompañas?

Chris bufó molesta. Era evidente que Paul no le iba a decir nada más sobre el tema, así que era inútil insistir.

-En realidad ya es muy tarde.-dijo poniéndose en pie ella también.-Debería volver a casa. Te acompañaré hasta que encuentre un taxi libre, ¿te parece?

-Como quieras.

Paul ató a Martha y los dos hermanos salieron de la casa sin mediar palabra. Cada uno iba pensando en sus cosas, así que era una tontería intentar entablar una conversación banal sobre cualquier cosa.

Sólo un par de calles arriba, encontraron aquel taxi. Chris se despidió de Paul escuetamente y se subió. El conductor, un tipo de mediana edad con unas incombustibles ganas de hablar y que los había reconocido a los dos en el acto, pronto se dio por vencido en sus intentos de entablar una conversación con ella al ver que sólo le respondía con monosílabos o meras formalidades, de modo que el viaje fue más o menos tranquilo.

Cuando llegó ante su finca. Chris le pagó la carrera al taxista u entró adentro sin ni siquiera despedirse. Sumida en sus propios pensamientos, subió a su casa, abrió la puerta y entró. Nada más entrar, notó que pisaba algo. Aquello le hizo bajar de su nube enseguida. Curiosa, miró hacia abajo. Tal y como había supuesto, había una carta en el suelo. Debía de haberle llegado esa misma mañana, pero como ella no había ido a casa hasta ese momento, no la había visto.

Nada más la recogió del suelo y miró el sobre, reconoció la letra. Era de Gwen y, pese a que sabía que aquella carta iba a estar repleta de alabanzas hacia aquel charlatán del Maharishi, Chris se alegró de verla. Por lo menos, aquello la distraería de la preocupación con la que le había dejado Paul.

La abrió todavía camino del comedor, contenta. No obstante, enseguida notó algo raro en el sobre. Miró bien adentro. Efectivamente, allí había una carta de Gwen pero, además, también había un poco sobre un poco más pequeño. Sin pensárselo dos veces la chica lo sacó de adentro y lo miró. Y entonces, cuando vio aquella letra, sintió como el corazón le paraba de latir de repente. John. La carta era de John.

*************************************

Se había pasado casi dos horas allí tirada en el sofá, leyendo y releyendo aquella carta. John estaba fatal, mucho peor de lo que ella se había imaginado, y lo único que hacía en esa carta era autoflagelarse a sí mismo por su estupidez y repetir una y mil veces que lo sentía. Lo peor de todo, no obstante, era que aquella carta le había hecho tomar consciencia de que ella, pese a que se hubiera escondido detrás de su caparazón, también estaba todavía tan mal como lo estaba él. ¿Por qué debía de estar ocurriéndoles todo aquello?

La chica miró de nuevo el papel que tenía entre las manos, escrito casi de manera ilegible con caligrafía rápida, pero que ella había leído de tirón y sin ningún problema. "Contéstame, por favor". Esa fue la frase en la que su vista se posó casi de manera inconsciente.

Chris suspiró confusa. Debía contestarle, debía hacerlo. Él estaba fatal y ella también, y se sentiría peor si no lo hacía.

Reaccionando por primera vez desde hacía un buen rato, Chris se puso en pie y agarró papel y boli. Después se sentó en la mesa y se quedó mirando el folio en blanco, sin saber qué hacer ni qué escribir. Estuvo así durante unos minutos que se le hicieron eternos, sintiendo como la invadía la impotencia al no saber expresar con palabras todo aquello que llevaba adentro. Poco a poco, esa impotencia se fue convirtiendo en rabia y, de repente, Chris agarró el boli fuertemente y rasgó sobre el papel, con caligrafía rápida y fuerte, un enorme "Te quiero, cabrón". Después, en un arrebato de cólera, agarró el folio, lo arrugó y lo lanzó contra la pared para después salir del comedor dando un fuerte portazo tras de sí.

No. No podía contestarle porque no tenía ni idea de por dónde empezar. Así de simple y terrible a la vez era aquello.

*******************************

Habían pasado semanas desde que Gwen le había jurado y perjurado que le había mandado la carta a Chris y aún no había ninguna respuesta. Aquello exasperaba a John y le dejaba el ánimo por los suelos. No era que esperara gran cosa pero, desde que se habían cruzado en el hospital y habían hablado, había albergado la esperanza de que por lo menos ella no se volviera a negar en redondo a hablar con él. Pero al parecer se había vuelto a equivocar de plano. Chris no quería saber nada de él y si aquel día había estado más o menos receptiva había sido porque no había tenido más remedio.

Sin duda, aquella era una situación desesperante, una situación que lo sobrepasaba. Y John ya no sabía qué hacer. Y es que, por una parte, quería contactar con ella a toda costa, insistirle hasta que accediera a hablar con él de nuevo; pero, por otra, no sabía qué ocurriría si le insistía más de la cuenta. Tal vez ella reaccionara mal o Dios sabía qué más cosas. En realidad, lo único que sabía John en esos momentos era que estaba agotado y que no tenía fuerzas para seguir adelante con todo aquello. Agotado. Realmente agotado.



Hola gente! Qué tal??? Pues aquí llego yo de nuevo, rapidito, a dejar este capi muy trascendental y místico... Naaaa, en realidad, pues un capi más. :P

En fin, no tengo mucho tiempo a pararme, que se me ha echado la hora encima, pero que, como siempre, agradeceros por leer y por comentar. Me anima saber en esta recta final del fic (que por cierto, estamos entrando en ella ya...) que esto sigue gustando.

Así que... Gracias! Thanks! Danke! Merci! Gràcies! Grazie! (y se me acabaron los idiomas, jajaja)

Saludos! Os quiero, gente!





4 comentarios:

  1. Vamo' Argentina la puta que lo parióoo!
    Bueno, basta, me inyectaron mucho argentinismo por hoy y eso hace mal.
    San Loreeenzooo! San Lorenzoooo! Ah no, paremos con San Lorenzo también.
    Visca el Barça! Visca el Barça! (A que esa te gustó mas? jejeje)
    Bueno, mejor me dejo de giladas y te comentSABÉS QUE DIERON EL NÚMERO DE SOCIO DEL PAPA EN EL CLUB SAN LORENZO Y A LAS DOS HORAS SALIÓ EL NUMERO COMPLETO EN LA LOTERÍA? Bueno no sé porqué te cuento esto, será porque dije que le iba a jugar, no le jugué y perdí mas o menos 32.000 pesos que me hubieran servido para ir a Liverpool, a tu casa, y a visitar al nuevo Papa. Será por eso ¬¬
    Ahora sí, ahora sí me dejo de tonterías y voy a lo que realmente importa de todo esto que es....TU CAPI!
    A ver por dónde arranco....Ah si. Cuando empecé a leer y vi que para Gwen la India era lo mejor de su vida pensé "Si eso es lo mejor, no quiero imaginarme lo peor..." Pero es que enserio, la India es feo, está bien, tendrá sus cosas lindas como todo lugar, pero ir a la India y en vez de pasear por ahi y charlar con todos los hindúes, y que te lleven esos taxi-moto, estar encerrado en una cabaña, meditando, y encima con el voz de corneta ese....Como que es una chotada, hablando mal y pronto. Ya te dije, eso de la meditación no me va mucho y termino durmiendo, y roncando, por lo tanto molesto las meditaciones ajenas. Aparte estos que se las dan tanto, ya van a salir rajando de ahí ,cuando se den cuenta que el oso Yogi no es taaaaaaan bueno y sobre todo, casto, como todos parecen creer.
    Sigo (un momento, Luciana me anda desconcentrando proponiendo ser cocineras en el Vaticano) Ahora sí, te decía que seguía. Voy seguir con otro que me da la re mala espina: El Magic Click, digo, el Magic Alex (Magic Click es un aparatito para encender la cocina, después te explico XD) Vamos a decirle el Magic Chamuyero, porque es eso, un chamuyero que inventa cosas raras que NUNCA se van a cumplir. Me preocupa que esté al lado de John, mas en la situación que está pasando él.
    Siguiendo en la misma línea (?) tenemos a Paul. Bien Paul, por mas que me cueste, te voy a tener que felicitar, hiciste re bien en rajar de ahí! Bien por vos herrrmano!
    Y ahora vamos a otro que no tiene ninguno de esos problemas porque tiene otro muchisimo mas grande: cambiar pañales. La risa que me pegué en el bondi mientras lo leía, la mujer de al lado me miraba raro XD O sea, Ringo de mi corazón, es cambiar un pañal, no es mucha ciencia. Yo nunca lo hice, pero de mirar dos o tres veces a madres aprendí. A lo mejor es porque una tiene el instinto y sabe, o simplemente porque las mujeres somos mas inteligentes. Tomáaaaa! jajajajajaj Pero lo genial genialósico es que el bepi se ríe!!!!! Tenía que reírse rápido, si la madre no puede estar dos minutos sin hacerlo. Era obvio que saldría muy "reidor". Que bunituuu mi bebé! Que se ría mucho mucho que eso es bueno! Y sino se ríe, sus papis harán y dirán estupideces para que se ría, que para eso son expertos.
    Y llegamos a la parte delicada. Ay John. Ay Chris. Que ya no sé qué hacer con ustedes! Que me van a sacar canas verdes estos chicos! Por un lado, me parece bien que John la busque, aunque sea casi como clandestino. Pero por otro lado...qué sé yo....Tienen un rollo encima estos dos! Ya quiero que se junten y que se maten a besos y todo lo estrictamente necesario en reconciliaciones 1313 Hablando en serio, me duele mucho que sigan así, aunque a John le viene bien, que escarmiente y que aprenda a valorar lo que tiene.
    Voy a irme despidiendo, corazoncito azucarado. Eso de "recta final"....ayy....me dolió, y no sabés cómo!
    Te mando un besoteeee

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  2. P/D1: Oleeee que te pensabas? Que no había Postdatitas? XDDD

    P/D2: Me asombra tu amplio dominio de los idiomas, por lo menos para decir "gracias". Pero bien dicen que "gracias" y "por favor", son palabras que abren puertas, asi que vas bien. Aunque para mi, las que abren puertas son "tire" y "empuje". Ok, ok ,chiste malísimo....

    P/D3: Te lo dije por wasap, pero te lo digo de vuelta, me encantó el capitulo, y la verdad, no se nota que te haya costado, parece que lo hubieras hecho así, re natural. Pero es que sos Cloquell y esa es la explicación para que las cosas te salgan estupendas.

    P/D4: No habemus Maharishi. Está durmiendo en la kitchen y no planea venir hasta acá a saludarte. Está agotado por su cargada agenda XD

    PD5: Como presidenta del world, sacá pronto la ley de matrimonio con todo tipo de gente y cosas, la necesito.

    PD6: Adiós, infomante vaticana! (Tendrías que trabajar en L'Obsservatore Romano) XDDDDD

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  3. hola Cris, en el capítulo pasado no te deje comentario, pero no creas que no lo leí, no me salían las palabras!! Soy malísima jajaja pero en fin, hablando del capítulo, me gustó muchoooo pobrecito John y hermosooooo que busca a Chris:( hiciste que me dieran ganas de escuchar el álbum blanco, pero mejor me puse a ver la antología de los beatles a ver qué decían de la India, imagínate que tenog todos los capítulos en mi iPod pero no los veo desde que los metí (hace como un año y medio....) y pues nada, como siempre así como tú agradeces los comentarios yo te agradezco los capítulos, pues de verdad me impresiona lo creativa que eres amoooooo tu fic nunca lo termines jajaja un saludo desde México!

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  4. Hullo!!!

    Well, I want to give a hug to John... He needed one on this chapter. I mean, the poor boy is very sad and depressed... He need to Christine so much... I wanted know what said the letter...

    Anyway. My friend, on this chapter I needed my cousin, She speaks spanish very well (She's Colombian). She helped me with a words that I didn't understand XD... Off course She loves The Beatles too.

    Good job luv. See ya!!!!

    P.D: I'm pretty sad 'cause this over soon...T-T.

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